02.JUL.19 | Posta Porteña 2030

Argentina :¿Salida de la crisis o Rejuntes electorales?

Por El Aromo/R.Maldonado

 

Son tan parecidos porque no quieren que nada cambie

 

El panorama político nos muestra un acercamiento de todos los frentes al Peronismoque puso sus candidatos en ellos
¿Qué significa esta oferta electoral?

 

Ricardo Maldonado 30/06/2019 El Aromo n° 106

Un momento de decisiones de la política argentina (la política burguesa) y de la política de la izquierda. La ronda de traspasos de candidatos de un espacio político a otro, ha sido tan frenética como intrascendente, repitiendo lo que sucede desde hace un cuarto de siglo. Veamos por qué.

El centro de la inviabilidad de la sociedad capitalista argentina es en primer lugar el agujero negro de la economía, cuya terrible gravedad atrae todo lo que la rodea hacia el núcleo de la moderación política. Hoy se percibe su fuerza de atracción en el aglutinamiento, en un pequeño y concentrado espacio centrista, de la totalidad del arco político. Todas las opciones se amontonan alrededor y cerca del establishment, de las capas más sólidas del conservadurismo burgués. Eso se hace visible sobre todo en la donación de sangre y mentalidad peronista para todos, todos, los frentes electorales.

La percepción generalizada, no sólo en los estratos altos sino en el conjunto de la población, es que ya gastamos todas las balas y los problemas que se aproximan los tendremos que enfrentar con una gomera. Esto empuja a este amuchamiento espalda con espalda para aguantar el vendaval.

¿De qué se trata la tormenta? No nos alcanza la plata. No sólo a usted o a mí. Al país, organizado de esta manera, no le alcanza para vivir. Como muchos laburantes la Argentina no se puede sostener. Se hipoteca, vende cosas, revienta la tarjeta y gasta a cuenta. Pero no produce lo necesario. El país burgués, la clase explotadora, para sostenerse le roba al futuro y al pasado, porque no se sostiene con su presente. Inflación, exportaciones de materias primas (sobre todo agrarias, la minería y los hidrocarburos sólo como expectativas) préstamos, inflación, reforma previsional, reforma laboral. El futuro no llegó aún pero golpea a la puerta.

Cada vez más se expande la idea de que no hay que hacer olas porque estamos en medio de esta tormenta. ¿Por qué “en medio”? Porque no somos tan grandes para tener un mercado interno parcialmente viable (el 0,65 de la población mundial) pero tampoco tan pequeños para resolver fácilmente nuestros problemas (los admirados países nórdicos, Suecia, Dinamarca, Noruega y Finlandia, todos juntos llegan apenas a superar la mitad de la población argentina, los habitan poco más de 26 millones)

Tampoco somos competitivos como para vender al exterior, salvo soja sería milagroso encontrar algún producto originado en nuestro país cruzando el ecuador para ser negociado, porque la industria instalada aquí es atrasada, obsoleta. Pero también porque aún nuestros deprimidos e infames salarios son comparativamente demasiado altos y la infraestructura muy atrasada (un automóvil que en la Argentina del salario mínimo vital y móvil de sólo 280 dólares tiene un costo de U$S 15 900.-  se produce en Brasil por U$S 12 700,- y en México por U$S 9 600.-)

Además no sólo estamos lejos de los principales mercados sino también de la valoración geopolítica (no hay razones para un trato preferencial como con Corea o Israel) Dicho de otra forma, este capitalismo no funciona bien desde hace mucho tiempo.

Mantener a la cabeza de la sociedad a una clase parásita y anárquica tiene un costo altísimo. Lo venimos pagando con inflación (Alfonsín) con la venta del ahorro social (Menem) con ajuste vía tipo de cambio (Duhalde) rifando las oportunidades de altos precios y renta agraria (Néstor) otra vez inflación, devaluación y endeudamiento (Cristina) y mucho más endeudamiento, devaluación e inflación (Macri)

Recorrido el espinel de soluciones burguesas que no solucionan nada, el primer reflejo político es el reflejo conservador. Estamos al borde del precipicio, en una cornisa, y la burguesía no quiere ningún movimiento brusco, y los trabajadores, por ahora, temen hacerlo. No es el amor lo que los une, es el espanto. Y el temor, por ahora. Basta observar lo sucedido desde la última elección: mientras nos deslizamos en un tobogán hacia la crisis, el conjunto del arco político regó y cuidó primorosamente la plantita (mustia y casi agonizante) de la gobernabilidad. Y le dieron nueva vida, al menos un poco.

El oficialismo no encuentra a quien culpar, porque nadie lo combate. Pichetto sólo asumió orgánicamente lo que oficiosamente hizo desde que ganó Cambiemos (y que antes lo hizo con cada presidente que pasó) gobernar con él. Cristina se integró al espacio de casi todos los que, en su declive, fue echando de su gobierno y criticando ásperamente. Todos ya estuvieron y hoy vuelven a estar.

Otra parte del peronismo se alía con lo que se dio en llamar el Frente Progresista en la figura de Urtubey como vice de Lavagna. Todos los frentes han sido fortalecidos por el pragmatismo burgués peronista. El peronismo, garante y sostén del capitalismo argentino, ha decidido mantenerse en el poder y se verá en las elecciones con cual elenco dirige. Y el resto aplicará, como en estos años, el apotegma de Balbín de 1973 repetido hasta el cansancio: El que gana gobierna y el que pierda ayuda.

Salvo que tengamos mucha voluntad para intentar creer que las ilusiones son la realidad, nadie se comió un sapo, salvo un batracio ilusorio. Cada político burgués está más o menos dónde ya estaba, dónde estuvo hasta ahora. El conjunto de los frentes con expectativas siguen conformados por los mismos y propugnando la misma política. Cuando la izquierda trotskista cree que los peronistas se están tragando sapos, se degluten uno ellos mismos: el sapo de descubrir lo que es el peronismo (una fuerza conservadora) en lugar de lo que creen (y quieren) que sea (una fuerza progresista). El peronismo es lo que es y le aportará votantes a Fernández, Macri y Lavagna, como ya lo hizo con Isabel, Menem, Luder o Duhalde.

En los bordes de este gran centro defensivo del capitalismo una corte de bufones hace muecas para llamar la atención. Cada personaje un poco escorado de la seriedad burguesa ha sido llevado a funcionar de colectora delirante de la sobriedad. Si Lavagna tiene a Tumini, Macri cuenta con Laura Alonso, y Cristina con Grabois. Un souvenir exótico sirve de decorado lo mismo a un mueble que a una alianza, pero no cumple ninguna función real.

Pero esta concentración en el centro del arco político no debe llamarnos a engaño. Las trayectorias inmediatas de los fenómenos electorales, su estabilización en el territorio, tan pequeño como compartido, de la racionalidad, la renegociación, la adecuación y los ajustes estructurales, no suponen el cierre de las mencionadas tendencias al desastre de la economía argentina. Sólo expresa la conciencia de la burguesía, la clase dirigente del país, sobre su incapacidad. La sabiduría de no hacer olas.

Si todas las expresiones burguesas se amontonan en el poco espacio aún flotante como refugiados cruzando el Mediterráneo, no sorprende pero preocupa, que la izquierda se acerque al barco zozobrante con su pequeño bote. Todos sabemos que si se está demasiado cerca cuando un navío naufraga, este hundimiento se lleva todo lo cercano al fondo del mar. Hacia allí se encamina el FITU.

El FITU no habla de socialismo, en eso coincide con el centro burgués. Acompaña la conciencia actual, contra la que dice batallar. Oculta la dinámica del capitalismo argentino hacia crisis más profundas, que debiera exponer. Y supone que el paso de la confianza en un capitalismo emparchado a la conciencia de la irremediable necesidad de su superación por el socialismo, es automático. Su diferencia es de grado no de fondo. El acento puesto en la cuestión de la deuda expresa su confianza irreductible en el capitalismo argentino: son otros, no los nuestros, los causantes de los males. Dejar de pagar al FMI es una renegociación más. Sin reestructurar el conjunto de vida social la propuesta del FITU es la que ya llevaron a cabo los peronistas en 2002 y no es agradable su recuerdo.

Un programa no es precisamente un rejunte de puntos (puntos, que aluden a cuestiones puntuales) sino una propuesta integrada de soluciones a un sistema y su dinámica probable. La inviabilidad del sistema social tiene una solución integral: otro sistema que no se organice en la ganancia capitalista, otro régimen que no expropie a los trabajadores, otro gobierno que no surja de los partidos patronales. De allí se derivan no once ni veinte, sino todos los puntos que sean necesarios.

Lo que el FITU expone es que la unidad se ha logrado de la peor manera: con el acento puesto en el campo del enemigo. Una unidad meramente electoral, bajo los condicionamientos del régimen democrático burgués, sin efectos en sus propios activismos sindicales que siguen disputando entre sí, raleando a los sectores que expresaban alguna tibia resistencia a ello. Sin lugar para Altamira pero si para los aliados de Buzzi, Juez y Donda.

Una pena. En los últimas dos décadas el trotskismo –aún fragmentado- logró espacios institucionales. Le arrancó conquistas al estado en los barrios con la militancia del Polo Obrero o el Teresa Rodríguez por ejemplo, conquistó también, y administró, sectores de las universidades, mantuvo algunos espacios gremiales que poseía y obtuvo varias decenas de bancas con sus respectivos asesores a nivel nacional, provincial y municipal. Pero se enamoró de sus pálidos triunfos. Confunde una palanca con un cetro y no lo quiere soltar. Lo dijimos al comienzo. No se abandona con liviandad lo que se ha conquistado con esfuerzo, lo que está funcionando regularmente bien y lo que constituye un signo distintivo. Pero porque nuestra razón de ser, el motivo de nuestra existencia, es contribuir al final, a la demolición del sistema social capitalista es que convocamos a la militancia de izquierda a abandonar ese rumbo hacia el naufragio, y a construir una alternativa, clasista, socialista y revolucionaria. Comenzando otra vez si es necesario, porque eso es lo que proponemos a la sociedad al fin y al cabo: un nuevo comienzo, una nueva sociedad.


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