15.ABR.19 | Posta Porteña 2010

Sionismo: De La Emancipación Judía A Nación De Amos (I)

Por Luis E. Sabini Fernández

 

El sionismo pertenece a ese tipo de movimientos ideológicos de redención humana que promete a sus acólitos un universo luminoso, inmaculado, celestial, a conseguir con su prédica y acción

Por Luis E. Sabini Fernández - 14/04/2019

NdePosta: este artículo publicado originalmente en Revista Futuros, se publicará en tres entregas sucesivas dada su extensión

Es un tipo de movimientos que floreció particularmente a lo largo del siglo XIX y en rigor es como una vieja aspiración religiosa a un paraíso que, laicizada, es “bajada” a tierra.

Su fórmula más extendida fue la del nacionalismo. Pero adquirió sus tonos ideológicos más fuertes, de utopía deseable, con el socialismo.

Antecedentes de esa ebullición conceptual, ideológica y política, se pueden rastrear en el desarrollo de la modernidad, en el jusnaturalismo y en la crisis de las relaciones de esclavitud y el consiguiente movimiento de manumisión de los esclavos.

En la estela del socialismo decimonónico, cuando ya el espectro político era ampliamente cubierto por él en la Europa de entonces, luego del descalabro material, anímico, de la Gran Guerra (1914-1918), y vinculado a las atroces condiciones impuestas por las naciones victoriosas a los estados vencidos, sobre todo a Alemania y Turquía, con el Pacto de Versalles, apareció un socialismo nacional. Luego de las gestas internacionalistas experimentadas a lo largo del siglo XIX y comienzos del s XX, resultaba una incongruencia, una anomalía, una negación radical del universalismo  hasta entonces concebido, al menos doctrinariamente.

Pero el nationalsozialismus, que simplificada y propagandísticamente conoceremos como nazismo, se abrió entonces paso como otra alternativa política.

La vigencia del nazismo fue, empero, corta, afortunadamente. Doce años de despiadado poder, porque enfrentó enemigos más fuertes que sencillamente acabaron con sus pretensiones de dominar el mundo.

Es muy ilustrativo lo que nos recuerda Noam Chomsky sobre el plan estratégico nazi antes de la llamada 2ª. GM. Adolf Hitler envía a un personero suyo, Rudolf Hess, en misión secreta a Inglaterra a hablar con la cúpula británica; el premier Winston Churchill. Hess sobrevuela el Mar del Norte y se tira en paracaídas en el norte de Inglaterra.  Si los ingleses no pudieron impedir el vuelo ?estamos en 1940, guerra declarada? sí detectaron al paracaidista, que fue inmediatamente detenido.

Todo hace suponer que Hess presentó sus credenciales y el sentido de su misión; tener una reunión secreta con el gobierno británico. Jamás fue recibido, fue en cambio tomado prisionero y pasará casi medio siglo en esas condiciones, primero en el Reino Unido, luego, extraditado, seguirá preso en la Alemania de posguerra. [1]

Lo que Hess, es decir Hitler, quería proponer era un acuerdo entre amos. El nazismo se había inspirado para su vertebración supremacista en los ideólogos racistas anglo norteamericanos, a quienes admiraban. Al visualizar la división de la humanidad entre razas de amos y razas de siervos, los nazis ubicaban a los anglo norteamericanos entre los herrenvolk. Como se ubicaban a sí mismos, como alemanes. Y consecuentemente proponían una alianza de herrenvolk, pueblos señoriales, para seguir el reparto colonial del “mundo”, para enfrentar el surgir de masas eslavas, como se veía en la vieja Rusia devenida Unión Soviética; con los latinos, los nazis también postulaban una relación amo-siervo [2] pero, ¿cómo explicitar tal idea del mundo con un Mussolini que se pretendía a su vez imperial? Y con  los pueblos africanos una política siempre bordeando el exterminio. [3]

Se trató de una propuesta geopolítica casi ingenua, por cuanto pocos años antes, los personeros de los colonialismos británico y francés se habían repartido las colonias alemanas en África, como fruto de la victoria de 1918, revelando otra concepción del poder y de los privilegios. Donde lo racial contaba algo menos que lo comercial…

El desarrollo de una próspera geopolítica racista tuvo un brusco final con el colapso nazi. Desde entonces, el racismo pasó a ser mala palabra y los nuevos diseños geopolíticos se anclaron en otros puntos de referencia.

Llamaba la atención que políticos o intelectuales hasta hace pocos años racistas confesos, se convirtieran en fulgurantes defensores de la igualdad racial.

Con el advenimiento del poder imperial de EE.UU., devenido en 1945 primera potencia mundial, se dejó de hablar incluso de imperio. Los críticos hablaban de “imperialismo yanqui”, pero la autodesignación era Democracia Americana; expansión de la democracia en el mundo. Compárese con los tiempos idos: British Empire era el nombre oficial que los colonialistas ingleses asumían para sí, con orgullo.

Ante el surgimiento del (mal) llamado Primer estado socialista, la URSS, y la efervescencia ideológica que sobreviniera en 1917 (ya preanunciada con la Comuna de París, en 1871), el debate político-ideológico había tomado mucho vuelo.

En el período que resultó ser de entreguerras, a la Rusia comunista, a la Italia fascista y a la Alemania nazi, se los llamaba “estados ideológicos”. Y muchos consideraban superiores estas formaciones políticas, por su diseño, su empeño, su pujanza, su conciencia de sí.

Con el resultado final de la 2ª.GM, el triunfo de EE.UU. fue universal o, si se quiere, con la URSS en pie, casi universal. Y con Pax Americana la democracia pasó a ser el buen gobierno por excelencia.

Sionismo

 

Vayamos un paso atrás, para reencontrarnos con un “hermano menor” de las ideologías de emancipación.                                                                                                             

El sionismo encaró su prédica mediante la “solución” nacional, aspecto este que el principal movimiento emancipatorio del siglo XIX, el socialismo, rechazara con la mayor vehemencia, por considerar al chauvinismo reproductor de rasgos de lo que quería combatir. Pero también vimos que el nazismo se enancó exactamente en el mismo fundamento.

Muy a fines del s XIX, en 1897, termina por constituirse el Primer Congreso Mundial Sionista, un movimiento judío que postulaba una renovación radical de la condición judía, un rechazo a la pasividad y a la autoexclusión judía tradicional. [4]

Manumitir lo judío. Reencontrarse con el trabajo de la tierra, reaprender a vivir con ella. No depender de otros, ni para comer, ni para defenderse, camino de dignidad y protagonismo.

El sionismo cuajó como un nacionalismo de origen europeo, pero asumiendo un territorio ajeno a Europa, a los territorios que  fácticamente habitaban los judíos.

Así se establece la primera mixtura. Algunos lo verán como renacimiento judío, aunque el sionismo se presenta inicialmente como prescindente en materia religiosa. No solo eso, sino que muchos rabinos se apartan del sionismo recién constituido. Pero a la vez, en la búsqueda de un anclaje territorial ?porque hay acuerdo en que una entidad nacional debe contar con un territorio?  el sionismo, que anduvo especulando si podía asentarse en Argentina, si en un territorio cedido por algún imperio como el británico (caso Uganda), entendió prontamente que era Palestina el asiento físico que más anclaje podía darle en el sentir de los judíos. Con lo cual, la idea de un resurgimiento nacional se conjugó de inmediato con la de un reimplante religioso y que así el sionismo pasara a ser una reafirmación religiosa. Para otros, como el mismo Herzl, el sionismo constituía una pieza valiosa en la geopolítica occidental de colonización y penetración en territorios adversos, como el asiático (como lo trasluce en su libro clave, El estado judío). Herzl iniciará gestiones para procurar recibir la tierra bíblica del imperio turco que la ocupaba. Sin resultados.

Para otros, finalmente, provenientes de la izquierda marxista, el sionismo constituía un  movimiento de liberación nacional (aunque paradójicamente colonialista); la historia nos muestra que todos los tales movimientos lucharon por expulsar de sus tierras a colonialistas, no por cierto a aborígenes.[5]

Con el sionismo, entonces, tenemos una combinación que resultará explosiva: judíos oprimidos en lucha por acabar con el abuso y la discriminación religiosa, empeñados en recuperar el trabajo con sudor (aunque sin abandonar otras ocupaciones que la sociedad europea, cristiana, les había asignado, incluso con ciertos privilegios; el comercio y la banca), y a la vez empeñados en una tarea de amos, bien clásica: adueñarse de tierras pobladas por nativos.

El fondo racista del sionismo, común con el de los imperios colonizadores ?triunfantes como los dirigidos por anglo norteamericanos o derrotados, como los de los alemanes?  está presente en todos los pasos del implante judeo-sionista en Palestina.

Al fin de la guerra mundial el flujo de judíos askenazíes, europeos, a Palestina, se hace imparable. La invasión (que en términos sionistas se caracteriza como  “reconquista”) ejerce una violenta, cuasi genocida [6] expulsión “exitosa” de la mayoría de árabes palestinos. El flamante Israel empieza entonces a recibir  judíos árabes, los llamados mizrahim. Algunos venían “por fin” a la “tierra de Israel”, otros fueron inducidos a venir a Israel por las organizaciones sionistas, interesadas en el flujo de judíos y para reemplazar el trabajo, la mano de obra árabe.

Los askenazíes se encontraron con lo que ellos llamaban “la calidad étnica” de los mizrahim. Fueron inmediatamente tratados como inferiores (“human rubbish”, basura humana, al decir de Levy Eshkhol, uno de la cúpula histórica sionista y tercer primer ministro del Estado de Israel).[7]

Eso fue el sionismo en Palestina. Eso sigue siendo el sionismo, y desde 1948, el Estado de Israel en Palestina. Los natives, terminología genérica que el colonialismo británico ha usado para mencionar a los oriundos de cualquier lugar señalando “apenas” que son los que nacieron allí, en Tanganica, en Ceylán, en el Caribe, en un territorio sin especificidad alguna (salvo la que le otorgue, con la colonización, el imperio); son el otro, negado.

Los natives de Palestina eran en un 99 % árabes. En su gran mayoría musulmanes, con una minoría cristiana. En Palestina coexistía además, una pequeñísima población judía, ortodoxa, afincada en “tierras sagradas”, ajena al sionismo; el Antiguo Yishuv (del que surgirán las primeras víctimas mortales del sionismo). También habían residido allí, durante siglos, pequeñísimas congregaciones cristianas (templarios, por ejemplo). Porque en esas tierras coinciden las llamadas tres grandes religiones monoteístas: judaísmo, cristianismo, Islam.

La política de asentamiento sionista en Palestina es algo totalmente distinto a todos los esfuerzos de poblaciones despojadas para recuperar sus territorios.

Validos del enorme potencial financiero de las redes judías, el sionismo va gestando toda una trama de apropiación, inicialmente subrepticia, de territorio palestino.

Siempre, eso sí, abundantemente fundamentada: bíblicamente es “la tierra de Israel” y tiene como objetivo la ‘restauración del templo’. La pretensión de convertir a la Biblia en un libro de historia ha llevado a sionistas a re-crear una arqueología coherente, que reafirme los hallazgos bíblicos. De más está decir que amén de esa arqueología “de partido”  existen muchas otras investigaciones arqueológicas que la desmienten. [8] Historiadores, incluso judíos, han demostrado falacias en la mitología judía.[9]

La secuencia de la colonización, en sus tramos iniciales, se repetirá: sionistas compran a propietarios ausentes, rentistas, generalmente turcos, tierras palestinas. Pobladas por campesinos que las trabajan. Pero que “jurídicamente” son apenas “campesinos sin tierras”. Cuando el emprendimiento sionista adquiere “legalmente” una tierra, tiene a su servicio a la policía turca que procederá a “limpiar el lugar” de residentes devenidos ahora ilegales. Que podían haber vivido allí por generaciones. Décadas, siglos.

Con el tiempo, la policía turca cederá sus funciones a la policía británica (cuando Turquía pierde la 1ª. GM e Inglaterra “recibe” esa tierra para tutelar).

Este modus operandi despierta resistencia. Espontánea. Una vez cada tanto, surgirán estallidos de violencia de campesinos despojados, de una sociedad tan trastornada.

Violencia que acabará con la vida de judíos (y de los sublevados; “la ley colonial” es implacable al respecto). Vida de judíos particularmente sionistas. En dichos estallidos, la violencia no es tan “ciega” por cuanto no se dirigirá, al menos siempre, contra todos los judíos sino en varias ocasiones sólo contra los sionistas. Estos estallidos se repetirán en 1910, 1921, 1927, 1928, 1932 y finalmente, cuando la población palestina adquiere conciencia de que la apropiación sionista es la anulación de ellos, ya no parcial, sino de “todo”, de que les va la vida en ello; que están siendo despojados de su sociedad, en 1936, estalla lo que podríamos llamar la primera intifada palestina del s XX, que durará tres años y que ingleses y sionistas, unidos, ahogarán en un baño de sangre que postrará a la sociedad palestina por décadas.

En 1947 tenemos una vuelta de tuerca sobre la situación palestina. La flamante ONU interviene descaradamente a favor de una solución “occidental” y “civilizatoria” contra una población aborigen que será ignorada al mejor estilo señorial. Pero con una diferencia sustancial: ahora, el dominio despótico tradicional  pasa a ser, bajo dirección  estadounidense, un dominio democrático. Se mantendrá la estructura de dominio pero la modalidad será distinta; el racismo será mala palabra, lo mismo que la explicitación imperial. EE.UU. pasa a ser árbitro, juez y garante del caso palestino. Será el tiempo de las votaciones. Pero eso sí, cuidando la construcción de mayorías.[10]

¿Acaso un pueblo?

El sionismo como movimiento de emancipación tiene características exclusivas. Las menos significativas se emparientan con el socialismo decimonónico; la revalorización del trabajo como fuente de socialización, por ejemplo; otras, como reivindicar la condición nacional como decisiva, lo liga, paradójicamente, al socialismo nacional alemán, el nazismo.

Sin embargo, la asunción del carácter nacional como primordial presenta a su vez graves escollos: primero la enorme diversidad étnica: los nazis se asumían como los dirigentes de la nación alemana, partida en diversos territorios, producto sobre todo de guerras perdidas; había alemanes rusos (los del Volga); alemanes que son austríacos (por diferencias dinásticas); los que vivían en Polonia en la zona de Danzig, otrora Prusia; en los Sudetes que el tratado de Versalles dejó bajo soberanía checa y polaca. Todos ellos hablaban alemán y étnicamente tenían cierta tipología común. Con los judíos, la diversidad étnica y lingüística adquiere tales dimensiones que se hace imposible hablar de un solo pueblo, aun con todas las definiciones, ponderaciones y limitaciones que uno pueda atender; hay judíos europeos, caucásicos, los hay alojados milenariamente en el mundo árabe ?y tales judíos son étnicamente similares o confundibles con árabes?, hay judíos de tez muy blanca, los hay de tez oscura, los hay afros de raza negra, como los falashas. El humor judío lo aborda risueñamente diciendo que hay rubios, morochos, pelirrojos, de pelo lacio, súper enrulados…

Segundo, la confluencia de socialismo y nacionalismo hará que en el sionismo lo nacional se imponga convirtiendo los aspectos socialistas en meros instrumentos de la finalidad nacional; será lo que explicará que “células socialistas”, como se presentaban los kibutzim, no permitirán el ingreso de árabes, una limitación o segregación inimaginable desde el punto de vista socialista.

Muy conectado con la cuestión nacional, tenemos la lengua. Las lenguas suelen ser las del lugar de nacimiento; judíos del este europeo tenían la lengua del lugar como los otros habitantes, pero a su vez tenían una lengua propia común, el yiddish, así como los judíos del sur europeo tenían el ladino como su lingua franca. Que les otorgaba cierta diferencia respecto de las sociedades que habitaban. Y una suerte de poder; hablar una lengua que no entiende el resto de la población. Un poder que a su vez genera mucho malestar, resentimiento, porque patentiza una libertad ajena, la de quienes “hablan entre ellos”.

Es de destacar que entre los mizrahim no existió sino el idioma árabe. (Aparte, en todos los casos, tenemos el uso ritual del hebreo).

Lo que había ligado a lo judío hasta la aparición del sionismo, era la religión. Como a la vez hay un debilitamiento generalizado de lo religioso en Occidente, y ese fenómeno atañe tanto al cristianismo como al judaísmo, los judíos, al menos los europeos, habían ido conservando su identidad judía sobre la base de valores, costumbres y tradiciones culturales, no tanto a través de la observancia religiosa. [11]  Esta situación cambia con la aparición del Estado de Israel.

______________________

[1]  Murió en 1987, con 93 años, en la antigua cárcel de Spandau, rediseñada para “albergar” nazis.

[2]  Consigna muy conocida durante la 2ª. GM: “soldati italiani, ufficiale tedeschi”.

[3]  Algunos ya exterminados por el colonialismo alemán anterior al nazismo, como los hereros.

[4]  Hay que señalar que en 1897, mientras en Basilea, Suiza, se funda institucionalmente el  sionismo, en Riga, entonces Polonia, se funda el BUND, socialistas judíos que ponían el acento en el socialismo, no en la judeidad. Su lingua franca: yiddish. Medio siglo después, sionistas y bundistas serán protagonistas del levantamiento del gueto de Varsovia, en 1943.

[5]  Se trata de movimientos desarrollados en África y en Asia. En América al sur del río Bravo, en el siglo XX, la situación es diferente y en general, no hubo tales movimientos porque el acento recayó en el retiro de la ocupación militar o política, generalmente estadounidense. Los países allí establecidos presentan rasgos distintos a los de los afroasiáticos: algunos son mayoritariamente “latinos”, es decir mestizos del tronco colonial inicial español que se unió a la población femenina aborigen (condenando sin medias tintas el cruzamiento de nativos con españolas); otros, como Guatemala o Bolivia con mayorías indias, pero igualmente gobernados por los colonialistas de la primera hora; otros, finalmente, con población aborigen escasa como Argentina y sobre todo Uruguay, constituyendo sociedades “blancas” o “europeas”. En este último caso, la presencia en los convulsionados sesenta de un “movimiento de liberación nacional”, los tupamaros, no es sino una expresión puramente política puesto que el país no estaba bajo dominio colonial sino bajo la influencia imperial estadounidense; se trataba de luchar por la liberación de los europeos e hijos de europeos que habían erigido una sociedad, un estado como los restantes “latinoamericanos”, periférico, en un territorio con poblaciones aborígenes muy escasas (y por consiguiente fácilmente “borradas”).

[6]  Siempre se habla de la expulsión de 700 mil u 800 mil palestinos, pero no se mencionan las violaciones y asesinatos ?miles, a veces colectivos? llevados a cabo por las fuerzas armadas sionistas y que le permitieron arrear a una población civil, sin armas, con más facilidad.

[7]  Cit. p. J. Cook, “Israel’s very own history of eugenics”, 26 set. 2014.

[8]  Véase, p. ej., Bernardo Gandulla, Los hebreos en el Gran Canaán, Editorial Canaán, Bs. As., 2009.

[9]  Entre otros, Shlomo Sand, La invención del pueblo judío, Akal, Madrid, 2008, La invención de la Tierra de Israel, Akal, Madrid, 2012.

[10]  Véase mi “ONU-UNSCOP: padres putativos de Israel.” I (Guatemala) y II (Uruguay).

[11]  Carecemos de datos para saber si hay, y si hay cuántos son los judíos que abandonan la “cofradía”, laicizándose por entero. Tenemos el caso de Gilad Atzmon, pero se trata de un “famoso” (y por eso lo conocemos)


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