31.AGO.19 | Posta Porteña 2046

PATRIA PARA NADIE de Pablo Brum/ comenta Amodio (4)

Por AMODIO

 

Patria para nadie: historia completa del MLN-Tupamaros

LA HISTORIA NO CONTADA DE LOS TUPAMAROS DE URUGUAYMontevideo, Uruguay: Planeta, abril de 2015.

Así la presentaron en su momento; Héctor Amodio Pérez  hace su cometario que a partir de ahora iremos publicando ; cuarta entrega

Agosto de 2019

Brum: Los siguientes movimientos del MLN fueron notablemente diferentes de lo usual cuando se trataba de robos de bancos. Primero, al notar que los dueños de la firma no denunciaron el robo a la policía, los propios Tupamaros se encargaron de hacerlo. En otras palabras, llamaron la atención de la policía sobre su propio crimen. Segundo, notificaron a la prensa de todos estos hechos y anunciaron que estaban realizando un análisis de la contabilidad robada a Monty. Poco después en su golpe maestro dejaron los originales, junto con el estudio que el MLN hizo de sus contenidos, en la casa de un fiscal del Estado uruguayo asignado a crímenes financieros.

El asalto a Monty fue un ejemplo prototípico de lo que el MLN llamó propaganda armada. El razonamiento detrás de ese tipo de acción estaba profundamente arraigado en las mentes de líderes como Raúl Sendic, Eleuterio Fernández Huidobro, Efraín Martínez o Mauricio Rosencof. Fernández inventó una alegoría muy gráfica para representar los orígenes del método: “el Uruguay era un bazar y nosotros no podíamos ser un elefante con patines”. En otras palabras, una revolución violenta en un país como Uruguay tenía que plantearse, paradójicamente, con un uso extremadamente juicioso de la violencia. Tras años de debatir estas cuestiones, los Tupamaros habían llegado por fin a una solución novedosa pero también lógica a este problema. Patria para nadie, Pablo Brum págs. 112-113.

Amodio: La propaganda armada no fue patrimonio de ningún dirigente del MLN.

Fue el resultado del análisis de la realidad social y política de Uruguay. Era denuncia, al tiempo que mostraba cómo el uso moderado de la violencia tenía consecuencias políticas. Desde el primer reparto de víveres de 1963 se demostró que era la expresión táctica más eficaz. Brum no nos dice que serán precisamente Huidobro, Sendic y Rosencof tres de los “líderes” que con su cambio de percepción de la realidad uruguaya propiciarán, mediante la presentación y posterior puesta en marcha de planes que traían aparejada un uso de la violencia que la sociedad no estaba en condiciones de aceptar, los que llevaron al MLN al aislamiento social en que se encontró a partir del 14 de abril de 1972.

Serán precisamente esos mismos “líderes” los que luego, lejos de reconocer su error estratégico, nos acusarán de “militaristas” a quienes nos opusimos a esos mismos planes y defendimos la vigencia de la propaganda armada.

En palabras del mismo Brum La doctrina de propaganda armada del MLN era estricta. La clave estaba en que las operaciones armadas tenían que estar atadas a la causa política que la organización promovía: una tenía que estar asociada simbólicamente a la otra. Al enterarse de los hechos, la audiencia objetivo -la población- debía interpretarlos inmediatamente como un hecho justiciero

Brum: Apenas cuatro días después de robar el banco, el grupo lanzó otra importante operación: un asalto al casino más importante del país, el San Rafael. Esta vez fue Raúl Sendic quien comandó la célula que golpeó el importante centro turístico de Punta del Este. Venían de la “columna del interior”, el apodo que se le daba a la Columna 20 porque la mayoría de sus miembros provenía de fuera de Montevideo.

Uno de los que se sumó a este ataque fue Jorge Zabalza, uno de los reclutas más nuevos y más motivados. Bravucón escolar hasta entrados sus años adolescentes, Zabalza dejó su ciudad natal de Minas para estudiar en Montevideo, pero tampoco encajó bien ahí. Era una presencia frecuente en los disturbios estudiantiles que sacudieron la Facultad de Derecho por aquellos años, pero nunca estudió nada realmente. En vez de eso, probó suerte viajando. Terminó en un kibutz en Israel, cargando cajas de legumbres en el mercado de Les Halles de París y bebiendo champagne en el Moulin Rouge.

Su verdadera vocación surgió en un viaje a Cuba. Zabalza viajó allá para recibir nueve meses de entrenamiento, con el objetivo de unirse a la aventura del Che Guevara en Bolivia. A pocas semanas de comenzado el curso, se enteró de la muerte del Che. No quedaba más que regresar a Uruguay. Su régimen de preparación había sido intenso y lo había vuelto un guerrillero eficaz -particularmente considerados los estándares amateurs e inexpertos del MLN- pero el enfoque había sido exclusivamente rural, en la tradición de la Sierra Maestra. Las lecciones sobre sobrevivir con poco alimento o acampar en los bosques eran de poca utilidad en Montevideo.

Los cubanos hicieron arreglos para que en septiembre de 1968 Zabalza se reuniera con un contacto clandestino que lo podría conectar con los elementos revolucionarios de Montevideo. El contacto resultó ser ni más ni menos que Ricardo Zabalza, su hermano cinco años menor. Resultaba que durante las aventuras de Jorge por el mundo, Ricardo se había unido al pequeño pero creciente MLN; ahora los hermanos estaban unidos bajo el mismo estandarte revolucionario. Patria para nadie, Pablo Brum págs. 115-116.

Amodio: A tenor de estas palabras, no extrañaría que la aventura del Che en Bolivia fuera un fracaso, ya que estaba dispuesto a nutrir sus filas de gente inexperiente, cosa que es de dudar. Más bien me inclino a pensar que la historia de ir a entrenarse a Cuba para luego acompañar al Che a Bolivia es otra historia de la mitología tupamara.

Zabalza viajó a Cuba como tantos otros, a hacer turismo revolucionario a costa de los cubanos, disparar unos tiros y hacerse las consabidas fotos con uniforme de campaña. Los cubanos no hicieron ningún arreglo para que Zabalza se integrara al MLN. Fue su hermano Ricardo, por entonces integrado en el sector estudiantil que Huidobro había reclutado el que enterado del regreso de Jorge, hizo las gestiones correspondientes. Ricardo fue uno de los escasos integrantes del caótico sector estudiantil que pasó a integrar el MLN, en la columna 1. Por esta razón es que Jorge Zabalza tuvo como primera integración la columna 1, con el seudónimo de Justo y pasó luego a la columna del interior, ante la carencia de militantes medianamente capacitados en esa columna.

Brum: La célula del MLN que se encontraba en Punta del Este en febrero de 1969 era un grupo variado que no podía contrastar más con el balneario más fino de América del Sur. Sendic, como siempre, lideraba con el ejemplo: “Pantalones celestes, guayabera cubana y alpargatas blancas, para recorrer la línea costera de la playa Brava mientras iban enterrando pertrechos, agua y armas en distintos puntos estratégicos”. También quedándose en ese local estaba José Mujica, aunque no se encontraba ahí para la operación y menos para disfrutar de las muchas cualidades de Punta.

En vez de eso, Mujica se estaba escondiendo porque la policía lo había detectado. El tupamaro estaba sentado en el retrete un día cuando escuchó a un animado periodista radial anunciar que se dirigía junto con la policía a arrestar a Mujica en su casa. El tupa de la Columna 10 inmediatamente huyó y pasó a ser un fugitivo. Patria para nadie, Pablo Brum pág. 117.

Amodio: El grupo que asaltó el casino fue un conglomerado de gente que Sendic, a espaldas del Ejecutivo, reunió por cuenta propia, realizando contactos “horizontales”, aprovechando los conocimientos que él tenía. En noviembre de 1968, al comenzar a formarse la columna 15, por recomendación de Sendic, Mujica pasó a integrar el comando de dicha columna. Pronto se comprobó que su estilo de trabajo no encajaba con los de Alicia Rey y el mío –Aníbal de Lucía luego lo llamaría “masomenismo- y digamos que se lo “devolvimos” a Sendic, en una reunión del Ejecutivo. Huidobro, que conocía a Mujica desde que éste integraba el MIR, lo pidió para la columna 3, que luego se llamará columna 10.

Brum: Sendic, notando la imagen de Robin Hood que el grupo estaba adquiriendo, descubrió que parte del dinero robado iba a ir supuestamente al pago de los salarios y propinas de los empleados del casino. Por lo tanto, decidió anunciar que el MLN rectificaría sus acciones y regresaría el dinero perteneciente a los empleados, para así robar solamente a los apostadores “oligárquicos”

Fue un golpe de propaganda brillante, que le dio a los Tupamaros una gran cantidad de atención internacional. Los medios de prensa en Estados Unidos, Canadá, el Reino Unido, Francia, Alemania Occidental e Italia comenzaban a cubrir las proezas del grupo con creciente frecuencia. La revista Time tituló un artículo “Uruguay: The Robin Hood Guerrillas”. En universidades y reuniones de radicales por doquier el MLN se volvía un tema preferido de discusión, solidaridad y potencialmente de emulación. Patria para nadie, Pablo Brum pág. 119.

Amodio: Contrariando a Brum, hay que decir que Sendic no “descubrió” nada. La realidad es que la noticia sobre las propinas salió en los diarios. Nada se dijo sobre los salarios. La idea de la devolución surgió de Honorio Grieco, implicado en “la entrega” del asalto y en una reunión del Ejecutivo, Sendic planteó el tema de la devolución. Huidobro y yo apoyamos la idea y anunciamos la devolución, lo que finalmente no se pudo concretar por la intervención gubernamental. Finalmente el casino reintegró a sus empleados el importe de las propinas.

Aunque internamente nunca se habló de los pormenores de este operativo, en el llamado Archivo Cámpora existen varios documentos internos donde abundan las críticas a la forma desprolija en que el asalto se produjo, así como un detallado informe crítico sobre la forma en que se condujo la colaboración de Honorio Grieco, que terminó siendo descubierta su condición de “entregador” y procesado

Brum: Tras la caída de Julio Marenales en octubre de 1968, a principios de 1969 se produjo la importante baja para el MLN de un segundo integrante de la tetrarquía dirigente: Jorge Manera, el ingeniero. Manera fue capturado mientras monitoreaba un allanamiento policial en un local del MLN. Varios policías los rodearon a él y a los tupas que lo acompañaban. El coronel del Ejército Ramón Trabal, asignado a la Escuela Nacional de Policía, personalmente forcejeó con Manera para impedirle sacar su pistola.

Horas después, el primer policía en interrogar a Manera fue un inspector llamado Conserva. Cuando el tupamaro se rehusó a responder sus preguntas, el inspector comenzó a golpearlo. Momentos después, Alejandro Otero interrumpió la sesión y gritó a Conserva: “Inspector, en mi departamento no se le pega a nadie!”. El oficial se resistió y prometió represalias, pero Otero prevaleció y salvó a Manera de una mayor violencia. Los Tupamaros, a su vez, reemplazaron al ingeniero con Efraín Martínez Platero en la dirección, y las operaciones continuaron. Patria para nadie, Pablo Brum págs. 120.

Amodio: Manera fue capturado porque la documentación que los cubanos le habían aportado para el viaje era tremendamente defectuosa y estaba siendo seguido desde París. Trabal en ningún momento lo interrogó, ya que no estaba incorporado a la lucha antisediciosa. Este dato está sacado del libro El enigma Trabal, de Sergio Israel, en el que se trata de hacer aparecer a Trabal vinculado a la represión desde antes de setiembre de 1971.

Igualmente falso es lo que se dice acerca del interrogatorio de Conserva. De haber sido así, Manera lo habría manifestado y nunca lo hizo. Brum entrevistó a Otero y éste, empeñado en mantener su imagen de “policía inteligente”, se la vendió a Brum. Igualmente falsa es la versión sobre Efraín, seguramente proporcionada por él mismo.

La detención de Manera trajo aparejada mi permanencia en el Ejecutivo, acabando con la provisoriedad del primer momento. Efraín ingresará al Ejecutivo en octubre de 1969, en sustitución del detenido Huidobro, para hacerse cargo de la columna 10, abandonando su puesto en la columna 1. Ni Mujica, ni Rosencof, ni María Elia Topolansky, en esos momentos integrantes del comando de la columna 10 fueron tenidos en consideración para sustituir a Huidobro en la Dirección.

Brum: En septiembre de 1969 -un año después de la operación “Pajarito” de captura de Ulysses Pereira Reverbel-, el MLN realizó su segundo gran secuestro. El blanco era el empresario italiano-uruguayo Gaetano Pellegrini Giampietro. Importante banquero y propietario de diarios, Pellegrini era hijo de un ministro de Benito Mussolini. Creyente ferviente en esa misma “causa”, Pellegrini es una de las pocas personas que se ha llamado a sí misma fascista abiertamente en una entrevista. En Uruguay se lo asociaba principalmente con los colorados. Pellegrini apareció en el radar del MLN durante las consultas del grupo con el sindicato de los empleados bancarios, AEBU, sobre cómo ayudarlos a triunfar en una de sus huelgas. La idea era que al secuestrar a uno de los principales representantes del lado empresarial de la disputa se podría romper su postura y forzarlo a ceder ante AEBU.

Pellegrini fue tomado prisionero sin mayores incidentes: el equipo que lo secuestró incluía a un tupamaro llamado Raúl Bidegain, a quien los medios de prensa y la policía comenzaron a darle cada vez mayor importancia. El comandante fue una vez más Amodio, quien para entonces ya se había ganado su propio apodo de parte de Sendic: Traca-Traca, por el sonido que hace una subametralladora al disparar. Patria para nadie, Pablo Brum págs. 131.

Amodio: Totalmente falso. Lo de la consulta con AEBU es una estupidez que no se sostiene con solo recordar que lo primero que hizo el sindicato tras la noticia del secuestro fue levantar el conflicto y desvincularse totalmente de la operación del MLN.

En la misma página 131, unas pocas líneas más adelante, el mismo Brum lo reconoce. La patraña la divulgó Huidobro para poder justificar las acciones del 14 de abril de 1972, las que según él habrían sido procesadas por el MLN ante el empuje de las bases sindicales. Esta patraña la publicó Clara Aldrighi, en Memorias de insurgencia, página XX. Cabe recordar que el primer objetivo fue Jorge Peirano Facio, cuyo secuestro debió dejarse de lado por precaución, ante la detención de Aurelio Fernández, alias Francisco. Bidegain no participó en el secuestro. Ni siquiera es cierta la explicación del mote Traca -Traca, que responde a la habilidad que Sendic me adjudicaba para resolver pequeñas averías cotidianas. El mote estuvo extraído de un chiste algo subido de tono acerca de un robot que todo resolvía al oír las mágicas palabras traca-traca.

Brum: Los secuestradores llevaron a Pellegrini, al igual que como se hizo con Pereira, a un local con un compartimento secreto (llamado “berretín” en la jerga del MLN). Las condiciones en el estrecho berretín eran terribles; Pellegrini fue sometido a un tratamiento hostil y a un espacio personal mínimo, aunque no fue lastimado directamente. Su espacio estaba limitado a una zanja similar a una tumba cavada en un suelo de tierra. Su parecer respecto a las condiciones era: “Peor no podía haber estado”. Los captores que lo interrogaban, con capuchas puestas, lo veían como un miembro de la “oligarquía”, incapaz de sentir solidaridad con el hombre o trabajador común. El rehén se ofreció a abandonar el país para siempre si era liberado. En los momentos más oscuros, los secuestradores lo llevaron a creer que su padre y dos de sus hijos habían muerto. Patria para nadie, Pablo Brum págs. 132.

Amodio: Tampoco es cierto. Cuando el secuestro de Pellegrini no existían berretines capaces de albergar personas. Pellegrini estuvo alojado en una casa en la calle Caonabó 225, dentro de una carpa montada en el comedor de la vivienda. Quienes lo custodiaban, miembros de la columna 5, ante la desidia de Huidobro en el control de dicho local y violando las directivas emanadas desde el Ejecutivo, lo sometieron a toda clase de torturas de tipo sicológico y algunas de tipo físico, al mermarle la alimentación de manera arbitraria. Esta fue una de las razones por las que propuse la expulsión de los responsables.

Brum: Apenas tres días después del secuestro del banquero, los líderes sindicales del Partido Comunista decidieron cancelar la huelga. El motivo era una deliberada moderación estratégica de las conmociones públicas. Este acuerdo hizo desaparecer un componente esencial de la justificación político-sindical del secuestro de Pellegrini. Por lo tanto, los Tupamaros tenían que decidir si liberar a su rehén o si hacer algo más con él. Escogieron esta última opción y transformaron su secuestro lo más posible en una operación de propaganda armada.

Pronto se anunciaron las nuevas demandas del MLN. Pellegrini sería liberado sin ningún rescate financiero ni tampoco exigencias sindicales. Lo único que debía ocurrir era que su banco hiciera dos generosas donaciones: una a una escuela pública en una zona pobre de Montevideo y otra a la clínica de una cooperativa sindical. Los Tupamaros no se llevarían ni un peso. Patria para nadie, Pablo Brum págs. 132.

Amodio: Como dije antes, AEBU levantó la huelga para desvincularse del secuestro. La razón por la cual el MLN decidió mantener el secuestro fue la represión de la Metropolitana en Pando. Las exigencias para la liberación de Pellegrini fueron, de manera fundamental, la publicación en La Mañana y en El Diario, publicaciones de Seusa en las que Pellegrini era accionista de peso, de una proclama del MLN.

Lo de los cheques era complementario y los destinatarios, la escuela de Villa García y la policlínica de obreros del Frigonal rechazaron nuestra propuesta. SEUSA cumplió el acuerdo, Pacheco ordenó la confiscación de la edición de La Mañana y clausuró la planta de impresión de El Diario. Dicha proclama la elaboramos Samuel Blixen y yo. Yo me encargué de todo el proceso de negociación, mediante contactos telefónicos realizados desde teléfonos públicos ubicados en la Unión.

Brum: Tras meses de intriga y negociaciones sobre estas posibilidades, y desafiando órdenes que emanaron de Pacheco en persona, se acataron las demandas del MLN: los allegados a Pellegrini firmaron los cheques indicados a las dos instituciones. Aunque los Tupamaros habían dicho originalmente que se quedarían con Pellegrini solo por un mes, en realidad lo liberaron recién setenta y dos días después de secuestrarlo.
La víctima emergió en mal estado y ansiosa por irse de Uruguay. Hizo exactamente eso y no retornó por varias décadas. El periodista César di Candia, quien lo entrevistó inmediatamente después de su liberación, vio que “Había perdido tanto peso que su cuerpo bailaba dentro de su impecable traje de casimir italiano, tenía los ojos saltones y extraviados y temblaba constantemente”. Por su parte, Pacheco ordenó a los miembros de su gobierno que hubieran ayudado en las negociaciones a que renunciaran, y que Otero los entrevistara.

En octubre de 1969, con el grupo envuelto en una avalancha de acciones imposibles de detener, vino la operación guerrillera más grande de la historia del MLN. La ocasión era el segundo aniversario de la muerte del Che en Bolivia y el lugar era una pequeña pero estratégica ciudad, treinta y dos kilómetros al noreste de la capital, llamada Pando.
Para aquel entonces, el MLN ya había pasado a tener unos pocos cientos de tupamaros en actividad y muchos más en sus redes de apoyo. El plan era ambicioso: tomar la ciudad por un período corto. Sería una demostración de poder insurgente en un país que prácticamente nunca había visto rupturas del orden público, mucho menos en esa escala.

Mauricio Rosencof, de la Columna 10, tuvo una idea clave para insertar a un gran número de hombres y mujeres en la ciudad: un simulacro de cortejo fúnebre con cinco vehículos que partirían de Montevideo siguiendo a una carroza con ataúd. La restante mitad de la fuerza de asalto llegaría a Pando por ómnibus o por otros medios de transporte. El comandante general, Amodio, entraría en una motocicleta para circular por la ciudad y coordinar las acciones de las diferentes células.

La principal utilidad del plan funerario de Rosencof era que les daba a los cuarenta y nueve una forma rápida y camuflada de escapar, una vez que se cumpliera con cada objetivo, con la mayor velocidad posible. Dejarían el lugar juntos en los coches negros y una vez fuera de Pando el cortejo fúnebre sería difícil de identificar como una fuerza de ataque del MLN. Todos los tiempos de entrada, desplazamiento y salida habían sido estudiados y cronometrados.

El cortejo fúnebre entró a la ciudad poco después del mediodía sin encontrar impedimentos. Desde dentro de un bar, pares de ojos atentos miraban avanzar el cortejo lentamente. Amodio, sin embargo, estaba retrasado. Él y su compañero, Manuel Menéndez, no lograron robar un vehículo a tiempo, por lo cual llegaron a la ciudad cuando el ataque ya estaba prácticamente iniciado. Robaron un automóvil Peugeot gris en vez de una motocicleta, con la consecuente pérdida de movilidad una vez dentro de Pando. Patria para nadie, Pablo Brum págs. 132; 133; 134-135.

Amodio: La idea del cortejo fúnebre, aceptada en su momento como una gran idea, será, finalmente, una de las causas del fracaso de la operación. Los coches de Martinelli no estaban preparados para moverse en medio de una ciudad conmocionada por el operativo desatado. Coches pesados, con cubiertas muy anchas y con la dirección con un corto radio de giro, fueron un lastre más que una ayuda.

La noche anterior al operativo, el grupo encargado de robar la Vespa que se iba a necesitar, de manera imprevista comunicó que no la había podido robar. Era un inconveniente importante, pero se creyó que saliendo a media mañana, Marxito y yo podríamos conseguir una. Sin embargo no fue así. Las ganzúas que utilicé para abrir las cerraduras de las Vespas estacionadas en la facultad de Odontología no funcionaron y tampoco en las del hospital de Clínicas. 
Quisimos robársela a un estudiante pero éste se resituó y yo consideré absurdo emplear la violencia contra él y nos dirigimos al Parque de los Aliados. Allí encontramos a una señora que en plena maniobra de estacionamiento se bajó del auto para comprobar las distancias con los autos vecinos, dejando el motor en marcha y las puertas abiertas. Nos dirigimos hacia la señora, le dijimos que éramos tupamaros y que necesitábamos el auto, con la promesa de devolverlo.  La señora no opuso ningún reparo, pese a que en ningún momento hicimos ostentación de las armas que portábamos. Llegamos a Pando cinco minutos después de la hora convenida –las 12,50- pero cinco minutos antes de las hora prevista para el inicio –las 13,00- Todos los responsables de los grupos vieron mi llegada y Marxito pudo incorporarse al grupo que asaltaría la comisaría.

La versión de que mi llegada tarde incidió en el fracaso de la operación se producirá años después, cuando ya estaba iniciada la campaña de desprestigio contra mí. Ocultando, claro está, que si no llegaba a las 13,00 horas, la operación no debía ponerse en marcha, como medida de seguridad. Toda la operación se realizó según lo planificado, por lo que lo de la llegada tarde queda desmentido.


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