07.MAR.19 | Posta Porteña 1999

Clara Aldrighi, La Izquierda Armada / comenta Amodio (IV)

Por AMODIO

 

La izquierda armada. Ideología, ética e identidad en el MLN-Tupamaros Ediciones Trilce 2001

 

Sobre esta obra, “osada, rigurosa y de sesgo testimonial, constituye, entonces, un insoslayable aporte a la interpretación de nuestra historia reciente y hasta de nuestro presente” así la presentaron en su momento; Héctor Amodio Pérez  hace un cometario (cuarta entrega)

Para muchos entrevistados la militancia en el MLN representa el momento culminante de sus vidas, la superación de los intereses personales, la disposición al sacrificio y a la muerte en una experiencia colectiva guiada por ideales universales. 
Un texto de Carlos Liscano, “Perdonen por creerlo”, delinea el fuerte impulso ético y político que les animó a la lucha: “Antes de los treinta, en el poder o muertos. / Éramos jóvenes, éramos muchos, y habíamos entrado en la vida solamente para cambiar el mundo. / / La vida pasó, y nada fue como decíamos. Fue la cárcel, fue la tortura, fueron los miles de muertos. / / Aún así; cuando nos encontramos, el recuerdo de la ilusión de muchachos llena todavía el corazón, que se animó un día a creer tanto’; / Entonces siento que si hubo otro modo posible para mí no lo quisiera. / / Porque, y perdonen por creerlo, le debo a aquella ilusión la alegría de haber conocido a algunos de los mejores”. Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 134.

No voy a cuestionar lo dicho por Lizcano. Todo lo contrario, ya que yo también le “debo a aquella ilusión la alegría de haber conocido a algunos de los mejores”. Aunque también debo agregar a algunos de los peores. Traigo el texto a colación porque Lizcano reivindica muchos de los sentimientos que nos animaron a emprender lo que creímos nuestro deber histórico. Sus palabras expresan una revaloración de aquellos sentimientos y los revaloriza aun más. 
Es una suerte que tiene Lizcano, quizás porque sus separación del MLN lo ha eximido de aparecer públicamente negando esos sentimientos y los valores que reivindican. Todo lo contrario de lo que se me exige a mí, al que constantemente se me exige una autocrítica cuando lo que estoy tratando es de demostrar la falsedad de la historia oficial.

Comienza hoy la publicación de una serie de entrevistas que Aldrighi incluyó en su libro La izquierda armada. En la primera edición y en las siguientes reediciones, hasta 2016, se publicaron solamente tres: a Marenales, Zabalza y a Jessie Macchi. No se publicaron completas, lo que sí se hizo en la edición de 2016, junto con cinco entrevistas que no aparecieron en las ediciones anteriores.

Entrevista a Julio Marenales

-Cuando se realizó la ofensiva contra el Escuadrón de la muerte ¿no se cayó justamente en esa polarización que se quería evitar? 
Nos equivocamos en eso. Pero ocurría que torturaban y mataban a un nivel muy grande. No hay que olvidar a Ramos Filippini a Castagnetto y tantos otros compañeros. Por otra parte teníamos la información sobre cómo estaban trabajando los servicios de Inteligencia, gracias a un cubano infiltrado en la CIA, Hevia Cosculluela, quien nos dio la información sobre Mitrione y sobre Bardesio. ¿Quién hubiera sospechado de Bardesio, que era aparentemente un simple fotógrafo? Pero además no pensábamos en una ofensiva. Las acciones contra el Escuadrón eran de autodefensa. Nada de creer que se iba a tomar el poder. Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 230.

Varios extupamaros y algunos de sus panegiristas han pretendido hacer creer que en las acciones contra el llamado escuadrón el MLN cayó en una trampa tendida por los servicios de inteligencia de las FF.AA. Marenales confirma que no fue así, sino que se inscribieron dentro de lo que entonces se llamaba Justicia Revolucionaria. Sin embargo, las considera un error. ¿Porque estaba en contra de la Justicia revolucionaria? No, es porque aunque fueron un error, pretende salvaguardar la responsabilidad de quienes las decidieron, que en 1972 eran sus aliados en la dirección del MLN. Y de paso, la suya propia.

-¿Esas acciones se realizaron con el objetivo de detener la tortura?

Claro, eran defensivas, totalmente defensivas. Veíamos que la correlación de fuerzas era completamente desfavorable. Las hicimos para sobrevivir, nada más. El ataque al Escuadrón de la muerte en gran parte tenía como objetivo aflojar la presión de la represión sobre los compañeros del interior. Allí estaban torturando, incluso el Ejército. Queríamos crear un foco que los obligara a traer más contingentes para Montevideo. No sólo fue para atacar al Escuadrón, que golpeaba acá, sino para crear algo así como un segundo frente. Lo creamos y nos liquidó. Hubo un error de valoración en cuanto a la reacción que iba a tener el aparato represivo. 
Además la organización no estaba preparada para eso. Cuando empezó el enfrentamiento con el Ejército, en el Estado mayor que formamos dije que no era lo mismo que enfrentar a la Policía. El Ejército está preparado para matar y entrenado para pelear, mientras la Policía no. Ningún compañero opinó nada, salvo uno, Schroeder, quien me dijo que debíamos hablar sobre el tema. Lo mataron el 14 de abril. Fue el único que entendió. Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 230.

Aquí queda en evidencia lo rebuscado del argumento: detener las torturas de las FF.AA. en el interior. Marenales pretende así “oficializar” a los grupos llamados genéricamente “escuadrones de la muerte” aunque en sus acciones estos se identificaran como “comandos caza tupamaros”. Por otro lado, si las acciones pretendían ser defensivas, la forma en que se realizaron mostró lo contrario. Tuvieron todo el envoltorio para que pareciera una ofensiva porque en el fondo lo eran. No en balde se inscribieron dentro del plan del 72, que como se sabe por boca de sus defensores, tuvo como finalidad elevar el nivel de los enfrentamientos. Decir que lo que se pretendía era aflojar la represión sobre los compañeros en el interior, es otra falsedad. Precisamente Sendic, el líder de las columnas del interior, en un acto de rebeldía ante el Comité Ejecutivo que no le aprobaba sus deseos de desarrollar el Segundo frente en el interior para aflojar la represión sobre Montevideo, había declarado la guerra a los ricos en el mes de enero anterior. Claro que la organización no estaba preparada para eso -el enfrentamiento directo- pero una vez comprobado que el resultado conseguido era contrario a los objetivos perseguidos, ya en el mismo mes de abril se debió rectificar y recular, para salvaguardar lo que todavía quedaba, que era mucho, aunque raleado y desperdigado por la reciente reorganización, decidida por los estrategas que creían que la efectividad era sinónimo de complejidad y se lanzaron a modificar las estructuras internas y apropiarse de los militantes que otros habíamos formado. En los días que siguieron al 14 de abril, tras la muerte de Candán, Marenales pasó a integrar el Ejecutivo. Realizó consultas y reuniones en las que participé. En ellas Marenales se mostró de acuerdo en que había que buscar replegarse, seguramente porque encontró en el vocablo reminiscencias de estratega. Nada que ver con recular, aunque los efectos fueran los mismos. Claro que en el MLN se carecía de formación militar. Pero la escasa con que se contaba era suficiente para desarrollar las acciones de propaganda armada que guiaron su accionar, hasta que desaprensivamente se decidieron acciones que la desbordaban. Dice “cuando empezó el enfrentamiento con el Ejército”, como si hubiese sido por casualidad o por accidente y no una decisión estúpida decidida por quienes se creyeron su propio mito, y a los que Marenales respaldó en todo momento

-¿Cómo modificó la militancia en la organización la relación hombre- mujer respecto de los modelos tradicionales de la sociedad uruguaya de la época?

La compañera de Amodio era responsable de la columna 10. Había mujeres en otros grupos, pero no en la dirección, donde éramos cuatro hombres. Los enlaces los hacían mujeres. Cuando se organizan las columnas, comienzan a aparecer mujeres en las responsabilidades, comandos, etcétera. En la columna 7 trabajé con varias mujeres, con una de ellas estábamos preparando el servicio de Información. Había igualdad entre hombres y mujeres. El problema era sólo de capacidad, si la compañera estaba capacitada asumía responsabilidades. Por ejemplo, en el cantón que llamábamos “Marquetalia”, cuando tuvimos una evacuación -porque se produjo una especie de cerco- una de las personas que tuvo la cabeza más fría fue la Parda Topolansky. La vi más tranquila que todos los demás. Como responsable del cantón, resolví entonces que cuando yo no estuviera, fuera ella la responsable. Nunca me lo dijeron, pero calculo que a algunos hombres les pudo caer pesado. Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, págs. 230-231

Dicho así parece todo muy simpático y armonioso, pero es mentira. Y la autora del reportaje, de haber sido tupamara además de “historiadora”, debería saberlo y echárselo en cara. Pero no, lo acepta y lo da por bueno, porque forma parte del grupo de papanatas que reciben las palabras de todos los que tocan poder como si fueran la verdad revelada. El papel de la mujer hasta finales de octubre de 1968 fue la de la eterna segundona. El Uruguay era un país machista y el MLN era fruto de esa concepción, que les exigía a las compañeras la demostración de cualidades que a los hombres se nos daban por supuestas. Será precisamente en octubre del 68 que la situación de las mujeres comenzará a cambiar, debido a los planteos que encabezó Alicia Rey y que solo recibieron el apoyo de Violeta Setelich por parte de las compañeras presentes en el llamado Simposio de octubre. El apoyo de Violeta, sin embargo, estuvo mediatizado por su relación con Raúl Sendic, porque Violeta en esos momentos se guió más por el corazón que por su cabeza.
Será en esa misma reunión, el llamado Simposio de octubre, que se decidirá la formación de las dos columnas iníciales, más como una forma de transacción que por convencimiento. Recordar que en esa reunión se discutió no solo el papel de las mujeres, sino la renuncia de Sendic a la Dirección y el planteo de descentralización que planteamos Alicia Rey, Alfredo Rivero y yo mismo

La posición de Marenales y la de su socio en esos momentos, Fernández Huidobro, fueron contrarias a lo que la mayoría pensaba pero que no se animaba a reconocer. El único que apoyó nuestro planteo fue “Boris” Heber Mejías Collazo, antes de abandonar el MLN. Marenales, pese a lo que le ha dolido, era un freno al desarrollo organizativo, tal como lo reconocieron compañeros periféricos que estaban bajo su responsabilidad y que luego de su detención a los pocos días de realizado el simposio pasaron a ser atendidos por Alicia Rey. Entre ellos, Candán Grajales. Marenales, en un acto de bajeza moral, ha acusado a Alicia Rey de “festejar” su detención. 
Marenales fue detenido en octubre de 1968 y se fugó en setiembre de 1971. Durante esos tres años, en los que él no tuvo ninguna participación, fue que las compañeras mujeres vieron que efectivamente su sexo no era un impedimento para ocupar puestos de responsabilidad en los comandos de columna, en los grupos de acción y en los servicios. Sin embargo, no llegaron a ocupar puestos en el Ejecutivo, más por el machismo subyacente en la dirección que por carencias reales. La única mujer elegida como fantasma fue Alicia Rey, aunque en su veto se conjuraran también razones políticas y organizativas.
Al final de su larga perorata, Marenales muestra la forma en que entendía debía cumplir su papel de responsable del local: “Como responsable del cantón, resolví entonces que cuando yo no estuviera, fuera ella la responsable”. Consultar a los demás ocupantes del cantón ¿para qué? Ese fue su concepto de la transmisión de responsabilidades y de promoción de los compañeros

-¿Existía una moral más puritana que en el resto de la sociedad en la relación entre los sexos y en todos los aspectos de la vida?

Sí. No estaba escrita, pero la determinaban nuestras convicciones. Si queríamos una sociedad diferente, donde la conducta de las personas también lo fuera, debíamos tener coherencia. Es como si yo reclamara honestidad y metiera la mano en la bolsa, no puede ser. Existía una moral bastante rígida. Al cabo del tiempo eso cambió. Cuando nosotros caímos presos, se produjo una renovación muy rápida. Esa fue una de las causas de la derrota del MLN. No hubo tiempo de transmitir nuestra experiencia de vida clandestina. La vida de un grupo subversivo, que tiene reglas muy estrictas. 
Si se pierden las reglas, se pierde la seguridad. Nosotros podíamos haber tenido una permanencia, no haber sido liquidados rápidamente. Me lo dijo Otero un día: “La relación entre la seguridad y el crecimiento es ésta” y dibujó un rectángulo con una diagonal. A medida que aumentaba el crecimiento, disminuía la seguridad. Tenía razón. Una de las cosas que ahora nos criticamos es que muchos compañeros hemos perdido los VIB, los valores ideológicos básicos. Nosotros teníamos un reglamento moral, una serie de normas que todo tupamaro tenía que cumplir. Después cayó en desuso cuando el MLN empezó a crecer. Lo hicimos con Manera, a quien llamábamos “el puritano”. Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 231.

Apareció Marenales en plan Savonarola. La inmensa mayoría de los militantes y fundamentalmente los clandestinos, proveníamos de familias estructuradas según las normas sociales de la época y nos regíamos por las normas morales e incluso costumbristas normalmente aceptadas. No estamos hablando de robar, sino de cumplir normas de convivencia entre personas de distinto sexo obligadas a convivir en situaciones precarias. La clandestinidad fue una experiencia traumática para muchos compañeros, íntimamente relacionada con su grado de integración y de aceptación de la realidad.
En una primera etapa, cuando todavía ocupábamos la zona de los balnearios, se suscitó un problema de relaciones entre una pareja de clandestinos que a su vez mantenían a sus parejas dentro del MLN pero en locales diferentes. Se analizó el problema en presencia del compañero y la compañera involucrados y entre todos se decidió que ese tipo de situaciones no se podían admitir. No se podían mantener relaciones de pareja a dos bandas. Los compañeros aceptaron las observaciones, continuaron viviendo bajo el mismo techo y nunca más se habló del tema. Del tema entre ellos, porque quedó latente el tema Sendic, al que se le permitió mantener relaciones de pareja e incluso con su esposa legal sin ningún tipo de cuestionamientos. 
Si existió el reglamento moral que Marenales dice, a Sendic no se lo comunicaron. Ahora bien, es cierto que las relaciones de pareja podían incidir en la seguridad interna, por lo que siempre se tuvo en consideración las parejas constituidas formalmente para decidir las respectivas integraciones.
El MLN era producto de la sociedad, con todos sus defectos y virtudes. Hubo fallos de seguridad evidentes, consecuencia de la pérdida de valor acerca de la compartimentación, pero fue consecuencia del éxito de las represalias sobre la policía en sus intentos de ejercer la tortura. 
Pero decir que una de las causas de la derrota fue la pérdida de valores morales es una marenalada monumental. Podríamos haber tenido una supervivencia, dice a modo de consuelo. Claro que sí. Hubiera bastado con que en abril nos hubiéramos replegado.

¿Qué modificaciones introdujo en el MLN el aprisionamiento de varias direcciones en 1970?

El cambio que experimentó el MLN fue una deformación militarista. Desde el momento en que cayeron los compañeros iniciales, que habían cumplido un proceso de formación en los partidos políticos de izquierda y luego el proceso de discusión en la génesis del MLN. 
Llegaron entonces compañeros nuevos -antes y después de Almería- a los cuales no hubo tiempo de transmitir nuestra experiencia. Porque la organización empezó a crecer. Nos enfrentamos a un problema que quizás no tuvieron muchas otras organizaciones: no sabíamos qué hacer con ese crecimiento. La gente ingresaba en tropel. Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 232.

Esta es una de las mentiras más burdas. Asombra la afirmación porque es fácil demostrar su falsedad. Desde la Primera Convención en enero de 1966 hasta agosto del mismo año, el Ejecutivo estuvo formado por Sendic, Fernández Huidobro y Tabaré Rivero. Este será sancionado y apartado de la dirección en agosto de 1966 y su puesto lo ocupará Manera. Este será el Ejecutivo que permanecerá hasta el viaje de Manera a Cuba a mediados de 1968. El puesto de Manera será cubierto por Marenales, quien desde enero de 1967, fecha de nacimiento del MLN, venía actuando como adjunto a la Dirección. En octubre de 1968, tras la detención de Marenales, paso a ocupar su lugar, junto a Sendic y Fernández Huidobro. Pero Manera sigue en Cuba, por lo que el Ejecutivo tiene tres miembros hasta que a principios de 1969, dado el crecimiento alcanzado y la detención de Manera casi tras bajar del avión, ingresa al Ejecutivo Lucas Mansilla. Sendic, Mansilla, Fernández Huidobro y Amodio será el Ejecutivo hasta octubre de 1969. En esa fecha, tras la detención de Fernández Huidobro en Pando su puesto lo ocupa Efraín Martínez Platero. Tras mi detención a finales de junio de 1970 mi puesto lo ocupa Candán Grajales. Hasta Almería, agosto de 1970, todos los puesto de Dirección, incluyendo a la mayoría de los comandos de las columnas, fueron ocupados por compañeros distinguidos por su “sobriedad, discreción y sentido de responsabilidad”, cualidades que el mismo Marenales le manifiesta a su entrevistadora que son las tres virtudes fundamentales para ocupar puestos de responsabilidad en el MLN.
No se puede hablar de lo que pasó tras la caída de Almería sin decir una sola palabra de la forma desaprensiva con que se llevaron adelante las negociaciones por el canje de los secuestrados y los descomunales errores de seguridad que se cometieron durante todo el proceso, que tuvieron como corolario la reunión conjunta de ese mismo día. Entre el 10 de agosto y el final de ese mismo mes el MLN quedó sin Ejecutivo, sin los llamados a sustituirlos, sin los comandos de todas las columnas y perdió algo que era fundamental: la conexión interna, los mecanismos que permitían que compañeros que no se conocían entre sí se mantuvieran, sin embargo, unidos. El primer Ejecutivo estable tras Almería estuvo integrado por Rosencof, Wassen, Engler y Berreta. Sobre estos compañeros recayó la responsabilidad de rehacer el MLN, diezmado militar y políticamente tras la muerte de Mitrione. Debieron soportar, además, el planteamiento que desde Punta Carretas hicimos las “vacas sagradas” que habíamos visto cómo nuestro exilio en Argelia se había convertido en la más negra de las incertidumbres. Y nos ofrecimos para apoyarlos en la conducción, y entonces tuvimos a bien enviarles el plan Cacao, con las consecuencias que todos sabemos. Y después quisimos rectificar y les enviamos el Remonte, y después los planes para el interior –todavía no se llamaba plan Tatú- hasta que nos pidieron por favor que los dejáramos trabajar que bastante tenían con reconstruir la organización. No solo lo consiguieron, sino que organizaron las fugas de Cabildo y la de Punta Carretas

…Me tocó decirle a compañeros del movimiento sindical: “No, quédense donde están, ustedes están cumpliendo otra función”. Y ellos: -”No sirve para nada, toda la vida en esto y no cambia nada, queremos el fierro”. Hubo que dar una lucha para que ciertos compañeros permanecieran en algunos lugares. Todos querían abandonar y pasar a la clandestinidad. 
Uno de los objetivos del Abuso, al comprobar ese crecimiento tan rápido, fue liberar prisioneros que contaban con una experiencia acumulada. Había que sacar esa experiencia para irla transmitiendo. Ese fue uno de los motivos por los cuales se hizo la fuga. Llegaban compañeros a la cárcel y mostraban carencias de todo tipo, entre ellas el desconocimiento de las reglas del trabajo clandestino. Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 232.

Efectivamente, ese era uno de los objetivos del Abuso, pero no tuvimos en cuenta lo que significó absorber un centenar largo de nuevos clandestinos, que sumados a las compañeras de Cabildo elevaban la suma a casi 150. Y no tuvimos en cuenta otras cosas, como fue la exigencia de muchos de los recién fugados en participar en acciones, en momentos en que el MLN “había decidido” conceder una tregua para que el proceso electoral se desarrollara normalmente. Y tampoco tuvimos en cuenta que muchos de los que integraban la lista de la fuga, pese a las acusaciones que pesaban sobre ellos, el grado de integración era bajo, y en vez de aportar experiencia lo que se consiguió fue aumentar las discrepancias y las diferencias. Marenales no lo dice, porque el interés por dar a conocer la verdad es más bien bajo, tirando a nulo. Pero es dentro de ese panorama que el MLN procesa una serie de acciones de pertrechamiento de escasa justificación política, más allá de dar satisfacción a algunos fugados y conseguir ropa, calzado, material de laboratorio y sanidad y algunos electrodomésticos.

¿Por qué razón entonces los militantes de mayor experiencia aceptan o deciden trabajar en la base después de la fuga?

Fue un error. Por temor al burocratismo, que habíamos visto en los partidos comunistas. Se apoderaba de los individuos que se quedaban por tiempo indeterminado en la dirección. Nos dijimos: “Vamos a la base, a ver desde abajo como está la cosa”. Pero te repito, creo que fue un error. Fuimos nosotros quienes decidimos no integrar la dirección. Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 232.

No fue un error. El MLN en esos momentos no tenía nada que ver con el de los inicios. Además, el estilo de trabajo de Manera y Marenales, reacios a delegar responsabilidades, los hacían incompatibles. Llevaban más de tres años presos, tiempo más que suficiente para haber perdido las referencias internas. Solo niegan estas consideraciones quienes desprecian el trabajo organizativo y que por el contrario tienen un sentido patrimonialista del MLN.
El error fue creer que el Ñato y Sendic estaban actuando de buena fe cuando plantearon su deseo de ir a militar a grupos de base. Hoy sabemos que no fue así, que lo hicieron para demostrar que sus planes eran válidos. Los mismos planes que Rosencof califica como maravillosos aunque inviables en Memorias de insurgencia, unas páginas antes que el Ñato se confiese

¿Los integrantes del Ejecutivo querían que ustedes ocuparan su lugar?

No lo sé, supongo que sí. Henry Engler no tengo la menor duda de que lo hubiera hecho. Aunque había individuos, como Mauro, que no sé si la hubieran dejado con gusto. No lo sé, porque lo que han demostrado después, da para dudar. Lo que está haciendo Rosencof con Medina, y Marrero lo que hizo... 
Ahora estoy convencido de que estar en determinados niveles de responsabilidad, es también un oficio. Existe el riesgo del burocratismo, es decir, la deformación de creer que si estás arriba tenés que mandar para siempre, y la idea de que tu palabra, si sos dirigente, es la más importante.
Pero también hay un oficio, que se ha adquirido con años. Surge el problema de cómo congeniar las dos cosas sin caer en deformaciones. Hay que aprovechar la experiencia y la seguridad que posee un individuo con años de militancia y de dirección. Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 232.

Con años de militancia y de dirección… sin tener en cuenta lo aportado durante esos mismos años. ¿Y si resulta que lo aportado ha sido poco y los años de dirección han tenido como balance final un acumulo de errores? Claro que estaban dispuestos a entregar la dirección, para acabar con las falsas discrepancias que servían de tapadera para el trabajo de división interna que se estaba gestando. Pero no lo sabíamos. Creíamos en la buena fe y en la honestidad de Sendic y del mismo Fernández Huidobro. Extraña que Aldrighi no nos explique, ya que Marenales no lo hace, qué es lo que estaba haciendo Rosencof con el general Medina y lo que hizo Marrero. Como en otras ocasiones, Marrero, “el hombre del paraguas”, como es llamado en el libro Seregni-Rosencof, es acusado de haber colaborado y acordado con las FF.AA. ¿Por qué no se dice que las cosas que hizo Marrero son las que se ha pretendido achacarme a mí? ¿Por qué no se dice que dado el parecido físico entre Marrero y yo, Marrero, vestido de soldado, participó de los interrogatorios a los detenidos? ¿Por qué las fotos de Marrero han desaparecido de los archivos de prensa e incluso de la propia policía?

¿Temían ser autoritarios?

Sí y en el caso de Sendic, más que nadie. Porque Sendic era el anti-líder por antonomasia. No le gustaba hablar, no le gustaban las reuniones. 
…En el MLN no teníamos -ni tenemos- ningún respeto por los “picos de oro”. 
Aunque el Ñato lo es, pero bueno... Desconfiamos de ellos. En el fondo lo que nos importaba era la conducta del individuo, no lo que hablara. Es decir, su sentido de responsabilidad, la concordancia entre lo que piensa, dice y lo que hace. Esta coherencia era el valor más importante, y en ese sentido Sendic fue ejemplo. Aunque no es el único. Hay muchos compañeros que pueden demostrar una coherencia similar a la suya. No es poca cosa, no es fácil ni común. Porque es sencillo ser coherente en terrenos donde la persona no se juega nada. Muchas veces la gente claudica. Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 232.

Una vez más, Marenales confunde las cosas. Nada tiene que ver el autoritarismo con el desprecio por las reuniones. Precisamente Marenales es un buen ejemplo de lo que digo: es un autoritario absoluto y sin embargo nunca despreció las reuniones. Y no digamos nada sobre lo que le gustaba hablar, aunque lo que más le gustaba era oírse.
Son famosas sus arengas y sus juicios lapidarios. Quienes pasamos por Marquetalia podemos dar prueba de ello. Tiene razón en lo que dice de Sendic. No le gustaban las reuniones, sobre todo aquellas en las que sabía que tendría que convencer al resto. Decir que era un anti líder es tan falso como decir que era un defensor de las normas de seguridad y de funcionamiento. Por tanto, siguiendo su mismo razonamiento, si hay algo que Sendic no fue es ser coherente. Lo que pasó fue que contó con un margen de condescendencia que no se le permitió a nadie: son cosas del Bebe, se decía. Una cosa que Marenales nos deja sin aclarar es desde qué momento comenzó a considerar que el Ñato era un “pico de oro”. Porque si él desconfía de los picos de oro, el Ñato le debería haber provocado desconfianza por lo menos desde la tarde que fundamentó el plan Remonte con tanta o más enjundia que el Cacao, que eran contradictorios. Hubo mucha gente coherente en el MLN. Lástima que hoy permanecen callados.

¿Qué pensó acerca de estas negociaciones con militares “nacionalistas”?

En realidad fue un planteo del Ejército de que nos rindiéramos, nosotros hicimos la contrapropuesta de que nos entregábamos a cambio de ciertas condiciones.

¿La dirección en libertad, con Sendic, hizo la contrapropuesta?

Seguro.

¿Qué pensaba Sendic de lo que estaba ocurriendo en el MLN y en el país?

Lo que pensábamos todos, que se venía todo abajo. Que había que aguantar todo lo posible para después continuar. En 1972 Sendic y yo estábamos en la dirección. Ahí fue que empezamos a sacar compañeros para afuera, trabajamos muy fuerte en esto. A Argentina primero, era el escalón más rápido, más cercano. Con Chile había contactos desde años atrás, desde que salían los compañeros de la cárcel e iban para allí. Yo no me ocupaba de eso, creo que era BeccaTessa el que estaba en Chile, y después volvió a Uruguay. En 1972 había toda una red de contactos que recibía a los compañeros. Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 235.

A ver si nos enteramos. Clara Aldrighi ha oído por ahí algo sobre “militares nacionalistas” y se lo pregunta a Marenales. Pero Marenales se hace el distraído y contesta sobre otra cosa, que es parecida pero no es lo mismo. Sobre la primera pregunta: las negociaciones con los “militares nacionalistas” son las realizadas a partir de agosto de 1972, en las que Marenales tuvo una participación muy destacada. Recordar las palabras de Ettore Pierri en Alto el fuego: Marenales lo autorizó a colaborar con las FF.AA., en momentos en que fue puesto en libertad a cambio de que continuara proveyendo información.

Esas conversaciones tenían dos finalidades: poner “fin a la guerra”, para lo cual había que convencer a Sendic de que se entregara, que se le iban a rendir honores mediante una detención pactada. Para ello, primero convencen a Efraín Martínez Platero de que vaya al Florida y vea lo mal que los están tratando, que hasta cadenas tienen puestas. Ver Cantando las 40, Efraín Martínez Platero a Tagliaferro. Uno de los que se prestó a montar el numerito de la tortura, es el mismo Marenales, quien en el libro que le escribió Márquez Zachino dice que a él el ejército no lo torturó. Sendic entró a El Florida y como era de prever no llegaron a un acuerdo, pero quedó en volver.

Lo que se sabe es que a la semana lo detuvo el FUSNA, una unidad que ya antes había estado opuesta a las negociaciones del mes de junio, las de la primera tregua. ¿Casualidad? No, evidentemente.

Todos los implicados en esas conversaciones, dice Zabalza, han descartado que la entrada –o entradas- al Florida hayan tenido algo que ver en esa detención

Sin embargo, todos aceptan y reconocen que se quería detener a Sendic para evitar que otra unidad lo matara y con su detención “hacer méritos” y evitar el golpe de los militares fachas. Varios de los participantes en las comisiones de los ilícitos reconocen que tras las comisiones existía el planteo de formar un gobierno de concertación nacional, para lo que era necesaria la puesta en marcha del “golpe bueno”, a “la peruana”, aunque en un principio Trabal prefería mencionarlo como “nasserista”. El Ñato lo debe haber convencido que “a la peruana” sonaba mejor y además, más nacionalista imposible.
Lo que Marenales responde es sobre la primera tregua, mediante la cual y tras la rendición incondicional los presos sin delitos de sangre iban a ser considerados con benevolencia, iban a trabajar en chacras de rehabilitación por el trabajo. Tan seguro estaba el Ñato de que iba a convencer a Sendic y al mismo Marenales de que había que entregarse y salvaguardar lo poco que quedaba para otro momento, que incluso con el teniente coronel Legnani elaboró la lista de los beneficiados. La encabezaban él y Rosencof. Los que tenían delitos de sangre no aparecían en la lista, con lo que quedaban señalados. Una delación encubierta.


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