15.ENE.19 | Posta Porteña 1986

Sobre el libro "Alto el Fuego" de Nelson Caula y Alberto Silva (primera parte)

Por AMODIO

 

A partir del 4 de enero pasado, en su sitio de Facebook Héctor Amodio Pérez, comenzó a comentar este libro, entre otros que vendrán más adelante, por considerarlo entre los” destacados” de una investigación de  supuesta hondura histórica que varios periodistas y opinadores han colaborado en difundir y colocarlo como una biblia en la falsa historia del pasado reciente del Uruguay.; consolidando la historia oficial del MLN (NdePosta)

Comentario Alto el Fuego de HAP

 

En la edición de Alto el fuego de 2013, Ediciones B, la empresa editora dice que “Este clásico del género del revisionismo histórico ha sido ineludible fuente y referencia de historiadores y politólogos. Aparecido en 1986, a los autores no les tembló la pluma a la hora de desentrañar los urticantes sucesos ocultos que continúan acaparando la atención de investigaciones actuales, como El escuadrón de la Muerte hoy en los juzgados. La abundante documentación desclasificada de archivos nacionales y extranjeros confirma el acierto de investigación y enfoque de “Alto el fuego, el libro pionero en la materia”.

Efectivamente, Alto el fuego es pionero en el revisionismo histórico, en el sentido de revisarla para “adaptarla a las necesidades” de una determinada opción política o social. Ha sido fuente de consulta y de referencia de historiadores y politólogos, tal como lo han sido otras obras, escritas por esos mismos historiadores y politólogos que entre todos han redondeado una historia oficial del MLN para mayor gloria de quienes se han visto beneficiados por el “redondeo”

Basta leer las referencias bibliográficas de los libros de Lessa, Blixen, Aldrighi e incluso del bienintencionado recopilatorio Patria para nadie, de Pablo Brum, para comprobar cómo entre ellos, citándose unos a otros, se dan apoyatura mutua, sin que ninguno se cuestione lo que dicen, dando por buenas afirmaciones contradictorias y falsas, muchas de las cuales han sido desmentidas por los mismos protagonistas.

El 21 de junio de 2008, Alberto Silva, en declaraciones a Montevideo Portal dijo: “No creo en la objetividad. Es más, toda la gente que conozco que dice que es objetiva en realidad es gente de derecha disfrazada, que no se asume como tal. Desde el concepto que hay un sujeto, esa tontera no la podemos llevar, todos partimos de una base. Sí creo en aproximarnos a la verdad, sí creo y sé lo que es la mentira y lo que es manipular. En esto yo he puesto la mirada de un tipo que está metido en los medios desde siempre, un tipo que fue, es y será de izquierda. No tengo ningún partido político y sé diferenciar lo que puede ser mi entusiasmo, mi convicción y mis sueños con lo que es la realidad. Sé diferenciar cuando estoy dando una opinión o cuando estoy contando algo que pasó. He tenido el privilegio desde el periodismo de estar en muchos momentos históricos, desde el barco que vino con Wilson a los presos liberados; pero si hay cien personas son cien. No son 1.500 ni son cincuenta. En eso siempre he sido muy cuidadoso, muy meticuloso, eso es parte de la credibilidad y el respeto que tenemos”.

Luego de leer y escuchar a Alberto Silva, tengo que reconocerle que sí sabe lo que es la mentira y la manipulación, porque es lo que ha hecho en Alto el fuego. No voy a entrar en descalificaciones de ningún tipo. Solo voy a recoger sus palabras, tomadas textualmente de lo publicado con su firma y que hago extensivas a su partenaire, Nelson Caula.
Solo voy a permitirme una puntualización: la verdad, su aproximación o su búsqueda no tienen bandera ni están de un lado o de otro.

Pese a su pregonada posición en la izquierda política y social, el desprecio que traslucen sus palabras y sus hechos frente a la tan cacareada verdad o a su búsqueda, lo convierten automáticamente en un farsante. No lo digo con sentido peyorativo. Es lo que dice la Real Academia: farsante [persona] Que miente o engaña, especialmente que finge lo que no siente o se hace pasar por lo que no es para obtener algún provecho de ello.

…Héctor Amodio Pérez, alias “Ernesto” y “Gustavo” fue un extraño personaje con la aureola de una leyenda a la vez mítica y siniestra: activo sindicalista, trepó de fundador a pieza clave en la dirección del Movimiento de Liberación Nacional, para después, con su traición, apresurar su derrota militar. (Alto el fuego, 2013, página 287).

Mi aureola, por emplear la misma palabra, no se corresponde con la realidad. Lo de mítica surgió porquela prensa me hizo responsable de cuanta acción, espectacular o no, procesara el MLN. Incluso lo hizo la propia policía, en épocas en que el comisario Otero dirigía las operaciones antisediciosas y me adjudicó a mí algunas responsabilidades que me fueron ajenas, bien porque le correspondían a otros compañeros o a otra “organización sediciosa”, como el robo de la bandera de los 33 y el secuestro de Molaguero, por citar alguna.

Lo de siniestra, pese a todos los esfuerzos realizados por Silva, Caula y otros, todavía está por demostrarse, y al paso que vamos, se demostrará que es todo lo contrario y que las aureolas verdaderamente siniestras orlan las figuras de algunos “estadistas” patrios que han basado su aura en la mentira con la complicidad de la mayoría de los historiadores y politólogos que medran a su sombra.

Tampoco fui activo sindicalista. Integré la lista 3 del Sindicato de Artes Gráficas, que entonces lideraba, nunca mejor dicho, Gerardo Gatti, cuando ambos integrábamos el Coordinador, allá por 1964. Mi militancia allí no fue activa, sino más bien todo lo contrario. Gerardo tiraba la red y yo recogía, de común acuerdo. Los dos sabíamos cuál era nuestro papel y lo cumplimos.

Allá por 1973, distintos legisladores -uno de ellos el senador Amílcar Vasconcellos- querían saber: “¿Dónde está ese señor? La prensa no lo ha preguntado, porque si lo hace la cierran o la sancionan; pero en el Parlamento podemos preguntarlo. ¿Es un sedicioso? ¿Fue detenido? ¿Fue procesado? ¿Por qué delitos? ¿Dónde está ahora? Si está en el país, ¿está procesado? Si está fuera del país, ¿quién lo autorizó a salir? Si lo han amnistiado, ¿quién lo amnistió? Si le dieron gracia, ¿quién se la dio? Si le dieron el pasaporte, ¿qué pasaporte? Si anda con uniforme de las Fuerzas Armadas como se ha dicho, ¿es decoroso para las Fuerzas Armadas? (Alto el fuego, 2013, página 287)

Tanto Vasconcellos como otros políticos de esos momentos, se interesaban por mi persona porque creían que yo era el “sedicioso” que en unión de algunos militares iba a desestabilizar el sistema institucional, como se le llamaba en aquellos años al teatrillo que funcionaba en el Palacio Legislativo. Los militares pretendieron jugar a la guerra psicológica, y nunca supieron manejar el tema Amodio y el de las negociaciones, porque siempre tuvieron miedo de que se conociera. Sus razones tendrán, aparte de su torpeza manifiesta, tanto en esta como en otras situaciones

…Buena parte de estas interrogantes estuvieron a punto de ser contestadas, mientras se desarrollaba el sonado episodio del desafuero del senador Enrique Erro, cuando muchos legisladores cuestionaban la veracidad de las manifestaciones atribuidas precisamente a Amodio. Sin embargo, Erro no perdió sus fueros, sobrevino el golpe de Estado y todo quedó -como tantos episodios oscuros- para ser aclarado en su debido momento. (Alto el fuego, 2013, páginas 287-288)

Desde marzo de 2013, estoy demostrando que las acusaciones que se me hicieron no tienen fundamento. Hasta ahora he recibido descalificaciones, pero pocos o ningún argumento. Se han elaborado tramas y denuncias falsas, me han calificado de despreciable personajes cuyo mayor mérito ha sido actuar de mamporreros para recibir las migajas de los que iban a acabar con la corrupción y la han generalizado, y que promovieron mi procesamiento para tratar de impedir que su falsedad sea conocida.

Fue un personaje rico en anécdotas, la mayoría de ellas alimentadas por la leyenda popular. Para no caer en lo mismo, engrosando esa fantasía, con la intención de abstraernos y limitarnos a los hechos, recogimos algunos testimonios directos.
“Ustedes debieran haberlo visto -nos decía un linotipista, ex compañero de trabajo- eran los tiempos de BP Color, dirigido por Eduardo Sajón, quien pasados los años, se convertiría en secretario de prensa del ex presidente general Alejandro Lanusse en la República Argentina; una de las bandas paramilitares que supervisaba la Junta de Gobierno del también general-dictador Videla, decide secuestrarlo, integrando actualmente la lista de treinta mil desaparecidos. “Imagínense a ese grandote de Sajón, continúa el tipógrafo- que no quiero exagerar, pero medía dos metros, y era además muy prepotente. Quedamos todos helados cuando Amodio, verdaderamente enfurecido -no sé si ustedes saben que Amodio es flaquito y chiquito, medio cabezón-, bueno... agarró a Sajón de las solapas y lo puteó todo. Le dijo que estaba tratando con seres humanos, con obreros, no con animales. No me van a creer, pero desde ese día Sajón fue otra persona.” (Alto el fuego, 2013, página 288).

Silva y Caula no quieren aumentar la fantasía popular, dicen, y para eso no encuentran otro camino que contar una supuesta agarrada con el bueno de Sajón. Eduardo Navia lo puede confirmar: Sajón era como un foxterrier, aunque grandulón. La noche de marras, tras una asamblea en los locales de BP Color que Navia intentó impedir, el bueno de Sajón se dirigió a mí, como encargado de la sección de fotomecánica que yo era, para pedirme, de buenas maneras y por favor, que le diera prioridad a una de las secciones que teníamos en esos momentos en montaje. Como el ruido era mucho y yo no alcanzaba a oír sus palabras con claridad, Sajón me pasó su brazo por los hombros y se acercó, para hablarme al oído. Esa circunstancia la aproveché para hacerme el agredido, y a toda voz le dije ¡quíteme las manos de encima!, en una maniobra burda y artera, abusando de su buena fe. Sajón se quedó paralizado, porque era así, un buenazo. Tan buenazo que luego, al cierre de la edición, se acercó a pedirme disculpas. Y yo se las acepté, abusando de su buena fe.

Un detalle técnico dirigido a quienes en el futuro transcriban el supuesto encontronazo, aunque lo entrecomillen, tal como hacen los autores del que nos ocupa: en BP Color no había ni linotipistas ni tipógrafos. El sistema de composición de textos, totalmente avanzado para la época, era de los llamados composición en frío. No hagan el ridículo copiando sin ton ni son, como Silva y Caula.

Quienes le conocieron de cerca están de acuerdo en que Amodio tenía muchas agallas, era muy inquieto para todo lo que fuera acción. “No perdía el tiempo en discusiones, siempre estaba moviéndose -nos dijo alguien que militó con él en filas del Partido Socialista durante los primeros años de la década del sesenta- era un buen militante de base, pero un poco reticente a capacitarse teóricamente, muy poco amigo de la lectura.” (Alto el fuego, 2013, páginas 288-289)

Mi militancia pública en el partido socialista fue más bien oscura y escasa, aunque llegué a ostentar la secretaría del Centro Caramella, desbancando a Gualberto Damonte, tras una maniobra de las que la izquierda no comunista tampoco se libró, para correr del partido a los restos del frugonismo. Yo ya estaba integrando los grupos de autodefensa que se pusieron en boga por aquellos años y que hoy, por conocidos, no vale la pena mencionar.

En los viejos talleres de BP Color, casi diez años después de registrado aquel episodio con Sajón, en plena ocupación por parte de los trabajadores “estábamos tomando mate con los compañeros gráficos -nos comenta un periodista- en una noche de perros, caía agua a baldes. De golpe y como en una película, entró por las ventanas que dan a la azotea una especie de James Bond. Con gestos grandilocuentes se sacó un sombrero aludo, unos lentes oscuros, una larga bufanda, un pilot gigantesco y todavía, abajo, un abultado sobretodo”. Frente a los obreros quedó un ser delgadito metido como adentro de unas enormes botas. “Muchachos -nos dijo- vengo en persona a traerles la solidaridad del MLN. Quedamos realmente impresionados, sabíamos que era súper clandestino, uno de los dirigentes máximos de los tupamaros, salía todos los días en los diarios... Y ahí estaba con nosotros, nada más y nada menos que Amodio Pérez. Con la misma aparatosidad con que vino, se fue. Se puso de vuelta todo ese disfraz y salió corriendo por las azoteas”. Todo esto sucedía -además- a escasos metros de Jefatura Central de Policía. (Alto el fuego, 2013, página 289)

Bueno, esta misma anécdota o chascarrillo, me la contó con gran entusiasmo Sergio Lamanna, la primera vez que nos vimos en Montevideo, en octubre de 2015. Según me dijo, a él se la había contado en Suecia Roberto Olmos, un ex dirigente del gremio gráfico dependiente del partido Comunista. Lógicamente, tuve que desmentirla. Dicha anécdota habría tenido lugar unos diez años tras el incidente con Sajón, es decir por 1975, cuando yo llevaba más de dos años en España.

Alicia Rey Morales, la compañera de Amodio, tuvo una trayectoria similar a la de éste. Algunos integrantes del MLN, creían que ambos se habían conocido dentro de la organización. Sin embargo, sus compañeros de estudio aseguran que se conocieron en el liceo. “Por aquella época ya andaban medio ennoviados. Ella era bastante feíta y le costaba mucho relacionarse, encajaba bien con Amodio”. (Alto el fuego, 2013, página 290).

Los autores de este “referente del revisionismo histórico”, a poco que hubiesen investigado, habrían comprobado que Alicia hizo sus estudios en Colonia y yo en Montevideo. Es una muestra de la escasa credibilidad, tanto de los autores como de los entrevistados.

Uno de sus ex-compañeros del Centro de Estudiantes de Derecho dijo que “era una mujer muy extraña, su fealdad la llevaba a reafirmarse en su personalidad, tal vez en esto, también influyó su origen humilde. Un día nos sorprendió a todos la noticia de que había sido campeona nacional de tiro. Allá por el año 62, fue una buena y disciplinada militante del Partido Socialista”. (Alto el fuego, 2013, página 290)

Creo que quien habla es Sergio Tomasso, uno de los primeros periféricos que tuvo Alicia. La noticia de que Alicia era una experta tiradora comenzó a manejarla la policía cuando las detenciones en La Teja de un par de integrantes de la Comunidad Pinela, a quienes Alicia impartía los rudimentarios cursillos de manejo de armas y balística, casi puramente teóricos, que los incipientes grupos tupamaros manejaban entonces. El propio Sergio y su esposa Amabelia recibieron los tales cursillos.

Integrada al MLN “notábamos que ejercía una fuerte dependencia sobre su compañero -nos dice Julio Marenales-. Era una chica muy joven con grandes inquietudes políticas, superaba a Amodio en formación. Con él tuvimos algunos problemas, porque hacía lo imposible para que ella estuviera con él en los operativos y en la misma columna”. (Alto el fuego, 2013, página 290)

En todas las ediciones de Alto el fuego no se ha corregido el error de decir que Alicia ejercía dependencia sobre mí. Se supone que ella ejercería influencia y el dependiente sería yo. En la entrevista que les concedí a Caula y Silva en agosto de 2015, y que luego les dará base para escribir Yo no soy Amodio Pérez, mutilando la entrevista, les reproché que pese al tiempo transcurrido desde la primera edición, las mismas no se hubieran corregido y rectificado algunos de los errores que contiene. Me respondieron que “¿para qué?, si el libro se vende así. Este es el valor que estos “investigadores” le conceden a la verdad. Las columnas se formaron en octubre de 1968 y Alicia y yo pasamos a formar parte de la columna 1, por una decisión del Ejecutivo del que Marenales formaba parte. Ese mismo Ejecutivo dividió las dos columnas iniciales en siete, y tras la detención de Marenales ese mismo mes, fui cooptado por Huidobro y Sendic para integrar la Dirección. Entonces Alicia y yo fuimos designados para el comando de la columna 15, por entonces integrada mayoritariamente por periféricos reclutados por Alicia. Y si integrábamos el comando de una columna, lógicamente teníamos que integrarla conjuntamente. El comentario de Marenales carece de todo fundamento, pero como es una crítica hacia mí, lo han tenido en cuenta.

Ambos, junto a Candán Grajales integraban la columna 15. “Cuando ella cae detenida, Amodio se derrumba, su moral se vino al suelo, emocionalmente queda deshecho. Creo que este hecho tuvo fundamental importancia en su posterior conducta como traidor. Para mí todo esto fue muy duro, él fue quien me reclutó e integró a los núcleos de base, durante los años que apoyamos a los cañeros”. (Alto el fuego, 2013, página 290).

Marenales oculta que tras el 14 de abril de 1972 y como consecuencia de la forma desaprensiva con que el Plan Hipólito se puso en marcha, murieron varios compañeros, entre ellos el mismo Candán, Schoeder y Blanco Katras, los tres integrantes de la columna 15 y formados como militantes bajo mi responsabilidad y la de Alicia. Apenas hacía 48 horas que habíamos concretado la segunda fuga de Punta Carretas y fue el momento en que empecé a cuestionar seriamente la conducción del MLN, tomando como punto de partida la “reorganización” decidida el 16 de marzo de ese mismo año.

La nula receptividad recibida por el Ejecutivo, que inició una huída hacia adelante, propició mi planteo dado a conocer como mi pedido de baja cuando en realidad fue el último intento formal de reconducir el caos interno. Caos propiciado entre ellos por el mismo Marenales, que apoyó a Sendic en su política de llevar la guerra al interior del país. Ahí comienza mi derrumbe y la detención de Alicia fue el derrumbe final. Alicia no cayó detenida. Se entregó para permitir la fuga de quienes la acompañaban en aquellos momentos, entre ellos el compañero Ulpiano, autodenominado comandante Facundo, actualmente más conocido como El Pepe. El gesto de Alicia fue de suprema valentía personal y de sacrificio por los compañeros. Ignorábamos en esos momentos que estábamos siendo traicionados por los mismos que por su gesto habían eludido ser detenidos. Ese hecho fue, evidentemente, un golpe tremendo, tanto en lo personal como en lo colectivo.

…Desde los orígenes y en los primeros años de desarrollo del MLN el contacto entre Amodio y Marenales fue bastante fluido. “El estuvo más tiempo que yo en la dirección. Debido a sus méritos fue paulatinamente ubicándose en posiciones de mayor responsabilidad”.
En las etapas de mayor intensidad del movimiento tupamaro, Amodio jugó un rol gravitante. “Ponerme a determinar con exactitud en qué operativos participó -nos dice Mauricio Rosencof- es sumamente difícil. Sería mejor buscar en cuáles no lo hizo... De una u otra forma participó de todo”.
(Alto el fuego, 2013, página 291)

Las palabras de Marenales y Rosencof son contradictorias con lo que ellos mismos dijeron en otros momentos, tratando de rebajar la importancia que personalmente tuve en el desarrollo del MLN, fundamentalmente durante 1969. Mi mayor mérito fue aplicar el método de la descentralización organizativa, a lo que Marenales se había opuesto mientras fue parte de la Dirección.

Tampoco es fácil definir cuándo empieza a enturbiarse su figura. Algunos hechos, sean tal vez el inicio de una cadena de actitudes semejantes, y a su vez, paralelas a su destacado accionar dentro de la organización tupamara. En 1966, poco antes de pasar a la clandestinidad fue citado en una seccional policial, a raíz de una situación de delincuencia. Un reducidor allí detenido tenía una boleta de compra-venta cuyo titular era Amodio. Todo fue aclarado y éste no llegó a ser encarcelado. Poco tiempo después, desapareció un televisor de casa de una amiga que él solía frecuentar. (Alto el fuego, 2013, página 291)

Los autores del modelo de revisionismo histórico, en su afán por adjudicarme todos los vicios y malignidades posibles, desdoblan el mismo hecho para aparentar alguna reincidencia. No existió nunca un reducidor. Yo le compré a un comerciante del barrio Palermo, a través de un anuncio en el diario El Día, un televisor. Fracasado mi intento de reconstrucción familiar, llegué a un acuerdo con el mismo comerciante y le revendí el televisor. Pasado un tiempo, este televisor se averió y su nuevo propietario, a través del servicio técnico de la marca, descubrió que el televisor había sido robado. Investigando la cadena, la policía de la antigua Seccional 3 llegó a mí, quien junto con el comerciante pasamos la noche en la comisaría. Al día siguiente, los dos fuimos puestos en libertad por el juez. El partido Socialista designó para mi defensa legal a Alberto Caymaris. Eso fue todo.

“Siempre que objetos de algún valor pasaron por manos de Amodio se producían situaciones vidriosas. Antes del operativo de Pando -comenta Rosencof- había unas carpetas donde se trasuntaban estos tejes y manejes de Amodio. El asesinato, en ese operativo, de varios compañeros que habían trabajado en este informe, sumado a los cambios de la zona donde estaban enterradas las carpetas, facilitaron que este problema se dilatara”. (Alto el fuego, 2013, página 291)
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Fui el depositario de los fondos de reserva del MLN entre 1968 y junio de 1970, fecha de mi primera detención. Producida la fuga de 1971, retomé esa función hasta febrero de 1972, cuando soy detenido por segunda vez, aunque ya no formaba parte del Comando General de Montevideo, al que renuncié. Pasaron por mis manos, para comprobar los montos, muchos millones de pesos cobrados por los rescates, por lo que puedo asegurar que lo que dice Rosencof es falso. Pero más falsa es la versión de la participación en una supuesta investigación de los compañeros muertos en Pando, hecho acaecido en octubre de 1969. Pretender hacer creer que tres miembros de base de tres columnas diferentes, que no se conocían entre sí podían estar investigando “situaciones vidriosas” en relación con un miembro de la dirección del MLN sin que se produjera un cisma en la organización, es francamente ridículo

Raúl Sendic señala por su parte, que Amodio robó mucho dinero, porque siempre, en las operaciones en que él intervenía, había diferencias y “finalmente se quedó con un lingote de oro de los expropiados a Mailhos, que se le dio para guardar”. Esta situación ya perfila al Amodio de los últimos días. (Alto el fuego, 2013, página 291)

Los autores del referente del revisionismo histórico que nos ocupa, parece que ignoran, pese al profundo trabajo de investigación que dicen han realizado, que lo que Sendic me entregó para guardar el día anterior a mi primera detención, que como se sabe, se produjo el 30 de junio de 1970, fue una bolsa con libras esterlinas de oro. ¿De qué últimos días hablan, si hacen mención a un hecho producido casi dos años antes de mí supuesta defección? Sin embargo, a Sendic lo traiciona el subconsciente. Las libras que se intentó decir que yo me había quedado con ellas fueron recuperadas la misma noche que se recuperaron las armas depositadas en el berretín situado en el dormitorio principal de la casa en Pando, como se relata en La piel del otro, de Hugo Fontana. Esas libras fueron fundidas por José Doney Ghezzi y convertidas en el lingote que Sendic menciona. Por eso digo que a Sendic lo traicionó el subconsciente. Las palabras de Sendic confirman mi función de custodia de los valores del MLN.

José Doney Ghezzi era un mecánico apodado “el ingeniero”, encargado de construir los carros utilizados para desplazarnos en el caño existente por debajo de la calle antes llamada Porto Alegre, hoy Bolívar Baliñas, cuando la segunda fuga del Penal. En cuanto a las diferencias que existieron entre las cantidades “expropiadas” y las declaradas por los bancos, siempre hubo diferencias, en todas las operaciones, incluso en las que yo no participé. Y esto era así porque los bancos declaraban cantidades mayores que las realmente “expropiadas”, para cobrar cantidades mayores de las compañías aseguradoras. Otra causa de las diferencias fue que los cajeros guardaban entre sus ropas y sus pertenencias grandes sumas que tras los asaltos se hacían aparecer como robadas. Luego, los empleados de las sucursales se repartían la diferencia.

“Es probable que él viera que la cosa se estaba poniendo fea -agrega Marenales- y haya empezado a tomar recaudos para dar un viraje en algún momento. Cuando él enterró una parte de las libras de Mailhos jamás las pudimos encontrar. Cuando estaba en Punta Carretas los planos que nos suministró eran erróneos”. Una vez fugado se le vuelve a hacer el reclamo, “y Amodio argumentó que por problemas de seguridad no podía dirigirse al lugar donde las había ocultado”, complementa Rosencof. (Alto el fuego, 2013, página 291)

Marenales habla del “enterramiento” de las libras, desmintiendo a Sendic, que habla de “un lingote”. Esta diferencia pasa inadvertida para los sagaces investigadores. Este hecho suficientemente narrado en Palabra de Amodio, se produjo el día 30 de junio de 1970, momentos en los que el MLN se encontraba en el punto alto de su accionar y prestigio, tras Pando, Pellegrini y el Francés-Italiano, con el plan Satán en marcha. ¿Cómo “iba a ver que la cosa se estaba poniendo fea”?

En los primeros días de julio de 1970 envié los planos donde las libras quedaron escondidas. Será en julio de 1971, tras la detención de Wassen, este me informó que las libras no habían sido recuperadas. Es evidente que Wassen ignoraba que las libras habían sido recuperadas por la gente de la columna del interior, a la que pertenecía Néstor Sclavo, anterior dueño de la chacra y el constructor del berretín en el dormitorio.

En La piel del otro, de Hugo Fontana, se hace referencia a la noche en que se recuperaron las armas enterradas en el berretín, pero no se mencionan las libras, para poder mantener la acusación de que me las había quedado. Versiones posteriores me confirman que las libras fueron rescatadas y que junto con las armas pasaron a integrar el armamento de la Microfracción, armamento que acabará en poder de Saúl Feldman y que el oro hallado junto a las armas son las libras fundidas

…Se podría afirmar con cierta seguridad que hay un Amodio antes y otro después de su primera detención en Punta Carretas, una vez fugado y en la clandestinidad, asegura Marenales, empezaron a notarlo sumamente nervioso. “En una oportunidad fui a verlo para pedirle que hiciera un análisis de las declaraciones de Nelson Bardesio. Amodio exigió saber qué grado de seguridad presentaba el lugar a donde lo queríamos llevar. No tuvimos más remedio que decirle: “Mirá hermano, la seguridad que hay allí es la que tenemos todos, no te vamos a poner un bunker especial para vos”. Posteriormente se precipitaron los hechos”. (Alto el fuego, 2013, página 292)

Efectivamente y ya lo he dicho con anterioridad, mis discrepancias con Sendic y Fernández Huidobro comienzan a establecerse en agosto de 1970, tras la caída de Almería, la fallida negociación con el ministro Fleitas y la aprobación del plan Cacao.

Acepto que pueda decirse que hay un Amodio antes y después de mi primera detención. En cuanto al “nerviosismo” que menciona Marenales, era fruto de varias circunstancias que concurrían en ese momento. Recién habían transcurrido unas horas tras el 14 de abril y yo estaba encargado de las copias de las declaraciones de Bardesio para ser enviadas al Parlamento. El MLN estaba en esos momentos sin frenos y en marcha atrás. Marenales oculta que pese a todo, mi preocupación fundamental era la seguridad de las cintas, que en esos momentos eran las únicas originales, y no mi seguridad personal. Por si fuera poco, Marenales y yo compartíamos el mismo local, en Juan B. Morelli 3791.

…En parte del testimonio que recoge la Comisión Legislativa que estudiaba el desafuero de Erro, el propio Amodio señaló que cuando se fugó del Penal de Punta Carretas ya tenía “diferencias serias de apreciación sobre la conducta y dirección de la organización del MLN, con los dirigentes del mismo y que por ello solicitó ser dado de baja, siendo su intención irse a Chile”. Allí pretendía ponerse a cargo, de la llamada “Columna Guacha”. La dirección de entonces consideró que en Chile “había compañeros que estaban trabajando perfectamente bien” -dice Marenales-, por lo tanto “no era necesario que fuera nadie allí a reforzar la tarea”. (Alto el fuego, 2013, página 292).

Las palabras que se mencionan son parte de mi entrevista con la comisión parlamentaria en mayo de 1973, pero ya Píriz Budes las había dejado escritas de su puño y letra, un año antes, cuando formalizó su acuerdo con Trabal.

Fueron precisamente esas mismas palabras las que Méndez tuvo en cuenta cuando me planteó un acuerdo similar al de Píriz Budes. Mi intención al ir a Chile era seguir siendo útil a la Organización a la que había dedicado diez años de mi vida y hacerme cargo del servicio de falsificación de documentos para los compañeros que estaban señalados para viajar a Cuba y luego iniciar el regreso a Uruguay. Desde 1968, cuando el fallido regreso de Manera desde Cuba, sabíamos que los documentos que los servicios cubanos proporcionaban a los tupamaros eran muy malos, fácilmente detectables y que por esa vía éramos muy vulnerables. Es cuando se me niega esa posibilidad que solicito ser dado de baja.

En el libro La STB, el brazo de la KGB en Uruguay, en la página 406, Petrilák y Abranches Kraenskyi, los autores de la investigación, reconocen que “los papeles en general eran mal falsificados”-por los cubanos- “por lo que en Praga debían ser corregidos”. Esto varias veces no fue posible, como en el caso de Manera, que fue detectado en París y seguido desde ahí, teniendo como consecuencia su detención en un apartamento de la calle Talcahuano.

Sobre este punto en concreto: la baja de Amodio Pérez, es donde, y desde hace mucho tiempo atrás, el MLN centra con mayor rigor parte de su autocrítica. “El se aferró a que de igual forma le diéramos la baja y se la dimos nomás”, -agrega Marenales, al tiempo que señala-: “fue un error nuestro, yo diría que cuando alguien tiene gran responsabilidad en un movimiento revolucionario y clandestino no se pueden dar bajas. El asunto hay que considerarlo de otra manera. El andaba muy mal, en el fondo se quebró. Como decimos nosotros, no le dio la nafta”. (Alto el fuego, 2013, página 292)

Pese a lo que diga Marenales, no se me dio la baja, y no se atrevieron a “considerarlo de otra manera”. Yo había discutido con el Ejecutivo, en esos momentos integrados por Marenales, Sendic y Engler, los había culpado del estado calamitoso del MLN y los había llamado hijos de puta. Había en esos momentos en el Santiso, llamado también Patoruzú, situado frente al Mercado Agrícola, alrededor de treinta militantes, de diversos grados de integración, desde exintegrantes del Ejecutivo, como Efraín Martínez Platero y Tabaré Rivero, integrantes calificados del sector servicios, como Heraclio Rodríguez Recalde, Rodolfo Wolff, integrante del comando de la columna 15, miembros de grupos de acción, como Mujica y Rodríguez Ducós y periféricos provenientes de la columna 70 y del 26 de marzo. Ese local era, en esos momentos, si no el único, uno de los pocos considerados “seguros”. Si como dice el Marenales yo estaba quebrado, cosa que se aproxima a la realidad, nunca debí abandonar ese local. Marenales insinúa que se me debió eliminar, hacer la boleta, en jerga tupamara. ¿Pero quién explicaba a la base la baja o la ejecución de Amodio? ¿Con qué razones y argumentos, máxime después de haber escuchado la discusión? Tampoco me podían dejar en el local, para evitar que mi presencia se convirtiera en catalizadora de posibles críticas

Según Sendic, “Amodio fue una persona deshonesta y con mucho ego que no soportó ser retirado de cargos de responsabilidad cuando así lo resolvimos, antes de que defeccionara”. Cinco días más tarde de ser dado de baja, Amodio caía detenido por última vez. “En el momento de la detención -manifestó un militar de activa participación en la represión- Amodio estaba muy sereno, como indiferente: se limitó a tocar la sien y expresar: esto tiene su precio”. El mayor desconcierto lo vivió la población que solía ser informada de cada triunfo que las Fuerzas Armadas obtenían en su enfrentamiento a los tupamaros, pero que esta vez ni se enteró. (Alto el fuego, 2013, página 293).

Nadie me retiró de los cargos de responsabilidad. Tras el Abuso se me había encomendado desarrollar el sector militar de la columna 10, y se me exigía participar con esa columna en las acciones previstas para finales de 1971 y principios de 1972, con grupos que estaban en formación. Dichas acciones estaban incluidas dentro del Plan del 72, y ante la imposibilidad de revertir la situación renuncié al Comando General de Montevideo. Entonces fui designado para organizar la segunda fuga de Punta Carretas y tras esa fuga iba a ser el responsables del Servicio de Información, a esas alturas, se me dijo, totalmente imprescindible. La debacle desatada el 14 de abril lo impidió.

…Veamos la experiencia que le tocó vivir al tupamaro Julio Listre. Tuvo un encuentro con Amodio en plena calle. Vestía uniforme de capitán, y creyéndolo camuflado y todavía su compañero, atinó a saludarlo. Amodio no le dio tiempo: sacó su arma y le ordenó que se diera por preso. “No jodas loco”, fue lo único que atinó a decir Listre, cuando ya estaba con las manos sobre la pared. (Alto el fuego, 2013, página 293)

El dislate que se narra ya ha sido contestado tanto en Palabra de Amodio como en Condenado, un preso político en democracia, aunque los autores de este referente histórico, para darle un poco de color a la historia, dicen que Listre me creyó camuflado. Es una falta de respeto a Julio Listre, al que se hace aparecer como un gil desinformado. Todavía no se había enterado que su compañero Amodio había entregado la Cárcel del Pueblo y que por eso había sido condenado a muerte a finales de mayo. En otras versiones ofrecidas por otros, entre ellos el propio Listre, se dice que yo iba al mando de un convoy por General Flores. Sería bueno que se unificaran las versiones circulantes y no que cada uno tenga la suya propia. Por último: Listre se negó a formalizar un careo conmigo en agosto de 2015

Julio Marenales todavía tendría un par de encuentros con Amodio en el marco de estas nuevas circunstancias. En la primera de ellas -paradojas de la vida- el mismo hombre que lo reclutara para integrarse a las filas del MLN, sería también su raptor: “él me señaló a la patrulla que me detuvo (“la cuerda” como la llamamos nosotros). Estaba vestido de soldado y me señaló. Vi la camioneta, vi a Amodio y les tiré una granada... Ésta no estalló, me tiraron unos cuantos tiros, pero si salía corriendo me mataban como a un pajarito, así que la quedé”. (Alto el fuego, 2013, página 293)

Para ahorrar tiempo, remito al que todavía no conozca la verdad acerca de la detención de Marenales, a la página 175 de Condenado…, lea sus declaraciones y comprobará que Marenales no asegura el señalamiento y que lo que el capitán Camacho le admitió es lo mismo que admití yo: que iba en el vehículo, pero no que lo haya señalado.

La última vez fue en el Batallón Florida. A solicitud de Amodio, un comandante y dos capitanes, que lo reunieron con Mujica CORDANO y Marenales, quien comentó: “Yo le dije que era un traidor, que estaba condenado a muerte y que no tenía nada que hablar con él”.
Por su parte Mujica, a propósito de este episodio nos precisó: “Mientras Marenales discutía con el capitán Calcagno, Amodio, como simulando esconderse de este último, me pasa un nombre escrito sobre un papel de fumar grabado con la uña, me anota a alguien que estaba colaborando en ese momento como si fuera un gran secreto... y quedó por esa. Yo, anteriormente, en forma accidental ya lo había visto portando un arma y con unas carpetas, no tenía ninguna duda sobre su actitud, pero adopté una posición distinta a la de Marenales, me hice el sorprendido, quería ver si podía sacarle algo”. (Alto el fuego, 2013, páginas 293-294)

Efectivamente, esta reunión se produjo, a mi pedido. Fue en presencia de Carlos Legnani, el comandante y Carlos Calcagno, el único capitán presente, tal como lo refiere Mujica. Legnani reafirmó que yo no lo había señalado, lo que queda meridianamente claro en sus declaraciones ante la jueza Staricco, citado por la parte acusadora y que al igual que Méndez y Lucero, me han dejado fuera de las acusaciones que se me hacen. El nombre escrito con la uña fue Mauro, en relación a Donato Marrero. Ahora va a resultar que la conducta de Mauro no era un secreto… En el libro Rosencof-Seregni mano a mano, escrito por Butazzoni, Rosencof pide por favor que no se identifique a Marrero, al que en ese libro llaman “el hombre del paraguas”

Los únicos tupas presos en El Florida que portaban armas y carpetas fueron algunos de los integrantes de las comisiones de los ilícitos, de las que Mujica también formó parte. Otros portadores de armas fueron los presos en el cuartel de La Paloma, en el Cerro, quienes a las órdenes del contador Conke y el jefe de la unidad, el comandante Rubio, iban a llevar a delante la operación cofres Fort.

Llegada la primavera del 72, el padre de Amodio se comunica con el periodista Federico Fasano y lo consulta si aceptaría reunirse con “un militar amigo” que tenía un importante mensaje para él, de parte de su hijo. A esta altura, todavía no se tenían mayores noticias del vuelco que había operado Amodio. Fasano decidió aceptar la inesperada entrevista que tuvo lugar en su propio domicilio. Una vez allí, el oficial le traza un panorama político que curiosamente coincidía con el que este periodista había pregonado en sus diarios; más adelante le entregarían unas sesenta carillas escritas a mano de puño y letra de Amodio. “Va a escribir un libro de memorias -le dice- y quiere que usted se las redacte y supervise”. (Alto el fuego, 2013, página 294)

Toda la tratativa con Fasano acerca de la publicación del libro, la realizó mi padre, en setiembre de 1972. Lo he narrado extensamente en Palabra de Amodio, por lo que ahora no entraré más que en algunos detalles que aportan los autores del referente histórico titulado Alto el fuego.
Veamos lo que se publicó el 13 de setiembre de 2004 en LR21: “El eje de la campaña se basa en revelar como primicia un documento inédito escrito por el tupamaro Héctor Amodio Pérez desde su prisión en unas decenas de hojas de cigarro, donde relata en tono crítico la historia del MLN. Por ser nuestro director, el Dr. Federico Fasano Mertens, el único periodista que se entrevistó con Amodio Pérez en el cuartel Florida donde se encontraba detenido, y el único al que Amodio le entregó ese relato escrito en hojas de cigarro, es que lo entrevistamos para aclarar la situación”


Seguidamente reproducimos textualmente las declaraciones de ayer de Federico Fasano: “La derecha ya no sabe qué inventar para impedir el inexorable triunfo del Encuentro Progresista en las elecciones de octubre. Ahora revelan como primicia el documento de Amodio Pérez para intentar desprestigiar al MPP, gran reclutador de adhesiones ciudadanas para la histórica encrucijada de octubre. No existe tal revelación, ni existe tal primicia y ni siquiera el documento del traidor Amodio perjudica al MPP, más bien lo enaltece, porque aunque se trate de un desertor, éste en los relatos que me confesó en setiembre de 1972 en el cuartel Florida, no pudo ocultar ni el heroísmo, ni el idealismo ni la honestidad que guiaron las acciones de aquellos redivivos Robin Hood orientales que ofrecieron sus vidas y su libertad en aras del nuevo Uruguay que hoy comienza a despuntar. Esos relatos contenidos en hojas de cigarrillo que Amodio me entregara durante la conversación que mantuve con él durante 9 horas en la madrugada de aquel miércoles 27 de setiembre de 1972 -van a ser dentro de unos días 34 años- se las entregué al día siguiente a los dirigentes que me habían mandatado a entrevistar al desertor tupamaro.

Ese día, jueves 28 de setiembre, el Parlamento prorrogaba la suspensión de garantías constitucionales, mientras yo me entrevistaba en la Presidencia de la Cámara de Diputados con el presidente del cuerpo, el diputado Héctor Gutiérrez Ruiz, y con el senador Wilson Ferreira Aldunate. En esa reunión les hago entrega del texto manuscrito en letras casi de imprenta que me había dado Amodio y establecemos las condiciones de seguridad para mi nueva reunión con el guerrillero para desenmascarar a los golpistas que lo apoyaban. Acto seguido me reúno en la casa de Seregni con el general, con Arismendi, con Cardoso, con Michelini, con Juan Pablo Terra y con Héctor Rodríguez. Les hago entrega de una copia del manuscrito de Amodio y acordamos que vuelva a reunirme con él, con el fin de obtener el nombre de los militares complotados y denunciar el intento de golpe de Estado en el Parlamento probando la connivencia de altas jerarquías militares con el traidor Amodio, su compañera Alicia Rey y el también desertor Píriz Budes, de quien Amodio me habló afirmando que “él era el gran traidor”.

Fasano, según el momento, ha dicho una cosa y la contraria. En 2007, dice que le entregué el manuscrito escrito en hojas de cigarrillo, mientras que en el encuentro mantenido en Código País, en 2015, reconoce que el manuscrito estaba escrito en las 60 carillas que yo siempre mantuve como verdaderas. En Mapa de un engaño, Álvaro Diez de Medina ha demostrado la falsificación de mi manuscrito y aporta la documentación del “modus operandi”

Quedan, sin embargo, algunos aspectos a resolver, como conocer al autor o autores materiales de la manipulación, el momento en que fue realizada y las motivaciones últimas que la hicieron necesaria, ya que si como se dijo mi manuscrito estaba destinado a derribar el sistema político imperante, bastaba con publicarlo de forma textual, sin manipularlo(continuará)


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