11.MAY.19 | Posta Porteña 2017

Clara Aldrighi, La Izquierda Armada / comenta Amodio (XI)

Por AMODIO

 

La izquierda armada. Ideología, ética e identidad en el MLN-Tupamaros Ediciones Trilce 2001

 

Sobre esta obra, “osada, rigurosa y de sesgo testimonial, constituye, entonces, un insoslayable aporte a la interpretación de nuestra historia reciente y hasta de nuestro presente” así la presentaron en su momento; Héctor Amodio Pérez  hace un cometario onceava entrega) –abril 2019

NdeR: lo que está en cursiva corresponde al texto de Aldrighi y  a la entrevistada

Entrevista a Jessie Machi Montevideo, 1999

Aldrighi:¿Cuántos años tenía cuando comenzó a apoyar políticamente al MLN? ¿Su reclutamiento se realizó como militante de una organización política o como individuo aislado?

Jessie:Tenía unos veinte años, pero venía de una trayectoria política anterior, que comencé en la época liceal. Como pertenecía a la clase media algo alta, iba al Crandon, que era un buen liceo en aquellos momentos. Muchos compañeros salieron de allí. Se daba una intensa confrontación de ideas políticas e ideológicas. Con otros estudiantes sacábamos un diario, Verdad, y yo era una de las redactoras responsables. Tuvimos en él una polémica con estudiantes de derecha del liceo. Recuerdo que cierta vez una compañera de clase presentó una biografía, que era más bien una apología, del mismísimo Henry Ford. Reaccioné y para poder polemizar tuve mis primeras lecturas, muy vagas y despistadas: Merleau-Ponty, Camus, Sartre. Me fui aproximando más y más, hasta que di con el marxismo. En base a estas lecturas fui afinando mi puntería. Pero en realidad no fue tan afinada, porque cuando terminé el liceo, también empecé una búsqueda muy febril. El primer pasaje por la política lo tuve en la Juventud del Partido Comunista. Por cierto de la mano de un novio que era comunista. No me gustó, me pareció muy superfluo y hasta un poco esnob lo que en esos momentos se hacía en la juventud, pequeñas batallitas entre los que llamaban “fachos” y ellos. Estaba muy lejana la idea principal de lo que más tarde habría de ser, mucho más heroicamente, la Juventud Comunista.
Los siguientes pasos fueron por el trotskismo, donde me quedé muy poco. Después estuve un tiempo en el MRO, hasta que llegué a la conclusión que el MRO de aquel momento, con Ariel Collazo, era más bien una agencia de turismo revolucionario para Cuba. De todas maneras, gracias a esa característica, Ariel me dio una mano para ir a Cuba en 1968, donde me quedé un año. La izquierda armada, octubre 2016, pág. 356

Amodio: Las palabras de Jessie son elocuentes y no necesitan más comentarios: el MRO de aquel momento, con Ariel Collazo, era más bien una agencia de turismo revolucionario para Cuba. Afirma además que fue a Cuba en 1968 y allí estuvo un año. Es decir, volvió a Montevideo a principios de 1969, junto con Jorge Manera, que iba a ser incorporado al Ejecutivo. Con estas sus palabras ella misma desmiente su participación en el llamado Simposio de octubre, realizado ese mes de 1968, en el que se decidió poner en práctica la descentralización organizativa. Este punto aparecerá más adelante.

Jessie: Después estuve con los chinos, en el MIR. Escribía en Fuerza Obrera, participaba en un círculo teórico donde se estudiaba el conflicto chino-soviético. A eso dediqué un año entero de mi juventud, hasta que llegó un momento en que me harté. También dejé el MIR por razones personales. El tema de la mujer en política es importante y lo descubrí de entrada. Me cociné en la sartén. Uno de los dirigentes de estos grupos, no importa cuál, había tenido una especie de enamoramiento conmigo. Me sentí muy acosada, presionada. Era 1965. En cierto momento exploté, mal, en la calle, donde vivíamos una situación de cierto riesgo, porque había medidas prontas de seguridad. Eso me costó el cuestionamiento de todo el grupo. Me enojó muchísimo, me di cuenta de que en muchos grupos de izquierda del país, existía lo que Lenin llama acertadamente el “infantilismo”. Después me junté con compañeros que estaban tratando de salir de lo teórico, como yo, de abandonar ese hábito de encerrarse en un cuarto a discutir por horas, en un lenguaje que, salvo nosotros, nadie comprendía. Estaba cansada de tener todos los ismos claros: el leninismo, el estalinismo, el anarquismo, el maoísmo, etcétera. Pero en la práctica, nada. Y mientras tanto el Uruguay estaba convulsionado. Tengo muy presente cierta noche, cuando tenía unos dieciocho años, en que salí de una de esas reuniones teóricas que duraban seis horas. Muy embotada tomé un ómnibus, sin saber donde me llevaba. Iba para el Cerro. A la altura del Pantanoso vi una cantidad de gente que corría, vi caballada, milicos, bastones en el aire, barricadas, personas que gritaban. Bajé del ómnibus, me metí entre la gente. Ese fue el conflicto que ocasionó las primeras medidas prontas de seguridad. Allí estaquearon a un compañero, el Pocho Hornos, obrero del vidrio, y eso provocó el primer levantamiento espontáneo en dos barrios, el Cerro y La Teja. Después viviremos otro, el Tejazo, en 1971. Me quedé toda la noche y descubrí el sabor de lo que es la gente. Me di cuenta allí que existe algo mucho más importante que conocer la teoría, que estar proseliteando en reuniones políticas. A partir de entonces empecé otro tipo de búsqueda. Esa experiencia me marcó, fue el detonante. Me “bajé de la oficina”, como que me sacara los zapatos y pisara la tierra con los pies desnudos. Fue una sensación de frescura interior. Me di cuenta que mi camino era otro. Comenzaron los contactos y en 1966, junto con otros dos compañeros, estaba formando una célula dentro del MLN. La organización se había constituido un año antes, separándose de otros grupos en su primera convención. En la segunda, que fue en 1968, fui como delegada por mi grupo. La izquierda armada, octubre 2016, págs. 356-358.

Amodio:Todo este relato, totalmente inconexo, no es cuestionado por la historiadora Aldrighi, Este texto no aparece en la primera edición de La izquierda armada. Si en 1968 estaba en el MRO y viaja a Cuba hasta 1969 y después está con los chinos del MIR, ¿con quiénes estaba en 1965? Tratemos de aclararlo. En 1965 ella formaba un grupo con Marx Menéndez y José Mujica, quienes en esos momentos integraban o se movían bajo la influencia del MIR. No integraban ninguna célula del MLN por una sencilla razón: el MLN todavía no existía. Éramos, genéricamente, “tupamaros” y actuábamos conjuntamente bajo las directivas del Coordinador. Seguramente ella todavía se hallaba a la búsqueda de un sitio donde quedarse, pero como el MIR se separó del Coordinador en enero de 1966, ella también lo hizo. Entre 1966 y 1968 trabajó por y para el MIR y desilusionada, tal como ella reconoce, se pasó al MRO para hacer turismo revolucionario en Cuba, en 1968. No buscó integrarse al MLN, activo desde enero de 1967, sino que prefirió al MRO. Marx Menéndez y Mujica, entretanto, se convirtieron en periféricos del MLN y pasarán ambos a la columna 15, en los inicios de 1969. Ninguno de los tres participó en la segunda Convención de 1968. Jessie la que menos, porque se encontraba en Cuba. Este es el punto que mencioné con anterioridad

Aldrighi: Su familia a qué tradiciones políticas se vinculaba?

Jessie: Mi padre fue toda la vida Batllista y liberal, de ideas avanzadas para su época. Luchó mucho, estudió abogacía aunque nunca llegó a recibirse, porque la carrera militar lo enviaba a distintos destinos, como Bogotá y Estados Unidos. Fue secretario de la Junta Interamericana de Defensa, por eso viví parte de mi niñez en Estados Unidos. Tenía una relación muy estrecha con él. Fue la primera persona que se enteró, por mí misma, que estaba en el MLN. Inmediatamente me dijo -“Bueno, m’hija ¿qué hay que hacer?”. -“Por de pronto, viejo, cuidarte”. Fue administrador del diario La Idea, que era nuestro. Fue el único diario que tuvo el MLN; duró muy poco, unos seis meses. Después integró el grupo de militares del Frente Amplio, dentro de la lista de Erro.

Aldrighi:¿Su madre influyó en sus elecciones políticas?

Jessie: Influyó más bien en mi feminismo, creo. Siempre fui muy independiente y muy arrogante frente a los hombres. Me fui de la casa de mis padres, a los dieciséis años, a vivir sola. Aunque allí era completamente libre, no había ningún tipo de represión, sentía la necesidad de ser independiente. Desde esa edad, y aún antes, trabajé. Siempre asumí con total plenitud mi condición de mujer. No se llamaba feminismo en aquel momento. Simplemente me gustaba ser mujer y que me respetaran por eso, siempre lo impuse. Lo heredé un poco de mi madre, que fue muy libre y valiente. En su época era difícil, pero hizo cosas realmente increíbles, que le valieron la condena de toda la sociedad conservadora uruguaya. En aquellos años la odié por eso, pero con el tiempo llegué a valorar su tremenda valentía.
Cuando empecé a dar los primeros pasos en la militancia, le pareció bien, pero estaba como en sus cosas, en su propia emancipación interior. Que fue un poco tardía, la comenzó cerca de los cuarenta. Largó su Grito de Ipiranga a esa edad... Era una mujer extraordinariamente bonita. Supo de mi militancia en el MLN y le pareció bárbaro. Estando yo presa, en plena dictadura, ella recorría los cuarteles gritándole a los milicos. Claro, la salvaba el hecho de que era esposa de un coronel. Mi padre era muy respetado, porque había sido un gran profesor de historia y filosofía en el Liceo Militar. La izquierda armada, octubre 2016, páginas 359-360.

Amodio: Jessie forma parte de la leyenda tupamara y su imagen y militancia ha sido también adulterada de manera sistemática. En una sociedad machista como la uruguaya y aún dentro del MLN “siempre asumí con total plenitud mi condición de mujer”. Esa “condición de mujer” que ella supo utilizar en todo momento puso un manto de olvido sobre algunos aspectos de su vida en la clandestinidad que fueron motivo de crítica en otras compañeras y que a ella le fueron perdonados. Utilizó su belleza física como arma política y le valió para ocupar puestos de relevancia que no le correspondían,  en desmedro de otras compañeras con tanta o más formación que ella y que se mantuvieron siempre en un segundo plano, como Violeta Setelich, Edith Moraes, Teresa Labroca, por nombrar solo a las que he conocido directamente. Me consta que hubo muchas más.

Aldrighi: Al ingresar ¿su pareja formaba parte del MLN?

Jessie: Mi pareja era medio sinvergüenza, porque en realidad tenía sus ramificaciones por el MLN, o sus contactos, pero decía siempre que era un ave de paso. Hacía nido aquí un día, el otro allá. Pero orgánicamente ingresamos juntos. Formamos el grupo inicial nosotros dos y otro compañero. Poco después robamos un motor de riego de una estancia cercana, para comprar otra arma que necesitábamos. Estuve con él hasta 1968, cuando decidieron que me fuera a Cuba. La izquierda armada, pág. 361.

Amodio: Su pareja de entonces, era José Mujica Cordano, que como dice Jessie, era “medio sinvergüenza”, un ave de paso. Pero decidió asentarse, buscando siempre el sol que más calienta y viento a favor. Una vez más, Jessie trastoca los tiempos de su relato. El robo del motor, que ha sido repetido en otras versiones, se produjo hacia 1965, cuando los tres mencionados anteriormente, integraban el MIR. ¿Si en 1968 estuvo en el MIR hasta que decidió pasarse al MRO, quiénes decidieron su viaje? Para la historiadora este detalle no tiene importancia.

Aldrighi:¿Fue a Cuba en calidad de militante del MLN?

Jessie: Sí, pero fui también por razones personales. En ese momento todavía no había pasado a la clandestinidad. Seguía siendo secretaria bilingüe de una multinacional, Alcan, Aluminios del Uruguay, con sede en Canadá, pero con capitales del mundo entero. Tenía una vida bastante esquizofrénica, porque durante diez horas al día trabajaba con la más alta oligarquía de este país. En el directorio estaban los Deambrosi, los Strauch y otros por el estilo. Si se hubieran enterado de mi militancia me hubieran echado inmediatamente. Era una doble vida. Cuando llegaba a mi casa me cambiaba el atuendo y salía a militar. Mi trabajo allí en cierto sentido era útil, porque siempre se podía conseguir algún dato -de hecho los conseguía- pero también era peligroso. Además me impedía meterme de lleno en la organización. Fue entonces cuando el MLN tomó la decisión de un corte, de mi viaje. Ariel Collazo me dio una mano, porque me consiguió el pasaje. La izquierda armada, octubre 2016, págs. 361-362.

Amodio:Jessie altera los tiempos de manera continuada, por lo que su relato es totalmente inconexo. El MLN no decidió enviarla a Cuba porque ni siquiera estaba integrada. Formaba parte de un grupo que aún pertenecía al MIR. A lo sumo podría considerarla una militante periférica, como lo eran sus antiguos camaradas Menéndez y Mujica. Quienes decidieron enviarla a Cuba fueron sus propios compañeros, con los que entonces mantenía una relación tumultuosa, tanto en lo político como en lo personal. Quienes decidieron “el corte”, fueron ellos, porque a esas alturas Jessie se estaba convirtiendo en un estorbo, aunque en lo cotidiano se aprovecharan de ella

Jessie: Dije a todos que me iba a París a estudiar psicología, un año en la Sorbona. Nadie lo creyó. Aunque en Alcan yo formaba parte del personal de confianza, existía un sindicato clandestino en el que yo participaba. Estaba fichada. Mi militancia sindical era conocida por la organización amarilla creada por los yanquis. El viaje fue difícil. En barco de Montevideo a Cannes, luego en tren hasta París, de París a Praga también en tren, de allí en avión a Vancouver y La Habana. Caro y largo, porque en cada lugar me quedaba un tiempo. En París me enamoré de un fotógrafo y me quedé dos semanas; en Praga me enamoré de un sudanés y estuve otra semana más; en Cuba llegué decidida a quedarme un año. Cuando volví, estaba ya semiclandestina, porque mi compañero en Montevideo -que se quedó viviendo en mi apartamentito de Malvín- había pasado a la clandestinidad, “quemando” la casa. Mi auto había desaparecido, porque en un rapto de locura mi compañero había decidido dejar el motor en un mecánico, el chasis en otro, la caja de cambios en un tercero, etcétera. Nunca más recuperé el auto. La izquierda armada, pág. 362.

Amodio: Esta parte de la entrevista no figura en las ediciones anteriores, seguramente porque la entrevistadora las consideró poco dignas de una figura casi icónica entonces. Las palabras de Jessie nos indican claramente su periplo vital. De amor en amor, la revolución ocupaba un lugar secundario, pese a su empeño en disimularlo.

Aldrighi:¿Y el compañero?

Jessie:Tampoco, porque volví con un amor que hice en Cuba. Un querido amor, venezolano, con el cual viví el año entero. De modo que volví muy enamorada y muy triste por la separación. Murió dos años después en la guerrilla de Douglas Bravo. Me enteré por una carta anónima. Es así, volví de Cuba muy enamorada y me duró mucho tiempo. Bueno, mucho tiempo es un decir. En aquel momento, para mí, seis meses era mucho. Pensaba siempre en él [...]. El volvía a su guerrilla, yo a la mía. Por otra parte, yo no podía ir con él a Venezuela porque había ido a Cuba con una tarea política, la de prepararme para luego volver a mi país. Con mucho dolor y pesar, la relación terminó. Pensábamos seguir carteándonos pero le llegó la muerte. La izquierda armada, pág. 362.

Amodio:“Volví con un amor que hice en Cuba”, nos dice Jessie, pero al mismo tiempo nos dice que su amor se fue a Venezuela. Ella regresó a Uruguay con Manera, que fue su verdadero valedor entonces. Jessie estaba demasiado desprestigiada por sus actitudes personales mantenidas a lo largo de varios años. Es inútil abundar en detalles, ya que ella misma se ha encargado de ponerlos en claro. De manera lamentable, dio pie a uno de los comentarios más machistas que se hayan dicho jamás. Como no podía ser de otra manera, su autor fue Julio Marenales: “a las mujeres la ideología les entra por la vagina”. Si todo hubiera sido tal lo cuenta Jessie, su historia podría formar parte de la literatura romántica. Esta parte de la entrevista tampoco fue incluida en las anteriores ediciones.

Aldrighi:¿Qué diferencias encontraba entre la violencia política de la izquierda y la que utilizaba la derecha en Uruguay?

Jessie:...En los años ochenta, la equiparación de las dos violencias permitió que se escribiera un libro execrable, El color que el infierno me escondiera, de Carlos Martínez Moreno (que había sido abogado defensor de presos políticos, entre ellos de Leonel Martínez Platero). Hablando de la violencia de la derecha, pone por ejemplo a Dan Mitrione, instructor en torturas. Luego habla del terrorismo de la izquierda, poniendo por ejemplo el caso de los cuatro soldados, etcétera. Igualaba las dos violencias, como que ambas fueran un idéntico terrorismo. El libro fue polémico, se editó en México y ganó un premio muy importante. Uno de los capítulos trata de las caídas de Leonel (Martínez Platero) y mía en forma tergiversada. 
La izquierda armada, octubre 2016, página 364.

Amodio:Jessie insiste con que Mitrione fue un instructor en torturas. Sin embargo, la documentación que lo demuestre todavía no se conoce. El caso de los cuatro soldados fue un acto clásico de acción guerrillera: el grupo atacante sorprende desprevenido al grupo atacado, por sorpresa y sin darle tiempo a defenderse. El objetivo era amedrentar al ejército, causando “terror” entre sus integrantes, con el fin, se dijo entonces, de detener las torturas. Las torturas existieron y también causaron terror entre los militantes de las organizaciones políticas que practicaban la violencia y entre los que no las practicaban. Las dos fueron acciones terroristas, pero de signo encontrados.

Aldrighi:¿En algún momento creyó que estuviera cercana la revolución?

Jessie:Siempre estuvo claro que era un proceso muy largo. Desde el momento en que entré, sabía que yo no lo iba a ver. Hay gente que piensa que éramos cortoplacistas, y en realidad la estrategia del MLN se fue volviendo cortoplacista. Pero el planteo de los que empezamos todo esto, era que la lucha iba a ser larga y dura, que iba a tener costos políticos y personales muy altos. La izquierda armada, octubre 2016, página 365.

Amodio:Jessie debió decirle a Aldrighi que la revolución es un proceso, que cambiar las bases de una sociedad injusta no se logra de un día para el otro. Seguramente Aldrighi y la misma Jessie confunden la toma del gobierno con haber logrado la revolución. Y eso no es así. Es al proceso que nos llevaría a la revolución al que veíamos a muy largo plazo. Durante los años 1969 y el período del 1970 que termina el 7 de agosto, con la caída de Almería, hubo momentos en que pareció que el gobierno de Pacheco entraba en períodos de debilidad que acercaban al MLN a la toma del gobierno. Después de la gran fuga en setiembre de 1971 no fueron pocos quienes creyeron que acentuando el accionar “elevando el nivel de los enfrentamientos”, el triunfo estaba al alcance. Jessie insiste en querer aparecer integrando el MLN desde los primeros meses, pese a que en momentos anteriores sus propias palabras la desmienten

Jessie:También pensamos que la vía armada no era la única, que la estrategia podía incorporar otros tipos de lucha. De ahí la importancia que le dábamos al trabajo de masas sindical y estudiantil. Algo cambió después. Nunca pensamos que la organización crecería tan rápidamente. En 1967 entró mucha gente, pero en 1968 ya nos desbordó. Fue una avalancha tal, que no sabíamos qué hacer con ella. Quizás ese fue el primer error que cometimos, el de no saber poner límites. La izquierda armada, octubre 2016, página 365.

Amodio:Jessie sigue hablando de oídas, porque en 1968 no integraba el MLN. Por tanto, se atiene a lo que le contaron. Ese crecimiento hasta el desbordamiento solo se dio en el sector que estaba bajo la responsabilidad de Huidobro, que intentó –es un decir- formar las columnas 5 y 25. De esta forma pretende hacer buena la idea, ya esbozada por Mujica en el libro de Campodónico, que una de las causas de la derrota fue el excesivo crecimiento, al que Mujica llama “la gordura”, llegando a afirmar que con menos integrantes el MLN habría sido más eficaz. Con este razonamiento se pretende ocultar que lo realmente grave fue la falta de formación de los noveles militantes, por no haber llevado la descentralización de forma correcta.

Aldrighi:¿A qué se debió ese súbito crecimiento?

Jessie:¿Por qué crecimos? Porque fueron apropiadas las acciones de propaganda armada, donde había muy poca violencia y mucha generosidad, como las expropiaciones de los camiones de Manzanares para entregar víveres a los pobres. Es cierto que estábamos armados y que hubo alguna escaramuza, hasta por equivocación, con la Policía. Pero eran acciones que se estudiaban meticulosamente para que no hubiera posibilidad de que se tirara un tiro, porque el pueblo no estaba preparado para eso y debíamos, en primer lugar, generar conciencia. Acciones como la Financiera Monty, que descubrían el zafarrancho y la corrupción de los políticos. Es cierto que entre los compañeros y compañeras que ingresaron en 1968 y 1969 había gente valiosísima, pero también mucha gordura. Recuerdo aquel documento interno que sacó el Bebe Sendic en 1969, que se titulaba “Guerrilla o safari?”. La izquierda armada, octubre 2016, página 365-366.

Amodio:Asombra que se siga reivindicando las acciones de propaganda armada, tan denostadas por quienes preconizaron “elevar el nivel de los enfrentamientos”, alentados, esos sí, por una concepción cortoplacista que les cuesta reconocer. Jessie formó parte del núcleo duro de la columna 7, la del Collar, junto con Fernández Huidobro y como él fue partidaria del segundo frente y del plan del 72, ambos en la génesis de la debacle de 1972. Los que nos enfrentamos a esa línea fuimos considerados derrotistas primero y luego, en el colmo de la desfachatez, se dijo que “la derrota fue consecuencia de una táctica militarista” llevada, según ellos, por quienes nos opusimos a ella. No hubo en la historia reciente contradicción mayor que ésta ni politólogo u opinólogo que lo hiciera notar. Total, ¿para qué, si así vivo bien? (continuará)


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