24.ABR.19 | Posta Porteña 2012

Discutiendo sobre fuerzas armadas. No hay nada más parecido a un ataque que una mala defensa

Por Fernando Moyano

 

Comentario a una entrevista a Julián González Guyer -

Una opinión personal

Fernando Moyano  abril 22, 2019


El viejo problema de racionalizar PI, también llamado cuadratura del círculo. El Frente Amplio ha resuelto que el próximo gobierno (si le toca) encare la racionalización de las fuerzas armadas, reducción, modernización, depuración. Muchas veces dicho, nunca hecho porque en realidad no se sabe muy bien lo que se quiere.

Y esto ocurre en el contexto del emerger del fascismo, que aquí y ahora forma parte de un proceso continental que ocurre precisamente -y no es la primera vez- en la fase de decadencia de un ciclo de socialdemocracia, que en este caso abarca un haz de procesos diversos.

El límite estructural que han encontrado todos estos intentos de mejoras dentro del capitalismo dependiente, es ESE límite precisamente. Y el emerger del fascismo es, una vez más, contracara de la decadencia socialdemócrata. Todo esto viejo y sabido y al mismo tiempo actual y crucial, tratemos de verlo en notas sucesivas. Esto es para comenzar.

En este fascismo emergente, el militarismo es un componente esencial. Estuvo presente pero contenido en este tiempo, con el pacto de impunidad entre la corporación militar el poder político. Y ahora cree llegado el momento de romper el cascarón. Como la táctica de la socialdemocracia frente al poder burgués es siempre la de la menor confrontación posible, estos son los resultados.

Y entonces es inevitable que se plantee de nuevo la vieja discusión ¿para qué fuerzas armadas, sirven, son necesarias, cuál es la relación coste/beneficio, se puede prescindir de ellas?

Julián González Guyer es un académico especializado en el tema, muy respetado. En la entrevista en el Semanario Voces 11/04/2019 (1) aporta muchos elementos para comprender la naturaleza reaccionaria de la institución militar en sí misma, su aislamiento intencional, la forma refractaria en que se reproducen todos sus factores negativos, y los peligros que representa.

Julián no es - como somos nosotros- un antimilitarista. Tampoco es un militarista a ultranza tipo Javier García o Jaime Trobo. Es, podríamos decir, un racionalista que ve la institución militar como un mal necesario, y piensa en los posibles paliativos. No cierra los ojos ante lo malo, lo perverso, lo difícil, y no pretende ocultarlo.

Y dentro de esa perspectiva es que hace una defensa de la permanencia de la institución militar. Una permanencia transformada, pero defiende la idea de su necesidad.

Si esa defensa muestra grandes agujeros, no es porque sea tonto o ignorante, todo lo contrario. Es porque le ha tocado defender a un criminal muy salado, indefendible, culpable notorio de todos los cargos, que además no colabora es su propia defensa y se deschava más cada vez que abre la boca. Julián hace lo que puede.

Por qué defiende, sin embargo, la existencia de fuerzas armadas y no se pasa a nuestro bando, el de los antimilitaristas, es una buena pregunta, pero no para esta nota. Digamos solamente que no es Julián, son muchos los que no creen que se pueda hacer tabla rasa con las fuerzas armadas, y no conciben que un país pueda prescindir de algo así.

Entonces, como nosotros sí estamos por la tabla rasa, ese intento de defensa con agujeros nos interesa mucho. Porque, comprendamos, Julián no quiere, con su análisis, hundir a la institución militar.

Pero la hunde.

“- ¿Qué Fuerzas Armadas precisamos?
“- Unas Fuerzas Armadas que en el indeseable e improbable caso de que alguien nos quiera invadir sean capaces de organizar una resistencia, lo más digna posible, que eviten que se nos metan para adentro.  Que en vez de diez horas demoren setenta y dos. Que quien quiera invadir sepa que algún costo tiene que pagar, y que ese costo militar supone un costo político. Porque una cosa es que a un país independiente se lo invada sin resistencia, y que la gente reciba las tropas aplaudiendo, y otra cosa es que haya resistencia.”

Esta es la idea central. En otras partes de la entrevista Julián expone los aspectos más regresivos de la institución, eso lo veremos luego. Veamos ahora esta idea central, los conceptos son:

a) Un conflicto bélico es “improbable”, y no buscado.
b) El papel esperado de las fuerzas armadas es más que nada disuasorio. En capacidad efectiva de combate no se espera gran cosa. A su vez, se supone que el costo político para el invasor será más importante que el costo militar.
c) Se espera que las fuerzas armadas organicen la resistencia popular, o sea civil.

Dejemos el primer aspecto para después, comencemos con lo otro.

Nadie hace la guerra por gusto. En ese hipotético, improbable y muy conjetural caso de que otro país decida invadir Uruguay, alguna razón poderosa debería haber desde esa óptica del invasor. Y todo invasor sabe que tendrá un costo, militar y político. Si está dispuesto a pagarlo, poca cosa hará la diferencia entre 10 horas y 72, así fuesen 72 días.

Y ni hablar de la ecuación de este lado. ¿Mantener unas fuerzas armadas carísimas para eso?

El costo político que debe pagar un invasor, además, depende mucho más de las acciones políticas (por ejemplo la solidaridad internacionalista a través de redes de organizaciones populares) que de las acciones militares, sobre todo cuando tan poca mella harían.

Veamos el segundo aspecto, esperar que las fuerzas armadas sean organizadoras de una resistencia civil. Hay un enorme obstáculo para ello en relación a estas fuerzas armadas en concreto, y la entrevista de Julián lo muestra con toda claridad. Se trata de una institución corporativista, aislacionista, autocentrada, autonómica, refractaria, conspirativa, opaca, que desprecia a la sociedad civil. Difícil que el chancho chifle.

La naturaleza corporativa de las fuerzas armadas está muy bien planteada por Julián: “la realidad social de la oficialidad militar siempre fue más bien de clase media baja, y la carrera militar un medio de ascenso social, un posibilidad para familias que no podían pagarles la educación a sus hijos en un momento en que la educación terciaria estaba en Montevideo. El Liceo y la Escuela Militar son internados, y hasta se le paga un pequeño estipendio al cadete. En fin, hay muchas facilidades para ingresar a la carrera militar, y además hay un trabajo seguro de por vida. - Y una buena jubilación. - Además, aunque eso vino después. Pero esa es la realidad”. En otras palabras, el militar uruguayo es básicamente un carrerista, y su principal preocupación es el bolsillo.

Otra característica clave es “el enclaustramiento y la tradición de doctrinas... La institución se reproduce con facilidad... les dejamos la formación de los cuadros militares a la propia institución, son los viejos coroneles, sobre todo, los que terminan siendo la referencia intelectual de las jóvenes generaciones. Y eso se reproduce, y la prueba está en estos días a la vista de todo el mundo, con cómo se reprodujo, desde el 85 hasta ahora, una institución que no fue capaz de ser, en lo esencial, permeable a lo que estaba sucediendo en la sociedad... Cuando en una institución educativa se hace entrar el conocimiento a martillo, y donde de alguna manera cuando alguien contradice eso se lo mete preso o no se lo deja salir el fin de semana, se lo sanciona, se lo persigue y los compañeros le hacen bullying, como se dice ahora, ese se termina yendo”.

Y como vimos, ese aislacionismo hacia la sociedad civil, para estos militares es “punto de honor”. Julián explica además el origen histórico:

Esas Fuerzas Armadas, después de una tarea que se produjo durante la Guerra Fría, a partir de los cincuenta con la cooperación norteamericana y la incorporación de elementos doctrinarios de ese país, las terminaron de matar. Con la dictadura se produce la purga sistemática y absoluta de cualquier resquicio, postura o actitud que no estuviera acorde con esa idea de unas Fuerzas Armadas tutelando la sociedad... En una institución donde las jerarquías actuales, las que fueron removidas, piensan como demostraron pensar, no hay por qué pensar que el resto de los generales que no participaron de los tribunales de honor no piensen lo mismo.”

Estamos plenamente de acuerdo con Julián en que eso provocó “ese carácter de una dictadura institucional de las Fuerzas Armadas, que no fue muy común en América Latina”.

Veamos esto otro:
“- Durante todo el período democrático no se pudo sacar el tema la Doctrina de la Seguridad Nacional.
“- No es que no se pudo, es que no se quiso. Ahí está el problema. No hubo una percepción clara del problema, y ahora nos explota en la cara. Hace muchos años que hablo del problema de la autonomía militar. Y la gente me escucha y me dice que qué interesante, pero todo sigue igual. La autonomía sigue planteada.”

Las fuerzas armadas son estructuralmente, en sí mismas, un ejército de ocupación, aunque Julián no lo dice con esas palabras: “se fueron desarrollando las unidades alrededor de Montevideo, que forman un cordón y rodean la ciudad. Hay un verdadero cerco. - ¿Cuál es el objetivo de cercar Montevideo? - En Montevideo tradicionalmente estuvo concentrado el proletariado, la fuerza más peligrosa. Los sindicatos.”

De modo que, para liderar a un pueblo en armas, más bien que no. Julián nos da una interesante perspectiva histórica del problema:

América Latina es la región más pacífica desde el punto de vista de conflictos interestatales, que son la tarea de las fuerzas armadas. Desde el punto de vista estratégico mundial es una región marginal. Esa escasa relevancia de la defensa nacional hace que los gobiernos tengan siempre otras prioridades... Nunca hubo servicio militar obligatorio...  el único intento de establecer algo similar al servicio militar obligatorio fue la ley de instrucción militar obligatoria de la década de 1940, y fue una cosa muy fugaz... todo eso cesó cuando desapareció la posibilidad de la guerra. Hay un documento muy interesante de un ministro de Defensa de la época, que le plantea al presidente que no puede hacer cumplir la ley porque los uruguayos no van a enrolarse. Había un rechazo de la gente, que no iba a ir voluntariamente al cuartel.”

Veamos brevemente los aspectos concretos de estas fuerzas armadas, por ejemplo la redundancia y los costos inútiles:

Tenemos que estudiar, por ejemplo, si vale la pena tener una aviación naval y una fuerza aérea, o si no podremos racionalizar ese esfuerzo. Tener una aviación naval supone tener en la Armada la formación de pilotos navales y todo lo que supone una fuerza por más que sea pequeña, con toda la parafernalia que supone una pequeña institución, y a su vez la Fuerza Aérea también tiene lo suyo. Estamos duplicando cuando probablemente podría haber una especialización de aviadores militares navales... ver lo máximo que podemos hacer con el mínimo de inversión, y que la inversión valga la pena. No precisamos aviones de alta precisión, porque un F16 despega y ya estamos fuera del territorio nacional, sería algo desproporcionado... Como me dijo una vez el director de Inteligencia de Prefectura Naval, ya hace muchos años, en realidad nuestra Armada es una fuerza guardacostas un poquito desarrollada.”

Habría sin duda una forma más racional, más adecuada a la función y más barata de atender las tareas no militares -policiales, de servicio civil y auxilio en catástrofes, guardacostas, guardia policial de fronteras, perimetral de cárceles. Al respecto dice Julián: “son tareas subsidiarias, que eventualmente se le otorgan a las Fuerzas Armadas con carácter más permanente, como en el caso de la guardia perimetral en las cárceles, cosa que, en realidad, me parece que, cuanto antes pudiera terminar de hacerse sería mejor.”

Estimado lector, “aunque usted no lo crea” Julián defiende la existencia de fuerzas armadas. Y lo hace bien. Su análisis es muy útil. Veamos, para ir terminando, el tema que tomó para sus tesis doctoral y por lo tanto conoce bien: la participación de Uruguay en las “misiones de paz” de la ONU.

Ha sido un mecanismo que ha permitido amortiguar el tema salarial y los bajos niveles de inversión... Las operaciones de paz le sirven al Ejército para renovar algún material, pero eso, insensiblemente, va deformando las capacidades del Ejército porque el material más operativo que el Ejército tiene es aquel que necesita para las operaciones de paz, y no necesariamente ese material es el más necesario para aquí... Pero lo tienen para eso porque esa es la forma de que Naciones Unidas les pague mejor, por el desgaste de ese material. Genera unas lógicas un poco perversas”

Si eso deforma los criterios en equipos y armamentos y se subvierte así el objetivo de defensa de este territorio, que es par lo que estarían estas fuerzas armadas (por ejemplo cuando se entrenan para pelear en la selva), en realidad es lo de menos. Perversa es la motivación de participar en “misiones de paz” no en función del interés por la paz sino todo lo contrario. Perverso es que el país deforme su política internacional para mantener un arma de guerra para una hipotética guerra defensiva que nunca ocurrirá, y si ocurriese no puede ganar con esa arma.

Por lo que podemos ver en todo lo señalado en esta entrevista.

a) “Democratizar” estas fuerzas armadas es totalmente imposible. Reducirlas, enfrenta su resistencia como cuerpo, y además ¿reducirlas a qué punto en que haga alguna diferencia? Modernizarlas, en equipo y armamento, es un costo prohibitivo.
b) Aún haciendo todo eso ¿que ganaríamos? Que en vez de diez horas demoren setenta y dos.

Pero vayamos entonces a ese tema que dejamos para el final. ¿Cuál sería “el indeseable e improbable caso de que alguien nos quiera invadir”?

Un racionalista debe plantear racionalmente el problema de la probabilidad, en el campo de los casos materialmente posibles. Uruguay. Una invasión terrestre directa sólo hay dos posibles: Argentina y Brasil. Políticamente son ambos, en las condiciones del presente, totalmente imposibles porque el costo político y material de una invasión sería insostenible, y su beneficio ninguno. Pero aún si ocurriese:

> Los especialistas militares brasileños estimaron una vez en 30 horas, los que les llevaría vencer la resistencia de las fuerzas armadas uruguayas.
> Cuando a Tabaré en pleno delirio se le ocurrió una posible guerra con Argentina, fueron los propios jefes militares Uruguayos los que le dijeron que no podían.

Julián conoce perfectamente ambas cosas.

La otra posibilidad, de invasión por mar y aire, tiene una sola opción: Estados Unidos. Y en este punto Julián nos muestra la absoluta dependencia, en entrenamiento, armamento, suministros, y hasta doctrina, que tienen estas fuerzas armadas.

Sólo nos queda agradecer a Julián su valioso aporte, y también que, aunque no sea su opción, nos dé una pista de la alternativa.

“...nuestro primer instrumento de la defensa nacional es la diplomacia. Los uruguayos nunca creímos seriamente en lo bélico y nunca le gustó demasiado a la sociedad hiperintegrada, humanista, pacífica, negociadora...”

Hay veces que “algo” es peor que nada. No somos pacifistas en un sentido ilusorio, pero si en algún momento hay que ir a la guerra, que no sea con un tenedor, y menos con un arma que sólo nos tira por la culata.

(1) Entrevista: Julian Gonzalez Guyer


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