17.MAR.19 | Posta Porteña 2001

Clara Aldrighi, La Izquierda Armada / comenta Amodio (V)

Por AMODIO

 

La izquierda armada. Ideología, ética e identidad en el MLN-Tupamaros Ediciones Trilce 2001

 

Sobre esta obra, “osada, rigurosa y de sesgo testimonial, constituye, entonces, un insoslayable aporte a la interpretación de nuestra historia reciente y hasta de nuestro presente” así la presentaron en su momento; Héctor Amodio Pérez  hace un cometario (quinta  entrega) Febrero 2019

NdeR: lo que está en cursiva corresponde al texto de Aldrighi y continúa entrevista a Marenales

 

¿Qué pensó acerca de estas negociaciones con militares “nacionalistas”?

En realidad fue un planteo del Ejército de que nos rindiéramos, nosotros hicimos la contrapropuesta de que nos entregábamos a cambio de ciertas condiciones.

¿La dirección en libertad, con Sendic, hizo la contrapropuesta?

Seguro.

¿Qué pensaba Sendic de lo que estaba ocurriendo en el MLN y en el país?

Lo que pensábamos todos, que se venía todo abajo. Que había que aguantar todo lo posible para después continuar. En 1972 Sendic y yo estábamos en la dirección. Ahí fue que empezamos a sacar compañeros para afuera, trabajamos muy fuerte en esto. A Argentina primero, era el escalón más rápido, más cercano. Con Chile había contactos desde años atrás, desde que salían los compañeros de la cárcel e iban para allí. Yo no me ocupaba de eso, creo que era BeccaTessa el que estaba en Chile, y después volvió a Uruguay. En 1972 había toda una red de contactos que recibía a los compañeros. Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 235.

A ver si nos enteramos. Clara Aldrighi ha oído por ahí algo sobre “militares nacionalistas” y se lo pregunta a Marenales. Pero Marenales se hace el distraído y contesta sobre otra cosa, que es parecida pero no es lo mismo. Sobre la primera pregunta: las negociaciones con los “militares nacionalistas” son las realizadas a partir de agosto de 1972, en las que Marenales tuvo una participación muy destacada. Recordar las palabras de Ettore Pierri en Alto el fuego: Marenales lo autorizó a colaborar con las FF.AA., en momentos en que fue puesto en libertad a cambio de que continuara proveyendo información. Esas conversaciones tenían dos finalidades: poner “fin a la guerra”, para lo cual había que convencer a Sendic de que se entregara, que se le iban a rendir honores mediante una detención pactada. Para ello, primero convencen a Efraín Martínez Platero de que vaya al Florida y vea lo mal que los están tratando, que hasta cadenas tienen puestas. Ver Cantando las 40, Efraín Martínez Platero a Tagliaferro

Uno de los que se prestó a montar el numerito de la tortura, es el mismo Marenales, quien en el libro que le escribió Márquez Zachino dice que a él el ejército no lo torturó. Sendic entró a El Florida y como era de prever no llegaron a un acuerdo, pero quedó en volver. Lo que se sabe es que a la semana lo detuvo el FUSNA, una unidad que ya antes había estado opuesta a las negociaciones del mes de junio, las de la primera tregua. ¿Casualidad? No, evidentemente.

Todos los implicados en esas conversaciones, dice Zabalza, han descartado que la entrada –o entradas- al Florida hayan tenido algo que ver en esa detención. Sin embargo, todos aceptan y reconocen que se quería detener a Sendic para evitar que otra unidad lo matara y con su detención “hacer méritos” y evitar el golpe de los militares fachas.

Varios de los participantes en las comisiones de los ilícitos reconocen que tras las comisiones existía el planteo de formar un gobierno de concertación nacional, para lo que era necesaria la puesta en marcha del “golpe bueno”, a “la peruana”, aunque en un principio Trabal prefería mencionarlo como “nasserista”. El Ñato lo debe haber convencido que “a la peruana” sonaba mejor y además, más nacionalista imposible.

Lo que Marenales responde es sobre la primera tregua, mediante la cual y tras la rendición incondicional los presos sin delitos de sangre iban a ser considerados con benevolencia, iban a trabajar en chacras de rehabilitación por el trabajo. Tan seguro estaba el Ñato de que iba a convencer a Sendic y al mismo Marenales de que había que entregarse y salvaguardar lo poco que quedaba para otro momento, que incluso con el teniente coronel Legnani elaboró la lista de los beneficiados. La encabezaban él y Rosencof. Los que tenían delitos de sangre no aparecían en la lista, con lo que quedaban señalados. Una delación encubierta.

…Volviendo al tema de las negociaciones con los militares en 1972, ellos no plantearon reformas, sino la rendición incondicional. Fuimos nosotros los que hicimos después un planteo en ese sentido. Propuesto por la dirección y el MLN de afuera en conjunto. 
Porque la rendición incondicional significa que no ponés condiciones. Frente a esa propuesta de los militares hablé con los compañeros: “Un revolucionario jamás arría la bandera. Jamás”. Pero después, como mi contestación fue muy dura, tratamos de que Sendic conversara con los compañeros. Aunque Sendic opinaba lo mismo. Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 235.

Marenales sigue distraído y sigue hablando de la primera tregua, en la que él se mostró dispuesto a no arriar la bandera de la revolución jamás, aunque en agosto no solo la había arriado, sino que se prestó a montar numeritos de guiñol para engañar a Sendic, que seguía erre con erre con sus pretensiones de mantener la guerra. Todo, según reconocerán más adelante, para preservar lo que quedaba, precisamente lo que me habían negado a mí y a Alicia Rey desde el 15 de abril. La contrapropuesta era inaceptable, porque significaba poner en marcha el plan de reformas sociales del MLN, por parte de las FF.AA. y los sectores políticos a los que el MLN decía combatir. Fue la contrapropuesta la que rompió la frágil tregua de junio y julio de 1972. Claro que se venía todo abajo. Se lo dijimos ya en abril, pero nos consideraron derrotistas. Que no me daba la nafta…

¿Qué propuso Sendic al regresar del encuentro con militares y compañeros en el Batallón Florida?

El planteo que tuvo fue el de presentar una propuesta alternativa. Que fue la que trabajamos.

-¿Trabajaron en esa propuesta los presos y los que estaban en libertad?

No, no, sólo los de afuera. La propuesta vino de afuera. De entregar las armas a un organismo neutral, que podía ser la Iglesia, libertades escalonadas para los compañeros más livianos -no pretendíamos que a los pesados los largaran enseguida- hacer un plan de reforma agraria, constituir en el Penal de Libertad, que tenía cuatrocientas hectáreas, una escuela agraria para formar a los presos e irlos integrando a ese plan. Pero lo militares no aceptaron. Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 235.

Marenales sigue distraído, pero la historiadora tampoco se entera. Ella pregunta sobre la entrada de Sendic al Florida cuando la segunda tregua, por los ilícitos, y Marenales le contesta sobre la primera, en la que las negociaciones se realizaron en casa de Brando, en la de Arturo Dubra padre y en algún bar, si le hacemos caso a Estefanell. Para llevarlas a cabo, Fernández Huidobro salía de El Florida convenientemente escoltado. La contrapropuesta corresponde a la primera negociación, iniciada alrededor del 15 de junio y acabada cuando el Ñato presentó la contrapropuesta del MLN. Recordar el informe de los 5 sobre las tratativas, cuyo texto publiqué en los primeros relatos. “Yo creí que venía aquí a hablar de la rendición incondicional”, cuentan que dijo el general Gravina, antes de marcharse, poniendo fin a las conversaciones. Los militares que no aceptaron fueron los comandantes en jefe de las tres armas.

¿Quiénes se reunieron con Sendic en el Batallón Florida?

No los mandos, sino oficialidad del mismo Florida. No sé si el comandante sabría de la entrada de Sendic. No lo sé. Quizás sí. Pero ahí fueron los capitanes. Fue un gran riesgo para ellos. Y cumplieron su palabra. Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 236.

Grande, el viejo Julio! Ya decía yo que la verdad terminaría por asomar a través de sus palabras. El tiene buena intención, quiere ser sincero. Sendic no se reunió con el Alto Estado Mayor, ni con Álvarez ni con Cristi ni con Gravina. Se reunió con los capitanes, con algunos tenientes de El Florida y con Trabal, porque en esos momentos los jefes, los que de verdad mandaban en las FF.AA., ignoraban la existencia de las conversaciones, para “detener” a Sendic y montar la campaña contra la corrupción política que llevaría a la formación del gobierno de concertación.
Son pequeños lapsus, fallos de la memoria sin importancia. Solo los necios le damos valor a esos detalles insignificantes.

También Sendic cumplió la suya, al entrar a un cuartel mientras estaba clandestino. Los presos que salieron a la calle y volvieron al cuartel demostraron entereza.

¿Y Sendic qué seguridad tenía?

Si lo agarraban. A otra cosa. El Ñato y Rosencof volvieron porque sabían que si no lo hacían, cocinaban a todos los otros. Porque los demás compañeros quedaban como rehenes. Los que cumplieron realmente son los militares. Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 236.

Tiene razón Marenales. Los presos no teníamos más alternativa que cumplir nuestra parte en los acuerdos. No teníamos otra. Todos luchamos por lo que en ese momento creíamos mejor: unos, la rendición incondicional, después el gobierno de concertación. Si había que mandar presos o dejar que fueran asesinados otros, pues se hacía, porque eran muy altos los objetivos que se perseguían. 
Otros, acusados falsamente de traiciones que nunca existieron, luchamos por lo único que nos quedaba: nuestra propia vida. Y tiene razón Marenales: los que realmente cumplieron fueron los militares.

Estos textos pertenecen a la edición de La izquierda armada de 2016 y no fueron incluidos en la primera edición. No sabemos las razones.
La mayoría de ellos carecen de interés, pero he considerado su publicación para que no se diga que elijo los textos para lograr algún beneficio.
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Aldrighi: La situación internacional y en especial latinoamericana, ¿influyó en esas primeras decisiones?

Marenales: Por supuesto, había ocurrido la revolución cubana, la argelina, América Latina era un hervidero y todo eso estaba en el tapete.

Aldrighi: En el Partido Socialista ¿desarrolló una militancia orientada hacia la problemática del interior del país?

Marenales: Trabajé dieciocho años en el sindicato de la construcción, pero pertenecíamos a un partido que, aunque fuéramos todos “hombres de asfalto”, nos hacía tener presente que en este país la única fuente de riqueza es la tierra, y que el obrero industrial debe preocuparse por el problema de la tierra. Esa preocupación estaba en nosotros, pero el que dio el paso más decisivo fue Sendic. No fue el partido el que lo mandó, se fue para el interior y chau. Trabajaba en Paysandú como procurador. Es el caso también de Orosmín Leguizamón, quien trabajó con los arroceros. El interés por los problemas de la tierra provenía de la enseñanza de Frugoni, quien había planteado uno de los primeros proyectos de reforma agraria en Uruguay. En los tiempos de la fundación del MLN considerábamos a Frugoni como un liberal y nada más. Indudablemente tiene buenos libros sobre marxismo, pero se trataba de un marxismo intelectual. Metido en las tripas, como dice Picasso, no.

Aldrighi: ¿En algún momento estimaron que pudiera estar cercana la revolución?

Marenales: No, siempre definimos que la nuestra era una lucha prolongada y continental. El Documento N°1 habla justamente de eso.

Aldrighi: ¿Su familia a qué tradiciones políticas se vinculaba? ¿Existían personas políticamente activas en la misma?

Marenales: Mi padre murió cuando yo tenía diez años, a mi madre jamás le interesó la política. Mi abuela era blanca.

Aldrighi: ¿Qué circunstancias determinaron su acercamiento temprano a la izquierda?

Marenales: Personalmente soy un fanático de la historia, y eso algo influyó. Llegué al Partido Socialista a través de una especie de segunda familia que vivía frente a mi casa en La Paz. Nací en Canelones, pero en 1935 nos mudamos allí. En esa segunda familia, de origen italiano, todos eran socialistas. Más tarde, en Montevideo, me vinculé al partido por Alberto Radiccioni, de quien conservo un gran recuerdo. Me hice socialista no tanto por el derecho al trabajo y a un salario digno, sino por el derecho a la cultura. Quizás recordando a mi padre, que luchó mucho por estudiar y murió, dejando cuatro hijos, cuando le faltaban pocos exámenes para recibirse de escribano. Siempre me preocupó el derecho de los trabajadores a la cultura. ¿Por qué razón debíamos ser personas que sólo trabajan con sus manos, sin poder usar nuestra cabeza como cualquiera, teniendo un desarrollo intelectual? Eso me indignaba y fue lo que me impulsó realmente a la lucha. Porque hambre nunca pasé. En el gremio de la construcción tuve algunas responsabilidades. Era la época de las grandes discrepancias entre socialistas y comunistas. Yo pertenecía a un sindicato autónomo, disidente de la UGT, que estaba controlada por los comunistas. Fui secretario general del sindicato. Luego confluimos en el SUNCA, pero allí no fui dirigente.

Aldrighi: ¿Cómo enfrentó el Partido Socialista las medidas represivas antisindicales de los años cincuenta y sesenta?

Marenales: Este tema fue motivo de una de las críticas que hice al partido. Durante las primeras medidas de seguridad, en 1952 (yo tenía veintidós años), tuvieron que pasar a la clandestinidad los compañeros gremialistas, y les dimos apoyo algunos integrantes del partido. Cuando todo terminó, se realizó una evaluación. Arturo Dubra padre, por entonces diputado -y a quien yo apreciaba mucho, tanto es así que luego fue mi abogado- hizo toda una apología del partido. Le dije que se equivocaba, que no había sido el partido quien los había apoyado, sino compañeros en forma individual. Que el partido no estaba preparado para enfrentar situaciones de ese tipo, y que debería prepararse, porque quizás algún día tendría hasta que asaltar bancos, como a veces habían debido hacerlo otros movimientos revolucionarios. Anteriormente, en 1948, hicimos una experiencia de organización celular del partido. Mario Jaunarena, que había sido secretario de Frugoni en la Unión Soviética, era uno de los cabecillas de ese movimiento de reorganización. Repartíamos el periódico mano a mano, cobrábamos, etcétera. Frugoni nos acusó de estar tomando ejemplo del Partido Comunista; el intento se cortó porque casi nos hace expulsar. Es más, el Partido Socialista desconocía la revolución china. Comenzamos a conocerla a partir de materiales y charlas que dio Vivián Trías. Antes de Trías, incluso, el Partido Socialista no era marxista leninista.

Aldrighi: De la historia política uruguaya a partir de 1904 ¿qué procesos, figuras o instituciones rescataban?

Marenales: No mucho. Creíamos que el Partido Nacional, desde el llano -los caudillos principalmente, no los doctores de la ciudad- contribuyó, aunque desde una perspectiva burguesa, a una democratización del país. Como minoría, luchó durísimamente por la representación proporcional. Eso fue positivo. En cuanto a Batlle y Ordóñez, que fue antiimperialista inglés pero no norteamericano, le reconocíamos que en el plano económico había tomado medidas beneficiosas para el país, como la estatización de algunos sectores clave. Siendo un movimiento de liberación nacional, reivindicábamos de nuestra historia todo lo que pudiera ser favorable en el proceso hacia la liberación. Es por eso que en nuestras consignas, al igual que hoy no estaba presente el socialismo.

Aldrighi: Anteriormente me dijo que el MLN no intentó ser una organización de autodefensa de los sectores populares golpeados por la represión. ¿La lucha revolucionaria que desarrollaba era entonces una ofensiva contra el Estado?

Marenales: Habíamos definido las acciones de acuerdo con los lineamientos de Clausewitz, de defensiva estratégica y ofensiva táctica. Porque lo que determina si se está a la defensiva o a la ofensiva es la correlación fuerzas. En aquel momento, como ahora, ésta se inclinaba totalmente a favor del enemigo. Eso define la estrategia. Estábamos a la defensiva, aunque no tácticamente.

Amodio: Marenales siempre ha tratado de encontrar apoyo a sus variados desvaríos en Clausewitz, aunque como en este caso, ese respaldo no exista. A partir del 16 de marzo de 1972 el MLN, a impulsos fundamentalmente de Huidobro y de Raúl Sendic, puso en marcha los planes para “elevar el nivel de los enfrentamientos” sin contar que la correlación de fuerzas, “en aquel momento, (que) como ahora, ésta se inclinaba totalmente a favor del enemigo”. Marenales, que pasó a integrar el Ejecutivo tras la muerte de Candán y la detención de Fernández Huidobro, no solo apoyó los planes que llevarían a la debacle, sino que fue uno de los más ardientes defensores de la huida hacia adelante propiciada por Sendic a partir de mayo del mismo año. Su desprecio por lo organizativo, su enfermizo individualismo y su incapacidad para reconocer la realidad lo llevaron a alentar el uso de explosivos ante la carencia de armas de fuego y a pretender convertir las cloacas en bases de operaciones. Por último: si estratégicamente el MLN estaba a la defensiva y la táctica es la forma de llevar adelante esa estrategia, ¿cómo se puede afirmar que la táctica no debía ser defensiva?

Marenales: Ahora pasa lo mismo. Cuando sacamos todos aquellos votos “verdes”, se trató de una acción ofensiva táctica muy importante; lo mismo ocurrió con el plebiscito en contra de la privatización de las empresas públicas. La clase política, incluidos muchos dirigentes del Frente Amplio, no estaban en nuestra posición. Como tupamaros empezamos a dar la lucha y poco a poco la fue tomando la base frenteamplista y sus dirigentes, con el resultado que el 74% de los votos fue en contra de la mini reforma.
En cuanto a si la lucha en aquel período era una ofensiva contra el Estado, nos enfrentábamos contra el sistema, pero no teníamos planteada la toma del poder en ese momento. En algún momento el objetivo iba a ser ese, pero estábamos aún en la etapa de acumulación de fuerzas.

Amodio: Insiste con que las condiciones no estaban dadas para la toma del poder y que el MLN se encontraba “aún en la etapa de acumulación de fuerzas”. Esto es verdad, pero entonces, ¿cómo se justifican los asaltos a las comisarías, la declaración de guerra a los ricos lanzada desde Paysandú, la instalación de un segundo frente en el interior del país y el propio 14 de abril?

(Continuará)


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