31.MAR.19 | Posta Porteña 2005

Clara Aldrighi, La Izquierda Armada / comenta Amodio (VI)

Por AMODIO

 

La izquierda armada. Ideología, ética e identidad en el MLN-Tupamaros Ediciones Trilce 2001

 

Sobre esta obra, “osada, rigurosa y de sesgo testimonial, constituye, entonces, un insoslayable aporte a la interpretación de nuestra historia reciente y hasta de nuestro presente” así la presentaron en su momento; Héctor Amodio Pérez  hace un cometario (sexta entrega) Febrero 2019

NdeR: lo que está en cursiva corresponde al texto de Aldrighi y continúa entrevista a Marenales

Aldrighi: ¿Cuántas veces fue detenido?

Marenales: La primera vez, el 8 de octubre de 1968, en San Quintín casi Agraciada. Iba manejando y nos chocó un carro de la basura. Reconocieron el vehículo con el cual nos movíamos. Luego me fugué con los ciento once en 1971. Fui el primero que salió por el túnel en El Abuso.

Amodio: Durante mucho tiempo la detención de Marenales, Leonel Martínez Platero y Carlos Rodríguez Ducós se atribuyó a una brillante pesquisa de Alejandro Otero. En esta entrevista Marenales miente, y dice que la policía reconoció el vehículo. Hoy, gracias a la locuacidad del propio Marenales, se conocen las razones: la pérdida por Candán de un rollo de fotos, en las inmediaciones de su domicilio. En el libro Marenales, de Márquez Zacchino, se dan los pormenores. Ahí puede comprobarse que Marenales en todo momento estuvo al tanto de las causas de su detención, pero que nunca fueron conocidas internamente. La posesión por la policía del rollo fotográfico fue, durante años, esgrimida como una muestra de la “colaboración” mía con las fuerzas policiales. En Mujica, de Campodónico y en La piel del otro, de Hugo Fontana, se hace mención a esa supuesta prueba. Es una acusación más que desaparece, por boca de mis acusadores.
Fiel a su personalidad, deja caer que fue el primero en salir por el túnel, pero no dice por qué, ya que su lugar era el quinto: hubo demoras y como él era, entre los que estábamos esperando ya casi dentro del túnel el único que lo conocía, se lo envió como avanzadilla. Lo envié yo, como responsable del operativo, previa consulta con Manera, situado como tercero y responsable de la parte técnica.

Marenales: Después caigo el 26 de julio de 1972 en Emilio Raña. Me agarra la patrulla. Amodio Pérez, que estaba con ellos vestido de milico, me señala. Lo vi, pero no pude escapar. Me fui hacia la parada de ómnibus. No es cierto que tiré una granada en Emilio Raña. Me agarraron en Leandro Gómez, ahí la tiré, pero no estalló. Estaba húmeda, porque los compañeros a veces no sabían cómo tratar esas cuestiones. Tabaré Camacho, del Batallón Florida, me mostró después la palanca. Me balearon en la pierna y en la espalda. Me tiraron a matar, dieciséis tiros. Un balazo me dio en la pistola y me produjo un pequeño shock, se me doblaron las piernas y ahí me agarraron. Además ese balazo me arruinó la pistola, la dobló. Como sentí que estaba fuerte, me hice el muerto, o el muy herido. De allí me llevaron al Hospital Militar.

Amodio: Esta versión está desmentida en Palabra de Amodio y en Condenado, preso político en democracia. Además, puede verse que el capitán Camacho confirmó mi presencia en el vehículo, pero no haberlo señalado.

Aldrighi: Con qué criterios reclutaban nuevos militantes en la primera época?

Marenales: Cuando ocurrió el desastre de 1966 nos ayudó gente que no sabía quiénes éramos. Lo hacían por intuición. Sospechaban que podíamos ser de izquierda, pero no lo sabían con certeza. Justamente al tomar conciencia de este fenómeno, empezamos a hacer trabajo político hacia afuera, un trabajo clandestino, que antes no realizábamos. Sabíamos bien lo que no debíamos hacer, pero lo nuevo teníamos que inventarlo. Esto es algo que hoy dicen también los zapatistas. No debíamos repetir lo ya hecho por los partidos de izquierda. Cada grupo tenía su periferia. Estaba constituida por colaboradores, a quienes los compañeros iban observando cómo cumplía, cuál era su nivel de compromiso. En la organización se volvía muy difícil determinar cuándo alguien estaba adentro o afuera. Porque de pronto -en este tema algunos compañeros tenían ideas equivocadas que hubo que discutir- parecía que quien daba cobertura, por ejemplo, era un compañero menor. Les explicaba que mientras nosotros teníamos el fierro, él no, pero corría los mismos riesgos, podía también ir preso o morir. Para hacer lo que hacía, tenía que estar muy convencido.
En los primeros tiempos de la organización todos cumplimos una serie de funciones, que nos permitieron constatar que no existe una tarea más importante que otra. Es lo mismo dar una cobertura que participar en una operación o arreglar un arma, que serviría para la defensa de una vida en la acción. Comprendíamos la importancia de los servicios de apoyo. Después se produjo una deformación, que llevaba a despreciar los servicios, a considerarlos como tareas menores. Se destinaba un compañero a servicios como diciendo “sólo sirve para eso”. Hubo que dar una discusión muy dura en ese sentido.

Aldrighi: ¿En qué se basaba entonces su ascendencia? (Refiriéndose a Sendic)

Marenales: Entre nosotros le teníamos respeto porque era un hombre que siempre tenía la brújula política. También se equivocó muchas veces, como cualquiera, pero era un hombre que tenía una profundidad de pensamiento muy grande. Pero ojo, que ninguno de nosotros le rindió pleitesía. Nunca. Y la gente esto no puede entenderlo. A los mismos cubanos les cuesta comprenderlo.

Amodio: Se equivocó muchas veces… y no lo reconoció nunca. Decir que no se le rindió pleitesía es decir una verdad a medias, ya que la opinión de Sendic pesaba mucho más en todas las discusiones. Quienes tuvimos la osadía de discutirle algunas de sus brillantes iniciativas, como el Segundo Frente y el Plan Tatú, fuimos considerados poco menos que herejes. . Pretender que no se le rindió pleitesía es faltar a la verdad. Y quienes nos opusimos, Alicia, Marrero, Wassen y Píriz Budes fuimos desplazados y tratados como derrotistas.

Marenales: En esta nueva época también pasa lo mismo. Recuerdo un ejemplo interesante. Para la tercera convención del MLN, en diciembre de 1985, se presentaron previamente algunas tesis, que había que defender. El Bebe presentó dos carillas nada más. Era muy parco. Con Fernández Huidobro hicimos un mamotreto enorme, porque pensamos (el Bebe discrepó con eso) que los compañeros habían estado años elucubrando y si nosotros les poníamos sólo cuatro ideas en un papel, iban a creer que teníamos el cerebro seco. “Nadie va a leer esto, -nos dijimos- pero hay que atiborrarlos para que vean que algo nos queda en la cabeza todavía”. Y ahí quedó el mamotreto. El Bebe nos reunió para defender sus dos carillas. Argumentó, y recuerdo que me impresionó que un muchacho jovencito le dijera: “Argumentaste bien pero no me convenciste”. -“Está bien”, le respondió el Bebe.

Aldrighi: ¿La dirección en libertad, con Sendic, hizo la contrapropuesta?

Marenales: Seguro.

Amodio: Se está refiriendo a la contrapropuesta del MLN tras la exigencia de los militares de la rendición incondicional. Oculta que él mismo integraba la dirección que presentó la contrapropuesta y que será la causa de la ruptura de la tregua, en julio de 1972. Recordar el Informe de los 5, publicado en los primeros relatos.

Aldrighi: ¿En los meses previos a su caída, usted trabajaba diariamente con Sendic?

Marenales: Sí, nos veíamos todos los días.

Aldrighi: En el MLN ¿existían vínculos fuertes de solidaridad o se reproducían en su interior los conflictos y competiciones de clase, cultura y poder?

Marenales: No existían conflictos de ese tipo. Tendríamos pequeñas diferencias, pero éramos personas sin ninguna ambición. En el caso de Amodio y su compañera, sí los hubo. Amodio fue sancionado varias veces por pequeñas cosas. Al cabo del tiempo uno se da cuenta de que cuando alguien tiene determinadas responsabilidades, aún las cosas que pueden parecer pequeñas son graves. Son un indicador. Pero en aquel tiempo no lo percibimos así. Te pongo un ejemplo, Amodio vivía en un sótano en La Comercial, que aparentaba ser una empresita de publicidad. Entre otras cosas ahí teníamos un depósito de armas, y se trabajaba para hacer los documentos. Amodio tenía un gran oficio en eso. Trabajaba solo, a veces con otro compañero, el “Chocho” Rivero Cedrés, obrero gráfico y excelente operario, que en esos momentos estaba legal. La Policía siempre creyó que nos pasaban las bases de las cédulas de identidad, y en realidad las hacían ellos. Dibujaron la base en tamaño muy grande, letra por letra, y luego la achicaron. Quedó perfecta. Cierto día Manera, que era responsable de esa área de los servicios, los visita. Estaba clandestino y se movía en una camioneta que era réplica de otra, con los documentos del dueño -un compañero- quien nos avisaba si pasaba algo con la original. Como se dice ahora, estaba clonada. En esa visita Rivero Cedrés plantea que se necesitaba otra persona para trabajar. Manera le propone integrar a su propia compañera, y Rivero Cedrés está de acuerdo. Todos los fines de semana traíamos a Amodio y a Alicia Rey, que estaban clandestinos y vivían separados, a Marquetalia. La chacra, de una hectárea y media, estaba cercada de transparentes. Como pasaban toda la semana encerrados en un sótano, allí tomaban aire, los llevábamos en la camioneta a la pista de regatas para que se bañaran. Manera le pregunta a Amodio cómo se había integrado al trabajo la compañera de Rivero Cedrés; Amodio le responde que no había aceptado. Manera propuso entonces a Alicia Rey, quien sí aceptó, y de ese modo comenzaron a convivir en el sótano. Tiempo después Manera vuelve a visitarlos y hablando del tema con Rivero Cedrés se entera de que en realidad la compañera no había rechazado la propuesta y estaba esperando para comenzar a trabajar. En conclusión, Amodio hizo una maniobra para llevarse a Alicia Rey al sótano. Fue sancionado, la sanción consistió en contar lo que había hecho a los compañeros de los grupos donde era responsable político. En otra oportunidad, en Marquetalia, yo estaba arreglando una pistola Luger vieja, que puse en condiciones de funcionar. Se la dimos a Leonel Martínez Platero. Tenía la palanca de desarme nuevita, empavonada, con la parte áspera que hasta pinchaba. Amodio tenía una pistola nueva, pero cuya palanca justamente era vieja. Me encontraba desarmándola, cuando tuve que salir un momento. Al regresar, me doy cuenta que Amodio había cambiado la palanca. No le dije nada, lo comenté con el Ñato. No hacía mucho tiempo que lo habíamos sancionado por lo que recién te conté, y decidimos dejarlo pasar. Más adelante se dio otro problema en un cantón sostenido económicamente por un compañero llamado Brando, práctico del río Uruguay, que ganaba muy bien. Murió recientemente; en los últimos tiempos era capitán de BUQUEBUS. En esa casa vivían la hermana de Brando con su esposo, y Amodio con Alicia Rey. Brando aportaba para que la comida fuera buena. Sin embargo, los compañeros plantearon en determinado momento que el dinero era escasísimo y que se estaba comiendo muy mal, sin necesidad.
“No puede ser!”, decía Brando. Pero resulta que Amodio traía botellas de bebida, fumaba en pipa buen tabaco, diciendo siempre que se trataba de regalos. Hicimos una reunión con Manera y no quedó clara la cosa. Amodio explicaba, pero era palabra contra palabra, porque por la compartimentación no se podía averiguar si se lo habían regalado o no. Como todos teníamos grupos de base a nuestro cargo, él decía que bebida y tabaco provenían de allí. Estos rasgos se unían a otros positivos; era buen militante, buen planificador. Balanceando lo uno y lo otro terminábamos diciéndonos que nadie es perfecto.

Amodio: Esta larga perorata fue eliminada en la primera edición de La izquierda armada, publicada en 2002. El año antes, Hugo Fontana publicó La piel del otro, en el que Marenales cuenta los mismos hechos. Ver ambos libros para sacar conclusiones. Pero los temas están totalmente deformados, para poder mantener las acusaciones contra mí. La esposa de Alfredo Rivero nunca quiso pasar de colaboradora. Integrarse al servicio de documentación no estuvo nunca dentro de sus posibilidades. Lo referido a mi estancia en casa de Brando, yo estaba totalmente compartimentado en ella. Recién supe que estaba ubicada en la calle Sevilla alrededor del año 1997, cuando viajé por primera vez a Montevideo. En esa casa, quien oficiaba de responsable, era Carlos Tikas Plechas, en esos momentos pareja de Silvia Brando. Era él quien administraba los dineros, y no yo. Que alguna vez mi familia o algún colaborador nos hiciera llegar alguna botella o algún paquete de tabaco de pipa, de los importados, es verdad y estos elementos eran compartidos de inmediato. Incluso el mismo Marenales lo hizo. En cuanto a la anécdota de la pistola, no dice que constatado el cambio, que se produjo por error, las piezas fueron restituidas a sus armas correspondientes. Nunca existió la sanción que Marenales se saca de la galera, una vez más. Alicia estaba viviendo en Marquetalia y tenía que viajar todos los días a Montevideo, para hacerse cargo de los grupos a su cargo. Para evitar tener que pernoctar en casas de sus colaboradores, se decidió que lo hiciera en el sótano.

Marenales: Alicia Rey, por su parte, era aguda políticamente, una mujer inteligente. Si militarmente era buena, nunca lo podremos saber, porque en las que le tocó participar... Como en el petardo a Aguerrondo: ella y otro compañero fueron a colocarlo. Cuando volvió ella estaba “verde”. Creo que asustadísima.

Amodio: Marenales ha narrado lo del “petardo a Aguerrondo” en otras oportunidades, con el único interés de desprestigiar a Alicia Rey. Esa fue la primera vez en que Alicia participaba de una acción, por lo que su nerviosismo posterior estaba plenamente justificado. Ahora bien, Marenales, en la primera acción que participó, el asalto al banco de Cobranzas de Larrañaga y San Martín vio que el conserje del banco se había percatado del asalto inminente, y no abortó la acción para que no “pensaran que se había asustado”, con lo que no solo se frustró el asalto, sino que le costó la cárcel a él, a Giménez y al propio Manera. Alicia Rey tuvo destacada participación en la primera fuga de la Cárcel de Cabildo y en la toma de la comisaría de Pando. Por diversas circunstancias, Marenales participó en muchas menos operaciones que Alicia, por lo que para la mentalidad machista de Marenales, es inadmisible.

Aldrighi: ¿Cómo se resolvieron los conflictos políticos de una cierta importancia? Por ejemplo en el caso de un grupo de militantes que constituyó una fracción y se separó en bloque del MLN?

Marenales: Es el mismo caso que en el MLN actual, donde soy discrepante en una cantidad de cosas, planteo, pierdo, y acato la mayoría. Pero si se está en minoría y se trabaja sistemáticamente para esa idea, se está actuando como una fracción que ya no acepta la disciplina colectiva. La microfracción se caracteriza por ser un grupo con su propia disciplina.
Toda mi vida fui partidario de la discusión. Pero el problema es que las microfraciones no actúan con limpieza. No significa que todos sus integrantes actúen deshonestamente, hay algunos que creen sinceramente determinadas cosas. Y a lo mejor desde el punto de vista político hasta es correcto lo que plantean. Pero desde siempre el problema de las microfracciones es la metodología que utilizan. No es solamente la discrepancia política e ideológica, sino que trabajan de manera no honesta, subrepticiamente. Hacen trabajo de zapa. En tema de microfracciones no se puede hablar de una manera abstracta. Las que he conocido han actuado deshonestamente.

Amodio: En Memorias de insurgencia, de la misma Aldrighi, página 127 Fernández Huidobro reconoce que se fue a la base, junto con Sendic, para demostrar que los planes por ellos propuestos y rechazado por el Ejecutivo eran correctos. Está reconociendo, implícitamente, que ambos encabezaron una fracción divisionista. Sobre esto, Marenales no dice una sola palabra. Marenales sabe y calla que quien planteó en 1969 el tema de la microfracción fue Amodio y que si en ese momento el Ejecutivo hubiese acompañado mi propuesta de expulsión, no habrían hecho el daño que hicieron durante el año que permanecieron en el MLN.

Marenales: Estoy en la militancia política desde 1946, si habré visto y si habré estado en discrepancia, pero jamás me acusaron de microfraccionalista, como tampoco a otros discrepantes. Porque la microfracción no es sólo una corriente de opinión, sino un grupo que rompe la disciplina colectiva, que tiene una organización propia dentro de la mayor. No acata nada, finge acatar, y eso es ya deshonesto. No se va, puesto que está en discrepancia, sino que se queda adentro para ganar la organización. Y no en buena ley, sino secretamente. Algunos de esos compañeros después de irse del MLN reingresaron. Otro factor era que teníamos una serie de planteos reivindicativos que llegaban a la gente. No fuimos un movimiento guerrillero, desarrollábamos propaganda armada. Por ejemplo, copamientos de fábricas para divulgar lo que pensábamos entre los trabajadores.

Amodio: Dale con la propaganda armada, en su momento tan denostada y luego reivindicada como un gran acierto…!!! Precisamente los planes de Huidobro y Sendic se fundamentaban en que la propaganda armada estaba superada. Toda la operativa por la cual se valen los movimientos fraccionalistas, se corresponden con lo actuado por Sendic y Huidobro, con la complicidad del mismo Marenales, Rosencof, Engler y el mismo Candán.  (continuará)


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