20.FEB.19 | Posta Porteña 1995

Venezuela y Política Marxista

Por ASTARITA

 

A partir de las recientes notas sobre Venezuela, lectores del blog preguntaron si existe alguna política a partir de la cual el marxismo pueda ganar, más o menos rápidamente, el liderazgo de los trabajadores y las masas populares

Rolando Astarita - 20/02/19

Pienso que el punto de partida para elaborar una política socialista es el análisis de la situación en que se encuentran las clases sociales, y la economía. En este respecto, lo principal es el derrumbe económico y social venezolano. De acuerdo a la CEPAL, a fines de 2018 el producto bruto fue un 44% menor que en 2013. Esto es, hubo un gigantesco retroceso de las fuerzas productivas, y en particular, de la fuerza productiva humana. Lo cual significa que una parte considerable de la clase obrera está socialmente disgregada. Un caso representativo es lo ocurrido en PDVSA, la principal empresa del país. Junto al desplome de su producción -produce aproximadamente un tercio de barriles con respecto a 1998- decenas de miles de trabajadores dejaron la empresa (o fueron echados) y emigraron a otros países. Y si hay disgregación social, no hay manera de tener fuerza política. Este es el factor material que subyace a la nula presencia de la clase trabajadora, en cuanto clase, en la presente crisis.

Es que cuando la depresión diezma socialmente las filas de los trabajadores, tienden a empeorar las condiciones para que haya una respuesta de la clase obrera. Y esto puede agravarse infinitamente cuando incluso la supervivencia diaria se ha transformado en un calvario, y millones eligen el camino del exilio para escapar del desastre. Toda la experiencia histórica nos indica que el empeoramiento extremo de las condiciones de vida no genera por sí mismo la fuerza revolucionaria que pueda superar al capitalismo (o al capitalismo de Estado, o al régimen burocrático militar existente, etcétera).

A lo anterior, agreguemos que una porción importante de la clase obrera venezolana está controlada por el Estado. Millones de estatales están amenazados por el despido por razones políticas. Y otros muchos (unos 15 millones, según cifras oficiales) están maniatados por el “carnet de la Patria”, una suerte de cartilla de racionamiento manejada por los organismos estatales.

Sin embargo, las dificultades no terminan aquí. Es que entre las masas populares, existe un extendido descrédito del ideario y del programa socialista. En el sentir del común de las personas, lo que fracasó es el sistema socialista. Expresado de la manera más llana posible, a las masas le prometieron el “socialismo siglo XXI” y las condujeron al desastre. De manera que a la caída de los “socialismos reales”, ocurrida en los 1990, se añade esta nueva y gigantesca frustración “siglo XXI”

Por eso hoy millones de venezolanos no consideran viable otra alternativa al madurismo que la ofrecida por la oposición burguesa: volver a un régimen capitalista al estilo del que existe en cualquiera de los países latinoamericanos que están recibiendo a los emigrados. Hoy no hay indicios de que la crisis haya llevado al surgimiento de alguna corriente de izquierda y revolucionaria con alguna influencia de masas. Una situación que inevitablemente afecta a la clase trabajadora de conjunto.

Pero además, ese rechazo al socialismo se refuerza por el hecho de que la izquierda, en su inmensa mayoría, descalifica a las protestas por “pro-imperialistas”, y apoya la represión (o hace silencio frente a ella). En este cuadro, y como aporte a la confusión general, sectores de la izquierda nacionalista convocan a “retomar las banderas y el legado de Chávez”, como si ese legado no fuera el régimen imperante.

Hay que decir la verdad: no habrá triunfos socialistas espontáneos

Dado este panorama, no veo que sea posible el triunfo de alguna alternativa socialista en algún futuro más o menos cercano. No se pueden inventar soluciones si no existe una base social y política para ellas. La suerte del socialismo está indisolublemente ligada a la clase obrera. Entendiendo por clase obrera al conjunto de los asalariados explotados por el capital y su Estado (un asalariado bancario o petrolero que confía en la oposición burguesa es parte de la clase obrera; como lo es un trabajador estatal o un desocupado que confía en Maduro).

Algunos marxistas piensan que pueden surgir consejos de trabajadores (digamos, los soviets de la Revolución rusa), más o menos espontáneamente, y el proceso desenvolverse hasta la toma del poder por las masas armadas. Pero se trata de una ilusión espontaneísta, que puede alimentar aventurerismo ultraizquierdista. Una revolución de carácter socialista -o sea, dirigida por la clase obrera organizada y en armas- no se improvisa de la noche a la mañana. Tampoco se va a superar el descreimiento masivo en el socialismo agitando algunas “hábiles consignas”. El socialismo no se reconstruirá política e ideológicamente con algún golpe de efecto milagroso. Hoy en Venezuela la ideología burguesa –sea estatista burguesa o liberal burguesa- prevalece absolutamente sobre cualquier idea de corte socialista.

Por lo tanto, para los marxistas el eje de su actividad pasa a ser de crítica, con el objetivo del rearme político e ideológico de la izquierda y los sectores más activos (lo que se llama la vanguardia). Algo parecido a lo que decía Trotsky en una coyuntura que también era de derrota y desorientación: “… la vanguardia proletaria tendrá que reorientarse; es decir, tendrá que comprender lo que ha ocurrido, determinar la responsabilidad de la gran derrota histórica, trazar el nuevo camino y así reconquistar la confianza en sí misma” (“La tragedia del proletariado alemán”, en La lucha contra el fascismo en Alemania, Fontamara, p. 285).

En este respecto, en una entrada anterior, de marzo de 2017 (aquí), también sostuve que la actividad de crítica era la tarea principal, y agregué:

“Algunos dicen que eso es “mera propaganda”. Sin embargo, hoy, en Venezuela, y para usar una expresión de Lenin, “es la labor práctica revolucionaria del más alto grado”. Es necesario explicar pacientemente el carácter de clase de las fuerzas burguesas hegemónicas y del Estado venezolano. Explicar, por ejemplo, que un militar-burócrata chavista, que se ha llenado los bolsillos con el saqueo de las arcas públicas (o que miró para otro lado mientras sus camaradas lo hacían) no es un “compañero confundido”, sino un enemigo de cualquier forma de acción independiente de los explotados. (…) Y que los cantos de sirena de la oposición burguesa no son alternativa válida para la clase obrera. Todo esto exige educar, instruir, criticar, para dar lugar a la organización”.

Avanzar hacia la independencia de clase, empezando por la vanguardia, por la militancia de izquierda y el activismo es romper, ideológica y políticamente, tanto con el chavismo (en todas sus expresiones) como con la oposición burguesa o pequeño burguesa (en cualquiera de sus expresiones). Es una tarea absolutamente necesaria.


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