24.DIC.18 | Posta Porteña 1980

Mapa de un Engaño (cap. XXIV)

Por Alvaro Diez de Medina

 

El lado Oculto de la Trama Tupamara

 

Libro de Álvaro Diez de Medina

 

 Capítulo XXIV: Cacao terror

 

 El mismo día en el que apareciera el cadáver de Mitrione, la Policía arrestó a Andrés Cultelli Chiribao, así como al sacerdote jesuita Justo Asiaín Márquez y al pastor metodista Emilio Castro Pombo: los tres venían de mantener una reunión en la Parroquia de San Ignacio, ubicada en Alejo Rossell y Rius 1603, Villa Dolores, supuestamente urdiendo una negociación en torno al pago de un rescate por la vida del cónsul brasileño. Al igual que ocurriera con tantos otros golpes anti-subversivos, este de inmediato pondría en operación el poderoso aparato propagandístico de la izquierda política, sus aliados y organizaciones afines, incluidas las que se presentaban bajo cobertura de las iglesias católica y metodista, muchos de cuyos prelados activamente secundaban el movimiento sedicioso

 Asiaín y Castro serían al cabo prontamente liberados, lo que no les impediría continuar con sus labores periféricas. En tanto el primero era un activo proponente de la herejía marxista de la llamada “teología de la liberación”, el segundo había sido instrumental en alinear a la iglesia metodista uruguaya tras la izquierda política y subversiva desde, por lo menos, 1968 (290)

 La prensa antigubernamental, por su parte, aprovecharía aquellos oportunos arrestos a fin de hacer de la breve prisión de los religiosos y su pase a la justicia una suerte de caso paradigmático de desborde policial, en su indeclinable labor de construcción de una imagen dictatorial de la administración Pacheco. Esta, en tanto, parecía hacer caso omiso de los aguijoneos del amplio sistema de combinada presión social de la oposición comunista (291) y la subversión tupamara: la publicación que, ya a comienzos de agosto, se hiciera de la correspondencia a Mariano había demostrado que el Penal de Punta Carretas no aislaba a sus presos de las actividades sediciosas.

Una sucesión de incidentes: el homicidio del agente policial Nelson Machado Carreño, el asalto a la sastrería El Mago, el asalto a la sucursal 8 de Octubre del banco UBUR, (292) el allanamiento del Teatro Solís, (293) el asalto sedicioso a Radio Rural, la explosión de una bomba en la sede de Radio Montecarlo, el tiroteo contra la sede del Centro General de Instrucción de Oficiales de Reserva (CGIOR), tendrían lugar en el breve intervalo que transcurriera entre la aparición del cuerpo de Mitrione y apenas el final del mes de agosto de 1970

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El manuscrito de Amodio (pág. 39), precisamente recoge el tono de euforia triunfalista de la sedición en esta etapa. Una nota redactada por Mauricio Rosencof, con fecha 20 de agosto y dirigida a los cabecillas presos en Punta Carretas, habría presentado un panorama auspicioso, apenas señalando en ella la necesidad de que, en atención a la relativa inexperiencia de la nueva dirección, los presos pudieran actuar de “asesores” del ejecutivo(294)

 Como fuere, la nota de Rosencof surtió el efecto de erigir, hasta fines de 1970, a los presos de Punta Carretas en la verdadera dirección de la organización sediciosa, con el previsible efecto de enzarzarlo en la toma de decisiones que probarían ser desencaminadas, en razón del forzoso aislamiento en que se hallaban sus autores. Ya con el cambio del año, en tanto, la dirección externa retomaría el control de la organización, aunque ello generaría otro problema: una larvada y nunca enunciada molestia de cabecillas como Sendic y Mansilla, así como de sediciosos con mandos medios, como Zabalza, Bidegain Greissing y Diego Picardo Estévez, con la dirección exterior, que haría mayor impacto en el transcurso de 1971, y muy especialmente tras la fuga de presos de setiembre de ese año. Es, por tanto, a esta dirección –por el momento compartida– que le cabe la responsabilidad de haber elaborado el denominado “Plan Cacao”, a partir de un aporte hecho por Eleuterio Fernández (295) y contando con la aprobación de Manera, Marenales, Falero, Bassini, Leonel Martínez Platero, José Mujica y Pablo Blanco Mazzara (a) Gervasio (296)

Tal como ocurriera con el llamado “Plan Satán”, Amodio mostraría su discrepancia con lo ideado: el nuevo “plan”, asegura en el manuscrito (pág. 40) “se apartaba de la línea que el MLN venía procesando y (...) no existían posibilidades materiales de concretarlo”.  En esta posición sería acompañado, con posterioridad, por Sendic, Candán Grajales, Mansilla, Blixen y Efraín Martínez Platero

En combinación con el propósito del “plan” anterior, consistente en obtener el canje de los presos sediciosos por los rehenes, el nuevo “plan” procuraba mostrar una línea más ofensiva de la organización, al tiempo que extremar las teorías de los “dos poderes” y la llamada “línea H”. “Es evidente”, rezaba el documento elaborado en Punta Carretas, “que los rehenes no les resultaron suficientes para el canje o la amnistía. Pues bien. Agreguemos a los rehenes el caos y se lo negociamos todo junto. Si nos alcanza y no negocian, no perdemos nada. Habremos avanzado en la línea de hostigamiento y habremos dado una condigna respuesta al régimen”. En esa línea, la propuesta es clara: embarcar a la organización en sabotajes a las líneas de alta tensión, voladura de puentes y vías férreas, incendios de locales pertenecientes a empresas extranjeras, así como de “centros de reunión de la oligarquía”, entre otras. Años después, en sus declaraciones a Jorge L. Marius, publicadas como Palabra de Amodio en el libro del mismo título (Ed. De la Plaza, 2015), Amodio señaló las dificultades que la dirección sediciosa enfrentaba ese mes de agosto, a la hora de confeccionar un plan de acción. “No había tiempo”, rememora, “y como en Punta Carretas el tiempo sobraba, en una tarde y una noche Fernández Huidobro extractó Argelia, año uno (sic), lo fundamentó, lo planteó en el C1 (dirección sediciosa en el interior del Penal), se aprobó como aportación teórica y se remitió a los compañeros fuera del Penal” (pág. 217). Las objeciones al “Plan Cacao” que Amodio consigna en su manuscrito eran dos: el error de insistir en un canje de presos al que obviamente el gobierno no se avendría ya, además de la antipatía que los medios propuestos despertarían hacia la sedición en el seno de la opinión pública

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El autor del máster narra las mismas circunstancias que Amodio en relación al origen del llamado “Plan Cacao”, pero lo hace con mayor agilidad de redacción: “la vulnerabilidad del MLN no había sido cuestionada por los golpes que habíamos recibido, y todavía estábamos en condición de hacer una demostración de fortaleza que reavivara la lucha y el hostigamiento”, rememora. Al igual que Amodio, no ahorra censuras al “plan”, sobre el que (incorrectamente) anota que “la dirección lo desmanteló, luego del primer operativo, (interlineado: apenas detectó la agria reacción popular que lo acompañó durante su corta) existencia”. Los atentados previstos aspiraban a ser, para el autor, un sabotaje “en puntos neurálgicos de la maquinaria económica del país, como ser (manuscrito: voladuras) de líneas de alta tensión (y) de algunos puentes claves en el sistema de comunicaciones y de tramos de vía férrea (interlineado: y atentados de importancia en empresas extranjeras de negocios) oligárquicas”

 El autor no parece, curiosamente, conocer la obra de Carlos Aguirre, ya que se refiere a ella como “Argelia año 0”, algo que luego corregirá a mano, trazando el número 8. Muy llamativamente, expurga a continuación la referencia a Fernández Huidobro como autor de la idea original del “plan”, diluyéndola entre todos los presos: “Por aquellos días estaba muy palpable en nosotros la influencia del libro ‘Argelia año 8’, pero las diferencias entre la liberación argelina y la uruguaya eran tan considerables que (interlineado: de mediar una mayor humildad (y sensatez: luego eliminado) para analizar los procesos) no le hubiera resultado difícil advertir a la dirección el efecto negativo que iban a tener este tipo de medidas” (Fontana, 146)

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A su regreso a Uruguay en 2015, Amodio Pérez fue entrevistado por varios medios de comunicación, interesados en conocer sus reflexiones en torno al periplo de la sedición tupamara. En más de una de estas ya más recientes ocasiones, su interpretación de los acontecimientos vividos por el país pasó por la censura retrospectiva de los procedimientos empleados por esa sedición, a la que, al mismo tiempo, atribuyera circunstancias de contexto: era, según insiste hoy, una etapa insurreccional, revolucionaria, embarcada en el establecimiento de una legalidad alternativa, o “segundo poder”, nunca equiparable a un movimiento terrorista (297)

 ¿Puede, en suma, calificarse de “terrorista” al MLN-Tupamaros? La definición de “terrorismo” es, por lo demás, de naturaleza proteica (298) Su premeditada ruptura de normas convencionales en el empleo de la violencia política; su procurada afectación de blancos inocentes (entre los cuales forzosamente caben los mismos efectivos policiales o militares); su naturaleza de agresión psicológica en refuerzo del daño físico a las cosas o personas, dejan poco espacio para la duda.

No puede haber dos opiniones, tras analizar la acción tupamara en el terreno de los hechos y desde la perspectiva de sus víctimas, en cuanto a que el planteo del llamado “Plan Cacao” abría la puerta al amplio campo de la acción terrorista. ¿Pero es recién en este punto en el que la sedición ingresa al terrorismo?

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La puesta en marcha del “Plan Cacao” a partir de setiembre de 1971 distó, como asegura el autor del “libro”, de ser una línea de acción que la sedición “desmantelara” tras el primer operativo. A comienzos de ese mes (4/9) se arrojaron bombas contra los domicilios del abogado y banquero Juan Carlos Peirano Facio (1925), del periodista Omar De Feo (1920-2006) y de dos infantes de marina integrantes de la delegación diplomática de los EEUU en Uruguay. Menos de una semana más tarde (10/9), la sedición tomó por asalto la sede de la planta industrial de la compañía petrolera Esso Standard Oíl, en tanto al día siguiente (11/9) se atacó con bombas incendiarias la planta embotelladora de Coca-Cola. Dos días después (13/9) se arrojaron bombas incendiarias contra el domicilio del profesor secundario Carlos M. Trianón, en tanto al día siguiente (14/9) se atentó, mediante explosivos, contra la planta de la agencia uruguaya de Press Wireless. Mientras ello ocurría, bombas incendiarias lograban destruir totalmente los depósitos de la empresa textil Sudamtex (299)

Dos días después de este insólito siniestro (16/9) le llegaría el turno a la sede de la compañía International Harvester, en tanto cuatro días después (20/9) se atacaría, por la mañana y también mediante bombas incendiarias, varias dependencias policiales de Montevideo. Era apenas el prólogo, por cuanto esa misma tarde la sedición destruiría la discoteca Zum-Zum, ubicada en el barrio del Buceo. Cuatro días después (24/9) le llegaría el turno a la compañía papelera Ipusa, seguida al día siguiente por Fleischman Uruguay.

Cinco días después (29/9), el “Plan Cacao” se expresaría en todo su horror. Ese día, la sedición dinamitó el Club de Bowling de Carrasco, y lo hizo en forma tan desaprensiva y torpe que dos de los delincuentes involucrados, Roberto Ron Fernández (a) Diocles y Carlos Andrés López (a) Pablo –ambos muy jóvenes estudiantes– murieron como consecuencia de la explosión que ellos mismos desataran (300)

Junto con ellos, quedó atrapada entre las ruinas la cuidadora del local, inicialmente identificada como Hilaria Ibarra, y a quien se diera por muerta en el incidente durante muchos años. Narrada en 2008 la historia del incidente del Bowling por el periodista Leonardo Haberkorn en su libro Historias tupamaras, el autor se vio sorprendido, un año después, al conocer que Eleuterio Fernández Huidobro, en el curso de una polémica con el legislador colorado Daniel García Pintos, había desmentido que Hilaria Ibarra hubiera muerto como consecuencia del atentado. Rastreando a Hilaria Ibarra tanto en el Hospital Militar, donde fuera internada en 1970, como en el Museo Pedagógico, donde le informaran que había trabajado tras sobrevivir al incidente, Haberkorn logró dar con su familia, y descubrir que se trataba, en realidad, de Hilaria Quirino quien, ese trágico año, contaba con 48 años y fuera aplastada por una viga, siendo socorrida por un joven vecino del club, Gustavo Zerbino. Quirino, en efecto, sobrevivió al atentado, pero lo hizo al alto precio de vivir el resto de su vida emocionalmente perturbada y físicamente destruida por incontables injertos, así como por las secuelas de las terribles heridas causadas por el desesperado esfuerzo de Zerbino por rescatarla de entre las llamas. Su joven hija, en tanto, debió cargar con las consecuencias económicas de la tragedia hasta la muerte de su madre, así como con el olvido que la siguiera. ¿Podría alguien argüir que Hilaria Quirino no haya sido víctima del terrorismo, aunque haya sobrevivido a esa muerte que Fernández Huidobro desmintiera, para morir otra, de soledad, penurias y silencio que Haberkorn piadosamente rescatara en las siguientes ediciones de Historias tupamaras? (301)

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El atentado al Club de Bowling no fue, por cierto, ese “primer operativo” del llamado “Plan Cacao”, tras el que habría sido “desmantelado”. Es que, ya mientras ocurría, la sedición también arrojaba artefactos explosivos contra el restaurante La Rochelle. El 12 de octubre, en tanto, bombas incendiarias serían arrojadas contra la sede de PAA, General Electric y, nuevamente, Coca-Cola. Al día siguiente, lo mismo ocurriría contra Domingo Basso SA y, dos días después, contra la compañía distribuidora de la revista Selecciones del Reader’s Digest

Ya sobre el fin del mes (31/10), un intento por arrojar una bomba contra la sede de la Fábrica Nacional de Fósforos culminaría con graves lesiones inferidas a los también muy jóvenes sediciosos Alba Díaz y José Ferreira, así como el arresto de Luis Calazada Marotti y María Victoria Jercovich Laczus (302)

 El 4 de noviembre, la sedición destruiría en un ataque incendiario un local del Partido Colorado y, tres días después, una residencia de Punta del Este, de propiedad de un familiar de Jorge Batlle Ibáñez. A mediados de ese mes (16/11) divulgaría una carta dirigida a los integrantes de la Suprema Corte de Justicia, a fin de presionarlos, mediante amenazas, en la consideración de una contienda de competencia sometida a su estudio. Dos días después, los domicilios de tres gerentes de laboratorios serían atacados con explosivos, a fin de presionar la definición de un conflicto sindical. El último mes del año 1970 conoció más demostraciones del “plan”. Comenzó (1/12) con el atentado explosivo contra la planta receptora de ITT, siguió con similares atentados (6/12) contra domicilios de funcionarios de dos consejos de enseñanza. Promedió (16/12) con el atentado explosivo contra la sede de Radio Universal y (17/12) la del local bailable Chez Carlos. Estas acciones no supusieron, por cierto, interrupción alguna en la seguidilla de diarios ataques a efectivos policiales, asaltos a empresas y bancos, acciones de “propaganda armada”, copamientos de domicilios privados y empresariales, así como acciones propagandísticas asociadas con la suerte de los rehenes mantenidos prisioneros por la sedición en aplicación del llamado “Plan Satán”

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290/ Ademar Olivera, Forjando caminos de liberación. La Iglesia Metodista en tiempo de dictadura, Ediciones Trilce, 2009

291/ Un debate público mantenido a comienzos de 1970 entre el dirigente del sindicato textil, Héctor Rodríguez (1918-1996) y la dirigencia sindical abiertamente comunista del sindicato de la construcción había candorosamente expuesto ante los ojos de la opinión pública la línea de inclaudicable agitación en la que estaba embarcado el PCU. Un año después, y en el curso de una entrevista que le realizara la agencia cubana de noticias Prensa Latina, el secretario general del PCU, Rodney Arismendi, expresaría: “Uruguay es el país que ha mantenido el mayor índice promedial de huelgas y de resistencias colectivas en paros generales en todo el mundo capitalista. Y no como producto de una reacción espontánea, sino como una acción planificada y combatiente” (El Popular, 5 de abril de 1971, en Julio M. Sanguinetti, La agonía de una democracia. Proceso de la caída de las instituciones en el Uruguay (1963-1973), Montevideo, Debolsillo, 2016)

 292/ A cargo del grupo sedicioso OPR-33

 293/ Con el cual se cumplieron las 10.000 operaciones policiales de ese tipo en todo el país.

294/ Refiriéndose a los conceptos de la nota, Amodio escribe: “eran (...) un intento de mantener alta la moral de todos pintando paisajes floridos”

295/ Inspirado en el libro Argelia año ocho. Crónica de una larga lucha (Ed. Campana de Palo, Buenos Aires, 1963), del argentino Carlos Aguirre, un texto hoy inhallable. Curiosamente, el libro de Aguirre constituía, en los años de 1960 y junto con La Revolución Rusa (León Trotsky), Los condenados de la Tierra (Franz Fanon), Diez días que conmovieron al mundo (John Reed) y Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo (Mao Zedong), el infaltable recetario bibliográfico de los revolucionarios latinoamericanos, y a veces todo el horizonte de sus lecturas. Repárese, sin embargo, en el hecho de que la percepción que Fernández Huidobro tenía del conflicto argelino había sido tomada de un libro que sobre el mismo escribiera un argentino y que, por cierto, no figura ya en la noticia bibliográfica de ninguno de los textos de relevancia escritos sobre aquella guerra anti-colonialista. Muchos de los seguidores de la línea de interpretación de Aguirre habrían, en realidad, conocido ese trabajo a través de las muchas referencias al mismo contenidas en el fascículo CEAL del Centro Editor de América Latina, titulado “La Revolución Argelina”. Esta y dos o tres series similares de fascículos periódicos de enorme difusión en el Río de la Plata por esa época constituyeron, en muchos casos, todo el universo formativo de muchos de los jóvenes cuadros subversivos

296/ Responsable del sector servicios de la llamada Columna 15, fue un temprano exiliado a Chile. Alternativamente presentado como profesor de biología y “científico molecular”, devino asesor de Eleuterio Fernández ya siendo este senador, aunque se distanciaría políticamente de él con motivo de su gestión al frente de la cartera de Defensa Nacional, desde una reivindicación de su condición de “tupamaro”

297 / En este matiz puede anotarse cierta coincidencia con el elaborado intento de Clara Aldrighi en su obra La izquierda armada: ideología, ética e identidad en el MLN Tupamaros (Montevideo, 2016), por brindar un fundamento ético al accionar sedicioso

298/ Ver: United States Code, Section 2656 (d)-cit. United States Department Patterns of Global Terrorism, 1999 (Washington, D.C.: Dept. of State Publication, April, 2000, p. VIII; Alex P. Schmid, Albert J. Jongman et al., Political Terrorism: A New Guide to Actors, Authors, Concepts, Data Bases, Theories and Literature, Amsterdam, Transaction Books, 1988; James J.F. Forest, The Terrorism Lectures: A comprehensive collection for Students of Terrorism, Counterterrorism and National Security, Nortia Current, 2012

299/  “Los resultados” del llamado “Plan Cacao”, según anota el mismo Amodio en su manuscrito (pág. 40) “fueron desastrosos (sic): la quema de Sudamtex trajo aparejada una campaña propagandística negativa y creó a nivel popular un gran desconcierto, a tal punto que los simpatizantes sindicales del MLN pensaban que el incendio había sido provocado por la policía”

300 / “Murieron militantes por inexperiencia y desaprensión en el uso de explosivos (no había gente capacitada)”, anota Amodio en su manuscrito (pág. 40). “Esa inexperiencia hizo que muchas bombas fallaran y no se concretaran los objetivos de la acción, lo que daba pie a que se pensara que el aparato militar del MLN estaba liquidado, y cuando explotaban se ponía en grave riesgo la vida de inocentes, en muchos casos trabajadores”

301 / “Hacia fines de setiembre”, escribe Amodio en su manuscrito, “ya se vislumbran los resultados negativos del Cacao, dentro y fuera del MLN” (pág. 40) (…) “Fuera del MLN se nota un bajón evidente en el apoyo popular y por primera vez merma el reclutamiento” (pág. 41). Pero ello no implica, según lo indica nuestra cronología, su suspensión

302 / Posteriormente exiliada a Bélgica.


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