26.ENE.19 | Posta Porteña 1989

Sobre el libro "Alto el Fuego" de Nelson Caula y Alberto Silva (ultima parte)

Por AMODIO

 

Comentario Alto el Fuego de Héctor Amodio Pérez

 

Por ese entonces, un alto oficial de la Marina-el capitán de navío Piñeyrúa, Embajador de Uruguay en Cuba al ser consultado por los autores- avisa al comandante en jefe del Ejército sobre la realización de una reunión de un grupo de oficiales de especialísimas características: “Un núcleo de militares leales a las Instituciones democráticas nos enteramos por intermedio de un integrante del Ejército que se iba a realizar un encuentro de oficiales que buscaban elementos para desprestigiar a los políticos, información que a ellos les había proporcionado el sedicioso Amodio Pérez. Determinamos que había que tratar de impedir que las cosas ocurrieran, entonces, suponiendo y suponiendo bien, que el general César Martínez no estaba enterado, se le dio cuenta”. (Alto el fuego, 2013, páginas 294-295).

El capitán Piñeyrúa estaba muy mal informado. La única función que desempeñaron los militares implicados en mi entrevista con Fasano, los capitanes González y Aguirregaray, fue recoger a Fasano en casa de mis padres y devolverlo al mismo lugar. Ni siquiera conocían el contenido del libro y si lo hubieran conocido, no les habría llamado para nada la atención, ya que lo mismo que yo les había sido dicho, con anterioridad, por Píriz Budes, Rosencof, Fernández Huidobro y Manera, detenidos todos bastante antes. No hay más que cotejar las fechas. Tampoco podía extrañarles que entrara un periodista a hablar conmigo. Varios hacían lo mismo todos los días, para aportar la documentación para las “escuelitas”, a las que se apuntaron todos los que los cabezas pensantes eligieron para dar los cursos de formación, lo que era premiado con comidas y bebidas en abundancia y con alguna visita a los quilombos cercanos al cementerio del Norte


El citado capitán se está refiriendo a las reuniones entre tupamaros presos y oficiales de varias unidades para formalizar las comisiones de los ilícitos. Quien haya leído La Tregua armada, de Fernández Huidobro, sabe que lo que digo es verdad. Luego, en charlas radiofónicas y televisivas y en algunas publicaciones, varios comentaristas confirman que Amodio Pérez nada tuvo que ver con las comisiones de los ilícitos y que nada tuvo que ver, por consiguiente, en los intentos por “destruir el sistema político” tal como hasta el día de hoy se mantiene, pese a las evidencias en contrario.

Ferreira también hizo mención al hecho de que “determinado sector de las Fuerzas Armadas había hecho un pacto con Amodio Pérez; para conjuntamente destruir el sistema político”. Además hizo hincapié en “la existencia de una organización que funcionaba dentro de la Unidad Militar, destinada a crear las condiciones necesarias para realizar un golpe militar y que comenzaría por la disolución del Parlamento. Él estaba vinculado, además, al célebre intento de publicación de un libro por parte del tupamaro o ex tupamaro Amodio Pérez, que contenía una muy curiosa historia del movimiento, con el que aparecían vinculados dirigentes de la mayor parte de los partidos políticos del país”. (Alto el fuego, 2013, página 295).

Wilson Ferreira ya sabía, a esas alturas, quienes eran los conspiradores, ya que se reunía con ellos, en casa de su madre y en casa de Arturo Dubra padre, actuando como enlace entre ellos otra Dubra, Elsa. Pese a que los protagonistas de aquellos momentos han reconocido en varias oportunidades cómo fueron los hechos, pese a que Fernández Huidobro ha reconocido “el error” de haber creído posible la “tupamarización” de un sector de las FF.AA., pese a que Zabalza les ha reprochado los acuerdos maquinados antes y pos dictadura, se sigue insistiendo con que el “conspirador” era Amodio Pérez.

En este aspecto se destaca Graziano Pascale, que por lo visto no ha leído nada o casi nada sobre los temas de los que opina. “La organización que funcionaba dentro de la Unidad Militar, destinada a crear las condiciones necesarias para realizar un golpe militar” era la formada por militares y por presos que entraban y salían de los cuarteles estando incluso requeridos por las mismas autoridades que los recibían a la entrada y los acompañaban a la salida, que se habían otorgado inmunidades mutuamente, que salían como conductores o acompañantes en los autos requisados al MLN y a sus colaboradores, portando armas de las FF.AA. para defenderse de “posibles ataques” organizados por otros sectores militares.

En esencia esta vinculación entre tupamaros y dirigentes políticos, era lo que ese sector de las Fuerzas Armadas quería comunicar a la opinión pública a través de ese libro, como el trampolín que lo habilitaba a irrumpir con un golpe de estado. Ha sido ya reconocido que ambas partes, Fuerzas Armadas en carácter de tal y representada por todos sus mandos, como así también el gobierno de Bordaberry, dialogaron y negociaron con los tupamaros. Sin embargo, las autoridades negaron en su momento tales conversaciones, al tiempo que acusaban a los partidos de sí tenerlas. A tal punto llega este ocultamiento de la verdad que en una de las cartas que Amodio le envía a Fasano le indica: “Como va con mi firma (se refiere al libro), no tengo más remedio que sacar lo de la negociación entre MLN-FF.AA., porque si no me cortan la cabeza”. (Alto el fuego, 2013, página 295)

A través de mi libro las FF.AA. no querían comunicar nada a la opinión pública, dado que su contenido les era desconocido y una vez que lo conocieron el único que intentó utilizarlo fue Trabal, que jugaba con varios mazos y con los ases y los reyes marcados. Fue un intento de defensa personal y un medio de conseguir dinero para iniciar una nueva vida. Hasta Fasano ha terminado por reconocerlo. En el párrafo que se transcribe se deslizan varios errores que a estas alturas los autores de ese “referente histórico” llamado Alto el fuego deberían haber rectificado. Insisten en ellos, porque como me dijeron en agosto de 2015, “para qué vamos a rectificar si la gente lo compra así”

La primera tregua, formalizada entre junio y julio de 1972, fue secreta. Participaron los mandos, a espaldas del ministro de defensa, Augusto Legnani y del mismo Bordaberry. Para intentar mantener ese secreto, se suspendieron las escasas visitas de familiares que eran consentidas por los militares, que se habían arrogado la facultad de decidir quién las tenía y quiénes no. Por mi relación familiar con Calcagno, yo las tenía y mi padre mi visitaba una vez a la semana, los sábados, pero durante el tiempo que las negociaciones se establecieron, me fueron suspendidas. La carta que se menciona, es la única nota que le envié a Fasano junto con el original del manuscrito, en el mes de setiembre de 1972, cuando todavía los mandos se negaban a admitir que las negociaciones se habían producido, pese a que el MLN, cuando la ejecución de Artigas Álvarez, pretendió justificarla por el fin de la tregua acordada.

Para entender el problema de los ilícitos económicos en la interna militar, como cualquier otro que se dé, desde esta institución hacia adentro, no basta con recurrir al análisis de la documentación existente, sino que, resulta fundamental conocer las posiciones en boca de integrantes de las distintas vertientes que la nutren ideológicamente, en el diálogo personal. Más si tenemos en cuenta que fueron los actores directos en aquellos turbulentos años. (Alto el fuego, 2013, página 227)

Mucho se ha hablado y escrito acerca de las FF.AA. uruguayas, de su participación en la represión del MLN, del papel determinante que tuvieron en su destrucción y en todo lo que significó su accionar durante el período 1971-1985. No me considero capacitado más que para referirme a su accionar contra el MLN, pese a que seguramente estoy en mejores condiciones para hacerlo que muchos prestigiosos analistas que lo han hecho, entre ellos los autores del referente histórico llamado Alto el fuego.


…Por un lado se trataba de determinar si el país vivía un estado de guerra o si en cambio, los grupos insurreccionales habían desbordado a los elementos policiales y si al Ejército le correspondía actuar como una especie de segundo escalón policial. 
…Por el otro lado se discutía el tema de la corrupción, de lo que más tarde se llamó ilícitos económicos. 
…Ahora, la preocupación por los temas económicos no era de exclusividad de ninguna de las corrientes que se movían dentro del Ejército, sino de todos los altos oficiales sin mayor o menor signo ideológico, en un proceso que empieza a darse lentamente a principios de los años sesenta”. (Alto el fuego, 2013, páginas 227-228)

Lo primero que hay que tener en cuenta, aunque sea una obviedad, es que las FF.AA. no fueron una fuerza homogénea, aunque la aplicación de la disciplina interna apuntara a conseguirlo. Su estructura piramidal tenía ese objetivo. Los mandos, por tanto, debían ser obedecidos lisa y llanamente porque ocupaban los puestos más altos de la pirámide, independientemente de su filiación política, que solo era considerada por los gobiernos a la hora de proceder a designarlos para ocupar puestos de responsabilidad política, muchas veces alejadas de sus “capacidades militares”

Tal como se ha reconocido en varias oportunidades, muchas de las acciones llevadas a cabo por el MLN contaron, si no con el apoyo, con la simpatía de muchos integrantes de las FF.AA., independientemente del puesto que ocuparan en la pirámide. Y eso fue así porque las FF.AA. uruguayas estaban formadas por uruguayos, por lo que sufrían las mismas penurias y dificultades que el resto de la población. La orden recibida para hacerse cargo de la lucha antisediciosa fue recibida sin demasiado entusiasmo, tal como se desprende de las transcripciones precedentes.

…Una vez entablada la lucha frontal contra la subversión se incorpora un factor determinante en la estructura castrense. El giro de los acontecimientos va haciendo trastabillar toda la formación piramidal. La joven oficialidad, fundamentalmente los cuadros intermedios toman un rol primordial de mando que, por un lado, los afianza frente a sus subalternos y por el otro los hace “acortar distancias” con sus jefes e incluso los pone en condición de superioridad. Un militar, por aquellos años capitán, fue categórico: “La guerra la ganamos nosotros, no los generales”. Ese era el espíritu que campeaba a mediados de 1972. (Alto el fuego, 2013, página 229).

Las FF.AA., durante el período setiembre 1971 hasta mayo 1972 encararon su papel en la lucha contra el MLN como de “labor asistencial” a la policía, representada por los departamentos de Inteligencia y Enlace, que monopolizaban todas las tareas de investigación. Tal como han reconocido destacados integrantes de las FF.AA. en esos años, no estaban capacitados para realizar tareas “policiales”, entendiendo como tales las referidas a las de investigación y análisis. Carecían, además, pese a todo lo que se ha dicho en ese sentido, de las infraestructuras necesarias. Sergio Israel, en el Enigma Trabal, pese a su esfuerzo en magnificar lo realizado por los servicios de inteligencia militares reconoce que en 1971 no contaban con los medios adecuados y necesarios para su tarea, al punto de utilizar los autos de propiedad de sus integrantes y de no contar tan siquiera con líneas telefónicas y de comunicación seguras

Otras fuentes militares, entre las que destaca La ira del Leviatán, de Jorge Tróccoli, confirman la carencia de las estructuras necesarias para la represión y la carencia de los mínimos conocimientos políticos para llevarla adelante. En esas condiciones cuesta creer que una organización como las FF.AA. se planteara una estrategia de toma del poder sin proveerse de las condiciones mínimas

La lucha frontal contra la subversión se inicia tras la muerte de los cuatro soldados de guardia en casa del general Gravina. Ni siquiera las acciones del 14 de abril sacaron a las FF.AA. de las labores de apoyo. El 18 de mayo es la fecha clave que marca el inicio del uso de la tortura generalizada, pese a que la intención del MLN y de sus “asesores” dentro del ejército, los coroneles Aguerre y Montañes, fuera la contraria.
Tal como se dice, fueron los cuadros intermedios –los capitanes- pero también quienes ocupaban escalones inferiores, quienes asumieron la conducción de la lucha antisediciosa, muchas veces yendo por delante de los jefes de las unidades en que revistaban. El Florida es el fiel ejemplo de lo que digo y la frase que cierra la transcripción era repetida a menudo por los oficiales.


…La independencia llegó a tal extremo que cada grupo no sólo recababa información y actuaba sino que daba cuenta solamente a sí mismo y fomentaba un estado deliberativo a través de constantes asambleas. 

…Uno de los tantos militares que fueron entrevistados para conocer, desde adentro lo que ocurría en 1972, en forma sencilla y clara, comentó, desde su ángulo legalista, cómo vivió este deliberativo período dentro de su arma: “Los operativos que se realizaban no estaban centralizados por el mando superior, los propios factores de la lucha requieren tener iniciativa, lo que conlleva a que las unidades en principio y los capitanes después, adquieran relativa autonomía. Si había una pista había que seguirla y actuar enseguida, interrogar a quien tenía un contacto previsto y había sido detenido porque de esta manera se agarraba a otro y así sucesivamente. Entonces, se establecen una serie de coordinaciones por abajo, colectivización de la información sin perjuicio de que el mando recibe los informes. Por ejemplo, de repente un ‘delicioso’ -como les decíamos entonces (al sedicioso)- detenido en Montevideo, tenía información que era utilizable rápidamente en Artigas, lo que obligaba a tener un sistema muy rápido de comunicación. En los interrogatorios comienza a salir a luz, información de los ilícitos socio-económicos que entró, sin mayor dificultad, en esta especie de circuito”. (Alto el fuego, 2013, páginas 229-230)

Efectivamente, los operativos no estaban centralizados por los mandos superiores… ni por nadie, le bastó decir. Cada capitán, porque ellos eran quienes “dirigían” –algún nombre hay que darle a su actividad- decidía por sí y ante sí, la importancia de las informaciones recabadas y las actuaciones posteriores. No tenían en cuenta que los detenidos, sometidos a tortura y para escapar de ella, las más de las veces, al menos en una primera instancia, proporcionaban información falsa o contradictoria con otras que a su vez habían motivado otros operativos. 
Este modus operandi se repetía unidad por unidad, lo que provocó el caos que se generó y que provocó desplazamientos inútiles, la repetición de los procedimientos aunque inicialmente hubieran tenido resultados negativos y enfrentamientos varios entre distintas unidades que coincidían en los mismos lugares, para explotar una información que ya se había demostrado inútil por otra unidad diferente. O que se librara orden de captura para alguien que llevaba meses detenido o que se buscara un túnel para una fuga de Punta Carretas en 1972 cuando ya había sido descubierto más de un año antes. Hay que tener en cuenta que tras el Abuso, decenas de militantes fugados fueron distribuidos en grupos del interior, por lo que al ser interrogados, la misma información que un detenido podía haber aportado en Montevideo o en otro departamento, podía ser aportada por otros en un departamento diferente, y así como un capitán interpretaba que la información en su poder podía tener valor en Artigas, otro interpretaba que lo podía ser en Rivera. Quien intentó poner fin a este caos fue Méndez, quien considerando los informes que sobre mí proporcionó Píriz Budes y la acusación por la que el MLN me condenó a muerte, creyó que yo podía poner orden en ese caos.

Pese a que varios participantes en mi proceso han calificado a las informaciones recogidas entonces por la magnificada OCOA –entre ellos la propia jueza Staricco- como “papelitos sin importancia”, algunos militares creían otra cosa, lo que me permitió, desorganización interna mediante, cumplir la parte del pacto que me correspondía.

Sin que sirva de precedente, quiero agradecer a Alberto Silva y Nelson Caula, que hayan dado veracidad a las palabras del anónimo capitán, ya que lo mismo he dicho yo acerca de mi colaboración y he sido negado.

…Juan Pablo Terra vivió muy de cerca esta experiencia sui generis dentro del Ejército, donde las bases fueron más poderosas que sus propias cúpulas: “En noviembre -dijo el arquitecto- ya el problema de los tupamaros había desaparecido. No existía más y entonces, las Fuerzas Armadas estaban hablando con un tono redentor. Yo recuerdo que un capitán del Ejército, en el período en que estaban haciendo las grandes torturas, en que estaban destruyendo el aparato tupamaro, allá por el mes de mayo o junio, vino a verme para darme una versión sobre los ocho comunistas fusilados en el Paso Molino. Más allá de ese episodio, la conversación derivó hacia otros temas y en ese momento él me dijo: “Mire, nosotros vamos a terminar de limpiar este país de la subversión y de la guerrilla, luego vamos a limpiarlo de la corrupción política y de la corrupción económica”.
Yo le comenté alguna cosa porque me llamó la atención semejante propósito y me dijo: “Si los generales nos acompañan, lo haremos con los generales y si no nos acompañan, sacaremos a los generales y lo haremos igual”. (Alto el fuego, 2013, página 230).

Pues Juan Pablo Terra se equivocaba. El MLN había sido barrido en su actividad militar meses antes, pero había cambiado su estrategia. En noviembre, estamos hablando de 1972, la amplia mayoría de los presos estaba dando los toques finales al trabajo iniciado por Fernández Huidobro, Mujica, Rosencof, Marenales y Wassen a principios de agosto para convencer a Sendic de que se entregara en El Florida, porque ellos habían conseguido “tupamarizar” a algunos oficiales, entre ellos al propio coronel Trabal. En este sentido es elocuente el testimonio de Martínez Platero ante Tagliaferro el 5 de noviembre de 2007, así como lo aportado por Haberkorn en Milicos y tupas, fundamentalmente en su última edición y en la entrevista telefónica concedida a CX 36 el 19 de mayo de 2011 y que puede verse mas abajo

“Hay una camarilla de capitalistas especuladores atrás del poder -como sucede ahora- en el mismo gobierno. Hay una desproporción permanente entre las penas que se aplican a los luchadores sociales presos y las de otros delitos, como las grandes estafas de los banqueros, por ejemplo”: Esta frase, bien podría pertenecer a cualquiera de los capitanes “independentistas” a los que ya hicimos referencia; sin embargo la misma corresponde a un tupamaro en declaraciones a la revista Al rojo vivo, allá por marzo del año 1969. (Alto el fuego, 2013, página 233)

Los autores del referente histórico llamado Alto el fuego ignoran que las palabras que se reproducen no pertenecen a ninguna entrevista, sino que forman parte del documento llamado 30 preguntas a un tupamaro, elaborado por Sendic en forma de autoentrevista. Fue una forma novedosa de dar a conocer el primer documento oficial. Hoy todavía lo ignoran.
Continúan Silva y Caula: Retomamos las palabras de Michelini cuando hizo pública la negociación de una tregua, entre tupamaros y militares, centrando la atención en un punto donde se llevó a la práctica, parte de lo conversado entre contendientes “sobre la corrupción administrativa en el país y la necesidad de enfrentarla coincidieron plenamente”. 
Tan es así que “en las reuniones previas a la negociación de la tregua -nos dijo el dirigente tupamaro Maneras Lluveras- se iban estableciendo algunos puntos de acuerdo en lo que tenía que ver con el combate en contra de la corrupción a nivel político y empresarial. Eso era uno de los puntos más manejados, la necesidad de combatir los ilícitos económicos. Ellos veían posible ponernos de acuerdo para luchar por algunas medidas de tipo social y económico, por ejemplo, una primera etapa de reforma agraria”. (Alto el fuego, 2013, página 233)

Tal como dice Manera, hubo un intercambio de opiniones entre los tupamaros presos y los mandos militares antes de la tregua de junio-julio de 1972 y entre los puntos considerados hubo algunos de tipo económico y social si se conseguía la rendición incondicional del MLN. En esos momentos, quienes ostentaban la dirección del MLN, consideraron que la tregua era un paréntesis que les permitiría reorganizar el aparato y creyendo jugar con cartas a favor, plantearon una contrapropuesta que desbarrancó las negociaciones: “Yo creí que venía aquí para la rendición incondicional”, dijo Gravina, antes de irse en la reunión del 8 de julio de 1972. Pero la semilla estaba plantada, tal como se reconoce a  continuación: "SURGE UNO DE LOS LIBROS SOBRE TUPAMAROS Y MILITARES DE LOS MÁS CUESTIONADOS"¿POR LO QUE REVELA O POR SUS FALSEDADES?
Entrevista telefónica a Leonardo Haberkorn, autor del libro  TUPAS Y MILICOS

...En todo este enmarañado e irrepetible proceso, un grupo cada día más numeroso de jóvenes oficiales comienzan a nuclearse, con distintos grados de compromiso, en torno a la figura del Coronel Ramón Trabal, que emerge como una referencia visible de lo que podría denominarse un peruanismo a la uruguaya. Este coronel, sumamente vinculado al general Gregorio Álvarez, obtiene vía libre .de parte de éste, para negociar con tupamaros y comenzar -lo que en su momento pensaron iba a ser- una profunda campaña contra los ilícitos

…De esta forma los generales Álvarez y Cristi y el coronel Trabal son tres puntos de referencia que emergen casi simultáneamente -en apariencia unidos- liderando el accionar de los nuevos vientos pero, sumamente atentos y cuidadosos a las constantes presiones a que eran sometidos por los capitanes autonomizados. 

…El alvarismo de Álvarez, la honradez de Cristi, la negativa de Trabal a ser “perro guardián del imperialismo y la burguesía” y “el sueño loco o el mundo de ilusiones infantiles y grotescas” de los cuadros intermedios del Ejército, mantenían un fino e intrincado equilibrio que tenía su punto de sustento en el rechazo a la corrupción. (Alto el fuego, 2013, página 233-234).

Y los sueños de pasar a la historia de Fernández Huidobro, quien a esas alturas era la cabeza visible de los presos dispersos en varias unidades, a los que se mantenía en permanente información y consulta. Iban a formar un gobierno de concertación nacional, como veremos cuando se considere el libro de Zabalza, La experiencia tupamara.

“El primer indicio que yo tuve de que las cosas no eran como aparecían en la superficie -nos dijo el líder nacionalista Wilson Ferreira Aldunate- fue un día que un amigo me dijo que vio pasar a Ettore Pierri en un automóvil, al lado de un oficial del Ejército, cuando yo sabía muy bien que Pierri estaba en la cárcel detenido por tupamaro”.(Alto el fuego, 2013, página 234)

¿Así que las cosas no eran como se veían en la superficie? Lástima que nos quedamos sin saber cómo eran en realidad, ya que nadie lo dice. Pero, parece que al amigo de Wilson Ferreira le llamó la atención que Pierri anduviera por ahí, “al lado de un oficial del ejército”. Demos por supuesto que el amigo de Wilson conociera a Pierri, pero de lo transcripto surge la necesidad de que también conociera al oficial del ejército. O que este fuera uniformado, cosa altamente improbable en aquellos momentos. Lo más probable es que Ferreira Aldunate supiera de las andanzas de Pierri por sus contactos con Huidobro.

Una de esas denuncias había sido refrendada en pleno Parlamento: un tupamaro que estaba preso había venido con un oficial del ejército al ambulatorio a pedirle a un legislador determinada información. ¿Quién autorizó a ese oficial a andar por la calle con gente que está sometida a la justicia y presa, a ir a pedir informes a alguien?”, manifestó eufórico un demasiado ingenuo legislador Vasconcellos. (Alto el fuego, 2013, página 234)

Lo primero que hay que decir es que quien había autorizado a ese oficial y a otros a hacer lo que quisiera con gente que estaba sometida a la justicia, fue el ingenuo senador Vasconcellos, quien junto a otros ingenuos le habían conferido a las FF.AA. carta blanca para acabar con el MLN. Lo de andar por la calle, en esos momentos, era lo de menos. Lo que seguramente inquietara a Vasconcellos y a los otros ingenuos, era el motivo de las visitas: recabar información para las comisiones de los ilícitos, lo que daba a entender que existía un acuerdo entre los presos y sus captores

“Cuando me detuvieron sabían que yo era periodista, que estaba escribiendo contra ‘la rosca’. Ese mismo día, después del tratamiento de rigor y los interrogatorios, me preguntaron si yo tenía información sobre lo que escribía: banqueros, Jorge Batlle, Peirano, los frigoríficos, las financieras... Les dije que sí, que tenía y tenía mucha. Me dijeron si podía conseguir más y les respondí que sí, que efectivamente podía conseguir mucha más Eso fue durante los primeros días de agosto y por ahí quedó el asunto”. (Alto el fuego, 2013, páginas 234-235)

Claro que sabían que era periodista. Quien lo señaló, Huidobro, se encargó de dejarlo claro, ya que la fecha de su detención coincide con el inicio de las conversaciones por los ilícitos, que son la base para la segunda tregua.

“…Al día siguiente de mi arresto estando yo en la barraca me vienen a buscar intempestivamente, dije para mí mismo: “Bueno... me van a mover de vuelta: Eran los capitanes Calcagno, González y Camacho y los tenientes Caubarrére y Armando Méndez; ahí vuelven a plantearme si tenía información sobre “La rosca” y les dije nuevamente que sí. (Alto el fuego, 2013, página 235)

La versión acerca del trato sufrido es falsa. Desde el mismo momento en que fue detenido, su condición de “periodista dispuesto a dar información”, es decir, colaborar en las comisiones de los ilícitos, era de sobra conocida. Estamos en agosto de 1972, cuando todavía los capitanes y el mismo Legnani, llevados por su entusiasmo, me informaban de todo lo que se conversaba entre bambalinas. Será cuando las detenciones empiecen a producirse que mis vaticinios de que “los viejos” acabarán con la comisiones y que los implicados en ellas serían sancionados, que “me retirarán la confianza” y el mismo Calcagno trasladó sus pertenencias a su oficina de la planta alta, para no verse obligado a contestar a mis preguntas. Continué recibiendo información a través de Gómez, quien día a día me mantuvo al tanto de los operativos y de las consecuencias, hasta que él mismo fue trasladado en comisión con el capitán sumariante Castro, quien siempre se mantuvo al margen de las actividades de sus compañeros de armas.Este capitán Castro, recientemente, fallecido, mantuvo en su poder copias de las declaraciones de todos los detenidos en el Florida, como garantía de su seguridad personal. Esa documentación fue destruida a su muerte, por parte de sus familiares.

…Me preguntaron si yo estaba dispuesto a dársela a las Fuerzas Armadas; yo les respondí que sí, que no tenía ningún problema en darles todo, pero pregunté para qué era, para qué la querían. Me respondieron que era para tomar medidas, porque ellos entendían que los fraudes, la especulación, “la joda” del gobierno con los fondos públicos eran una de las causas que provocaban la subversión y que para terminar con ella, había que terminar con los tupamaros y también con las causas que la engendraban: la corrupción, la inmoralidad de los políticos y la propia acción de los resortes del Estado y la economía nacional por parte de los empresarios. (Alto el fuego, 2013, página 235).

Si nos guiamos por las palabras de Pierri, él también formó parte de la legión de ingenuos. Pero no, él ya había sido informado por sus compañeros del sentido y del posible alcance de las comisiones: eran el inicio de una acción conjunta MLN-FF.AA. y que tenían como objetivo final la formación de un gobierno de concertación nacional. Ya lo dije yo, no con estas mismas palabras, ya que me referí a lo mismo como “el golpe bueno”. Quien le dio el nombre de “gobierno de concertación nacional” fue Pedro Montero, citado por Rodrigo Véscovi y por Haberkorn, pero en 2016, año de esta edición, Silva y Caula todavía no se han enterado.

…Yo les dije “no me digan que ustedes van a…”no me dejaron terminar, “los vamos a llevar presos a todos”, me dijeron. El comandante del cuartel, teniente coronel Legnani más tarde me repitió todo el mismo verso y agregó: “Estamos dispuestos a tomar esas medidas. Le pregunté ¿quiénes? ustedes hablan en plural, dígame quiénes: Me dice: “Yo y mis amigos. Muchos hombres de dentro y fuera del Ejército, honorables, con afán patriótico y empeño mi palabra de honor de que esto es así”. Me dejó frío. (Alto el fuego, 2013, página 235).

Y cuando se le pasó el frío se puso a trabajar. Recorrió cuarteles, supervisó a los grupos que se habían formado, visitó a colegas en sus lugares de trabajo, fue al Palacio Legislativo y todavía le sobró tiempo para hacer de enlace entre los presos y los restos del MLN, para intentar frenar la desbandada hacia Argentina. Era necesario que la gente respaldara el trabajo de tupamarización emprendido y de paso dejar aislado a Sendic en su loca aventura de seguir “en la lucha”

…Me trajeron a Marenales, yo lo conocía de cuando los dos habíamos militado en el Partido Socialista, hacía añares de eso. En presencia de los oficiales -que incluso se ofrecieron a dejarnos solos- le dije: “Mirá loco, acaban de plantearme esto... a lo que Marenales respondió: “Bueno, yo estoy de acuerdo, pero... ésta es la última vez. (Alto el fuego, 2013, página 236).

No se sabe si Marenales es la última vez que está de acuerdo con los militares o si es la última vez que está dispuesto a estar de acuerdo. Tratándose de Marenales, que siempre ha utilizado frases rotundas y que no dejaban margen a posibles interpretaciones, refleja que pasaba por momentos de dificultades. De dudas no, porque él siempre tuvo certezas y las dudas eran de flojos, de débiles de espíritu.

De una forma nada velada hubo consultas con el resto de los presos y todos estuvieron de acuerdo. Diez días después aproximadamente, el por entonces Teniente Méndez, vino a la barraca donde estábamos, habló con nosotros y dijo: “Bueno... empezamos. Vamos a juntar información y a tomar medidas contra los hijos de puta estos”. Eso significó habilitar una sala que se constituyó en el cuartel general de los trabajos conjuntos, entre los presos y los militares, para investigar ilícitos económicos. (Alto el fuego, 2013, página 236).

De consultas, nada. Ya estaba todo decidido. Las únicas consultas fueron para decidir qué presos debían ser trasladado de una unidad a otra, para que las comisiones tuvieran una integración lo más homogénea posible. Las comisiones se formaron desde arriba, sin tener en cuenta las posibles disidencias de los designados. Hay que tener en cuenta que la integración en las comisiones traía aparejadas una serie de beneficios: libre circulación entre los distintos grupos, mejoras en el acceso al mate y cigarrillos, posibilidades de conectar con las familias… aunque la más importante y fundamental seguía siendo el cambio de relación con los hasta pocos días antes considerados enemigos irreconciliables.

Previo a todo esto, a la constitución del equipo y de los subequipos y de echar a andar, hubo una reunión con el capitán Camacho, el torturador más prototípico del momento y el capitán Armando Méndez en la que participamos Vergara, Lucía Topolansky y yo, donde planteamos fundamentalmente el cese inmediato de torturas, si no, no había trabajo. Y cesaron las torturas en el Florida y tuvimos datos fidedignos que también se pararon en muchos otros cuarteles. (Alto el fuego, 2013, página 236)

Como puede leerse, ya los presos habían alcanzado cierta consideración frente a los militares, hasta el punto de imponer sus propias condiciones al capitán Camacho, al que Pierri califica de “torturador más prototípico”, y que desde esos momentos pasará a ser considerado “casi” un compañero. No entro a valorar las razones por las cuales los presos entraron a formar parte de las comisiones de los ilícitos. Ya hice una reseña de ellas y cada uno, puesto en aquellas circunstancias, sabe a qué razón particular se agarró, como el náufrago a la deriva que se agarra a cualquier cosa con tal de mantenerse a flote. Solo me interesa destacar que el nombre de Amodio no aparece por ningún lado, y que en las declaraciones de los llamados a declarar en agosto y setiembre de 2015 por mi procesamiento, se destaca mi NO participación. Debe quedar claro, entonces, que quienes intentaron “tupamarizar” a un sector de la oficialidad creyendo que podrían torcer el rumbo de la historia y convertir la debacle en una victoria política fueron otros, los que iban a formar el gobierno de concertación nacional a espaldas de las normas institucionales. Todavía se sigue insistiendo en que fui yo quien lo hizo, en una supuesta alianza con los mismos militares que iban a “acabar con la joda”

Satisfecha esta demanda, manifestamos que necesitábamos gente experta en distintas áreas y nos dieron la lista de detenidos, cosa que obviamente nunca nadie había visto en su vida y de ahí elegimos gente: éste que es bancario, éste que es economista, éste que sabe mucho sobre la industria de la carne. No todos, sólo a algunos los trajeron al Florida. (Alto el fuego, 2013, página 236)

De esta forma, algunos detenidos dejarán de ser considerados simples colaboradores para pasar a integrar el sector de los “importantes”. Si quienes dirigen las operaciones te eligen para ocupar un puesto junto a ellos, significa que te consideran un igual. Tan seguros estaban que sus planes irían adelante, que no tuvieron en cuenta que de esta manera tan normal, se estaba señalando y adjudicando responsabilidades. Algunos de estos simples colaboradores se han extrañado por las largas penas sufridas y a todos les he dicho lo mismo: “andá a averiguar quién te promovió a figura”. Dos casos paradigmáticos de la “promoción interna” fueron la condición de rehenes de Zabalza y Mujica, que a fuerza de ser mencionados y consultados, acabarán teniendo una importancia que nada tuvo que ver con la realidad

El trabajo consistía en traer información, obtenerla, estudiarla, extraer de ahí nombres de presuntos implicados en fraudes o en ilícitos y a partir de eso instrumentar operativos cuyo objetivo era agarrarlos presos. Ahí estaban todos, piensen en los nombres de los políticos y empresarios de la época y puedo asegurar que estaban todos, obviamente Jorge Batlle, Peirano, Manini, los dueños de los frigoríficos, todos. 

…En general, el material que se aportó al cuartel no tenía nada que ver con los viejos operativos tupamaros, era más bien material nuevo, incluso había sucedido una cosa bastante extraña, había mucho material que los tupamaros habían incautado y que se había publicado, pero a esa altura había desaparecido, no lo tenía nadie. Se fueron instrumentando varios operativos, el primero fue “el operativo Fogata”. Así se llamó y fue el único que se ejecutó. Nosotros no participamos, trabajábamos dentro del cuartel preparando el material, las pruebas y ellos salían a detener gente. 

…A esta altura, ya no era sólo el Florida el que estaba en el asunto, porque venían oficiales de alta y mediana graduación de -prácticamente- la mayoría de los cuarteles y de las regiones militares a participar del mismo. La experiencia del Florida se estaba repitiendo, sobresalía Punta Rieles, La Paloma, uno de los Regimientos de Caballería y además, aunque no en todos los cuarteles se hicieron grupos de estudio, o de trabajo, de todas formas la oficialidad participaba, porque venían a las reuniones, generales e incluso gente de la Marina y la Aviación.

…Yo estuve teóricamente preso hasta el 25 de agosto, ese día Calcagno me dijo: “Bueno, te vas eh, quedás en libertad” A mí me pareció fenómeno. “Te vas, pero venís. Nosotros queremos seguir con esto y la única persona que puede conseguir información sos vos. Vos estás en libertad, pero necesitamos que sigas viniendo al cuartel a pasarnos información”. Tuve que volver a consultar a los presos y obtuve un nuevo acuerdo a que lo hiciera. Yo ya no estaba en el cuartel, pero iba todos los días trayendo información, participaba en las reuniones de trabajo que se hacían en equipo y me iba. (Alto el fuego, 2013, páginas 236-237)

La transcripción de los párrafos anteriores confirma el grado de penetración que la “tupamarización” había alcanzado. La impunidad con que los militares se habían movido para destruir al MLN les hizo creer que podrían hacerlo también con los políticos o sus hombres de paja en los negociados en que supuestamente tomaban parte. Dicha creencia se contagió a los presos, quienes pasaron a ser, de un mes a otro, de simples escorias a defensores de las esencias patrias, y en muchos casos empleando las mismas o similares torturas que sus ocasionales aliados les habían hecho padecer. El “te vas pero venís” que Pierri pone en boca de Calcagno es solo un síntoma. Decir que tuvo que pedir autorización a los presos es una tomadura de pelo. Su libertad fue un pacto. Ya estaba prevista para esa misma noche del 25 de agosto la entrada de Raúl Sendic, al que estaban seguros de convencer para “parar la guerra”, y nadie mejor en aquellos momentos que alguien que conociera las cosas por dentro, como era Pierri. En mi carta a Fasano puede leerse con claridad la advertencia que le hacía sobre Pierri.

…En una de mis salidas, obtuve la documentación del Banco Francés-Italiano, que se había perdido, yo había escrito sobre este tema y tenía informantes, funcionarios de los bancos, gente a nivel parlamentario y ahí se fue consiguiendo mucha información, incluso material tal, que los mismos tupas jamás hubieran conseguido ni soñaron tener algún día. Los militares aportaron algo, pero muy poco, no tenían nada. Se fue creando un fabuloso archivo, era un estante que ocupaba una pared de unos nueve metros cuadrados. 
Una de las pocas cosas que aportaron los militares fue el texto íntegro del expediente de la infidencia. Éste era uno de los materiales más codiciados de todos los que estaban ahí. Todo ese archivo desapareció cuando se terminó todo esto, no sé quién se lo habrá llevado. Muchos dicen que Trabal, pero no lo creo, eso obviamente se quemó, porque ya estaría todo copiado. (Alto el fuego, 2013, páginas 237-238)

Con el testimonio de Pierri tenemos la posibilidad de calibrar el alcance de los contactos que se realizaban en esos momentos. Pierri nos cuenta los que realizaba él, para una unidad militar, El Florida. Desmiente a quienes han pretendido hacer creer que los servicios militares estaban en poder de información: “los militares aportaron algo, pero muy poco, no tenían nada”. Confirma, entonces, mis afirmaciones. El fabuloso archivo no se quemó. Se retiró del Florida la tarde en que estalló el caso Fasano y durante algunos días permaneció en casa de Calcagno, hasta que Cristi le ordenó a Legnani la entrega de la documentación acumulada, que fue a parar a la sede de la Región. En realidad, el caso Fasano lo que vino a abortar fue el funcionamiento de las comisiones de los ilícitos, y de rebote, postergar el montaje del golpe bueno. A la luz de esta conclusión toman sentido las palabras de Trabal “esto -el manuscrito- vino a aparecer en el peor momento”

…La Comisión de Represión de Ilícitos Económicos, la CRIE, a cuyo frente estaba el general Decillis, no tenía nada que ver con todo esto. La impresión que existía en la oficialidad en el Florida, es que esa comisión estaba para no hacer nada, solamente hacer creer que habían investigaciones sobre ilícitos cuando en realidad no las había. Lo que hacíamos nosotros iba en serio. Es importante destacar la atención que los oficiales prestaban a todo esto.
Había un pizarrón y gráficamente se le iba demostrando ciertas cosas a la oficialidad. Recuerdo que en una oportunidad, les dijimos: “Este es el Banco de Comercio, y en su órbita giran tales y tales empresas”. Lo dibujamos con unos redondelitos y unas rayitas, y resulta, que el presidente del directorio de la Empresa tal, es el primer miembro accionista del banco. Era para demostrar ese enjambre que gira alrededor de los bancos. Intentábamos hacerles entender ciertas cosas y tenerlas claras nosotros mismos para saber rápidamente a quién pertenecía cierta empresa, en qué órbita giraba, o qué vinculación tenía con otros grupos. Era un poco la estructura empresarial y sus ramificaciones. Tanto a nivel empresarial como a nivel familiar, porque resulta que parte de algunos de esos conglomerados pertenecen al cuñado o al sobrino, a la esposa o al hijo del que estaba arriba de todo.
A decir verdad los oficiales no se asustaron para nada de este panorama, muy por el contrario les clarificó mucho el asunto, les resultaba impactante todo esto. Ellos veían que quienes tenían el país para sí, estaban en los principales bancos, y a su vez en los puestos de gobierno. Un ministro -por ejemplo- era dueño de la mayoría de los bancos, y no cualquier ministro, sino de repente, el que en ese momento estaba en Hacienda, o el ministro de Relaciones Exteriores, estaba vinculado a ciertas empresas extranjeras.

…En todo este período muchos presos salían del Florida y de otros cuarteles; lo mismo ocurría con los oficiales; otros venían por un tiempo y luego regresaban al cuartel en que estaban. Entre todas esas idas y venidas, había intercambio de información y de documentación, incluso algunos presos salían acompañados por oficiales y otros sin acompañamiento ninguno con los mismos fines.
A fines de setiembre muere todo, se puede decir que todo dura lo que un lirio. En definitiva, el momento fuerte fue entre el 25 de agosto y el 20 de setiembre”. (Alto el fuego, 2013, páginas 238-239)

…Si bien el Florida aparece como el cuartel general de este trabajo conjunto entre tupamaros y militares, el mismo, -como da cuenta el testimonio anterior- se extendió por varios centros castrenses: “en el Quinto de Artillería -nos señaló Maneras Lluveras- donde yo estuve, se formó un grupo de trabajo, pero no llegamos a elaborar prácticamente nada”

En el cuartel de La Paloma, en el Cerro, los detenidos conformaron diversos grupos de trabajo y elaboraron una serie de documentos para el análisis de la realidad económica del país y a su vez del control de ilícitos.
…Se llegó a tal punto que se le preguntó a estos detenidos si ellos estarían dispuestos a “defender armados la unidad”, ante un posible ataque de otra unidad militar. (Alto el fuego, 2013, página 239)

El intento de tupamarización de un sector de las FF.AA. y su secuela, las comisiones de los ilícitos, son el germen del “golpe bueno” a “la peruana” que iba a producirse cuando Bordaberry renunciara a la presidencia en febrero de 1973. No es este el momento de profundizar en esos aspectos. Solo los menciono, en estos momentos, para que se vea con total claridad quiénes estuvieron conspirando en unidades militares contra el orden institucional. Por más que he buscado, mi nombre no aparece por ningún lado.


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