20.FEB.19 | Posta Porteña 1995

Para su conocimiento...

Por Sergio Hebert Canero Dávila

 

Finalizada la primera reunión del Grupo Internacional de Contacto creado por el Consejo de la Unión Europea en procura de contribuir a superar la grave crisis por la que atraviesa la República Bolivariana de Venezuela ?situación que amenaza con desencadenar una conflagración de alcance planetario?, las conclusiones que se dieron a conocer decepcionaron a muchos de los que habían centrado sus expectativas en ella.

Como recordará, el cometido asignado a quienes integran ese Organismo -según los Términos de Referencia establecidos para orientar su accionar- es ?en esencia- generar condiciones que permitan a los venezolanos decidir su futuro pacíficamente cuanto antes.

Y reconforta saber que no existen desavenencias en cuanto a esto; más allá de cualquier desacuerdo inicial entre sus miembros y de la no incorporación de algunos Estados que pretendían conformarlo, el propósito invocado para constituirlo es compartido -al menos en lo formal y declarativo? por toda la gente criteriosa del mundo.

Algo fácilmente comprensible porque se trata-en efecto- de una óptima idea.

¿Qué iniciativa mejor y más noble alguien podría concebir...? ¿Quién ?sensatamente- rechazaría o siquiera cuestionaría semejante designio...? ¡Absolutamente nadie...!

Pero a efectos de lograr el objetivo proclamado se apela sin excepciones -bien sea presentando tal instancia como una exigencia preliminar indispensable o como un requisito fáctico ulterior del que únicamente deberán ocuparse los propios interesados cuando lo juzguen pertinente? a celebrar en aquel país elecciones“libres, transparentes y creíbles".

Un gravísimo error, sin duda.

¿Cuándo ?y en qué circunstancia? esta fórmula pretendidamente democrática posibilitó resolver de modo categórico y concluyente ?sin que haya sido por el mero sometimiento resignado y claudicante de una parte de la población a las aspiraciones del sector más numeroso- algún conflicto de índole similar...?

¿Acaso está sirviéndole hoy a España -o le será útil en el futuro inmediato- para sobreponerse al cisma que propugnan los independentistas catalanes...?

¿Le ha permitido al Reino Unido ajustar apropiadamente sus vínculos con las restantes naciones del viejo continente...?

¿Qué impide a Francia convocar a una consulta popular urgente para dejar atrás las revueltas que atentan contra su estabilidad institucional...?

¿Ha sido útil este recurso para que los colombianos extirparan finalmente de su territorio la corrupción, el azote de la guerrilla o el flagelo del narcotráfico...?

¿Por qué los rusos no emplean esta metodología ?si es tan recomendable por su conveniencia y por su eficacia- para relacionarse adecuadamente con los ucranianos...?

¿Qué aguardan los gobernantes chinos para entenderse con los habitantes del Tíbet aplicándola...?

¿Cuál es la razón para que todavía no haya paz en Haití...?

¿Cómo es posible que por su intermedio los turcos no lleguen a un avenimiento definitivo con sus compatriotas kurdos...?

Tantas evidencias deberían ser tenidas en cuenta para evitar otro fiasco mayúsculo y trágico, inducido y acicateado en esta oportunidad por un delirio político universal.

Más aún siendo que paradójicamente ?para mayor abundamiento? en el colmo del ominoso desvarío que viene padeciendo el ser humano la máxima potencia mundial realiza gestiones para declarar ilegítima la investidura de Nicolás Maduro como Primer Mandatario aduciendo que la misma fue producto de un proceso electoral espurio, justamente cuando el que ha encaramado a Donald Trump a la Presidencia está siendo sometido a exhaustivas investigaciones por numerosas irregularidades, por ilicitudes varias y hasta por una indebida injerencia extranjera...

Entonces; ¿cómo -existiendo estos y otros incontables elementos de juicio que ponen de manifiesto una sola, obvia e incontrastable realidad? alguien cuerdo estaría en condiciones de sostener honestamente ?invocando antecedentes fidedignos y argumentos racionales? que los venezolanos podrán escapar a su calvario por el sencillo expediente de convocar a elecciones...?

Y si verdaderamente llevarlas a cabo fuera la solución correcta...:¿de qué manera sus promotores acreditarán que al implementarlas no se incurra en imperfecciones, errores, defectos o descuidos por los que luego el dictamen alcanzado pudiera presentarse como falso, impugnable o incierto, exorbitando el desasosiego y la desesperanza general...?

¿Cómo probarían ?aún de haberse respetado a cabalidad las pautas operacionales previstas? que su resultado ?puesto en tela de juicio por alguna circunstancia? no habría sido fraguado artificiosamente mediante sibilinas manipulaciones en la confección del Padrón Cívico, en la elaboración del Plan Circuital, en la emisión de sufragios, en el escrutinio de los mismos, en su envío al Centro de Cómputos, en su compilación o en la validación final del veredicto alcanzado...?

¿Estarán los responsables de planificarlas, organizarlas y supervisarlas en condiciones de impedir que desaparezcan votos o que se contabilicen otros inexistentes como suele acontecer...?

¿Tendrán capacidad para detectar, neutralizar y conjurar manejos fraudulentos que notoriamente cualquier experto en Tecnologías de la Información y de la Comunicación está facultado para consumar, sin que sea notada su intervención por legos en la materia e inclusive por sus colegas menos doctos...?

¿Acaso las autoridades públicas de algún país, los académicos versados en politología o en ciencias afines, los directivos de Human Rights Watch, los jerarcas de la ONU, de la OEA, de la CARICOM o de cualquier otra entidad con vocación filantrópica, humanista, redentora y socializante ?pero sobre todo los expertos que  la Unión Europea y Uruguay se han propuesto enviar a Venezuela integrando una Misión Técnica para ocuparse del tema? saben qué pautas deben cumplirse para evitar a ultranza las estafas electorales o ?más exactamente- para garantizar a los pueblos la cabal expresión de su voluntad colectiva...?

De ser así,¿por qué no las explicitan, las divulgan y las proclaman como normas de cumplimiento indispensable para las naciones que pretendan ser identificadas por las restantes como genuinamente democráticas...?

Tal mecanismo posibilitaría designar en ellas mandatarios y legisladores a través de procedimientos expeditivos e inobjetables, pero también pondría en evidencia los regímenes despóticos y absolutistas permitiendo privarlos de apoyo político, jurídico, económico y operativo internacional, debilitándolos o tornándolos inviables y propiciando en cualquier caso la manumisión espontánea de los pueblos respetando escrupulosamente sus respectivas independencias y autonomías.

Con ello se haría un aporte invalorable ?aunque sólo preliminar? a la convivencia pacífica y constructiva entre nosotros.

Empero, lo cierto es que no lo saben.

Y en su ignorancia temeraria, precipitarán al pueblo venezolano ?como a todos aquellos a los que asesoran, instruyen y pretenden orientar desde un voluntarismo torpe, arrogante y prepotente- a un tenebroso abismo.

Sergio Hebert Canero Dávila

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