LA HISTORIA NO CONTADA DE LOS TUPAMAROS DE URUGUAY Montevideo, Uruguay: Planeta, abril de 2015
Así la presentaron en su momento; Héctor Amodio Pérez hace su cometario que a partir de ahora iremos publicando en distintas entregas, esta es la tercera
Brum: Los comunistas miraban con ojos interesados no solamente a estos rivales políticos, sino también a los neófitos del MLN. Las relaciones entre el PCU y los Tupamaros siempre fueron especiales. Cada uno veía al otro como un compañero de viaje con la estrategia incorrecta: uno equivocado por tener una perspectiva demasiado anticuada y el otro por la razón inversa. Los tupamaros llamaban a los comunistas “bolches”, con referencia a la identidad fuertemente prosoviética (o probolchevique) del partido. Los comunistas, por su parte, llamaban a los tupamaros “ultras” por “ultra radicales”, culpables de un aventurismo infantil.
En 1967, durante el año de pausa del MLN, emergió el dato de que la leyenda viviente Ernesto Guevara se dirigía a Bolivia para encender las turbinas de una insurgencia que derrocara la dictadura militar que gobernaba desde La Paz. Puesto que esto coincidió con el descalabro del MLN posterior al ataque fallido a FUNSA, los comunistas ofrecieron a los tupamaros un pacto: los ayudarían a huir de Uruguay, lejos de la persecución policial, y así tendrían la oportunidad de unirse a Guevara en Bolivia. Los Tupamaros rechazaron esta oferta. Patria para nadie, Pablo Brum pág. 92
Amodio: El ofrecimiento para participar en la guerrilla del Che provino de forma simultánea de parte de Ariel Collazo y del partido Comunista, en la persona de su secretario general, Rodney Arismendi. Ambas ofertas se descartaron, siendo una de las razones el convencimiento de que ambas ofertas tenían el interés de alejar al MLN de Uruguay y favorecer la política de la URSS y de los mismos cubanos de no enrarecer demasiado la situación política uruguaya.
La excepción la constituyó Hebert Mejías Collazo, quien finalmente también rehusó el ofrecimiento. Pero nunca existió el pacto que Pablo Brum menciona.
Brum: Los Tupamaros, observando cuidadosamente los múltiples disturbios y protestas de 1968 desde sus nuevos “locales”, decidieron que era el momento de golpear otra vez. Si no lo hacían, quizá el momento de la revolución llegaría, siguiera de largo y los dejara atrás. Uno de los principales blancos de las debilitantes huelgas de los sindicatos era UTE, la empresa de energía y telecomunicaciones de propiedad estatal fundada por José Batlle y Ordóñez a principios de siglo. El presidente de la compañía se llamaba Ulysses Pereira Reverbel; era amigo personal y aliado político del presidente Pacheco. Se trataba de un hombre universalmente mal visto, a quien se lo observaba en fiestas nocturnas y en incidentes rompehuelgas. Pereira Reverbel tenía hasta un asesinato en su pasado, por el cual solo había estado seis meses en prisión.
Los tupamaros decidieron que secuestrarían al presidente de UTE y pedirían como rescate que la empresa hiciera concesiones a sus empleados en huelga. El nombre en clave de la operación y de Pereira Reverbel como blanco fue “Pajarito”. La víctima sería secuestrada al salir de su apartamento en la rambla costera de Montevideo, en el momento de dirigirse al vehículo estatal que le llevaba a UTE todas las mañanas. El coche tenía dos hombres asignados: un conductor llamado Nicolás Galdós y un secretario llamado Miguel Rey. Una operación en la rambla de Montevideo era riesgosa pero posible; muchas cosas podían salir mal. Los tupamaros practicaron el ataque tantas veces que quien hacía de Pajarito terminaba normalmente con golpes y moretones
La mañana de la operación, Julio Marenales -al mando, disfrazado de policía- se acercó al blanco en el momento en que caminaba de la puerta de su edificio al automóvil estacionado. Con la ayuda de Mujica, quien cumplía el papel de un civil a quien Marenales había intentado “arrestar” momentos antes, redujo al importante político mientras los otros tupamaros se materializaban para ocuparse de los asistentes de Pereira. Según la narración oficial del MLN, mientras sus asistentes se resistían, “el “pajarito” permanece quietecito, inundando la escena con un penetrante perfume’
Se intercambiaron golpes mientras Marenales y Mujica reducían a Pereira y forcejeaban para meterlo en el asiento de atrás de su vehículo. El conductor designado del MLN lo abordó inmediatamente e intentó comenzar el escape, pero Rey se metió dentro del coche para rescatar a su jefe. Para sacarlo, Mujica le disparó a quemarropa en el hombro. Una vez que el vehículo arrancó, el conductor Galdós -a quien le habían disparado en la mano- se adueñó de un automóvil para perseguir a los tupamaros. Momentos después, el vehículo de apoyo de estos golpeó al de Galdós de costado y con un despliegue visual de su poder de fuego lo intimidó a que abandonara la persecución.
Durante el escape, el tupamaro con mayor experiencia en primeros auxilios, el doctor Ismael Bassini, le inyectó a Pereira fuertes sedantes. Bassini repitió el proceso dos veces, ya que Pereira estaba lleno de adrenalina y hacía el viaje insoportable. Sin embargo, las dosis fueron excesivas y ocurrió lo opuesto: el rehén pasó a un estado convulsivo de shock, vomitó sobre sí mismo y sobre el coche y rápidamente adoptó un color violeta. Bassini no tuvo más opción que asistirlo, tirando de su lengua y dándole asistencia respiratoria boca a boca. La historia oficial del MLN destaca la supuesta valentía de este acto, ya que Pereira acababa de vomitar, pero omite que fueron las acciones de los propios tupamaros las que casi matan a su víctima.
Pereira fue retenido como rehén durante algunos días. Al oír de boca de sus captores enmascarados la veraz acusación de que había asesinado a un joven unos años antes, supuestamente lloró. Su improvisada celda estaba cubierta completamente de periódicos e intervenida en secreto con un equipo de grabación de sonido. A Pereira se lo obligó a cumplir sus necesidades humanas básicas delante de sus guardias.
Además, los tupamaros se burlaron específicamente de su homosexualidad durante su “estadía” con ellos y, para mayor humillación en esa época, la hicieron conocer. Las versiones del MLN de la operación colocan referencias constantes a los modales de Pereira, a su tono de voz, a su elección de palabras y así sucesivamente para pintar la imagen de un “marica”: “Normalmente modosito, siempre, en ese momento y por unos minutos su voz y sus modos son los de una mujer, los de una vieja enfurecida al borde de la histeria”
Un allanamiento, que se realizó sin autorización judicial, entró en las instalaciones de la Universidad, lo cual terminó en una “batalla campal” con los estudiantes. Al final, Pereira Reverbel fue liberado tras cinco días de cautiverio porque el MLN se dio cuenta de que no lo podía retener indefinidamente. Los Tupamaros no tenían –todavía- una estructura adecuada para tener rehenes por períodos prolongados. Sin embargo, la operación dominó los titulares, llegó a la prensa internacional y presentó a un gran segmento de la población el nombre Tupamaros. Era un adelanto de lo que vendría después. Patria para nadie, Pablo Brum págs. 94-97.
Amodio: Cuando se planteó el secuestro, entendí que el objetivo y el momento eran los adecuados, pero que el MLN no contaba con condiciones de seguridad suficientes. Mi opinión fue discutida pero no conté con ningún apoyo. Sin embargo, pocos días después nos vimos obligados a liberarlo, ya que la policía estuvo “rastrillando” en zonas cercanas al local donde Pereira estaba secuestrado. A punto estuvo de evacuarse Marquetalia, local desde donde se montó el operativo.
En La leyenda de los tupamaros, de Rolando Sasso se dice que Pereira Reverbel estuvo recluido en una chacra de Simón Martínez, cercana a la antena de El Espectador. Yo creo que no es así, aunque las circunstancias fueron parecidas. Creo que Pereira estuvo secuestrado donde hoy está el famoso “quincho” de Varela, mucho más cercano a Marquetalia y de la antena de Carve.
El relato del operativo que hace Brum no es real. Para comenzar, el MLN no pidió rescate alguno. El operativo en sí lo realizó Tabaré Rivero vestido como policía, Manera, Marenales y Heraclio Rodríguez. Mujica no participó en el secuestro propiamente dicho. Lo habrá hecho si la versión de que Pereira estuvo retenido donde hoy está el quincho, ya que ese local le pertenecía. Manera ofició de conductor y el grupo de apoyo lo integramos Falero Montes de Oca y yo, a bordo de una camioneta conducida por Carlos Tikas Plechas, “El Pelos”. La camioneta estaba estacionada en la esquina de Caracé y la Rambla, en la zona donde hoy se encuentra la plazoleta dedicada al rabino Jaime Spector.
El auto de Pereira fue abandonado rápidamente, en el cementerio del Buceo y Pereira trasbordado a un Land Rover en el que fue sedado por Bassini. Al volante iba Huidobro y el mismo Land Rover sacó de la zona a los demás participantes.
Brum: Cada tupamaro visitaba los círculos y entornos sociales que conocía y dejaba pistas de que podían servir de conducto a los interesados en unirse a “los tupas”. Más aún, tras sentirse suficientemente seguros luego de la operación de Pereira Reverbel y de la respuesta policial consecuente, los Tupamaros se prepararon para lanzar su primera campaña operativa sostenida.
En aquel entonces todavía había solamente cerca de cincuenta integrantes. Todos estaban comprometidos con la causa y llevaban muchos meses, en algunos casos años, de experiencia evitando o confrontando a la policía. Se escondían principalmente en sus “locales”, o viviendas seguras, en las afueras occidentales y orientales de Montevideo.
El MLN funcionaba bajo la dirección en tetrarquía de Raúl Sendic, Eleuterio Fernández, Julio Marenales, y Jorge Manera. Tras hacerse de un total de diez locales, la dirección acordó dividir por primera vez a la organización en dos. Era el nacimiento de las columnas del MLN. Patria para nadie, Pablo Brum pág. 101.
Amodio: Esto tampoco fue así. El Ejecutivo estaba formado por tres miembros. De la tetrarquía sobra Marenales, que actuaba como “adjunto” al Ejecutivo merced a la buena relación que mantenía con Manera. Recién integrará la Dirección cuando el viaje a Cuba de Manera, en 1968. La división en las dos columnas se producirá más adelante, también en octubre de 1968. Decir que se contaba con diez locales tampoco es verdad. Ese número corresponde a la suma de los locales perdidos en la zona de los balnearios, cuando la detención de Nell Tacci.
Brum: Sendic y Fernández dirigirían en conjunto la Columna 1. Operarían desde el este de Montevideo, en un área que comprendía los balnearios de El Pinar, Shangrilá y Solymar, donde el grupo se había instalado tras el asalto a FUNSA. La columna estaría a cargo de tareas no guerrilleras como manejar contactos con sindicatos y partidos políticos. La Columna 2 pasó a ser de Marenales y Manera. Estaba instalada en el oeste de Montevideo, en un local bautizado Marquetalia en honor a una importante base de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia o FARC. La Columna 2 se concentraría más en acciones guerrilleras y por lo tanto recibió a los mejores operadores para las luchas que se avecinaban. Patria para nadie, Pablo Brum pág. 101.
Amodio: Esto no tiene nada que ver con la división en columnas. Fue una división territorial, sectorial, que se dio por la ubicación de los locales de vivienda de los clandestinos. Toda la zona de los balnearios que se señala se había conseguido entre febrero y junio de 1967 y se perdió cuando la detención de Nell en julio de 1967. Meses después, sobre finales de ese mismo año, se volvió a alguno de esos balnearios, de forma escalonada. La asignación de los militantes de cada sector fue, por tanto, una asignación no deliberada ni producto de un estudio acerca del mejor aprovechamiento de cada uno, sino que respondió a una circunstancia meramente de ubicación.
Brum: Esto no significaba de ninguna manera que la Columna 1 no realizaría operaciones. Se designó a Efraín Martínez como enlace entre ambas columnas. Esto lo preparó para participar de la conducción más adelante y le permitió tener una función clave en el MLN: Yo era el coordinador de toda la dirección (...) me encontraba en la camioneta de Marenales y Manera, que estaba en Pajas Blancas y ahí me pasaban todas las cosas para el Bebe o para el Ñato, eran papeles, o cartas o dinero. Patria para nadie, Pablo Brum pág. 102.
Amodio: Nuevamente Efraín se adjudica unas responsabilidades que no tuvo. Dicha función no preparaba a nadie para integrar la dirección, ya que de ser así Carlos Tikas Plechas, que realmente ejerció esa labor durante un largo período, estaba más capacitado que nadie para integrar la dirección.
Efraín recién será cooptado para integrar el Ejecutivo tras la detención de Huidobro en octubre de 1969. La división en columnas recién se dará en octubre de 1968 y tenía por fin convertir a cada columna en autosuficiente, con independencia de las demás y evitar así que la caída de compañeros de un sector perjudicara al conjunto.
Brum: Los tupamaros de Marquetalia dormían todos en el mismo espacio, en el segundo nivel de la estructura, directamente sobre el piso de madera. Marenales, quien siempre era el primero en levantarse y en imponer orden, descansaba su cabeza sobre un ladrillo que oficiaba de almohada. No era ninguna comunidad hippie, sino más bien una célula militarizada que trabajaba en armas, explosivos y otros instrumentos de la guerrilla. Una de las incorporaciones a esta ala del MLN fue la de José Mujica, quien se había graduado de tupamaro “periférico” (en la jerga del MLN) a miembro pleno en 1967. Patria para nadie, Pablo Brum pág. 102.
Amodio: Marquetalia fue el arquetipo del trabajo centralizador impuesto por sus dos responsables. Manera y Marenales aplicaron un sistema de trabajo que cercenaba las iniciativas personales y convirtió a los militantes en subordinados que acataban órdenes y directivas, como si de soldados se tratara. Ambos creyeron además que las privaciones de todo tipo que allí soportaron sus habitantes los convertirían en mejores revolucionarios y lo que consiguieron fue convertirlos en un grupo fuente de todo tipo de conflictos personales que derivaban en conflictos políticos, aunque solo lo fueran en apariencia.
Brum: Con posterioridad al secuestro de Pereira Reverbel, los tupamaros optaron por no realizar operaciones adicionales en 1968. En vez de eso, se concentraron en robar más bancos y armas, en reclutar nuevos miembros en cuestiones organizativas. Surgieron en esos debates una serie de diferencias que llevaron a una nueva división en columnas.
Para muchos miembros, apareció una dicotomía entre dos grandes pilares de liderazgo: Raúl Sendic y Héctor Amodio Pérez. Este último no integraba la tetrarquía que ejercía la dirección, pero era sin duda el primero en la lista de candidatos a sumarse a ella en términos de importancia. Amodio había estado en la mayoría de las acciones de los Tupamaros hasta entonces, había demostrado sus cualidades operativas y ahora estaba reclutando a muchas personas.
El 24 de septiembre de 1968 dos disputas importantes tuvieron lugar en el plenario de la organización. Primero, Sendic se quejó de haber sido mantenido fuera de la toma de decisiones de la Operación Pajarito: Pereira Reverbel había sido liberado sin consultarlo. Más aún, quería mayor autonomía para células como la conformada principalmente por cañeros de la UTAA. En contraste, Marenales, Manera y Fernández preferían una estructura más centralizada. Patria para nadie, Pablo Brum pág. 105-106
Amodio: Es recién en este momento, setiembre de 1968 que se plantea la división en columnas. En realidad la reunión se citó para tratar la renuncia de Sendic al Ejecutivo y la de Alicia Rey al MLN. Sin embargo, enseguida se vio que ambos planteos tenían una raíz común, y que no era otra que el sistema de trabajo centralizador que el Ejecutivo había impuesto sobre los militantes de base.
Este sistema impedía a los militantes desarrollarse plenamente, dejar de ser simples peones y así posibilitar el crecimiento cualitativo de la propia organización. Efectivamente Sendic pretendía conseguir autonomía para el sector del interior, lo que no fue aprobado en ningún momento, ya que eso significaba poner en peligro la unidad del MLN.
En ningún momento se planteó dicotomía alguna entre Sendic y yo en materia de liderazgo, aunque era evidente que discrepábamos en cuanto a la forma de concebir el trabajo organizativo. El liderazgo de Sendic no fue discutido por nadie, ni siquiera por Alicia Rey, Alfredo Rivero y yo que fuimos quienes planteamos el proyecto de descentralización, que no de autonomía.
Yo salí de esa reunión absolutamente derrotado, ya que al formarse los comandos para las columnas, se designó para ellos a compañeros que estaban en contra de la descentralización. Se menciona a Manera pero este no estuvo presente, por estar en Cuba, como se manifiesta a continuación. Seguramente habría estado en contra del proyecto de descentralización.
Brum: La otra queja vino de Alicia Rey, la novia de Amodio y la tupamara más importante de todas: la habían salteado en consideración para los comandos cuando se hizo la división inicial en columnas. Según ella, lo que había detrás de ese hecho era el machismo de los máximos líderes del MLN, específicamente Manera (quien faltó a la reunión por encontrarse en Cuba) y Marenales. Importantes miembros del MLN, como Tabaré Rivero y el propio compañero de Rey, Amodio, argumentaron fuertemente a favor de ella y por extensión por mayor igualdad para las tupamaras.
Ambas disputas se resolvieron de forma amistosa con una decisión salomónica. A Amodio y Rey se les dio su propia columna, a la cual se le asignó el número 15. Sendic y su contingente de cañeros de la UTAA tuvieron también una columna entera para ellos: la Columna 20. Ambas tendrían grados significativos de autonomía, lo normal para todas las columnas. De hecho, los Tupamaros decidieron cerrar 1968 con un total de siete columnas. Patria para nadie, Pablo Brum pág. 106.
Amodio: La renuncia de Alicia Rey, si bien tenía al machismo como causa, este estaba referido al escaso interés que Manera y Marenales ponían en relación al trabajo de reclutamiento que ella estaba llevando a cabo. A Brum se le mezclan los nombres de los Rivero Cedrés, ya que quien apoyó el planteo de descentralización fue Alfredo, mientras Tabaré guardó silencio durante la reunión, seguramente dolido por las críticas que tanto Alicia como yo hicimos acerca de su comportamiento y el de María Elia Topolansky.
La división que se acordó fue la que he explicado anteriormente, y se les dio los nombres de columnas 1 y 2 y quedaron conformadas tal como la integración sectorial tenía establecido. Alicia y yo quedamos integrados en la 2 como simples militantes de base.
La columna 20 no existirá hasta el año 1971, tras El Abuso. La columna 15 es consecuencia de la división en siete de las dos columnas originales y que fue adoptada por Huidobro y Sendic tras la detención de Marenales el 8 de octubre de 1968 y antes de mi integración al Ejecutivo. A Brum se le mezclan también los tiempos.
Brum: Apenas pocas semanas después de esas reuniones, el MLN sufrió un fuerte golpe a su seguridad. Uno de los nuevos reclutas de Amodio, Alberto Candán, había estado a cargo de transportar fotografías de cada tupamaro fugitivo, con el fin de usarlas para crear nuevos documentos de identidad. Candán extravió el rollo que contenía esas imágenes y para empeorar el error no notificó al MLN de la pérdida. Una vez que el rollo fue encontrado y le llegó a la policía, apareció en las manos de Alejandro Otero un valioso tesoro de inteligencia. Patria para nadie, Pablo Brum pág. 106.
Amodio: Esta es otra muestra de la falsedad de la información que sus fuentes le han dado a Brum. El “recluta” Candán lo era de Leonel Martínez Platero, bajo la supervisión de Marenales. La pérdida del rollo por parte de Candán es real, pero no solo Candán lo ocultó, sino que lo hizo todo el MLN, a tal punto que en La piel del otro de Hugo Fontana y Mujica, de Campodónico, se dice que el rollo en poder de Otero fue una muestra de mi colaboración con la policía, con el fin de mantener una acusación contra mí que la realidad desmentía. Marenales recién reconocerá la responsabilidad de Candán en el libro Marenales, de Márquez Zacchino, sin que nadie se haya tomado la molestia de rectificar hasta febrero de 2019, en que Rolando Sasso, en su libro La leyenda de los tupamaros, recoge los dichos de Marenales a Márquez Zacchino.
Brum: Con base en eso y en otras pistas, la policía bajo el mando del comisario Otero logró detectar el rastro de algunos tupamaros y llegó a identificar el vehículo en que Manera, el chofer de confianza de siempre, conducía por la zona metropolitana de Montevideo. Nadie en el MLN notó la cercana vigilancia policial, la cual en octubre de 1968 se acercaba cada vez más a los locales del grupo. Sin embargo, los enormes disturbios y el caos de 1968 hicieron que el gobierno estuviera ansioso por mostrar resultados rápidamente.
Una vez que el ministro del Interior se enteró de que Otero y sus hombres tenían un vehículo del MLN confirmado e identificado en su rutina diaria, ordenaron un arresto aun si significaba interrumpir una vigilancia que podía llevar a mayores resultados. Patria para nadie, Pablo Brum pág. 107.
Amodio: En estos momentos Manera estaba en Cuba. Desde que Manera viajara a Cuba, el conductor de la camioneta fue Carlos Rodríguez Ducós, un buen chofer pero con menor experiencia que Manera en cuanto a la seguridad. Seguramente esta fue una de las razones por las que la vigilancia pasó desapercibida. En la página 105 del libro Llamen al comisario Otero, de Raúl Vallarino, publicado en 2008, el mismo Otero desmiente lo dicho por Pablo Brum acerca de la orden del ministro del Interior, por entonces Eduardo Jiménez de Aréchaga.
Brum: Otero, a pesar de sus instintos correctos a favor de cazar una presa mayor, acató las órdenes. El 8 de octubre un coche policial chocó de costado al vehículo del MLN y lo inmovilizó. Dentro estaba Julio Marenales, el mismo hombre que habían arrestado cuatro años antes tras un robo de banco fallido. Una vez sometido a interrogatorio, Otero le mostró las fotografías del rollo perdido de Candán. Resultaba, dijo el policía, que habían cometido el tonto error de usar todos la misma corbata, que se habían pasado de uno a otro durante la veloz sesión fotográfica en el sótano del MLN. Era un regalo más a la policía que dejaba inútiles los documentos de identidad. Los agentes simplemente tenían que buscar una corbata en particular. Patria para nadie, Pablo Brum pág. 107.
Amodio: Las fotografías se tomaron en casa de Candán, adonde los clandestinos eran llevados compartimentados y las fotos se me entregaban para rellenar los impresos de las cédulas y plastificarlas, eso sí en el sótano de la calle Concepción Arenal. Creer que la policía era capaz de identificar a un clandestino por la corbata, en una foto en blanco y negro de 3 cms. x 3 cms. es un ridículo al que el mismo Otero no escapó. Y repetirlo es de papanatas.
Brum: Con Marenales fuera del cuadro, la tetrarquía perdió uno de sus miembros, por lo cual hubo que integrar a otro tupamaro a la dirección. La elección era clara: Amodio se volvió el miembro más nuevo. Aparte de esta reorganización, el MLN intentó establecer buenas relaciones con el régimen más amistoso que tenía en el mundo: el de Cuba.
Muchos, incluidos Sendic y Manera, viajaron a la isla para entrenarse como guerrilleros y para establecer conexiones provechosas. Las visitas se manejaban clandestinamente: los uruguayos viajaban a Praga vía Buenos Aires y París.
Entre los cursos de entrenamiento que los distintos tupamaros recibieron en Cuba estaban el pilotaje de aeronaves, las armas pesadas, la operación en clandestinidad, las comunicaciones, demoliciones subacuáticas, práctica de tiro, fabricación de rifles improvisados, la falsificación de dólares estadounidenses y más. A pesar de esta cooperación cercana, según Eleuterio Fernández Huidobro “en general el relacionamiento fue malo. Los cubanos no entendían el tema de la lucha urbana”. Patria para nadie, Pablo Brum págs. 107-108.
Amodio: Hasta 1972 toda la instrucción recibida de los cubanos fue inútil, ya que la misma era sobre guerrilla rural y acerca del uso de explosivos, precisamente dos materias descartadas por el MLN. Toda la instrucción que reseña Brum en este pasaje fue recibida después de 1972, cuando el MLN no existía y las posibilidades de reconstruirlo eran francamente inexistentes, con el fin de que los tupamaros así entrenados participaran en movimientos guerrilleros en otros países, ya descartada la revolución en Uruguay.
Brum: Lucía trabajaba en una “financiera”, o banco de inversiones, llamada Monty. El presidente era el poderoso Carlos Frick, quien también era en aquel momento el ministro de Ganadería y Agricultura de Pacheco. Aunque Topolansky tenía apenas veintidós años, pronto se dio cuenta de que había algo raro en los negocios de la compañía.
Una vez reclutada, le reveló al MLN que estaba al tanto del sistema de doble contaduría de Monty, el cual escondía las transacciones ilegales en moneda extranjera que el banco realizaba para múltiples clientes “VIP”. Tras décadas de regulaciones y años de crisis, la mayoría de las transacciones en moneda extranjera estaban prohibidas. Topolansky demostró que Monty violaba esas leyes.
Los Tupamaros decidieron realizar un breve asalto veraniego, cuando hubiera pocas personas en la zona, para robar el banco y desarmar sus operaciones. Lo ejecutaron al final de la tarde del 16 de febrero; solo había un puñado de empleados presentes, incluidos algunos de los dueños. El “tupa” a cargo del ataque, disfrazado de policía, fue Héctor Amodio. En el contingente estaba María Elia Topolansky, quien para los empleados se veía igual a la colega que conocían, su gemela Lucía. Patria para nadie, Pablo Brum págs. 111-112.
Amodio: Otra vez le fallan las fuentes a Pablo Brum. Efectivamente yo dirigí la operación, pero vestido de particular y María Elia no participó. A la financiera entré con Heraclio Rodríguez y Armando Blanco Katras, mientras Candán y otros a los que nunca conocí por su nombre nos dieron apoyo cubriendo nuestra retirada, que hicimos a pie, ya que consideramos que hacerlo en auto sería más dificultoso