En los espacios de la Parroquia Universitaria de la UCV, de Caracas se inició el 8/8/19 el ciclo de foros «Las izquierdas en el futuro de Venezuela» Estuvieron como ponentes: Margarita López Maya, Anaís López, Humberto Decarli y Sergio Sánchez.
Esta es la ponencia presentada por Humberto Decarli
Prima facie, es interesante hacer notar el desgaste sufrido por el vocablo izquierda, en la actualidad carente de su connotación prístina. Es un enfoque eurocéntrico para distinguir a los conservadores y renovadores de una sociedad. El sustantivo se empleó en el contexto de la Revolución Francesa en su Asamblea Nacional cuando se sentaban a la siniestra los jacobinos y a la derecha los moderados. Es significativo que el jacobinismo terminó con el golpe del Directorio cuando el Thermidor francés y concluyó con Napoleón Bonaparte y su imperio. El autoritarismo de una rivera termina en la otra pero son similares si no iguales
Si ubicamos con esa denominación a quienes venían ejerciendo la política como una extensión de la cancillería soviética y del Comintern, vemos que comprende a una gama de tendencias con una teleología, la toma del poder absoluta para llevar a cabo la revolución. Se traducía en un estremecimiento social desde donde se transformaría la sociedad en especial el leit motiv del marxismo, la lucha de clases, el desarrollo de las fuerzas productivas, materializar un nuevo modo de producción y luego, la alteración mecánica de la llamada superestructura, los epifenómenos de la cultura, el pensamiento, la religión, el derecho, la historia y demás materias de la ideología.
Pensadores como Norberto Bobbio han sostenido que es una categoría histórica, no ontológica. Los comunistas durante la perestroika eran los conservadores y los renovadores quienes aspiraban la flexibilidad del poder. En todo caso, la esencia de la discusión gravita en circunscribir el problema de la transformación social a la captura del aparato de dominación, el Estado, así como todas las manifestaciones derivadas de la sutilidad de la opresión, verbigracia, el neolenguaje, el control de los medios de difusión, las prácticas sociales, los planos de inmanencia, la simbología y demás artilugios presentes en la cotidianidad, lo que Michael Foucault denominó la microfísica del poder en los cuarteles, las escuelas, las cárceles, los hospitales e incluso la relación machista entre el hombre y la mujer.
Posterior a la caída de la dictadura perezjimenista se instala un modelo democrático representativo en el país y la denominada izquierda asume una actitud variable.
En primer lugar, llamó a la calma mediante discurso en la radio de Gustavo Machado contradiciendo las actividades del “hombre de la chaqueta negra”, Diógenes Caballero, quien pretendió desafiar a los partidos en el sector del 23 de enero caraqueño. Siguió el proceso de segregación de los comunistas por parte del nuevo presidente, Rómulo Betancourt, y su coalición materializando el pacto de Nueva York o de Puntofijo, bajo el efugio de ser expresión del estalinismo, imposible de compartir el mandato por ser de una naturaleza distinta. Sectores estudiantiles e intelectuales, seducidos emocionalmente por el triunfo de los “barbudos” en Cuba, se fueron a las montañas en pequeñas vanguardias como el Triángulo Negro, el F.U.L. y el Direve, y después arrastraron a los dos partidos de izquierda, el PCV y el MIR, además de sectores de URD, para incursionar en el aventurerismo castrense y después en el foquismo guerrillero en las áreas del campo nacional. Derrotada la insurgencia, crónica de una muerte anunciada por la provocación betancourista con fines de galvanizar las fuerzas armadas de formación golpista demostrando su macartismo ostensible, sobreviene la desmoralización con resultados electorales y organizativos irrisorios.
Los partidos de izquierda hicieron vida parlamentaria, se incorporaron al clientelismo político y en áreas sindicales y gremiales se comportaron similarmente a los partidos del estatus.
Muchos sectores de la izquierda en América Latina manifiestan recurrentemente sus simpatías por el régimen venezolano. Son expresiones de solidaridad automática en una disyuntiva donde se inclinan, a su juicio, por el mal menor. Experiencias nacionalistas enfrentadas a los Estados Unidos deben ser apoyadas porque a fin de cuentas, ejercen la orientación de la siniestra del espectro político colegida del final de la guerra fría. Sucedáneo al browderismo se asumió la ocupación de un espacio dentro de la confrontación Este-oeste al lado del bloque soviético, haciendo abstracción de la naturaleza totalitaria del socialismo real
Al concluir la segunda guerra hubo la distribución del poder en el mundo efectuado en la conferencia de Yalta. Stalin liderizó el sector socialista y su brazo ejecutor como lo fue el Kominform. Dirigió al movimiento comunista internacional desde Moscú y los partidos proletarios fueron un apéndice de las directrices soviéticas y auxiliares de sus embajadas en todo el mundo. América Latina no fue la excepción, los comunistas cerraron filas con el estalinismo y el primero de enero de 1959 unos guerrilleros barbudos tomaron el poder en La Habana derrocando al dictador Fulgencio Baptista. Fue la oportunidad del bloque socialista de tener un país bajo su control en esta zona apenas a noventa millas de los Estados Unidos. Sin embargo, los antillanos aspiraban elaborar proyectos propios y de allí la celebración de la Tricontinental con un organismo encargado de coordinar los movimientos guerrilleros de África, Asia y Latinoamérica, denominada OSPAAL.
Promovieron la lucha armada para acceder al poder en casi todas las naciones excepto en Chile donde ganaron una elección posteriormente enervada por el golpe de Estado de septiembre de 1973. En general las insurgencias fueron derrotadas debido al foquismo y el vanguardismo, amén de la asesoría represiva de los Estados Unidos a través de la Escuela de las Américas y el auxilio financiero por intermedio del programa social denominado Alianza para el progreso, destinado a quebrar conflictos sociales existentes y potenciales.
El castrismo se consolidó como una referencia leninista así como el guevarismo. Fidel Castro y el Che Guevara fueron los líderes simbólicos de las formaciones armadas aunque el argentino fue sacrificado por los soviéticos y se inmoló en Bolivia. El resto de la izquierda, el trotskismo, el maoísmo y el anarquismo apenas si presentaron alguna figuración. Los seguidores de la IV Internacional estuvieron activos en Guatemala bajo el liderazgo de Yon Sosa, en Perú con Hugo Blanco y en el ERP argentino cuya cabeza fue Roberto Santucho. Los maoístas hicieron acto de presencia en Perú con Sendero Luminoso y en Colombia con el EPL. Hubo un denominador común en sus resultados: la represión militar y policial los derrotó y los barrió. En movimiento ácrata, aparte de su aporte en Argentina y Perú no tuvo una connotación e incluso en Cuba fueron perseguidos. Se vio influenciado por los exiliados de la revolución española y de otros europeos como los italianos.
Finalizada la pugna significada por el combate Estados Unidos versus la Unión Soviética a muchos revolucionarios les ocurrió un black out. Se les perdió el significante del martillo y la hoz y quedaron realmente huérfanos de ideología porque se había derrumbado sin disparar ningún tiro el país donde se materializó los postulados del marxismo, demostrando que un modelo económico, social y político basado en el autoritarismo era inviable.
No obstante, en el hemisferio occidental los restos de esa izquierda a la deriva asumieron posiciones. Algunos, los influenciados por el eurocomunismo como el MAS de Venezuela, se dirigieron a actividades ya alcanzadas por la socialdemocracia hacía mucho tiempo cuando se produjo la división de la II Internacional. Grupos guerrilleros siguieron empleando la violencia como las FARC y el ELN en Colombia pero otros apelaron a la participación en los procesos electorales dado el fracaso de los partidos tradicionales en varias naciones.
Así se crea el Foro de Sao Paulo donde convergen quienes, aun sosteniendo tesis estalinistas, creían en salidas diferentes dando un tratamiento distinto al Estado y a las fuerzas armadas aprovechando las derrotas de la derecha en varias naciones. El resultado fue exitoso comenzando por Venezuela, luego Bolivia, Ecuador, Brasil, El Salvador y Nicaragua con eco en Chile, Paraguay, Argentina y Uruguay. El auge de esta clase de movimiento se da por varios motivos.
Primero, la ineficacia de las organizaciones socialdemócratas y socialcristianas en la zona, generando un vacío a llenar; segundo, la expansión económica generada por la subida de los precios de las materias primas, producidas esencialmente en economías primarias como las nuestras; tercero, el clientelismo político nacional e internacional inferido de los precios petroleros y la minería; cuarto, el empleo de un discurso radical y de cambio, atractivo para las grandes mayorías para encubrir sus verdaderas finalidades.
El apogeo de la izquierda monitoreada por Cuba se ha estancado e incluso es regresiva. La defenestración de Lula por negocios indebidos, la derrota electoral de la FARC y Gustavo Petro en Colombia, el surgimiento de Lenin Moreno en Ecuador liquidando a Correa, la victoria de Sebastián Piñera en Chile, el triunfo de Abdo Benítez en Paraguay, y la derrota electoral del Frente Farabundo Martí en El Salvador a manos de un disidente, Nayib Kalule, constituyen entre otros casos, la debacle del Foro de Sao Paulo.
Apenas si en México el pragmático López Obrador y Tabaré Vásquez en Uruguay se han sumado, con ciertas resistencias, a tal sitio de confluencia. El régimen atávico cubano, Nicaragua y Bolivia, son quienes se mantienen gobernando con el estilo izquierdoso. Pero la crisis económica deducida de la baja de los precios de las materias primas, el desastre petrolero venezolano que ejercía el subsidio clientelar con su chequera y la desbandada moral de Brasil, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Chile, son los factores que determinan la caída de esta clase de gobierno.
Estas experiencias tienen un basamento ideológico bien abigarrado. Ante el descenso del marxismo en todas sus variantes (castrismo, guevarismo, estalinismo, leninismo, trotskismo, albaneses y maoísmo), emergen transversalmente ideas nacionalistas, étnicas, religiosas e históricas como reemplazos.
Esos espacios deteriorados por el fracaso se pueden llenar con planteamientos de esas etiquetas. Y eso es lo ocurrido en la izquierda de América Latina, especialmente en Venezuela.
El chavismo es un pastiche ideológico donde convergen una mirada reaccionaria, mítica y épica de la historia venezolana, un culto a la personalidad del líder, el estímulo del concepto de patria, el empleo de ideas de Marx, Lenin, el Che Guevara y Fidel Castro mezcladas con el peronismo, el nacionalismo militarista y el neofascismo, el incentivo del resentimiento social, la promoción de valores conservadores propios de nuestros planos de inmanencia, el autoritarismo acompañado de un neolenguaje limitado para racionalizar contenidos, y en general, una concepción muy pedestre del mundo contemporáneo.
Una mirada detenida en la historia: la izquierda furgón de cola del militarismo
El llamado “proceso” venezolano no es otra cosa que un conjunto de pasos del populismo con soporte financiero llegando a su fin por la baja de los precios del crudo además de la escasa producción de PDVSA y la ausencia de liderazgo después del fallecimiento de Chávez.
En todos los órdenes ha habido una verdadera regresión hacia estadios lejanos convirtiendo a Venezuela en un erial llenado con aguas de sentinas de la corrupción, del narcotráfico, de actividades delictivas internacionales y de vinculación con regímenes dictatoriales.
Es una de las tantas especies del totalitarismo con una ingente capacidad destructiva, quizá parecida a la de los Jemeres rojos en Camboya, lo cual es bastante decir. Esa izquierda huérfana de ideas y de identidad cuyo paraíso se desmoronó con la caída del muro de Berlín consiguió en la trayectoria militarista autoritaria de la región su señal de salvación.
Además, el pasado de lucha se trata de mimetizar con la gestión madurista para darle un soporte racionalizador al despotismo implícito en las políticas del Estado venezolano. Existen distintas orientaciones de los llamados revolucionarios de respaldo al bolivarianismo.
Por supuestos, todas las versiones del estalinismo y el marxismo leninismo. Asimismo, sectores sobrevivientes del maoísmo y algunas ramas del fraccionado trotskismo, al nivel internacional con la fuerza dirigida por el británico Alan Wood y en lo interno los representantes de esa tendencia, amén de que Marea Socialista y el portal Aporrea se declaran chavistas no maduristas. Incluso, grupos plataformistas en Colombia, Chile, Perú y Uruguay, no tienen empachos en defender la administración venezolana.
Igualmente algunos intelectuales europeos todavía se identifican con el régimen, como Ignacio Ramonet y Eric Toussaint y de esta zona Atilio Borón, Adolfo Pérez Esquivel, Teothonio Dos Santos y Frei Betto, sempiternos defensores incondicionales de esa expresión política.
El dogmatismo es la explicación del por qué todavía existan fuerzas, autodenominadas de izquierda, apoyando a un esquema político oprobioso como el venezolano.
Es autoritario, militarista, ineficaz, violador de los derechos humanos, practicante de un genocidio sistemático contra la población, con políticas económicas y sociales generadoras de pobreza, hiperinflación, recesión, escasez, desabastecimiento, hambre, desempleo y múltiples asuntos donde se ha involucionado al país.
Conforma una postura conservadora de la sociedad tendiente, en el caso venezolano, a seguir la saga del militarismo iniciada con el proceso de independencia, refundada en el siglo veinte por Juan Vicente Gómez y apuntalada por el mesianismo militar de inicios del actual siglo. Son atributos bien conocidos y probados que delatan al chavomadurismo como una manifestación dictatorial sin lugar a dudas y además, es un cartabón conservador en materia política, social, económica y cultural. Asimismo, la otrora chequera petrolera era algo muy atractivo para quienes les gusta la praxis clientelar de la política.
Ahora que se encuentra al descubierto y en una fase de implosión por el agujero negro donde se encuentra el país, aún existen sectores cercanos al chavismo haciendo tangible actos de fe propios de convicciones y no de razones. Son las paradojas que manifiestan la asimetría en la cual se desenvuelve el devenir político de la región.
Pero hay algo rigurosamente cierto: ante la frustración de la caída del muro de Berlín la izquierda no le ha quedado otra opción que seguir los lineamientos de un modelo autoritario donde se absolutiza el poder en manos de una cúpula aberrante
Una visión en perspectiva partiendo de la premisa del derrumbe de la experiencia militarista y populista significada por el chavismo, sería preguntarse si los sectores renovadores de la sociedad piensan hacia adelante, hacia el futuro o se limitan a reproducir cartabones manidos como es la simbiosis de nacionalismo, corporativismo, con castrismo-guevarismo así como la repetición del clientelismo de la democracia formal. Hasta ahora ha sido una extensión del liderazgo neofascista para poder compartir cuotas de poder pero también son corifeos de una oposición ineficaz.
De lo que se trata es independizar el criterio, romper con la recurrente tesis de la unión cívico-militar para decantarse por un devenir de autonomía social. No estar atrapado entre las ideas delirantes del chavismo pero tampoco con las concepciones neoliberales que encierran a los humanos en modelos matemáticos macroeconómico y cuya alfa y omega es la mano invisible del mercado en un enfoque economicista y por ende, determinista. Se ha de presionar para estimular los mecanismos de democracia directa, en la calle, en las bases, en la sociedad y en los artilugios tecnológicos capaces de permitir una participación instantánea. Proponer nuevas formas de participación social, política y cultural, prescindiendo del clientelismo pedestre que ha ahogado al país.
En el plano económico, distanciarse del rentismo y el extractivismo, superar la enfermedad holandesa o la maldición de la minería. Incursionar en zonas industriales del futuro, en ciencia, tecnología y efectuar una fuerte inversión en educación. Hacer lo contrario de las imposiciones de los factores mundiales de poder en el sentido de circunscribirnos a ser meros productores de materia prima, como el petróleo, lo cual ha sido una constante de los países de América Latina, donde las élites han alcanzado un contubernio con esos agentes dominantes.
En el social el combate contra el racismo, luchar por la igualdad de género, el respeto a las manifestaciones sexuales alternativas, una visión alimentaria diferentes como el vegetarianismo, la defensa de los derechos de los animales, una justa distribución de los bienes y servicios en la población con base en criterios científicos, enfrentar al machismo y la misoginia propios de la cultura hispánica potenciada en el tiempo republicano.
En ámbito político, destruir el culto a la personalidad y el caudillaje porque son expresiones del autoritarismo más ramplón y liquidan la discusión, pasando la gente a ejecutar las órdenes del Big Brother.
Desbaratar la concentración de poder permitiendo la autonomía a instancias locales y regionales incluyendo la creación tributaria progresiva y además, la asunción de contratación exterior como se dio en Brasil con algunos estados en una muestra de real federalismo. Una fuerza renovadora trataría de coadyuvar en la panacea para la catástrofe nacional la cual pasa por la salida del gobierno del chavomadurismo mediante diferentes formas de lucha. No se debe repetir las experiencias anteriores, vale decir, colocar como una meta el paso al costado del gobierno para buscar desesperadamente un reemplazo.
Chávez encarnó en el pasado la figura para reemplazar al puntofijismo en agonía y el resultado fue una escogencia peor como los hechos así lo confirman categóricamente. El militarismo no es la solución para un país con un urgente requerimiento de institucionalidad democrática y un cambio absoluto de rumbo en la conducción de Venezuela.
Se debe partir de la premisa de la dificultad creada por todas las experiencias de nuestra historia, plagada de autoritarismo, montoneras, arbitrariedades y dominio de los administradores de la violencia del Estado sobre la sociedad venezolana.
Habrá que marcar una senda con una discursividad fundada en la libertad y en la democracia, amén del fortalecimiento de las instituciones demasiado frágiles ante el funcionariado dominante como lo corroboran los resultados.
Después de la guerra civil por la independencia entre una población oprimida que defendía los intereses de Fernando VII Rey de España en contra de los criollos quienes gobernaban en los cabildos y pretendían liberarse de la tutela de la monarquía española, surgieron las guerras civiles más atroces que la primera por el control del continente de la América hispana y Venezuela no escapó de tal situación.
El militarismo surge, en Venezuela, después de la pérdida de la primera república encabezada por el General. Bolívar, donde los civiles estaban doblegados mientras solamente los generales eran los protagonistas.
El mundo de desarrollo sostenido avanza en el proceso denominado Cuarta Revolución Industrial donde la inteligencia artificial, los algoritmos y la automatización de la producción y el consumo, el tren bala levitador, los vehículos eléctricos sin conductor, vienen reemplazando al estadio de la Tercera Revolución, caracterizada por la redes informáticas, las computadores y los teléfonos celulares.
Pues bien, la Venezuela “potencia” y con las reservas petroleras más grandes del mundo, está ajena a todo el precedente avance de progreso a pesar de haber transitado cinco enormes bonanzas económicas y financieras. La de 1918 gracias al café y el cacao cuyos precios se elevaron al infinito por la Gran Guerra, la de 1927 cuando por primera vez se comenzó a exportar el oro negro como fuente energética, las de 1973 y 1978 por la subida de precios del barril de crudo consecuencia de la guerra del Yonkipur y la de Irak e Irán, respectivamente; y la última en este siglo por diferentes factores capaces de haber elevado considerablemente el valor de los hidrocarburos.
La clase política venezolana ha demostrado no tener sentido del país al despilfarrar las mencionadas cinco situaciones que otorgaban al Estado venezolano la disponibilidad para hacer las inversiones necesarias con miras a industrializar al país, desarrollar la industria petroquímica y en general, incorporarnos al despegue hacia niveles superiores para elevar la calidad de vida de nuestra población al resolver los problemas básicos, de vivienda, educación, salud, seguridad social y servicios.
Las cúpulas, en las cuales estaba integrada la autodenominada izquierda, se limitaron a despilfarrar y apropiarse del excedente petrolero y hacer un coro de cumplimiento de los planes de los factores mundiales de poder que consideran a Venezuela como un mero proveedor de materia prima para la economía internacional que ellos controlan.
Gómez, Pérez Jiménez, el puntofijismo y el chavomadurismo fueron los ejecutores de los designios antes señalados. Incluso, muchas transnacionales energéticas están apoyando a la dictadura nacional porque hay coincidencia de intereses.