17.NOV.19 | Posta Porteña 2067

PATRIA PARA NADIE de Pablo Brum/ comenta Amodio (10)

Por AMODIO

 

Patria para nadie: historia completa del MLN-Tupamaros

LA HISTORIA NO CONTADA DE LOS TUPAMAROS DE URUGUAY Montevideo, Uruguay: Planeta, abril de 2015

Así la presentaron en su momento; Héctor Amodio Pérez  hace su cometario que a partir de ahora iremos publicando; decima entrega

 Sept. de 2019 (Renuncia de Amodio, Plan Gallo, ejecución Leoncino, lingotes y armas terminan en Feldman)

Brum: Tras El Abuso, ninguno de los fundadores del MLN volvió a integrarse a la dirección: prácticamente no hubo coincidencia temporal entre ambas conducciones. De hecho, el ejecutivo de 1972 evolucionó de una tetrarquía a una pentarquía. Un quinto miembro, llamado Mario Píriz Budes, se unió a los ya establecidos Henry Engler, Mauricio Rosencof, Donato Manero y Adolfo Wassen. Cada uno tenía igualdad ante los otros en el comité, pero tenía además responsabilidades especiales y el deber de sostener la compartimentación.

Wassen supervisaba la Columna 15, que estaba ahora dirigida por Gabriel Schroeder (tras haber sido liderada, en el pasado, por Amodio, Candán y Engler). Marrero era el supervisor de la Columna 10, la única entonces que tenía una líder mujer: Alicia Rey. Engler supervisaba una columna dedicada a la periferia de Montevideo, llamada Collar. Rosencof supervisaba la Columna 70, que él mismo había fundado: era el sector compuesto casi en su totalidad de cuadros políticos del partido legal 26 de Marzo. El comandante de esta columna era, extrañamente, el notorio gatillero Alberto Candán. El novato Píriz se había unido al grupo en 1968, a la edad de veintiún años, proveniente del Partido Socialista. Era por lo tanto el más joven de los líderes. Se le dio la supervisión de las columnas 20 y 30, las cuales impulsarían el Plan Tatú y operarían en el Uruguay rural, lejos de Montevideo. Patria para nadie, Pablo Brum, pág. 336.

Amodio: La versión de Brum es incorrecta. El Comando General de Montevideo estaba formado por Alicia Rey, responsable de la columna 15, Marrero como miembro del Ejecutivo y yo como responsable de la columna 10. Los comandos de las columnas eran: Schoeder, Blanco Katras y Wolff por la columna 15 y Pérez Lutz, Mirza y su esposa, por la columna 10. Ninguno de los comandos tenía un líder. Contiene además otro error: Candán no coordinará con la columna 70 hasta después de la reorganización de marzo de 1972.

Brum: Jorge Zabalza se dirigió al interior de Uruguay inmediatamente después de escapar Luego de realizar una serie de robos sin sentido en la ciudad de Paysandú, una patrulla militar logró interceptarlos a él y a su compañero tupa Ángel Yoldi. Ambos fueron superados en número, en poder de fuego y en velocidad. Zabalza combatió con su pistola .45, pero fue alcanzado en el estómago y perdió el conocimiento. Se despertó en un hospital, de donde fue transferido al lugar de donde había escapado: Punta Carretas.

A los pocos días, ni más ni menos que Amodio apareció y fue colocado en la misma celda que Zabalza. Había algo diferente en él: parecía estar intacto, como si su arresto no hubiera implicado violencia. En discusiones carcelarias, Amodio habló en contra de Sendic y de Eleuterio Fernández Huidobro, pero en términos elevados de Donato Marrero, Mario Píriz, Henry Engler y, naturalmente, de Alicia Rey. Zabalza y Mujica estuvieron suficientemente preocupados sobre estas observaciones como para escribirle a Fernández Huidobro, quien todavía estaba libre pero no en la dirección. Patria para nadie, Pablo Brum, págs. 338-339.

Amodio: Cuando fui detenido en febrero de 1972, ya había renunciado al Comando General de Montevideo y había recibido el encargo, a pedido del C1 de Punta Carretas, formado por Zabalza, Mujica y E Martínez Platero, de organizar una nueva fuga. Al ser detenido vestía el uniforme de auxiliar de vuelo de PLUNA, con el que hacía tiempo me desplazaba por Montevideo.

Como era norma, mi detención cumplió lo que era ya norma en jefatura: 72 horas detenido, pasaje por el juzgado y traslado a Punta Carretas. La supuesta suspicacia acerca del hecho de no presentar señales de tortura no se hará efectiva hasta meses después, en junio de 1972, cuando el MLN comenzó a elaborar una lista de supuestos actos contra la seguridad del MLN, para poder fundamentar una acusación que no tenía fundamento alguno.

No hubo discusiones carcelarias, tal como dice Brum: me limité a dar el informe preceptivo, ocultando mis discrepancias e incluso mi renuncia al Comando General. El informe que Zabalza y Mujica enviaron a Huidobro, a través de la entonces compañera de Zabalza, integrada en un grupo del Collar, relatado en La piel del otro, es consecuencia de los comentarios que hice sobre el proceso entonces llamado de reorganización, que liquidó las formas organizativas y sumió al MLN en un caos interno, base de la debacle desatada poco después. Tanto Zabalza como Mujica participaban entonces de la campaña de división que lideraban Sendic y el mismo Huidobro

Brum: En febrero, un integrante del ejecutivo convocó a Fernández Huidobro a Parque del Plata. Era Mauricio Rosencof, a menudo el miembro discordante de la conducción post-Almería dominada por la Columna 15. Rosencof le dijo a Fernández que había fuertes desacuerdos dentro del MLN: los más devotos seguidores de Sendic estaban calentando las cosas con la esperanza de restaurarlo a la dirección, a la vez que esperaban deshacerse de Píriz y Marrero. Tras tensas discusiones se dio lo que el propio Fernández llamó un “golpe” interno en el MLN. Era el 15 de marzo.

Los cambios fueron principalmente en la dirección, mientras que la estrategia del MLN seguía siendo un signo de interrogación. La decisión fue que Henry Engler y Mauricio Rosencof permanecerían en el comité ejecutivo, pero que Donato Manero, Mario Píriz y Adolfo Wassen -todos originalmente de la Columna 15- serían removidos. Sus reemplazos serían Eleuterio Fernández y Alberto Candán: uno en representación de los fundadores y el otro en representación de la generación que vino entre la fundadora y la más joven. Patria para nadie, Pablo Brum, pág. 339.

Amodio: Ignoro la razón por la que Brum llama a Rosencof “miembro discordante”. Rosencof acompañó en todo momento las medidas que se tomaron en el Ejecutivo. La expulsión de la microfracción, la destitución de Berreta, la puesta en marcha del plan Cacao, fueron algunas de las instancias en las que su intervención fue de importancia.

Lo de que era discrepante se dirá después, cuando la cabriola histórica se puso en marcha y Amodio y la columna 15 serán los villanos de la obra. Si alguna prueba faltaba, es el mismo Brum quien la aporta: su preocupación ante lo que Rosencof consideró una muestra de divisionismo interno por parte de Sendic y sus seguidores. Lo que no se explica es la razón por la que en vez de plantear el tema en el mismo Ejecutivo y proponer medidas para evitar la división y sancionar a los divisionistas, se pone en contacto con Huidobro, precisamente la otra pata del divisionismo. ¿O es que en ese momento Rosencof ya integraba el grupo divisionista? Seguramente.

“Casualmente”, cuando el 15 de marzo se da el golpe contra la Dirección que Rosencof integraba y que lleva a Huidobro al Ejecutivo, Rosencof es mantenido en su puesto. ¿Razones? Porque formaba parte del grupo conspirador, seguramente desde el momento en que le comunicó a Huidobro sus preocupaciones. Se esgrime la pertenencia a la columna 15 de los removidos Marrero, Píriz Budes y Wassen pero se oculta que Engler y Candán, uno mantenido y el otro cooptado, también pertenecían a la 15. Entonces ¿por qué unos miembro de la 15 son buenos y otros no? La respuesta es sencilla: Marrero, Píriz Budes y Wassen eran discrepantes con el plan del 72 y el segundo frente. Engler y Candán, no

Brum: Según los relatos de la época, la compañera de Amodio, Alicia Rey, fue la única que hizo una escena en respuesta al “golpe”: sintió que la influencia de su facción, la Columna 15, se reducía demasiado. Volvían a la superficie viejas enemistades: todos los líderes removidos habían tenido disputas con Sendic, o este simplemente no los aprobaba. Desde lejos en el norte, el Bebe retenía una enorme influencia. Sin embargo, no quería saber nada con regresar él mismo a la dirección. Patria para nadie, Pablo Brum, págs. 339-340.

Amodio: Brum llama a la columna 15 “facción”, cuando en realidad era la única que se mantenía dentro de los cauces orgánicos. Son significativas las palabras de Brum: “todos los líderes removidos habían tenido disputas con Sendic, o este simplemente no los aprobaba”

Brum: A pesar de la instalación del nuevo ejecutivo, el MLN siguió trabajando en un plan decidido por el anterior para una gran ofensiva en Montevideo. Patria para nadie, Pablo Brum, pág. 340.

Amodio: Esto es falso y tiene como base tratar de adjudicarles a los dirigentes destituidos la responsabilidad del 14 de abril, con la puesta en marcha del Plan Hipólito, basado en las declaraciones de Nelson Bardesio.
Dicho plan fue aprobado y puesto en marcha por el Ejecutivo surgido tras la reunión del 15 de marzo anterior, integrado por Huidobro, Engler, Rosencof y Candán.

Brum: Antes de lanzarla había una acción clave que realizar: un segundo escape de Punta Carretas. Semejante hazaña no podía ser una repetición de la primera. No se podría cavar desde dentro del perímetro (mucho menos durante más de un mes), ni esconder la tierra, ni controlar la prisión “comprando” a toda la guardia. Más aún, la escala tendría que ser más reducida: solo una fracción de los más de cien tupas que habían escapado en septiembre tendrían la posibilidad de hacerlo en abril.

No había demasiada actividad en Punta Carretas para los guerrilleros allí prisioneros. Aparte de los partidos de fútbol y vóleibol, el incidente más notorio es el de Rodolfo Leoncino. El hombre en cuestión era un subinspector de cárceles que trabajaba en el turno nocturno del bloque celdario de los tupamaros. Una noche de enero, con Leoncino de guardia, un prisionero resbaló y cayó al suelo, no sin antes golpearse la frente contra el lavabo. Según los Tupamaros, a pesar de los pedidos urgentes de ayuda de sus compañeros de celda, Leoncino les gritó que se quedaran quietos y que la enfermería abriría a las seis de la mañana. Cuando llegó el momento, horas después, el prisionero caído estaba muerto.

La muerte fue informada al supervisor penitenciario; Leoncino afirmó que nunca oyó los pedidos de ayuda. Los demás guardias apoyaron su versión. Desafortunadamente para el guardia, los Tupamaros ahora lo tenían, como se suele decir en Uruguay, entre ceja y ceja. Un trío conformado por Jorge Zabalza, Efraín Martínez y José Mujica pidió al MLN externo que liquidara a Leoncino por este crimen. Mujica llamó al complot Plan Corcho, y fue ejecutado con frialdad: un escuadrón de la Columna 15 se presentó en la casa de Leoncino y lo acribilló. En su comunicado público proclamando responsabilidad por el homicidio, los Tupamaros fueron claros: “El poder clandestino del MLN no permitirá injusticias”. Leoncino fue asesinado por un motivo adicional: como guardia era responsable de aprobar las visitas de los presos al dentista. La importancia de este hecho estribaba en que se estaba reactivando un viejo plan de escape: el Plan Gallo. Patria para nadie, Pablo Brum, pág. 341.

Amodio:Como responsable de la organización de la fuga, fui informado acerca del pedido de los presos de ejecutar a Leoncino. El único motivo que se me expuso fue la muerte por falta de asistencia del preso común. Sin embargo, la enemistad con Leoncino venía de antaño, desde la huelga de hambre declarada por los presos del MLN en 1970.

Su personalidad, su forma prepotente de ejercer su autoridad, su desprecio por los presos comunes y el doblez entre sus palabras y sus actos en su relación con los presos políticos, lo habían puesto en la mira. El primer intento de ejecutarlo fracasó. El MLN consideró que la acción era conveniente para la formación de un grupo de militantes con poca experiencia y quisieron ejecutarlo a la salida de su casa, llamando a la puerta. Leoncino salió armado y el grupo se dio a la fuga.

El segundo intento lo llevó adelante un grupo con mayor experiencia, entre los que se encontraba Alberto Cía del Campo. Leoncino lo reconoció e intentó huir. No podía escapar dos veces, por lo que Bonomi lo mató por la espalda. Evidentemente su muerte hizo la vida en Punta Carretas más llevadera para todos, guardia incluida, porque el muerto no era bien visto por sus compañeros/subordinados, que muchas veces se veían llevados a actuar de forma desmedida siguiendo sus órdenes. Decir que era responsable de las visitas al dentista es falso. Bastaba con presentar las solicitudes correspondientes, las que eran concedidas sin excepción

Brum: El Gallo, que requería cavar un túnel conectado a las cloacas, se había “quemado” por haber sido usado en la Operación Estrella. Para lograrlo nuevamente, los excavadores deberían trabajar desde afuera y emerger en una hora y un lugar acordados dentro del perímetro carcelario. Los tupas encarcelados debían estar listos para ese momento, y naturalmente nada tendría que ser detectado por las fuerzas del orden. Patria para nadie, Pablo Brum, pág. 341.

Amodio: El papanatismo del relato no merece comentarios. Decir que El Gallo –un túnel desde las cloacas- estaba quemado, es de una idiotez supina, toda vez que de lo que se trataba era precisamente de fugar por un túnel excavado desde las cloacas. La prueba de que no estaba quemado es que se hizo y funcionó.

Brum: El plan procedió sin mayores eventualidades, con Alicia Rey, Heraclio Rodríguez Recalde y el ingeniero Santiago Cocco al mando. Los tupas cavaron exitosamente un túnel desde las cloacas hasta la enfermería del bloque principal de celdas. Comunicándose a través de abogados y visitas, se coordinó como fecha el 12 de abril de 1972.

La noche acordada estaba a cargo de Amodio por su antigüedad y grado jerárquico. Inició el plan utilizando un juego de llaves que había adquirido a través de corrupción para salir de su celda y abrir las de aquellos tupas que habían sido seleccionados para escapar. Entre los catorce elegidos estaban Martínez Platero, Mujica y Zabalza. Eran pocos comparados con los 106 de septiembre, pero compensaban por su importancia dentro de la “orga”. Patria para nadie, Pablo Brum, pág. 341.

Amodio: Dice Brum que “Los tupas cavaron exitosamente un túnel desde las cloacas hasta la enfermería del bloque principal de celdas”, con lo que contradice su opinión de que el túnel estaba “quemado”. El túnel se hizo desde el caño que bajaba por la calle Porto Alegre, hoy Bolívar Baliñas, hasta el sótano del hospital penitenciario, que estaba muy cercano al muro perimetral. Cavar hasta el “el bloque principal de celdas”, donde no existía ninguna enfermería, habría significado cavar un túnel de más de cien metros de longitud.

La fuga tuvo lugar en horas de la mañana, por lo que la mención a la noche y a la apertura de las puertas es totalmente falsa. Los presos anotados para ir al dentista fuimos llamados por los altavoces y conducidos desde el puesto de guardia hasta el hospital a plena luz del día, atravesando el campo de fútbol y a la vista de la guardia del muro y de los presos comunes que nos vieron y se incorporaron al grupo.

La operación se llevó a cabo por la voluntad de llevarla adelante por parte de un grupo de compañeros encabezado por Alicia y Heraclio, ya que el Ejecutivo, absorbido por la planificación del Plan Hipólito, prestó escaso apoyo a la fuga. El único que puso interés en la fuga fue Sendic, quien intentó recabar apoyos para que Amodio, responsable de la fuga, no la integrara. El ingeniero Santiago Cocco no se sabe quién es. El único tupamaro conocido de apellido Cocco es Antonio Cocco Pérez, que no se llama Santiago ni es ingeniero.

El que sí participó, construyendo los carritos con los que nos deslizamos por el caño de la calle Porto Alegre fue José Doney Ghezzi, un mecánico de profesión, apodado “El ingeniero”. De ahí puede provenir la confusión que deja mal parado a Brum en su intento de demostrar su “investigación histórica”. Según me han referido algunos ex integrantes del MLN, José Doney fue el encargado de fundir las libras recuperadas de la chacra de Pando, junto con las armas depositadas en el berretín debajo del dormitorio principal y convertirlas en un solo lingote.

Tanto las armas como las libras fueron recuperadas por un grupo que luego formará parte de la llamada “microfracción” y como tal será expulsado a finales de 1970. Tanto las armas como el lingote aparecerán en poder de Samuel Feldman


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