18.JUN.19 | Posta Porteña 2026

La desaparición de Horacio Gelós Bonilla

Por LaPrensa /Maldonado

 

Su militancia en el SUNCA y en el Partido Comunista lo puso en la mira de los servicios de inteligencia, costándole la vida cuando fue secuestrado y torturado por la OCOA en 1976. A la fecha, se desconoce el paradero de su cuerpo.

Historias de Maldonado La Prensa- Piriápolis   mayo 14, 2019 

En enero de 1976, Horacio Gelós Bonilla, trabajador, sindicalista y militante comunista, fue detenido en plena plaza de la ciudad de Maldonado. En el marco de la dictadura que regía en Uruguay desde 1973, y de una gran ofensiva represiva que desarticuló al Partido Comunista en todo el país esos meses, el maldonadense Gelós pasaría a integrar la lista de más de 200 desaparecidos uruguayos, víctimas del Terrorismo de Estado. A continuación su historia, y la de otros militantes que esos días sufrieron el máximo horror que un ser humano puede soportar.

La Operación “Morgan”

En el mes de enero de 1976, la prensa nacional exhibía la noticia de que el régimen militar que estaba gobernando el Uruguay expondría en el Subte Municipal de Montevideo todo el material incautado al Partido Comunista Uruguayo (PCU). Era fruto de la llamada Operación “Morgan”, denominación que la dictadura había dado a una ofensiva que, iniciada el 20 de octubre de 1975, en dos meses se había lanzado de forma represiva y violenta sobre la llamada “subversión comunista”

La principal consecuencia fue la reclusión masiva, acompañada de tortura, de miles de personas, ya no solamente en unidades militares, sino en centros clandestinos, y que incluyó la desaparición de veintitrés personas.

El objeto de la Operación “Morgan” se logró en poco más de dos meses. Se había desmantelado los tres aparatos fundamentales del Partido Comunista, todavía activos a pesar de casi tres años de dictadura: los aparatos de propaganda, financiero y armado

Respecto a la propaganda, si bien el diario “El Popular” había sido clausurado en 1973, el PCU editaba clandestinamente la “Carta Semanal”, hasta que sus locales e imprentas fueron allanados, e incautado todo el material. En cuanto al desmantelamiento de las finanzas del PCU, las Fuerzas Conjuntas procedieron a investigar sus entonces importantes fuentes de recursos, respaldadas fuertemente por la Unión Soviética. Por ello fueron intervenidas las empresas montadas con dicha finalidad, por sus vínculos con los países socialistas, arrestando a sus responsables. La principal fuente de información que tuvo la Dictadura fue por medio de confesiones logradas en interrogatorios, que incluyeron la tortura física y psicológica, incluso la delación, accediendo al conocimiento de cuentas bancarias en el país y en el exterior, así como la existencia de propiedades, vehículos y dinero en efectivo

Orgullosa de estos “logros”,  la Dictadura decidió mostrar a la sociedad uruguaya el “botín” capturado. En el Subte Municipal se expusieron las imprentas, los documentos que “incriminaban” a Cuba y Rusia, además de 58 mil fichas de afiliados, y fotos de las propiedades que tenía el partido, incluyendo una oculta “cárcel del pueblo”. Pero el mayor efecto generado sobre la opinión pública, fue la confirmación de la existencia del aparato armado del PCU.

Correspondía a un arsenal que se había formado gradualmente desde la década de 1960, y que nunca había estado operativo. Además de cientos de granadas, morteros y armas antitanque “caseras”, en el subte se pudieron ver unos mil fusiles y armas automáticas, la mayoría traído por el PCU clandestinamente del exterior, con apoyo soviético (incluso fusiles AR-15 norteamericanos capturados en Vietnam, transportados en buques mercantes del bloque socialista, e infiltrados en las costas del país). Se sumaba a ello la captura de varios militantes que, al igual que había sucedido con el MLN, se habían entrenado en Cuba.

Las armas, prolijamente conservadas en forros impermeables, habían estado ocultas en las humildes barriadas obreras montevideanas, encontradas debajo del piso, en el fondo, o entre el techo y el cielorraso de humildes casas.

Sin embargo, el delito de quienes cayeron presos esos meses no se trataba por apoyar un aparato armado. El delito era la ideología. Porque además de la dirigencia, las fuerzas de seguridad de la Dictadura secuestraron, torturaron y procesaron esos meses a cientos de militantes vinculados a la distribución de propaganda o a la realización de pintadas callejeras en repudio al régimen, sin olvidar a otros por su participación en reuniones organizativas o en cualquier otra acción considerada de “disidencia”, o por, simplemente, haber estado en las listas del Partido Comunista u otras organizaciones afines en las elecciones de 1971.

Aunque la Dictadura anunciaba el cierre exitoso de la operación al comenzar el mes de enero de 1976, ese mes y el siguiente, los militares continuaron ejecutando violentos allanamientos y arrestos, esta vez dirigidos hacia la Unión de Jóvenes Comunistas, principalmente en el ámbito universitario capitalino.

Pero la gran novedad iba a ser que ese verano, el azote de la represión hacia los militantes del PCU llegaba al interior del país. En el departamento de Maldonado, el terrorismo de Estado no sólo expondría a la tortura a varios vecinos, sino que se llevaría la vida de un obrero y militancia social.

Se lo llevaron a Gelós

Según testimonios recogidos en varias investigaciones, el dos de enero de 1976, Horacio Gelós Bonilla estaba conversando con su tío, Ramón Gelós, en la plaza San Fernando, de la ciudad de Maldonado. Siendo aproximadamente las 19.30 hs, en la esquina de Sarandí y Florida, se acercó una camioneta Indio, de color celeste, con chapa argentina. Dos hombres jóvenes descendieron, vestidos de particular, con campera, aparentando tener barba y pelo largo, y se llevaron a la fuerza a Horacio Gelós Bonilla al interior del vehículo.

Luego se supo que esa misma camioneta Indio que lo llevaría a la muerte, había pasado por su casa dos veces antes en el día. Atendidos por su hermana, de la misma se habían bajado cuatro muchachos jóvenes, preguntando por él para un trabajo.

José Pedro Correa, amigo de Gelós Bonilla, se encontraba en la plaza tratando de encender su moto, cuando en el momento del secuestro pudo ver como su amigo estaba siendo forzado a entrar a un auto desconocido. Con cautela, Correa procedió a seguir a la camioneta, que tomó por la calle Sarandí y Williman (hoy Libertador Lavalleja). Cuando llegaron al Cementerio, Correa pudo ver como el vehículo tomaba por un oscuro camino de pedregullo, que llevaba hasta Laguna del Sauce. Allí decidió no continuar. Estaba muy claro hacia donde iba, y por qué se lo llevaban.

Horacio Gelós Bonilla era un trabajador y militante social y político carolino. Su desempeño en la construcción, como obrero albañil, lo había vinculado de joven con la lucha gremial, afiliándose al SUNCA de Maldonado, siendo importante dirigente y referente, llegando a desempeñarse como Secretario General de Maldonado. La crisis económica, social y política del país acercó cada vez más a Gelós Bonilla hacia la militancia política, y hacia el Partido Comunista, afilándose en 1968 a su Juventud. En 1971, Gelós participó en la fundación del Frente Amplio a nivel departamental. Grande fue su orgullo, cuando por la Lista 1001 fue elegido en las elecciones de 1971 como edil suplente en la Junta Departamental de Maldonado, representando al Frente de Izquierda de Liberación (FIDEL).

La llegada de la dictadura en 1973, con la consecuente disolución de la Junta Departamental en Maldonado, y la proscripción a nivel nacional del Frente Amplio, el PCU y la CNT, no significó el final del accionar político de Gelós. Al igual que muchos compañeros suyos, prosiguió con el trabajo clandestino, sin importarle la cada vez mayor vigilancia policial y militar sobre su persona. Tanto que, cada vez que se acercaba el primero de mayo, se había vuelto casi una “rutina” esos años que se llevaran a fines de abril a él y a otros compañeros del sindicato, y en particular del Partido Comunista. Se les hacían algunas preguntas, se los tenían un tiempo detenidos, y luego simplemente eran “soltados”. El argumento de las fuerzas de seguridad era siempre el mismo: prevenir, por parte de esta gente “peligrosa”, posibles asonadas contra el llamado “gobierno cívico-militar”.

Sólo que esta vez las circunstancias eran diferentes. Se lo habían llevado en enero, y por parte de agentes vestidos de civil y en un auto no oficial. Claramente lo habían secuestrado a Gelós, y de forma clandestina. Se trataba de “otra” gente, con otros métodos. Y con otras intenciones.

Los muchachos de la Indio celeste

El desarrollo a escala nacional de la Operación “Morgan”, hizo que el Batallón de Ingenieros Nro. 4, unidad militar instalada en el km 114 de la Ruta 93, tuviera que adaptarse a la llegada de un destacamento de inteligencia, y a la gran cantidad de personas que estaba previsto se iba a llevar detenidas.

Esos meses se había instalado en Maldonado el OCOA IV (Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas), unidad de inteligencia dependiente de la División de Ejército IV, con sede en Minas, y de la que estaba subordinado el batallón. Dicha unidad, formada por oficiales S-2 (Inteligencia) y con personal propio, actuaba de forma independiente, aunque el batallón le proporcionaba instalaciones, hombres y medios para su tarea.

La OCOA se había instalado en dos lugares del departamento. Uno era el edificio del Cuartelillo, hoy Paseo San Fernando, al lado de la Jefatura de Policía de Maldonado. Entonces era sede de un pequeño destacamento militar y de oficinas administrativas, además de ser centro de reclusión, interrogatorio y tortura.

El otro lugar era al interior del predio del Batallón de Ingenieros Nro. 4. Se trataba de lo que en la jerga militar se denominaba el “Rancho” o “Tambito”. Era una construcción de paredes de ladrillo con piso de tierra y de hormigón, y techado de paja, ubicado a orillas de la Laguna del Sauce, en los fondos de las instalaciones del cuartel, alejado a una prudente distancia de seiscientos o setecientos metros. En ese lugar se realizaban los principales interrogatorios, acompañados de sesiones de tortura.

Los operativos de inteligencia de la OCOA, ya sea para vigilancia o secuestro, eran apoyados por información y personal que proporcionaba la propia unidad militar de la zona, el Batallón de Ingenieros Nro. 4, a cargo entonces del Teniente Coronel Aquiles Moraes, así como por la Policía, a través de la Jefatura y de las comisarías, como también por la Prefectura (cuyo jefe era entonces el carolino Jorge Nader).

Oficiales y personal de la OCOA solían realizar los operativos de particular, sin uniforme, y usar como medio de transporte para trabajos de investigación y acciones clandestinas una camioneta Opel «Indio», de color celeste, con matrícula argentina, y un Volkswagen “Escarabajo” de color claro

Gelós probablemente fue el primer secuestrado por los “muchachos de la Indio celeste”. Durante esos primeros días de enero de 1976. Ese día, y los siguientes, otros militantes del Partido Comunista y afiliados al SUNCA de Maldonado, lo acompañarían al mismo paraje.

En ese lugar al que fueron «los comunistas”, a orillas de la paradisíaca Laguna del Sauce, encontraron el infierno para sus cuerpos y almas, en tanto Gelós encontraría allí la muerte.

Los “Ranchos de la Laguna”

“O cantás, o cantás” le dijo el interrogador a Gelós, que gritaba de dolor, con sus ojos vendados, colgado verticalmente de las muñecas, recibiendo puñetazos por todos lados, principalmente en el estómago y en los genitales, siempre más dolorosos y punzantes al estar a ciegas, y no poder prepararse para el golpe.

Ya iban cuatro días, en los que Gelós, al igual que los otros seis compañeros del “Partido” que estaban en “los Ranchos”, pasaron por todos los tormentos que la OCOA solía suministrar a sus interrogados. La rutina incluía golpizas, plantones, colgamiento, estaqueamiento y submarino, sin olvidar pasar por “la máquina”, como se decía a la picana eléctrica, que, de la mano sádica de un torturador, castigaba al detenido con dolorosos golpes de corriente en los genitales, en la boca, en la nariz y en los oídos 

Las sesiones de «interrogatorio» no tenían número. Tampoco había hora. Podían ser de día, como de repente en plena madrugada, despertando a los detenidos para llevarlos hasta la sala de “interrogatorios”, o incluso hacer un simulacro de fusilamiento.

Las preguntas para todos lo que padecieron ese infierno versaban en lo relativo al Partido Comunista. La inteligencia militar no preguntaba tanto por nombres de integrantes. La mayoría ya los tenían desde 1974, luego de obtener el “fichero” del PCU, conocido en la jerga militar como el “Fichero Arismendi”, por Rodney Arismendi, su Secretario General, que estaba exiliado en la Unión Soviética. El interrogatorio, que la tortura acompañaba, versaba sobre posibles listas de contribuyentes locales de la organización, así como de personas que ocultaran armas en sus domicilios, como había ocurrido en Montevideo.

Pero en el caso de Gelós, quien había ocupado puestos en el SUNCA, incluyendo el de Secretario, y que en ese momento era funcionario rentado del gremio, el interrogatorio insistía en unos campos que el SUNCA había comprado en Polanco, en el departamento de Lavalleja, para impulsar una Colonia de Vacaciones. Claramente los militares desconfiaban de la finalidad que pudiera tener ese lugar.

El testimonio de uno de los reclusos que estuvo junto a Gelós, Alberto Romero de Armas, que declaró años después ante la Comisión Investigadora Parlamentaria sobre situación de personas desaparecidas, todavía ubica a Gelós Bonilla con vida el 5 de enero, cuando el testigo fue también llevado detenido al cuartel: “Cuando entré ahí, me bajaron; yo estaba con una venda en los ojos: había un oficial sentado ahí, en una mesa. Me interrogaron.

Ellos querían saber dónde estaba la chacra del SUNCA; el SUNCA había comprado unos terrenos por ahí para hacer un complejo para que la gente que trabaja pueda ir a descansar en el verano (…). Me llevaron a una pieza (…) me esposaron, me pusieron un palito en la punta de los pies y me tuvieron dos o tres días colgado. Me torturaban y querían saber. Mientras yo estuve con noción, sentí a Bonilla hablar de noche. Yo sabía que lo habían llevado. (…). No lo pude ver pero lo sentí. Andábamos todos los días juntos, porque como él estaba en el SUNCA (…) yo me iba con él a las obras (…) entonces andábamos siempre juntos. Por eso siempre digo que Bonilla estaba ahí porque yo lo sentí hablar cuando lo interrogaban. (…) Yo lo sentí dos o tres veces, principalmente de noche, que era cuando lo torturaban, cuando nos torturaban. A él le dieron más que a mí (…)”.

Una muerte, y dos versiones

Testimonios recogidos de los supervivientes, tanto en investigaciones judiciales realizadas en 1985, así como en ensayos históricos, plantean dos confusas versiones sobre la muerte de Horacio Gelós Bonilla.

Una versión plantea la violenta muerte de Gelós por castración. Es el testimonio de Carlos Barrios González, una de las personas que compartió esos días terribles. “De repente vino uno que le dijo al que me interrogaba ‘déjelo a ese viejo traidor, que ahora vamos a hacerle una operación a su querido camaradita Bonillita y después se la hacemos a él’. A mí me levantan la capucha y traen a Gelós Bonilla, maneado, con las rodillas junto a la cabeza. Lo traían de arrastro. Ahí vi que lo castraban y salía sangre a borbotones. Yo solo veía parcialmente el cuerpo de Bonilla. Este se quejaba espantosamente. Los quejidos se fueron apagando y a mí me ponen la venda en los ojos y la capucha. ….”.

En 2009, un soldado retirado, que prestó servicio en el Batallón de Ingenieros Nro. 4, Roberto Ramón Soler Castro oriundo de Piriápolis, aseguró que vivió atormentado, guardando esta historia por décadas. A nivel de prensa, dijo confirmar el relato de Carlos Julio Barrios: “Yo estaba en la unidad en el tiempo de Gelós Bonilla. El que lo castró fue un tal Rodríguez. El nombre no lo sé, pero si pidieran los legajos de la Unidad te los mostraría a todos. Porque si la Ley quisiera, para que mostraran los legajos que están con fotografía, te podría señalar uno por uno a los torturadores de ese momento”

La otra versión, en la que guardan consenso los demás detenidos que estuvieron con Gelós esos días, vincula su muerte con un exceso en las torturas, y con presuntos problemas cardíacos. En una entrevista citada en el libro “Maldonado en dictadura”, Omar Varona sostuvo que “….Bonilla, afuera, cuando lo tenían debajo de unos árboles lo metieron a la laguna y después lo metieron en un tanque donde nos hacían el submarino. ….De acuerdo a lo que yo sentí, a lo que yo vi, un Oficial le pegó y Bonilla lo zumbó de un piñazo y se sacó la venda. Y después sí, cuando lo colgaron a los golpes que le dieron se les fue de las manos. Él tenía un problema al corazón. Entonces yo eso que lo castraron no lo comparto….”.

Actuando como testigo de la causa, Varona declaró ante la Comisión Departamental de Derechos Humanos en 1985. Allí recordó que al lado suyo estaba colgado Gelós Bonilla, “….a quien yo conocía perfectamente, ya que tenía una íntima amistad que me permitía conocerlo por la voz. También reconocí a Amado Viera por la voz, asimismo a Carlos Julio Barrios.

Después yo soy sacado para afuera para un interrogatorio. Entonces yo le digo al que me interrogaba que Bonilla no era más que un funcionario rentado del SUNCA, que en ese momento era el Sindicato de la Construcción de Maldonado. Por ahí es que entran a Romero a quien conozco por la voz y porque los soldados le decían “Cara de Goma” que es el seudónimo de él, quien grita “así que ustedes quieren hacer la democracia con un hombre muerto y otro colgado”. …. Quiero dejar bien aclarado que yo sentí perfectamente cuando Horacio Gelós Bonilla se quejaba por las bárbaras torturas, hasta que llegó un momento que dejó de quejarse. Bonilla era enfermo del corazón. Yo estoy absolutamente seguro que era Bonilla. Primero porque le conocía muy bien la voz, pero además, porque cuando yo protestaba contra los torturadores, en cierto momento el me pisó y me dijo despacio que me callara, para evitar las bárbaras represalias. ….”.

Otro testimonio es el de Lucas Sócrates Martínez, quien recuerda que en ese lugar estaban detenidos “… Amado Práxedes Viera, Carlos Julio Barrios, Varona, Romero y en un rincón caído estaba Horacio Gelós Bonilla.

Nuevamente el tema eran las armas y un hecho sucedido en OSE a fines de diciembre al cual me querían vincular. …Es en ese momento en el que sin capucha veo a los otros detenidos. …estaban siendo torturados Omar Varona, Viera, Carlos Julio Barrios, Romero y caído Gelós Bonilla que estaba con los ojos vendados completamente inmóvil. Unos estaban crucificados, otros de plantón, otros sentados y, reitero, Gelós Bonilla tirado, inmóvil en el suelo. En ese momento se armó un gran revuelo”

En su testimonio ante la Comisión Departamental de Derechos Humanos, Amado Viera, recuerda sentir que Gelós Bonilla “…estaba como estaqueado y que las cosas que le estaban haciendo serían muy graves, porque en determinado momento él dijo que para que le siguieran haciendo eso, era preferible que lo mataran; después empezó a quejarse, a gritar y pedir que lo ahogasen o que lo matasen, hasta que la respiración que era muy fuerte se empezó a sentir cada vez menos, hasta que de repente se oyó como un quejido y luego no se oyó más nada. Y en ese momento nos sacaron muy rápido a todos, yo calculo que en cinco minutos, cargándonos de apuro en un coche y llevándonos de ahí. Eso fue lo último que yo recuerdo de él”

Todas las versiones coinciden que apenas sucedida la muerte de Horacio Gelós Bonilla, se produjo una conmoción tal, que la tortura se suspendió inmediatamente. Y a las pocas horas, todos, subidos a transportes militares, fueron liberados, siendo dejados en diferentes lugares de la ciudad de Maldonado, cerca de sus casas.

Un desaparecido, y ninguna pista

Desde aquella tarde del 6 de enero de 1976, no se supo más del paradero de Horacio Gelós Bonilla. Muchos recuerdan la búsqueda infructuosa que realizó su madre, y en particular su hermana, Rosa Esther Bonilla, junto a varios amigos de Gelós, recorriendo las dependencias policiales y militares del departamento. Nada obtuvo en la Jefatura de Policía, mucho menos en el Cuartel del Batallón de Ingenieros, ni en la Base Aeronaval.

Varias veces Rosa fue hasta el Cuartelillo, frente a la plaza de donde se lo habían llevado secuestrado, para saber si podía acceder a alguna novedad, aunque más no fuera para reconocer su derecho a saber de la muerte de su hermano y el destino de su cuerpo. Nunca obtuvo la más mínima respuesta, hasta que decidió un día no ir más. Fue cuando en el momento que la atendían en la entrada, la camioneta “Indio” de color celeste apareció estacionándose, provocando la incomodidad del soldado que la estaba atendiendo, quien le insistió nervioso que no tenía datos de su hermano, y le ordenó que se retirara inmediatamente.

Paradójicamente, a la semana de la trágica muerte y desaparición de Gelós, funcionarios militares y policiales interrogaron a los familiares por su paradero. Primero fueron tres efectivos del Ejército, en un jeep militar, que golpearon una madrugada en su humilde casa de Maldonado Nuevo. Atendidos por Rosa, allanaron el lugar, y preguntaron de forma intimidatoria y prepotente por su paradero, Al mediodía otro vehículo llegó con varios agentes, que volvieron a preguntar por él, esta vez la Policía, que se identificó como de la Dirección de Investigaciones.

La hermana de Gelós supo entonces que no volvería a verlo. Como lo era la política de no usar uniformes, y secuestrar personas usando una camioneta “Indio” con chapa extranjera, era muy evidente que todo formaba parte del mismo modus operandi, que apuntaba a desorientar a familiares y amigos respecto a la propia responsabilidad militar y policial, y por lo tanto estatal, en la violación de los derechos humanos que el Estado está obligado a garantizar, siendo la vida el primero de ellos.

En tanto Rosa y su familia recorrían comisarías y cuarteles “mendigando” información sobre su hermano, la prensa local y departamental desconocía los graves sucesos sucedidos esos días en los fondos del Batallón de Ingenieros Nro. 4. Por el contrario. se sumaba a la campaña nacional del régimen, publicando anuncios con las fotos y la información de las armas y el material “subversivo” incautado en la capital del país. Así, en el diario “La Democracia”, los habitantes del departamento de Maldonado pudieron leer el pomposo título de estos anuncios: “El Comunismo es violencia”.

FUENTES


Archivo Privado Gastón Goicoechea
Archivo Semanario La Prensa.
Noguéz, Andrés. “Maldonado en Dictadura. Aportes a la construcción de la memoria colectiva”. Intendencia de Maldonado. Imprenta Zonalibro. Montevideo (2017).
Noguéz, Andrés. “San Carlos bajo la Dictadura (1973-1985)”. Editorial Trilce. Montevideo (2013).
Peláez, Carlos. “La muerte de Horacio Gelós Bonilla”. Blog “El Muerto que habla III” http://elmuertoquehabla.blogspot.com/2018/05/la-muerte-de-horacio-gelos-bonilla.html 
Piccardo, José Luis. Entrevista. “El aparato armado del Partido Comunista”. https://www.uypress.net/auc.aspx?62680
Prensa Escrita. “El Diario”, 4/1/1976, 20/1/76. «El Día” 31/12/1975
Secretaría de Derechos Humanos. Presidencia de la República. https://www.gub.uy/secretaria-derechos-humanos-pasado-reciente/comunicacion/publicaciones/ficha-perteneciente-gelos-bonilla-horacio
UDELAR-Facultades de Humanidades y Ciencias de la Educación. “Investigación Histórica sobre la Dictadura y el Terrorismo de Estado en el Uruguay (1973-1985)”. Tomo I. Diciembre 2008.


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