El 22 de mayo de 1972, no sólo el departamento de Maldonado, sino el país, se conmocionaron al conocerse la noticia que efectivos militares habían descubierto, a pocos kilómetros de Pan de Azúcar, el mayor refugio y base subterránea hecha por la guerrilla tupamara. Casi un mes después, en el mismo lugar, se encontraron los restos de un peón, víctima de la revolución social para la que había sido construido ese refugio
La Prensa - Piriápolis abril 15, 2019
A pesar que en junio de 1971, la dirección del MLN Tupamaros estaba presa en el Penal de Punta Carretas, la organización guerrillera permanecía operativa en el exterior, en su lucha revolucionaria que ya llevaba casi nueve años.
Debido al régimen de garantías legales y constitucionales todavía vigentes en el país, entre ellas el derecho de visitas, los dirigentes presos conservaban contacto con el exterior, permitiendo el inicio de la ejecución del Plan Tatú: expandir la guerrilla al ámbito rural
El elemento fundamental del Plan Tatú era la «tatucera» o escondite rural bajo tierra. Se preveía la construcción de grandes tatuceras-estaciones, tatuceras-depósitos y escondites individuales en montes, sierras y chircales del interior rural. Las tatuceras más grandes funcionarían dentro de coberturas «legales» como estancias y chacras de simpatizantes de la guerrilla o compradas por el MLN., pero sin descartarse los escondites en montes y sierras. Cuando aumentara la escala de la lucha contra las Fuerzas de Seguridad, servirían de base para tender emboscadas a patrullas, y operando de noche relevar terreno y objetivos militares y civiles en las ciudades y pueblos del Interior.
Luego de ser discutido en varias reuniones por los dirigentes del movimiento que seguían operando, el plan fue aprobado. Tenía sus antecedentes en la experiencia guerrillera cubana y vietnamita, en el libro “La Guerra de Guerrillas” del “Che” Guevara, y en otras experiencias de guerrilla rural, además de varias recorridas realizadas por los montes y zonas del Interior, efectuadas por algunos dirigentes tupamaros en 1966.
El objetivo era llevar la guerra al interior, para aliviar el control y vigilancia militar en Montevideo, y a la vez obligar a las unidades militares a llevar pequeños destacamentos al campo y operar fuera de los cuarteles, dejándolas expuestas a acciones guerrilleras más ofensivas.
Sin embargo, el plan no funcionó por la improvisación, la falta de logística y el desconocimiento del medio rural tanto en lo geográfico como en lo sociológico. Basado en las ideas de Raúl Sendic y su experiencia con los cañeros de Bella Unión, el documento aprobado por el MLN denominaba a la población rural como “campesinos” y afirmaba: “Las tremendas condiciones de vida de los asalariados rurales, algunos organizados en sindicatos, han creado un sector espontáneamente rebelde que puede resultar muy útil en la lucha rural”. Muchos excombatientes hoy reconocen que fue un error, y que en ese momento se desconocía en su real dimensión la mentalidad y las relaciones patriarcales y conservadoras entre peones y estancieros.
Además históricamente las FF.AA. contaban con muchos efectivos reclutados en el medio rural, conocedores profundos de los montes y las sierras. Por el contrario, los cuadros del MLN, compuestos en su mayoría por estudiantes y universitarios, no estaban listos física ni psicológicamente para las tareas físicas y manuales que implicaba, y mucho menos para enfrentar situaciones de hambre, frío y lluvia.
En el marco de este plan, el MLN construyó una de sus tatuceras más importantes en la Zona Oeste de Maldonado, “El Caraguatá”, refugio de la Columna 21 del Interior, ubicada en la estancia “Espartacus”, en el Km 113 de la Ruta 9, próxima a Pan de Azúcar y a muy pocos kilómetros de Piriápolis. El ingeniero Jorge Manera Lluveras (uno de los fundadores del MLN) se hizo cargo de su construcción clandestina, con el apoyo de los dueños del campo, el matrimonio de Néstor Sclavo y Gloria Echeveste, también miembros del MLN.
“El Caraguatá” tenía grandes dimensiones, y contaba con un depósito de armas y municiones, polígono de tiro y una sección aún mayor que era laboratorio para elaboración de ácidos y artefactos explosivos, carcasas de granadas de mano y lanzagranadas. Manera acondicionó el lugar, mejoró la ventilación y la instalación eléctrica, y diseñó un armazón de hierro que fue traída en un camión desde Montevideo. Había una conexión telefónica con la casa que le servía de fachada
En diciembre de 1971 se produce un acontecimiento que puso a la guerrilla en una encrucijada moral. El clásico dilema de toda revolución, sobre si el fin justifica los medios, aunque implique violar los derechos humanos más sagrados de un individuo.
Pascasio Báez Mena (1925-1971) era un peón rural de la zona de Pan de Azúcar, vivía en el Barrio de la Escuela Industrial de esa ciudad Era casado y tenía dos hijos. Como parte importante de la población rural del país, simpatizaba con el Partido Nacional, aunque no había militado activamente en política. Realizaba changas, generalmente trabajos vinculados con la construcción y la confección de alambrados.
El día de su desaparición, según las versiones familiares había salido a buscar el caballo perdido de un vecino, que había ingresado en la estancia Espartacus, en tanto la prensa de la época habla de que fue por un caballo propio porque iba a salir a buscar trabajo. Báez desconocía que ingresaba a la zona de la tatucera “El Caraguatá”, y que desde ese día nunca más lo volverían a ver, costándole la vida.
Báez, luego de ingresar al campo ajeno, se topó con un hombre que salía por la tapa de una tatucera. Cuando los tupamaros ocultos en la zona lo descubrieron, fue detenido y llevado al interior del segundo refugio subterráneo del complejo.
Fue cuando se empezó a debatir el destino que iba a tener este trabajador rural, ya que “El Caraguatá” tenía un importante valor militar para el MLN. Se manejaron varias alternativas, entre ellas detenerlo indefinidamente, o llevarlo al exterior (posiblemente a Chile, pues el gobierno socialista de Salvador Allende apoyaba al MLN, guardando contactos y rutas clandestinas a través de Argentina, que incluía el envío de armas). Según Jorge Zabalza, exlíder del MLN (entonces preso en Punta Carretas), se llegó a evaluar la posibilidad de liberarlo, luego de trasladar todo a otra tatucera a construir cerca del Parque de Vacaciones de UTE.
Durante varios días estuvo detenido mientras la dirección del MLN en Montevideo decidía. Un dirigente tupamaro viajó a la estancia con el cometido de determinar la mejor solución para la organización (la historia oficial tupamara habla de Piriz Budes, en tanto las versiones judiciales e investigaciones periodísticas e históricas hablan del médico Henry Engler) Fue ejecutado cuando tenía unos 45 años.
De común acuerdo con los tupamaros presentes en el lugar, este jefe coincidió con que el asesinato de Báez Mena era la mejor solución, pues liberarlo implicaría arriesgar el lugar, y no se disponía de medios para una “mudanza”
La decisión fue comunicada al propietario del campo, eligiéndose el lugar donde sería enterrado el cuerpo del peón. Luego, según la crónica efectuada en su tiempo por los militares, este dirigente se hizo cargo de conseguir la droga que sería inyectada a Báez Mena en tanto el resto de los tupamaros se dirigió al lugar donde luego se enterraría su cuerpo. Para tranquilizar al peón preso, los tupamaros le dieron una muda de ropa para, según le explicaron, poder llevarlo a un lugar más seguro para lo que también habría que aplicarle un tranquilizante. El entonces estudiante de medicina Ismael Bassini le aplicó el inyectable, asesinándolo con una sobredosis de pentotal (cuatro a cinco veces sobre la dosis normal, generando un paro cardiorespiratorio)
La ejecución habría sido realizada el 21 de diciembre (otras versiones hablan del 29 de diciembre). El cuerpo fue desnudado, e inmediatamente enterrado en el pozo. El lugar fue tapado y ocultado en el predio de la estancia, con el objetivo que no fuera encontrado.
El derecho de sus familiares a saber sobre el destino de Báez Mena recién se pudo resolver cuando medio año después, fuerzas militares allanaran el lugar, y casualmente encontraron el cuerpo totalmente descompuesto del peón rural.
El 20 de junio de 1972, a pocos kilómetros de Pan de Azúcar, fueron encontrados los restos de Pascasio Báez Mena, peón rural que misteriosamente estaba desaparecido desde diciembre del año anterior. Su aparición se logró cuando fuerzas militares allanaron la estancia del lugar el mes anterior, capturando a nueve guerrilleros, y encontrando bajo tierra las tatuceras construidas por el movimiento guerrillero tupamaro.
El 22 de mayo de 1972, efectivos militares del Batallón de Ingenieros Nro. 4 de Laguna del Sauce, apoyados por un helicóptero de la Aviación Naval, allanaron la estancia Espartacus, desplegando fuerzas de infantería. Los informes de inteligencia, basados en interrogatorios realizados a tupamaros capturados, daban información de que allí se encontraba la tatucera guerrillera más grande del país.
El parte oficial del 24 de mayo detalla lo sucedido: «Por declaraciones de uno de los facciosos capturados en Montevideo, se tomó conocimiento de la existencia de los mencionados refugios, y siendo las 7.00 horas del día citado se procedió a rodearlos.
Uno de los escondrijos, que es de hormigón y de grandes proporciones, con medidas de 20 por 4 metros y 3.80 de altura, servía de habitación, taller, depósito y polígono de tiro; poseía además instalación de luz eléctrica, agua y teléfono que se habían traído desde la casa-habitación perteneciente a la estancia.
Sabiéndose que en el momento que se procedió a rodearla, estaba ocupada por varios facciosos, se les conminó a rendirse y como no obedecieran, se atacó el refugio con disparos de fusiles sin retroceso calibre 57 mm.
En tales circunstancias dos de los delincuentes emergieron del cubil y uno de ellos emprendió la huída disparando el arma que portaba, y al serle contestado el fuego resultó herido en la región glútea; cinco delincuentes más que aún permanecían dentro se entregaron inmediatamente.
Dentro del escondrijo se incautaron unas 100 armas largas, varios centenares de granadas, abundante munición de varios calibres, un grupo electrógeno y herramientas de diversos tipos.
El otro escondrijo situado a unos 800 metros del primero, sería de polvorín y contenía explosivos, mechas y cebos eléctricos y mecánicos.
En la operación se capturaron un total de 9 personas
La captura del lugar, la dimensión de lo encontrado, y la cantidad de armas (un centenar de fusiles Springfield y M 1 Garand, la mayoría robados a la Marina, junto a dos bazucas antitanque, granadas y una ametralladora de cinta), no sólo conmovió a Maldonado, sino que atrajo la atención de la prensa montevideana.
Pero la piedra del escándalo y de la indignación para mucha gente, fue cuando luego de varios días de rastrilleo, el 20 de junio los militares encontraron los restos de Pascasio Báez, en total estado de descomposición.
De los interrogatorios se supo que Báez, peón rural de la ciudad de Pan de Azúcar, y desaparecido desde diciembre de 1971, había sido capturado por los tupamaros del lugar, entre ellos los dueños de la estancia, cuando este trabajador rural había entrado en busca de un caballo y los vio. Se decidió su ejecución con una sobredosis de pentotal al no poder liberarlo por la información que tenía, ocultando su cuerpo al enterrarlo ahí mismo.
Esther Báez Mena, hermana del peón ejecutado, recuerda: “Mi hermano estuvo desaparecido siete meses que fueron de mucha tristeza y locura. En un primer momento pensamos que se había ido porque se había peleado con su mujer, con la cual no se llevaba bien pero seguían juntos. Como siempre, él se iba a trabajar a las granjas en Montevideo. A mi madre y a mí nos llamó la atención porque él siempre escribía. Fueron siete meses de locura».
Su hermana y toda la familia se enteraron por la radio del hallazgo del cuerpo de su hermano. “Fue un golpe muy fuerte. Mi padre quedó loco por esos siete meses de angustia que se transformaron, luego, en una obsesión por la venganza que le duró el resto de los años que vivió»
Pascasio Báez, según algunos puntos de vista, sería el primer desaparecido de la historia reciente, pues hubo privación de libertad, su muerte se debió a razones político-militares, habiendo un ocultamiento de su suerte y su paradero a los familiares (el cuerpo fue descubierto por los militares, contra la voluntad del MLN de mantenerlo oculto, organización armada que se considerada paralela al Estado, aplicando Justicia Revolucionaria).
En 2003 la Junta Departamental de Montevideo, con los votos de todos los partidos, bautizó una calle de Montevideo con el nombre de Pascasio Báez Mena. Según declaraciones hechas al Espectador, Jorge Zabalza afirmó que la muerte del peón rural “fue un delito de guerra”, y “el hecho de que ahora haya una calle que se llame Pascasio Báez, a nosotros nos va a servir de recordatorio, justamente, del alto contenido humano que debe tener esa lucha por una sociedad más humana, y también a las generaciones futuras esa calle le va a recordar que la lucha debe tener el sentido de humanidad que en ese momento faltó”.
El periodista e investigador histórico Leonardo Haberkorn, recoge la historia de Pascasio Báez. Según su investigación, este es uno de los seis mitos del MLN que trata en su libro Historias tupamaras. Para Haberkorn, los tupamaros justifican el asesinato del peón rural Pascasio Báez como un simple error inexcusable, pero «del cual fueron responsables solo unos pocos tupamaros extraviados».
A continuación se transcribe su opinión
«Porque según la historia oficial tupamara, hay dos posibilidades. O bien los únicos culpables fueron los integrantes del pequeño grupo de guerrilleros que se escondía en la tatucera Caraguatá, que Báez tuvo la desgracia de descubrir. O bien la responsabilidad del crimen fue de un único integrante de la dirección del MLN, Mario Píriz Budes, quien está acusado de traidor o de haber sido un infiltrado de las Fuerzas Armadas en la guerrilla.
Tales explicaciones faltan a la verdad, buscan limpiar el nombre de muy importantes tupamaros que estaban en la dirección del MLN cuando se decidió asesinar a Báez y, lo que es peor, eluden un reflexión honesta sobre las dramáticas consecuencias que siempre apareja el uso de la violencia como arma política. Si uno quiere sumergirse en las honduras que implica abrazar la violencia para cambiar la sociedad, puede ver la magnífica película El viento que mece la cebada (o el pasto, el prado o las espigas, según la traducción) del británico Ken Loach sobre el conflicto de Irlanda. Pero en la literatura oficial tupamara no va a encontrar nada en este sentido.
La realidad es que la decisión de matar a Báez no fue un acto inconsulto del grupo de la tatucera, ni tampoco una decisión solitaria de Píriz Budes. En mi libro aporto testimonios de otros tupamaros más lúcidos o más honestos, seguramente menos cínicos, que permiten entender cómo fue posible que el MLN asesinara -y luego “desapareciera”- a un pobre hombre indefenso, inerme y totalmente inocente.
Eso, por lo menos, nadie lo discutió nunca: Pascasio Báez fue asesinado siendo inocente.
O mejor dicho: nadie lo discutió nunca hasta ahora.
Por eso me resultó sorprendente leer una nota al pie en el recientemente editado libro Una historia de los tupamaros, del sociólogo francés Alain Labrousse.
El autor se basa para historiar el caso de Báez en lo que le declaran los entonces tupamaros Néstor Sclavo y Gloria Echeveste, dueños de la estancia donde estaba la tatucera, presentes allí cuando ocurrió todo.
Labrousse deja en claro que de la dirección del MLN participó de la decisión de asesinar a Báez. Pero, en una llamada a pie de página, una de sus entrevistadas pone en duda que Báez fuera efectivamente un peón rural. Anota: “La prensa evocó el asesinato de un ‘peón’. Gloria Echeveste dice que en realidad se trataba de un hombre que hacía de todo en la casa”.
Luego viene lo más sórdido. Echeveste agrega que Báez “era alcohólico e informante de la Policía”.
El mensaje subyacente, apenas disimulado, es que no fue algo tan horrible haber asesinado a Báez.
Parece que no bastó con secuestrar, matar a sangre fría y desaparecer al desgraciado peón para que su familia no pudiera encontrarlo nunca. Ahora se lo enchastra después de muerto.
¿Qué pasaría si un día de estos apareciera un militar de la dictadura diciendo que tal o cual desaparecido mereció su cruel e injustificable destino por borracho o mujeriego?
Qué escándalo, ¿no?»
FUENTES
- Haberkorn, Leonardo. Historias Tupamaras. Ed. Sudamericana. 2016.
- Haberkorn, Leonardo. El Informante. http://leonardohaberkorn.blogspot.com/2010/03/el-viento-que-mece-la-penillanura.html
- Noguéz, Andrés. La dictadura en Maldonado. Intendencia de Maldonado. 2017.
?- Prensa de la época. El Diario. 25 de mayo 1972 – El Día. 24 de mayo 1972.- El País. 22 de junio 1972.- El Popular. 22 de junio 1972.
- Siete Meses de Lucha Antisubversiva. Ministerio del Interior. 1972.