18.NOV.19 | Posta Porteña 2068

PATRIA PARA NADIE de Pablo Brum/ comenta Amodio (11)

Por AMODIO

 

Patria para nadie: historia completa del MLN-Tupamaros

LA HISTORIA NO CONTADA DE LOS TUPAMAROS DE URUGUAY Montevideo, Uruguay: Planeta, abril de 2015

Así la presentaron en su momento; Héctor Amodio Pérez  hace su cometario que a partir de ahora iremos publicando; onceava entrega

 Sept. de 2019

Brum: El MLN siempre insistía con el protocolo. Para la Operación Gallo este establecía que Mujica debía ser el primero en escapar (como había sido el caso de Marenales en El Abuso) debido a que la suya era la peor condición física. Llevaba consigo varias heridas de bala en el estómago, dos cirugías reconstructivas que no habían cicatrizado todavía, golpizas policiales, la vida de un prisionero, y un porte un tanto más pesado que antes. Segundo venía Zabalza, por razones similares. Luego venían los demás, a quienes se les podría pedir que ayudaran a empujar a los más débiles que tenían delante. Según Zabalza, un ansioso Amodio rompió el protocolo y fue el primero en arrojarse, panza abajo. Patria para nadie, Pablo Brum, pág. 342.

Amodio: Contrariamente a lo que dice Brum, Amodio era el primero en la lista, por el peso político que entonces ostentaba. En el Abuso Marenales fue el primero por un hecho casual, pero el primero era Sendic y Marenales el cuarto. Mujica nunca podía ser el primero, a menos que se quisiera endentecer la marcha del grupo, porque no se trataba de empujar, sino de abrir camino. Así hicimos gran parte del recorrido, con Mujica agarrado a mi cinturón. Yo era el primero en la fuga y cumplí mi papel en todo momento, hasta que tuve que pedirle a otro compañero que se hiciera cargo de arrastrar a Mujica. Yo hice por Mujica lo que él no hizo por Alicia poco después.

Por otra parte, yo era el encargado de recibir y dar la señal para romper el suelo de manera definitiva, por lo que bajé al sótano antes que el resto. De la misma manera fui el encargado de recibir la señal de que todo estaba listo desde la azotea del edificio de Solano García 2643, visible desde mi celda.

Brum: Ya ingresados todos al túnel, los fugados recibieron pequeños patines para poder moverse lo más rápido posible. Martínez Platero recuerda estar montado sobre uno detrás de Mujica, chocando contra su enlentecido compañero. Patria para nadie, Pablo Brum, pág. 343.

Amodio: Los patines se nos entregaron una vez salidos del túnel, a punto de meternos en el caño. Y no eran pequeños, ya que estaban previstos para bajar por el caño de la calle Porto Alegre, de unos 60 centímetros de diámetro y medían lo que el torso de un hombre normal, ya que íbamos acostados sobre ellos. Efraín confirma que Mujica enlentecía la marcha, por lo que era imposible que encabezara la fila de los fugados.

Brum: El relato del escape que ofreció Zabalza a su biógrafo Federico Leicht es vívido: “En el primer tramo los caños no tenían más de medio metro de ancho, era casi una caída libre que desembocaba en una enorme canaleta con veredas a ambos lados. (Los fugados) caían en una piscina de excremento e inmundicias de casi dos metros de profundidad. Para Jorge fueron los 800 metros más largos de su vida. Debió recorrerlos medio nadando y medio agarrándose de los bordes llenos de ratas y cucarachas, hasta llegar debajo de avenida Brasil. Ahí empezaron a escuchar los disparos de los policías, que sin bajar a las cloacas abrían las tapas de la calle y disparaban ráfagas de metralleta. La desesperación hizo que uno de los fugados abriera una de las tapas y apareciera chorreando mierda en Chucarro y avenida Brasil, el corazón del barrio residencial de Pocitos. El resto del grupo siguió caminando por los caños y salió detrás del zoológico de Villa Dolores, directamente a un camión al que le habían agujereado la caja”. Patria para nadie, Pablo Brum, pág. 343.

Amodio: La falsedad del relato de Zabalza salta a la vista y Brum no ha tenido empacho en recogerlo. El caño estrecho era el de la bajada de la calle Porto Alegre. Este caño desembocaba a una altura de más o menos un metro sobre la vereda que discurre junto a los caños debajo de la Rambla. Para bajar del caño a esa vereda –bajamos con la cabeza adelante- se necesitaba la ayuda de los compañeros. Mal podíamos, por tanto, caer en una piscina de casi dos metros de profundidad.

Lo que tenía aproximadamente dos metros era la altura del caño, que no es circular sino ovalado. Como cualquiera puede imaginar, si existían las veredas para caminar, el volumen de agua y suciedad que este caño podía arrastrar estaba calculado para que no superara la altura de las veredas, un metro, aproximadamente. Cuando las veredas se acabaron, ya abandonado el caño de la Rambla, la altura de las aguas no alcanzaba al metro. En el peor de los casos, hasta la cintura. Los fugados salimos de las cloacas directamente a la casa que regentaba “la gorda Teresa” la madre de Susana Dri, en la calle Manuel Haedo.

Brum: Con los cambios en el liderazgo, el segundo escape de Punta Carretas y la red cloacal completamente preparada, el MLN estaba listo para lo que resultó ser la última etapa de su insurgencia revolucionaria. Comenzó el 14 de abril de 1972, apenas dos días después del escape Gallo. Fue la operación más violenta de la historia del grupo, y tuvo como nombre Plan Hipólito. El ataque, dirigido por Alberto Candán, consistió en una serie de asesinatos en distintos puntos de Montevideo. Patria para nadie, Pablo Brum, pág. 345.

Amodio: Brum nos dice que uno de los requisitos para la puesta en marcha del Plan Hipólito era el cambio de liderazgo. Con esto está reconociendo, de manera implícita, que fue la nueva Dirección la que lo decidió y puso en marcha. Nada tuvo que ver la “preparación” de la red cloacal. El MLN se acordó de ella cuando, a consecuencias del Plan Hipólito, los locales propios o de los colaboradores empezaron a ser escasos.

Recuerdo las palabras de Marenales el día de la discusión que tuvimos con él y Sendic, Alicia y yo, en el local de Pablo y Sofía, en la calle Juan B Morelli: “si no hay armas usaremos granadas y si no hay locales, lucharemos desde las cloacas”

Brum: El día comenzó con el secuestro de cinco vehículos civiles y el despliegue de equipos de acción a bordo de cada uno para realizar los golpes. El primero ocurrió a las ocho de la mañana, en el transitado cruce de la avenida Fructuoso Rivera y la calle Ponce de León. Simultáneamente, un escuadrón del MLN pasó por una parada de ómnibus donde el oficial naval Ernesto Motto esperaba su viaje al trabajo. Nunca llegó a tomarlo: los tupamaros lo balearon y así pasó a ser la primera víctima militar del conflicto.

Había más objetivos. Durante la mañana francotiradores del MLN se introdujeron en una iglesia ubicada casi exactamente en el punto de mayor actividad laboral de Montevideo y tomaron posiciones dentro de su campanario. Desde ahí, a las once de la mañana dispararon sus AR-15 y mataron a un civil, Armando Acosta y Lara, en el momento en que se despedía de su esposa en el umbral de la puerta de su casa, directamente frente al templo.
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Un hombre llamado Miguel Sofía era el blanco civil adicional de ese día. Los Tupamaros siempre han afirmado que estos blancos eran integrantes del escuadrón de la muerte parapolicial. En su propaganda afirmaron que el Plan Hipólito era parte del “doble poder” que buscaban instalar en Uruguay. Ejercer el doble poder significaba reemplazar las funciones del gobierno con las del propio MLN. Así es que estaba imponiendo su propia “policía”, sus propias cárceles -la Cárcel del Pueblo- y ahora su propia forma de justicia. Las “cortes” del MLN habían sentenciado públicamente a esos hombres apenas horas antes de los ataques. La evidencia que los Tupamaros afirmaban tener para sus “sentencias” venía casi exclusivamente del interrogatorio de un hombre llamado Nelson Bardesio.

Bardesio era un fotógrafo policial de la sección de Inteligencia y Enlace. Semanas antes de los ataques, el MLN lo secuestró para formularle preguntas sobre los lazos entre el Ministerio del Interior, la fuerza policial, el equipo asesor de Estados Unidos y los misteriosos grupos que habían asesinado a miembros y simpatizantes del MLN. Patria para nadie, Pablo Brum, págs. 345; 346-347.

Amodio: Los datos sobre la vinculación de Bardesio los trajo Rosencof desde Cuba. Según ha dicho Rosencof en varias ocasiones, la información le fue entregada por Miguel Hevia Cosculluela, un agente doble al servicio de la CIA y los servicios secretos cubanos. El mismo Hevia había proporcionado la información sobre Mitrione, la que también llegó a manos de Rosencof, previa actuación de Carlos Núñez, otro amigo de Rosencof y como él ex miembro del partido Comunista. Ambas informaciones, aceptadas sin discusión en aquellos años, hoy son objeto de serios cuestionamientos.

Brum: La cuestión de quién fue responsable por los asesinatos extrajudiciales permanece sin resolver. Los Tupamaros trazaron un cuadro poblado por un grupo dispar de policías, políticos y oficiales militares, todos supuestamente apoyados por la estación de la CIA en Montevideo. En el momento de afirmar esto emplearon una única fuente y nada en términos de mecanismos de verificación o debido proceso.

La evidencia disponible muestra que la Embajada de Estados Unidos le dijo repetidamente al gobierno uruguayo que estaba en contra de cualquier método extrajudicial de lucha contra los Tupamaros, aun tras el incidente Mitrione. Tampoco era probable que estuvieran involucradas las fuerzas armadas. Primero, porque estas llegaron tarde al juego, cuando ya había ocurrido la mayoría de los asesinatos extrajudiciales. Segundo, porque no encajaba con la forma en que procedían en aquel entonces las operaciones militares.

Un cuerpo regimentado y más disciplinado como el Ejército uruguayo no necesitaba exactamente recurrir a métodos extrajudiciales para eliminar a sus enemigos si así lo quería. Tercero, la elección de las víctimas requería un cierto grado de familiaridad con el MLN, que los militares todavía no obtendrían por un tiempo.

Lo que es más probable es que individuos vengativos del Ministerio del Interior, siguiendo los métodos de abusadores anteriores como Héctor Morán Charquero, estuvieran detrás de los asesinatos. El apoyo de una figura de alto rango era probable; los Tupamaros señalaron al exministro del Interior Santiago de Brum y, naturalmente, a Acosta y Lara. Según Sergio D’Oliveira, un coronel del Ejército en aquel entonces, el grupo ilegal “al parecer contó con una adecuada estructura que le permitió actuar con una relativa impunidad y secreto”.

La Embajada estadounidense sospechaba que detrás del grupo estaban tanto la policía como elementos extranjeros: “Se sabe que brasileños han aconsejado y entrenado a oficiales policiales y militares uruguayos involucrados en grupos antiterroristas que han llevado a cabo explosiones, secuestros y hasta asesinatos de personas sospechadas de integrar grupos terroristas de la izquierda radical. Se informa que los brasileños han respaldado estas actividades con fondos, vehículos, armas, municiones y explosivos. Patria para nadie, Pablo Brum, págs. 347-348.

Amodio: La información que brinda Brum sobre la embajada estadounidense en Montevideo desmiente lo dicho por el mismo Brum en la misma página 348: “Tampoco era probable que estuvieran involucradas las fuerzas armadas. Primero, porque estas llegaron tarde al juego, cuando ya había ocurrido la mayoría de los asesinatos extrajudiciales. Segundo, porque no encajaba con la forma en que procedían en aquel entonces las operaciones militares. Un cuerpo regimentado y más disciplinado como el Ejército uruguayo no necesitaba exactamente recurrir a métodos extrajudiciales para eliminar a sus enemigos si así lo quería. Tercero, la elección de las víctimas requería un cierto grado de familiaridad con el MLN, que los militares todavía no obtendrían por un tiempo”.


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