19.MAY.19 | Posta Porteña 2019

Clara Aldrighi, La Izquierda Armada / comenta Amodio (XII)

Por AMODIO

 

La izquierda armada. Ideología, ética e identidad en el MLN-Tupamaros Ediciones Trilce 2001

 

Sobre esta obra, “osada, rigurosa y de sesgo testimonial, constituye, entonces, un insoslayable aporte a la interpretación de nuestra historia reciente y hasta de nuestro presente” así la presentaron en su momento; Héctor Amodio Pérez  hace un cometario doceava entrega) –abril 2019

NdeR: lo que está en cursiva corresponde al texto de Aldrighi y  a la entrevistada

Fin Entrevista a Jessie Machi Montevideo, 1999

Jessie: La gente nueva se unía a una organización que ya tenía una trayectoria, una leyenda y una tradición, la de no ser gratuitamente violenta, de tener una ética muy elevada, de hablar poco y hacer mucho. Se unían con un idealismo tremendo. Pero también traían cortoplacismo, provocado por aquel auge tan grande. Por eso la diferencia entre las generaciones de ingreso al MLN, aunque separadas por uno o dos años solamente, es muy importante. La popularidad de la organización empezó a disminuir en 1970, a partir de las primeras acciones “violentas”, entre comillas. La izquierda armada, octubre 2016, pág. 366.

Amodio: Esta es una falsedad muy arraigada. El cortoplacismo fue obra de tres de los viejos dirigentes: Sendic, Huidobro y Marenales. ¿Que tuvieron seguidores? Por supuesto, pero mayoritariamente lo encontraron en militantes que ya lo hacían desde años antes, principalmente en el interior. En las palabras de Jessie se esconde otra gran contradicción: si las acciones violentas hacían bajar la popularidad, ¿por qué se insistió en ellas, hasta hacer creer que el MLN había desatado una ofensiva? ¿Por qué nunca se reconoció que quienes nos opusimos y fuimos considerados derrotistas y patrinqueros teníamos razón?

Aldrighi: Cómo se vivía el amor dentro de la organización y cómo resolvía la mujer el deseo de maternidad?

Jessie: Hubo un momento en que una dirección, compuesta por hombres, largó a la discusión el tema de los hijos. Nunca hubo una prohibición expresa de tener hijos, pero era claro que en la clandestinidad era un problema grande. El hijo sufre, porque no tiene un lugar estable donde vivir, y además puede poner en peligro toda la seguridad del grupo. Pero yo pensaba en la mujer vietnamita, la que ves en los grabados, cosechando arroz con un fusil y un niño en la espalda. Cuando la lucha es a largo plazo, los hijos hay que tenerlos, cuando existe amor. Eran pocas, con todo, las compañeras con hijos. En mi caso, lo discutí profundamente con Leonel, los dos queríamos un hijo o una hija, por el amor que nos teníamos. En determinado momento esta necesidad se hizo imperiosa y lo decidimos. No concibo una revolución sin amor, sin amor profundo por los compañeros, y sin amor personal, porque los revolucionarios son seres plenos. La izquierda armada, octubre 2016, pág. 377.

Amodio: El tema de los hijos fue planteado en 1967, como consecuencia de la clandestinidad. Jessie no vivió esos momentos porque no integraba el MLN. El tema tuvo entonces mucha más seriedad que la que aparenta, ya que el casi total desconocimiento de sexualidad en que nos movíamos provocó, en los primeros meses de 1967, una serie de embarazos no deseados. Algunos de esos embarazos acabaron en abortos y otros, la minoría, siguieron su curso. Si bien es cierto que no se “prohibió tener hijos” la consigna fue tratar de evitarlos, dejando en manos de los compañeros –sin distinción de sexos- la decisión última. Pero siempre predominó la idea de que tenerlos era una irresponsabilidad. Una vez más aparece en Jessie una visión idealizada de la lucha, tan alejada de la realidad.

Aldrighi: Las decisiones sobre la vida privada y política de los militantes del MLN ¿se tomaban individualmente o colectivamente, en los grupos?

Jessie: En lo privado había muchísima libertad, siempre que tus elecciones no afectaran al grupo. Éramos una guerrilla y no podíamos hacer ciertas cosas. Si por ejemplo quería ir al Hipódromo o a un baile, no me lo permitían porque podía ser reconocida. La tendencia era la de no meterse en la vida de cada uno. Es cierto que a veces delicadamente y a veces abruptamente se metían, pero eso pasaba cuando había conductas que ya se volvían demasiado extravagantes y había que mantener una disciplina.
Por ejemplo, si se convivía de a diez en una pieza, y muchos de esos compañeros hacía meses o años que no tenían una pareja estable, era claro que si querías hacer el amor te tenías que ir para afuera. Es decir, había que tener el mismo grado de contención que los demás. A veces hubo que explicárselo a alguien. Hay que decir que no había mucho espacio para la vida privada. La militancia tenía mucho de sacrificado. El entrenamiento era de rigor, luego trabajabas haciendo berretines, tatuceras, tenías que salir a los contactos con los compañeros, preparar las acciones militares o trabajar en tu sector, limpiar las armas, hacer cursos de capacitación. En el interior, además, había que trabajar la tierra para comer. La vida del guerrillero urbano o rural es muy sacrificada, no tiene nada de romántico. Aunque yo la viví con tremenda felicidad, como te decía, fue la época más hermosa de mi vida. La preparación de las acciones llevaba mucho tiempo. El seguimiento, decidir quiénes y cómo participaban, quiénes eran los campanas, dónde levantar los autos. ¿Qué margen quedaba para tu vida privada? Mínimo. En mi caso tuve suerte, porque con Leonel militamos juntos, yo estaba encargada del área militar del Collar y él de la política. Pero en otros casos las parejas estaban separadas. Es que si optás por ser un guerrillero, optás por una vida con muy escasos espacios personales. La izquierda armada, octubre 2016, págs. 379- 380.

Amodio: Claro que no había espacio para la vida privada. Esta no existía, sencillamente. Apenas nos permitíamos algún contacto con las familias. Todo era militancia. El ejemplo que pone acerca de la visita al hipódromo, es ridículo. Cuando Jessie estuvo en la columna 15, mantuvo relaciones con un compañero. Esa relación se cortó y ambos pasaron, tras la fuga grande, a otras columnas. Jessie fue al Collar o columna 7 y ahí se encontró con Leonel. ¿Jessie responsable del sector militar? El responsable era Engler. Ella pudo haber sido responsable de alguno de los grupos, pero no de la columna.

Aldrighi:¿Qué opinó de la violencia contra las personas que aplicó el MLN en varias oportunidades?

Jessie:...Nosotros no solo queríamos denunciar, sino tomar el poder y transformar la sociedad. Para esto, la guerra revolucionaria se tiene que generalizar. No basta con que tengas simpatizantes que balconean, sino que gran parte del pueblo debe estar dispuesto a participar en la guerra. Tampoco puede haber una guerra revolucionaria si no hay una masa armada atrás. Se debe pasar a la etapa del enfrentamiento y establecerte como guerrilla, como doble poder o como alternativa de poder. Esto significa que tenés que tener tu propia justicia popular, y nosotros tuvimos nuestras “cárceles del pueblo”. Hay que tener también un hospital popular, adonde llevás a tus heridos y a los del enemigo. Hay que tener un ejército alternativo, que nosotros no pudimos formar, porque cuando lo estábamos haciendo, a partir del Plan Tatú, llegaron los golpes de 1972. La izquierda armada, octubre 2016, págs. 380-381

Amodio: Seguimos con las contradicciones: ¿cómo íbamos a lograr que el pueblo participara en la guerra si cada vez nuestro prestigio era menor, precisamente por las acciones que llevábamos adelante? ¿Cómo se puede decir que se iba a formar el ejército mediante el plan Tatú -la instalación del segundo frente- si para instalarlo se necesitaba el ejército? ¿No fue el mismo plan Tatú el causante de los golpes en el interior? ¿Y el plan Hipólito el desencadenante de la debacle en Montevideo?

Jessie: ...En el caso de Morán Charquero, hay que pensar que era un tipo tremendamente odiado por quienes habían pasado por sus manos. Era el causante de muchas torturas y de algunas muertes. Si hablamos de Dan Mitrione, también hay documentación que demuestra quién era y lo que hizo. Nosotros ajusticiamos gente, pero hay una diferencia también semántica entre matar y ajusticiar. Nosotros matábamos a los culpables. Y yo maté. Si iba a tomar algo y había un tiroteo, o mataba o moría. En la guerra es así. Esto no era una novelita rosa, era guerra. Pero en el momento de elegir una persona, porque pensábamos que no debía existir más, usábamos la palabra ajusticiamiento, que viene de justicia. Estábamos ejerciendo la justicia popular en nuestro concepto. En algunos casos bien, en otros mal.

Amodio: Jessie insiste sobre la documentación que demostraría la calidad de Mitrione como instructor en torturas. Cuando el MLN lo secuestró lo hizo como funcionario norteamericano. La acusación que se le hizo como torturador es posterior a su asesinato, para intentar justificarlo. Jessie se conforma con hacer una diferenciación semántica entre matar y ajusticiar y nos recuerda que ajusticiar viene de justicia. Precisamente quienes decidieron la muerte de Mitrione lo hicieron sobre esa base, ya que el comunicado del MLN, redactado por Sendic decía que si el Gobierno no aceptaba el canje, “se haría justicia”.

Jessie: En el caso del peón Pascasio Báez, pobre hombre, fue un error brutal cometido por la organización. Desgraciadamente el MLN tuvo que asumirlo como propio, pero la responsabilidad fue de una persona, de quien dió la orden, que resultó después ser un traidor. Los que estaban en el Caraguatá obedecieron. Considero que fue una cosa muy mal hecha. Moralmente, desde todo punto de vista. Algo que la organización nunca había hecho. En el caso de los cuatro soldados, murieron en combate. Y tirando. Lo que pasa es que después el señor Trabal, de quien todo el mundo dice que es muy amigo mío, fue el primero en llegar, les sacó las armas y les puso un mate para que se pensara que no estaban de servicio. Eso fue un combate, y en la guerra hay combates. La izquierda armada, octubre 2016, págs. 380-381

Amodio: Jessie se afilió a la historia oficial del MLN, que pretendió hacer responsable de la muerte de Pascasio Báez a Píriz Budes, como si una decisión de esa naturaleza, pudiera haber sido una decisión de tipo personal. Si para cuestiones mucho menores era necesario el acuerdo mayoritario, resulta un contrasentido que la muerte de un inocente pudiera estar en la decisión de un solo dirigente. Afortunadamente, Rosencof nos ha dicho a todos cómo sucedieron los hechos. Lo mismo puede decirse de la muerte de los cuatro soldados. Fue tan denigrante la acción que el MLN trató de justificarla diciendo que fue un ataque contra el domicilio del general Gravina.

Aldrighi: En 1970, al formarse el Frente Amplio ¿cuál fue su postura? ¿Qué pensó del número de votos obtenido por la izquierda en 1971?

Jessie: Casi todos los compañeros pensamos que el Frente iba a ser un elemento estratégico muy importante, pero no el decisivo para la toma del poder y la construcción del socialismo. Me pareció importante la cantidad de votos que sacó en 1971, para mí fue otro motivo de reafirmación de nuestra lucha. Porque no tengo ninguna duda -y no lo digo con orgullo sino con objetividad- de que en este país mucha gente adquirió una conciencia por dos factores. El primero, una clase obrera consciente y unitaria -eso hay que reconocérselo al Partido Comunista-, el segundo, el accionar de la guerrilla. Si tenía claro que la lucha iba a ser cada vez más cruenta, lo reafirmé con los resultados de esas elecciones de 1971. La izquierda armada, octubre 2016, página 383.

Amodio:Como dice Jessie, casi todos pensábamos que el FA no era el camino a la revolución. Además, el MLN no creía en la lucha electoral. La suma de las dos razones hace cada vez más incomprensible el apoyo que se le dio.

Aldrighi:¿A qué causas atribuyó la derrota del MLN en 1972?

Jessie: Tuvimos un distanciamiento grande del pueblo, le dimos importancia excesiva al aparato militar y descuidamos el movimiento popular. Apostamos en los últimos tiempos a lo militar. Suscitamos polémicas en mucha gente en torno a hechos cruentos, como el Cacao.
Desgraciadamente quedaron en la dirección compañeros con poca experiencia, nosotros estábamos todos presos. Se inició un accionismo muy grande: la columna que más fuerza tuvo fue la Quince, formada por Amodio. No es por echarle la culpa a un traidor, lo que pasó fue culpa de todos, en especial de los que teníamos más tiempo y experiencia. Se hicieron muy laxos los criterios para el reclutamiento, mucha gente traía baja formación política. Nos ganó el militarismo, pero no en el buen sentido. No es que hiciéramos las tales acciones y a tomar el poder. No, accionábamos permanentemente, sin una reflexión de para qué se actuaba. Y eso tuvo un gran costo en cárcel. La izquierda armada, octubre 2016, pág. 384.

Amodio: Cuando Jessie dice “quedaron en la dirección compañeros con poca experiencia,” se está refiriendo a la dirección que tuvo que asumir tras la caída de Almería, en 1970. Jessie no dice que quienes asumieron la Dirección el 16 de marzo de 1972, casi dos años después, no carecían de experiencia y fueron sí, los responsables de la debacle iniciada el 14 de abril. Fueron Rosencof, Engler, Candán y Huidobro quienes pusieron en marcha el Plan del 72, con Sendic y su Plan Tatú y Marenales como fogonero mayor. Una vez más se insiste en achacarle a la 15 las causas del militarismo, como si no estuviera claro quién lo impulsó y quiénes no. Los que “teníamos más tiempo y experiencia”, entre los que se incluye, dejaron de lado que otros, con más tiempo y experiencia, nos opusimos a los “maravillosos planes” formulados por Fernández Huidobro y por Sendic y que serán, a la postre, los causantes de la debacle.


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