20.ENE.19 | Posta Porteña 1987

Mapa de un Engaño (cap. XXV)

Por Alvaro Diez de Medina

 

El lado Oculto de la Trama Tupamara

 

Libro de Álvaro Diez de Medina

 

 Del doble poder al doble frente

 

El máster cierra su historia del año 1970 con un elocuente trabajo de edición: omite toda referencia a los puntos que aquí se identificaran como 85 a 88 en el “guion Marius” y, con ello, expurga de la historia sediciosa el origen del distanciamiento entre Sendic y Amodio, basado en una radical disparidad en la evaluación de los planes llamados “Satán” y “Cacao”

 Al mismo tiempo, y al referir la sustitución del denominado “Plan Cacao” por un “Plan Remonte”, que consistía en retomar las operaciones de “propaganda armada” mediante “reparto de alimentos y leche en los barrios más castigados por los conflictos obreros” (Fontana, 150), el autor del máster omite señalar la elocuente anomalía de que fuera Eleuterio Fernández Huidobro, el redactor del “Cacao” quien, con idéntica presteza de pluma, procediera a redactar las líneas del “Remonte (303)

Es con el cambio de año que el movimiento sedicioso enfrenta la disyuntiva que le propone la inminente formación de la coalición de izquierdas que se llamaría Frente Amplio. La relación que Amodio hace de este episodio en la pág. 42 de su manuscrito es sencilla.

A mediados de noviembre de 1970, refiere, Sendic plantea en el penal de Punta Carretas su posición favorable a que el MLN brinde “apoyo crítico” al Frente, mediante una proclama por él mismo redactada.

 ¿Qué se procuraba, según Amodio? “Apoyar antes que nadie dicho Frente, para que si se concreta no quedar aislados de esa masa que ve las elecciones como una real alternativa; con el apoyo del MLN el Frente Amplio sabrá que sus simpatizantes lo apoyarán, con lo que se podrá tratar de crear una fuerza legal que represente al MLN en dicho frente; si el frente no se concretara, el MLN aparecerá como el abanderado de la unidad popular”

El autor del máster, sin embargo, transita en otro andarivel. Para él, la inminente formación del Frente Amplio representa un momento en el que “el pueblo uruguayo (sic) comienza a vivir la preocupación electoral, destinada a poner fin a un gobierno sangriento e incapaz (sic)”. A su juicio, el MLN no podía, en esa instancia, “sustraerse al clímax (sic) legalista que vivía el sector más conscientizado (sic) del pueblo uruguayo, bajo amenaza de marginarse y quedarse aislado” (Fontana, 151)

 El encendido frenteamplista que compone estas líneas se rinde ante “las movilizaciones multitudinarias que lograba la coalición de izquierda”, y atribuye al MLN “pensar que esa fuerza aparejaría un cambio político lo suficientemente considerable como para tenerlo en cuenta en nuestra estrategia (sic)”. Por ello, asevera, “no podía permanecer a la expectativa frente a la euforia triunfalista de los sectores de izquierda y para no restarnos en una conjunción de fuerzas de toda el ala popular”. Naturalmente, la decisión habría surgido, para el autor, de una “ponderación realista e inteligente”, al aprobarse “sin discusión” en el penal, y pese a generar “una serie de tensiones internas en el Movimiento, por no haber sido lo suficientemente discutida por las bases”

Es, por cierto, Marenales quien pone las cosas en el desinhibido contexto oportunista que explica esta decisión. En sus anotaciones al supuesto “libro”, tal como fueran publicadas en 1995, refiere que la discusión de las “bases” estaba fuera de cuestión, en momentos en los que la sedición procuraba reconstruirse tras el golpe que le propinara la redada de la calle Almería.

Pero, más importante aún, concluye: “... cuando se concreta el Frente Amplio, era una alianza de carácter electoral, y nosotros estábamos empleando el método de propaganda armada y la acción directa” (cursivas mías). El máster, en este punto, finalmente recoge la referencia de Amodio en cuanto a que, pese a la insistencia de Sendic en el sentido de que fuera la UTAA la que representara los intereses del MLN en la naciente coalición, “discrepancias con los cañeros” llevaron, y con el mismo propósito, a la posterior formación del llamado “Movimiento (de Independientes) 26 de Marzo” (304)

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El año 1970 cerrará en el Penal de Punta Carretas, según el manuscrito de Amodio, con dos importantes asuntos de proyección sobre el siguiente. El primero consistió en la aprobación de un plan de fuga de presos del penal que fuera bautizado como “Gallo”, y vendría a sumarse al nunca totalmente desactivado “Cacao”, a la línea H de hostigamiento a las fuerzas de seguridad y, naturalmente, al “Satán”, cuyos fundamentos tan desarticulados lucían tras el asesinato de Mitrione.

Según el manuscrito, el “Gallo” habría sido elaborado por Juan Almirati y el mismo Amodio, resultando de inmediato aprobado por la dirigencia tupamara en prisión: un túnel que se cavaría desde el alcantarillado hasta la lavandería del penal. El plan se puso en marcha a mediados de enero de 1971. El “guion Marius” expurgará, en este punto, el nombre de Amodio, y lo sustituirá por el de Eleuterio Fernández, criterio que, curiosamente, se revierte en el máster: allí se tomará el tercer camino de no mencionar autoría alguna, y se hará apenas referencia al hecho de que el plan resultó desarticulado a raíz de que “la policía tomó información de los estudios”

Así fue. No solo trascendió información sobre el “plan”, sino que una intensa lluvia y crecida de las aguas servidas arrastró a la costa implementos que la sedición había llevado a las alcantarillas a fin de cavar el túnel, alertando a la Policía sobre el plan de fuga. De más importancia, el manuscrito (pág. 42) refiere el hecho de que los presos analizaran dos informes, el primero de los cuales hacía referencia al recurrente problema que planteara el denominado grupo de “sindicalistas” sediciosos, o “micro-fracción”. Según el manuscrito, se habría dado sobre fines de 1970 comienzo al análisis de la posible expulsión del grupo “a la luz de las informaciones que un militante del MLN, de apellido Lucas, infiltrado en la ‘microfracción’ proporciona al comité ejecutivo”: la efectiva expulsión se producirá a mediados de enero de 1971(305)

En adición a la sorprendente evidencia de que la sedición ya exhibía un faccionalismo que ameritaba infiltrados y delaciones entre sus componentes, el manuscrito revela que, al tiempo, la dirección subversiva del penal propuso el desarrollo de la “línea que se llamará de ‘justicia revolucionaria’, la que le permitirá al MLN no bajar el ritmo del sector militar, sin comprometer o sin arriesgar el apoyo reconquistado”: se trataba del plan de construcción de “cárceles del pueblo”, ejecución de secuestros y hostigamientos o simples ejecuciones ejemplarizantes

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El autor del máster muestra un claro interés en desarrollar, sobre lo anterior, el tema de la “microfracción”. Da, en primer lugar, el paso de insistir en el hecho de que fue Amodio quien habría insistentemente denunciado al grupo disidente. Juzga como “demasiado prolongada” la discusión que se diera respecto a esta disidencia, y celebra el que los disidentes (identificados como: “Rodríguez Larreta, Romero Ledesma (sic), Ferreira Scaltritti, Pablo Recagno, Héctor Méndez, Sofía Faget y María Elia Topolansky”), hubieran resultado expulsados (306)

 De habérselos expulsado antes, escribe el anónimo autor, el MLN se hubiera ahorrado que una mera purga se tornara en una escisión, o un intento de establecer un MLN paralelo. “En cambio”, escribe, “con la expulsión estábamos dándole el acto de bautismo a un nuevo movimiento que, por la carga de resentimiento y confusión política con que emergía, iba a aparejar problemas bastante más serios de convivencia entre ellos y nosotros”, tales como el que los purgados conservaran sus armas, o se las arreglaran para filtrar, en “corrillos estudiantiles” los pormenores del denominado “Plan Gallo”, con el fin de abortarlo (Fontana, 152) (307)

Amodio, en su manuscrito, incluye más detalles de la expulsión. Los integrantes de la “micro-fracción” habrían retenido, además de armas y municiones, “varios locales y vehículos”, en tanto la filtración de noticias respecto a una posible fuga de presos le despierta una interpretación: “los microfraccionalistas, pensando que la fuga de los viejos dirigentes del MLN acabaría definitivamente con sus posibilidades de cambiar la orientación del movimiento tupamaro, decidieron delatarla indirectamente, y el 5 de febrero (de 1971) en forma ‘casual’ el plan se descubre por la policía, y el ministro (del Interior, Santiago) de Brum Carbajal, que suplantara al general (Antonio) Francese (...) se anotaba un tanto importante”

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El autor del máster también registra la aprobación del denominado plan de “justicia revolucionaria”, solo que lo interpreta a la luz de su propio entusiasmo: “una forma de alentar el avance popular a través de la señalización de los personeros del régimen, mediante secuestros, allanamientos (sic) y operativos diversos (...) que, al demostrar el poderío del MLN, iban también a crear el desaliento de los indecisos (sic) que pudieran optar por cualquier fórmula electoral continuista”. Así, en los primeros días de enero de 1971, el grupo de dirección de presos de Punta Carretas elabora lo que se diera a conocer como la “tesis sobre la dualidad de poderes”: una derivación del llamado “plan de justicia revolucionaria”. Esta tesis, nos informa el manuscrito de Amodio (pág. 43) resultó elaborada por el abogado “periférico” José Harari Srur (a) El Viejo (1915-1995), a solicitud de Alberto Jorge Candán Grajales (a) Hugo, Gabriel, Díaz, Rodolfo, Eduardo Javier Paullier Puig o William Ernesto Espronceda Álvarez, de quien era, además, defensor letrado(308)

 Sintetizada por Candán y Fernández Huidobro, la tesis habría sido, según refiere Amodio, muy discutida por el propio Sendic, “no porque no estuviera de acuerdo, sino porque Sendic tenía poca confianza en Harari, a quien consideraba ‘un sinvergüenza’” (309)

Finalmente acordada por los presos, la tesis fue enviada como propuesta a la dirección sediciosa en el exterior, la que la aprobó y le dio difusión a todos los niveles de la organización: “sería la base ideológica en la que se sustentaría el accionar futuro”

 ¿Y en qué consistía el nuevo desarrollo ideológico de Harari?

 Apenas en una transcripción, resumida, de uno de los análisis preliminares que incluye León Trotsky (1879-1940) en el capítulo 11 de su obra Historia de la Revolución Rusa (1930). Dvoevlastie, la expresión rusa que se suele traducir al castellano como “doble poder” a partir de su empleo por parte de Trotsky en 1930 postula la obviedad de que los procesos revolucionarios imponen diferentes puntos de equilibrio en los que las fuerzas en pugna detentan cuotas de poder, autoridad o soberanía de naturaleza inestable, como prólogo de una definición que solo puede expresar el desenlace de una guerra civil

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El máster contiene, en este punto (Fontana, 153), un párrafo de plena autoría de su anónimo autor y, por ende, ausente del manuscrito de Amodio, pero que vale comentar aquí a raíz de la anotación que despierta en Julio Marenales y este incluye en la versión publicada por Mate Amargo. “La ineficacia policial, su crónica estupidez, su venalidad”, escribe, “fueron sin duda constantes aliados del MLN, que le cuidaron la retaguardia en los diez años que tuvieron a cargo la lucha contra nosotros”. “No sé qué hubiera sucedido de haber tenido que enfrentarnos a un aparato policial mejor capacitado, pero seguramente la historia del MLN hubiera sido otra (...) nos hubiera preparado mucho mejor para enfrentar enemigos con mayor grado de entrenamiento y efectividad…” Julio Marenales es aquí lapidario: “Este ‘verso’ contra la policía está hecho por orden superior”, escribe, aludiendo naturalmente a oficiales de las Fuerzas Armadas.

No hay, por cierto, referencias en el manuscrito de Amodio, o en sus repetidas declaraciones públicas, a la eficacia o no de la Policía en su combate contra la sedición: sí las hay, en cuanto a que la irrupción en la lucha antisubversiva del Departamento de Hurtos y Rapiñas, a cuyo frente se hallaba el inspector Héctor Morán Charquero, representó un cambio negativo en lo que a trato de los presos se refiere. Era, al parecer, práctica corriente el que los detenidos por ese departamento fueran sometidos a apremios, y de ahí que Morán montara, con autorización de sus superiores, una “brigada especial”, más agresiva en sus tratos con la sedición. La muerte del inspector, el 13 de abril de 1970, habría, empero, supuesto una mudanza igualmente importante: Amodio ha declarado en varios reportajes radiales que los funcionarios policiales se cuidaban de remitir lo más rápidamente posible a la justicia a los detenidos, abriendo incluso la brecha a diálogos entre presos y captores que, en algunos casos, supusieran pagos a esos funcionarios, puntualmente apremiados por problemas económicos. Tales habrían sido los casos en relación a dos comisarios, a quienes el mismo Amodio aseguró pagar mensualmente una suma, en garantía del buen trato dispensado a sus cómplices detenidos (310)

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El manuscrito de Amodio refiere aquí al más importante de los eventos que marcarán el fin del año 1970: la reorganización que efectivamente se consolidará en el MLN en febrero de 1971, provocando la conformación de un nuevo “comité ejecutivo”, integrado por Adolfo Wassen, Mauricio Rosencof, Henry Engler, Mario Píriz Budes y Donato Marrero. Esta nueva estructura representaba, en los hechos, la sustitución de Nelson Berreta por Marrero, a quien Amodio juzga como “un hombre con gran capacidad organizativa y de formación de cuadros”, en tanto asevera que Berreta había “trabajado mal”

El al parecer demoledor informe del “comité ejecutivo” que fundamentaba estos cambios podría o no haber identificado sin ambages las razones del supuesto mal trabajo de Berreta, pero sí reiteradas falencias organizativas y de formación, mayormente exhibidas por los llamados “comandos” del interior. Este hecho, sumado al de que, con excepción de Rosencof, la nueva dirección resultaría ahora enteramente reclutada de entre integrantes de la llamada Columna 15, estaba llamado a generar molestias entre esos militantes del interior del país, de inmediato alineados tras la figura de Sendic en sus recientes discrepancias con Amodio. Lo que así venía de ocurrir era la aún larvada emergencia, en los patios del penal, del llamado “Plan Tatú”, y su larga sombra destructora.

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Los monótonos recreos en el Penal de Punta Carretas ambientaron, naturalmente, el desborde imaginativo de aquellos jóvenes tan llenos de pasión como inexperiencia. Fue en aquellos patios que algunos comenzaron a traer a colación los túneles desde los cuales el Viet Cong librara su batalla contra el colonialismo francés, Vietnam del Sur y los EEUU. En algún momento, alguno de ellos habrá informado que también en la pequeña isla de Chipre el general greco-chipriota Georgios Grivas (1897-1974) había organizado, al frente del movimiento EOKA, una campaña guerrillera contra el colonialismo británico y a favor de la Enosis o unión con Grecia, y lo había impulsado con éxito, pese a las adversidades, desde refugios subterráneos en los montes Troodos (311)

Nada, por cierto, unía las selvas vietnamitas o las montañas de Chipre a la penillanura ondulada del Río de la Plata, lo que no impidió a los presos imaginar que montes y cañadas del Uruguay pudieran hospedar refugios armados, a los que comenzaran a llamar “tatuceras”: aquella impactante idea podría llevar la causa revolucionaria a un medio que, como el rural, no conocía de agitaciones políticas desde la guerra civil de 1904, al tiempo que abrir lo que empezaron a llamar un “segundo frente” que atenazara a las jaqueadas fuerzas de seguridad, permitiendo la expansión del movimiento sedicioso en las ciudades. Cuanto más peroraban en torno a la idea, más se convencían

Con excepción de los grupos que coordinaban en patios y celdas Sendic y Jorge Zabalza, sin embargo, la idea de un “Plan Tatú” no lograba, al cabo, convencer a los presos: los sediciosos provenientes del interior se mostraban entusiasmados, pero el resto temía por la visibilidad de los activistas en un medio que desconocían, las dificultades que supondría el llevarles servicios o abastecimientos. En ningún momento, pues, se informó a la dirección exterior sobre la idea (312)

 Nicolás Estévez (a) Colacho, un sedicioso sanducero cercano a Sendic desde los tiempos de la conformación de la UTAA claramente expresó, según refiere Blixen en su biografía de Sendic, la posición contraria al “Tatú”: “yo (...) planteaba que había focos, como Bella Unión, donde podías hacer acciones grandes, como Pando, pero porque tenías base social. En otros lugares (...) cuando nos veían, nos denunciaban, no teníamos otra salida que vagar”. Será recién en julio de 1971 que se sabría, empero, que mientras los grupos del interior mantenían reuniones a fin de analizar los documentos y planes elaborados por la dirección, sus conclusiones eran remitidas a los comandos y bases del interior en carácter de instrucciones, puntualmente aplicadas en contradicción con las directivas del “comité ejecutivo”

La sustitución de Berreta (a) Frutos por Marrero (a) Mauro fue la consecuencia de este dilema: Berreta había permitido que las bases a su cargo se embarcaran en planes desconocidos por la dirección (313) 1971 daba, pues, comienzo al descalabro del MLN, pese a la fuerza que parecía exhibir en su acción. Su dirección aún no sabía que estaba librando un sordo y perdido combate: al tiempo que se devanaba los sesos intentando comprender por qué los llamados “comandos” del interior le exhibían desconfianza, ignoraba que estos recibían correspondencia de Sendic bajo el alias de Pico y Pala, en la que no se ahorraban críticas a la dirección ante la falta de resultados.

 Pocos meses faltaban ya para que Sendic tomara la decisión de poner en práctica las charlas del penal en torno a hacer del movimiento sedicioso una guerrilla rural, y para cuando la dirección tuviera que abocarse a estudiar la viabilidad de dar ese giro copernicano de su estrategia, ya habría unas doscientas “tatuceras” en operación (314)

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El máster recoge la línea general de argumentación del manuscrito de Amodio, pero, al resumir la relación de estos hechos, claramente les resta seriedad, poniendo el foco en que la interpretación “ruralista” (sic) de la organización por la que opta Sendic lo llevaba a consolidar su “liderazgo indiscutido” sobre los activistas del interior.

De esta forma, el autor soslaya, premeditadamente, el principal cargo levantado por el manuscrito de Amodio: que Sendic estableciera, a partir de fines de 1970, una línea de conducción y comunicaciones paralela a la de la dirección.

Notas

303/ Pese a la coincidencia que ahora se daba entre Amodio y Sendic en cuanto a evaluar negativamente el “Plan Cacao”, la brecha entre ambos se amplió, al adelantar el primero que la crítica de este debía acompañarse de la crítica del igualmente mal fundado “Plan Satán”. Una requisa en la celda de Amodio que terminara por acarrear una sanción contra él por parte de las autoridades del penal fue seguida por una sanción de los presos, excluyéndolo de las reuniones en las que se considerara el “Plan Remonte”. Amodio solicitó entonces su baja de los conciliábulos internos

304/ En sus cuadros militarían sediciosos “periféricos” como Mario Benedetti, Domingo Carlevaro Bottero (a) Mingo, Daniel Vidart, el abogado José Harari, el sacerdote católico Silvio Frugoni y el decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de la República, Carlos Reverdito Viano (a) Roberto, así como por activistas del MLN: el abogado Washington Rodríguez Beletti, Kimal Nur Eddin Amir Percel, el sindicalista portuario Rubén Sassano. El “26 de Marzo” sería, por lo demás, el factor de impulsión de los llamados “comités de base” del Frente Amplio, gran parte de los cuales caerían bajo su control, actuando como centros de discusión de la “vía armada al socialismo” y, por consiguiente, de reclutamiento para la sedición. “Tournant D’Avril 1972: Eléments pour une tentative d’interprétation d’une batallle militaire perdue par le Mouvement de Líbération Nationale (Tupamaros)”, Fréres du Monde, Bordeaux, 1973. nro. 83, p. 93.

305/ Podría tratarse Enrique Joaquín Lucas López, detenido en noviembre de 1971 y preso en el penal de Punta Rieles, quien abandonaría el país en marzo de 1972, haciendo uso de la opción constitucional que prevé la implantación de medidas prontas de seguridad (art. 168, num. 17). Reingresará clandestinamente a Uruguay en 1973, partiendo de inmediato, vía Argentina, hacia Bolivia, donde se sumaría al año siguiente a la guerrilla del denominado Ejército de Liberación Nacional. En 1976, las fuerzas de seguridad bolivianas informarían que había sido abatido en el curso de un enfrentamiento, pero su cadáver nunca fue entregado

306/ El manuscrito de Amodio (pág. 44) se refiere a: “(Enrique) Rodríguez Larreta Martínez, (Juan Carlos) Romans Lederman (o Ledesma), (Daniel) Ferreira(-Ramos) Scaltritti, Pablo Recagno, Héctor Méndez, Sofía Faget y otros, a quienes se sumó María Elia Topolansky”

307/ Solo que, en realidad y según viéramos, Amodio fue partidario de precipitar tal “acto de bautismo” apenas percibió su riesgosa potencialidad

308 / Dos de sus hijos fueron militantes del MLN. Pablo Martín Harari Dubinsky (a) El Negro formó parte de la denominada Columna 15; su hermano Leonel escribiría, en 1985, y tras su exilio en Paris, una novela probablemente autobiográfica en torno al progresivo desencanto de los militantes radicales de izquierda ante el dogmatismo ideológico (La nostalgia tiene bolsillo, Ed. MZ)

 309/  “Falso”, anota Marenales en Mate amargo, sin mayor explicación

310/ Pablo Brum anota, en Patria para nadie (pág. 247): “Los interrogatorios duros habían ido quedando mayormente en el pasado desde el asesinato de Héctor Morán Charquero; la policía estaba advertida sobre las consecuencias de la tortura”

311/ George Grivas-Dighenis,Guerrilla warfare and Eoka´s struggle: A politico-military study, Longman, 1964

312/ De hecho, un censo rápidamente levantado por los integrantes presos de las llamadas columnas del interior, procurando destacar la vocación “campesina” del movimiento subversivo en el penal, reveló que apenas una quincena de los detenidos, de condición “cañera”, cumplían con el perfil: el resto correspondía a maestros, funcionarios, estudiantes, y hasta el peluquero Domínguez, provenientes de los centros urbanos del interior del país

 313/ Rosencof, en un despliegue de su fantasía creadora, presentará esta situación en otros términos al referírsela a Blixen (Sendic, 2000). Sostendrá que el “Tatú” era, para Sendic, un proyecto “a largo plazo”, y una forma de neutralizar el “accionismo” asociado a la llamada Columna 15. En esta lectura, el “Tatú”, superpuesto al llamado “Plan Gardiol” que llevaría la lucha subversiva a la red cloacal, al llamado “Plan Hipopótamo” que desataría un furor homicida sobre las fuerzas de seguridad, al llamado “Plan Collar” que crearía un arco de guerrilla suburbana en torno a la capital, desde playa Kiyú (San José) hasta la desembocadura del arroyo Solís Grande, ilógicamente constituiría la mejor receta para contrarrestar los impulsos “accionistas” o “militaristas” de la llamada Columna 15. Él mismo, sin embargo, anota que la ruta elegida resultó equivalente a “tirar corvinas en una pecera” y omite, elocuentemente, señalar que, en su condición de integrante del “comité ejecutivo”, aprobó la sustitución de Berreta por Marrero.

314/  El intento de refutación de Marenales en este punto es extremadamente débil. En un tono descansado y paternal, explica que “los compañeros del interior estaban pergeñando el plan Tatú y estaban muy entusiasmados con la idea que, por otra parte, se relacionaba con los planes de fuga conocidos por los compañeros más integrados”. ¿De qué forma? No lo explica. Y agrega: “se nombró una comisión que realizó una investigación que dejó bien aclarado” que las acusaciones en el sentido de que los militantes del interior estaban, en los hechos, organizando otra “micro-fracción”, carecían de fundamento. Solo que su nota en Mate amargo es la única referencia en la frondosa literatura tupamara a tal “comisión”, o su veredicto, incapaz por otra parte de impedir el relevo de Berreta por Marrero.


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