20.MAR.19 | Posta Porteña 2002

A 100 AÑOS DE LA CONTRARREVOLUCIÓN RUSA (21)

Por ColectivoFanniKaplan

 

ÁNGEL PESTAÑA “70 días en Rusia, lo que yo vi”

 

Aunque en esta porción de texto se trate de una cuestión considerada como secundaria por toda la literatura sobre la “revolución rusa”, el tema del trabajo colectivo y cooperativo, esconde en realidad la cuestión clave del comunismo en toda la historia rusa. Mientras para el socialismo revolucionario (incluyendo el anarquismo evidentemente), el “comunismo” histórico, la resistencia comunal al capitalismo que, el Mir había desarrollado siempre, era visto como una cuestión clave en la revolución social a venir, en contraposición con ello la socialdemocracia europea odiaba toda forma de comunismo “primitivo” y apoyaba la destrucción total de toda estructura de vida colectiva en nombre del progreso capitalista. Para los primeros, la revolución social era la revancha del comunismo histórico contra el progreso capitalista; para los segundos, “revolución” era el advenimiento del socialismo democrático. Mientras que para los primeros la sociedad a venir era la generalización del comunismo y habría eliminado para siempre el Estado, para los socialdemócratas era la transformación de toda la sociedad en una sociedad de trabajadores, centralizada por el Estado para el progreso y desarrollo de las fuerzas productivas. En Rusia, como en todas partes esa era la contraposición histórica entre el socialismo revolucionario y el socialismo burgués y democrático.

En cuanto a la persistencia de las formas de producción colectiva, Marx se había dejado dominar por la ideología democrática capitalista de la socialdemocracia alemana, pero gracias a la crítica de socialistas revolucionarios rusos, (con los que Marx mantuvo correspondencia durante décadas), fue cambiando de parecer, hasta comprender la importancia del movimiento revolucionario ruso basado en la resistencia histórica del Mir (trabajo colectivo, propiedad común, vida en común, resistencia de la comunidad al capital y el Estado) en la lucha revolucionaria del proletariado internacional. Marx reconoció entonces que aquellas formas de producción colectivas, en vez de trabas, serían fundamento del comunismo a venir. Lo más conocido (aunque no lo más importante), es el intercambio de correspondencia con Vera Zassulich 

Pero el resto de la socialdemocracia y en particular los partidos rusos, cuyos dirigentes vivían mayoritariamente en occidente y solo mamaban ideología de los intelectuales de Europa occidental, tenían ese desprecio y odio profundo por todo ese movimiento revolucionario y elaboraron todo tipo de teorías sobre lo “atrasado del campesinado ruso” y lo descalificaban con la etiqueta de “populismo” y/o terrorismo. Reducían así toda la guerra social histórica a expresiones inconexas y pequeño burguesas típicas de la propia visión socialdemócrata. 

Lenin y los bolcheviques consecuentes con su apologética del desarrollo de las fuerzas productivas del capitalismo en Rusia y su defensa de las tareas democráticas burguesas, siempre se encontraron en las antípodas del socialismo revolucionario y se posicionaron contra de la resistencia colectiva y comunitaria del Mir, que enfrentaba abiertamente al capitalismo y su progreso. Si se distinguieron de otros socialdemócratas no era por buscar un “alianza” con los campesinos, porque todos los socialdemócratas pregonaban dicha alianza (“obrero campesina”), sino por declarar abiertamente que había que arrasar con toda resistencia al desarrollo de las tareas democrático burguesas. Todos los socialdemócratas rusos fueron respetuosos del progreso capitalista y de sus tareas que consideraban imprescindibles que llamaban explícitamente “tareas democrático burguesas”.  

En eso, tampoco los bolcheviques fueron originales. Lo que los diferencia es el de poner en el centro de las tareas democráticas del capital en Rusia, la dictadura abierta contra toda resistencia rural considerada como un “freno a la historia” o peor “querer hacer dar vuelta la rueda de la historia en sentido contrario”[1]. Cuando conquistaron el poder, fueron todavía más explícitos en la teoría y la práctica sobre la necesidad de la dictadura abierta contra el atraso rural y declararon abiertamente que la democracia socialista requería del trabajo obligatorio y del terrorismo de Estado. Esa fue la característica central del leninismo: el definir explícitamente que había que liquidar toda forma de vida y producción colectiva porque era un atraso y frenaba el necesario progreso capitalista.

Si algo no se le puede reprochar a los bolcheviques el no haber anunciado que su principal preocupación socialdemócrata era justamente el desarrollo del capitalismo. Tampoco se puede decir que no hayan dicho desde el principio que al campesino lo consideraban responsable del atraso ruso: toda la resistencia del proletariado del campo les parecía retrógrada, economicista, inmediatista. Y por si ello no alcanzara proclamaron contra ellos el terrorismo de Estado y el trabajo obligatorio. En realidad, terrorismo de Estado y trabajo obligatorio era lo mismo, porque para los bolcheviques el trabajo obligatorio era necesariamente trabajo estatal, trabajo para el Estado, movilización militar para el trabajo. Para el proletariado agrícola también era lo mismo, la producción agrícola dentro de las comunidades no era considerado trabajo. 

Con razón el proletariado agrícola resistió a muerte  su sumisión a la tortura del trabajo. La guerra fue total entre la resistencia comunista del proletariado y el terrorismo del Estado capitalista dirigido por los bolcheviques: muchos millones de muertos.

Por eso cuando Pestaña y algún otro partidario del trabajo colectivo y las cooperativas agrarias busca elementos de trabajo y vida colectiva y autónoma al Estado, a únicamente 3 años del poder bolchevique, solo encuentra tristeza, desolación, abandono, liquidación….

No quedó absolutamente nada.

COLECTIVO FANNI KAPLAN

 

En la Oficina Central de Cooperativas 

 

Nuestra visita a la Oficina Central de Cooperativas fue hecha de improviso. Las notas y apuntes que sacamos, como resultado de la visita, no fueron tomados en los cuadernos de que habitualmente nos servíamos, sino en cuartillas; cuartillas que desde nuestra detención en Italia, al regreso de Rusia, no sabemos a dónde han ido a parar. Por esta causa sólo expondremos lo que conservamos en la memoria (y recordando bien), a fin de no caer en errores o inexactitudes. 

Traspuestos los umbrales de la Oficina Central de Cooperativas, seguimos por un pasillo. Y subiendo escaleras, atravesamos salones silenciosos y llamamos como ya lo habíamos hecho en la puerta principal con igual resultado. La casa parecía deshabitada. Silencio por todas partes. Ni un portero, soldado o empleado que nos guiara. Al fin, tras de repetidas llamadas, oímos una débil voz que desde una habitación cercana nos invitaba a entrar. Nos recibió? un anciano; y al expresarle nuestras pretensiones, nos contestó que poco podía decirnos ya. 

Las Cooperativas, verdaderamente, ya no existen —comenzó por decirnos—. El Gobierno bolchevique, añadiendo una más a las torpezas acumuladas, ha nacionalizado todas las Cooperativas. Con estas disposiciones se han convertido en simples almacenes de distribución de los productos, que los delegados bolcheviques requisan o compran, en provincias. Por eso digo que nada puedo decirles que sea de interés. 

Como insistiéramos en nuestra petición, alegando la condición de extranjeros y de delegados al Congreso, y haciéndole ver el interés que tendría para los cooperativistas de los países que representábamos el conocer el alcance y amplitud del movimiento cooperativo ruso, accedió? por fin a darnos los detalles que solicitábamos. 

—La cooperación en Rusia —nos dijo— puede decirse que data, como organización de clase y con cierta tendencia social y política, de 1905. Antes de esta fecha, el cooperativismo ya existía en nuestro país, pero sin tendencia determinada alguna. La finalidad de ese cooperativismo que llamaremos primitivo, era pura y exclusivamente económico y abarcaba matices muy variados. El “Mir" y el “Artel” son las variaciones más conocidas. El primero de tendencia manifiestamente comunista, y de tendencias colectivistas el segundo. En la mayor parte de los “Mirs” el trabajo, como la distribución de productos que se obtenían del mismo, era común, mientras que en el ‘'Artel” cada componente percibía lo correspondiente según el trabajo que se realizaba. A tantas horas de trabajo corresponde tanta cantidad de producto. Este es su principio. Por lo común, la zona de influencia en que se desenvuelve el “Mir” y el "Artel" no es la misma, pues así? como el “Artel” se constituye con preferencia para los efectos manufacturados, es en las labores del campo, cultivo de la tierra y demás derivados donde el “Mir” influye. Esta diferenciación se explica perfectamente. 

En nuestro país, a causa de la larga duración del invierno, durante el cual el campesino se halla imposibilitado de practicar ningún laboreo en la tierra, dedicase generalmente a confeccionar objetos de madera que luego vende en los mercados de la población. La competencia que en los mercados se hacían entre sí al vender esos objetos, fue lo que determinó la creación de los “Artels”. Como el trabajo no podía hacerse en común por lo dispersa que se halla la población campesina en las interminables llanuras rusas, de aquí? que se impusiera el sistema colectivista, o sea el de que cada uno percibiera el beneficio equivalente a la cantidad de objetos aportados para la venta. 

Esta misma razón, la de los interminables inviernos y lo corto de la primavera y otoño —pues apenas duran unas semanas cada una de las estaciones—, hace que el trabajo de cultivo de la tierra, siembras y cuidados que luego necesita, hasta la recolección, requieran una mayor actividad y, por lo tanto, una más intensa acumulación de esfuerzos. De aquí que se prefiera el trabajo en común. 

Pero, lo repito, todas estas instituciones “Mirs” o “Artels”, obraban según los intereses particulares de cada uno, sin relación ni conexión con los demás, salvo excepciones. A partir de 1905, la situación empieza a derivarse por otros cauces. La influencia de las ideas sociales, que a causa del movimiento habido aquel año tomaron algún impulso en Rusia, no dejaron de hacerse sentir en el seno de los “Mirs” y de los “Artels*'. Poco a poco, esta influencia determinó la fundación de Cooperativas de producción y de consumo. Muchas de las últimas se abastecían casi exclusivamente de productos elaborados por los “Mirs” y “Artels”, y lo mismo ocurría con las primeras. Tan poderoso llegó a ser este impulso que, aquí?, en Moscú?, en el momento de declararse la guerra, había una Cooperativa de Consumo, que estaba encargada de la venta de más de cien cooperativas de producción, o sea de “Mirs” y de “Artels”. Y no era esta sola. Cito este ejemplo como pudiera citar otros. El número de cooperadores era bastante considerable. 

En 1914, se contaban unos cuatro millones de cooperativistas en toda Rusia. Y desde esta fecha, hasta el reciente decreto Sovietista, que acaba de incorporar a las cooperativas en la nacionalización por ellos perseguida, el número de cooperativas había crecido enormemente. Se calculaba en once millones. Pero no es por el número de cooperadores por lo que puede señalarse la influencia y la extensión que el cooperativismo había alcanzado en Rusia; sería un error juzgar así?. Su influencia debe señalarse por los servicios que a sus componentes y al Estado mismo prestaba. Creemos que esto último, los servicios prestados al Gobierno, son los que determinaron la decisión que contra las Cooperativas acaba de tomarse. Más de una vez, ante apuros de aprovisionamiento para sus propias instituciones —Ejército y otras—, el Consejo de Comisarios del pueblo pidió? ayuda a las Cooperativas, y éstas se lo prestaron cumplidamente. La impotencia del Gobierno y de las instituciones sovietistas para cumplir sus fines, contrastaban con la diligencia, actividad y competencia demostradas por las Cooperativas, que ningún beneficio obtenían, y abandonadas a su propia iniciativa, resolvían apremios que ni la confiscación, ni la incautación, ni los fusilamientos, habían logrado resolver. 

Estimulado el Gobierno por estas realidades, muy superiores a sus concepciones económicas y a sus organizaciones centralizadoras y autoritarias, pensó? que, para salir de apuros y dar solvencia a las instituciones económicas bolcheviques, lo más rápido y hacedero era agregar las Cooperativas a su política económica, hacer de esos organismos, que antes eran autónomos e independientes, organismos de Gobierno y de Partido, pues con su experiencia y capacidad les sacarían del atolladero. El error no ha podido ser más evidente. Las Cooperativas, florecientes ayer, se han marchitado como si una ráfaga invernal hubiera pasado sobre ellas. Pocos meses han bastado para consumar esa labor destructora.

Hoy, puede decirse que las Cooperativas ya no existen. Apartados de ellas todos cuantos nos habíamos consagrado a su desarrollo y engrandecimiento; colocada, cada Cooperativa, bajo la dirección de un comunista probado, de un hombre afecto al partido, aunque sea incompetente para el cargo; inspeccionadas y sometidas al tutelaje del Consejo de Economía nacional; imposibilitados de hacer operaciones de compra y venta a los particulares o a sus mismos socios; obligados a proveerse en los almacenes del Estado y perdido por el componente de la Cooperativa todo derecho de intervención en el funcionamiento de la misma... de la idea motriz que una Cooperativa representa, nada queda en las Cooperativas rusas, pues no son, y lo repito, sino prolongaciones de los almacenes de productores del Estado Sovietista 

Reducidos, pues, a la impotencia, los cooperatistas, no por eso hemos abandonado el ideal de toda nuestra vida. Día vendrá?, y no lo suponemos lejano, en que todo esto cambie. Y si no son las mismas cooperativas, pues acaso no puedan ya utilizarse, fundando otras nuevas podremos seguir nuestro ideario de redención y apoyo mutuo entre el pueblo. De los momentos amargos de ahora, sólo nos quedará entonces un doloroso recuerdo que nos servirá? —podéis estar seguros— para perseverar con más entusiasmo en nuestra obra. 

Había tal dejo de dolor en sus palabras, que nos retiramos sin preguntar nada más. No quisimos aumentarlo con recuerdos que lo avivase.

Ángel Pestaña

[1] Para los bolcheviques como para todo el socialismo burgués y socialdemócrata, hay un solo futuro posible y la rueda de la historia va para un solo lado: el progreso, el capitalismo, la socialización de las fuerzas productivas, la centralización estatal. Por eso toda resistencia al trabajo y la explotación es una traba “contrarrevolucionaria”, por eso para los bolcheviques el socialismo revolucionario y la lucha contra el Estado era solo “populismo”, resistencia tradicionalista y freno al progreso. No olvidemos que los bolcheviques extendían este reproche que hacían al proletariado agrícola (que llamaban campesinos) también al propio proletariado urbano al que también consideraban “inmediatista”, “economicista” y por eso predicaban la necesidad de introducir la consciencia “socialista” desde el exterior de la clase.


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