Libro de Álvaro Diez de Medina
El homicidio de Dan A. Mitrione supuso un replanteo general del juego de confrontación entre la administración encabezada por Pacheco Areco y la sedición, ahora focalizado en los dos rehenes cuya suerte, en este punto, lucía incierta para ambos contendores. Si bien el gobierno estadounidense había comprendido, ante los crudos hechos, hasta qué extremo estaba dispuesto a llegar el uruguayo a la hora de resistir las extorsiones, la situación en Brasil se presentaría bajo una luz diferente: ya el 18 de agosto, un telegrama firmado por el embajador uruguayo Adolfo Folle Martínez advertía a Montevideo que contaba con información en el sentido de que “Brasil estaría intentando ejercer presiones sobre gobiernos a fin de que coaccionen a Uruguay a aceptar canje de secuestrados por prisioneros. Esté alerta y ejerza los sondeos a su alcance para defender el principio de autodeterminación y soberanía nacionales teniendo cuidado sin embargo de no hacer uso de la información que encabeza el telegrama. Procure que la tesis uruguaya hoy con amplia mayoría en el campo internacional se afiance cada día más” /280
El gobierno brasileño tenía, por cierto, bien en claro tras la muerte de Mitrione que Dias Gomide había sido denunciado por sus captores como el “representante de una dictadura de carniceros, que torturaba patriotas y había institucionalizado el asesinato policial con el escuadrón de la muerte”
De ahí a inferir que le aguardaba la misma suerte que al estadounidense había un corto trecho. Así, por cierto, surgiría del telegrama enviado por la embajada de Brasil en Montevideo el 19 de agosto: “Lamento”, escribe el embajador brasileño Luiz Bastian Pinto, “no tener noticia alentadora alguna que trasmitir a Su Excelencia. El ambiente es, por el contrario, de perplejidad y desánimo; parecería que el propio gobierno tiene una sensación de impotencia. El ministro del Interior (Gral. Antonio Francese), el hombre más fuerte y enérgico del gabinete, con quien conversé esta mañana en la misa oficial por Dan Mitrione, me dice que no debemos perder las esperanzas, pero es evidente que está muy triste y cansado. La intensa actividad policial de los últimos días, con pocos elementos ya agotados, está dando pocos resultados; apenas se puede apuntar como efecto de las ‘batidas’ el hecho de que los terroristas hayan abandonado en varios lugares muchas armas y municiones.
En cuanto a esto, parecen los terroristas ser los dueños del país: sus partidarios hablan alto todo el día en el parlamento; la universidad lanzó una proclama francamente revolucionaria, en la que apenas menciona, sin deplorarla y de paso, la ‘angustiante muerte del asesor norteamericano de las fuerzas de represión policial’; la Facultad de Derecho se manifestó de forma semejante y, en el sindicato médico, un grupo que protestó contra los secuestros, reconoció ser un ‘sector minoritario’ dentro del sindicato. La justicia uruguaya, así como también el magisterio, está mucho más que infiltrada: es casi toda ella partidaria de los terroristas; esto lo sabíamos todas las personas informadas, y hoy está a diario en los periódicos; bajo la protección de los jueces, los presos políticos continúan, desde las prisiones en las que se encuentran, comunicándose libremente con el exterior y hasta orientando la actividad de sus compañeros de segunda línea que todavía están en libertad” /281
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La fuente brasileña de mayor presión sobre el gobierno uruguayo no lo sería, por cierto, la de los imaginarios movimientos de tropas en las inmediaciones de la frontera, sino la del amor: el de Maria Aparecida Dias Gomide por su esposo. Conocido el homicidio de Mitrione, la esposa del cónsul llamó de inmediato por teléfono al presidente Garrastazu, a quien le planteó la conveniencia de estudiar la posibilidad de liberar a detenidos brasileños a cambio de la vida de su esposo, tal como habían sugerido por televisión, el 7 de agosto, tres sacerdotes católicos que, naturalmente, habían presentado la idea tras hacer consultas con elementos subversivos /282
Sería apenas el primer paso de los dados por esta formidable mujer. Ni bien comprendió que los ruidos provenientes de Brasil eran apenas eso, y que el gobierno uruguayo no cedería un palmo en su negativa a tan siquiera considerar la posibilidad de autorizar la publicación de un manifiesto sedicioso como precio por la libertad de los prisioneros, Maria Aparecida decidió tomar el tema en sus manos, empleando sus vinculaciones y las de la embajada en Uruguay a fin de negociar con la sedición el pago de un rescate. Dos habrían sido los contactos mantenidos por Maria Aparecida con los sediciosos en Rio de Janeiro, según informes de la 3.ª División de Infantería del Ministerio del Ejército de Brasil, y en ambos se negoció el precio por el rehén: la esposa de Dias Gomide había ya dado inicio a una campaña de recaudación pública en dos cuentas, denominadas “Maria Aparecida” y “Só o Amor Constrói” (“Solo el amor construye”), que habían contado con la promoción activa, entre otros, del más famoso de los locutores brasileños, José Abelardo Barbosa de Medeiros (1917-1988), popularmente conocido como Chacrinha, así como con la solidaridad de la opinión pública. Sorteando los obstáculos de la represión administrativa, que llegó al punto de llevar detenido en averiguaciones a un empresario que había hecho un gran depósito en una de las cuentas, /283
Maria Aparecida no había, empero, conseguido recaudar el millón de dólares demandado por los subversivos, sino U$ 250.000,00, una suma igualmente importante en 1970. Ese fue, sin embargo, el botín finalmente acordado, y el problema que Maria Aparecida consiguientemente enfrentaba era el de trasladar esa suma a Uruguay, desde que no podría hacerlo por vía bancaria, a la luz de los controles financieros del gobierno uruguayo. Tras reclutar al abogado Marcos Ribeiro de Azevedo, esposo de una de sus amigas más íntimas, este tomó contacto con Dona Inácia, una “quilera” regular de las que a diario atraviesan la frontera brasileño-uruguaya por la localidad de Chuí/Chuy. Así fue el dinero embolsado y las bolsas metidas en el escondrijo de un ómnibus de línea, cubiertas por ropa sucia. Viajando de Rio de Janeiro a São Paulo, y de allí a Porto Alegre y Chuí/Chuy, Ribeiro de Azevedo debería aguardar en esta última localidad fronteriza a que alguien le dijera: “¡Que Nuestra Señora Aparecida nos proteja!”, a lo que debería contestarle “¡estamos protegidos!” Esa sería la persona a la que debería entregar las bolsas de dinero. Así ocurrió. Llegado a Chuí, del lado brasileño de la frontera, el abogado fue abordado por un joven bien vestido, al volante de un automóvil lujoso. Después sabría que el contacto era, en realidad, el diplomático brasileño Quintino Deseta, quien trasladó en su vehículo el dinero desde la frontera hasta Montevideo, donde aguardaba Maria Aparecida.
El 29 de enero de 1971, la esposa de Dias Gomide pagó el rescate de su esposo, solo que allí no terminaría su calvario /284
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Al silencio de la sedición tras el cobro del rescate, siguió el 13 de febrero el anuncio de que el cónsul sería liberado una vez cesase la suspensión de garantías individuales dispuesta por la Asamblea General tras la muerte de Mitrione. En este punto, la administración Pacheco se abstuvo de seguir adelante con su planificada solicitud de prórroga de la autorización parlamentaria, haciendo posible así la liberación de Dias Gomide el domingo 22 de febrero de 1971 /285
Domingo de Carnaval. Había permanecido secuestrado durante 217 días, en condiciones marginalmente peores que las de su compañero de padecimientos, Claude L. Fly, en razón de la permanente hostilidad de su trato hacia sus torturadores. Dias Gomide regresó de inmediato a Brasil, donde recibiera instrucciones oficiales en el sentido de no formular declaración alguna respecto a su secuestro. Cuando tanto las autoridades policiales uruguayas, como las diplomáticas estadounidenses, procuraran entrevistar al cónsul se encontraron con la doble muralla del gobierno brasileño y Maria Aparecida: no habría colaboración, por lo que Dias Gomide respondió sucintamente un cuestionario, negándose a reconocer fotografías de sediciosos a los que, por otra parte, no había visto sino encapuchados.
No solo ello: el gobierno brasileño específicamente solicitó al de los EEUU no compartir información alguna de la recabada a través de su cuestionario con Montevideo, como forma de demostrar el nivel de su insatisfacción /286
El 20 de abril de 1971, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil condecoró a Dias Gomide con la insignia de la Orden de Rio Branco /287
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Del lado de la subversión, en tanto, el impacto que sobre la opinión pública tuviera la muerte de Mitrione naturalmente despertó, entre sus cuadros dirigentes, un impulso en procura de una salida alternativa, frente a un gobierno que claramente no daba cuartel negociador alguno. El 11 de agosto de 1970, narra el manuscrito de Amodio, “se inicia una negociación entre el gobierno, representado por su ministro (Carlos María) Fleitas y el MLN representado por (Raúl) Sendic. Aparentemente la iniciativa partió del Juez de Instrucción (en lo Penal) de 5.o Turno, Manuel Díaz Romeu, pero la intervención de Fleitas (ministro de Cultura) y del Ministro del Interior Antonio Francese, que aunque no apareció vinculado directamente debía estar en conocimiento de todo, ya que Sendic realizó entrevistas en la propia Jefatura con los detenidos de Almería y luego fue conducido en vehículo policial al Penal de Punta Carretas custodiado por el 2.o Jefe del Departamento 4, de la Dirección de Inteligencia, Sub-Comisario Pablo Fontana, y por el Oficial Inspector Pedro Panizzolo, le concedieron carácter oficial”. Según el mismo Amodio, en Punta Carretas Sendic habría mantenido una reunión con Manera, Marenales y Fernández Huidobro, “mientras en el patio exterior, bajo la lluvia, Fleitas, Fontana, Panizzolo, el Director de Institutos Penales, Coronel (Víctor) Fortunatto, esperaban los resultados de la entrevista”
La supuesta “negociación” planteada por Díaz Romeu consistía en obtener la liberación de Dias Gomide y Fly a cambio del pase de todos los sediciosos detenidos a la Justicia, como forma de evitar las consecuencias procesales adversas contenidas en la suspensión de garantías individuales dispuesta por la Asamblea General. Basado en este planteo, Sendic recabaría el parecer de los detenidos en la redada de la calle Almería (ahora presos en la sede de la Jefatura de Policía de Montevideo), así como la de los presos en Punta Carretas, procurando a través de ellos la opinión de la dirección del grupo sedicioso. La posición que Sendic sostendría, según Amodio, sería clara: había que negociar, ya que la suspensión de las garantías había llevado a que un centenar de sediciosos fueran detenidos, y entre ellos había algunos que estaban en poder de información vital para la organización, como lo era la ubicación de los sitios de detención de los secuestrados, así como depósitos de armamento y el producto de los robos, extorsiones y rapiñas. Sendic creyó que su encuentro en Punta Carretas sería sencillo: al fin y al cabo, contaba con el respaldo de los detenidos en Almería. Pero lo que Manera, Fernández y Marenales le reservaban era la decisión de no negociar por lo que, tras una discusión que Amodio califica como “muy dura”, se resolvió anunciar al supuesto representante del gobierno que se presentarían términos de negociación, pero que ellos deberían surgir de un acuerdo entre los presos de Punta Carretas, y serían apenas planteados como propuesta a la dirección. El 14 de agosto, pues, Fleitas tendría su respuesta. Reunidos en la celda 281 del Penal los presos Marenales, Manera, Fernández Huidobro, Amodio, José Mujica, Leonel Martínez, Falero, Heraclio Rodríguez, Bassini y Jorge Zabalza, recibieron de boca de Fernández Huidobro y Marenales los términos planteados por Sendic, a los que solo Amodio prestara su asentimiento.
¿Su argumento?
“Si precisamente Sendic”, refiere el manuscrito original en tercera persona, “quien antes fue el que más duramente discrepó con lo sustentado por Amodio, temía el desarrollo de los acontecimientos, era necesario aconsejar a la dirección afuera que la propuesta se aceptara”. Los presos convinieron, por tanto, en trasmitir a la dirección los términos de sus intercambios, apenas concluyendo en la frase “la dirección son Uds., y a Uds. les corresponde decidir”. Así, previsiblemente, la bisoña dirección /288 resolvió rechazar la negociación. El manuscrito de Amodio es inflexible en sus conclusiones. La decisión, apunta, surgió de la “inexperiencia” y había sido “fundamentalmente” afectiva, y sus resultados eran palpables: en veinte días de aplicación de la suspensión de las garantías, 43 sediciosos habían sido detenidos, 29 de los cuales eran calificados como de primera línea. Ello había ocurrido, por lo demás, en medio de la ineficacia policial, su temor a represalias en caso de someter a los detenidos a apremios (de los que, por tanto, se vieron libres), así como la ineficacia del llamado “suero de la verdad”. “Era así”, concluye Amodio, “el golpe más duro que el MLN había recibido en toda su historia, y la nueva dirección asumía la responsabilidad de dirigir una organización caótica, dividida y desconectada; siendo los miembros de esa dirección casi inexpertos y resistidos por amplios sectores asumían la responsabilidad de sacar al MLN del tembladeral en el que la improvisación del ejecutivo anterior /289 lo había metido” (págs. 38 y 39 del manuscrito)
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El autor del máster sintetiza el episodio de la frustrada negociación, y lo hace con sus característicos giros. Pone, por lo pronto, el origen de la misma en una entrevista, aparentemente sostenida por los ministros Fleitas y Francese con el magistrado Díaz Romeu “para que este le plantee a Sendic (interlineado: determinados puntos para un acuerdo) entre el MLN y el gobierno”. No solo ello: los ministros son referidos como “emisarios especiales de Pacheco” y Fleitas, con el inspector Panizzolo, el comisario Fontana y el Cnel. Fortunatto aguardaron “(interlineado: por espacio de casi dos horas (...) ansiosamente el resultado del cónclave” (Fontana, 142)
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¿Qué afirmar de esta frustrada negociación, tan discrepante con los entretelones hasta aquí presentados? En primer lugar, que muy probablemente haya surgido una iniciativa de obtener la liberación de los rehenes a cambio de un masivo pase a la Justicia de los detenidos del magín del Dr. Díaz Romeu, y que, también muy probablemente, la misma haya sido inicialmente planteada por este a Sendic, desde su condición de magistrado actuante en su causa. En segundo lugar, que tal vez fuera Díaz Romeu quien trasladara su idea al ministro de Educación y Cultura, Carlos Mario Fleitas (1921-1983). Julio M. Sanguinetti, en su obra La agonía de una democracia (Penguin Random House, 2008), brinda un testimonio personal respecto al ministro y esta jugada: “Esta negociación nunca tuvo naturaleza oficial. Fue una iniciativa personal de Fleitas, un hombre de particular talento (…) de espíritu audaz, en el caso intentó armar personalmente una solución, para luego presentársela al Presidente ya configurada. El MLN siempre supuso que estaba negociando realmente con el gobierno, pero nunca fue así. El autor recibió el testimonio del interesado”
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El testimonio de Sanguinetti se esclarece al recordar la intervención que Fleitas había tenido, a comienzos de 1970, y en ocasión de considerar la Comisión Permanente del Poder Legislativo el planteo de levantamiento de medidas prontas de seguridad dispuestas por la administración Pacheco.
Fue en medio de aquel conflicto institucional que el entonces senador Fleitas asumiera el papel de proponer a legisladores de la oposición una salida alternativa y contemporizadora, consistente en diferir el levantamiento de las medidas, al tiempo que se daba curso a la aprobación de proyectos de ley de contenido sustitutivo de las normas adoptadas, en materia de arrendamientos, enseñanza y energía. Su gestión, sin embargo, no llegó a puerto alguno, al ser expresamente desautorizada por el entonces ministro del Interior, Pedro W. Cersósimo (1921-1996)
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280 Ministerio de Relaciones Exteriores, ROU. Fondo Legaciones y Embajadas. Sección Brasil. Telegrama enviado por la embajada uruguaya en Río de Janeiro, Caja 5, carpeta 4, sin identificación. Río de Janeiro, 18 de agosto de 1970
281 Ministério das Relaçôes Exteriores. Fundo: Embaixada do Brasil no Uruguai. Telegrama secreto-urgente enviado pela Embaixada brasileira em Montevidéu. N. 14294 G/SG/DSI924.2 (42) (44). Montevidéu, 19 ago. 1970.
282 La Iglesia Católica uruguaya había reaccionado en forma ambigua ante el homicidio. Mientras el obispo de Salto, monseñor Marcelo Mendiharat (1914-2007) suspendió un oficio religioso en memoria del estadounidense, sustituyéndolo por otro en contra de “la violencia”, el obispo auxiliar de Montevideo, monseñor Andrés María Rubio (1924-2006) ofició Misa en memoria de la víctima y en repudio a la violencia. El administrador apostólico Sede Plena de Montevideo, monseñor Carlos Partelli Keller (1910- 1999) optó por un curso más sorprendente, al equiparar, en ese momento, “el dolor de los secuestrados y de sus familias” con el de “los despedidos arbitrariamente, de los detenidos sin defensa y de sus familias dejadas en el desamparo”, cual si se tratara de categorías excluyentes, o tan siquiera únicas, de las que apelan a la misericordia cristiana.
283 Lo que, contradictoriamente, no impidiera a las autoridades procurar facilitar una posible transferencia de los fondos del rescate a través del Banco do Brasil y su oficina en Uruguay
284 Sorprendentemente, no hay estudio histórico alguno en referencia al importante botín robado o extorsionado por la sedición en su período más activo. Se cuenta con indicios en cuanto al consistente mal empleo y ocasional rebatiña del dinero, así como su destino a comprar propiedades en el cinturón rural de Montevideo, pero nadie ha investigado el punto, o los mecanismos a través de los cuales los fondos eran “lavados”, algo infinitamente más simple en aquellos tiempos de lo que lo sería hoy
285 “Pelas graças de Aparecida”, História.com.br, 1/9/2013.
286 Pablo Brum, Patria para nadie, pág. 225.
287 El caso Gomide ha sido tratado por Marco Antônio Villalobos, en Tiranos Tremei! Ditadura e Resistência Popular no Uruguai (1968-1985), EDIPUCRS, Porto Alegre, 2006.
288 Integrada por Samuel Blixen, Manuel Marx Menéndez y Lucas Mansilla.
289 Integrado por Jorge Candán, Raúl Sendic, Efraín Martínez Platero y Lucas Mansilla.