02.ENE.19 | Posta Porteña 1982

UN BRINDIS POR LOS 47 AÑOS DE UNA FUGA INOLVIDABLE (parte 2 final)

Por CX36/MejiasCollazo

 

UN EJEMPLO DE COHERENCIA, SENCILLEZ Y HUMANISMO QUE ALIENTA A PENSAR QUE NADA HA SIDO EN VANO Y QUE EL CAMINO SIGUE SIENDO EL SEÑALADO


Entrevista a Hebert Mejías Collazo, un forjador temprano del proceso uruguayo  en CX36 en octubre 17 de 2007 por Ángeles Balparda(ultima parte)

  “...había  una orden,  del MLN, la orden del boicot, es la orden del ninguneo, es la orden de la muerte política. Eso sí existió, ¡si lo sabré!, la sufrí dos años, más duro que la cárcel”

Estamos en abril de 1972, Hebert , libre pero clandestino,participa en reuniones y actividades

Hebert : Es entonces que la gente del MLN le comunica los planes a la OPR(todavia estaba en esa orga) de lo que va a pasar. Entonces se reúnen, nos reunimos porque yo asistí a esa reunión,  y hay diversas opiniones, otra vez encontrado de opiniones. A mí me parecía, yo opinaba que iba a ser un desastre todo lo que se iba a desatar, que era un salto muy grande a nivel de violencia en ese tipo de operación y que se iba a desatar una represión a nivel de liquidar, de terminar con los tupas y a nosotros nos pasaban por arriba.

Entonces, mi postura era replegarme a Bs As. Ahí otra vez quedé en falsa escuadra porque  como era minoritaria mi posición, no era única pero sí era minoritaria, y me tocó argumentarla y demás, quedé otra vez apareciendo como falta de confianza en las posibilidades, en la fuerza o en la organización y demás. Ahí renuncié a la OPR y les dije que yo estaba seguro de que ahí nos pasaban por arriba, van a terminar con todo.


Y bueno, de ahí me fui para Chile vía Buenos Aires... En el 72. Al poco tiempo lamentablemente el tiempo me dio la razón ¿no? al muy poco tiempo..., se desató tal represión que liquidaron a los tupas, prácticamente los liquidaron y todos los compañeros que habíamos estado discutiendo, intercambiando esas ideas conmigo, estaban en Buenos Aires a los 15 días.

Claro, ¿y quedás en Chile cuánto tiempo ?, viviste todo lo del golpe de Chile?

Hebert : En Chile estuve hasta el 73, hasta el golpe. Allá trabajé vinculado a la gente del MIR sobre todo a un grupo que estaba vinculado a la gente del MIR que se llamaba Ranquil, que tenía algunas diferencias con la gente del MIR pero que coordinaron y trabajaron juntos. Sí, sí, todo lo del golpe no, viví dos días, los primeros dos días. Ese golpe fue muy largo.
Viví los primeros días y después me asilé en la embajada argentina y de ahí fui a Buenos Aires... Sí, ahora, Buenos Aires estaba bastante bien en aquel tiempo porque estaba la llegada de Perón y había toda una movilización popular, con Cámpora

Pero llegas a estar hasta el 76 en Argentina, hasta el golpe en Argentina... ?

Hebert: No, no estuve hasta el golpe en Argentina. Yo me voy a mediados del 74 de Argentina porque tuve noticias de que estaban siguiéndonos los rastros. No a mí solo, había masas de gente ¿no?
Entonces, ahí yo estaba en la Facultad de Teología, había estado en la Facultad de Teología pero en esos tiempos había pasado una gente de la iglesia evangélica de Costa Rica, de la iglesia luterana y habíamos hecho una buena relación. Y como siempre con todos nosotros que andábamos corriendo de un lado para otro, los locos estaban entusiasmados, era toda una novelería encontrarse con esa situación sí, me consiguió de pastor en Costa Rica, tengo documentos de pastor., sí, que la diócesis de Costa Rica - Panamá se hace cargo de todos mis gastos para que lleve la palabra de Dios...

¡Qué grandioso!

Hebert: Y bueno, ahí estuve dos años y me vinculé, realmente a la iglesia no me vinculé, no porque le tuviera rechazo sino porque de Lutero para mí era un diablo siempre y no conocía nada de Lutero. Pero de todas formas la parroquia había estado funcionando siempre y me venían a preguntar los fieles, la gente del barrio cosas y yo les decía cualquier disparate.
Así que después pedí para vincularme con el Movimiento Estudiantil Cristiano, con el MEC. Era muy diverso el movimiento pero sí había un grupo que estaba para cualquiera, estaba de patria o muerte. Entonces empezamos a formar un grupo y yo fui con otro compañero, con Tito Linardi que también es uruguayo.

Bueno, empezamos a formar un grupo, con conocimiento, con clases de armas, de todo. Entonces empezaron los incendios de los ómnibus cuando había huelga de ómnibus. Cuando lo del garrote Vil a  los vascos, una bomba en la embajada española. Cuando la muerte de Santucho una bomba en la embajada argentina.

Y bueno, después en los diarios ya empezaron a sacar de dónde había empezado eso hasta que un día me fueron a buscar y me metieron  preso, en un cuartel, no en la cárcel. Estuve en un cuartel hasta que, bueno, con toda esa historia de los pastores y esas cosas, hasta que mi compañera me consiguiera un lugar donde me dieran asilo. Me tenía que ir de Costa Rica y mientras estaba preso ahí en ese cuartel.
Al final me consiguieron en Suecia, de ahí salí para Suecia y ahí se terminaron un poco las locuras por un tiempo. Yo creo que estuve como 10 años... trabajábamos con la solidaridad en los comités de solidaridad.

Yo trabajaba en una revista de izquierda socialista independiente que se llamaba Comentor, una revista bastante importante. Ahí aprendí las cuestiones gráficas y... , vine con una imprenta y bueno, ganamos una imprenta Y volvia Uruguay.. En el 85.

Ahora, en  este tiempo, han pasado muchas cosas en estos últimos dos años. Muchos de los que vos nombraste al principio de esta historia hoy son ministros y son “grandes señores” digamos. Y como eso han pasado otras cosas, Enrique Iglesias no está más en el almacén, debe ser el del gran banco...

Hebert: Claro, pero a ese no le cobro nada porque al contrario, quizás le debo. No, pero el otro compañero al que estás refiriéndote, la puta que fue brava la cosa esa otra es brava.

 Y también de la OPR ¿no? también algunos que fueron de la OPR y que hoy también...

Hebert: Creo que sí, yo tuve mucho menos vinculación con compañeros de la OPR, siempre me manejé en niveles mucho más compartimentados y demás. Así que mucho no conozco, pero sí, sé que muchos, Anzalone por ejemplo, por que nadie tiene la varita ni puede decir lo que hay que hacer es esto. No, no, todos tienen experiencias distintas, muy ricas todas... Hay que sentarse, hay que ver las cosas, no sé, me parece que hay que tener más humildad, olvidarse de las chacritas y de toda esa mierda ¿verdad? que cada uno tiene, está bien, yo me siento orgulloso de lo que fui, de lo que me tocó vivir en realidad. Le podía haber tocado a cualquiera y me tocó a mí y estoy muy contento.
Pero bueno, hoy me debo a los gurises, a los jóvenes, sería muy egoísta y muy absurdo de que pretenda... ¿qué pretendo? ¿Dar línea? En un mundo, en un país, en una sociedad es al revés la lucha la tienen que llevar adelante los jóvenes y uno que tiene ya 60 o 70 años bueno, lo que precisen yo estoy a la orden de ellos pero...

Y olvidar las chacritas...

Hebert: Claro, esa actitud de decir soy fulano de tal, fui tal cosa, hice tal cosa y ahí armo una gente que m rodea y ahí me afirmo. Y hay una cantidad de islotes, de chacritas, de gente que es un desperdicio pero es difícil, y además cada vez se multiplican más las chacras... Hay intentos de juntarse sí. Nosotros yo que sé, lo que pasa que nuestra voz a través de Barricada es una cosa muy joven muy débil y son muchachos muy jóvenes pero a través de ahí lo pretendemos hacer. Ustedes también lo están haciendo, yo se los reconozco. Para mí está clarísimo y los felicito pero no todos los ven igual, no todos lo ven igual.
Yo discuto, mirá que los defiendo a ustedes pero no quiero que me des las gracias, los defiendo porque se lo merecen. Yo siento realmente que se lo merecen. Hay que estar, es una militancia ejemplar, un esfuerzo tremendo el que están haciendo y una prédica es lo más esclarecedor que hay y no es fácil. Más fácil hubiera sido que hubieran seguido el tren de toda esta gente...

Ah sí, más cómodo por lo menos...Ahí está, más cómodo y más fácil también,
Bueno, Hebert, nosotros te agradecemos mucho por esto. Cuando lo conversamos antes dijimos que era conocer la historia tuya que es la historia del pueblo porque esto pertenece a la historia del pueblo...

Hebert: Puede ser de cualquiera sí, cualquiera que se quiera portar bien, que tenga ética y que tenga...

¿Porque sabés qué pasa? Que hay muchos que escriben libros y después termina siendo esa la verdad porque es la que está escrita, y de repente hay pedazos de historia que no se cuentan nunca y la tienen que contar ustedes...

Hebert: Sí, todos estos retazos que estuvimos conversando hoy simplemente no tienen lugar, no encajan en ningún lado. Afortunadamente que no encajan en los libros que se están escribiendo ahora...

En esos no, pero encajan en la historia...

Hebert: Yo prefiero contárselo a los gurises, tenemos nuestras ruedas y eso genera un cierto respeto, un cierto ejemplo. Ejemplo no en cuanto al valor personal pero sí en cuanto a los valores éticos, a consecuencia, a espíritu de sacrificio, creo que sí...

Sí, seguramente por esta conversación en la que te escuchamos sobre todo, van a haber capítulos de ahí que se abran para conversarlo en un tiempo ¿no?
O sea que, vamos a cerrar por acá esta “historia personal” pero seguramente se abran capítulos de esa historia así que nosotros lo que hacemos es agradecerte mucho porque hayas venido, que hayas aceptado hacer esta nota

 

VOLVERÍA  A HACERLO Hebert Mejías Collazo

Ediciones Urubú, 2011 - 177 páginas

 

El “viejo” Hebert, un queridísimo y apreciado compa-amigo, nos relata en su libro, como en este pequeño dialogo-entrevista radial, que terminamos de publicar, cuestiones fundamentales de un protagonista verdadero de la militancia clandestina de los ’60.’70  y siempre algo más; un genuino luchador todo terreno contra la corriente de la historia oficial de buena parte de la izquierda; es imprescindible, leer el libro “Volvería a Hacerlo” , hacer un alto en el camino, levantar la copa y hacer un brindis por 47 aniversario de  “SU” fuga de Punta Carretas, hoy, con creo más  80 años en el lomo, Hebert nos ofrece detalles  frescos y vigentes de luchas, traiciones, agachadas, acomodos , orgas, golpes, debates, y dudas que siempre serán bienvenidas, y que ayudan  a comprender parte de esta situación que vivimos;  es que Hebert , es el primero en cuestionamientos propios, pero con la entereza de volver a hacerlo

 Salú Viejo querido, un fuerte abrazo

Ricardo porteño

 

Texto  de contratapa Mauricio Castaldo, Daniel Tirso Fiorotto:

 

"El decano, y el más joven, y el más callado, y el que más escucha. El que prende el fuego y el que hace el mate y convida...Si alguien no comenta quién es Hébert Mejías Collazo, él pasará inadvertido mirando, en un segundo plano, en la última silla, prendido a su cigarro.

Acompañando, compañero al fin. No es una imagen, como se acostumbra ahora. Va en su naturaleza.

Es así nomás.

Esta es la historia de un bancario que hipotecó un futuro cómodo y sin sobresaltos por un lugar en la lista de los “sediciosos” más buscados cómo fundadores del MLN Tupamaros; esta es la historia de un irredento que colaboró en la fundación de la OPR-33, la organización armada anarquista con la que llevaría a cabo la expropiación de la bandera de los 33 orientales; es la historia de un experto en explosivos, de un falsificador de documentos para la resistencia; es la historia de una fuga, de un exilio y de una vuelta a comenzar una y otra vez…es la historia de un hombre y –a la vez- es la historia de la lucha de un pueblo.

Es un libro sin dogmas, de un paisano redondo que se dice embroncado pero no derrotado, de un libertario que puede levantar, inclaudicable, una bandera roja y negra que actualiza la consigna Libertad o Muerte y, al mismo tiempo y sin dramas, encontrarse en un abrazo con el Che.

Tal vez ésta sea la mejor lección política, para todos nosotros.

Las convicciones revolucionarias de Hébert, que nos miran de frente durante todo el libro y más allá, son más que nunca un combustible para las horas que vienen y que deberán superar estos tiempos de transa, entrega, saqueo, traiciones y corrupción."

 

Por siempre sedicioso

 

“Volvería a hacerlo” es un libro ameno. Da ganas de leerlo de un tirón. Y es tan descarnado y sincero que a más de uno puede provocarle picazón.

El autor no pide adhesiones ni aplausos, no se pone en víctima ni en consejero.

Ha sentido, sí, el deber de ofrecer un relato propio, sin mediadores, sin más interés que la verdad. Y desde la coherencia de su vida incomoda, es cierto, a una dirigencia regional que terminó arreglando con el sistema.

Mejías Collazo es un intransigente y no lo oculta, como no oculta su opción por la violencia revolucionaria.

Aquí se mete en detalles de la conducta personal y por ese camino muestra la red de valores que cruzan al militante de intención revolucionaria y a los grupos. Los tiempos, los modos, los grados, todo es motivo de discusión (cuando no de malentendidos y distanciamientos) hacia afuera y hacia adentro.

Pero aún yendo a los lugares y los momentos que pueden crispar los ánimos, la obra de este oriental sereno y firme tiene la virtud de subrayar los méritos de sus compañeros de ruta, en especial de aquellos que cayeron por sus ideales.

En el fondo, Hébert Mejías Collazo ha sentido que se debía una explicación. A sí mismo, a sus hijos, a sus amores, a sus compañeros, a la sociedad, y una explicación que sirviera a todos, desnuda, para ayudar a comprender, con datos de primera mano, la complejidad de la vida de los militantes.

La obra emociona. La obra interroga y compromete, de cabo a rabo. El autor marca lo que considera gruesos errores, aquí y allá, y también grandes aciertos, y si bien una reflexión puede originarse en un hecho concreto ocurrido en el Uruguay, servirá para el análisis de cualquier experiencia de esa índole.

En algunos casos, toca puntos neurálgicos de las discusiones en la clandestinidad que pusieron a los militantes en una disyuntiva, y que pudieron torcer el rumbo de las luchas civiles en toda América. La mayor o menor adhesión a los lineamientos del Che Guevara y los encontronazos que provocó ese dilema es uno de los ejes de la inquietudes de Mejías, y del libro.

Daniel Tirso Fiorotto


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