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Deuda / PBI, tipo de cambio y teoría del valor trabajo

Por ASTARITA

 

Rolando Astarita junio 7, 2019

A raíz de las notas que escribí sobre deuda externa, un lector sostuvo –en la sección Comentarios del blog- que mi crítica a Anino-PTS carecía de rigor porque en una entrada afirmé que USD 40.000 millones representaban, aproximadamente, el 8% del PBI, y en otra, escrita pocos días después, lo estimé en el orden del 6,5% del PBI. En este último caso, precisé que estaba considerando un PBI de USD 610.000 millones, que es la cifra que presenta el Banco Mundial. De hecho, lo hice para mostrar que, incluso haciendo el cálculo más favorable para el argumento de Anino-PTS, era imposible que existiera una transferencia anual a los acreedores de tal magnitud, en términos del PBI. En cualquier caso, a mi crítico le expliqué que efectivamente había cambiado el cálculo. Pero, ¿a qué se deben estas variaciones?

Pues se deben a las grandes variaciones del tipo de cambio en Argentina. Para verlo, tomemos por ejemplo el PBI, a precios corrientes, al cuarto trimestre de 2017 y al cuarto de 2018 (el INDEC). En diciembre de 2017 el PBI era de 11,69 billones de pesos; en diciembre de 2018 era de 16,76 billones. ¿A cuánto ascendía en dólares en esas fechas? Naturalmente, para saberlo tenemos que dividir esas cifras por el tipo de cambio. Pero aquí surge el problema: ¿qué precio del dólar tomamos?

Es claro que, en principio, podemos calcular el PBI en dólares en base al tipo de cambio que regía al final de esos años. Aunque podemos utilizar el tipo de cambio promedio del año en cuestión. Pero una vez tomada esta decisión, hay que tomar otras. Por caso, consideramos el dólar oficial o el paralelo (hay períodos en que las diferencias son muy importantes); o el dólar mayorista o minorista. De todas maneras, lo más importante es que los resultados pueden mostrar variaciones del producto, medido en dólares, que tienen poco que ver con las variaciones del producto en términos reales. Por ejemplo, supongamos que para calcular el PBI al terminar 2017, y el PBI al terminar 2018, tomamos el precio del dólar para la compra Banco Nación que existía a fines de esos años. En diciembre de 2017 era $18,5/USD, y en diciembre de 2018 era $37/USD. Con estos tipos de cambio, el PBI en 2017 era USD 632.000 millones, y en 2018 USD 453.000 millones. Esto es, habría habido una caída del PBI del 28% en un año. Pero es claro que el producto, en términos reales, no tuvo una caída de esa magnitud.

Es por esta razón que muchas veces se toma el tipo de cambio a paridad de poder de compra (PPP por sus siglas en inglés). Los organismos internacionales, como el FMI y el Banco Mundial, calculan los productos utilizando el tipo de cambio a PPP. En muchos papers e informes económicos también se utiliza este tipo de cambio. Pero otros utilizan el tipo de cambio corriente. De todas maneras, el problema subsiste, y siempre dará lugar a ambigüedades (de ahí también mis propias dudas al evaluar el peso de USD 40.000 millones en el PBI). En Valor, mercado mundial y globalización, escribí sobre este asunto:

“… se ha generado una discusión sobre cuál es la forma apropiada de conversión de los PBI. The Economist, por ejemplo, aboga por la conversión según la paridad de poder de compra, que utilizan los organismos oficiales (FMI, BM). Sin embargo, muchas consultoras internacionales siguen utilizando el tipo de cambio corriente. En nuestra opinión, la respuesta a la cuestión no es unívoca, ya que por un lado el método del FMI, BM o The Econonist sobrevalora la generación de valor al hacer abstracción de cómo inciden las diferencias de productividad en la generación de valor en el mercado mundial. Pero por otro lado, los tipos de cambio corrientes sobrevaloran la producción considerada en su aspecto material, esto es, la producción de bienes de uso. Una diferencia entre PBI que parece abismal en términos de los tipos de cambio corrientes, no tiene un correlato en términos de los bienes de uso producidos (riqueza material) o ingresos en términos de bienes reales. Las discrepancias no se pueden eliminar; en última instancia se deben a que los trabajos humanos son tanto generadores de valores de uso –en combinación con los elementos materiales para la producción – como de valor, generado y realizado en espacios diferentes” (p. 286).

La relación deuda / PBI

Como no podía ser de otra manera, el problema de la medición del producto se manifiesta en el cálculo del peso de la deuda (externa o gubernamental) en el PBI. Por eso, cada vez que los gobiernos intentaron frenar la inflación anclando el tipo de cambio (caso extremo, durante la Convertibilidad), o retrasándolo (la “tablita” de Martínez de Hoz), el peso de la deuda en relación al PBI tendió a disminuir. Esto ocurrió porque al existir una inflación inercial en los períodos que seguían a la fijación del tipo de cambio nominal, el tipo de cambio terminaba apreciado en términos reales. De ahí que durante los períodos de apreciación de la moneda  la relación deuda / PBI pueda mantenerse relativamente baja, si se mide el producto utilizando el tipo de cambio corriente.

Esta cuestión es registrada por Damill, Frenkel y Rapetti en “La deuda argentina: Historia, default y reestructuración” (CEDES, Buenos Aires, abril 2005). Por ejemplo, entre 1975 y 1980 el coeficiente de endeudamiento externo aumentó en más de 19 puntos del PBI, medido el producto a tipo de cambio a paridad de poder de compra; pasó del 13,3% al 32,4%. Pero, señalan Damill et al., “este hecho resultaba oscurecido por la fuerte apreciación cambiaria, puesto que el coeficiente de endeudamiento calculado considerando el tipo de cambio corriente no solo no subía, sino que incluso declinaba en casi 4 puntos del PBI en ese mismo período” (p. 12). Algo similar ocurrió durante la Convertibilidad: entre 1990-2001 la relación deuda externa PBI, a tipo de cambio a paridad de poder de compra, creció 29,4 puntos del PBI, pero calculado a tipo de cambio corriente solo se incrementó 2,1 puntos del PBI (véase cuadro 1, p. 13, trabajo citado). Recordemos que hacia el fin de su mandato, el presidente Menem afirmaba que el peso de la deuda externa no era preocupante dada la baja relación deuda / PBI (medido a tipo de cambio corriente). Esto a pesar de un creciente déficit en cuenta corriente que evidenciaba la fatal debilidad de todo el esquema. Luego, con el estallido de la Convertibilidad, y la suba del tipo de cambio, la relación deuda externa / PBI subió rápidamente: entre 2001 y 2003 aumentó nada menos que 65 puntos del producto, medido a tipo de cambio corriente. Aunque solo 2,6 puntos si se mide el producto a tipo de cambio a paridad de poder de compra (véase ibídem).

De manera similar, la apreciación de la moneda a partir de 2003 y hasta principios de la década siguiente, incidió en la caída de la relación deuda bruta del Gobierno / PBI. Entre 2004 y 2011 el ratio bajó 79 puntos del PBI, medido a tipo de cambio corriente. Luego, entre 2011 y 2015, la relación aumentó 13,7 puntos del PBI; y entre 2015 y diciembre de 2018, otros 33,6 puntos, siempre con el PBI medido a tipo de cambio corriente. La incidencia del tipo de cambio en esta relación puede advertirse en el hecho de que solo en un año, de 2017 a 2018, el peso de la deuda aumentó nada menos que 30 puntos del producto, llegando al 86,1%. Por eso, si se mide el PBI al tipo de cambio promedio de 2018, la relación deuda / PBI da 64,1% (Ministerio de Finanzas).

En cuanto a la relación deuda externa / PBI, entre 2003 y 2018 tuvo un patrón de variación similar al de la deuda del Gobierno: en 2004 el peso de la deuda externa en relación al PBI era del 68,5%. Desde ese punto, baja al 11,2% en 2011 (en esta baja incide no solo la apreciación del peso, sino también el que mucha deuda externa y deuda de privados se reemplazara por deuda interna, y entre organismos estatales). Luego, a partir de 2011, se eleva, llegando al 38,4% en 2018.

Tipo de cambio y generación de valor

Desde un enfoque basado en la teoría del valor trabajo, las variaciones en la medición del producto a las que nos hemos referido pueden explicarse por el hecho de que los tipos de cambio conectan espacios nacionales de valor con productividades muy diferentes. Es que cuando la industria atrasada tecnológicamente compite en base a tipo de cambio alto, la hora de trabajo del obrero que emplea esa tecnología genera menos valor que la hora de trabajo del obrero de la empresa que aplica una tecnología superior. En otros términos, el trabajo del obrero que aplica una tecnología atrasada (o cuyo trabajo es de menor productividad que el trabajo del país adelantado) aparece como trabajo despotenciado – generador de menos valor relativo – en el mercado mundial. Así, un tipo de cambio por encima del tipo de cambio a paridad de poder de compra permite que la industria atrasada compita en el mercado mundial, pero con la lógica contrapartida de la pérdida del poder adquisitivo de la moneda. Significa también que cuando aumenta la competitividad vía devaluación, lo que ocurre es una redistribución del valor agregado a favor del capital, y en perjuicio del salario.

En consecuencia, y en términos más generales, cuando el tipo de cambio en los países atrasados se acerca al nivel de paridad de poder de compra con respecto a las monedas de los países adelantados  – como ha ocurrido cuando los gobiernos argentinos retrasaron o anclaron el tipo de cambio – el valor realizado en moneda nacional se traduce en un mayor valor en términos de la moneda mundial, el dólar. Esta apreciación de la moneda por lo general es potenciada por la entrada de capitales, que aprovechan la relativa estabilidad cambiaria y los rendimientos más elevados de las colocaciones financieras. En esos períodos, lo hemos visto, el peso de la deuda en el producto, medido al tipo de cambio corriente, tiende a ser bajo. Pero esa mejora del índice es engañosa, ya que se da en el marco del creciente deterioro de la balanza comercial y de la balanza de cuenta corriente. Es la muestra de que el tipo de cambio no se corresponde con la productividad atrasada del capital local.

Por eso estas historias terminan, invariablemente, en salidas precipitadas de capitales financieros y violentas crisis cambiarias. Aumenta entonces el tipo de cambio real y mejora (no debería olvidarse que al precio de la caída de salarios) la competitividad de la economía. En relación a los pagos de la deuda, y otras transferencias de valor, significa que se emplea más plustrabajo que antes de la devaluación, para generar valor en términos de dólar. Este parece ser el fundamento último de las profundas variaciones de la relación deuda externa / PBI medido en dólares (o deuda del Gobierno / PBI)


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