05.AGO.19 | Posta Porteña 2039

"Telar de la abundancia" y fetichismo del dinero

Por ASTARITA

 

Por estos días está en la primera plana de los medios de comunicación en Argentina el llamado “telar de la abundancia”. Se trata, en esencia, de la conocida estafa “a lo Ponzi”. Recordemos que Carlo Ponzi fue un italiano que, en los 1920, organizó una pirámide financiera fraudulenta en Estados Unidos. Básicamente, consistía en pagar altos intereses a inversores con el dinero de nuevos inversores. Como no podía ser de otra manera, la pirámide quebró, afectando a miles de personas.

Rolando Astarita 3/8/19

 

El caso que nos ocupa es, de contenido, el mismo: una persona empieza la cadena convocando a otras dos; estas dos, convocan a otras cuatro; estas cuatro, a otras ocho, completando un grupo. Las ocho últimas ponen dinero, en forma de “regalo”, que se lo lleva la iniciadora. Para que estas últimas pongan el dinero, se las convence de que a su vez serán recompensados con una fuerte ganancia; todo es cuestión de saber esperar, se les dice. La persona que ha recibido el dinero se retira, y las dos que le siguen pasan a estar, cada una en el centro de un grupo, que debe conseguir nuevos aportantes. En consecuencia, cada vez hay que conseguir más aportantes. Finalmente, la rueda se quiebra. La única diferencia con otras estafas similares, ocurridas en Argentina y otros lugares del mundo, es que en este caso el asunto se disfrazó de feminismo. Así se afirmó que el Telar empoderaba a las mujeres “que se regalan dinero para cumplir sus sueños”.

Dos reflexiones. En primer lugar, señalo que en Argentina existe un gigantesco e institucionalizado esquema Ponzi, a saber, la deuda pública.

Como planteé en otras notas (aquí, aquí), el gobierno paga intereses de deuda contrayendo deuda. Un mecanismo insostenible en el mediano o largo plazo, que va a desembocar en nuevos defaults y quiebras; y más crisis y empobrecimiento de las masas trabajadoras.

Pero en segundo término, y tal vez más fundamental, es dable preguntarse qué tipo de sociedad es esta en la que puede generarse una masiva creencia en que, por el simple cambio de manos del dinero, este puede multiplicarse, generando riqueza para todos. La respuesta de Marx: se trata del fetichismo del dinero –que a su vez deriva del fetichismo de la mercancía. Como es conocido, el fetichismo consiste en asignarle a algo propiedades que en sí no tiene. En este caso, se le asigna al dinero la propiedad de, en tanto cosa, de generar dinero. Algo que lo vemos, por ejemplo, en la persona que nos dice “puse un dinero a trabajar”.

Aunque no sea plenamente consciente del asunto, lo que está haciendo ese individuo es atribuirle a una cosa –el dinero- una propiedad que, en el fondo, es social. Esto es, que está relacionada con los seres humanos y su actividad.

Es que si el dinero está rindiendo intereses, alguien, o algunos, están produciendo ese valor con actividad productiva.

No hay manera de que el dinero, por sí, genere dinero.

Sin embargo, la relación esencial (seres humanos que trabajan y generan valor) no aparece en la superficie. Por eso Marx dice que si bien el interés representa la simple posesión de capital, que enfrenta al trabajo asalariado, lo hace como si no tuviera relación con el trabajo (véase Teorías de la plusvalía, p. 409, t. 3, ed. Cartago). Es que en la forma “dinero que da dinero” (D – D’), queda borrada la esencia del capital, que no es otra que la explotación del trabajo. Subrayamos: una relación entre seres humanos, adopta la forma mistificada de una relación de una cosa, dinero, consigo misma.

En este respecto, escribe Marx: “El capital aparece como la fuente misteriosa y autogeneradora del interés, de su propia multiplicación. La cosa (dinero, mercancía, valor) ya es capital como mera cosa; y el capital se manifiesta como mera cosa… (…) En el capital que devenga interés… ese fetiche automático – el valor que se valoriza a sí mismo, el dinero que incuba dinero – se halla cristalizada en forma pura, en una forma en la que ya no presenta los estigmas de su origen. La relación social se halla consumada como relación de una cosa, del dinero, consigo mismo. En lugar de la transformación real de dinero en capital, solo se presenta aquí en su forma carente de contenido” (p. 500, t. 3, El Capital, ed. Siglo XXI). Y un poco más adelante: “En D – D’ tenemos la forma no conceptual del capital, la inversión y cosificación suprema: la figura que devenga interés, la figura simple del capital… capacidad del dinero… de valorizar su propio valor, independientemente de la producción; mistificación del capital en su forma más estridente” (ibíd., p. 501).

Volviendo al “Telar de la abundancia”, y los esquemas Ponzi en general, es claro que llevan la mistificación todavía a un nivel más elevado de la que encontramos en el capital a interés. Pero solo es un tema de grado. El fondo del asunto es una sociedad en la cual las relaciones entre los seres humanos están cosificadas, esto es, mediadas por cosas. Mediadas, inevitablemente en tanto se mantengan las actuales relaciones de producción, por el dinero, la mercancía, el capital. Es la base social, material, para que, una y otra vez – existe una larga saga – reaparezcan estas “cadenas de la generación fetichista de la riqueza”. Que además, en el caso que nos ocupa, se ha presentado como “empoderamiento de la mujer”, “cadena de solidaridad” y “dinero que fluye para cumplir nuestros sueños”

Esto es, el extremo de la cosificación, encubierto por una cínica sanata que se pretende humanista, y hasta liberadora


Comunicate