16.ABR.19 | Posta Porteña 2010

Clara Aldrighi, La Izquierda Armada / comenta Amodio (VII)

Por AMODIO

 

La izquierda armada. Ideología, ética e identidad en el MLN-Tupamaros Ediciones Trilce 2001

 

Sobre esta obra, “osada, rigurosa y de sesgo testimonial, constituye, entonces, un insoslayable aporte a la interpretación de nuestra historia reciente y hasta de nuestro presente” así la presentaron en su momento; Héctor Amodio Pérez  hace un cometario (séptima entrega) Febrero-Marzo2019

NdeR: lo que está en cursiva corresponde al texto de Aldrighi y comienza entrevista a Zabalza

Entrevista a Jorge Zabalza

 

Esta entrevista pertenece a la primera edición de La izquierda armada. En la reedición de 2016 se publicó completa, dejando constancia de que había sido realizada en 1998. Como en el caso de Marenales, se publicarán las dos versiones
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Aldrighi:-¿Había muchos uruguayos dispuestos como usted a combatir con el Che en Bolivia?

Zabalza: Hubo varios. Después del 22 de diciembre de 1966 el Partido Comunista ofreció al MLN trasladarlos a todos a Bolivia. La propuesta fue rechazada, incluso en asamblea: eso está en las historias del Ñato. Salvo un compañero que fue, los demás prefirieron quedarse, y en condiciones bastante difíciles. Hay integrantes del Partido Comunista que han reconocido haberse entrenado para ir a Bolivia. Por otra parte después del 22 de diciembre de 1966 el apoyo del Partido fue fundamental para que los tupas sobrevivieran. Creo que primero se dio más por la solidaridad de la militancia comunista y luego se transformó en una relación orgánica. Había conocimientos personales que permitieron solicitar apoyo en la base. Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 181.

Amodio: Cuando se produjeron los hechos del 22 de diciembre, Zabalza no pertenecía al grupo Tupamaros. Según sus propias palabras, por esos años llevaba una vida a “salto de mata”, sin una vocación política definida. Según nos dirá en su libro La experiencia tupamara, de 2016, en 1965-66, estaba más cercano a los grupos anarquistas. Su hermano Ricardo ya estaba integrado al MLN, en la columna 1, que estaba bajo la responsabilidad de Huidobro y no será hasta 1968 que se producirá su ingreso, reclutado por su hermano, con el seudónimo de Justo. Concurrió a Cuba junto con otros integrantes del MRO, de Ariel Collazo, cuando la gauche divine uruguaya hacía turismo revolucionario en la isla, recibiendo alguna instrucción militar que nunca sirvió para nada y hacerse fotos vistiendo uniforme militar, posando con alguna metralleta y la clásica boina. Pasados los años parece que decir que se estuvo dispuesto a “irse a Bolivia” arroja algún tipo de prestigio personal. El mismo Marenales se lo dijo a Márquez Zachino, pese a que en la reunión en el que el tema se discutió, en 1967, afirmó lo contrario. El único que manifestó con claridad se deseo de integrarse fue Mejías Collazo, quien finalmente tampoco lo materializó. Que hubiera militantes comunistas que creyeran que la preparación que recibían del partido era para ir a Bolivia, es lógico. El partido comunista estaba dispuesto a hacer la revolución en muchos sitios, cuanto más lejos del Uruguay, mejor, pero parece que nunca se le dieron las condiciones apropiadas. En Bolivia por unas razones y en Uruguay por otras, sin ir más lejos. Jaime Pérez lo explica muy bien, en su libro El ocaso y la esperanza. El partido Comunista brindó apoyo orgánico desde el primer momento, y muchos clandestinos pasamos los primeros días de clandestinidad en casas de afiliados comunistas, que creían estar dando cobijo a sus camaradas de partido.

Aldrighi:¿Ingresaron al MLN muchos jóvenes provenientes de familias de tradición blanca como la suya?

Zabalza: Sí, muchos. Wilson Ferreira Aldunate nos decía que los blancos se volvían tupas y los colorados bolches. Y eso tiene que ver con la formación política: por la relación con la autoridad del partido, la rebelión, el inconformismo, sobre todo por la relación individuo-partido. Justamente esa es una característica de los blancos: el individuo se para ante el partido. Mientras que en el Partido Colorado existe una concepción de subordinación, de acatamiento a las decisiones partidarias. En los blancos es más difícil esa postura, y antes lo era más aún: están vinculados a las montoneras, a formas mucho más espontáneas de lucha. Fíjate, Sendic es de origen blanco. Si bien era socialista y el hermano trotskista, todo el resto de la familia eran blancos de Flores, departamento blanco por excelencia a pesar de llamarse así. Mujica, Bidegain, los Ríos de Tacuarembó, nosotros. La gente del interior que ingresa al MLN es de origen blanco. No es una regla absoluta, no es una ley de la naturaleza, pero promedialmente hubo muchos blancos con aquellas tradiciones. Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, págs. 182-183.

Amodio: Ya tenemos una explicación más acerca de los incumplimientos de las normas organizativas del MLN, perpetradas mayoritariamente por Sendic y sus seguidores de las columnas del interior: “tiene que ver con la formación política; por la relación con la autoridad del partido, la rebelión, el inconformismo, sobre todo por la relación individuo-partido. Justamente esa es una característica de los blancos: el individuo se para ante el partido”. Que era una actitud disolvente, que atentaba contra la cohesión necesaria en una organización clandestina, no importaba. Cualquier cosa antes que subordinarse a las decisiones. Faltaría más, que para eso estuvieron en las montoneras…

Zabalza: Con todo, en las lecturas de Punta Carretas estaban también los libros sobre José Batlle y Ordóñez, Particularmente soy un admirador suyo, no tanto de su persona, sino de la profundidad de las transformaciones que impulsó. El Uruguay es Batllista, y ese Uruguay sobrevivió a la dictadura. Si salimos a decir que estaba roto el Uruguay Batllista, quiere decir que Batlle fue quien hizo la forma de hacer política en Uruguay, no Aparicio Saravia. El sistema de amortiguadores, negociaciones, mediaciones, compromisos, todo eso que es la vida política de Uruguay, nace con el Batllismo. No pudo imponerse la forma, la estructura del poder a lo Aparicio Saravia. El que transformó a Uruguay fue el Batllismo: en ese sentido soy admirador, o reconozco más bien el talento político de Batlle y Ordóñez. Pero es lógico que una rebelión como la tupamara tuviera como paradigma a los blancos en las cuchillas y no el Batllismo en el Parlamento. Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 183.

Amodio: Más de lo mismo, pero se introduce un matiz: al reconocer que los logros de José Batlle y Ordóñez tuvieron una incidencia favorable en el desarrollo de la vida política en Uruguay, a contrario sensu está manifestándose en contra de la opción de Saravia. Es un pequeño detalle, porque en el libro La experiencia tupamara, en el capítulo I y de las páginas 31 a 37, el mismo Zabalza despotrica de toda la labor desarrollada por el mismo José Batlle y Ordóñez. Es una contradicción de las muchas en que incurre Zabalza a lo largo del largo proceso de los últimos 50 años en el Uruguay.

Aldrighi:¿Qué diferencias establecía entre la lucha armada del MLN y la llevada a cabo por otras organizaciones revolucionarias en América Latina, Vietnam, Argelia?

Zabalza: Había una semejanza clara en la estrategia general, que consistía en hacer propaganda y contribuir al desarrollo de la comprensión política a través de acciones armadas. Nosotros le llamábamos “hacer política con armas”. Hay varios documentos que lo dicen: a través del hostigamiento ir debilitando al sistema de poder. Pero ahí se me termina el papel, porque nosotros nunca definimos de una forma precisa cómo se iba a concretar el asalto al poder. Teníamos claro hasta el debilitamiento del sistema de dominación, pero más allá creo que no llegamos. Fue ésta una de las carencias que nos hizo seguir actuando en los setenta con la misma visión de los sesenta. Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 184.

Amodio: Efectivamente, nunca el MLN llegó a definir cómo se produciría “el asalto al poder”. Por una razón muy sencilla: porque se creía que sería a través de un proceso dialéctico, de acumulación de fuerzas por un lado y de desgaste del gobierno por otro. Haciendo propaganda armada. Lo de hacer política con armas se dirá después, cuando el MLN inicia el viraje ideológico necesario para integrarse a las estructuras legales establecidas

Ahora bien, si el MLN después de 1985 y tras los fallidos intentos de reorganización del “aparato armado” tan denostado decide integrarse a la vida democrática y participar de sus instituciones, es un hecho que admite interpretaciones pero al que no se le puede negar realismo. Pero no estamos hablando de ese tema, sino de la forma en que se gestó la debacle y las responsabilidades consecuentes. Dice Zabalza: “Teníamos claro hasta el debilitamiento del sistema de dominación, pero más allá creo que no llegamos. Fue ésta una de las carencias que nos hizo seguir actuando en los setenta con la misma visión de los sesenta.” Esta es una de las falsedades que se han dicho y mantenido a lo largo de los años. Fue precisamente por intentar cambiar la visión fue que se puso en práctica el Plan del 72, que pretendía elevar el nivel de los enfrentamientos, por considerar acabada la táctica de la propaganda armada. El plan del 72 incluía las acciones del 14 de abril, las acciones del Collar y la puesta en marcha del Segundo Frente, plan Tatú incluido. Todos esos planes no son obra exclusiva de Fernández Huidobro, como Zabalza y otros nos quieren hacer creer, sino que contó con varios apoyos internos, entre ellos el mismo Zabalza.

Zabalza:  Quedamos jugando mano a mano con las Fuerzas Armadas en un “toma y daca” y no supimos lograr que fuera la gente la que jugara el partido. Hay una imagen muy clara que compara la situación de los años setenta con un partido de fútbol entre las Fuerzas Armadas y nosotros: el público observaba, no participaba, no bajaba a la cancha a jugar. A veces nos aplaudía algún gol a jugada más o menos buena. Pero también nos rechazaba las jugadas malas o los goles en contra. Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 184.

Amodio:  Zabalza dice “quedamos jugando mano a mano” cuando debió decir provocamos, con los planes que entre muchos yo ayudé a llevar adelante, que quedáramos enfrentados mano a mano con las FF.AA. Porque esa es la realidad. Realidad que quienes inventaron la historia oficial se niegan a reconocer.

Zabalza:  En el MLN no supimos cambiar de estrategia, advirtiendo que en lugar de seguir con esos grupitos armados, teníamos que empezar a jugarnos a formas de lucha donde el pueblo interviniera por sí mismo. Era posible, a partir de esa base social lograda, del desarrollo político y de la incidencia que teníamos en el país, incentivar formas de lucha que nosotros pudiéramos apoyar desde el aparato armado. Pero volviendo a la pregunta que me hiciste, creo que nos diferenciábamos de los vietnamitas y del resto de los movimientos guerrilleros en la táctica de la guerrilla urbana. Constituía simplemente la respuesta correcta a la realidad uruguaya. O más bien la respuesta posible. Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 185.

Amodio:  Los “grupitos armados” que Zabalza menciona, con ese tono de superioridad, indigno de alguien que fue liberado dos veces de la cárcel por esos mismos grupitos, son los que consiguieron procesar las acciones que convirtieron al MLN en un referente político e incluso militar, si no se hubiese considerado que había que elevar el nivel de los enfrentamientos, lo que trajo como consecuencia que quedáramos inermes ante las FF.AA., porque las desafiamos sin armas y sin combatientes. Argumentar otra cosa es querer desviar la atención. En cuanto a la característica de la lucha, si tan convencido estaban Zabalza y quienes lo secundaron, tanto por arriba como por abajo, de que debía ser urbana, ¿cómo es que ponen en marcha el plan Tatú, cuya finalidad era abandonar las ciudades del interior y trasladar la lucha al campo? Por ahora es otra pregunta que no ha obtenido respuesta. Seguramente porque no la tiene, porque fue una gran contradicción que se niegan a explicar. El MLN cambió su estrategia, pasando de ser una guerrilla urbana a una rural, y ese fue uno de los más grandes errores. ¿Y quiénes la impulsaron? Sendic y sus seguidores, entre los estaba Zabalza.

Aldrighi: El reclutamiento de militantes, con todo, ¿no se realizó preferentemente dentro de las capas medias?

Zabalza :Eso parece estar desmentido por algunas de las estadísticas que existieron tanto en Punta Carretas como en el Penal. Ahora no recuerdo las cifras, pero había mucho militante sindical y trabajadores rurales. No es exacto lo que maneja el libro de las Fuerzas Conjuntas sobre la subversión, donde se habla de una mayoría de estudiantes. También una de las formas de lucha política e ideológica del Partido Comunista en aquellos tiempos era la de calificarnos de pequeño-burgueses radicalizados. Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 188.

Amodio: En este punto tiene razón la señora historiadora. El reclutamiento se dio mayormente dentro de las capas medias de la sociedad uruguaya. Zabalza lo niega, pero debió decirle, sí, fue así ¿y eso qué tiene de malo? Y recordarle los ejemplos históricos de miembros de la burguesía, grande o pequeña, que habían puesto en funcionamiento movimientos revolucionarios. No entiendo la razón de por qué hay que negar una realidad que existió, a menos que se tenga cola de paja.

Zabalza: En la segunda dirección había pequeño-burgueses: en la primera no. Te recuerdo sus integrantes. Estaba Raúl, procurador, que se crió en el campo. Un obrero de la construcción, marmolista: Marenales. Después estudió Bellas Artes, pero antes trabajaba en un taller. Un tipógrafo como Amodio Pérez. Candán Grajales, quien primero trabajó en la Coca Cola y luego como fotógrafo independiente. El Ñato, bancario, asalariado. Rivero Cedrés y Rodríguez Recalde, obreros de Ghiringhelli y FUNSA. Pinella, Carlos Flores, los “peludos” de Bella Unión, todos trabajadores. Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 188.

Amodio: Zabalza confunde el modo de ganarse la vida con la pertenencia o no a determinada clase social. Eramos asalariados, pero pertenecíamos a la pequeña burguesía y no hay por qué negarlo. Por otro lado, está haciendo una mezcla de nombres que deja en evidencia lo poco que sabe de aquellos años: Ni Marenales ni yo, y mucho menos Candán, integramos la primera dirección. No menciona a Manera, un ingeniero calificado de UTE y ni Rodríguez Recalde, Pinella y Carlos Flores se acercaron a ella, los dos últimos por haber muerto con anterioridad a la existencia del MLN. La historiadora no dice una sola palabra acerca de estos errores.

Zabalza: Se trata de un mito que nos creímos hasta nosotros. Ciertamente en los años setenta la gran explosión se dio en el movimiento estudiantil. Al caer la dirección de Almería la nueva dirección sí estará formada predominantemente por estudiantes e intelectuales: Wasem, Engler, Rosencof. En Almería caen la primera dirección y también los “fantasmas”. Se forma entonces una tercera con delegados por columna y esa es la que permanece. Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 188.

Amodio: Zabalza olvida la vieja consigna “obreros y estudiantes unidos y adelante” ¿Es que los que menciona anteriormente como proletarios no habíamos pasado por los institutos de enseñanza? Además, oculta un dato muy relevante: en agosto de 1971 se hizo un censo entre los presos de Punta Carretas, porque los militantes del interior reivindicaban su condición de campesinos, ante las otras columnas, fundamentalmente de la 15. Sendic, Zabalza y compañía pretendieron hacer creer que vivir en el interior era ser campesino, y pretendieron censar como campesinos a músicos, maestros, peluqueros y empleados bancarios. Resultó que el 95% éramos urbanitas y nos dividíamos a partes iguales entre clase media y clase media-baja. El 5% restante eran los cañeros.

Aldrighi:¿Cuáles fueron las causas del fuerte reclutamiento estudiantil en los setenta, que modificó el perfil de la organización?

Zabalza: En primer lugar, esa nueva dirección. Y después la aceptación desde Almería en adelante de una especie de “división del trabajo”: el Partido Comunista en la clase obrera y nosotros entre los estudiantes. Anteriormente el crecimiento estudiantil existía, pero afuera de la organización: el FER, etcétera. Se mantenía como movimiento de masas. Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 188.

Amodio: La señora historiadora le da por buena la respuesta anterior y Zabalza pretende reafirmarla, pero resulta que no fueron las cosas como las cuenta. El FER que menciona Zabalza, casi en su conjunto, revistaba en el MLN casi al mismo tiempo que él, es decir, desde 1968. Zabalza mismo cuenta, en La experiencia tupamara, un encuentro que mantuvo con Héctor Méndez, que durante un tiempo formará en el comando de la columna 5, con el apodo de Franco, junto a Susana Faget y Rodolfo Scaltritti, encabezando un sector del FER. El resto se integró en la entonces llamada columna 25 y casi todos terminaron expulsados en 1970, pese a los desmentidos en contra. Los acompañaron algunas ex tupamaras, como Elida Baldomir y María Elia Topolansky, junto a Saúl Feldman. La gente de la columna 5 son los que se negaron a entregar a Pellegrini Giampietro, a quien el Ñato había dejado a su custodia. Ya en 1969, después de Pando y la detención del Ñato, ambas columnas pasaron a estar bajo mi responsabilidad. Los integró el Ñato, a todos juntos y así se mantuvieron hasta que los distribuimos entre las columnas 1, la 10 y la 15, solución encontrada ante mi pedido de expulsarlos. Lejos de eliminar su fraccionalismo, lo extendimos, como era de esperar.

Zabalza: El predominio de la columna 15, que era ya una columna fuerte, se produce también después de Almería. Las dos columnas fuertes del MLN eran la 7 -la del interior- y la 15. En esta última también había obreros: Candán Grajales y Amodio Pérez, toda la gente de Alpargatas y de La Teja. Los estudiantes predominaban en la columna 5 (que era el MR-8). Después de Almería, por lo tanto, empieza el reclutamiento universitario en la 15. Al menos yo lo veo así. 
Se manifiesta en el mismo período lo que llamamos el accionismo, una concepción que predomina entre Almería y el Abuso, una especie de competencia para ver quién hace más acciones. Se forma en esos momentos también la columna 10, de integración mezclada, estudiantes, trabajadores. Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 188.

Amodio:Pues lo ve mal. En 1968, cuando tras el Simposio de octubre se forman las columnas, la 15, como tal columna, no existía. La columna 15 se formó tras la detención de Marenales, sobre la base de los por aquel entonces llamados colaboradores, bajo la responsabilidad de Alicia Rey. Algunos de ellos, como los hermanos Bentancourt, Julia Armand’Ugón y otros de Juan Lacaze al poco tiempo fueron transferidos al interior. Otros, Pablo Blanco, Jorge Becca, gente de la Facultad de Derecho, como Wassen y un grupo de odontología, del Cerro y otros a los que conocí su existencia a través de los informes en el primer comando que formamos en el primer local que alquilamos y dimos cobertura los propios clandestinos, todos provenían del sector universitario. Y aunque hubo excepciones, eso siguió siendo así, porque el reclutamiento se daba, naturalmente, en el medio en que el “reclutador” se movía. Con esos mimbres, la columna 15 procesó todas las acciones que le fueron encomendadas. Voy a omitir la lista de ellas para que no me acusen de narcisista, pero tengo que decir que salvo dos o tres compañeros, el resto eran estudiantes, maestros, profesores o profesionales ya recibidos. Ese proceso abarca desde 1968 y Almería es en 1970, con lo que la afirmación de Zabalza queda desmentida. El accionismo que dice que existió fue producto de los planes Cacao y Remonte. Hay un accionismo posterior al Abuso, impulsado por grupos de los fugados, que pretendían desconocer la tregua por las elecciones. Ahí falló el Ejecutivo, que permitió acciones de “perchetramiento” de materiales de fácil adquisición.

Zabalza: Tenías el aparato, la gente armada, los Grupos de acción, los Grupos de acción en formación o GAF, los Comandos de apoyo tupamaro o CAT. Todos reclamaban acciones, ¿para qué estaban organizados si no? Y para completar, en 1971, a partir de la formación del 26 de Marzo, hubo una especie de gran llamador: el movimiento nucleaba gente que después pasaba al aparato. Comenzó a producirse la captación hacia el aparato armado también de lo poco que teníamos en el movimiento sindical, y lo mismo se hizo en el movimiento estudiantil, desarticulándolo. Recuerdo haber hecho un asalto en Paysandú junto con Gallo, (un dirigente de UTAA ahora desaparecido en Argentina) y al otro día por la noche, Gallo habló en un acto del 26 de Marzo en el Platense. Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 189.

Amodio:¿Y qué hacía Zabalza en esos momentos? ¿Planteó hacer lo que preconiza en 1998 o fue de los impulsores de lo que se hizo antaño? Yo renuncié al Comando General cuando comprobé que los planes que ahora Zabalza dice que eran erróneos se ponían en marcha, mientras él los impulsaba, y él y Mujica mandaban cartas desde el Penal porque los planes -los de ellos-no se concretaban con la suficiente rapidez

Zabalza: No preservábamos a los militantes de masas: podíamos dejar en su lugar de militancia, por ejemplo, a los peludos que tenían una cierta incidencia política, a Ruben Sassano, pero al militante de base lo traíamos para el aparato armado. A toda velocidad, pasando por el 26 de Marzo. A pesar de esto, igual tuvo un desarrollo grande la Tendencia sindical, la ROE. Fue muy importante su incidencia en el movimiento obrero. Estábamos presentes en la Tendencia: por ejemplo el Flaco Belletti era uno de sus principales dirigentes. Somos cofundadores, con Cores y Coitiño, de la lista bancaria 1955. Más tarde Listre, Roccatagliata, el “Gorila” Ramos, todos se vinieron para el aparato armado. Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 189.

Amodio: Insiste Zabalza en criticar lo que se hizo, como si fuera una responsabilidad de otros y él hubiese estado ausente. Pero no, estaba en la primera línea, impulsando los planes en los que él había participado en Punta Carretas y maniobrando internamente contra los que nos oponíamos a ellos. ¿Cómo no iban a querer participar en el sector militar los compañeros con labores sindicales, si era la línea oficial del MLN, reivindicada nada menos que por Sendic? 
Zabalza no puede ignorar que en 1968 Sendic presentó renuncia al Ejecutivo para poder participar en los operativos, participación que Manera, Fernández Huidobro y Marenales le tenían vetada, por su condición de líder político. Y menos aún puede ignorar que fue Sendic, cuando todavía existía el Coordinador, quien hizo participar a tres dirigentes de UTAA en el asalto al banco de Rivera y Arrascaeta, para “señalar el camino” a los dirigentes gremiales. Y además: ¿qué tuvo que ver el MLN con la ROE? Nada. ¿Cores y Coitiño fueron alguna vez miembros del MLN? Nunca. Listre, Rocatagliatta y Ramos eran bancarios, pero no fueron dirigentes y se integraron al MLN antes que el mismo Zabalza. Hablar por hablar. Lo grave es la pasividad con que la historiadora recibe estos disparates.

Aldrighi:¿Qué opinaban en Punta Carretas de esa nueva orientación del MLN?

Zabalza: En Punta Carretas había dos direcciones: la política, el C 1, y la interna, el C2, que yo integraba. Participábamos en los análisis, se reunían las dos direcciones con otros compañeros, era lo que se llamaba “el troncal”. Nos reuníamos con total tranquilidad en la cárcel, no había dificultades. Se hacían análisis políticos, pero nunca oí que se aceptara el desarrollo, el crecimiento tal como se estaba dando afuera, el reconocimiento de que por ahí iba el camino. Se aceptaba. Llegaba al Penal gente más joven que nosotros. Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 189.

Amodio: No hubo una nueva orientación a partir de Almería. Los compañeros que asumieron la Dirección lo hicieron desde posiciones de militantes de base y bastante tuvieron con reconstruir lo escaso que dejó la represión. La Dirección la ejercían, la debían ejercer, los que estaban en libertad. Los presos perdían el contacto real con la sociedad, decíamos, y aceptábamos que así debía ser. A lo sumo, nuestro papel era el de transmisión de experiencia y en ese tenor funcionamos durante agosto, setiembre y octubre de 1971, en lo que se dio en llamar Dirección compartida. Precisamente tras Almería y hasta inicios de 1971, el MLN no creció. Se limitó a consolidar lo que quedó.

Aldrighi:¿Por qué eligieron fugarse en 1971 por un túnel, con una preparación tan compleja y arriesgada?

Zabalza: No queríamos irnos de Punta Carretas con violencia, sino mediante la inteligencia: salir a los tiros hubiera sido posible y lo hubiéramos hecho antes. Porque comprar armas en Punta Carretas, con el grado de corrupción que había, e intentar tomar los muros para salir era realizable, pero siempre lo descartamos porque podía significar hasta la muerte de inocentes. 
Veías a los guardias de Punta Carretas y te daban lástima: los que estaban en los muros eran todos mayores de sesenta años. Hasta había uno rengo. Nosotros teníamos lo que Raúl llamaba la regla de oro en el uso de la violencia: la gradación, de manera que la gente comprendiera. No necesariamente que compartiera, pero sí que entendiera que usabas la violencia dentro de un marco de reglas, a la uruguaya. Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 189.

Amodio: La salida por los muros se barajó pero se descartó. La preparación militar adquirida en Cuba no fue suficiente para hacerle entender que aunque a todos los guardias les faltara una pierna, desde el muro nos bajaban como pajaritos. Para acceder al muro había que reducir a la guardia interna y eso era imposible sin desatar la alarma. ¿Cuántas armas y municiones habrían sido necesarias? ¿Cien, doscientas? En fin, mejor dejarlo. Otro intento fue volar el muro, desde la calle García Cortinas, al fondo de la cancha de fútbol. Se descartó porque la explosión era incontrolable. Por eso se pensó en los túneles, de afuera hacia a adentro. Se estudiaron varias posibilidades y se eligió uno, el llamado Gallo, que fue descubierto por una subida de la marea, que sacó las herramientas y las arrastró hasta la costa. Que la corrupción era enorme, lo prueba el Abuso. Sin la corrupción de D’Albenas no hubiese sido posible. Que la historiadora crea que fue una operación compleja y arriesgada es su forma de ver las cosas. Pero para eso estamos los que colaboramos en hacerla posible, para sacarla de su error. El túnel era la única salida viable, y hacerlo desde afuera significaba cientos de metros de túnel y el MLN no estaba en condiciones de realizarlo. Sobornamos al jefe de la guardia interna y el túnel se hizo desde adentro. Complejo, claro está, pero era lo menos arriesgado.

Aldrighi: ¿Qué opinó de la táctica “Cacao” que provocó una cierta polémica división dentro de la organización?

Zabalza:  El “Cacao” salió de adentro de la cárcel. Cuando cae Almería, surge esa propuesta de la dirección política del Penal. Se pretendía, como decía una de las frases del Plan, que la burguesía no balconeara la lucha que se venía dando. Para eso era necesario golpear sus centros de vida social. Cuando finalmente llega Raúl a Punta Carretas desde la Cárcel Central se opone totalmente, porque siempre creyó que el uso de la bomba provocaba rechazo en la gente. Sostenía que no se daba la cara, que así no se peleaba de frente, a lo gaucho. Allí hay una rediscusión del tema y se termina el “Cacao”, Afuera la dirección nueva lo había aceptado.
Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 190.

Amodio:  En las fechas por las que se publicó La izquierda armada, todavía Fernández Huidobro era defendido por Zabalza. Por esta razón es que no le cuenta a la historiadora toda la verdad. El Cacao fue una propuesta de Fernández Huidobro, discutida por el C1, que la aprobó con un solo voto en contra: el mío. Pese a que estuve en minoría absoluta, conseguí que se consultara al C2, organismo al que Zabalza estaba integrado. Si bien hubo en el C2 quienes apoyaron la negativa, quedamos en minoría absoluta y Zabalza integró la mayoría en esos momentos. Lo de pelear de frente y a lo gaucho contradice la acción guerrillera. Queda muy bonito para la tribuna, pero la guerrilla siempre ataca por sorpresa, impidiendo toda acción defensiva.

Zabalza: ¿Por qué se adoptó una táctica de estas características? Teníamos en la cárcel del pueblo a los secuestrados. Había pasado lo de Mitrione. Eran momentos de mucha tensión: cuando llegó esa propuesta de la dirección política, dentro del Penal todos aceptamos. Estábamos exasperados. Y fue Raúl quien detuvo un poco eso. También se plantearon discrepancias por el “Cacao”: no estuvieron de acuerdo la “Parda” Topolansky, el “Flaco” Rodríguez Larreta. Desde la cárcel vimos el problema de la microfracción que se originó por esto como una ruptura de la disciplina. Pero cuando esos compañeros cayeron presos nosotros los recibimos a todos. Tenía muchos conocidos en la micro, por ejemplo el “Lechuga” De Vargas. Dentro del Penal la columna del interior no fue afectada por la división. Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 190.

Amodio: Zabalza dice todos aceptamos y no es así. De la misma manera que recuerda que fui el único en oponerme al “apoyo crítico” al Frente Amplio, podría decirlo también en este caso. Pero Zabalza tiene memoria selectiva, y recuerda solo lo que cree que le conviene. La dirección nueva, la que consiguió estabilizarse como tal después de Almería y sus secuelas, la aceptó porque creyó que al venir de Punta Carretas era la verdad revelada. La “microfracción” ya venía funcionando desde Pando y aprovecharon las previsibles repercusiones negativas del Cacao para cuestionar a la nueva dirección, a la que hizo culpable del Cacao. En su disculpa, los compañeros dijeron que el plan les llegó de Punta Carretas, por lo que fue peor el remedio que la enfermedad. Sendic planteó las mismas objeciones que había planteado yo y las acciones del plan Remonte, para intentar contrarrestar lo negativo del Cacao, nunca lo consiguieron, porque carecían de una motivación política clara. - continuará -


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