05.SEP.19 | Posta Porteña 2047

PATRIA PARA NADIE de Pablo Brum/ comenta Amodio (5)

Por AMODIO

 

Patria para nadie: historia completa del MLN-Tupamaros

LA HISTORIA NO CONTADA DE LOS TUPAMAROS DE URUGUAY Montevideo, Uruguay: Planeta, abril de 2015

Así la presentaron en su momento; Héctor Amodio Pérez  hace su cometario que a partir de ahora iremos publicando ; quinta  entrega

Agosto de 2019

(Continua operativo Pando octubre 1969)

Brum:  El ataque a la ciudad tomó un total de veinticinco minutos. Comenzó con el más importante de todos los objetivos: la comisaría. En los minutos antes de las 13:00 una serie de personas comenzaron a aparecer en su recepción. Un psicólogo y una socióloga estaban realizando una encuesta de opinión, dos individuos peleándose habían aparentemente protagonizado un accidente en la calle y por último había tres oficiales de la Fuerza Aérea de uniforme.

Cada uno tenía un trámite o pedido distinto para hacerle a la policía. En realidad eran todos tupamaros de la Columna 15, que en secreto portaban subametralladoras y que a la hora pactada apuntaron directamente a las caras de los sorprendidos policías. En este grupo clave de atacantes Amodio incluyó a su mujer, -Alicia Rey-, y a su sucesor al frente de la Columna 15 desde su transferencia a la dirección, Alberto Candán. Mientras los policías eran neutralizados, uno de los tupamaros destruyó la radio de la comisaría y un grupo más pequeño entró para capturar a quien estuviera dentro. Todavía no se había tirado ningún disparo. En la última sala de la comisaría un oficial resistió; se intercambiaron disparos y granadas. Rey entró en pánico y pensó que la operación se había arruinado debido a la pérdida del factor sorpresa, pero Candán la calmó vociferando: “De aquí no se va nadie, carajo’. Patria para nadie, Pablo Brum págs. 136.

Amodio: Yo fui el coordinador general de la operación y uno de los planificadores generales, junto a Lucas Mansilla. La elección de los grupos que tomarían la comisaría y el cuartelillo de bomberos correspondió al comando de la columna 15 y yo supervisé los planes, pero ignoré en todo momento la identidad de los militantes seleccionados. Lo mismo ocurrió con el banco asignado a esa columna.

La anécdota referida a Rey es contemporánea con mi supuesta llegada tarde y tuvo como finalidad desprestigiar a Alicia Rey y enaltecer la labor de Candán, cuando éste pasó a formar parte del grupo de dirigentes que provocarán la debacle en 1972. Nada dicen sobre el hecho de que la metralleta que portó Candán durante el operativo estaba inutilizada, ya que olvidó los cargadores.

Brum: Afuera, un equipo de apoyo esperaba, por si fuera necesario. Adentro, los policías eran encerrados dentro de sus propias celdas y perdían sus armas a manos de los tupamaros. Solamente un agente llamado Tejera logró escapar y correr a la central telefónica para pedir ayuda. Una vez que fue capturada la comisaría, el recién llegado Amodio recorrió en su coche la zona operativa designada sosteniendo un pañuelo blanco a través de la ventana. Era la señal de ataque. Los otros escuadrones inmediatamente descendieron de sus vehículos y asaltaron los cinco objetivos restantes. Patria para nadie, Pablo Brum págs. 136.

Amodio:A Brum le siguen fallando sus informantes. Los grupos actuaron conjuntamente. Mi llegada a Pando de inmediato fue sucedida por una pasada por los objetivos señalados, dando inicio a los operativos, que tenían que ser simultáneos.

Brum: El banco más grande de la ciudad, el BROU, era el objetivo más importante de recolección de fondos. Robar sus arcas fue tarea de la Columna 20, bajo el comando personal de Sendic. Trece hombres y una mujer componían el equipo de asalto.

Sendic, vestido de ejecutivo bancario y portando un malogrado teñido rubio -parecía color zanahoria-, abrió el plan caminando hacia el adormilado guardia de la puerta principal -quien ignoraba totalmente lo que estaba por ocurrir- y forzó su entrada al banco junto con otro tupamaro. Mientras el resto del equipo asaltaba el lugar, Raúl Bidegain, disfrazado de policía, salió para aportar un grado de cobertura a la operación, con su subametralladora fácilmente visible.

Mientras eran atados, los civiles que se encontraban en el banco se enteraban de boca de los tupamaros quiénes eran los ladrones y los motivos de su accionar. Un guerrillero apellidado Solsona pronunció un discurso planeado sobre Guevara y el pensamiento revolucionario latinoamericano para su audiencia de veintisiete rehenes.

El ataque al BROU súbitamente se alteró cuando se escuchó un disparo adentro. Un joven tupamaro llamado Fernán Pucurull había dejado caer su brazalete. La tupamara del equipo, Nybia González, lo había levantado y, al torpemente intentar alcanzárselo a Pucurull sin dejar de sostener su arma, descargó esta última accidentalmente e hirió a su compañero en el bazo. Al combinarse esto con el insistente paso de los minutos, Sendic decidió abortar la operación. Con solamente la mitad del dinero del banco embolsado, el equipo activó el plan de evacuación. Pucurull fue llevado afuera, al centro de emergencias médicas designado: la carroza, que todavía tenía el ataúd en el techo. El equipo del BROU evacuó dentro de esta “ambulancia” y de un vehículo adicional a las 13:14. Patria para nadie, Pablo Brum págs. 137-138.

Amodio: Nunca supe el nombre de la compañera que hirió a Pucurull, por lo que el nombre que Brum aporta no lo puedo confirmar ni desmentir. Sendic abortó la operación ante la herida de Pucurull y olvidó que había un compañero custodiando a los funcionarios del banco. La carroza no era el centro de emergencias médicas. Fue en la carroza que Candán y yo condujimos a Pucurull al centro sanitario ubicado en el local del grupo Segurola, en la calle Maipú.

Brum: Con múltiples células protagonizando tiroteos con la policía se volvió imposible para el MLN coordinar acciones o determinar quién estaba dónde. En el fuego cruzado, en el cual Ricardo Zabalza ruidosamente disparó una subametralladora a sus enemigos desde el vehículo en movimiento, un civil inocente llamado Carlos Burgueño fue alcanzado y muerto. Era la primera caída de ese tipo en la insurgencia del MLN. La esposa de Burgueño había dado a luz a su hijo el día anterior; él había pasado por el bar para tomar algo antes de ir al hospital a visitarlos. Los Tupamaros siempre sostuvieron que los policías que dispararon desde las ventanas alcanzaron a Burgueño, quien por pura coincidencia tenía el mismo apellido que el falso muerto del entierro. Patria para nadie, Pablo Brum págs. 140.

Amodio: Todo el relato que Brum realiza está tremendamente exagerado. Lo mismo la versión acerca de los enfrentamientos, que no alcanzaron la dimensión que se describe. Yo circulé por Pando dando la orden de evacuación y no me dispararon un solo tiro ni escuché los tiroteos que se mencionan. Del relato surge la idea de que Burgueño fue herido por Ricardo Zabalza. Nunca se comprobó a qué arma perteneció el proyectil que hirió de muerte a Burgueño. Lo más que puede decirse es que fue un disparo accidental y dada la gravedad del hecho, cada bando ha tratado de culpar al otro.

Brum: Según recuerda Mujica: “Al final, teníamos una multitud ahí adentro, gente a la cual tuvimos que apretar en el local, con algunas histerias de mujeres incluidas, a las que logramos calmar (...) Eran demasiados, al final teníamos como cien personas en ese lugar. Llovían de todos lados. ¡Claro que no lo habíamos previsto! ¡No pensamos que cuando se quedara sin teléfono, la gente iba a ir a protestar a la central!”. Patria para nadie, Pablo Brum págs. 140.

Amodio: En su afán de dramatizar aún más la realidad de los hechos, Brum intercala aquí unas palabras de Mujica sacadas del libro Mujica, de Campodónico, que están referidas al momento en que se realiza el copamiento de la central telefónica. Mujica, al hacer esas declaraciones, en su papel de comandante Facundo, seguramente se sintió obligado a darle color a la intervención de su grupo, llegando a decir que la toma de la central telefónica había sido la más importante de todas. Solo como punto de referencia, debo decir que la columna 15 tuvo a su cargo la comisaría, el cuartelillo de bomberos y una agencia bancaria, empleando veintidós militantes para los tres operativos

Brum: Los vehículos partieron lentamente en formación de convoy: al frente Amodio conducía el Peugeot robado. Para salir de la ciudad tuvo que maniobrar abruptamente para simultáneamente evitar atropellar al policía Britos y a la vez golpear con fuerza los vehículos colocados como obstáculos. Con el camino así despejado, el resto de los vehículos pudo partir, aunque las balas habían averiado tres de ellos. Los ruidos de las armas de fuego, las alarmas de los bancos y las insistentes bocinas de los coches para despejar las calles envolvieron el escape de la camioneta Kombi, de los cinco vehículos fúnebres y del coche de Amodio. Patria para nadie, Pablo Brum págs. 141.

Amodio: Nada de lo que dice Brum es verdad. Los minutos perdidos por la herida de Pucurull, a lo que hubo que sumar las escaramuzas con los agentes que quedaron fuera del control del grupo de la comisaría, hicieron perder la formación de los grupos, lo que trajo aparejado que algunos autos se vieran desbordados en su capacidad y otros quedaran casi vacíos. Yo traté de ordenar en lo posible esa situación –es falsa la versión de que hice un disparo al aire- pero ahí surgieron dos nuevas dificultades: la escasa maniobrabilidad de los autos de la funeraria y la rotura de la transmisión de la rueda delantera izquierda del Peugeot usado por mí para llegar a Pando. Esa circunstancia puede verse revisando las páginas de los diarios de la época, en que aparece la foto del auto caído hacia la izquierda.

No pude, por tanto, haber encabezado la marcha y menos aún maniobrar y golpear a los vehículos que me cerraran el paso. Salí de Pando en la mal llamada carroza, conducida por Candán, iniciando la retirada por el camino fijado en el plan inicial. La carroza, más ágil y con menos peso en su interior llegó a Montevideo sin más dificultades que las de haber encontrado en el camino a varios vehículos policiales que se apartaron a nuestro paso.

Brum: El ahora capturado Fernández Huidobro se unió a sus cofundadores del MLN, Julio Marenales y Jorge Manera, en la cárcel. Con Fernández fuera y reemplazado por Lucas Mansilla, Raúl Sendic quedaba como el único miembro de la tetrarquía directiva original, que ahora estaba compuesta por él mismo, por Héctor Amodio, por Efraín Martínez y por Mansilla. Patria para nadie, Pablo Brum págs. 145.

Amodio: Lucas Mansilla ya integraba el Ejecutivo desde abril de 1969, para colaborar con Sendic en el trabajo con la columna del Interior y como miembro del Ejecutivo planificó conmigo la operación de Pando. Efraín se integró al organismo de dirección en reemplazo de Huidobro.

Brum:  Había todavía una operación espectacular más en el repertorio del MLN antes del final del año. El objetivo era el Banco Francés e Italiano, otro banco situado en medio del distrito financiero de Montevideo. Hubo veinte días de trabajo de inteligencia antes del ataque. El comandante fue el más capaz que tenía el grupo: Amodio, quien lideró la operación personalmente. El plan comenzó alrededor de las 19:40 la noche del 27 de diciembre, cuando el banco ya estaba cerrado al público pero tenía todavía empleados dentro, quienes cerraban las cuentas del día. A medida que se aproximó la hora señalada, comenzaron a aparecer en las cercanías del banco una serie de personas: esperando en paradas de ómnibus, dando vueltas a la manzana en coches, conversando en la vereda. En total había ocho hombres y dos mujeres juntándose para la operación. En cierto punto, en una escena muy uruguaya, uno de los guerrilleros se cruzó con un conocido que casualmente pasaba por ahí. Comenzó así una conversación sobre rutas de ómnibus y varios temas, lo cual naturalmente hizo que el tupamaro se pusiera ansioso, aunque de ninguna manera pudiera mostrarlo.

Las puertas principales del banco estaban cerradas hacía horas, pero el plan era que un “repartidor” se aproximara a la entrada de servicio con una bandeja de masas de repostería -un regalo típico de socios de negocios agradecidos en esa época del año-, que requería una firma contra entrega del portero. Sin embargo, el MLN no logró robarse la camioneta indicada de una panadería a tiempo, por lo cual fue una amenaza de bomba la estratagema elegida.

La persona que golpeó la puerta fue entonces un “mensajero” de una conocida agencia postal, con el uniforme correspondiente. Una vez que el guardia del banco abrió la puerta al mensajero y ambos comenzaron a hablar, interrumpieron dos policías de la división de Inteligencia y Enlace de Otero: había una emergencia. La policía había detectado un ataque del MLN al banco y era necesario que los oficiales determinaran si había explosivos o infiltrados adentro. El mensajero pasó a ser un sospechoso, por lo que se le dijo que entrara también.

Una vez dentro, los policías -a los cuales se unieron cuatro miembros del escuadrón de explosivos de la policía- reunieron a todos los empleados y anunciaron que se había descubierto un plan del MLN para atacar el banco. Deberían por lo tanto quedarse dentro del edificio y cooperar mientras se investigaban distintos puntos de entrada. El oficial a cargo indicó a los empleados: “No toquen nada, por favor, no opriman timbres ni levanten los teléfonos, que puede estallar una bomba”. Los empleados procedieron entonces a examinar el espacio principal junto con algunos de los policías, mientras que otros agentes revisaron el resto del edificio en búsqueda de pistas adicionales

 Naturalmente, el mensajero y los policías eran tupamaros: ellos mismos eran la amenaza. Luego de algunos minutos, dejaron de lado la farsa que habían implementado para sus treinta rehenes. Según fue narrado por el propio MLN: “Bueno, señores, lo de la bomba era una broma -murmullos, sonrisas de alivio- pero lo que no es una broma es que somos Tupamaros y venimos a llevarnos el tesoro y algunos documentos” (...) Una secretaria se desmaya, pero la mayoría se mantiene tranquila”. Los empleados eran mucho mayores en número que los tupamaros, pero habían sido engañados para caer en el cautiverio. Más tupamaros llegaron por la puerta del costado y se dirigieron al premio principal: la caja fuerte.

Había, sin embargo, un problema: se requerían tres llaves para abrir la bóveda y solo había una de ellas en el banco. Las otras dos estaban en manos de un gerente, quien ya se había ido a su casa. Hubo que tomar una decisión: o se abandonaba la operación o se abría la caja fuerte de una manera u otra. Amodio, el “mensajero”, decidió por la opción más audaz: ir directamente al gerente que tenía las dos llaves faltantes y llevarlo a que abriera la bóveda. Apareció enseguida un importante obstáculo: el hombre en cuestión, llamado Baracco, no estaba en casa sino en un evento social cenando con cientos de personas.

A pesar de estas dificultades, los tupamaros se dirigieron allí y, siempre como policías, notificaron al hombre que su colega -el gerente que todavía estaba en el banco- se había suicidado. Era necesario que los acompañara, con las llaves, para realizar una revisión de seguridad rutinaria. Baracco tenía una sorpresa para los tupamaros: él tampoco tenía las llaves. Se las había dado más temprano a un tercer gerente, llamado Brunetto, quien se encontraba en su casa. Improvisando, el equipo “policial” del MLN se dirigió a la casa de Brunetto, golpeó la puerta y explicó la situación una vez más. Aparecieron más obstáculos, tal como los narró nuevamente el propio MLN: “No hace problemas, pero como su mujer es muy celosa pide un carnet de policía que le demuestre que no se trata de un ardid para irse de farra. Parecería que el hombre era un especialista en ardides ante su pobre mujer”

Hubo también que supervisar conversaciones telefónicas con parientes preocupados por la tardanza excesiva de algunos empleados en llegar a casa. Hubo que inventar excusas, aunque en un caso la esposa del gerente Franco Beni se presentó personalmente en el banco para verificar la explicación de su esposo, y tuvo que unirse al grupo de rehenes. Una de las tupamaras se ocupó especialmente de Victoria Rey, la empleada que atravesó una descompensación nerviosa. Otro empleado, quien tenía una gran cantidad de dinero entre sus efectos personales, pudo quedárselo por no ser este el objetivo de la operación del MLN. Los tupas intentaron sobre todo alivianar una situación inherentemente tensa: si por alguna razón la policía se enteraba del ataque, una confrontación podía resultar en lo inimaginable.

Finalmente pasaron cerca de tres horas con el banco bajo control del MLN sin que se enterase nadie en el mundo exterior. Cuando el gerente Brunetto llegó con las llaves y vio las bolsas llenas de documentos en el suelo se puso pálido. Los supuestos policías le revelaron entonces la verdad. A pesar de sus mayores esfuerzos, los guerrilleros no pudieron hacer funcionar las llaves y frustrados rompieron el cerrojo de la caja fuerte. Sin alternativas adicionales, encerraron a los empleados detrás de una puerta enrejada, dejaron las llaves claramente visibles para cualquiera que entrara y llamaron a la policía. Se abandonó la operación, aunque el MLN la incluyó entre sus más claras demostraciones de capacidad operativa contra blancos duros.

El gran perdedor fue Federico Repetto, el empleado que había concebido la operación originalmente y la había “vendido” a los Tupamaros a cambio del 80% del dinero dentro de la caja. En vez de eso, la cosecha de la operación fueron solamente quince bolsas de documentos importantes del banco. Patria para nadie, Pablo Brum págs. 147;148; 149; 150-151.

Amodio: Brum dedica casi cuatro páginas de su libro para relatar la entrada al banco, la reducción del personal y un supuesto viaje por medio Montevideo para conseguir dos llaves que se necesitaban. Pero todo es falso. Y esto es así porque todas las fuentes de las que Brum se ha valido, ninguna de ellas participó en el asalto. Le han hecho un relato y él, ingenuamente, se lo ha tomado en serio.

Para no alargar innecesariamente, remito al lector a lo que digo en Palabra de Amodio. Pero lo que no puedo dejar sin respuesta es la mención a un tal Federico Repetto que iba a cobrar el 80% de coima. Toda la información para el operativo, así como la supervisión de todos los movimientos dentro del banco, la ubicación de las llaves y las características personales de los poseedores de las llaves las dio Eduardo González Olivieri, un colaborador de la columna del interior.

Fue Sendic quien ante la imposibilidad de realizar su columna una operación de ese tipo y calibre me proporcionó el contacto. González Olivieri no iba a cobrar un peso de coima. Fue también quien nos proporcionara los datos para cobrar los falsos cheques de los supermercados Disco.

Brum: Más aún, las primeras semanas de 1970 vieron realizarse una audaz acción llamada Operación Paloma. La fecha era el 8 de marzo -Día Internacional de la Mujer, una coincidencia no planificada- y el objetivo era la cárcel de Montevideo donde se encontraban las tupamaras capturadas. El comandante del operativo fue, una vez más, Héctor Amodio Pérez. Su plan era sorprendentemente simple, gracias a las condiciones permisivas de la instalación.

Gracias en parte a esta operación aumentó significativamente la reputación de Amodio. De hecho, su Columna 15 estaba volviéndose rápidamente un componente de singular importancia en el MLN. Amodio imponía ahí un conjunto de criterios claros de trabajo. Famoso por su dedicación y conducta metódica en el planeamiento de cada operación, el ex empleado de imprenta rara vez cometía un error en seguridad operativa, contrainteligencia, procedimientos de seguridad y en contemplar toda posible contingencia por adelantado. Sus locales siempre estaban prolijos; sus armas limpias y cargadas; todos los que se encontraban bajo su mando sabían dónde debían estar y qué debían hacer.

Los nuevos reclutas pedían a menudo ser enviados específicamente ahí. El atractivo de la unidad residía en la alta frecuencia de sus operaciones y en su notable tasa de éxito e impacto público. Los tupamaros recién ingresados que querían ver mucha acción a menudo se unían expresamente para operar bajo el mando de Amodio y sus colaboradores, que incluían a su novia Alicia Rey y a su sucesor designado al mando, Alberto Candán.  Fernández Huidobro ha dicho que por aquel entonces el prestigio de Amodio en el MLN era mayor incluso que el de Sendic. Otros recuerdan una leyenda” alrededor suyo: “que era guapo, de que los milicos le tenían miedo”.

Aunque Amodio no había sido parte de la tetrarquía original, fue el primero en unirse a ella tras la captura del escultor Marenales. Su importancia quedó de manifiesto con la creación de un nuevo puesto para él. Se denominaba coordinador intercolumnas, y le daba la oportunidad de influir en las decisiones de todas las partes del MLN. El puesto funcionaba como mando estratégico con una perspectiva privilegiada del muy reservado MLN. Al mismo tiempo, surgió una diferencia cada vez mayor entre Amodio y el resto de la dirección. Patria para nadie, Pablo Brum págs. 159; 160-161.

Amodio: Si bien supervisé toda la operación y fui personalmente a misa en varias oportunidades para corroborar la información enviada por las compañeras presas, no participé el día de la fuga. Nuevamente Brum comete un grave error de apreciación y de información. Fui nombrado coordinador de los servicios de cada columna, para poder transmitir la experiencia que los distintos grupos habían alcanzado y evitar así pasar por las varias etapas que cada logro en particular necesitaba. Fue iniciativa mía, precisamente.

El intercolumnas era un organismo creado para transmitir necesidades de una columna con relación a objetivos concretos, además de servir para aumentar las medidas de seguridad, transmitiendo información en ese sentido. El intercolumnas funcionó de manera adecuada mientras yo estuve en el comando general de Montevideo entre setiembre de 1971 y diciembre del mismo año.

Cuando renuncié a dicha responsabilidad, la disciplina del grupo decayó por falta de control y mi detención en febrero de 1972 fue motivada por esa falta de control. Paradojas de la vida y de la militancia: un mecanismo que debía contribuir a por lo menos mantener la seguridad causó la detención de su creador. Las “diferencias” con el resto de la dirección, según Brum es una apreciación de Efraín Martínez Platero, y así lo consigna en la nota 217. En ella Efraín dice que yo me encontraba en una posición “desaforada”, pero no dice en relación a qué. Sería bueno que algún día E.M. Platero nos dijera la verdad sobre varias cosas, como en alguna ocasión me prometió


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