24.ABR.19 | Posta Porteña 2012

Clara Aldrighi, La Izquierda Armada / comenta Amodio (VIII)

Por AMODIO

 

La izquierda armada. Ideología, ética e identidad en el MLN-Tupamaros Ediciones Trilce 2001

 

Sobre esta obra, “osada, rigurosa y de sesgo testimonial, constituye, entonces, un insoslayable aporte a la interpretación de nuestra historia reciente y hasta de nuestro presente” así la presentaron en su momento; Héctor Amodio Pérez  hace un cometario octavaentrega) Marzo2019

NdeR: lo que está en cursiva corresponde al texto de Aldrighi y comienza entrevista a Zabalza

 Continúa Entrevista a Jorge Zabalza

 

Esta entrevista pertenece a la primera edición de La izquierda armada. En la reedición de 2016 se publicó completa, dejando constancia de que había sido realizada en 1998. Como en el caso de Marenales, se publicarán las dos versiones
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Aldrighi: ¿Cómo se desarrollaba la dialéctica interna en el MLN, la discusión de tesis contrastantes, la solución de los conflictos, la consideración de las opiniones de la base? 

Zabalza: Pero después de la fuga también hubo momentos en que se discrepaba libremente: en el Interior pasó que me dieran una orden para hacer algo y decir que no. Por ejemplo, en Paysandú nos llegó vía pastilla la orden del Bebe de hacer una acción el 18 de mayo de 1972, y nos negamos. Porque la propuesta era nada más y nada menos que la de atacar un puesto de milicos con bolsas de arena etcétera -el puesto de La Lata- que había en la entrada de Paysandú. Dijimos que no. Es historia eso. Consideramos que la situación allí no lo consentía. Además veíamos que la consecuencia iba a ser la de barrer con todos los compañeros de Paysandú, porque existía una organización muy expuesta. Que fue lo que ocurrió poco después. Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 191.

Amodio: La fuga fue en setiembre de 1971 y la acción del puesto de La Lata fue en mayo de 1972, ocho meses después. Esos ocho meses son cruciales en la historia, porque en ellos se culmina la división iniciada en el Penal y se ponen en práctica, por la presión ejercida por Sendic y Fernández Huidobro, los desgraciados planes del 72 y del Segundo Frente, que significaban “elevar el nivel de los enfrentamientos”. Estos planes preconizaban la realización de una serie de acciones para las que el MLN no estaba preparado ni las condiciones políticas eran las convenientes. Unas acciones se realizaron por consenso, retrocediendo el Ejecutivo en la defensa de sus criterios y otras por la vía de los hechos consumados, como la declaración de guerra a los ricos que hizo Sendic en enero de 1972. La del puesto de La Lata se quiso hacer coincidir con la de los cuatro soldados en Montevideo. ¡Cómo sería de descabellada esa acción que el propio Zabalza decidió no realizarla! Hay que tener en cuenta que Zabalza fue coautor de dichos planes y uno de sus más fervientes defensores.

Hugo Fontana recogió en la Piel del otro varios testimonios de Zabalza que dejan lo que digo claramente de manifiesto, así como sus planteos acerca de que Sendic y el propio Fernández Huidobro tenían que integrar el Ejecutivo. La situación de los grupos en Paysandú era caótica. Es una realidad. Lo que Zabalza no dice es que el resto de los grupos del interior estaban en la misma situación. Recomiendo leer la entrevista que la misma Aldrighi le hace a Aníbal de Lucía –Domingo- en Memorias de insurgencia.

Zabalza: En la columna 15 también se negaron en cierto momento a hacer operaciones de desarme. Algunos compañeros discreparon con la acción de Pando. Y dentro de la columna 5 hubo mucha discusión, que llegó a implicar a todo un sector: parte del mismo después se fue con la microfracción. Te estoy hablando de 1968, bastante antes de Pando. Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 192.

Amodio: Zabalza se confunde. En la 15 nunca nadie se opuso a las acciones de desarme. Lo que se discutió fue si valía la pena arriesgar vidas por un simple revólver de un guardia civil de seccional, que podían traerse de Brasil, nuevos y en mejor estado. Lo que se puso énfasis fue en la forma que los desarmes debían realizarse, para no dar lugar a enfrentamientos. Precisamente las acciones de desarme de guardias de la Metropolitana, son posteriores a Pando, como represalia por las muertes de los compañeros. Lo que es anterior a Pando es la “micro”, que había sido reclutada y estaba en las columnas bajo responsabilidad de Fernández Huidobro, y de lo que nos enteramos cuando decidimos liberar a Pellegrini Giampietro, después de Pando.

Aldrighi: ¿Conoció directamente o le llegaron ecos de conflictos de poder o políticos en el vértice del MLN?

Zabalza: Sí. Por ejemplo, después del Abuso fui a militar a Paysandú y cierto día Yoldi me dijo: “me mandaron a vigilarte”. Él no era de Paysandú, no tenía nada que hacer allí, era de la 15.

Amodio: Después del Abuso docenas de compañeros de la 15 fueron al interior, para reforzar a los grupos del interior, que carecían de gente con experiencia. Tal es el caso de Antonio Mas Mas, que participó en el asalto al República de Tacuarembó. De esto Zabalza no se queja.

Aldrighi: ¿Por qué razones debía vigilarlo?

Zabalza: Porque en esos momentos existió una lucha por la dirección. La vieja dirección salió toda en libertad por la fuga, pero decidió dejar en su responsabilidad a la que ya estaba afuera, con Marrero, Wasen, Engler, Rosencof y Mercedes, la compañera de Amodio. Fue una actitud muy pensada, para que no hubiera competencia. Es así que cuando salimos de la cárcel, nadie disputó un solo puesto, nos fuimos todos a la base. Empezando por el propio Fernández Huidobro y por Sendic. Por supuesto que también en la columna del interior había gente nueva en la dirección que allí se mantuvo, como Piriz Budes y Marrero. Raúl fue al monte del Queguay y yo a Paysandú, y la tarea de Yoldi era vigilarnos para que no nos pusiéramos en contacto. 
¿Por qué nos fuimos a la base? La nueva dinámica la veíamos relativamente como superior a lo que hacíamos nosotros, tal vez teníamos una organización más provinciana en la época anterior, más artesanal. Al salir pensamos que nos encontrábamos frente a una organización nueva de “producción industrial” y más cosmopolita. Nos equivocamos, por supuesto. Pero sentíamos admiración por lo nuevo que se estaba haciendo. Y salimos como vergonzantes de lo que habíamos hecho en el pasado. Con dudas, pero no suficientes como para retornar a la dirección. Naturalmente debería haber ocurrido eso: ciertos compañeros como Manera, Marenales, Fernández Huidobro, Raúl, debían integrarla necesariamente. La organización anterior a Almería, que es la que yo conocí, tuvo determinado desarrollo, determinadas formas de actuar y de moverse y era muy distinta a la que se estaba gestando afuera, como después constatamos. Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, págs. 193-194.

Amodio: Toda esta larga perorata de Zabalza confirma que personalmente era partidario de que ocuparan la Dirección tras el Abuso quienes habían sido un freno al desarrollo del MLN, en todos los sentidos, tanto en lo político, que incluía el crecimiento y ámbito de influencias, como en el militar. Pretende hacernos creer que ignoraba que no se fueron a la base de buena fe, como el mismo Fernández Huidobro ha reconocido en Memorias de insurgencia. Y que lo hicieron para poner en práctica los planes que se les habían rechazado. Yoldi no fue el único miembro de la columna 15 que terminó en el Interior y la tarea que se le encomendó fue vigilar que las directivas del Ejecutivo se cumplieran. Era una labor de control normal en todas las columnas, doblemente necesaria en las del interior, habida cuenta de los incumplimientos ocurridos cuando Berreta estuvo en el Ejecutivo. Hay que destacar que para Zabalza Huidobro todavía no era el traidor, calificativo que Zabalza le aplicará de manera continuada, una vez que el MLN abandonó su intento de reorganización, por el que Zabalza arriesgó su vida y su libertad para conseguir las “finanzas alternativas”, como llamó a las acciones de las tupabandas. Su ignorancia lo lleva a decir que Mercedes –Alicia Rey- integraba el Ejecutivo

Aldrighi: Si el compromiso con la causa revolucionaria era similar, ¿las diferencias eran políticas y de mentalidad?

Zabalza: Creo que la segunda generación, después de Almería, era más admiradora de los partidos a la cubana o soviética, de una estructura más organizada. También la composición mayoritariamente estudiantil la volvía proclive a establecer o aceptar una relación de poder, de mando, por no decir autoritaria, centralizada. Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 194.

Amodio: Zabalza continúa confundiendo el cumplimiento de las normas de funcionamiento básicas en una organización clandestina con autoritarismo. De eso se trataba, precisamente, de que la forma organizativa se respetara, como forma de supervivencia. Reivindicábamos la disciplina consciente, no la impuesta por el peso de una autoridad. Pero tampoco compartíamos el concepto que subyace en el planteo de Zabalza, del “amiguismo complaciente”, que desembocará en lo que Aníbal de Lucía definió como el “masomenismo”, donde nada estaba claro ni definido.

Aldrighi: Por lo que me ha dicho, las relaciones entre los integrantes de la organización hasta la caída de Almería eran menos jerárquicas, con mayor margen de autonomía política y organizativa.

Zabalza: Sí, era así. Por ejemplo, las distintas columnas tuvieron distintos desarrollos desde el principio. Por eso el Ñato termina sus tres tomos de historia en 1968, cuando se abren las columnas, porque desde entonces habría que hacer cinco historias. Cada una tenía sus particularidades y crecieron en forma desigual. En esto estamos todos de acuerdo, aunque cada cual tiene su experiencia personal marcada por la compartimentación. Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 194.

Amodio: El único que se condujo haciendo pesar su jerarquía como responsable de Marquetalia fue Marenales. Manera, pese a compartir con Marenales criterios de trabajo centralistas y cerrados sobre sí mismos, tenía un comportamiento personal abierto a recibir críticas y sugerencias. Que las tuviera en cuenta era otra cosa. Pero a partir de 1968, desaparecida Marquetalia y el MLN embarcado en su propio desarrollo, los responsables trabajamos de acuerdo a nuestra impronta personal. El Ñato termina su historia en 1968 para que se siga ignorando los fallos organizativos que se cometieron, fundamentalmente en las columnas bajo su responsabilidad y en las del interior. El fallo no estuvo en el carácter más o menos abierto de los que estuvimos en la dirección, sino en la interpretación que cada uno hizo de lo que significaba la descentralización. Unos podíamos caer más antipáticos que otros, pero eso no afectaban a lo orgánico. La columna 15 destacó por sobre las demás por la unanimidad acerca del método de trabajo y por la capacidad de trasmisión de la experiencia adquirida. Por eso se dio el desarrollo desigual, que vino a aumentar las lógicas diferencias naturales según el ámbito de captación de cada columna.

Aldrighi: Las decisiones acerca de la vida política y privada de los militantes ¿se tomaban individualmente o colectivamente en el grupo, con el responsable?

Zabalza: Según de qué decisión se tratara. Por ejemplo, en este tema de los hijos había una especie de norma: no tenerlos en la clandestinidad. Pero Raúl la rompió. Era transgresor hasta en ese sentido. Sus hijos con Violeta Setelich, Jorge y Alberto, los tuvieron estando clandestino; más tarde también Carolina. Y bueno, algunos seguimos el ejemplo. Pero eso fue discutido: por supuesto no formalmente. Yo no asistí a ninguna reunión para que me dijeran sí o no; pero sin duda era un tema de conversación. Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 195.

Amodio: Efectivamente, nunca hubo una regla estricta en ese sentido. Se dejó que la decisión cada pareja la adoptara en función de su sentido de la responsabilidad y la seguridad, tanto individual como colectiva. Afortunadamente, la mayoría de las parejas, constituidas formalmente o no, actuamos con un alto sentido de responsabilidad y cuando se produjeron embarazos “fortuitos” se recurrió a los compañeros de Sanidad. Creo que no hace falta extenderse en lo que significaba para las compañeras clandestinas no solo el período de gestación sino el del posterior traslado del hijo a los familiares para su crianza. Era, además, una contradicción evidente: haber aceptado la forma clandestina de lucha y pretender convertirse en padres dentro de esa misma clandestinidad. Distinto fue el caso de Sendic, para quien Violeta nunca fue una compañera del MLN, pese a su indudable compromiso. Fue su compañera, el complemento necesario para que él, dentro de la clandestinidad, diera satisfacción a sus necesidades sin tener en consideración nada más. Lo que Zabalza calla es que Carolina es fruto de las relaciones con Xenia Itté, formalizadas tras haber mantenido otras con una de las hermanas menores de Xenia. El mismo Zabalza lo considera un transgresor, pero lo grave es que lo dice en un tono elogioso, como si las transgresiones de Sendic, que fueron muchas, fueran merecedoras de elogio, en vez de criticarlas. Se jacta de haberlo imitado. Creo que es innecesario agregar algo más.

Aldrighi: ¿Qué opinaba de la violencia contra las personas que empleó el MLN?

Zabalza: Cuando ocurrió lo del peón del Caraguatá hubo una gran discusión. Me encontré en un berretín con un compañero, quien venía de Pan de Azúcar espantado de lo que había pasado. 
Acerca de cómo se tomó esa decisión hay distintas versiones, lo real es que Píriz Budes fue con la orden de hacerlo. También es cierto que hubo compañeros que insistían en la necesidad de tomar esa decisión. Creo que se optó por la vía más simple y menos humana, en lugar de elegir la otra posibilidad: sacarlo para el exterior. Se debía haber hecho ese esfuerzo, aún corriendo riesgo nosotros. En esos momentos lo discutimos, no es que cada una de esas cosas pasara desapercibida. Pienso que en esto hubo una transgresión de los derechos humanos. Un delito. 
Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 202.

Amodio: Zabalza dice que existen varias versiones, pero lejos de darlas a conocer, se decanta por una, precisamente la que más le conviene. Lógicamente, es una versión falsa, tal como ha quedado registrado tras las declaraciones de Rosencof, quien ha reconocido cómo se tomó la decisión y quién fue el encargado de transmitirla. En el libro de María Urruzola sobre el Ñato se publican las declaraciones completas de Rosencof, en las que la supuesta responsabilidad de Píriz Budes no aparece, siendo Engler el señalado por Rosencof, al menos como el transmisor de la orden. Ahora bien, dice Zabalza que lo que debió hacerse fue “sacarlo al exterior”, como si eso no fuese arrogarse el derecho de decidir sobre la vida de un inocente. Lo que debió hacerse fue dejarlo en libertad… y perder la “tatucera” y la chacra en la que estaba construida. Y eso fue a lo que se le dio prioridad, a la infraestructura material. Por lo dicho por Zabalza retenerlo contra su voluntad, mantenerlo materialmente secuestrado en el exterior no constituía una “transgresión de los derechos humanos. Un delito.” Hace unos meses en el programa La Palabra, conducido por Julio Ríos, Zabalza cambia otra vez la versión acerca de la muerte de Pascasio Báez. En esta oportunidad ha dicho que cuando llegó la decisión sobre Pascasio Báez, éste ya estaba muerto, con lo que trata de esta manera de descargar de su responsabilidad a su actual suegro, Henry Engler

Zabalza: También está el caso de Roque Arteche, muerto injustificadamente. Aquí hay otra violación de los derechos humanos. Era como una forma de ejercicio del poder, igualmente impune. Del poder de vida o muerte que teníamos. En aquel momento el caso se discutió en Punta Carretas. No se tomaron resoluciones, pero recuerdo perfectamente que lo planteó Leonel Martínez Platero, que estaba en el C1 y era muy amigo de Roque. Hubo una postura crítica con relación al problema. Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 202.

Amodio: Zabalza, como buen oportunista, pretende mezclar el caso de Arteche con el de Pascasio Báez, pero no tienen nada que ver un caso con el otro. Pascasio Báez era un trabajador rural que nada tenía que ver con ninguno de los enemigos posibles o reales del MLN. Formaba parte, además, de ese amplio sector de la población por la que el MLN decía actuar en su nombre. Y se lo ejecuta para defender una propiedad del MLN. Arteche fue reclutado para integrar el MLN y como tal integrante sabía que estaba sujeto al código moral al que él no era ajeno. Arteche sabía perfectamente que con las violaciones a las normas y a la seguridad ponía en riesgo valores que él se había comprometido a defender. Que fue un crimen, no cabe duda, pero digamos que estaba dentro de los códigos de conducta establecidos. Leonel nunca estuvo en el C1 y su planteo no fue de queja ni de crítica, sino de extrañeza ante el hecho de que Arteche se hubiese hecho acreedor a la ejecución.

Zabalza: Pero hubo otro tipo de muertes, como por ejemplo la de Morán Charquero. Participé de un grupo que lo anduvo buscando, caí preso antes de su ejecución. También anduvimos buscando a Otero, a quien ahora se quiere reivindicar: se hace un lavado de fachada, afirma que nunca torturó y no puede decir eso. La muerte de Mitrione, las del 14 de abril de 1972, considero que fueron fruto de decisiones políticas. Respondían en algunos casos a la necesidad de parar la tortura o los escuadrones de la muerte, como fue el caso de la de Morán Charquero o las del 14 de abril. Ese era el fundamento político, pero también estábamos llegando a un grado de enfrentamiento tal, que ese tipo de operaciones aparecían casi como inevitables. No sé si hoy lo veríamos así, si actualmente no lo buscaríamos de otra forma. Lo digo por el conocimiento que tengo de los que participamos en esas decisiones, puesto que yo participé en decisiones de matar a alguien. Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 203.

Amodio: Bueno, ya nos enteramos que las acciones del 14 de abril respondieron a decisiones políticas, pero no dice quiénes las tomaron. Sus palabras llevan implícitas la aceptación de esas acciones, a las que en otros momentos las calificó de tremendo error, pretendió adjudicarme la responsabilidad, sin tener en cuenta que Bardesio hizo sus declaraciones en momentos en que compartíamos celda en Punta Carretas. Ni él ni la columna del interior tuvieron nada que ver ni con Morán Charquero ni con Otero. Estuvo sí en el grupo que pidió la ejecución de Rodolfo Leoncino.

Zabalza: Otro hecho que fue muy discutido fue el de los cuatro soldados, el 18 de mayo de 1972. Esa operación fue fruto de una dinámica que venía de antes, de la dirección anterior, y que se mantuvo a pesar de que ya habían ingresado Raúl y el Ñato en el Ejecutivo. Un destacamento militar que venía estudiando esa operación la realizó, cuando yo pienso que no era el momento, ya sea por la situación postelectoral y la incidencia del Frente Amplio, como por las condiciones internas del MLN. La causa debe encontrarse en la propia descentralización que existía en los aspectos militares. A veces te llevabas sorpresas, podías estar en la dirección y te enterabas que había ocurrido algo que cambiaba todo, como pasó el 18 de mayo. Fue cuando nosotros nos negamos a hacer una operación en Paysandú, tomando una decisión colectiva. Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 203.

Amodio: Vamos a ver. La acción del 18 de mayo se decidió con la excusa de intentar detener las torturas en los cuarteles del interior, siguiendo las recomendaciones de los militares de la 1815. La dirección anterior a la que Zabalza quiere hacer responsable de esa acción había sido volteada el 16 de marzo. Nunca, ninguna acción que no fuera de finanzas se realizó autónomamente por comando alguno. La decisión correspondió a Sendic, Marenales y Engler, quienes en esos momentos integraban el Ejecutivo. Claro que las condiciones internas no lo permitían. Pero tampoco las externas, en momentos en que la opinión pública nos era totalmente contraria y los colaboradores nos cerraban sus puertas en las narices.

Aldrighi: ¿Cómo y por qué se produjo el retorno en marzo de 1972 de los dirigentes históricos a la dirección?

Zabalza: Comenzaron a criticarse los errores, lo que se llamaba el “accionismo”. Eso trajo una discusión. Hubo un proyecto que proponía hacer un compás de espera después de las elecciones. Formarse, recomponer la organización a partir sobre todo de la salida de tantos compañeros de la cárcel. Se planteaba una reestructura porque había mucha gente enterrada y era necesario sacarla. Todo eso, según recuerdo, era la discusión en febrero. Paralelamente el grupo del Estado Mayor seguía proponiendo más operaciones militares: la salida que veían era por ese lado. Hasta la acción del 18 de mayo estaba planteada. Seguían manifestándose por lo tanto diferencias políticas y también en la forma en que se entendía la disciplina. La corriente interna de la 15 impuso la concepción que se llamó “sancionismo”, creando un ambiente de intolerancia y desconfianza entre compañeros. Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 203.

Amodio: De las cosas que se entera uno leyendo a Zabalza. Fernández Huidobro, Sendic y la mayoría de los integrantes de las columnas del interior y del Collar, consideraban que las acciones de propaganda armada ya habían cumplido su ciclo. Era necesario pasar a un grado superior de lucha, elevar el nivel de los enfrentamientos. Por eso, porque calificaban a las acciones de propaganda armada como de acciones menores, se llamó a ese período de “accionismo”. Es cierto que al mismo tiempo se procesaron acciones de pertrechamiento de materiales varios, pero fue respondiendo a los múltiples planteos de los fugados, pese a la tregua decretada por las elecciones. Decir que era el Comando General de Montevideo quien proponía las acciones es de una falsedad total. Yo integraba ese Comando General y renuncié a él, precisamente por oponerme a la puesta en marcha del plan del 72 y del segundo Frente, propuestas por Sendic, Huidobro y sus seguidores, entre los que se encontraba Zabalza. Finalmente tanto el Ejecutivo como el mismo Comando General transarán ante las presiones que desde varios sectores se ejercían y que tuvo su máxima expresión en la declaración de guerra a los ricos realizada por Sendic en enero de 1972.

Zabalza: Después del Abuso, el Bebe planteó lo que pensaba y se fue a la base, a Paysandú. Lo cierto es que allí estábamos algunos compañeros de su confianza. Almiratti, yo, el Tito Grégori, De Lucía. Pero la estructura estaba en las mismas manos de la dirección anterior al Abuso. En el interior la centralizaban el “Enano” Marrero y el Tino Píriz Budes, que no la conocían. Cierto día nos mandaron la orden de estudiar el puente sobre el Cuareim, en Quaraí, porque por ahí podían venir los tanques brasileños y había que tomar medidas defensivas. Hoy se sabe que el proyecto de invasión era real: pero no podías ir a pelear contra los tanques con escopeta, revólver o cuchillos. Como en la época de los indios. Recuerdo una reunión en lo del Coco, hermano de uno de los Iracundos, donde les decía: “estamos locos”. Porque te dabas cuenta que ese tipo de sueño militarista era totalmente irreal, impracticable. Allí nos opusimos a realizar el 18 de mayo la operación en La Lata. Clara Aldrighi, La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 203.

Amodio: Incluso para mentir es necesaria cierta categoría, al menos para intentar que la mentira pase desapercibida. Zabalza había sido detenido muy cerca del final de 1971, poco después de las elecciones y tras el abandono –por innecesario- del plan de contragolpe en unión del Partido Comunista y de los militares que seguían a Seregni. La acción del puente del Cuareim, estaba integrada en dicho plan, y tal como le sucedió a Fernández Huidobro en el Collar, y que reconoce en Memorias de insurgencia, comprobó que las acciones eran de imposible cumplimiento. No había hombres, armas ni explosivos suficientes para una acción de esa envergadura. Zabalza, como estaba preso, no participó en la reunión del 16 de marzo de 1972, en la que Fernández Huidobro, Sendic y sus secuaces culminan su actividad de acoso y derribo del Ejecutivo, de lo que estaba absolutamente al tanto, tal como lo ha confirmado en varios escritos y que recoge Hugo Fontana en La piel del otro. A partir del 16 de marzo, se ponen en marcha los planes del 72 y del Segundo Frente. Zabalza pasa a integrarse al grupo al que hace referencia, el 13 de abril de 1972, el mismo día de la segunda fuga. En esos momentos el Ejecutivo lo forman Candán, Rosencof, Fernández Huidobro y Engler. Sendic ya está en el interior, poniendo en marcha el Segundo Frente, tras la declaración de guerra a los ricos, sin que el Ejecutivo estuviera en conocimiento. Las condiciones en que el segundo frente se pone en marcha son iguales a las que Zabalza califica como “de la época de los indios” y se pretende llevar la guerra al interior del país y “tirarle a todo lo verde” con escopetas y revólveres. ¡Cómo sería de disparatada la acción de La Lata cuando el mismo Zabalza la calificó de impracticable!

Tener en cuenta que ya estábamos en el mes de mayo, cuando las caídas se producían a diario por docenas. Lo que Zabalza no nos explica es si intentó convencer a Sendic de que todo el segundo frente era impracticable. Como ejemplo de la desmesura con que se intentó magnificar el segundo frente, transcribo palabras de Aníbal de Lucía, bajo el seudónimo de Domingo y publicadas en Memorias de insurgencia por la misma Aldrighi: “El aeropuerto de Paysandú lo tomé yo. Había un milico, su mujer y su nenita, solos en el medio del campo. El otro milico de la guardia se había ido al estadio porque esa noche jugaban Salto y Paysandú. El pueblo estaba vacío. Esa fue la gran toma del aeropuerto de Paysandú. ¡Ahí declaramos la guerra!


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