13.OCT.19 | Posta Porteña 2057

PATRIA PARA NADIE de Pablo Brum/ comenta Amodio (6)

Por AMODIO

 

Patria para nadie: historia completa del MLN-Tupamaros

LA HISTORIA NO CONTADA DE LOS TUPAMAROS DE URUGUAY Montevideo, Uruguay: Planeta, abril de 2015

Así la presentaron en su momento; Héctor Amodio Pérez  hace su cometario que a partir de ahora iremos publicando; sexta  entrega

Agosto de 2019

(Continua sobre diferencias Sendic- Amodio)

Brum: El paso del tiempo hizo crecer en particular el contraste entre Sendic y Amodio. Según un tupamaro que permanece anónimo: “Amodio era muy eficiente y el Bebe era genial, aunque no era administrativamente eficiente, era un tipo que caía en cuestiones artesanales (...) al Bebe se le entreveraban los contactos, de repente en el bolsillo tenía cuarenta contactos (...) Tenía todo entreverado y no se le podía perdonar su condición artesanal de paisano”. Patria para nadie, Pablo Brum págs. 161.

Amodio: El tupamaro “anónimo” es Mujica. Brum no lo sabe, pero es así. Están tomadas del libro La piel del otro, de Hugo Fontana. La desaprensión con que Sendic manejó los aspectos organizativos fueron motivos de serios problemas que cuestionaban su figura. A Sendic se le toleraron comportamientos de todo orden, ya fueran orgánicos o de conducta personal, en una clara muestra de sometimiento intelectual ante su figura. A otros compañeros los mismos fallos no se les permitieron.

Brum: También había en juego diferencias clave en los estilos de vida. Sendic constituía una variedad sui generis del gaucho: un hombre de permanente perfil bajo, con una voz suave, una apariencia personal modesta y sin embargo una enorme confianza en sí mismo y decisión al actuar. La columna del interior estaba prácticamente bajo su exclusiva conducción. Al mismo tiempo, como siempre, “él mismo decía que no lo tomaran como referente”. Según recuerda la tupamara Cristina Cabrera: “Si había que limpiar limpiaba y si había que «apretar un auto» él iba primero”. Sendic seguía siendo el fascinante líder a través del ejemplo, el hombre de pocas palabras y acciones significativas. Patria para nadie, Pablo Brum págs. 161.

Amodio:Lo que dice Cristina Cabrera sobre Sendic, le cabe perfectamente a cientos de compañeros. Lo que pasó con Sendic es que en él esas cualidades se vieron como virtudes personales mientras que para el resto eran simples aspectos de la militancia. Brum no puede negar que de sus palabras se desprende que también participa de la historia tupamara que ha convertido a Sendic en una figura mitológica. Al reconocer que “la columna del interior estaba prácticamente bajo su exclusiva conducción” se está reconociendo su incapacidad como dirigente, que prefirió imponer su personalismo en desmedro del trabajo en equipo

Brum: Por otra parte, Amodio era producto de la ciudad, de las clases trabajadoras industriales y sus sindicatos, chaquetas de cuero barato, motocicletas y deseos y expectativas de una cierta calidad de vida. Muchos notaban cómo se manifestaban estos pequeños contrastes: Amodio se vestía mejor, conducía mejores vehículos, bebía mejores licores y fumaba mejores cigarros. A Sendic a menudo se lo confundía con un simple peón de estancia. Sin embargo, era este último quien resultaba ser el más profundo y sofisticado de los dos. Como explicó un tupamaro: “el que más pensaba era Sendic, pero no parecía. Y una cosa es pensar en el partido y otra en el campeonato. Amodio era importante para el partido, pero el Bebe era fundamental para el campeonato, era un tipo somáticamente enfermo de estrategia”. Patria para nadie, Pablo Brum págs. 162.

Amodio: Las palabras anteriores tienen como origen La piel del otro y pertenecen a Mujica. Brum no lo sabe pero yo sí. Lo de las chaquetas de cuero barato, las motocicletas y las expectativas de vida eran consecuencia de mi pertenencia a una clase trabajadora fruto de la sociedad de aquellos años. Se me quiere poner como arquetipo de una conducta personal que era igual para la mayoría de los montevideanos de clase media e incluso de clase media baja. Lo de que vestía mejor –se supone que en comparación con Sendic- era consecuencia del medio en que cada uno ejercía su militancia. Algunas de las “acusaciones” en ese sentido provienen de Alba Bordoli y están recogidas del mismo La piel del otro. Es una muestra de cinismo, ya que oculta que la misma campera de cuero que ella menciona era usada por ella, por Elsa Garreiro y por Tabaré Rivero, ya que a todos nos las había regalado la misma persona, un colaborador residente en Brasil, dueño de unos grandes almacenes

Brum: Una de las operaciones más dramáticas y decididamente no de propaganda armada del período fue el primer asesinato planificado de los Tupamaros. El blanco era el alto oficial policial Héctor Morán Charquero, quien dirigía la Brigada Especial de la Policía y era “uno de los agentes policiales más efectivos contra los terroristas MLN-Tupamaros”. El argumento del MLN contra Morán era muy directo: se trataba de un salvaje, un torturador y un ladrón. Supuestamente había usado una picana eléctrica en el tupamaro detenido Rodebel Cabrera durante más de una hora, sin mencionar sus golpizas de delincuentes comunes informadas a los tupas a través del submundo carcelario. Patria para nadie, Pablo Brum págs. 163.

Amodio: El MLN había considerado que los dos peligros mayores a los que debía enfrentarse eran la infiltración y la tortura. Para defenderse de la infiltración había determinado acentuar las medidas de seguridad en cuanto al reclutamiento. En relación a la tortura, había determinado que no podía consentirla. La primera ocasión que se le presentó fue las torturas efectuadas a Rodebel Cabrera y a otro militante cuyo nombre ha quedado en el olvido.

Las denuncias que llegaron al Parlamento no tuvieron consecuencias y se decidió efectuar una acción de represalia sobre Morán Charquero y sobre su segundo, el subcomisario Besson. La única acusación contra ellos era por su condición de torturadores. Todas las demás condicionantes sobre la personalidad de Morán ni siquiera eran conocidas. Fue el inicio de lo que luego se llamará Justicia revolucionaria.

Brum: Testigos reconocieron al famoso guerrillero Raúl Bidegain en el lugar de los hechos, muy posiblemente como el asesino. Patria para nadie, Pablo Brum págs. 165.

Amodio: Bidegain no tuvo ninguna participación en este hecho. Con muy poco esfuerzo Brum pudo haber comprobado que todo el operativo y su preparación previa correspondieron a la columna 15 y que Bidegain nunca la integró. En su racconto sobre el asalto al banco República en Pando y en el del CIM, el mismo Brum ubica a Bidegain en dichos asaltos, realizados por la columna del interior.

Brum: Para cuando se cerró la campaña de propaganda armada, a mediados de 1970 -las joyas, en noviembre, fueron un golpe aislado-, el MLN había crecido de un núcleo de cincuenta tupamaros a más de mil. Un número creciente había recibido entrenamiento de combate e inteligencia en Cuba. Unos dos mil individuos adicionales integraban las redes de soporte denominadas Comités de Apoyo a los Tupamaros o CAT, los cuales tenían por tarea aportar ayuda logística en diversos momentos de necesidad. El desgaste cobró forma principalmente a través de las caídas de prominentes tupamaros. Todas se volvieron importantes eventos noticiosos. En junio de 1970, una patrulla policial reconoció y arrestó ni más ni menos que al gran organizador de operaciones Héctor Amodio Pérez. El tupamaro, conocido alternativamente como Antonio, Ernesto, Ricardo y especialmente como Gustavo, negó tener cualquier rol de liderazgo en el MLN, a pesar de haber comandado la mayoría de los grandes golpes, incluidos el asalto a la financiera Monty, el secuestro de Gaetano Pellegrini, el ataque a Pando, el robo fracasado al Banco Francés e Italiano, el escape de la cárcel llamado Operación Paloma y muchos más. En otras palabras, la captura de Amodio era de una importancia simbólica inferior solamente al posible arresto de Sendic, aunque en términos operativos su baja era la más dura que el MLN podía sufrir.

En aquel entonces, el público y la prensa no comprendían realmente quién era importante dentro de los Tupamaros. Por ejemplo, Raúl Bidegain tenía un alto grado de publicidad alrededor suyo a pesar de que nunca había comandado un grupo de acción, mucho menos una columna. Era, sí, un talentoso y temerario tirador. Debido a esto, los otros tupas lo apodaron en broma “Coca-Cola”, porque era pura publicidad.

Tras el arresto de Amodio, Alberto Candán, al igual que el propio Amodio antes que él, fue elevado del liderazgo de la Columna 15 y pasó a integrar la tetrarquía de la dirección. Ahora esta estaría compuesta por Sendic -todavía intacto, clandestinamente, desde el incidente de Nueva Helvecia de 1963-, Efraín Martínez Platero, Lucas Mansilla y Candán.

Estos cambios conllevaban inevitables consecuencias. Candán, en contraste con Amodio, era más “gatillero”, un radical orientado a la acción que demostraba un entusiasmo excesivo por los actos de intimidación física y la violencia. Amodio lo había apadrinado en la organización, pero de todos modos hubo disputas entre ellos. Las diferencias en estilo y temperamento podían traducirse en decisiones muy divergentes en la cúpula del MLN. Patria para nadie, Pablo Brum págs. 180; 182-183.

Amodio: Nuevamente a Brum le fallan sus fuentes informativas. El MLN nunca tuvo en su aparato las cantidades de militantes que se le adjudican. A lo sumo, pudo tener entre 400 y 500, sumando los integrantes de los grupos operativos, los servicios y su sector político dedicado al reclutamiento.

Los CAT, Comandos de Apoyo Tupamaros y los GAF, Grupos de Acción en Formación, no estaban integrados a su aparato. Sí se puede considerar que estaban dentro de su ámbito de influencia, Lo mismo sucede con la llamada Columna 70. El MLN y más concretamente Huidobro los han incluido como integrantes del MLN para intentar justificar algunas de las disparatadas decisiones que él y sus compañeros de dirección adoptaron. El MLN nunca cerró la etapa de propaganda armada. Fueron unos dirigentes aislados de la mayoría que manipulando y aplicando la línea del “hecho consumado” fueron arrastrando al MLN a entrar en una dinámica de enfrentamientos para los que no estaba preparado.

Si bien la policía trató de presentar mi detención como un gran golpe para el movimiento, internamente no tuvo mayores repercusiones. Cuando en octubre de 1968 planteamos el proyecto de descentralización, tenía como objetivo fundamental evitar que la prisión o muerte de algún dirigente la organización sufriera más de lo necesario. En la columna 15 ese trabajo de formación y promoción se dio a todos los niveles. En un pasaje de su libro, Brum, por boca de Celesta Zerpa, integrante de la columna 10, “liderada” por Mujica, reconoce que mientras ellos tardaban un mes en procesar una acción, la 15 hacía cuatro por día.

La incorporación de Candán al Ejecutivo se hizo dejando a un lado la cooptación que yo había hecho en relación con Alicia Rey. Tal como se ha dicho en otros momentos, cada miembro del Ejecutivo tenía designado su sustituto, al que llamábamos “fantasma”. Mi “fantasma”, como no podía ser de otra manera, fue Alicia Rey y así había quedado establecido. Pero tal designación no fue del agrado de Sendic, aunque como era proverbial en él, se abstuvo de exponer sus razones.

Cuando yo coopté a Alicia, estábamos discutiendo el plan Satán y su puesta en marcha. Uno de los puntos en discusión era el alcance del plan, es decir, a cambio de cuántos presos y de quiénes se iba a pedir el rescate por los futuros secuestrados. Luego de largas discusiones, acordamos que el rescate sería por un número reducido pero “selecto” de los presos, en contraposición al planteado por Sendic, que consideraba que el rescate debía ser a cambio de la totalidad de los presos alojados en Punta Carretas y Cabildo, sin tener en cuenta a qué organización pertenecieran.

En la página 187, Brum cifra en más de un centenar la lista elaborada. Pero una vez que yo fui detenido el 30 de junio, Sendic vio la oportunidad de no cumplir el acuerdo, y maniobró en el Ejecutivo para designar a Alicia Rey como responsable de las relaciones con los políticos con los que el MLN mantenía relaciones: Erro, Flores Mora, Michelini, Gutiérrez Ruiz y el más pesado de todos, Wilson Ferreira Aldunate.

La maniobra pasó desapercibida para todos, menos para mí. Pero cuando expuse mis razones se me aplicó la regla de oro: los dirigentes presos teníamos voz pero no voto, por lo que se mantuvo la integración de Candán. De esta forma Sendic se sintió libre de los controles que yo ejercía sobre su comportamiento orgánico y el previsible que Alicia ejercería en mi ausencia.

Brum: Tras cuatro años de existencia y casi dos de aplicar tácticas de propaganda armada, el MLN se estaba volviendo el hecho político central de Uruguay. Había logrado esto sin recurrir a asistencia o refugios extranjeros. Patria para nadie, Pablo Brum págs. 183.

Amodio: Sin embargo, el mismo Brum ha dicho en varias oportunidades que Cuba había prestado asistencia al MLN, en especial en formación militar, lo que fue irrelevante hasta 1971 e inútil después de 1972, con el MLN ya diezmado por completo.

Brum: A mediados de los años sesenta los Tupamaros avanzaban formidablemente, pero no todo era color de rosas. Su principal problema, en particular en el caso de sus líderes, era que las operaciones policiales en su contra lograban un paulatino desgaste por acumulación. Tres cuartos de la tetrarquía original estaban en la cárcel de Punta Carretas: Julio Marenales, Jorge Manera y Eleuterio Fernández Huidobro. Héctor Amodio se les unió en junio; la lista continuaba con nombres menos conocidos. Fue así que Fernández Huidobro creó un plan para escalar la insurgencia y obligar al gobierno a liberar a los prisioneros. Lo que pronto sería conocido como Plan Satán consistía en secuestrar a importantes personalidades extranjeras de las calles de Montevideo. Se las retendría como rehenes hasta que el gobierno liberara a todos los tupamaros, a quienes en la propaganda del MLN se llamaba “prisioneros políticos”. Había más de cien en la lista. El plan pretendía forzar al gobierno de Pacheco hacia una posición incómoda frente a poderosos gobiernos extranjeros, y en definitiva hacia una crisis institucional.

Una célula, que pertenecía a la Columna 15, secuestró al cónsul de Brasil en Montevideo, Aloysio Dias Gomide. Había otros dos equipos de secuestradores en acción en la ciudad al mismo tiempo, y ambos apuntaban a integrantes del gobierno estadounidense. El primero se desplegó en el barrio residencial de Pocitos y vigiló el edificio de apartamentos donde vivían dos diplomáticos. Sus nombres eran Gordon Jones y Nathan Rosenfeld. Por aquel entonces compartían el viaje cotidiano en automóvil al opaco edificio al cual se había mudado recientemente la Embajada, a una corta distancia sobre la rambla. Los Tupamaros sabían esto y por lo tanto se prepararon para secuestrar dos víctimas en un solo ataque.

La tercera célula de secuestradores en acción ese día -también de la Columna 15- resultó ser la más importante. La líder era Olga Barrios, una tupamara experimentada. En Pando había estado en un tiroteo con la policía en la escuela rural. Más recientemente se había escapado de la cárcel de mujeres como una de las trece “palomitas”; también se había unido al ataque a la academia naval. Días antes de su arresto en junio, Amodio le había dado personalmente las instrucciones para el operativo. Barrios lideraba un equipo de siete tupamaros a bordo de tres vehículos robados esa misma mañana. El blanco era Dan Mitrione, el jefe del programa USAID-OPS que asesoraba a la Policía uruguaya.

La mañana del 31 de julio, Mitrione abordó, desarmado, el vehículo enviado para llevarlo a la Embajada. Su chofer era un policía armado. Poco después de comenzar el trayecto, cuando todavía se encontraban en el barrio residencial de Malvín, una camioneta con el veterano del operativo Pando, Andrés Cultelli, al volante se aproximó desde la dirección opuesta y embistió el coche de Mitrione, empujándolo sobre la vereda. Barrios se lanzó sobre el vehículo, rifle en mano, rompió la ventana del lado del pasajero y redujo a Mitrione, sacándolo del coche. El chofer-guardaespaldas estaba totalmente inmovilizado, atascado en su asiento y rodeado de armas que le apuntaban. Patria para nadie, Pablo Brum págs. 187; 188; 189-190.

Amodio: Cuando fui detenido el 30 de junio de 1970, no estaban determinados los objetivos del plan Satán. Mal pude, entonces, darle “personalmente” a Olga Barrios las instrucciones para el operativo. Por otra parte, no conocí personalmente a Olga Barrios, aunque perteneció a la columna 15. Por otra parte, según Brum, Olga habría participado junto a Andrés Cultelli, que pertenecía a la columna 1. Esto es imposible.

Ahora bien: durante mucho tiempo he creído que el secuestro de Mitrione también correspondió a la columna 15. Pero los informes recibidos a partir de finales de 2018 y tras la lectura de Ay de los vencidos!!!, de Marx Menéndez, tengo que rectificar.

La columna 15 fue responsable de los secuestros de Dias Gomide y de los fracasados de Jones y Rosenfeld, mientras que el de Mitrione fue responsabilidad de la columna 1. Esto me lleva a identificar a Elida Baldomir Cohelo como la acompañente de Cultelli.

Por otra parte, y esto es de suma importancia, el hecho de que el secuestro de Mitrione haya sido adjudicado a la columna 1, es a mi juicio una muestra de que la historia acerca de Mitrione fue creada con posterioridad a su ejecución. Si el MLN hubiera creído realmente que Mitrione era un asesor en torturas, su secuestro no se le habría podido adjudicar a la columna 1

Tengo que agregar que la descripción que Marx Menéndez hace de los fallidos secuestros de Jones y Rosenfeld nos muestran que Candán Grajales, desde su incorporación al Ejecutivo estaba actuando con desaprensión en materia organizativa, lo que hará de manera clara en los sucesos del 14 de abril de 1972.

Brum: Con el fin de dejar poco margen para la especulación que siguió a la noticia de los secuestros, el MLN avisó a la prensa que estaba detrás de los mismos. Su comunicado demandaba la liberación de todos los tupamaros encarcelados y no establecía una fecha límite para que el gobierno cumpliera con esta exigencia.

Había al menos dos problemas con la demanda del MLN de liberar a todos los tupamaros que estaban cumpliendo sentencias en prisión. Primero, en Uruguay los poderes del Estado estaban separados, como en cualquier república. Había sido el Poder Judicial el que sentenció a esos tupamaros a la cárcel, hallándolos culpables de uno o más crímenes. El segundo problema era igual de importante: Pacheco jamás consideraría ni siquiera la posibilidad de semejante acto, aun si tuviera el poder de hacerlo. Patria para nadie, Pablo Brum págs. 195-197.

Amodio: El MLN reclamaba la liberación de “todos los presos políticos”, lo que equivalía a incluir a los detenidos por las Medidas Prontas de Seguridad, un ardid legal que permitía mantener como detenidos a quienes la justicia uruguaya había puesto en libertad ante la falta de elementos probatorios de sus actividades subversivas y que en su mayoría se aplicaba a militantes gremiales o simples detenidos por manifestaciones no autorizadas.

Si reclamar la liberación de un centenar ya era demasiado, qué decir de pretender liberar a los miles de presos considerados políticos. La ruptura del acuerdo por parte de Sendic hizo imposible toda forma de negociación y acabó obligando a Pacheco a mantener su posición de firmeza.

Brum: Los Tupamaros seguían igual soñando con una secuencia política: Pacheco renunciaba, Abdala tomaba la Presidencia y declaraba una amnistía, y Wilson Ferreira, del Partido Nacional -quien se encontraba ilegalmente en contacto con el MLN-haría un esfuerzo para legalizar a los tupas e integrarlos al proceso político. En una situación compleja, resultaba para la dirección del grupo simultáneamente una salida de la clandestinidad y una puerta de entrada al poder. Patria para nadie, Pablo Brum págs. 198.

Amodio: Efectivamente, Wilson Ferreira mantenía una doble comunicación con el MLN: directa, a través de Alicia Rey e indirecta con los presos de Punta Carretas a través de su correligionario Pedro Zabalza, padre de Jorge Zabalza.

El senador dio a su hijo un panorama exageradamente optimista acerca de la situación del Gobierno, lo que no se correspondía con la realidad. En las comunicaciones que desde Punta Carretas manteníamos con los compañeros de la Dirección, los hicimos partícipes del optimismo de nuestras informaciones, las que en varias oportunidades estaban en contradicción con la visión más mesurada que Alicia Rey recibía directamente de Wilson Ferreira.

Brum: A pocos días de iniciada la crisis, encuestas realizadas por organizaciones como Gallup aportaron un indicador significativo para este punto medio de la insurgencia del MLN. Un tercio de la sociedad veía los secuestros como legítimos; un tercio pensaba lo opuesto y el último tercio era neutral. El 60% pensaba que los Tupamaros devolverían a Mitrione sano y salvo. Mientras tanto, la policía -con el asesoramiento de la OPS, ahora más urgente que nunca- estableció un grupo de tareas especial y una línea telefónica para que los ciudadanos dieran pistas de inteligencia anónimamente, sin tener que temer a represalias del MLN. Un logro aislado fue la toma de un local donde a menudo se quedaba Candán; él y Alicia Rey vieron desde una distancia segura cómo la policía lo allanaba. Patria para nadie. Pablo Brum, pág. 203

Amodio:Según me informara quien en agosto de 1970 revistaba como agente a las órdenes de Alejandro Otero, un informante anónimo había efectuado varias llamadas a su Departamento indicando la presencia de Edith Moraes en el edificio de Almería 4630. Esta era una más entre los cientos de llamadas recibidas y como tantas, no fue tenida en cuenta hasta que el mismo informante decidió llamar directamente al ministerio del Interior.

Desde el ministerio se recibió la “sugerencia” de atender la denuncia y para sorpresa de los agentes enviados, no solo se comprobó la presencia de Edith Moraes sino la del mismo Candán Grajales. Tras una discreta vigilancia, se supo que ambos ocupaban el apartamento 4, junto a otro tupamaro no identificado entonces: Asdrúbal Pereira Cabrera.
Huidobro adjudicó la caída a “una brillante investigación policial. Pero cuando el MLN decidió cambiar la historia para poder culpar de la debacle a los considerados traidores, se dirá que el local de Almería había sido entregado por Amodio, pese a que en esa fecha yo estaba preso en Punta Carretas y como dejó establecido Píriz Budes en su legajo de declaraciones dicho local había sido alquilado con posterioridad a mi detención el 30 de junio.

Brum: En la lluviosa mañana del 7 de agosto la policía tendió su trampa, en ocasión de una reunión del Comité Ejecutivo que decidía sobre el destino de los rehenes. Desde entonces, el incidente ha pasado a ser conocido como “Almería”, por el nombre de la calle donde se ubicaba el apartamento. Patria para nadie. Pablo Brum, pág. 204.

Amodio: La reunión del Ejecutivo en esos momentos fue un hecho fortuito. Era la primera vez que dicho local se utilizaría para reunirse el Ejecutivo. El escaso tiempo que hacía que había sido alquilado se consideró una muestra de seguridad. Algunos de los que concurrirían a ese lugar ni siquiera conocían la señal de alarma y esa sería una de las razones por las que la detención fue de tal magnitud.

Brum: A las ocho de la mañana, dos inspectores clave de la policía vestidos de civil, Oscar Delega y Hugo Campos, golpearon la puerta. Cuando les abrió una integrante del MLN, se impusieron y forzaron la entrada. Redujeron a los tupamaros que cuidaban el apartamento, Edith Moraes y Asdrúbal Pereira, y armaron la clásica “ratonera”. Los dos oficiales fueron tan rápidos que Moraes no logró colocar una señal de alarma visible para sus compañeros. El clima victorioso en la policía no duró: los tupamaros capturados no estaban cooperando. El tratamiento duro solo había llegado a los “manguerazos” de los prisioneros -desnudos y encapuchados- con agua helada. Patria para nadie, Pablo Brum págs. 204- 207

Amodio: Esto es absolutamente falso. Pese a que extraoficialmente se hablara de la posibilidad de la aplicación de “apremios físicos” y del empleo de pentotal en los interrogatorios, los detenidos fueron tratados correctamente, tal como era costumbre en Jefatura, al menos para los presos del MLN.

Brum: El único líder que quedaba del grupo, Mansilla -quien había robado el Casino San Rafael disfrazado de policía junto con Sendic, Zabalza y otros-, se vio obligado a elegir a otros tres con quienes formar una nueva tetrarquía en la dirección. Todos los que escogió pertenecían a las nuevas generaciones, menos experimentadas en el desarrollo de la organización e identidad del MLN, pero que habían sido probadas en el campo operativo. Los elegidos fueron Samuel Blixen -un periodista ultraviolento de la Columna 15-, Manuel Menéndez -el compañero de Amodio durante Pando- y Juan José Domínguez. Reunidos por primera vez el 8 de agosto, tenían dos temas urgentes que discutir.

La primera decisión era la represalia del MLN al allanamiento de Almería, la cual fue lanzada ya antes de que terminaran los arrestos. El objetivo estaba dentro del edificio principal, en el centro de la ciudad, del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca. Demostró ser el más extraño de todos los del MLN: un estadounidense de sesenta y cinco años llamado Claude Fly.

La mañana del 7 de agosto los tupamaros Jorge Torres, Andrés Cultelli y Armando Blanco aparecieron en el Ministerio disfrazados de técnicos reparadores. El objetivo estaba trabajando en una de las oficinas del edificio. De habla calma y comportamiento gentil, Fly no era empleado del gobierno de Estados Unidos y no formaba parte de la Embajada. Su trabajo era puramente técnico y a menudo implicaba visitar diversas partes del país. El financiamiento para su contrato venía del Ministerio, aunque sus orígenes estaban en una donación para desarrollo agrícola de la USAID. Además de secuestrar a Fly, la segunda decisión que tomó la nueva dirección fue publicar un comunicado que cambió radicalmente el rumbo del Plan Satán. Molestos por el colapso de Almería y la enorme carga que representaba liderar la organización, y pensando además que era probable que los tupamaros capturados fueran torturados y asesinados, la decisión fue establecer un plazo de cuarenta y ocho horas para la liberación de todos los guerrilleros encarcelados. Si no se cumplía con esta exigencia, los rehenes pasarían a un “Tribunal del Pueblo” que juzgaría sus crímenes y les dictaría sentencia. Patria para nadie, Pablo Brum págs. 209; 210-211.

Amodio: Brum comete un error inexplicable: Reconoce que Fly fue secuestrado “la mañana del 7 de agosto”. Es decir que la decisión de secuestrarlo es anterior a la caída de la Dirección en la calle Almería, producida esa misma mañana. Y es a esa Dirección que correspondió la decisión de secuestrarlo. No pudo ser, por tanto, una acción de represalia, sino una acción más encuadrada dentro del Plan Satán.

La decisión de establecer un plazo fue una decisión planteada por Mansilla y aceptada por el resto del novel Ejecutivo. Mansilla creyó interpretar correctamente las palabras con que Sendic cerrara un comunicado anterior en el que decía que en el caso de no aceptarse las demandas “se haría justicia”. Las palabras eran deliberadamente ambiguas, fiel al estilo Sendic, para que cada cual interpretara lo que pudiera y dejarle a él un amplio margen de maniobra. El “cómo te digo una cosa te digo la otra” viene de antiguo. La orden de ejecutar a Mitrione responde a la misma interpretación

Distintas informaciones avalan la idea que tras la caída de Almería el MLN se sintió obligado a ejecutar a Mitrione, dada su condición de funcionario norteamericano. Marx Menéndez en su libro ya citado Ay de los vencidos!!! Nos cuenta que al ser citado para la reunión en la que se tomaría la decisión sobre Mitrione, pensó que la muerte era inevitable. Hay que dejar constancia que en ningún momento el MLN hizo referencia alguna a la condición “de instructor en torturas” del secuestrado. Continuara


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