17.NOV.19 | Posta Porteña 2067

Tiempos Mejores: Tesis Provisionales sobre La Revuelta de Octubre 2019 en Chile (2)

Por CírculodeComunistasEsotéricos

 

«La gente que no se aventura mar adentro paga el precio de no haber sentido nunca el fulgor del peligro y, en el mejor de los casos, conoce tan solo la mitad de la vida. Lo que ese tipo de gente podría llamar “vida buena” sencillamente no es lo bastante buena. No podemos contentarnos solo con un segmento de la vida, al margen de lo seguros y adaptados a ella que estemos, cuando con un pequeño esfuerzo podríamos trazar el círculo completo»

Lewis Mumford, «Historia de las utopías»

Tesis II

 “Estado de emergencia”: El estallido social no es predeterminado y carece de lógicas específicas de acción, porque solamente responde a sí mismo y no tiene como fundamento su superación: es producto de sus propias condiciones históricas de acumulación que en algún momento “estallan”. El desborde es el primer paso que se auto-devora al recomponerse rápidamente. El desborde se encauza como su contrario y por la vía de la coerción

Glosa

El viernes 18 por la mañana se dan los primeros encuentros entre manifestantes y las fuerzas del orden. Estaciones de Metro colapsadas en las distintas líneas que componen la red de circulación. Se disponen buses que emulan esos recorridos. El ambiente se tensa por el resguardo policiaco de todas las estaciones de la red.

 Los medios de comunicación corporativos sacan a todos sus agentes a reportear los distintos hechos que van sucediéndose, uno tras otros, en diferentes puntos de la ciudad. Golpizas, actos de brutalidad policiaca acostumbrados, avalanchas humanas. Pasado el mediodía, los sindicatos del Metro dicen que no van a seguir trabajando porque su seguridad se está viendo comprometida: las líneas comienzan a ser cerradas progresivamente hasta ya entrada la tarde para no quedar ninguna en funcionamiento.

Se va a aplicar la ley de Seguridad Interior del Estado a quienes sean detenidos por estos hechos.

Lo único que logró esta medida fue desatar los primeros enfrentamientos callejeros en el centro de Santiago. El problema ahora no es el Metro. Barricadas, piedras. Toda una retórica y una tradición de vuelta en el espacio público. No hay bombas molotov y no es un detalle menor. Miles de trabajadoras/es se ven en la obligación de volver a sus casas caminando. De cuando en cuando, van bebiendo y lanzando algún elemento a las fogatas que encuentran en la ruta. Ya no son solo los grupos de estudiantes: es lo que tradicionalmente denominábamos “clase”

Hacia la noche, el enfrentamiento es a gran escala en el centro de Santiago: barricadas cada dos calles, la Alameda destruida, incendios en varios bancos y el edificio corporativo de ENEL (Empresa “Nacional” de Electricidad) ardiendo como una llamarada hacia el cielo. Estaciones de Metro quemadas hasta las entrañas, al igual que algunos buses. Se declara que no va a haber sistema de transportes durante el fin de semana. Gente en botillerías comprando alcohol y una manifestación que se desborda como los ríos sobre un puente cuando llovía copiosamente en la capital, una década atrás. Llegan los primeros mensajes de que en La Moneda se está fraguando algo. La policía desaparece de la calle. Se declara Estado de Emergencia por televisión.

Lo que empezó como una manifestación ahora termina en el disturbio. Uno que no ha sido convocado pero que guarda todos los componentes de una revuelta proletaria. ¿Quién no se explica porque se queman las estaciones y los buses del sistema público de transporte? Los mismos que no se explicaban que en el inicio de la industrialización se quemaban las maquinas.

El General Ludd, nuestro viejo camarada de tantas batallas perdidas, ahora nos saluda sonriendo mientras cabalga por Santiago de Chile. El fuego que avivó el estallido guarda un camino lógico dentro de las políticas institucionales. Su respuesta en forma de disturbio no. Nadie podía prever que la llama se soltara. Ni siquiera los más radicalizados que sentían la tensión existente durante los últimos meses. La respuesta, espontánea y orgánica, no tiene cabos sueltos: simplemente sucede

La lógica del acontecimiento es la irrupción en el curso “natural” de la historia. Por eso existen fechas celebratorias, para recordar y recordarnos que en algún momento las cosas y su ritmo se desviaron hacia algún lado que no se tenía previsto. Quizá esto explique por qué el acontecimiento nunca se espere y simplemente “acontezca” de un momento a otro. Es una llama que aparece en la retina y deja huellas.

El acontecimiento, enfocado desde esta perspectiva, resulta ser siempre un desborde. No puede aglutinar, no puede tener conducción y está dispuesto a ser auto-devorado: esta es su potencia y su ruina.

La única forma de conducir el acontecimiento en cuanto desborde del ritmo y paso natural de las cosas es vía coerción: un llamado a entrar nuevamente en el orden, porque su origen es peligroso, porque entrega y quita. Existe en él algo de sacrificio, que sacia la sed a costa de su propia muerte, como en un naufragio en altamar cuando se decide beber agua salada a sabiendas de su consecuencia. Se suspende y se critica el orden de las cosas, sin demanda alguna, sin reivindicación.

La única salida que se le puede brindar es su re-politización para que tenga un sentido a futuro, próximo o cercano. Se puede estar preparado, prevenido, con todas las herramientas acumuladas y dispuestas, pero nunca listo. Nunca.


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