02.JUL.19 | Posta Porteña 2030

Crónicas de Sapolandia (1)

Por Eduardo Sartelli

 

Intentando explicarles a las nuevas generaciones la naturaleza específica del país que acaba de ser parido entre sapos y culebras, entre gallos y medianoche, en la oscuridad en la que todos los gatos son pardos, se me ocurrió iniciar esta serie de crónicas sobre este caso único.

Sapolandia es un territorio cuasi legendario, como Vinland -Tierra de los vientos, en las sagas vikingas- , solo que, en este caso, batracios -Tierra de sapos.

Solo "casi", en realidad, porque Sapolandia ocupa un espacio real, no mítico, que aproximadamente solía ser asiento de la Metálica República, un país de triste fin, que se descompuso lenta e inexorablemente hasta desaparecer. Nadie recuerda qué fue exactamente lo que le pasó, aunque se sabe que supo tener sus días de gloria.

Dícese en antiguos códices que la Metálica República, también conocida como Confederación Metálica o como Provincias Conjuntas del Río Metalúrgico, apenas cumplirse siglo y medio de su existencia, comenzó a menguarse a sí misma, repitiendo las mismas soluciones para los mismos problemas para obtener siempre el mismo resultado... negativo.

Se dice también que una espaciosa grieta abrió en canal las calles y plazas, los campos y las vías navegables, aunque los cronistas no se ponen de acuerdo en este punto. Para unos, la grieta era, simplemente, un mito para algo que no puede explicarse; para otros, la zanja era constitutiva del país y había sido trazada por un estanciero preocupado por malones y cautivas; una tercera posición se inclinaba por declarar falsa la oposición entre grupos de políticos corruptos que disputaban prebendas públicas.

No falta, y este cronista de avanzada edad es favorable a ella, una cuarta opinión, que urbi et orbi reconoce que a todos corresponde un cuanto de razón. Como sea, en esta primera crónica de Sapolandia, en la que se cuenta la prehistoria del país, hemos de señalar que, si de algo se está seguro, es de que el conjunto de los responsables de los destinos de la Metálica República, desde los más conservadores hasta los abiertamente revolucionarios, habitaron esa ancha avenida del medio ocupada por la impotencia histórica. No es extraño que ese país pereciera en el olvido a fuerza de una decadencia sin pausa, como llovizna fría que acaba algún día en polvo y en nada. Su destino, sin embargo, no está exento de cierta importancia.

En efecto, nadie rebaje a lágrima o reproche, parece que cantó uno de sus bardos más gloriosos, la triste y desvanecida noche en la que, sin cataclismo alguno, esta Atlántida inmerecida se hundió en el abismo húmedo, sin queja y sin derroche. Continuará...

El Carcamán que Carcamala


Comunicate