Campodónico desgrana en este libro biográfico el recorrido de Mujica hasta el año 1999; en ese año 99 se publicó en Uruguay la primera edición del mismo, reeditado en 2005 y en 2009, y actualizado, que incorpora anexos de su trayectoria política hasta el final de su mandato presidencial en 2015; así la presentaron en su momento; Héctor Amodio Pérez hace su cometario que a partir de ahora iremos publicando en dos entregas
Mayo y junio de 2019
Con este libro Campodónico transformó al género biográfico en el país: demostró que podía ser de calidad y masivo. Cuidadosamente realizado, en base a extensas charlas con el entonces diputado que se transformaría diez años después en presidente, el autor hilvana los recuerdos y reflexiones de Mujica con sus comentarios del contexto, siempre útiles para la comprensión de la época y del personaje.
Mujica desgrana sus opiniones sobre el convulsionado Uruguay de fines de los cincuenta a principios de los setenta, explica el nacimiento de los tupamaros, reflexiona sobre el régimen soviético y la Revolución cubana, y da su visión sobre José Batlle y Ordóñez, Luis Alberto de Herrera, Luis Batlle Berres, Benito Nardone, Vivián Trías, Raúl Sendic, Jorge Pacheco Areco, Julio María Sanguinetti, Wilson Ferreira Aldunate, Tabaré Vázquez, Jorge Batlle y otros protagonistas de la historia uruguaya.
El tupamaro también le cuenta a Campodónico sobre su participación en asaltos, sus enfrentamientos con la policía, la toma de Pando, sus huidas por las cloacas, sobre cuando fue baleado reiteradamente en el piso de un bar, sus dos fugas, sus trece años de rehén de los militares.
Las veintitrés ediciones del libro fueron acompañando el crecimiento de la importancia de Mujica y su meteórica instalación en el ámbito internacional hasta transformarse en la figura política más conocida en la historia uruguaya.
Amodio: Con estas palabras ha sido presentada una de las varias ediciones. No dudo de que Campodónico haya creído – y quizás siga creyendo- que las palabras de Mujica se ajustan a la realidad de lo sucedido. Pero tengo que referirme a este libro por dos razones, íntimamente relacionadas entre sí: la primera y seguramente la más importante, porque el prestigio de Campodónico ha dado validez a narraciones que son falsas y la segunda porque el libro ha contribuido a la formación del personaje Pepe Mujica, creado para hacer olvidar a los otros Mujicas, a los Facundo, Ulpiano y otros alias cuidadosamente silenciados. No ha sido responsabilidad única de Campodónico, pero su libro sirvió para crear la falsa imagen de un Mujica con apariencia de sabio, austero a tal punto que ha sido calificado como “el presidente más pobre del mundo”, cuando en realidad ninguno de esos atributos le corresponde. Por el contrario, y pese a los esfuerzos que tanto el personaje como sus seguidores vienen realizando, la verdadera imagen de José Mujica Cordano poco a poco se ha ido conociendo y su apariencia de viejo bonachón cada vez es menos creíble. Los aspectos de intrigante, mentiroso y corrupto compiten con su cobardía y bajeza moral.
Campodónico: El nombre de tupamaros, según Pepe Mujica cree recordar, se debió a Tabaré Rivero, un conocido militante de la primera época que, incluso, llegó a ejercer los más altos cargos de dirección desde los comienzos mismos de la organización, junto a dirigentes históricos como, por ejemplo, Raúl Sendic y Eleuterio Fernández Huidobro. Sin embargo, un buen día ya no se oyó hablar más de él, sin que se supiera con exactitud qué era lo que había pasado con ese dirigente que había integrado la lista de los nombres más representativos de los tupamaros. Y, justamente, la incertidumbre, la falta de información concreta que disipara las dudas y explicara su desaparición de la primera línea dio lugar, como suele pasar en estos casos, a toda clase de especulaciones acerca de lo sucedido.
Mujica: Tabaré Rivero fue un gran compañero que, en su momento, hasta integró la dirección. Ya no está militando. Lo que pasó fue que nosotros tuvimos con él un lío que no tuvo que ver con lo político, nos vimos obligados a pegarle un garrotazo muy duro por cuestiones de polleras. Y por eso fue que quedó ahí, a un costado. Y tuvimos que pegarle tan fuerte porque era un compañero viejo, si hubiera sido un gurí seguramente no le hubiéramos dado así de duro. Podría decirse que de su parte fue algo así como un error humano con forma de piernas de mujer. Pero, de todos modos, no hubo otra cosa más que esa, apenas fue un pecado venial. A mi juicio, fue precisamente a Rivero a quien se le ocurrió utilizar el nombre tupamaros, me parece que lo sacó de una novela de Acevedo Díaz. Mujica, Miguel Ángel Campodónico, Ed. Fin de Siglo, 2005, pág. 103.
Campodónico: La novela de Eduardo Acevedo Díaz, de cuyo título Pepe Mujica no tiene seguridad, es «Ismael». Fernández Huidobro, consultado especialmente para este trabajo, estuvo de acuerdo en afirmar que fue de aquella obra que se tomó la denominación de tupamaros. Mujica, Miguel Ángel Campodónico, Ed. Fin de Siglo, 2005, pág. 103
Amodio: Puede que sí, o puede que no. De todas formas, quien haya elegido el nombre de tupamaros para designar a aquel grupo que en 1962 consideró que la vía electoral estaba cerrada, es lo de menos en esta historia. Puede que haya sido Tabaré Rivero, porque su alias inicial fue precisamente el de Ismael, y al que todos hemos seguido llamando así con el paso de los años. Lo que tiene importancia es lo que dice Mujica y que Campodónico da por bueno. Conocí a Tabaré Rivero apenas unos meses después de haber sido reclutado por Manera, en 1963. Como yo, provenía del Partido Socialista y Manera era el representante del Partido en el Coordinador. Nuestras primeras reuniones fueron para empezar a estudiar el robo de la dinamita de una cantera en Pan de Azúcar, que hicimos ese mismo año, luego de un par de viajes que realizamos los tres hasta el lugar señalado. Finalmente, se integró al grupo Heraclio Rodríguez Recalde, también del Partido. Los cuatro nos convertiremos rápidamente en un grupo de acción altamente cualificado, al conjuntar nuestras capacidades personales. Cuando Manera es detenido en 1964 pasé a ser el representante del Partido en el Coordinador y seré uno de los que elegirá a Rivero como miembro del Ejecutivo designado en la Primera Convención, en enero de 1966, junto a Sendic y Fernández Huidobro.
En 1965, Rivero mantenía una relación sentimental con Elsa Garreiro, (NdePosta: La Gallega posteriormente secuestrada en la ESMA y desaparecida) que se prolongará hasta mayo/junio de 1966, fecha en la que Elsa decidió poner fin a la relación. La actitud de Rivero ante la ruptura de su relación con Elsa Garreriro, evidenciada por el acoso y las muestras del maltrato físico y psicológico a que la sometió, serán las que motivarán su sanción, que lejos de ser un “asunto de polleras” era fiel reflejo de la concepción machista con la que encarábamos nuestras relaciones y una clara muestra de un ejercicio de la autoridad y del poder basados en la fuerza. Esa actitud será la que provoque su separación de la Dirección tupamara y la sanción de suspensión de militancia por seis meses, lo que trajo como consecuencia que no participara del fallido asalto a FUNSA el 22 de diciembre de 1966, pese a ser él quien proporcionara los elementos para su realización. De la lectura tanto de Campodónico como de Mujica puede pensarse que es a partir de ese momento que Rivero se aleja de la militancia, pero no es así, si bien es cierto que ese momento marcará un punto de inflexión en la valoración que cada uno pudo hacerse de la capacidad humana de Rivero, que no de la de militante. A mediados de 1967, junto a María Elia Topolansky participará en una serie de maniobras fuera de los cauces orgánicos, lo que unido a su sanción anterior le impedirán acceder a puestos de dirección.
Mujica no se integró formalmente al MLN hasta 1968, por lo que no conoció directamente las alternativas de la militancia de Rivero y como en tantas otras cosas opina “de oídas”
Campodónico: Pepe Mujica continúa hablando de la experiencia llevada a cabo por el general Grivas. La guerra de Chipre y la estrategia planteada por el general fue –en esto hay coincidencia en los entrevistados– de muy grande importancia para quienes habían optado en el Uruguay por la guerrilla urbana.
Amodio: Campodónico no nos dice quiénes fueron los entrevistados, pero queda claro que les ha creído. Cuando el grupo Tupamaros elaboró su estrategia de guerrilla urbana, no lo hizo por la experiencia chipriota, sino que lo hizo por las condiciones geográficas y sociales del Uruguay. En quienes esa influencia se hizo sentir fue en Sendic, Zabalza y todos sus seguidores de las columnas del interior, quienes creyeron que la lucha de Grivas contra los ingleses les podía permitir solventar las carencias geográficas y convertir al MLN en una guerrilla rural, lo que está en la génesis de la debacle creada a partir de marzo de 1972.
Mujica: Grivas fue un general griego de derecha del ejército regular que largó la guerra de guerrillas. Nunca llegó a tener más de 100 hombres. No quería más. El partía de este principio fundamental: nosotros no vamos a derrotar al ejército británico, lo que tenemos que lograr es que le costemos tan caro que se vean obligados a buscar una transacción. Y estableció la guerra de guerrillas basada en pozos, es decir, tatuceras, donde se escondían los guerrilleros. La superficie de Chipre es menor que la del Departamento de Tacuarembó y en esas condiciones Grivas le hizo la guerra a los ingleses, quienes tuvieron que pagar un precio altísimo, al punto de que, efectivamente, tal como Grivas lo había dicho, le guerra terminó en una transacción. Lo que hizo Grivas fue establecer un concepto fundamental: la saturación. No por tener más efectivos, se tiene más fuerza. En el mismo sentido puedo recordar que hay por ahí una carta de Aparicio Saravia cuando, ya de vuelta, cruza el río Negro, en la que exclama lamentándose: «¡Si tuviera 5.000 hombres menos!» Claro, resulta paradojal. ¿Por qué dice eso? Porque toda esa gente le significaba un peso en materia de transporte, de alimentación, en infraestructura de todo tipo. Estaban mal armados, se movían con pesadez, perdían movilidad. Mujica, Miguel Ángel Campodónico, Ed. Fin de Siglo, 2005, pág. 121.
Amodio: Desde 1972, los intentos para exculpar a los responsables de la debacle se suceden unos a otros, y este de Mujica es uno más. Comprobada la inutilidad de las famosas tatuceras, que se vieron en su momento como el elemento que convertiría a las columnas del interior en la vanguardia de la lucha armada, reconvertida en rural por mor de la voluntad de Sendic y sus lugartenientes. Estos no vacilaron en hacerlas construir por centenares, en contra de las directrices del Comité Ejecutivo del MLN, obviando las diferencias políticas y sociales que nos diferenciaban con Chipre. Con las tatuceras se quiso evitar el costoso trabajo de creación y mantenimiento de la red de locales clandestinos necesarios para el accionar, tanto de los grupos armados como de los servicios.
Precisamente, lo que proponíamos los que nos oponíamos a los planes “para elevar el nivel de los enfrentamientos”, era, ni más ni menos, que continuar con la labor de desgaste. Nunca nos planteamos derrotar al ejército, ni siquiera enfrentarlo. Estábamos más cerca de la concepción de la guerra de Grivas nosotros que sus plagiarios.
Campodónico: Esa saturación sería, en definitiva, la que, según Pepe Mujica, entorpecería a la organización guerrillera y actuaría como un elemento nocivo para el MLN. Los avances, con ramificaciones en todos los niveles que lograron los tupamaros, terminarían siendo un lastre difícil de controlar, convirtiendo al movimiento clandestino en un blanco más fácil para la policía en la medida que, al agrandarse en forma desmedida, se hacía mucho más visible y quedaba expuesta a la represión. En apoyo de lo afirmado por Pepe Mujica, Fernández Huidobro trae a colación un hecho por demás ilustrativo, al recordar que, en determinado momento, él mismo había ordenado la realización de la siguiente experiencia concreta: en las diferentes partes del plano de la ciudad de Montevideo de la conocida guía «Eureka», pidió que se hiciera un relevamiento arbitrario que consistió en marcar con colores distintos los locales políticos, los públicos, etc., que respondían a los tupamaros. Y el resultado fue que todas esas partes del plano resultaron completamente tapadas por los colores. De esa manera había quedado señalada con claridad definitiva la saturación a la que se refirió Pepe Mujica. La realidad había adquirido tal magnitud que, de acuerdo a las palabras de Fernández Huidobro, llegó un momento en el cual la policía golpeara donde golpeara, tocaba. Era como en el juego de la guerra-submarina. Si el enemigo decía «A 4», tocaba. Pero si decía «H 6», también tocaba. Medio al azar, tiraba casi al voleo y siempre tocaba. Según Fernández Huidobro, es casi un axioma que una organización clandestina, cuanta más chica, será mejor. Y eso es lo que le hace decir que únicamente por esa cuestión de tamaño se explica la perdurabilidad de la ETA y del IRA, organizaciones a las que considera longevas por una razón de pequeñez. «No hay con que darles. Los propios españoles reconocen que la ETA, no debe tener más de 50 tipos, con un brutal apoyo político, es verdad, en el país vasco, que son las reservas movilizables para el día que se necesiten. Pero encontrar a 50 personas es como buscar una aguja en un pajar.
Mujica, Miguel Ángel Campodónico, Ed. Fin de Siglo, 2005, pág. 122.
Amodio: Fernández Huidobro siempre fue muy propenso a hacer comparaciones infundadas, y esta es una más. Las motivaciones de la permanencia de IRA y ETA no son de tamaño, sino de encaje social. Las razones que llevaron a la creación de esas dos organizaciones ya existían con anterioridad a su fundación, es decir, no necesitaron crear las condiciones objetivas que posibilitaran su accionar, y esa es una diferencia fundamental con el MLN.
Mientras esas condiciones se mantuvieron, tanto el IRA como ETA contaron con el apoyo de amplios sectores sociales, pese a que muchas de sus acciones fueron simples actos terroristas, sin justificación política posible. En el caso del IRA lo fundamental era la lucha por la independencia y en el caso de ETA, la lucha contra la dictadura franquista fue una cuestión fundamental. Desaparecida la dictadura, ETA intentó justificarse por unos pretendidos reclamos independentistas alejados de la realidad social mayoritaria, lo que finalmente ha terminado por aislarla políticamente y hoy, hacerla desaparecer. Campodónico, plenamente convencido de que tanto Fernández Huidobro como Mujica son portadores de la verdad, abunda en las conclusiones de estos y dice:
Campodónico: “Para Pepe Mujica el tema de la saturación resultó decisivo. Hace cálculos sobre la expansión ya mencionada de los tupamaros y llega a cifras que hoy siguen pareciendo asombrosas. En proporción, para un país chico como el Uruguay, con una población que apenas rozaba los tres millones de habitantes, la cantidad de personas que llegaron a estar vinculadas de una u otra manera al MLN, alcanzó niveles realmente impresionantes. La apretada red tupamara se extendía cada día un poco más, especialmente en la ciudad de Montevideo, aunque también iba tejiéndose por el interior del país.” Mujica, Miguel Ángel Campodónico, Ed. Fin de Siglo, 2005, pág. 123.
Amodio: Este es otro mito tupamaro. Ese “estar vinculado de una u otra manera” fue totalmente engañoso y además, fluctuante. Mientras las acciones del MLN resultaran “simpáticas” a la población, bien por su intencionalidad o por el desprestigio político de la víctima, el apoyo popular existió, sobre todo porque no exigía demasiado compromiso y porque los castigos judiciales podían considerarse menores. Pero esa simpatía no significaba un apoyo realmente comprometido y eso fue así por la falta de conciencia de los simpatizantes. Todo cambió en la medida que el MLN consideró que la “propaganda armada”, que era la que había posibilitado ese engañoso apoyo popular estaba amortizada y era necesario pasar a un grado superior de violencia. “Elevar el nivel de los enfrentamientos”, fue la consigna. Y en la medida que esa consigna se cumplió, el apoyo popular desapareció, dando pie a la indiferencia y al consentimiento tácito del uso de la tortura.
Mujica. En determinado momento hicimos un balance y nos dimos cuenta de que teníamos 500 contactos diarios en Montevideo. Empezábamos a tener demasiado. Y, estadísticamente, cuando se tiene demasiado, se empieza a perder seguridad, etc., se está regalando todo. No por tener más se es más fuerte. Nuestra historia, en alguna medida, expresó un viejo problema que se resume en esto: despertar una corriente de simpatía y no poder encauzarla dentro del marco de una organización clandestina. Ahí empezamos a perder posibilidades. Mujica, Miguel Ángel Campodónico, Ed. Fin de Siglo, 2005, pág. 124.
Amodio: Volvemos al viejo tema del funcionamiento y la descentralización. Quinientos contactos pueden ser muchos o no, dependiendo de la cantidad de gente que se tenga para atenderlos y lo mismo puede decirse acerca de la seguridad, depende de los criterios con los que se trabaje. En la 15 nunca tuvimos esos problemas, por lo que la continuidad en la acción y el funcionamiento en general estaban garantizados. Siempre pudimos encauzar a la gente nueva, porque nuestros grupos eran verdaderas escuelas de formación, y por ese camino los militantes de base se hacían responsables de grupo y se creaban otros nuevos, y así sucesivamente. Quienes tuvieron esos problemas fueron quienes no entendieron el trabajo de formación y buscaron atajos para conseguir los mismos logros.
Mujica. La saturación nos costó enormemente. La gente se nos venía encima. Por claras explicaciones que demuestran las estadísticas, los más formados siempre son quienes tienden a caer presos. Esto se debe a razones elementales de riesgo. Pero, a su vez, crecíamos desmesuradamente, con lo cual se iba produciendo internamente el fenómeno de que perdíamos calidad porque nos veíamos obligados a improvisar. Es decir, al ritmo de caída que llevábamos tendíamos a perder lo mejor, lo más comprometido. Y, al mismo tiempo, vivíamos una percepción falsa: como crecíamos, a pesar de lo que perdíamos, teníamos una sensación de éxito. Era un éxito tramposo, se estaba dando a costa de la calidad. Los cuadros nuevos eran demasiado improvisados. Al final, todo se iba resintiendo: la seguridad, la perspicacia, etc.”
Mujica, Miguel Ángel Campodónico, Ed. Fin de Siglo, 2005, pág. 124.
Amodio: Es más de lo mismo. Decir que el crecimiento se hizo en desmedro de la calidad es una verdad referida a ciertos sectores, fundamentalmente del interior y de las columnas de Montevideo menos desarrolladas o con desniveles internos muy pronunciados. Una vez conseguido un grupo operativo lo mantenían inalterado durante meses y nunca esas columnas se podían plantear objetivos simultáneos. En la 15, una vez logrado un grupo, alguno de sus integrantes se encargaba de la formación de un grupo nuevo, planificando acciones para cuando fuera llegado el momento, con lo que la formación y el accionar era un todo continuo.
Mujica. A la altura del año 1969, más o menos, debíamos tener una organización clandestina que involucraba a más de 2.000 personas. Es casi una regla de la guerra: lo que es muy grande se camufla, no se esconde porque algo demasiado grande no se puede esconder. Y nosotros empezamos a hacer agua por eso. Hacia 1970 o 1971 –quizás éste fue el punto más alto– debíamos tener tocadas directamente a más de 5.000 personas, con un área de influencia en todos los sectores que debía andar en las 30.000 personas. Un ejército puede ser de 50.000 personas o de 50, el concepto de ejército no tiene que ver con la cantidad sino con la calidad. Un ejército no puede vivir, no puede respirar, si no tiene una estrategia, la cual podrá ser acertada o equivocada, pero tiene que ser. Mujica, Miguel Ángel Campodónico, Ed. Fin de Siglo, 2005, pág. 124.
Amodio: Ignoro de dónde se extraen esas cifras. El MLN nunca pudo tener integradas a su aparato más de 500 personas. Las cifras que maneja Mujica son falseadas deliberadamente para hacer creer que las causas de la derrota provienen del crecimiento. Lo que interesa es la conclusión a que se llega y que nos lleva otra vez a los métodos de trabajo, que tienen que ver con la formación de los militantes, legales y clandestinos que son los que darán cobertura a los locales, consiguiendo el camuflaje necesario. Decir que era imposible esconderse, es falso. El camuflaje era perfectamente posible y muestras de ello hay por miles. Siempre pongo como ejemplo el apartamento que usamos como vivienda Alicia Rey, Candán y yo en Felipe Sanguinetti 2519, entre 8 de Octubre y Asilo, durante años, siendo lugar de reunión del Comando e incluso del Ejecutivo. En el MLN nunca consideramos la formación de un ejército, ni siquiera de 50. Y eso fue así porque nunca pensamos en un enfrentamiento entre aparatos, y eso sí tiene que ver con la estrategia. Decir que la estrategia puede ser acertada o equivocada es un disparate tremendo y pone de manifiesto la falta de responsabilidad del análisis. Si la estrategia es correcta, las posibilidades de triunfo son mayores, pero si la estrategia es equivocada, no hay alternativas y la derrota será inevitable. Y eso fue lo que nos pasó en 1972, pero que tiene su inicio a finales de 1971, con la toma de las comisarías y el incremento de las acciones del Collar y el Interior, cuando se adoptaron decisiones que significaban el abandono de la acumulación de fuerzas para “elevar el nivel de los enfrentamientos”, lo que me llevará a renunciar a mi encuadre en el Comando General de Montevideo. Ya en esa época Mujica era aficionado a soltar frases grandilocuentes que le fueron aceptadas sin discusión.
Mujica: Allá por 1969, nosotros nos quedamos sin estrategia. O nos quedamos con una estrategia perimida en una coyuntura distinta. Y, en buena medida, yo creo que el responsable de eso fue el crecimiento. Nos encontramos enredados. Incluso, las consideraciones de algunos sobre nuestra situación, por ejemplo, pudieron llevarnos a una situación de paz. Enfrentarnos a otra cosa, yo qué sé, apelar al ejército de reserva utilizando la frontera, es decir, gente a la orden que se forma, que se guarda, que no se utiliza y que está preparada para determinado momento. Esto puede significar un repliegue, la revolución argelina lo hizo, construyó un ejército de esa clase que resultó decisivo. Esta pudo ser una de las variables que nosotros no llegamos a aplicar. Fue una posibilidad que ni siquiera estuvimos en condiciones de manejar. Es muy difícil pensar estratégicamente en una organización grande que está comprometida con las cosas de todos los días, sometida a los vaivenes de la táctica diaria. Mujica, Miguel Ángel Campodónico, Ed. Fin de Siglo, 2005, pág. 125.
Amodio: Lo peor que puede hacer alguien que quiere que su opinión valga como acumulación de la experiencia colectiva, es hablar de cosas que desconoce o si las conoce plantearlas de tal forma que el agua vaya siempre a su molino. Decir que en 1969 nos quedamos sin estrategia es negar la realidad.
En octubre de 1968, en Marquetalia, se decidió la descentralización organizativa, no la autonomía, como muchos han pretendido hacer creer, y esa decisión, que fue una decisión estratégica, tenía como finalidad el crecimiento y el mantenimiento del MLN como organización política y armada para la toma del poder. 1969 fue un año de consolidación, de propaganda armada y comenzamos a trabajar en la formación del Doble Poder y que alcanzará su máxima expresión con el Plan Satán, ya en 1970. Previamente, la fuga de la Cárcel de Mujeres, Morán Charquero, alguna armería, la Monty, San Rafael, Pellegrini, el Francés Italiano y Pando, como de pasada, son algunos logros de una organización con una estrategia clara y acertada. Ignoro si los argelinos tuvieron un ejército de reserva, pero esa ignorancia no nos impidió en la columna 15 tener grupos en formación en el aparato armado, como ya dije antes, preparados para actuar cuando fuera necesario. La táctica, el trabajo diario para conseguir el fin estratégico, no puede ser un impedimento, sino al contrario, la vía para conseguirlo. Es cierto que se cometieron errores, pero creo que el balance fue netamente positivo.
Mujica: Más difícil es cuando se pierde a muchos compañeros, casi siempre los más pesados. La dirección estuvo siempre centralizada, se trataba de una organización militar. Allá por 1968, funcionábamos con lo que se llamaban «fantasmas», siempre había alguien que automáticamente sustituía a quien caía, eso estaba relativamente previsto. Pero, en la época del asunto de Mitrione, perdimos tres direcciones sucesivas en muy poco tiempo, algo así como en dos meses. Y se sabe que lo más difícil de reponer es una dirección. Mujica, Miguel Ángel Campodónico, Ed. Fin de Siglo, 2005, pág. 125.
Amodio: Mujica habla de oídas. El tema de los “fantasmas” empieza a ponerse en práctica alrededor de marzo de 1970, a propuesta de Sendic. En agosto de ese mismo año, en medio de unas negociaciones sacadas de quicio por el mismo Sendic, se produce la caída de Almería, y con ella la detención de la plana mayor del MLN, con la excepción de Mansilla, que caerá a los pocos días. Caen también la mayoría de los integrantes de los comandos intermedios llamados a sustituirlos. Sin enfrentamientos suicidas, sin planes desorbitados y solos por nuestros propios errores, el MLN se encontró sin dirección, sin los suplentes y sin organismos intermedios. ¿Cómo pudo reconstituirse si como dice Mujica lo más difícil de reponer es un organismo de Dirección? El trabajo es ímprobo, pero la receta es muy sencilla: con criterios organizativos claros, y de eso Wassen, Engler, Marrero y Blanco Katras tenían mucho.
Campodónico: El 8 de octubre de 1969 se produjo lo que muy probablemente haya sido el golpe más audaz y espectacular llevado a cabo por los tupamaros en toda su existencia: la toma de la ciudad de Pando. Aquel día, aunque Eleuterio Fernández Huidobro sostenga que en realidad al Che lo mataron en Bolivia el 9 de octubre, al día siguiente de que lo capturaran, había sido elegido por el MLN para conmemorar el aniversario de su muerte con un operativo que resultaría tan impactante como sangriento. Un numeroso comando tupamaro de 49 personas ocupó Pando por más de media hora, redujo a la policía, cortó las comunicaciones, asaltó bancos, emitió proclamas y escapó. Mujica, Miguel Ángel Campodónico, Ed. Fin de Siglo, 2005, pág. 133.
Amodio: En este párrafo aparece el Campodónico propagador de la falsa historia. Lo del homenaje al Ché, a fuerza de repetirlo, ha terminado por creérselo, pero no es verdad. Fue fruto de la casualidad, ya que estaba previsto para el mes de septiembre y sucesivas incidencias lo fueron retrasando. Fue la prensa la que relacionó las fechas, pero la intención, como tal, no existió. La toma de Pando no se produjo ni era el objetivo. Para ello el MLN debía fijarse al terreno, lo que era absolutamente imposible. El objetivo era realizar una exhibición de fuerza, asaltando cuatro bancos, reducir la comisaría y el cuartelillo de bomberos, dejando aislada a la ciudad.
Campodónico: Sin embargo, a pesar del éxito obtenido en el golpe propiamente dicho, el operativo terminaría en una derrota tupamara. En general, se ha mencionado la elección equivocada de los caminos de retirada como la causa del fracaso que dejaría como saldo varios heridos y la muerte de los jóvenes guerrilleros Alfredo Cultelli, Jorge Salerno y Ricardo Zabalza en Toledo Chico, lugar al cual se había trasladado el enfrentamiento llevado por la persecución policial apoyada desde el aire por un helicóptero. Otros 16 tupamaros se rendirían y una gran parte de la infraestructura del MLN resultaría seriamente dañada. Mujica, Miguel Ángel Campodónico, Ed. Fin de Siglo, 2005, pág. 133.
Amodio: El fracaso de la operación se debió a los coches con que accedimos a Pando la mayoría de los participantes. Eran de la empresa Martinelli, contratados para un falso cortejo fúnebre. Lo que en los planes nos pareció una idea brillante, ya que nos evitaba el robo de media docena de autos, se convirtió en la causa principal del fracaso. Autos demasiado pesados, construidos para transportar a nueve personas, tenían unas cubiertas demasiado anchas y su radio de giro era limitado. Maniobrar con ellos intentando abandonar la ciudad nos hizo perder demasiado tiempo. Para peor, en el banco República, a una compañera se le escapó un tiro que hirió gravemente a Hernán Pucurull, al que hubo que trasladar a la carroza. En esa circunstancia la gente de Sendic dejó “olvidado” a Solsona, que estaba al cuidado de los empleados. A su salida, ignorando que la retirada ya estaba iniciada, desperdició unos segundos más en una proclama que quiso ser victoriosa.
Campodónico : Pepe Mujica participó en la toma de Pando. De su relato, además de las explicaciones con las cuales desnuda a la que, a su juicio, fue la razón del fracaso final del operativo, es posible extraer algunos elementos que ilustran acerca de la necesidad de tener siempre en cuenta la posibilidad de que ciertos hechos imprevistos actúen con la intención de convertirse en protagonistas.
.
Mujica: En Pando estuve integrando el grupo que tenía que tomar la central telefónica. La tomamos. Pero, como tantas veces, nos pasó algo que no estaba previsto. En la medida en que los teléfonos se iban cortando, la gente empezó a llegar a la central para reclamar por los cortes. Al final, teníamos una multitud ahí adentro, gente a la cual tuvimos que apretar en el local, con algunas histerias de mujeres incluidas, a las que logramos calmar. Y también tuvimos a algún funcionario policial que venía corriendo por la calle en desbandada. Lo desarmamos y lo metimos en el local con toda la otra gente. Eran demasiados, al final teníamos como a cien personas en ese lugar. Llovían de todos lados. ¡Claro que no lo habíamos previsto! ¡No pensamos que cuando se quedara sin teléfono, la gente iba a ir a protestar a la central! Mujica, Miguel Ángel Campodónico, Ed. Fin de Siglo, 2005, pág. 134.
Amodio: Como dice Mujica, las protestas no estaban previstas, pero no tuvieron mayor importancia, ya que una vez dentro de las oficinas, la gente estaba controlada. Hubo dos imprevistos mucho más graves: el disparo que hirió a Pucurull y el compañero que quedó “olvidado” en el República.
Mujica: En el operativo teníamos un mando común. Hasta cierto lugar todos los grupos debíamos marchar formados, pero llegados a ese lugar podíamos movernos con autonomía táctica, de modo que los grupos habían dispuesto sus respectivas retiradas con criterios distintos. Mi equipo –yo estaba a cargo de él– decidió, después de discutido con el mapa en la mano, retirarse siguiendo un camino muy largo. No salimos de Pando por la línea más corta, nos desviamos para el lado de Colón y terminamos haciendo un rodeo. Y eso fue lo que nos salvó. La línea de fuerza de la policía venía por determinado lugar y justamente interceptó a las columnas que se habían retirado por ese lado. En cambio, para el lado que nosotros elegimos para retirarnos no había una represión importante. Mujica, Miguel Ángel Campodónico, Ed. Fin de Siglo, 2005, págs. 134-135.
Amodio: Esta historia que cuenta Mujica se ha repetido otras veces, pero no es verdad. El plan general y los objetivos de cada columna fueron responsabilidad de Mansilla y mía y supervisado por el resto del Ejecutivo, Fernández Huidobro y Sendic. Cada columna estudió su plan, pero el acceso y la retirada eran conjuntos. Nadie tenía la potestad de elegir un camino alternativo, ya que el conjunto nos hacía más fuertes, en caso de un enfrentamiento y el servicio de sanidad importante estaba montado en Montevideo, al que se llegaba por Camino Maldonado y luego 8 de Octubre, y fue el camino que recorrió la carroza, conducida por Candán, mientras yo taponaba la herida de Pucurul. En el camino de regreso nos cruzamos con coches policiales que no hicieron ningún intento por detenernos. Lo que sí pudo haber sucedido es que Mujica y su grupo, al ver el cerco, haya tomado otro camino, pero como una decisión impuesta por las circunstancias. Esto no deja de ser una suposición personal, ya que el fracaso de la operación nunca fue considerado por el MLN. Esto fue posible porque la forma con que actuó la Guardia Metropolitana y divulgada por la prensa convirtió al fracaso militar en una pírrica victoria política, pero victoria al fin.
Mujica: Fue un duro golpe para la organización, cometimos errores. Nos olvidamos de que en una marcha conjunta la velocidad del último es la velocidad del cuerpo. Teníamos un par de coches que andaban mal y perdimos mucho tiempo en la retirada. Creo que si hubiéramos hecho una retirada a lo bandido, nos hubiera ido mejor. No fue que la policía actuara tan rápido, nosotros nos movimos con demasiada lentitud. La planificación de la operación se basó en una retirada rápida, pero en la práctica no lo fue, al contrario, fue terriblemente lenta, y debimos haberlo supuesto, hubiéramos tenido alternativa. Éramos entre 50 y 60 personas, se tomaron varios objetivos a la vez, una cantidad de problemas prácticos fueron solucionados con bastante ingenio, el asunto del cortejo fúnebre, por ejemplo, pero lo que nos desarticuló fue la lentitud de la retirada. Con cinco minutos que hubiéramos ahorrado en la retirada la policía no habría llegado a tiempo. Hubo otros compañeros que también se salvaron porque se retiraron hacia el interior, en lugar de venir para Montevideo agarraron para afuera. Y a ellos tampoco les pasó nada. Mujica, Miguel Ángel Campodónico, Ed. Fin de Siglo, 2005, pág. 135.
Amodio: Cometimos errores, y el primero fue la propia acción en sí. Pusimos en juego lo más granado de la Organización por puro narcisismo. Antepusimos los objetivos propagandísticos y no tuvimos en cuenta que esos mismos objetivos dependían del éxito militar. Si lo hubiéramos tenido en cuenta, si hubiésemos considerado lo militar sobre el marketing, nos habríamos dado cuenta que elegir el cortejo era un error. Pero preferimos lo ingenioso ante lo seguro, y en vez de hacernos con seis o siete coches seleccionados para el evento, para lo que tuvimos tiempo de sobra, contratamos el cortejo, con coches cuyo estado no podíamos controlar, y en cuanto los exigimos un poco, fallaron. Y ese fallo, unido al disparo escapado y al compañero “olvidado” en el República serán los responsables de la pérdida de tiempo. Esto lo asumí en su momento, en un intento de autocrítica en el que solo Mansilla me acompañó y que sirvió para que Sendic soslayara la suya como responsable del grupo del República. Fue el tiempo perdido en abandonar Pando lo que posibilitó la encerrona y no el camino elegido. El mismo Mujica lo reconoce cuando dice “Con cinco minutos que hubiéramos ahorrado en la retirada la policía no habría llegado a tiempo”. Como te digo una cosa te digo la otra, pero nadie le discute.
Campodónico: A propósito de la posibilidad de la traición, peligro que siempre corren las organizaciones de la naturaleza del MLN, Pepe Mujica se ve obligado a recordar algún hecho que lo tuvo de protagonista en las cloacas de Montevideo. Cuando habla de Héctor Amodio Pérez, el tupamaro delator que se convirtió en un instrumento muy eficaz de la policía para ubicar locales e identificar a militantes clandestinos, no lo hace con resentimiento, al menos la expresión del rostro y el tono de la voz continúan siendo los mismos de siempre. Parece evidente que hace tiempo que ha entendido que se trata de un tema insoslayable, de modo que acepta referirse a él con serenidad, a pesar de la inevitable exhumación de recuerdos que hablan del daño que Amodio Pérez le causó a la organización. Mujica, Miguel Ángel Campodónico, Ed. Fin de Siglo, 2005, pág. 139.
Amodio: Dice Campodónico que Mujica se ve “obligado “a recordar algún hecho que lo tuvo de protagonista en las cloacas de Montevideo. Lástima que no lo relate al completo. Acerca del resentimiento, a Mujica seguramente lo traicionó el subconsciente y a punto estuvo de contarle a Campodónico la verdad y toda la verdad. Pero enseguida se rehízo y volvió a la historia oficial. Con todo, no pierdo la esperanza que un día lo haga
Mujica: Amodio fue, administrativamente, un hombre eficiente y ordenado. Estuvo en el núcleo de quienes inicialmente quedaron clandestinos. Era un militante que había venido del Partido Socialista. No estuvo desde el origen mismo, pero llegó muy cerca del principio. Ahora no recuerdo si había llegado con el grupo que acompañó a Manera, pero es incuestionable que fue uno de los primeros compañeros. Con los elementos de juicio que tengo, estoy convencido de que, al menos hasta determinado período, Amodio no fue un infiltrado, era un tupamaro convencido. Lo que le pasó después por la cabeza, no lo sé. Hasta hace algunos años yo tenía la impresión de que era un hombre débil, que en un momento crítico, cuando cayó, decidió canjear su situación por la colaboración. Después, hilando más fino, tuve elementos de sospecha como para pensar que antes tuvo alguna connivencia con el enemigo. Por ejemplo, nosotros habíamos sufrido la desaparición de una serie de fotografías de compañeros clandestinos y la explicación que se dio fue que se habían perdido por accidente y después resultó que estaban en poder de los servicios de inteligencia. Eran fotos tomadas en la clandestinidad para hacer documentos falsos, de modo que se trataba de un material importante. Mujica, Miguel Ángel Campodónico, Ed. Fin de Siglo, 2005, pág. 139.
Amodio: Bueno, menos mal que administrativamente hablando fui un hombre eficiente. Otros, cayendo en contradicciones, trataron de hacerme aparecer como un simple militante con veleidades de dirigente, sin mayor peso, pero al mismo tiempo hacerme aparecer como el responsable de la debacle. Pero vayamos al tema de las fotos, que es lo que realmente interesa. Las fotos estaban en poder de los servicios de inteligencia policiales antes de octubre de 1968, según cuenta Marenales en la página 67 del libro de Márquez Zacchino, fueron extraviadas por Candán y fueron la causa de la detención del propio Marenales. Hubo otras el 9 de agosto de 1970, cuando la caída de Almería, y estaban en el vehículo en que viajaban Bidegain y Picardo, según el libro La piel del otro, de Fontana, página 142 de la primera edición y 139 de la segunda. Casualmente, los testimonios en mi contra, desmentidos por mis propios detractores, nadie los ha tenido en cuenta. Este es otro elemento acusatorio que queda desmentido por las palabras de los mismos acusadores. Tanto la falsa acusación de la cárcel del pueblo como éste de las fotos, fueron desmentidas públicamente por Marenales, en dos raptos de sinceridad, aunque tardíos en el tiempo, cuando ya las falsas acusaciones habían conseguido su objetivo
Mujica: Él cayó en un momento en el cual estaba muy mal, realmente mal, había sido dado de baja de la organización tres o cuatro días antes, así que creo que al caer vendió la información por su seguridad. Estábamos viviendo un período de colapso, sufríamos muchas caídas, estoy hablando de casi el año 1970. El hecho substancial fue que Amodio tenía discrepancias”. Mujica, Miguel Ángel Campodónico, Ed. Fin de Siglo, 2005, pág. 140.
Amodio: Vamos a poner las cosas por orden. Mis discrepancias arrancan en agosto de 1970, tras el fracaso de la operación Satán y el cambio del objetivo del rescate, Poco después del Abuso, cuando por mi encuadre en el Comando General veo cómo el Comité Ejecutivo va cediendo ante las presiones de los comandos del Interior y se plantean acciones para las que el MLN no estaba preparado, esas discrepancias van en aumento. Cuando el Comité Ejecutivo decide llevarlas adelante, renuncio al Comando General. Las acciones se procesaron (tomas de comisarías y Soca) y el resultado fue el que yo predije. Lejos de reconocerlo y rectificar, lo que se hizo fue aprovechar que desde Punta Carretas Zabalza y Mujica planteaban que me hiciera cargo de organizarles la fuga, para decir que sí y sacarme del medio, para que no molestara con mis objeciones al Plan del 72, al Tatú y al Segundo Frente, lo que significaba un cambio de estrategia impuesto por los hechos consumados, sin discusión interna. Luego se aprovechará mi segunda detención para que la confabulación Fernández Huidobro-Sendic, con comparsas varios, entre los que estaban Mujica, Marenales y Zabalza entre los más destacados, se haga con la Dirección y al día siguiente de la fuga de abril nos encontremos con el Hipólito, realizado en medio del caos organizativo provocado por la reunión del 16 (continuará)