13.ABR.19 | Posta Porteña 2009

Criterio Religioso En Debates De La Izquierda

Por ASTARITA

 

Mi crítica (http://www.postaportenia.com.ar/notas/10231/la-izquierda-y-lenin-sobre-imperialismo-y-explotaci%C3%B3n-de-pa%C3%ADses/) a las tesis sobre el imperialismo de Lenin ha generado un comprensible rechazo en el “nacional marxismo” y aledaños.

A esta gente la idea de que Argentina, por caso, no es explotada por Estados Unidos o Alemania; y que la explotación debe plantearse exclusivamente en términos de la relación capital trabajo, le resulta insoportable.

Rolando Astarita blog 11/04/19

Con respecto a las críticas que me han dirigido, una que es bastante común dice que con mi planteo no puedo explicar las intervenciones de las potencias en los países atrasados (por ejemplo, la invasión a Irak o Afganistán), ni el militarismo. Sobre esto, remito al capítulo 13 de Valor, mercado mundial y globalización; o también aquí.

Otra crítica sostiene que mi enfoque no puede explicar por qué ocurrieron la Primera y Segunda guerras mundiales. La realidad es que he dado una explicación, con el agregado de, siguiendo una tesis de Mandel y Arrighi, también puede explicar por qué desde hace más de tres décadas no hay guerras entre las potencias. Véase, de nuevo, Valor…, o aquí.

En definitiva, no encuentro que me respondan con argumentos basados en evidencia empírica y argumentos teóricos más o menos consistentes. De todas maneras, y con el objetivo de que todo lector pueda apreciar el nivel de argumentos de mis críticos, invito a leer la nota, de reciente factura, del profesor Hugo Azcurra, “Lenin y el imperialismo, según Astarita” (http://www.pctargentina.org/azcurravsastarita.htm.

La Demanda de Obediencia  Ovejuna

Naturalmente, todas estas cuestiones seguirán debatiéndose por bastante tiempo (tengo preparadas algunas notas para ampliar la crítica a la tesis leninista del monopolio e imperialismo). Pero en esta entrada quiero detenerme en un “argumento” que se levanta una y otra vez contra los que se atreven a cuestionar alguna “palabra sagrada”, o alguna “autoridad establecida”.

El “argumento” dice, palabras más, palabras menos, “usted es un pigmeo y un diletante intelectual pequeño burgués, y X (Lenin, Marx, el líder del partido, Fidel, el Comité Central, o lo que sea), a quien usted critica, es un gigante. ¿Cómo se atreve?”

Es lo que ha escrito por estos días un lector en “Comentarios” (con los correspondientes insultos a mi persona, faltaba más). Y es lo que también hace el profesor Azcurra. Escribe: “Astarita se ha pasado al campo del ‘onanismo’ pequeño-burgués pretencioso y arrogante”; “Astarita pigmeo”.

Como he militado muchos años en organizaciones de izquierda, este tipo de cargos me es muy familiar. El mensaje de fondo que se envía (al crítico y al que sueñe con serlo) es que un militante no puede tener su propio criterio; debe aceptar que hay límites a lo que puede examinar con su criterio.

Pues bien, tenemos que rechazar de plano este “mandato”. Forma parte de la tarea de acabar con los métodos burocráticos y autoritarios con los que se anula el espíritu crítico (sobre métodos de discusión en la izquierda, aquí).

Podemos admirar la obra de tal o cual autor, pero ello no debe detener el desarrollo del pensamiento. En lo personal, es claro que admiro a Marx, pero esto no significa que acepte todo lo que escribió Marx. Por caso, he planteado que su ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia tiene problemas (ver aquí)

O que algunas formulaciones sobre la ganancia del capital comercial entran en contradicción con su propia teoría (ver aquí)

Y tampoco comparto su noción de razas (influenciada, indudablemente, por la ciencia de su época). Lo cual no significa, insisto en ello, que no admire el conjunto de su obra.

Sostengo entonces que este criterio debe aplicarse a cualquier otra “autoridad” o líder, por más respeto que nos merezca. Tenemos que reivindicar el derecho de todo compañero, militante, o quien sea, a ser “una cabeza pensante y amiga de la verdad”.

Y ser conscientes de que cuando se renuncia a esto, se abren las puertas para la entronización de burócratas (con sus correspondientes amanuenses), que se arrogan el derecho a decidir qué puede leer, pensar o criticar el común de los mortales.

En definitiva, se trata de romper con un criterio religioso. Subrayo: es religioso. No es casual que para la Iglesia (la Católica, al menos) el peor pecado sea la soberbia intelectual (véase aquí).

Su mensaje es que los seres humanos somos insignificantes (“pigmeos” diría un Azcurra santurrón) frente a la grandeza de Dios y la Santa Iglesia. De ahí el imperativo de la sumisión, de la mansedumbre, exaltadas como virtudes. Es la idea de que debemos ser ovejas (o corderos), que El Pastor nos guía; que el principio del buen comportamiento es la sumisión ovejuna del cerebro.

En la nota citada, escribía: “… la senda del orgullo lleva al desastre. La soberbia es el peor de los pecados, es el principio de todos los restantes, porque el soberbio cree tener más poder que Dios. Los ángeles rebeldes, o Adán, fueron soberbios porque osaron desafiar la autoridad de Dios. Santo Tomás dice que la soberbia es “amor desordenado de sí mismo”. La soberbia es “perfecta” cuando se rehúsa obedecer a Dios, a los superiores y a las leyes. Hay que seguir en la humildad, confiar en Dios, obedecer su palabra (condensada en las palabras del Papa)…”

Sustituyamos “las palabras del Papa” por “las palabras del líder, Lenin, Comité Central, etcétera”, y tendremos “el correctivo proletario” a los que quieren revisar alguna de las “santas verdades”.

Es por eso que Marx decía que “la crítica de la religión desengaña al hombre para moverlo a pensar, a obrar y a organizar su sociedad como hombre desengañado que entra en razón para que sepa girar en torno a sí mismo y a su yo real” (Introducción a la Crítica de la filosofía del derecho de Hegel; énfasis agregado).

Pero para aquellos que defienden el dogma, un llamado de este tipo solo lo puede ser producto de la “soberbia intelectual pequeñoburguesa” (curiosamente, las direcciones “consagradas” nunca son pequeñoburguesas; tampoco sus escribas).

Por último, remarco lo que ya había planteado en la anterior nota sobre los métodos de discusión en la izquierda: expresan un proyecto de sociedad. Para decirlo de la manera más clara y llana, ¿se imaginan a alguno de estos adoradores del “principio de autoridad”, como comisarios del pueblo al frente de un Ministerio del Interior, o de Cultura, de un gobierno socialista?

No es una cuestión menor, ni de mera “forma”. Hace  al contenido de un programa revolucionario y liberador.


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