06.JUL.19 | Posta Porteña 2031

Partido Marxista, ¿Partido" de Combate"?

Por ASTARITA

 

Por estos días estuve leyendo documentos, que son públicos, de la discusión que se está desarrollando al interior del  Partido Obrero entre la mayoría de la dirección y la tendencia (o fracción) liderada por Jorge Altamira y Marcelo Ramal.

Rolando Astarita 3/07/19

Sin entrar a discutir las cuestiones más generales implicadas en el debate – que se relacionan con los análisis, política y estrategia del trotskismo – en esta nota quiero explicar mi diferencia con la idea, expresada en el documento de la mayoría de la dirección del PO, de que el partido marxista debe ser un partido “de combate”. Para ser más precisos en cuanto a lo que se quiere expresar, ese partido “de combate” se contrapone a “un grupo de propaganda”. Se trata de una concepción muy extendida en la militancia.

Pues bien, estoy en contra de esta idea. A fin de evitar falsas polémicas, aclaro que, por supuesto, el partido debe participar, y estar en primera fila, en las luchas de la clase obrera. Pero ese combate lo lleva adelante en tanto es parte de la lucha de la clase obrera contra la burguesía y su Estado. Y siendo consciente de que, mientras no tenga influencia en el movimiento de masas, el eje de su actividad es la agitación y la propaganda, además de la organización de los trabajadores que deciden adherir al partido. Para “bajarlo” a tierra: si hay una huelga, los militantes del partido participarán en ella con todas sus fuerzas, y el partido intentará extender el apoyo y la solidaridad entre el pueblo. Pero no es su función reemplazar a los obreros en huelga – por ejemplo, constituyendo los piquetes de huelga con sus militantes, en sustitución de la acción de clase. Como tampoco es su función sustituir a la clase obrera en sus enfrentamientos con el aparato de Estado, o con el gobierno de turno o alguna de sus instituciones.

Por eso, lo distintivo del partido marxista no es que sea el “más combativo”. Otros sectores también pueden estar en la primera fila de la lucha, por caso, en un combate por reivindicaciones sindicales. Por lo tanto, los trabajadores podrán comprobar, con su propia experiencia, que varios grupos – o sea, no solo los partidos marxistas - están dispuestos a luchar y jugarse en combates que pueden parecer “decisivos”

La cuestión es importante porque, después de todo, han existido, y existen, muchas organizaciones que han sido “de combate” (contra dictaduras militares, por ejemplo; o en defensa del nacionalismo) y no por ello han levantado un programa socialista.

Por caso, en América Latina muchas organizaciones armadas – indudablemente, “de combate” – terminaron apoyando, o incluso participando o encabezando (hay para todos los gustos) gobiernos burgueses. Subrayamos, por lo tanto, que el partido marxista se diferencia de este tipo de organizaciones por tener un programa, estrategia y política radicalmente distintos, basados en un enfoque teórico también radicalmente distinto.

Por eso Lenin decía que lo que distingue a un socialista de un buen sindicalista es que el primero no se limita a ser un buen luchador sindical, sino presenta algunas ideas más generales, y de mayor perspectiva (véase el célebre folleto ¿Qué hacer?)

Una idea que ya estaba presente en el Manifiesto comunista. En este texto, Marx y Engels escribían: “Los comunistas sólo se distinguen de los demás partidos proletarios en que, por una parte, en las diferentes luchas nacionales de los proletarios, destacan y hacen valer los intereses comunes a todo el proletariado, independientemente de la nacionalidad; y por otra parte, en que, en las diferentes fases de desarrollo por que pasa la lucha entre el proletariado y la burguesía, representan siempre los intereses del movimiento en su conjunto”. Precisemos que por “otros partidos obreros” Marx y Engels se referían a partidos [podía ser el cartismo inglés] que procuraban “la constitución de los proletarios en clase, derrocamiento de la dominación burguesa, conquista del poder político por el proletariado”. Observemos también que este criterio excluye la idea de que el partido educa a las masas desplegando acciones ejemplares de vanguardia.

Agitación y propaganda desde el mismo movimiento de masas

Lo planteado hasta aquí se combina con una concepción de intervención “desde adentro” del movimiento de masas. Marx expresó este criterio en una carta a Ruge, de septiembre de 1843: “No comparecemos ante el mundo en actitud doctrinaria, con un nuevo principio: ¡he aquí la verdad, postraos de hinojos ante ella!... No le diremos: desiste de tus luchas, es cosa necia; nosotros nos encargaremos de gritarle la verdadera consigna de lucha. Nos limitaremos a mostrarle por qué lucha, en verdad, y la conciencia es algo que tendrá necesariamente que asimilarse, aunque no quiera”

Dados los “usos y costumbres” en la izquierda argentina, resalto el rechazo de Marx a “gritarle a las masas la verdadera consigna de lucha”, y su énfasis en explicar “por qué se lucha”. Una idea que conecta con qué se entiende por “agitación”.

Por lo general, hoy se entiende por agitación repetir machaconamente algunas consignas (del tipo “Fuera Macri y el FMI”; “Huelga general”; “No pagar la deuda” y similares). Pero la agitación, tal como se entendía en la tradición socialista no era eso, sino explicar a las masas, de manera accesible y sencilla, una o dos ideas (en tanto la propaganda consiste en explicar un conjunto de ideas a pocos)

Por eso Lenin decía que la agitación era un arte. Un caso ejemplar de ese arte fue la tarea, emprendida por miles de militantes en los meses que siguieron al triunfo de la Revolución de Febrero de 1917, de explicar a las masas que todo el poder debía pasar a los soviets. Es muy significativo, por otra parte, que en aquella ocasión hubo críticas a Lenin porque el eje de la actividad revolucionaria había pasado a ser una “mera tarea de propaganda”  – explicar a muchos que el poder debía pasar a los soviets.

Señalo además que en todo este asunto existe algo bastante curioso: si bien se habla con desprecio de la propaganda – el cargo frecuente de “lo suyo es propagandismo” -, en la práctica la actividad central de los partidos de izquierda es hacer una suerte de “agitación – propaganda” a través de consignas. Esto incluso aparece con claridad en el documento de la dirección del PO al que he hecho referencia. En el mismo se contrapone la actividad del “grupo de propaganda” – donde un dirigente “da charlas” – a la actividad de reclutar obreros “por una combinación de agitación, propaganda y organización revolucionaria”. Pero si agitación es explicar pocas cosas a muchos, y propaganda es explicar muchas cosas a pocos, se puede entender que el eje de actividad sigue siendo, básicamente, el mismo. Y se supone que tanto el militante que se concentra en la propaganda, como el que se dedica a la agitación, buscará ganar obreros a su organización.

El eje hoy es explicar 

Que el eje de los partidos de izquierda es la agitación y propaganda se hace incluso más claro durante las campañas electorales. Cuando los candidatos del FIT van a los medios y explican que la deuda no se puede pagar; o que suspendiendo tres meses el pago de la deuda se puede acabar con el hambre en Argentina; o que hace falta un gobierno de los trabajadores, están haciendo propaganda (o tal vez agitación, en el sentido dicho por Lenin; no hay divisiones tajantes entre propaganda y agitación). Lo mismo hace el militante que pasa la prensa de su partido, y trata de ganar votantes, o fiscales de mesa, o militantes, para su organización.

El centro de su actividad es explicar. Si a eso le quieren llamar “combate”, pues está muy bien, pero hay que tener presente la diferencia con “el combate” de cualquier otra organización “combativa” de vanguardia, de tipo nacionalista, o pequeñoburguesa radical, etcétera. El combate del marxista es uno en el cual entran en juego sus reservas teóricas para enfrentar las objeciones que le hacen los ideólogos y políticos de los partidos burgueses, o pequeñoburgueses (y en este respecto, habría que evitar enviar a los medios representantes que pueden ser simpáticos, pero son analfabetos en teoría marxista)

Por otra parte, la idea de que las masas trabajadoras avanzan hacia la conciencia socialista porque un grupo les grita, una y otra vez, una frase-consigna, no tiene fundamento alguno. Nunca resultó así el asunto; al menos, nunca bajo condiciones de dominio del capital (como ocurre ahora en Argentina)

Más aún, los mismos que conciben la agitación como repetición monótona de una o dos consignas, se ven obligados a explicar y desarrollar argumentos cuando son interpelados por los críticos. Por eso subrayo: agitar, en el sentido de la tradición socialista, siempre consistió en explicar ideas. Incluso las manifestaciones callejeras realizadas con militantes de izquierda cumplen, objetivamente, la función de llamar la atención sobre algún mal, o difundir alguna demanda que, se espera, sea asumida por las masas. Lo cual siempre deberá ir acompañado de explicaciones.

Para terminar, un recuerdo personal sobre el que he pensado muchas veces desde que rompí con la idea de que basta repetir insistentemente consignas “movilizadoras” para hacer progresar el programa y la política socialista. El recuerdo es de mi abuelo paterno. Educado en las viejas tradiciones del socialismo, rompió con el Partido Socialista argentino cuando no quiso afiliarse a la Tercera Internacional; sin embargo, no adhirió al Partido Comunista por no coincidir con sus métodos, a los que consideraba demasiado burocráticos y personalistas. Pues bien, mi abuelo insistía en la necesidad de explicar a los trabajadores, de manera sencilla, qué era la explotación capitalista. En su opinión, era la clave para que los trabajadores (al menos, los de vanguardia) rompieran ideológicamente con el sistema. Y agregaba que “la tarea es estudiar, propagandizar, organizar”. El tema es que muchos años más  tarde encontré que esa fórmula la proponía Lenin, cuando sintetizaba la tarea de la militancia en períodos de dominio más o menos normal de la burguesía. Y Lenin, a su vez, la tomaba de Liebknecht, el revolucionario alemán. Con lo que me di cuenta de que era una idea que recorría la Segunda Internacional, orientada por Engels. Era el verdadero “combate” del militante marxista: estudiar, propagandizar, organizar


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