24.MAR.19 | Posta Porteña 2003

Los "Compañeros de Ruta" de Burócratas y Milicos

Por ASTARITA

 

Rolando Astarita 22 marzo, 2019

En una nota anterior (aquí), y en referencia a muchos intelectuales que durante años cerraron los ojos a lo que ocurría en Venezuela, escribí:

“Los capitalismos de Estado y los socialismos burgueses, así como antes los regímenes stalinistas, también han sabido adquirir las voluntades y las conciencias de muchos intelectuales de izquierda, incluso de muchos marxistas, con lisonjas y favores materiales de todo tipo”

“Estos marxistas saben perfectamente de lo que estoy hablando. Son los que acomodan siempre su discurso a lo que consume el sentido común biempensante de la izquierda. Son los habitués de Conferencias y Congresos internacionales, a los que concurren para pronunciar sus previsibles discursos contra “el imperio y el capital financiero internacional”, para terminar aplaudiendo la “firmeza antiimperialista” del burócrata de turno que les ha pagado el viaje, el hotel, las recepciones y los viáticos acordes con la “alta función revolucionaria del compañero que nos visita”

Son los que se postulan como consejeros de izquierda del “burócrata socialista” o del “socialista burgués” que les va a subvencionar la próxima edición del libro que acaban de escribir. O los que conceden ideológica y políticamente todo lo que les pide el político o funcionario “progre” de turno, a cambio de que les financie un centro de investigación, o les abra la puerta de los medios de prensa –“nacionales y populares”, faltaba más- disponibles”.

“De esta manera, se ha engendrado toda una ristra de amanuenses intelectuales que danzan al compás de la música que les ponen, y que justifican lo que les dicen que tienen que justificar”

En la tradición de los “amigos de la URSS”

 

En la nota recordaba también la continuidad entre el “turismo revolucionario” a Venezuela, y los viajes regulares a la URSS de funcionarios del PC, y aledaños, que jamás “vieron” lo que estaba ante sus ojos. No se trató solo de los intelectuales que “no vieron” lo que ocurría en la URSS en los años de relativa estabilidad y mejora del consumo (los 1960 y 1970), sino en los peores tiempos de los campos de concentración, de las hambrunas y los fusilamientos a opositores.

En este respecto es ilustrativa la actitud de muchos intelectuales británicos en los 1930. Por caso, el economista G. Cole, Aldous Huxley, Virginia y Leonard Wolfe, Bertrand Russell y el economista e historiador marxista M. Dobb apoyaban al stalinismo y silenciaban sus crímenes desde la Sociedad de Relaciones Culturales con la URSS. Lo mismo hacía el grupo conformado por los fabianos Bernard Shaw, y Beatrice y Sidney Webb. Ninguno dio el más mínimo crédito a las denuncias que hacían trotskistas, bujarinistas, anarquistas y otros opositores y represaliados sobre lo que estaba sucediendo en la URSS, y cubrían al stalinismo de elogios.

Por ejemplo, luego de su visita a la URSS en 1931, Shaw llegó a afirmar que el Gulag era un sitio tan placentero que el régimen tenía dificultades porque los prisioneros no querían irse. Y en 1948 todavía declaraba que Stalin era “un fabiano de primera clase”. Los Webb también fueron invitados a la URSS, y durante recorrieron fábricas, granjas y escuelas, guiados por funcionarios del Partido. Vueltos a Inglaterra, publicaron Soviet Comunism: A New Civilisation?, en el que no mencionaban palabra de las hambrunas y padecimientos que provocaba la colectivización forzosa. Posteriormente, cuando se desarrollaban los grandes procesos de Moscú, los Webb reeditaron el libro, ya sin el signo de pregunta en el título. Las denuncias sobre las atrocidades y la represión, a sus ojos, era solo propaganda capitalista. ¿Hay tanta distancia con los que hoy dicen que los testimonios en carne viva del hambre que sufren los venezolanos son armados mediáticos de la propaganda imperialista?

Pero no se trató solo de intelectuales ingleses “progres-izquierdistas”. Por ejemplo, el poeta francés Louis Aragón, publicó un poema que, entre otras cosas decía “viva el GPU, figura dialéctica del heroísmo”. Pablo Neruda, cuando fue embajador de Chile en México, ayudó a Siqueiros a evadir sus responsabilidades en los atentados contra la vida de Trotsky. También apoyó moralmente a Ramón Mercader, el asesino de Trotsky; y todavía a comienzos de los 1950, escribiendo sobre Berlín Oriental, elogiaba al “gran Vishinsky”, el temible fiscal de los Juicios de Moscú. Sin dejar de mencionar su Oda a Stalin, que entre otras cosas decía: “Stalin es el mediodía, la madurez del hombre y de los pueblos. (....) Enseñó a todos a crecer, a crecer, a plantas y metales, a criaturas y ríos, les enseñó a crecer, a dar frutos y fuego”. Otro ejemplo fue André Malraux, quien escribió: “... Stalin ha dado dignidad a la especie humana. De la misma manera que la Inquisición no disminuye en nada la dignidad fundamental del cristianismo, los procesos de Moscú no disminuyen la dignidad del comunismo”

Naturalmente, también en Argentina tuvimos la larga lista de amigos de la URSS, siempre dispuestos a justificar cualquier atrocidad en nombre de la defensa del campo socialista. Así el uruguayo (pero vivió en Buenos Aires) Elías Castelnuovo viajó a la URSS en 1931, y a su regreso escribió Yo vi en Rusia. Impresiones de un viaje a través de la tierra de los trabajadores, que disimulaba lo que estaba ocurriendo. A su vez, Aníbal Ponce, luego de su viaje a la URSS en 1935, declaraba que Rusia “es una enorme usina en que todos colaboran porque todos se saben propietarios. (...) Rusia es la primera de las patrias proletarias” (citado por Hernán Camarero en “Buenos Aires-Moscú. El Partido Comunista argentino y la Revolución Rusa hasta los años treinta”, Anuario de Historia, 2017). Eran los años en que la burocracia barría cualquier vestigio de poder obrero.

Refiriéndose en general a estos compañeros de ruta, en la Revolución traicionada Trotsky escribió:

“Para muchos pequeño burgueses que no disponen de una pluma ni de un pincel, la "amistad" oficialmente sellada con la URSS es una especie de certificado de intereses espirituales superiores... La adhesión a la francmasonería o a los clubs pacifistas es bastante análoga a la afiliación a las sociedades de “Amigos de la URSS”, pues permite llevar dos existencias a la vez, una trivial, en el círculo de los intereses cotidianos; la otra más elevada. Los “Amigos” visitan de vez en cuando Moscú; toman nota de los tractores, de las guarderías, de los pioneros, de los paracaidistas, de todo, en una palabra, salvo de la existencia de una nueva aristocracia. Los mejores de ellos cierran los ojos por aversión a la sociedad capitalista. André Gide lo confiesa francamente: ‘También influyen, y mucho, la estupidez y la falta de honradez de los ataques contra la URSS para que pongamos alguna obstinación en defenderla’. La estupidez y la falta de honradez de los adversarios no pueden justificar nuestra propia ceguera. Las masas, en todo caso, necesitan amigos que vean claro. (...). La simpatía del mayor número de burgueses radicales y radical "socialistas" hacia los dirigentes de la URSS tiene causas no desprovistas de importancia. (...) Existen muchos más reformistas que revolucionarios en el planeta; muchos más adaptados que irreductibles”.

Precisemos que Gide, habiendo sido invitado a la URSS en 1936, año del primer Proceso de Moscú (a raíz del cual fueron fusilados Zinoviev y Kamenev), denunció con honestidad intelectual los crímenes del stalinismo (y en particular, la represión que sufrían los homosexuales).

En cualquier caso, la situación siguió continuó sin variantes en las décadas posteriores, prácticamente hasta las vísperas mismas del derrumbe de los regímenes stalinistas. Como me decía la esposa de un ex funcionario del PCA, que viajaba con frecuencia a Rusia, “visitábamos y no veíamos lo que sucedía en el pueblo”. Por supuesto, el “ver” les hubiera costado a estos turistas revolucionarios serias limitaciones en términos de agasajos, comilonas, prestigio y demás menudencias altamente apreciadas entre la intelectualidad izquierdista.

Algo similar puede decirse de la actitud de muchos intelectuales que miraron para otro lado, por ejemplo, cuando el desastre del Gran Salto Adelante, a fines de los 1950, en China (se habla de millones de muertos), y hacían apología de la pretendida construcción socialista del maoísmo. Y hay muchos otros casos igualmente llamativos de “ceguera” con respecto a otros regímenes considerados “revolucionarios”

Sutherland sobre chavismo y prebendas para intelectuales de izquierda

 

Volviendo ahora a Venezuela, en un reportaje reciente, “Estoy en contra de una invasión militar, pero no puedo aplaudir a este gobierno” (véase https://brecha.com.uy/estoy-en-contra-de-una-invasion-militar-pero-no-puedo-aplaudir-a-este-gobierno/el economista Manuel Sutherland brinda datos más precisos sobre los beneficios, materiales y simbólicos, que recibieron muchos izquierdistas a partir de su relación con el régimen chavista. Dice:

“Venezuela ha sido extremadamente generosa con la izquierda latinoamericana e internacional, les ha regalado viajes, publicado libros, tours en el país, viáticos, el Premio Libertador al pensamiento crítico, con entre 100 mil y 150 mil dólares a personajes que escribieran libros de izquierda en América Latina. Se desarrollaron otros premios, prebendas, reuniones. Esos privilegios para esa izquierda microscópica –que no hace nada en sus países pero que en Venezuela se reúne con presidentes, ministros y sale en la televisión– le han dado una fama que sus representantes no quieren perder. Tienen estrechos contactos con la embajada venezolana, donde se hacen eventos en los que las embajadas ponen recursos y ellos se sienten importantes.

Tampoco quieren perder credibilidad negando lo que dijeron antes. Esa contradicción les pega y entonces se frenan para decir lo que pasa en Venezuela, algo de lo cual cualquier persona se da cuenta: que el país… está completamente anarquizado y destruido.”

Funcionales al régimen

 

Como lo fueron con respecto al stalinismo, estos intelectuales han sido extremadamente funcionales al chavismo, fortaleciendo el discurso de “estamos construyendo el socialismo del siglo XXI”, y generando esperanzas de liberación social en millones de personas, dentro y fuera de Venezuela. Y le siguen siendo funcionales en estos momentos de crisis y debilidad del madurismo.

Principalmente con su tarea de ocultar y disimular el hambre (principal argumento: “¿Por qué no hablan del hambre que hay en otros países?”); justificar la represión (“se reprime a golpistas que buscan convertir a Venezuela en una colonia de EEUU”); y negar los hechos (“hay problemas, pero nada grave, son todas exageraciones del imperialismo”). En momentos en que grupos parapoliciales secuestran, torturan y asesinan opositores en los barrios populares, estos intelectuales, pretendidamente revolucionarios y de izquierda, se dedican a justificar lo injustificable.

Pero además, y de paso, eluden las responsabilidades que les cabe en el principal y terrible resultado del chavismo-madurismo: la disgregación social de la clase obrera venezolana; la casi absoluta imposibilidad de que presente una alternativa propia, independiente; y el elevado descrédito en que han sumido, una vez más, los ideales del socialismo. Algún día habrá que meter todo esto en el balance y pedir rendición de cuentas a estos compañeros de ruta de burócratas y milicos.

La camaradería entre intelectuales de izquierda tiene sus límites

 

Para terminar esta nota, transcribo el texto “Dos veces”, de Alberto Bonnet (compañero en la Universidad de Quilmes y amigo), que va al fondo del asunto. Escribe Alberto: 

“La historia de cierta intelectualidad de izquierda también se repite dos veces, la primera como tragedia, la segunda como farsa. Fue tragedia durante aquellos años oscuros de complicidad con la dictadura stalinista porque en la ex URSS habían existido al menos ciertos intentos serios, ambiciosos, acaso desesperados, de construcción de una sociedad socialista. Es farsa en estos años de complicidad con la dictadura chavista porque en Venezuela hubo cualquier cosa, populismo, nacionalismo, estatismo, salvo socialismo. Por supuesto, entre aquella tragedia del socialismo en un solo país y esta farsa del socialismo del siglo XXI, entre la colectivización forzada y el reparto de conejos, hay una enorme distancia. Afortunadamente, en cierto sentido, porque las hambrunas soviéticas fueron muchísimo más dramáticas que los hambres chavistas. Pero hay también ciertas miserias de los intelectuales de izquierda de nuestros días que repiten miserias de los de entonces.

Si un intelectual de izquierda confunde la adopción de una perspectiva crítica, que quizás le permita un mejor acceso a la verdad, con la renuncia sin más a cualquier aspiración a la verdad, se degrada a sí mismo a un mero agente de propaganda. Es difícil saber si fueron los stalinistas o los fascistas los autores de la doctrina que reduce la verdad a una mentira de signo contrario, pero es seguro que muchos de nuestros intelectuales de izquierda la aplican concienzudamente.

Si un intelectual de izquierda decide ignorar uno de los bandos del sufrimiento, un bando de represión, de hambre y enfermedades, de éxodo forzado, pongamos por caso, se convierte sin más trámite en cómplice de ese sufrimiento. La ignorancia de los campos de concentración y las hambrunas soviéticas era complicidad, la ignorancia de las caravanas de venezolanos miserables huyendo por las fronteras también.

Si un intelectual de izquierda gusta demasiado de codearse con los que mandan y aspira a convertirse en asesor de pasillo o en integrante de una  comparsa apologética, sea a cambio de un sueldo, de prebendas, de pasajes y hoteles de lujo o de honores más baratos, de una burocracia corrupta se pone en venta al mejor postor. Y tanto el oro de Moscú como el petróleo del Orinoco alcanzaron y sobraron para comprar intelectuales de izquierda.

No pueden emplearse palabras más conciliatorias para discutir estas cuestiones porque la camaradería entre los intelectuales de izquierda también tiene ciertos límites. Quienes insisten en pervertir la sentencia de Rosa Luxemburgo y ratificar ante la humanidad entera que socialismo es barbarie, quienes contribuyen a tachar la esperanza en una sociedad emancipada del horizonte de vida de los explotados y oprimidos, para íntimo regocijo de sus explotadores y opresores, dejan de ser nuestros camaradas. Así de simple”


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