20.MAR.19 | Posta Porteña 2002

Sobre la revolución y contrarrevolución en la región española (III)

Por Barbaria

 

La república de todas las clases (1931-1933)

 

Barbaria  18 marzo, 2019

La república y la democracia supusieron un punto de inflexión para las organizaciones obreras puesto que se desveló para la clase obrera el verdadero carácter de la socialdemocracia como el partido histórico de la burguesía. En el caso de la CNT, se pusieron al descubierto debilidades programáticas que tendrán efectos devastadores y contrarrevolucionarios durante este período.

La llegada de la república

 

Vino precedida por el llamado pacto de San Sebastián de 1930, que no fue más que un compromiso verbal de los representantes de todos los partidos burgueses desde Alcalá-Zamora a los socialistas, con el apoyo tácito de la CNT. Se acordó que Alcalá-Zamora, antiguo ministro del rey Alfonso XIII, sería su presidente. La CNT no participó formalmente en el Pacto de San Sebastián, aunque sí lo hicieron en innumerables intentos de acabar con la dictadura de Primo de Rivera a favor de una república. Desde la Sanjuanada junto al general Weyler ?el jefe de las tropas españolas en la Guerra de Cuba (1895-1898), que metió a la población rural en campos de concentración? a un intento de golpe de Estado junto a uno de los líderes del Partido Conservador, Sánchez Guerra. Lo menos que se puede decir de la CNT, como estructura formal, es que el tema de la independencia de clase no iba mucho con ellos, y todo esto será decisivo para los acontecimientos futuros. Los socialistas veían en la república una oportunidad de trasladar el sistema de la Tercera república francesa, donde podrían ejercer su política de colaboracionismo burgués libremente. Los “anarquistas”, con su mal entendido apoliticismo, les cedían el paso, ya que ellos no estaban interesados en los asuntos de poder.

Según Munis en su libro Jalones de derrota, promesas de victoria, el alzamiento de Jaca por los capitanes Galán y García Hernández, que fracasó y acabó con ambos fusilados, no es, como dice la versión oficial, debido a que la guarnición de Jaca se adelantó a la orden de sublevación. Acorde a la composición del comité republicano-socialista, nunca tuvieron la determinación de derribar la monarquía por un movimiento revolucionario donde las masas tuviesen un papel protagonista. Su plan consistía en un pronunciamiento de las guarniciones militares y, si acaso, huelgas pacíficas en las principales ciudades a modo de acompañamiento. De este modo el gobierno parecía traído por el ejército y además poseía un aparato represivo por si los trabajadores se extralimitaban en las celebraciones. En vez de ocurrir lo que estaba planeado, el Comité fue arrestado, fusilados los capitanes, fracasada la huelga en Barcelona y en Madrid ni siquiera se convocó.

El 12 de abril de 1931 tienen lugar elecciones municipales en España, la derrota en las grandes ciudades de las candidaturas monárquicas acelerará todo el proceso. El monarca Alfonso XIII abdica y el 14 de abril se proclama la II República. De este modo el capital pretendía encauzar hacia el Estado la fuerza del proletariado que trataba de constituirse en clase. La república, lejos de ser un advenimiento revolucionario, era el resultado de un intento de canalización burgués, típicamente socialdemócrata, del proletariado dentro de la legalidad burguesa: en definitiva, un lavado de cara del mismo régimen burgués. El proletariado celebra inicialmente la llegada de la república instado por las organizaciones socialdemócratas y por la misma CNT que, si bien no participó en el Pacto de San Sebastián, apoyó de facto el movimiento republicano. La república burguesa fue para el proletariado una posible y falsa solución a su penuria pero nunca fue una victoria ni una revolución incruenta, como llegaría a decir Munis. Nunca fue nada de eso y no tardó nuestra clase en ser consciente de ello y de sufrir la represión democrática de la progresista república.

Viejos políticos monárquicos se convertirían en republicanos, como Alcalá-Zamora, que será presidente de la república hasta las primeras elecciones, o socialistas como Largo Caballero que no habían tenido problema en participar de la dictadura de Primo de Rivera y ahora celebraban la llegada de la democracia. Al final no suponía ningún cambio: monarquía o república, dictadura o democracia, son solo apariencias de la misma dictadura del capital

A propósito de la confianza en la república burguesa, esta no afectaba solo a los sectores más explícitamente socialdemócratas de la CNT, sino también a los sectores más radicales e “intransigentes” como el mismo Durruti:   Si fuésemos republicanos, aseguraríamos que el gobierno es incapaz de reconocer el triunfo que le ha dado el pueblo. Pero nosotros no somos republicanos y sí auténticos obreros, y en nombre de ellos llamamos la atención del gobierno sobre el peligroso camino que ha emprendido que de no cambiarlo conduciría al país al borde la guerra civil. La república no nos interesa como régimen político, y si lo hemos aceptado es pensándola como punto de partida de un proceso de democratización social. Pero, naturalmente, a condición de que esta república garantice los principios según los cuales libertad y justicia social no son expresiones vanas.

En este fragmento de un discurso de Durruti de 1931 se sintetiza la debilidad y fragilidad programática de los sectores más radicales estructurados en torno a la CNT: etapismo, defensa de una democracia social, confianza en que un Estado burgués, como la república española, pudiera cumplir el ideal proudhoniano de la justicia social, etc. Y, sin embargo, el asociacionismo proletario no se detuvo con el advenimiento de la democracia sino que, de hecho, será en la CNT donde se estructure en buena parte el proletariado que trata de constituirse en clase, pese al carácter socialdemócrata de la organización.

La «república de trabajadores de toda clase», como reza el primer artículo de su Constitución, fue por todo ello muy pronto desenmascarada por un proletariado que se dio cuenta de que sus necesidades no pueden ser satisfechas integrándose en las instituciones burguesas. La fracción de la izquierda burguesa intentó sacar al proletariado del terreno de clase para arrastrarlo al mundo parlamentario y sellar la paz social que tanto ansiaban, intento abocado al fracaso, sin embargo, como veremos más adelante.

El proletariado contra la república

 

Ya a principios de julio estalla una huelga general minera en Asturias, también en Tetuán y se producen enfrentamientos con las fuerzas armadas en Sevilla. La república reprimió igual que la dictadura: al fin y al cabo, eran los mismos. En Asturias varios obreros fueron condenados a muerte, en Tetuán Sanjurjo disparaba contra los proletarios autóctonos que pedían igualdad de derechos con los trabajadores españoles. En Sevilla se aplica la ley de fugas y se ordena bombardear la casa Cornelio, lugar de reunión de revolucionarios. La autoridad militar declara:   A fin de que el burgués pacífico no sea sorprendido por la intervención oficial de la fuerza pública, hago saber que esta tiene autorización para disparar sin previo aviso sobre los grupos de cuatro personas o más, si son sospechosos.

La democracia quería progresar sin obstáculos.

 

La huelga en la telefónica convocada por la CNT puso más al descubierto la convivencia del PSOE con el polo burgués. El PSOE prohibió a sus organizaciones prestar apoyo a los huelguistas, pero muchas federaciones de la UGT mandaron dinero al fondo de resistencia. Es importante resaltar el papel que en esta lucha van a jugar los comités de defensa como lugar de asociacionismo proletario. Más allá de la mera reivindicación sindical, en realidad se constituían en organismos que estructuraban diferentes aspectos de la vida de nuestra clase en lucha. La continuidad de estos niveles de organización autónoma de nuestra clase explica la significativa constitución en fuerza revolucionaria del proletariado en estos años.

También tenemos que destacar la huelga de alquileres en la ciudad de Barcelona, que será organizada de modo autónomo por los comités proletarios de la Rosa de Foc. En estas estructuras jugarían un papel muy importante mujeres y niños, que en muchas ocasiones tomarían un gran protagonismo y conseguirían parar los desahucios. Más allá de la simple reivindicación inmediata, la consecuencia de esta lucha será la creación de un sustrato de asociación proletaria que será decisiva para la defensa de cara a la represión del Estado burgués durante el ciclo insurreccional venidero.

La Ley en Defensa de la República, que será discutida en las Cortes Constituyentes en octubre de 1931, hará legal las prácticas represivas ya utilizadas por el capital contra el proletariado. Se trataba de perseguir la indisciplina y el antagonismo social, el ataque a la propiedad privada, la tenencia de armas de fuego o sustancias explosivas, el menosprecio a las instituciones del Estado, etc. Se trataba, en definitiva, de un auténtico régimen de excepción del capital. Esta ley no sale de la mente iluminada de ningún burgués enloquecido ?léase Azaña?, sino de la misma naturaleza del conflicto de clase. El capital necesitaba defenderse de su enterrador histórico, y lo hizo a conciencia. Otra de las acciones que los legisladores acometieron fue la creación de los Cuerpos de Asalto (1932). La técnica y la ciencia del capital se imponen y preparan un cuerpo especializado contra los grupos del proletariado armado en las ciudades. La guardia de asalto no se crea para tener un cuerpo enfrentado a la guardia civil, sino como refuerzo para asumir las tareas represivas que esta no podía asumir debido a la enorme escalada de conflictividad social y descontento.

La legislación represiva de la coalición republicano-socialista fue prolífica y duradera. Además de la Ley de Defensa de la República hay que añadir la Ley de Vagos y Maleantes, una ley que se dirige contra el teorizado Homo Criminalis, contra un proletariado indisciplinado por naturaleza, gandul, licencioso y con costumbres improductivas, que prefiere el alcohol o el robo a tener que trabajar. Será un jurista socialista, Jiménez de Asúa, quien redacte dicha ley según la cual vago era aquel que no tuviera ocupación conocida en el momento de la detención. Esto significaba que todos los obreros parados o revolucionarios profesionales entraban dentro de la categoría de vagos.

Esta panoplia represiva del Estado burgués se empleará con una intensidad y continuidad invariante durante todos estos años y se complementará con la posibilidad recogida por la Constitución de 1931 de proclamar diversos grados de Estado de excepción:

De esta manera, desde su nacimiento hasta julio de 1936, se decretará en 21 ocasiones el Estado de Prevención, 23 veces el Estado de Alarma y en 18 momentos el Estado de Guerra. Cada uno de esos Estados de Excepción son en realidad la legalización democrática de la dictadura abierta: se dan diferentes cartas blancas a las fuerzas represivas para “excederse” legalmente, o dicho de otra forma, es la legitimación del terror de Estado: suspensión de los derechos ciudadanos básicos como el de expresión de ideas y de inviolabilidad del domicilio, allanamientos, registros, perquisiciones sin autorización especial, interrogatorios sin ir al juez, limitación del derecho romano de habeas corpus, asignaciones a residencias, censuras y clausura de todas las formas de difusión de ideas, interdicción de la libre circulación, aplicación de la justicia militar y de los jueces militares a los civiles, limites al derecho de reunión y asociación, prohibición de huelgas y de otros conflictos colectivos, toques de queda, movilización y militarización de la población, etc. Por lo general, se puede decir que los momentos de “normalidad” constitucional serán la excepción en la legalidad cotidiana de la república, en la medida en que los diferentes estados de excepción se van prorrogando mes a mes (1)

A su vez, tenemos que destacar la dinámica insurreccional del proletariado de este período inicial de la II República, dinámica teorizada por García Oliver como gimnasia revolucionaria. En la cuenca minera del Alto Llobregat el Cardoner ?zona en la que también se concentra la industria textil y la producción agrícola? la revuelta proletaria tiende a afirmar el proyecto revolucionario, intentando asumir aspectos decisivos de una verdadera dictadura de la revolución social contra el capital: se reivindica la abolición del dinero y la propiedad privada y se asume la necesidad del terror revolucionario. Se toman los edificios públicos de Manresa y Berga y en algunos lugares, como Sallents y Figols, las propiedades agrícolas fueron expropiadas. Las huelgas se sucedieron sin pausa. El ejército sofocó el levantamiento con un gran derramamiento de sangre.

La revuelta comenzó contra las duras condiciones de trabajo y la falta de medidas de seguridad. Al día siguiente se crean comités de acción en Berga, Navarcles, Balsareny y Sallent, donde también pararon las minas y tomaron los ayuntamientos. En Manresa se cortan las líneas telefónicas y se proclama la revolución social. Pocos días después el Estado mandó fuerzas armadas a la región. El 22 de enero entraron en Manresa y el 23 solo resistía Figols, que sería tomado al día siguiente cuando el comité de huelga volará el polvorín de la mina. El mismo día el Comité Central de la CNT llama a una huelga general que no tendrá apenas seguimiento, ya que se llamará en pleno momento de reflujo. Algunos comités regionales acusarán al CN de obstaculizar la respuesta de clase. Poco más tarde se hará dimitir a ese CN donde había socialdemócratas como Pestaña. El final del conflicto se saldó con muchos detenidos, a algunos de los cuales se les aplicó la Ley de Defensa de la República por la cual se deportó a cien compañeros a las colonias africanas.

De este período hay que destacar también la revuelta de Castilblanco (Badajoz), de diciembre de 1931, en que los campesinos mataron a cuatro guardias civiles, y la de Arnedo (La Rioja) de enero de 1932, una protesta protagonizada por trabajadoras del sector textil que era predominantemente femenino y en la que la Guardia Civil asesinará a mujeres y niños a balazos.

La sucesiva insurrección de enero del 33 fue organizada por los Comités de Defensa. Se inicia el 1 de enero con bombas en la Felguera, disturbios y expropiaciones en Sevilla, la toma del ayuntamiento y la proclamación del comunismo libertario en Pedro Muñoz (Ciudad Real) y en otros pueblos. El 8 de enero es el día para que proletarios de ciudades clave como Madrid o Barcelona se sumen al proceso, pero en Barcelona las fuerzas del orden han sido advertidas con anterioridad e incautan armas y explosivos en algunos barrios. En Madrid estallan bombas en la jefatura de policía y grupos armados intentan tomar tres cuarteles de forma coordinada. En Andalucía el carácter insurreccional alcanza su mayor resonancia. En Cádiz la revuelta es generalizada, en la capital y en diferentes localidades como Jerez de la Frontera y Sanlúcar. El comunismo libertario es proclamado en villas y pueblos donde ondea la bandera roja y negra. El fracaso de la tentativa insurreccional y la dureza y la crueldad de la represión del gobierno socialista con sucesos como lo ocurrido en Casas Viejas, donde 26 de nuestros compañeros son asesinados a balazos y sangre fría por la Guardia Civil, tras haber previamente quemado con bolas de algodón empapadas de gasolina la casa donde estaban refugiados. A menudo tomados como un accidente o un caso aislado, vemos que lo ocurrido en Casas Viejas es un episodio especialmente sangriento, pero hace parte de la pauta normal del comportamiento del gobierno progresista. Está lejos de ser un pequeño síntoma en un cuerpo esencialmente sano

Tras la salvaje represión contra el proletariado por parte de la burguesía progresista, su gobierno entra en crisis, y en las elecciones de 1933 llegará al gobierno la facción más reaccionaria del capital español. Con ello entraremos en una nueva fase.

Pero antes de acabar esta parte de nuestra serie, nos gustaría destacar uno de los límites programáticos de la llamada gimnasia revolucionaria. La lucha del proletariado contra el capital y todas sus instituciones era cada vez más resuelta y decidida. Y, sin embargo, la ideología de la gimnasia revolucionaria hará de esta lucha resuelta un fin en sí mismo, con un alto coste humano de fuerzas proletarias. Además, se tratará de insurrecciones descoordinadas, sin una preparación previamente centralizada, y sin una claridad programática de las tareas y el motivo de que se llevara a cabo. Como decíamos, esto implicará una enorme sangría humana y una desmoralización temporal de nuestra clase, que se expresará por ejemplo en la reducción numérica de organizaciones como la CNT.

De todos modos, el fin de este ciclo insurreccional volverá con más fuerza en 1934, como veremos en el próximo artículo de esta serie. El proletariado, lejos de caer presa de la engañifa socialdemócrata, que le había presentado el caramelo envenado de la II República y su Constitución repleta de leyes de excepción y balazos de la Guardia Civil, tenderá a afirmarse como clase, en defensa de sus intereses inmediatos y de su autonomía.

1. GCI: Revolución y contrarrevolución en la región española, Comunismo nº 66


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