26.JUN.19 | Posta Porteña 2028

Mujica de Miguel Ángel Campodónico / comenta Amodio(2)

Por AMODIO

 

MUJICA – DE MIGUEL ÁNGEL CAMPODÓNICO

Campodónico desgrana en este libro biográfico el recorrido de Mujica hasta el año 1999;  en ese año 99 se publicó en Uruguay la primera edición del mismo, reeditado en 2005 y en 2009, y  actualizado, que  incorpora anexos de su trayectoria política hasta el final de su mandato presidencial en 2015;  así la presentaron en su momento; Héctor Amodio Pérez  hace su cometario  acá la última entrega         Mayo y junio de 2019

Mujica: Recuerdo que nos encontrábamos en un local clandestino al que le habíamos dado una cobertura legal como casa de familia. Ese local tenía salida a una cloaca en construcción. Y fue ahí donde me planteó que quería irse a Chile a ocuparse del trabajo que estaba haciendo otro compañero con la gente que se había ido después de salir de la cárcel. En ese momento nos estaban golpeando mucho, eran los días posteriores a la caída del local de la calle Amazonas, cuando hirieron a Fernández Huidobro, mataron a dos o tres compañeros y cayeron otros. En ese marco, estando en aquel local, Amodio me planteaba su inquietud para que se la trasladara al Ejecutivo. Esa misma tarde tuvimos que salir disparando del local por la cloaca. Entonces, a él se lo llevaron a otro local, querían hacerle documentos y esas cosas. Él me había planteado su aspiración por la mañana, en una reunión aparte. Efectivamente, lo llevaron a ese otro local y nosotros, antes de la noche, tuvimos que rajar. Mujica, Miguel Ángel Campodónico, Ed. Fin de Siglo, 2005, pág. 140

Amodio: La conversación que mantuve con Mujica es a mediados de mayo, cuando ya había tenido varias discusiones con Marenales y Engler y una fundamental, con Marenales y Sendic, todas posteriores al 14 de abril para intentar convencerlos de la necesidad de desaparecer de las calles, para preservar algo del MLN, cuando ya las mínimas formas organizativas habían desaparecido, las caídas se daban por docenas y no nos enterábamos y compañeros muy queridos por mí habían perdido la vida por la desidia con la que valorábamos la vida de los militantes. Recuerdo que estábamos los dos sentados en el escalón que daba paso al berretín de acceso a la cloaca y Mujica, casi en un susurro, me comentó las últimas noticias recibidas. “Viene brava la cosa”, fue su comentario. Hacía más de un mes de la segunda fuga y yo seguía sin encuadre, sin ninguna tarea por delante y mi estado de ánimo era francamente malo.

Si bien nuestra militancia había discurrido por carriles separados y nunca habíamos tenido un trato personal cercano, yo conocía a Mujica y su militancia a través de los informes que en el Ejecutivo nos había dado Efraín Martínez Platero, su responsable en la columna 10. Mi actitud debió ser de guardar cierta distancia, manteniendo la norma de no discutir los problemas internos fuera de los organismos correspondientes. Pero su actitud tan cercana en esos momentos, en aquel clima de incertidumbre que nos rodeaba y el estado depresivo que me embargaba, me hizo decir “pues sí, viene brava”. Evidentemente que yo no sabía que Mujica había escrito, junto con Zabalza, una carta al Ñato, informándole de mis opiniones que yo les había manifestado un par de meses antes, en Punta Carretas, acerca de los planes en ciernes. Aflojé mis defensas y le informé de todas las reuniones que yo había mantenido hasta entonces, para tratar de detener la sangría que estábamos sufriendo.

Yo no manifesté mi deseo de ir a Chile, pero entre Mujica y yo vimos que era la única salida que me quedaba, porque yo quería seguir militando y ya no tenía sitio en Uruguay. Mujica me preguntó ¿y la Negra? La Negra hará lo que ella decida, fue mi respuesta. Dice que a mí me llevaron a otro local y que entonces “nosotros” tuvimos que rajar. Lo que no dice, es que una parte de ese nosotros era yo, que integré ese grupo y que los conduje a él, a Wolff, a Rodríguez Ducós, a Alicia y a Graciela Dry, la hija de la dueña de casa, por los caños hasta la Rambla de Pocitos y Miguel Barreiro.

Mujica: En el grupo de los que disparábamos estaba Alicia Rey, su compañera. Nos fuimos por la cloaca, nos persiguieron y estuvimos casi dos días adentro, al final salimos cerca de la rambla, por donde estaba «Kibon, pero estuvimos escondidos en las propias cloacas casi hasta el otro día de noche. Hubo un tiroteo y la compañera de Amodio, que había tenido un accidente en una motoneta y todavía estaba convaleciente, decidió entregarse. Le gritó a los milicos desde el caño en el cual estábamos escondidos y se entregó. Mujica, Miguel Ángel Campodónico, Ed. Fin de Siglo, 2005, pág. 140.

Amodio: El relato de Mujica es parcial y tendencioso. Ante el estado en que Alicia se encontraba después de seis meses con la pierna derecha enyesada, con las manos y las rodillas en carne viva, nos reunimos y les indiqué un lugar donde podían esperarnos mientras Wolff y yo salíamos a buscar ayuda. Wolff me llevó a la casa de Aramís, al que cuarenta años después conoceré por nombre y apellido, Marcelo Estefanell. Yo ya no tenía local al que dirigirme a buscar ayuda.

Cuando salimos en la Rambla y Barreiro, de forma directa señalamos la zona en donde el grupo se encontraba, y un equipo policial entró en los caños. La policía oyó voces y empezaron los tiros, hiriendo a, Graciela Dry, la hija de Teresa. Alicia, considerando que su estado era una carga para los demás, decidió entregarse para que el resto pudiera huir. Se lo comunicó al resto de sus acompañantes en la huida, sin que nadie intentara convencerla de lo contrario o se ofreciera a prestarle ayuda. Salieron del lugar lo más pronto que pudo. Luego dirán que se entregó por cobarde

Mujica: Los otros compañeros me siguieron a mí, menudearon los tiros, hirieron a otra compañera de modo relativamente superficial y finalmente logramos zafar. Nos quedamos escondidos hasta el otro día en un caño chico porque nos habíamos dado cuenta de que los milicos tenían un miedo bárbaro de entrar. Destapamos una boca tormenta por la calle Scosería, salimos, a la primera camioneta que pasó la apretamos y nos fuimos al local en el cual estaba funcionando el Ejecutivo. Ese local quedaba atrás del Mercado Agrícola y tenía una espléndida cobertura, se trataba de una fonda que trabajaba mucho. Tiempo después cayó. Entonces, cuando llegamos al local, yo transmití lo que me había planteado Amodio. Sendic, que se había incorporado al Ejecutivo después de volver del norte, dijo que, dadas las responsabilidades que había tenido Amodio, quien había integrado incluso el Ejecutivo, y teniendo en cuenta el momento tan difícil que estaba viviendo la organización, correspondía darlo de baja. Darlo de baja significaba sacarlo del país y chau, no era más que eso. De modo que se tomó esa decisión. Se trajo a Amodio y se le comunicó lo que se había resuelto. Mujica, Miguel Ángel Campodónico, Ed. Fin de Siglo, 2005, págs. 140-141.

Amodio: Mientras Mujica y los demás se ponían a salvo, dejando a Alicia abandonada, yo había llegado, siguiendo las instrucciones de Wolff, al local que menciona Mujica por el mercado Agrícola, el Santiso. Desde allí, con Efraín, el Coco Recalde y algún otro compañero estuvimos a la búsqueda del grupo durante dos días. De regreso del segundo día, me encontré a Mujica, quien me explicará los pormenores de la entrega de Alicia, visiblemente emocionado. Es en ese local que se producirá la última discusión con Marenales y Sendic. También estaba Engler presente, pero no participó de la discusión. Ninguno de los tres tuvo una palabra de reconocimiento ante el gesto de Alicia. Durante la discusión se trató lo de salir a Chile o darme de baja, pero ninguna de las dos cosas se decidió. Muy al contrario, Sendic me dijo que a un “hombre que ocupó los puestos que ocupaste vos no se le puede dar de baja”. A esas alturas, Alicia era lo único que me preocupaba.

Mujica: De ahí se fue a otro local que quedaba por Villa Dolores y que sería donde él iba a caer. De modo que, cuando cayó, tenía un gran resentimiento. Lo cual pudo haberlo inducido –no digo que haya sido así necesariamente– a que tomara la actitud que en definitiva tomó. El hecho fue que entró a colaborar. Según relataban los informes norteamericanos sobre aquella época que nosotros recogimos a posteriori, ellos tenían infiltrados a todos los movimientos de izquierda menos a nosotros. Por lo menos, esto era así a nivel importante. Seguramente que en el área de influencia nuestra, sí había infiltrados. Lo de Amodio nos costó muy caro. Pero no fue el único caso. Hubo un hombre del interior, Píriz Budes, cuyo nombre se difundió mucho menos, que desde un punto de vista práctico nos debe haber costado bastante más que lo de Amodio. Entró a colaborar ni bien cayó y como él conocía muchísimo de lo que teníamos en el interior nos hizo pagar un costo altísimo. Mujica, Miguel Ángel Campodónico, Ed. Fin de Siglo, 2005, pág. 141.

Amodio: Mujica, uno de los beneficiados por la historia oficial del MLN, trata de mantener la falsa historia. Píriz Budes fue detenido mientras yo discutía con Marenales y Sendic en el local de Pablo y Sofía, cercano al Piñeyro del Campo, y no nos enteramos. Dice Mujica que su nombre se difundió mucho menos, pero no dice por qué, y él, tan dado a los análisis políticos y filosóficos, debería saberlo. Era un desconocido, a tal punto que ni siquiera su foto había sido publicada ni se lo vinculaba a ninguna acción. Y acusar de la derrota a un desconocido, era muy difícil. Zabalza ha terminado por reconocérselo a Tagliaferro en setiembre de 2015. Todos saben la importancia que el acuerdo entre Píriz Budes y Trabal tuvo para la derrota militar del MLN. Y de la derrota política, porque es el que pone en claro la muerte de Pascasio Báez. Sin embargo, cuando fue necesario mantener la acusación contra Amodio, el MLN se olvidó de Píriz Budes, a tal punto que pudo regresar e incluso actuar en política.
Cuando yo salí del Santiso todos los que estábamos ahí sabíamos que la derrota era inevitable. Incluso quienes habían hecho oídos sordos a mis planteos de replegarnos y que sin embargo los harán suyos poco después, para justificar las negociaciones por la tregua del mes de junio.

Ya en mayo el MLN necesitaba responsabilizar a alguien con una imagen pública de prestigio, para hacer creer que la derrota no respondía a errores de conducción sino a la acción de un traidor. Cuando Wassen y Wolff pusieron en conocimiento de Cristi la ubicación de la Cárcel del Pueblo, el MLN me acusó y automáticamente se puso en vigor lo acordado entre Marenales y Sendic el día de nuestra discusión en el Santiso y reconocido por el propio Marenales en Radio Montecarlo el 1 de mayo de 2013: mi condena a muerte. Cuando Wassen les informó que yo nada tuve que ver en la caída de la Cárcel, el MLN lo ocultó, para poder mantener la condena sobre mí. Será a partir del 15 de junio, a casi un mes de mi detención y cuando Wassen me informó que yo era “el cabeza de turco” que resolví buscar una solución a la situación en que tanto Alicia como yo nos encontrábamos. Ordenar los papeles de la OCOA fue la salida y para ello aproveché el descontrol que existía y el informe que sobre mis discrepancias con la Dirección el propio Píriz Budes dejara por escrito.

Mujica: En esto el factor tiempo es muy importante. Cuando se tiene una hemorragia y hay tiempo para suturarla, las pérdidas son menores. Pero cuando empiezan a aparecer heridas acá, allá y más allá, se produce un efecto colapsador general. De modo que la colaboración en esas condiciones le facilitó enormemente el trabajo al enemigo. Yo no coloco esto como un elemento único o aislado, pero me parece que fue un factor que agravó mucho la situación. En una lucha de este tipo también debe haber tiempo para la retirada, es decir, para seguir aquel principio que dice que tratar de conservar la fuerza significa retirarse para agruparse. Y esto, justamente por las colaboraciones, resultó materialmente imposible. Se producían pérdidas de gran importancia, documentación, por ejemplo, mucha gente clandestina se quedaba de golpe sin documentos, todo lo cual multiplicaba las enormes dificultades internas. Mujica, Miguel Ángel Campodónico, Ed. Fin de Siglo, 2005, págs. 141-142.

Amodio: Como todos, Mujica termina admitiendo que mis planteos una vez pasado el 14 de abril fueron correctos: teníamos que parar la hemorragia, y para eso había que parar y reorganizarnos, todo lo contrario de lo que se hizo. Lo que Mujica no dice, es que el caos organizativo provocado por quienes iban a elevar el nivel de los enfrentamientos, como se decía en el Plan del 72, hizo que el factor tortura, que creíamos eliminado después de la muerte de Morán Charquero, resultara fundamental. ¿Qué importancia podía tener la falta de documentación ante la falta de locales para comer y dormir?

Mujica: En los momentos de acción armada muchas veces nos planteamos la sarcástica y trágica contradicción de tener que ponerle un revólver en el pecho a un hombre que casi siempre no era otra cosa que un pobre trabajador y por el cual sentíamos que estábamos luchando en el sentido profundo del término. El milico, en el fondo, no es más que eso, un pobre desgraciado que tiene que perder un montón de cosas para asegurarse el puchero. Esa contradicción siempre la tuvimos presente y creo que fue lo que nos dio el carácter de provocar el mínimo de tragedia en términos de vida humanas. Fuimos muy avaros, tratamos de evitar el derramamiento de sangre lo más que pudimos. Porque estábamos imbuidos de esa percepción y, además, por ser hijos de un Uruguay que tiene determinadas características, donde, insisto, la vida humana es un valor que cuenta.” Mujica, Miguel Ángel Campodónico, Ed. Fin de Siglo, 2005, pág. 167.

Amodio: La vida tuvo un gran valor, evidentemente, hasta que dejó de tenerlo. Fue un proceso gradual, que no afectó a todos por igual, pero sí afectó al conjunto. Sendic fue hasta 1972 un claro defensor de esos valores, hasta que “el cambio de nivel en los enfrentamientos” provocado por los planes que él mismo impuso, hizo que los abandonara de forma progresiva. Si esos valores los hubiera mantenido, otro habría sido su comportamiento a partir del 14 de abril. Distinto es el caso de Marenales, que se creyó el personaje que representaba a diario, despreciando, al menos en apariencia, su propia vida, lo que lo llevó a despreciar la vida de los demás, incluso la de sus propios compañeros. Recuerdo una de sus arengas, ya en plena debacle, con la que pretendía dar ejemplo de valentía: “esto se arreglará cuando la sangre corra por las calles a la altura de los cordones de las veredas”. Después, ya rota la tregua, vendrá la orden de resistirse a ser detenidos, es decir, orden de hacerse matar, dada a boleo, sin ningún otro tipo de consideración.

Mujica: Yo creo que el MLN tuvo una etapa de propaganda armada que generó mucha simpatía. Después, cuando la cosa empezó a tener un tono mucho más dramático, se produjo en muchos sectores la sensación de miedo o de rechazo. La lucha es una dialéctica diabólica, no se puede estar siempre en operativos como el de la Monty o el de Mailhos, obliga a pasar a otra cosa. Y es acá cuando digo que nos quedamos sin estrategia. A medida que se gana simpatía, que se crece, con costos, pero se crece, del otro lado se produce un fenómeno que se resume así: no se puede poner a una carga de 500 quilos, un detonador 22 porque se desperdicia la explosión, pero se organiza el susto. Y en nuestra peripecia ese factor de crecimiento, de expansión, de cierta imagen de invulnerabilidad, a pesar de las caídas, fue creando en el enemigo una gran preocupación y, por consiguiente, la preparación de nuevos ataques para destruirnos. Ese fue el factor que nos obligó a pasar a otra etapa. Y una vez en ella se hubiera requerido la percepción siguiente: ¿estamos en condiciones de seguir adelante o tenemos que poner la marcha atrás? Fue inevitable, empezamos a crear un monstruo del otro lado. Ahí estuvo el asunto. Mujica, Miguel Ángel Campodónico, Ed. Fin de Siglo, 2005, pág. 167.

Amodio: Dice Mujica que “en nuestra peripecia ese factor de crecimiento, de expansión, de cierta imagen de invulnerabilidad, a pesar de las caídas, fue creando en el enemigo una gran preocupación y, por consiguiente, la preparación de nuevos ataques para destruirnos. Ese fue el factor que nos obligó a pasar a otra etapa”. Nadie nos obligaba a pasar a otra etapa. Hubo un grupo de dirigentes del MLN, carentes de toda capacidad organizativa, que nunca fueron capaces de poner en marcha con eficacia ni un grupo de acción, apoyados por medianías con ambición de poder, que crearon el único monstruo que nos destruyó: el caos interno. La teoría de los dos demonios es un cuento chino. Nosotros fuimos los dos demonios. No nos quedamos sin estrategia: es que la que se nos impuso, por la vía de la implantación de determinados planes, era equivocada. Nunca discutimos un cambio de estrategia. Los que propusieron los planes y quienes los apoyaron, una vez comprobada su inutilidad, no solo no admitieron el error, sino que perseveraron en él, Precisamente, ¿estamos en condiciones de seguir adelante o tenemos que poner la marcha atrás? fue mi pregunta a Sendic y Marenales. Qué van a decir las otras organizaciones, que nos hicieron recular, fue la respuesta de Sendic, apoyada por Marenales a principios de mayo. Se negaron a aceptar la realidad

Mujica: Cabían varias hipótesis. Por ejemplo –en algún momento lo pensamos– podíamos parar la cosa y dedicarnos a organizar lo que llamábamos el ejército de reserva. O transformarnos en un movimiento político más abierto. Discutimos todo. Ferreira Aldunate, poco antes de las elecciones de 1971, buscó el diálogo con nosotros. El se veía presidente y sabía que iba a tener que lidiar con los tupamaros. Intentaba una salida, quería saber si había alguna manera de negociar políticamente, lo que no dejaba de ser un gesto profundamente inteligente que, al mismo tiempo, hablaba del hondo liberalismo de Wilson, de su estatura, porque de haberse deschavado el mero acercamiento para conversar con nosotros en medio del marco de la época, hubiera significado su segura derrota política. Y él lo hizo antes de las elecciones.” Mujica, Miguel Ángel Campodónico, Ed. Fin de Siglo, 2005, págs. 167-168.

Amodio: Discutimos todo, dice Mujica, pero solo nos dice dos opciones: formar el ejército de reserva o transformarnos en un movimiento político más amplio. Y como a continuación menciona a Ferreira Aldunate y las elecciones de 1971, alguien, desprevenido, puede llegar a pensar que esas opciones se discutieron por esa fecha. Es una estratagema de Mujica para confundir, para hacer que el lector se pierda en los meandros del lenguaje. Pero a propósito de Ferreira Aldunate: ¿es el mismo Ferreira Aldunate que votó el estado de guerra interno y permitió la institucionalización de la tortura? ¿Es el mismo Ferreira Aldunate que quizás guiado por su hondo liberalismo contribuyó, con su estatura política a abrir las puertas de los cuarteles? ¿Es el mismo Ferreira Aldunate que votó en contra de la proposición de Michelini para que se formara una comisión parlamentaria para la investigación de la tortura en 1972?

Mujica: En el escenario político era el único hombre que tenía una estatura como para lidiar con un fenómeno de ese tipo. Yo no puedo vaticinar cuál hubiera sido nuestra respuesta, pero la puedo suponer. Y la puedo suponer porque pienso en otra instancia dramática cuando nos reunimos en uno de los momentos más jodidos de la organización, ya que nos estaban golpeando muy duro. Esa reunión la hicimos en un monte cercano al 13 de infantería, por aquello de que el lugar más seguro es el que está más cerca de la sombra. En esa reunión, a la cual asistió Sendic, quien estaba viviendo en la Ciudad Vieja, donde después caería, se había decidido un repliegue de lo que se pudiera salvar. El repliegue consistía en desaparecer, en enterrarse, en tratar de preservar un núcleo. Pero no lo pudimos instrumentar, estábamos viviendo una situación de colapso por las colaboraciones que padecíamos desde adentro de la organización. Por eso digo que puedo suponer la respuesta que le hubiéramos dado a Wilson. 
Miguel Ángel Campodónico, Ed. Fin de Siglo, 2005, pág. 168.

Amodio: Mujica sigue mezclando hechos que se dieron en circunstancias diferentes. Cuando se tomó contacto con Ferreira Aldunate, en 1970, fue a través de Pedro Zabalza, entonces senador. Posteriormente, a raíz de los intentos de negociación por los secuestrados del plan Satán y desbaratados por la caída de Almería, fue Alicia la encargada de su contacto, resultado de las maniobras de Sendic para que Alicia no me suplantara en el Ejecutivo. Luego, ya en 1971, pasados el Abuso y las elecciones, en un momento de auge del MLN, el contacto fueron Marenales y Rosencof hasta abril de 1972, en que los iba a sustituir Fernández Huidobro, ya erigido en uno de los cerebros que consumaron la debacle pero que en su paranoia se creyeron ungidos por los dioses para llevar al MLN a la victoria final. Ni en 1970 ni en 1971, Ferreira Aldunate tenía nada que pedirnos, ya que según nuestra visión, íbamos ganando. Si el 14 de abril hubiese acabado como los estrategas habían previsto –“no va a pasar nada”, menos que menos, por lo que no entiendo qué tiene que ver Ferreira Aldunate con la reunión que se menciona en el monte, realizada en plena debacle y que se hizo para discutir la propuesta de “rendición incondicional” en tregua surgida desde el Florida. Se reunieron en junio para decidir lo mismo que se me negó a mí a finales de abril: desaparecer, enterrarse, preservar el núcleo.

Campodónico: Todavía queda pendiente la respuesta a una pregunta que apunta a saber si Pepe Mujica cree que hubo cosas que la organización no debió hacer, que se embarcó en una lucha que nunca debió empezar, que al fin de cuentas los tupamaros, al ir tanto más allá de la defensa de las organizaciones populares, a las que finalmente no pudieron defender, se equivocaron. Mujica, Miguel Ángel Campodónico, Ed. Fin de Siglo, 2005, pág. 169.

Mujica:Yo no me hago esas preguntas, no sé si soy demasiado primitivo. Me parece que la lucha era inevitable, como que también lo era la dictadura. El inmenso remordimiento que tengo es que cuando llegó la hora que nosotros habíamos vaticinado, tal vez porque madrugamos mucho, no le servimos de nada a la sociedad uruguaya, especialmente a los sectores populares, para parar ese golpe. Al llegar la dictadura, estábamos deshechos. Apenas teníamos presencia en la calle, pero en medio de un pueblo que se encontraba inerme y que no estaba en condiciones de transformar por sí mismo una huelga de resistencia en una huelga insurreccional. Sin caer en la improvisación, esa debió ser la respuesta. Lo que, en definitiva, había sido la razón de nuestro origen. Nacimos para eso. Entonces, la gran frustración que siento es esa. Cuando me piden autocrítica, esa es la autocrítica que tengo que hacer. Mujica, Miguel Ángel Campodónico, Ed. Fin de Siglo, 2005, págs. 169-170.

Amodio: Dice Mujica que no se hace esas preguntas, pero a continuación amaga con las respuestas. Y aprovecha la pregunta de Campodónico para falsear la historia, una vez más. El MLN se creó para tomar el poder por la lucha armada, porque en aquellos momentos así lo creímos, con los elementos que tuvimos. No nacimos en respuesta a un reclamo popular, sino que fue a la inversa. Nos autoadjudicamos el papel de vanguardia que iba a despertar el impulso revolucionario de unas clases populares postergadas y con su apoyo haríamos la revolución en el Uruguay.

Uno de nuestros fines era crear las condiciones objetivas y subjetivas para el fin último, la toma del poder, y creímos que la dictadura nos sería de gran ayuda para el logro de esas condiciones, como lo fueron las medidas de gobierno de Pacheco Areco. Trabajamos para crear la dictadura, porque creímos que esas condiciones nos beneficiaban. Nuestro gran error fue desatar la represión que precedió a la dictadura mientras nos autodestruíamos como organización. No se pueden hacer predicciones sobre un futuro que no existió, pero sí lo es para reconocer lo que pasó y adjudicar responsabilidades. Ese debe ser el papel de quienes han tenido y tienen la capacidad de analizar la historia, en vez de reescribirla. Autocrítica no hace ninguna. Si lo hiciera, debería reconocer que apoyó los planes que llevaron al debacle del MLN antes de que se instalara la dictadura que tanto buscamos. Al llegar la dictadura, estábamos deshechos, nos dice, desmintiendo la versión que todavía se encuentra en los libros escolares: que el MLN nació para enfrentar la dictadura.

Mujica: No pudimos hacer lo que fue la razón de toda nuestra peripecia. No por buenos militares, sino por malos militares, porque en esas circunstancias la política tiene la cara militar, al fin de cuentas estamos en la vieja definición de von Clausewitz, el oficial prusiano que escribió una obra monumental sobre la guerra que seguramente estudió el propio Mao, de que la guerra es la continuación de la política por otros medios. A partir de esa idea debimos ser nosotros quienes aportáramos eso, nadie más se había preocupado por ese problema. Y no estuvimos. Sin despreciar otros factores y sin tener la idea militarista de que a la historia la definen las victorias o las contiendas militares. Desgraciadamente, en determinados picos la cuestión de la fuerza tiene una enorme importancia. Yo diría que una importancia ocasional, importancia de parto, ya que no necesariamente decide el camino de la criatura. En esto juegan otros factores. Mujica, Miguel Ángel Campodónico, Ed. Fin de Siglo, 2005, pág. 170.

Amodio: Como te digo una cosa, te digo la otra. Por un lado menciona a Clausewitz y al mismo tiempo pretende desvalorizar el papel de lo militar en una victoria política. Decir que la fuerza tiene una enorme importancia y que eso es así, desgraciadamente, es tener ganas de hablar por hablar, de quedar bien con todo el mundo. ¿O será que pretende decir que él, Marenales, Sendic, Zabalza, Fernández Huidobro y los que les hicieron los coros, al destruir al MLN como organización lo que pretendían era evitarnos la desgracia de mantenernos activos? Porque si no es así, ¿por qué montaron la campaña contra la columna 15 y contra los que la creamos, la dirigimos y desarrollamos? ¿Por qué cuestionaron lo que ellos llamaron nuestro poder interno y el control de tropa, para usar palabras del mismo Mujica, haciéndonos aparecer como militaristas, cuando nuestra intención era crear el aparato necesario e imprescindible y que califica de ocasional, haciendo otra cabriola con las palabras?

Campodónico: La muerte de Pascasio Báez, decidida por la organización guerrillera que terminó por considerar más importante su propia seguridad que la vida de un modesto peón que, como consecuencia de sus tareas en el campo, había llegado por casualidad hasta la importante tatucera tupamara, es abordada finalmente por Pepe Mujica. Mujica, Miguel Ángel Campodónico, Ed. Fin de Siglo, 2005, pág. 170.

Mujica: Los compañeros sobrevaloraron la infraestructura, la costosa construcción de la tatucera, y se equivocaron, cometieron una barbaridad dejando por el camino principios inalienables. No tiene atenuantes. Yo no estoy seguro de cómo se decidió, pero, por lo que sé, intervino alguien de la dirección que supongo que fue Píriz Budes, ya que él era el encargado del interior. En una organización clandestina que vivía un momento muy tensionado, era difícil que la decisión la tomara la dirección central. En aquel momento cada columna actuaba con una autonomía muy grande, pero cada columna tenía a un compañero de la dirección. Entonces, lo más probable, es que se haya decidido a nivel de comando y de dirección, es decir, por el encargado de la dirección que estaba en el comando. Podría decirse que la decisión fue de la dirección central, en tanto había un representante suyo en el comando. La responsabilidad es la misma. Mujica, Miguel Ángel Campodónico, Ed. Fin de Siglo, 2005, pág. 171.

Amodio: La muerte de Pascasio Báez es consecuencia de la desvalorización de la vida, a esas alturas, incuestionable. Mujica sabe perfectamente cómo se tomó la decisión y todo el circunloquio que hace es para pretender cargarle el bagayo a Píriz Budes, que en el momento del asesinato era el miembro del Ejecutivo a cargo de las columnas del interior, en cuyo comando estaba Sendic, Quienes tomaron la decisión fueron Wassen, Rosencof, Marrero y Engler, según surge de las declaraciones de Rosencof que se transcriben. Tienen fecha 4 de enero de 1973.

PREGUNTADO (18): Si era integrante del Ejecutivo cuando se da la muerte de un ciudadano en el local de la organización conocido como “El Caraguatá” situado en el departamento de Maldonado, y qué participación le cupo en la decisión de dicha ejecución. 
Contesta: Sí señor, era integrante del Ejecutivo y estando éste reunido llega la información de la existencia de un (ciudadano) (Se refiere al peón rural Pascasio Báez Mena) digo un detenido; en el local la información es fragmentaria y alarmante, decidimos que salga Henry ENGLER (a) “Octavio”, responsable de la Columna que administra “El Caraguatá”, para hablar con la persona que trae la información; retorna con la Información y aunque la seguimos considerando insuficiente, ante la celeridad con que se pide una respuesta, acordamos lo siguiente: que las opciones para resolver el problema son: sacarlo al extranjero, traerlo a un “berretín” a Montevideo, retenerlo en “El Caraguatá” o ejecutarlo. Decidimos que concurra Henry ENGLER (a) “Octavio” a “El Caraguatá” para que valore en el lugar de los hechos con los compañeros que allí se encuentran, la decisión a tomar, llevando “Octavio” la aprobación del Ejecutivo, de que en caso de llegar a la ejecución, se contaba con autorización y además que de acuerdo a la información que en ese momento existía había dos opciones viables: llegar a la disposición extrema o mantenerlo en “El Caraguatá”.

Durante años la responsabilidad del asesinato de Pascasio Báez recayó sobre Ismael Bassini. Posteriormente, al conocerse las declaraciones de Rosencof, la responsabilidad recayó sobre Engler. En noviembre de 2018, se me informó que en una reunión que se ha mantenido en secreto, Píriz Budes le habría dicho a Zabalza que al llegar Engler al Caraguatá Pascasio ya estaba muerto. De ser verdad, la responsabilidad vuelve a recaer en Bassini. Pero, conociendo los dobleces de Zabalza y siendo Engler su suegro en la actualidad, no puedo evitar mis dudas.
Píriz Budes se ha negado en reiteradas oportunidades a hablar conmigo. Lo que es indudable es que en diciembre de 1971, momento del asesinato, todavía no habíamos entrado al callejón sin salida que fueron el Tatú y el Plan del 72, pero nos encaminábamos a pasos agigantados hacia él.

Mujica: La muerte del peón fue una cagada que no tiene justificación. No sé si había otras salidas, quizás no estuvieran al alcance de la mano, pero de todos modos debió intentarse otra cosa. La solución que nunca debió aplicarse fue la muerte. Hubo sí, ajusticiamientos que fueron productos de decisiones que nosotros tomamos conscientemente, por ejemplo el caso de Dan Mitrione o el de Morán Charquero. Pero esto del peón, en última instancia, se trató de una deformación de carácter militarista. ¡Y justamente en una organización como el MLN que siempre trató de priorizar lo político sobre lo militar! Mujica, Miguel Ángel Campodónico, Ed. Fin de Siglo, 2005, pág. 171.

Amodio: Dice Mujica que no sabe si no había otras salidas y de haberlas, quizás no estaban al alcance de la mano. Ni siquiera se le ocurre pensar o sugerir que la vida de un inocente bien valía perder la tatucera. Cuando dice que fue producto de una deformación de carácter militarista, lo hace para subliminalmente hacer recaer la responsabilidad en los llamados militaristas de la columna 15, y dejar afuera a los considerados “líderes políticos y estrategas”, con Sendic a la cabeza. La muerte de Pascasio Báez, la decisión de las acciones del 14 de abril y la de los cuatro soldados permaneces todavía en penumbras. Cuando los éxitos, todos se apuntan, pero los desastres no tienen responsables.

Mujica: Los aparatos armados siempre son un peligro porque están programados para hacer la guerra, como las gallinas están programadas para poner huevos, y al final todo lo quieren resolver haciendo la guerra. Por eso, frecuentemente, tienen desviaciones de carácter militarista, tienden a caer en eso. Algo así como si se convirtieran en lo que tienen enfrente, en el otro, en una especie de lógica perversa,  y cuando se desmadran de lo político pierden los frenos éticos más elementales. Mujica, Miguel Ángel Campodónico, Ed. Fin de Siglo, 2005, pág. 172.

Amodio: Es para decirle a Mujica ¿y de dónde te sacás esto? ¿La muerte de Pascasio Báez la decidió el aparato armado? En esos momentos, el Caraguatá estaba bajo la responsabilidad de las columnas del Interior y el responsable del local era Manera. ¿Nos quiere decir Mujica que la decisión la tomó el aparato armado de la columna del Interior? Sería bueno aclararlo, ya que hasta ahora los militaristas estaban en la columna 15 y que todos los dirigentes del MLN, salvo Amodio Pérez fueron unos baleros políticos del carajo. ¿O el Caraguatá estaba en Montevideo y no en Maldonado y todo lo que ha dicho Rosencof es mentira y va a resultar que el que dio la orden fue Amodio? Seguramente Campodónico lo escuchó embobado. Total, para qué se iba a poner a pensar si lo que Mujica decía podía tener algún valor o no era más que palabrería sin sentido...

Campodónico: La muerte de los cuatro soldados en el jeep frente a la casa del general Florencio Gravina, fue otro de los casos que despertó un duro repudio de la ciudadanía. Sin embargo, Pepe Mujica tiene una posición muy diferente a la que acaba de exponer sobre la muerte del peón Pascasio Báez. Según él, se trató de una típica acción de guerra que los tupamaros no pudieron evitar. De acuerdo a sus palabras, de no haber actuado de esa manera, hubieran sido los miembros del comando guerrillero quienes hubieran muerto. Mujica, Miguel Ángel Campodónico, Ed. Fin de Siglo, 2005, pág. 172.

Mujica: Los servicios de inteligencia de las fuerzas armadas de la época dirigidos por el coronel Trabal, supieron utilizar la muerte de los soldados que estaban en el jeep frente a la casa del Comandante en Jefe del Ejército, como un elemento de propaganda y de motivación para las propias fuerzas armadas. Aquella fue una típica acción de guerra. Hay una parte de la información que nunca se dio: cuando los compañeros se acercaron fueron tiroteados desde la azotea del edificio. Ahí arriba se habían apostado tiradores. Entonces, lo que después se quiso hacer aparecer como una agresión contra pobres soldados inermes, no tenía nada que ver, se trataba nada menos que del domicilio del jefe máximo de un ejército que estaba en guerra. El objetivo de los compañeros era entrar en su casa, pero lo que se terminó mostrando en la foto fue un operativo armado por la inteligencia militar, incluido el termo de los soldados. Incluso, un compañero nuestro fue herido y el auto en el que iba resultó baleado. Los compañeros no habían advertido que en la azotea había tiradores y justamente estos fueron los primeros que tiraron. Eso provocó la alarma de la guardia. Y si los compañeros no hubieran respondido así, los hubieran matado a ellos. Mujica, Miguel Ángel Campodónico, Ed. Fin de Siglo, 2005, pág. 173.

Amodio:Tal como Mujica lo cuenta, parece que los miembros del MLN actuaron en defensa propia. Hay que decir, en primer lugar, que el atentado contra la guardia del general Gravina se decidió porque los coroneles Aguerre y Montañés sugirieron la necesidad de atentar contra fuerzas militares para intentar detener las torturas en los cuarteles. Nunca nadie se planteó entrar en la casa de Gravina. El atentado se decidió por la facilidad de la ejecución: cuatro soldados en una noche de frío dentro de un jeep y armados con fusiles, imposibles de usar en ese reducido espacio. Se miente con el fin de evitar reconocer que la guerrilla actúa por sorpresa y tratando de emplear las ventajas que esa misma sorpresa le proporciona. Meterse en la discusión de si estaban con el mate o no es perderse en la anécdota. Fue una típica acción de represalia, como se hicieron tantas anteriormente, buscando un fin que no se encontró en absoluto. No teníamos ni idea acerca de las FF.AA. y nos creímos que Aguerre y Montañés eran representativos. Esas muertes, decididas por Sendic, Marenales y Engler, son la prueba de la huida hacia adelante emprendida por el MLN y a raíz de ellas sectores que se mostraban reacios a aplicar la tortura, comenzaron a hacerlo. La muerte de los cuatro soldados marcó el punto del no retorno para el MLN.

Campodónico: Después de salir de la cárcel de Punta Carretas, en la fuga que se llamó «el Abuso», Sendic decidió irse a militar en el interior del país en un grupo que funcionaba allá por el Queguay. Más tarde sería convocado abruptamente a la dirección del MLN, pero él se plantearía la necesidad de una política que dejara hacer, quiso ver a la organización desde su interior más íntimo. Durante el tiempo de su prisión, el MLN había tenido una expansión enorme, de modo que tanto él como sus compañeros de dirección, lo que Pepe Mujica llama «la dirección histórica»», pasaron a militar en distintos lugares de la organización de base para tratar de visualizarla desde su nueva proyección. Mujica, Miguel Ángel Campodónico, Ed. Fin de Siglo, 2005, pág. 187.

Amodio: De todos los propagadores de la historia oficial, Campodónico es el único que ha dicho que la decisión de ir a militar a grupos de base, tomada por algunos miembros de la “dirección histórica” correspondió a decisiones personales de los implicados y no una resolución orgánica para desplazarlos, como han dicho en varias oportunidades EFH, Zabalza y Marenales. Esto quedará confirmado cuando aborde el comentario de Memorias de insurgencia, de Clara Aldrighi, y en palabras del mismo EFH.

Mujica: Después que fue convocado a la dirección, creo que tuvo una especial importancia para nuestra historia interna el acoplamiento de carácter intelectual que se produjo entre él y Fernández Huidobro. Este era el hombre que escribía, el que de alguna manera nos resumía a todos en aquella época. Cumplió el papel de vertebrador de nuestro pensamiento y plasmó mucho de lo que recogió de los aportes de Sendic. Y así creo que terminaron ganando los dos. Fernández Huidobro con su facilidad para escribir, al estar discutiendo con alguien de la estatura de Sendic, también creció. Sin desmerecer la importancia de otros compañeros, me parece que esa relación entre dos hombres muy distintos, en definitiva fue el encuentro de dos compañeros que a la postre resultaron ser complementarios. Sendic era insustituible en una cantidad de cosas comunes y corrientes que tiene la militancia, insustituible también en las horas en las cuales es necesario mirar lejos o fijar el rumbo. Eso otro que no aporta únicamente el mero número de los buenos militantes, ese algo más que sólo llegan a aportar unos pocos. 
Mujica, Miguel Ángel Campodónico, Ed. Fin de Siglo, 2005, págs. 187-188.

Amodio: Nadie puede negar la importancia que tuvo Sendic en la creación del MLN y en el desarrollo de esa nueva forma de hacer política. Los que lo conocimos poco después del Tiro Suizo, ya clandestino, sabíamos de su anterior trabajo con los arroceros, también rompiendo los moldes en lo sindical. Su capacidad para imaginar nuevas ideas hizo que al principio su imagen se viera agrandada, como si lo viéramos a través de una lupa y caímos en el error de idealizarlo y aceptar su opinión como la verdad revelada. Será a partir de 1966 y fundamentalmente desde nuestra clandestinidad, cuando convivimos en el rancho de Solymar, cuando comenzaré a ver a Sendic en su faceta real, humana, con los contraluces lógicos de todo individuo.
Tuve la oportunidad de discutir acerca de las formas organizativas que yo veía más convenientes y que él aparentemente compartía, aunque luego la práctica me fue revelando que para Sendic lo importante eran las ideas y no le preocupaban las formas de llevarlas a la práctica, y a veces ni siquiera si era posible hacerlo. Su condescendencia hacia quienes descuidaban las normas de comportamiento, arriesgando el trabajo de decenas de compañeros, hizo que perdiéramos toda la infraestructura de los balnearios de la primera época de la clandestinidad y su negativa a reconocerlo será la causa de futuros errores.

Pese a las diferencias de criterio que mantuve con Sendic, nunca me hice a la idea de un MLN sin él en la Dirección y lo apoyé y defendí cuando en 1968 planteó su renuncia, cuando Huidobro y Marenales lo colocaban fuera. Nuestros criterios acerca de lo organizativo eran contrapuestos, y nunca entendió que descentralizar era una cosa y otra era dar autonomía, así como nunca quiso aceptar ser criticado aunque el error fuera evidente. Asistí a varias discusiones en las que Mansilla intentó, siempre sin éxito, hacer variar su actitud
Cuando coincidimos en el Ejecutivo unas veces fuimos complementarios y en otras chocamos abiertamente, pero siempre actuó según su criterio, aunque se hubiese resuelto lo contrario. Nunca quiso tener a su lado a nadie que lo controlara, y maniobró para que Alicia no ingresara al Ejecutivo cuando mi primera detención y así llevar la negociación por el Satán por los cauces que quería y no los que habíamos acordado.

Es a partir de ese momento, agosto de 1970, que nuestras discrepancias irán en aumento, fundamentalmente por la influencia que quiso mantener sobre las decisiones de los organismos de Dirección, y cuando no pudo hacerlo, violando las normas de funcionamiento, buscó la manera de enviar sus directivas, con la ayuda de otros compañeros que le eran incondicionales. Tuvo un papel fundamental en la división creada en el Penal entre los militantes del interior y los de Montevideo y luego trasladada al conjunto del MLN.

Producida la fuga, la Dirección actuante en esos momentos esperaba a las “vacas sagradas”, a los que habíamos integrado los diferentes Ejecutivos para decirnos “aquí tienen nuestros lugares, ocúpenlos y dejen de rompernos las pelotas”!!! Sin embargo, nos encontramos con un  Huidobro dispuesto a hacer autocrítica y a un Sendic que quiere conocer al MLN desde la base y quiere irse a militar al interior, para aprender, nos dijo. Y les creímos, y se fueron ambos a militar en la base, y nos hicieron dos agujeros tremendos: uno, un trabajo de zapa contra la misma Dirección que les aceptó sus planteos y la imposición de planes militares que nada tenían que ver con nuestra capacidad operativa, hasta que se hicieron con los mandos.

Mujica dice que cuando Sendic fue convocado a la Dirección su acople con Huidobro fue fundamental, pretende hacernos creer que él no sabía lo que tramaban ambos. Pretende hacernos creer que Zabalza no lo había puesto en antecedentes de lo que se tramaba y que la Dirección del MLN iba a ser copada por los dos, para romper la estructura organizativa y así poder desplazarnos para que no molestáramos con nuestras monsergas acerca de los Tatú y similares. Claro que la conjunción de los dos fue fundamental: fundamental para romper la organización, a través de un dislate que llamaron reorganización y unos planes de los que nadie quiso hacerse cargo nunca, empezando por mismo plan Hipólito, verdadero aldabonazo que marcará para siempre el inicio del final.


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