04.NOV.19 | Posta Porteña 2063

PATRIA PARA NADIE de Pablo Brum/ comenta Amodio (9)

Por AMODIO

 

Patria para nadie: historia completa del MLN-Tupamaros

LA HISTORIA NO CONTADA DE LOS TUPAMAROS DE URUGUAY Montevideo, Uruguay: Planeta, abril de 2015

Así la presentaron en su momento; Héctor Amodio Pérez  hace su cometario que a partir de ahora iremos publicando; novena entrega

 Sept. de 2019 ( continúa análisis El Abuso)

Brum: Al despertarse en su cama de hospital, Aurelio Fernández revolvió sus objetos personales y descubrió que no estaban ahí sus importantes documentos del MLN. Fue entonces cuando telefoneó a sus contactos y sonó la alarma. Poco después encontró los papeles cuidadosamente insertos en sus zapatos. El MLN demostraba su capacidad nuevamente: tupamaros silenciosos, tan notorios entre los profesionales médicos de Uruguay, habían notado los papeles y su importancia, y así habían hecho su discreta contribución a la seguridad del grupo. Aunque la operación de escape retenía su secreto y estaba apenas pospuesta por veinticuatro horas, los tupamaros de Punta Carretas todavía tenían que confrontar la cuestión de los boquetes irreversiblemente abiertos. Patria para nadie, Pablo Brum, pág. 294-295.

Amodio: Nada de esto es cierto. Forma parte de la mitología tupamara. Los boquetes no llegaron a ser abiertos, ya que la postergación se conoció con la suficiente antelación. Pablo Brum testifica en mi favor, al decir que “la operación de escape retenía su secreto y estaba apenas pospuesta por veinticuatro horas”, lo que confirma que se debió a la sustitución de un militante por otro y no a un problema de seguridad que no podía resolverse en 24 horas.

Brum: Al mismo tiempo, el barrio del Cerro ardía gracias a la explosión de la operación Tero: “Talaron árboles, cerraron calles, hicieron barricadas, quemaron cubiertas de ómnibus, incendiaron vehículos”. Tal como la describió Martínez Platero: “La ciudad quedó libre de patrulleros, libre de policías (...) Eran miles y miles de personas”. Hubo diez horas completas de caos Tero, más que suficientes para ayudar con la operación de Punta Carretas. Patria para nadie, Pablo Brum, pág. 300.

Amodio: Mucho se habla de la “Operación Tero” o “Tejazo” e incluso se la ha puesto de ejemplo de “insurrección popular”. Cabe decir que no tuvo nada de insurrección, ya que fue una algarada organizada por los CAT integrados en la Columna 70. Hubo una descoordinación entre los organizadores del Tejazo y los de la fuga propiamente dicha.

Esa descoordinación hizo que uno de los camiones participantes en la evacuación quedara dentro del cerco tendido por la policía alrededor de la zona de La Teja y adyacentes, por lo que no pudo llegar a su punto de encuentro. El otro camión debió duplicar su cargamento humano y buscarse un alojamiento circunstancial para el excedente de carga.

Brum: Sendic casi inmediatamente decidió irse de Montevideo para regresar a su entorno preferido: el campo de Uruguay, en el norte del país. Allí militó en una célula bajo el comando del ingeniero Almiratti, y trabajó duro para orquestar una campaña diseñada específicamente para ese contexto geográfico. Fernández Huidobro, su compañero usual, se desplegó en una columna que tenía como misión lanzar una campaña en la periferia de Montevideo. Amodio retornó a sus viejas usanzas, circulando por Montevideo disfrazado de cura, Biblia en mano, o de ciego, mientras coordinaba células de la Columna 15. Patria para nadie, Pablo Brum, págs. 302-303.

Amodio: Apenas consumado El Abuso se realizó una reunión en casa del Gordo Manolo –mayor retirado de la FA, de nombre Rodolfo Daniel Rolando Vieira, en la calle Jaime Cibils, a los fondos del Hospital Militar.

A esa reunión asistimos los “históricos” Sendic, Manera, Marenales, Huidobro y yo y por el Ejecutivo Rosencof y Wassen. En dicha reunión se discutió la posibilidad, presentada por Rosencof, de la formación de una nueva Dirección integrada por algunos de los “históricos” y algunos de la Dirección actuante.

Dicha propuesta se descartó ya que todos los “históricos” manifestamos que por diversas y distintas circunstancias no estábamos en mejores condiciones que los que tras Almería habían reorganizado al MLN. Así Wassen volvió al Ejecutivo y Huidobro fue al Collar y Sendic a la columna del Interior, por propia iniciativa. Días después el Ejecutivo me designó para el Comando general de Montevideo y Manera y Marenales se integraron en los servicios. En Memorias de insurgencia, Huidobro dice en una página que fueron enviados a la base por su condición de “teóricos” y en otra página dice que se fueron a la base para demostrar que los planes que el Ejecutivo no les había aprobado “eran correctos”

Brum: Sin embargo, esta posición triunfante ocultaba un problema. Los Tupamaros todavía no habían desarrollado un plan para derrotar al Estado uruguayo. Este era el requisito esencial para la victoria revolucionaria, particularmente tras la desaparición de las opiniones positivas que había generado la propaganda armada ante la oleada de terrorismo Satán y Cacao. Con la policía y ahora los militares aproximándose, la revolución nunca triunfaría, sin importar lo atractivos que fueran los tupas -a menos que esos enemigos fueran superados.

Al considerar estos hechos, el MLN se permitió una innovación. Debido a que las identidades de todos los tupamaros que escaparon de Punta Carretas eran bien conocidas, y a que la red clandestina del grupo en Montevideo estaba repleta de gente para esconder, la organización decidió lanzar por primera vez un foco rural. Patria para nadie, Pablo Brum, pág. 309.

Amodio: Contrariamente a lo que afirma Brum, la organización no decidió lanzar un foco rural. Uno de los planes que el Ejecutivo no había considerado viable, el plan Tatú, que era la base para instalar el Segundo Frente –el foco rural que Brum menciona- fue retomado por iniciativa de Sendic una vez que este, a iniciativa propia, se instaló en Paysandú.

Desde allí declaró la “guerra a los ricos”, también por iniciativa propia, acorralando a los miembros del Ejecutivo que temerosos de provocar un cisma interno, lo dejaron actuar. Una vez más Sendic empleó la táctica de los hechos consumados para imponer sus criterios, aunque estos se apartaran de la línea establecida e incluso del sentido común.

Brum: Esto significaba que 1972 prometía combinar los planes más sofisticados que el MLN hubiera mostrado. Casi todos fueron diseñados para escalar el conflicto lo más posible. Uno se llamaba Plan Magnífico y su objetivo era ni más ni menos que secuestrar al presidente electo Bordaberry. “Magnífico” era el nombre en clave del propio Bordaberry; los planes para su secuestro -descubiertos tiempo después por los militares- revelaban una vez más lo lejos que llegaban los tentáculos del MLN. Patria para nadie, Pablo Brum, pág. 309.

Amodio: El “Magnífico” y un intento de voladura de uno de los muros perimetrales de la residencia presidencial fueron intentos de jóvenes no vinculados al MLN que intentaron, emulando sus acciones, tratar de ingresar a su aparato.

Brum: Había un programa completo de monitoreo del hogar y aparato de seguridad de Bordaberry; tupamaros de incógnito habían caminado directo hasta la entrada y habían empezado a conocer a los empleados clave del presidente electo por sus nombres y hábitos diarios. Los Tupamaros tomaron nota de las identidades, cantidades y equipamiento de los guardias y empleados de la casa. Controlaron qué vehículos operaban alrededor del lugar, a qué horas se movían, cómo viajaban, quién estaba adentro y qué señales de tránsito respetaban.

Una propuesta aún más ambiciosa se llamaba Plan Nerón. Se trataba de un ataque guerrillero en el cual equipos de demolición detonarían “toda la flota de la Armada Nacional” anclada en la bahía de Montevideo, obstruyendo así permanentemente el puerto que tan importante era y es para la ciudad. La economía se vería doblegada sin esta infraestructura esencial para las exportaciones. Sin embargo, el MLN nunca encontró los recursos, el tiempo o la voluntad de poner en práctica estos planes. Años después, los Montoneros argentinos -una organización mucho más grande- llegaron a derribar un avión que transportaba a integrantes de la Guardia Nacional, así como a hundir un barco de la Armada -pero esto nunca fue factible en Uruguay. Patria para nadie, Pablo Brum, págs. 309-310.

Amodio: El MLN nunca se planteó acciones de este tipo y menos en esos momentos. La experiencia del plan Cacao no cayó en saco roto. Un sabotaje del tipo enunciado solo habría tenido repercusiones negativas.

Brum: Con un nuevo presidente, una fuerza militar fortalecida y una organización guerrillera hinchada por múltiples generaciones de combatientes, el período que comenzó a fines de 1971 claramente iba a ser diferente, sobre todo una vez que terminara el verano. El conflicto se había reiniciado; las piezas se redistribuyeron y ninguno de sus participantes podía tener idea de dónde estaría en seis meses, mucho menos en un año, en el futuro.

El plan de los militares, desarrollado en las semanas y los meses que siguieron a septiembre de 1971, era ambicioso. Los documentos estratégicos que circularon entre los mandos, así como entre civiles clave de la esfera de defensa, utilizaban un lenguaje llamativo. Uno de los objetivos que las fuerzas armadas se planteaban a sí mismas era “Consolidar y mantener la adhesión activa de la población a los ideales democráticos republicanos”. Otro documento proponía la “Neutralización de un (...) ambiente propicio para el desarrollo de la subversión (desorden administrativo, delitos socioeconómicos, corrupción pública, etc.)”.

Naturalmente, las fuerzas armadas no estaban heredando una tabula rasa del gobierno. Había años de trabajo policial que precedían su llegada y los beneficios estaban claros para ambos lados. El coronel Gavazzo se ocupa específicamente de darle crédito al primer sucesor de Alejandro Otero, Pablo Fontana, por ser un “Verdadero cerebro (...) Seguramente en la época no había nadie que conociera mejor al enemigo de entonces (...) Resulta imposible olvidar su fichero consistente en una ordenadísima estantería de cajas de zapatos que iba desde el piso casi hasta el techo sobre dos paredes de la sala”. Gracias a estos archivos y al trabajo de importantes agentes policiales como Otero, Castiglioni y Campos, los militares comenzaban con una radiografía completa del MLN ya en sus manos. Además, para aquel entonces el Programa de Seguridad Pública estadounidense había entrenado a 113 policías en Estados Unidos, y a 700 más en Uruguay. Todos estarían ahora bajo mando militar. Patria para nadie, Pablo Brum, págs. 310; 322-323.

Amodio: La mención que hace Brum del comisario Pablo Fontana está fuera de contexto. En El enigma Trabal, Sergio Israel narra cómo en 1971 el SID era una oficina carente de medios y de personal, que debía usar los autos propiedad de sus integrantes y que solo disponía de un teléfono. Las palabras de Brum están dirigidas a hacer creer que la colaboración de la policía con el ejército de dio de una forma natural y consentida y eso no es así.

Las FF.AA. empezaron desde cero, subestimando a la policía, a la que consideraban integrada por corruptos cuando no cobardes. La labor de Fontana no fue por colaboración entre los cuerpos, sino que respondió a la necesidad del SID de contar con alguien de experiencia en investigación. Fue Trabal quien contrató a Fontana, una vez que este se hubiera jubilado como comisario, ya metidos en 1972.

De la misma forma, miembros policiales integraban las dotaciones de los “camellos”, una vez comprobada la ineficiencia militar en la detección de actividades subversivas callejeras y que acabaron con detenciones e incluso muertes “erróneas”

Brum: Impredecible como siempre, cerca del final del año Sendic también lanzó una “proclama de guerra” desde su nueva base en Paysandú, en el norte del país. Representaba una renovación total del compromiso de los Tupamaros con la revolución, tras la pausa electoral y veraniega. Patria para nadie, Pablo Brum, pág. 329.

Amodio: Ya me he referido a este punto con anterioridad. Efectivamente, Sendic emitió su “proclama de guerra” a espaldas del Ejecutivo, que se había negado a su puesta en marcha. La Dirección se vio así ante un hecho consumado que solo podía acabar en un cisma interno. Sendic y su columna del Interior eran una organización autónoma dentro del MLN, y por tanto fuera de su disciplina. Sendic cumplía así su sueño, ya plasmado en octubre de 1968, de actuar sin control de la Dirección. Brum lo califica como “impredecible”, sin abordar la verdadera gravedad de los hechos de Sendic: actuaba a espaldas de las decisiones de la Organización que integraba.

Brum: Sendic estaba en Paysandú para participar de un viejo proyecto personal suyo: un levantamiento rural. Tras llegar a la ciudad se había realizado una rinoplastia para hacer que la vida clandestina fuera más fácil. Más aún, durante su estadía en Punta Carretas, él y su compañero tupamaro Jorge Zabalza habían diseñado un plan para desplegar células guerrilleras en el campo de Uruguay. Se lo conocía como Plan Tatú. Sin embargo, el caudillo máximo del MLN no sería uno de sus comandantes. En vez de eso, se unió a una columna guerrillera del Tatú que marchaba por la zona, bajo el comando de uno de sus cañeros de la UTAA y del valioso ingeniero Almiratti. Cargando su bicicleta a todas partes con su característica testarudez, Sendic estaba al fin en medio de una insurgencia de liberación nacional en el interior rural de Uruguay. Se suponía que debía transcurrir igual que las grandes campañas de Mao y de los cubanos. Patria para nadie, Pablo Brum, pág. 329.

Amodio: Efectivamente, el “levantamiento rural”, el Segundo Frente, fue un engendro ideado por Sendic y sus seguidores, entre los que Zabalza aparece como uno de los más calificados. Se basaba en el Plan Tatú, otro engendro copiado de experiencias de otros países, sin tener en cuenta las diferencias objetivas existentes. Iban a politizar el campo, decían.

El Segundo Frente fue concebido para que “el líder campesino” tuviera un lugar en la lucha que por las características geográficas del Uruguay se dirimía en las ciudades. Fue también la expresión de un cambio estratégico sin el apoyo de la mayoría del MLN y la expresión más cabal del personalismo y el voluntarismo de Sendic.

Decir que Sendic no fue uno de los comandantes es desconocer por completo a Sendic y a sus seguidores en el interior del país. Para estos, Sendic era el líder indiscutido y Sendic siempre actuó con ese respaldo para presionar a la dirección del MLN. Con esa actitud, Sendic partió al MLN en dos organizaciones y su deambular de un sitio a otro no respondía más que a mantener ese liderazgo creado sobre la base de un mito sobre su persona: su capacidad de pensar más allá, su capacidad de prever estrategias

Brum: Mientras tanto, las principales operaciones del MLN -las de Montevideo- quedaron en manos de la conducción que ejecutó El Abuso. Ese era precisamente el papel, primero y sobre todo, de la Columna 15. Esta retomó el Plan Cacao con una verdadera ola de acciones: incendió clubes de golf, asesinó a un inspector de prisiones, asaltó estaciones de policía, invadió los hogares de agentes policiales y de otros miembros del gobierno, y además secuestró a varias personas. Patria para nadie, Pablo Brum, págs. 329-330.

Amodio: Tras estas palabras subyace un mezquino interés: acusar a la columna 15 de militarismo, una desviación en que la dirección de la columna habría incurrido. Se oculta, sin embargo, que la columna 15 realizó las acciones no por iniciativa propia, sino que lo hizo siguiendo las directivas emanadas desde el Ejecutivo. El propio Zabalza, en carta abierta a Carlos Caillabet, así lo confirma, del mismo modo que reconoce lo irresponsable de algunas de las acciones propuestas por Sendic.

Brum: El Plan Tatú consistía en redes de tatuceras cavadas en diversas ubicaciones alrededor de Uruguay, preferiblemente cerca de ciudades pequeñas. Su propósito era permitir a los Tupamaros realizar una campaña guerrillera clásica de golpear y ocultarse. Según el concepto de sus creadores Sendic y Zabalza, el Plan Tatú era una línea de hostigamiento rural contra centros de población secundarios y posiciones gubernamentales vulnerables. Era un segundo frente.

Esta estrategia contradecía las decisiones de los Tupamaros remontándose hasta los días del Coordinador. El Documento 1 del propio MLN, de coautoría de Sendic y Fernández Huidobro en 1967, señalaba: “Nuestro campo no sirve para instalar un foco guerrillero permanente”. Patria para nadie, Pablo Brum, págs. 333.

Amodio: El segundo frente no solo contravenía la decisión estratégica del MLN: la lucha será urbana, sino que contravenía el más elemental sentido común. Guiados por un afán de protagonismo casi enfermizo, sus impulsores no vacilaron en acusarnos a quienes lo criticamos como derrotistas y faltos de visión política. Lo que se dijo en el documento 1 fue la síntesis de la experiencia recogida desde 1963 por la totalidad de quienes en 1967, superando dificultades sin cuento, habíamos mantenido operativa a una organización casi aniquilada en diciembre de 1966.

Brum: Las dificultades de operar en el campo chato y abierto de Uruguay todavía estaban ahí. Una vez que se realizara una acción guerrillera contra una pequeña ciudad o pueblo, la retirada al escondite dependía de tener velocidad, sigilo y seguridad operativa. Si se llegaba a descubrir la ubicación de los atacantes, el Ejército podría aislar fácilmente cualquier área arbolada del país. Más aún, la poco revolucionaria población del Uruguay profundo podía ser de ayuda para los militares. A los extraños se los distinguía fácilmente.

Un uso indirecto del Plan Tatú fue descomprimir el incremento en la cantidad de tupas presentes en Montevideo resultante de El Abuso. Según explicó el tupamaro Marcelo Estefanell, tras el escape: “Nos estábamos pechando por la calle. Vos ibas caminando y pensabas “ese debe ser tupa, por cómo camina, por cómo se viste”.

El MLN denominó a esto saturación: la proporción de guerrilleros por kilómetro cuadrado y por habitante en la ciudad era demasiado alta. Los tupas apodaron a una parte de Montevideo “delta del Mekong” debido a la gran cantidad de locales que ahí tenían.
En otras palabras, el Plan Tatú no ocurrió porque el MLN decidió que el camino a la victoria era ahora la insurgencia rural. Más bien nació de combinar el problema de la saturación con el viejo interés de Sendic y otros en la guerrilla rural. Patria para nadie, Pablo Brum, págs. 333-334.

Amodio: El plan Tatú, contrariamente a lo que pretendieron sus impulsores, contravenía la acción guerrillera clásica, ya que fijaba al terreno al grupo atacante. Una de las armas de la guerrilla es, sin duda, su movilidad. Operando a campo abierto, sin posibilidades de ocultarse en zonas agrestes inexistentes, poco tardaron las FF.AA. en dar con los escondrijos subterráneos.

Algunas veces el olor de la comida elaborada en las tatuceras les sirvió de guía. La saturación en Montevideo fue la excusa esgrimida por los creadores del Tatú para apropiarse de los militantes con mayor experiencia, pero violando otra de las reglas clásicas del accionar guerrillero: este debe moverse como el pez en el agua. Trasplantar al interior del país a jóvenes montevideanos o no pero de formación ciudadana, sepultarlos materialmente en agujeros carentes de las más mínimas condiciones de habitabilidad, aislados, sin poder recibir comida ni medicinas, fue un verdadero disparate. No hay más que ver los relatos que el mismo Blixen hace en su supuesta biografía de Sendic para comprobarlo.
Contrariamente a lo sustentado por Brum, el plan Tatú surgió por la necesidad de Sendic y sus seguidores de encontrar un lugar de lucha, tomando un problema real –la saturación de clandestinos- nada más que como excusa.

Brum: Mientras se armaba el Tatú, Montevideo se mantenía como el centro de la insurgencia. La línea principal de operaciones seguía siendo una combinación del Plan Cacao —oficialmente desmantelado pero vivo en espíritu— y la Línea H. En otras palabras, ataques de guerrilla urbana contra policías, hombres de negocios (de la banca, la industria y demás) y por último personas acaudaladas. Hubo numerosos golpes contra patrulleros, contra los hogares de inspectores policiales y otros integrantes de los servicios de seguridad, contra comisarías y contra varios blancos civiles.

Una ola de ataques en particular, la más ambiciosa del MLN hasta entonces, se lanzó a fines de enero de 1972 para apoyar el establecimiento del Plan Tatú en el norte. Los Tupamaros secuestraron a un editor del diario colorado Acción, asaltaron la comisaría de Soca (con Engler personalmente al mando y dos policías muertos en acción, uno de ellos a manos de Yessie Macchi), coparon un pueblo llamado Constancia y también tomaron por asalto el aeropuerto de la ciudad de Paysandú y una estación de radio. Era una maniobra ambiciosa que ni la policía ni el Ejército pudieron detener. Días después, en un ataque a una comisaría suburbana de Montevideo, participaron entre treinta y cincuenta tupamaros. Portando rifles AR-15 de alta potencia robados de la academia naval en 1970, los guerrilleros se adueñaron de algunas estructuras aledañas e hicieron llover su poder de fuego sobre la comisaría. Uno de los suyos, junto con un policía, murió ese día. Patria para nadie, Pablo Brum, págs. 334-335.

Amodio: Las acciones en el interior fueron de relativa importancia real, pero que alcanzaron gran repercusión. Se inscribían en un plan de acciones pergeñado por Sendic y sus seguidores y que venía siendo discutido desde finales de 1970 dentro de Punta Carretas. Desechado por el Ejecutivo, fue retomado, entre gallos y medianoches por Sendic, quien actuando con total irresponsabilidad, lo puso en marcha.

Recomiendo leer las declaraciones de “Domingo”, en realidad Aníbal De Lucía, en Memorias de insurgencia, para conocer la envergadura real de ese plan, en especial la toma del aeropuerto. En Montevideo se pretendía desarrollar el plan del 72, pergeñado por Huidobro, que incluía la toma de comisarías en Montevideo y en la zona de influencia del Collar. Ante la progresiva claudicación del Ejecutivo ante las presiones recibidas desde el interior por Sendic, con su política de hechos consumados y desde el Collar por parte de Huidobro y sus acólitos, renuncié al Comando General de Montevideo.


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