30.NOV.19 | Posta Porteña 2071

UNA FORMA BRUTAL DE ANÁLISIS POLÍTICO

Por ASTARITA

 

En la nota anterior, “Bolivia y la política de unidad frente al enemigo principal” (http://www.postaportenia.com.ar/notas/10693/bolivia-y-la-pol%C3%ADtica-de-unidad-frente-al-enemigo-principal/) señalé que por estos días el arco nacionalista y popular-izquierdista se alineó para condenar a todo crítico de Morales y el MAS.

Rolando Astarita noviembre 25, 2019

En particular, se puso énfasis en descalificar a todo aquel que dudara de la limpieza del escrutinio de la votación del 10 de octubre. Para esto, un argumento clave reza: “la OEA dijo que hubo fraude; la OEA es imperialista; por lo tanto, no hay que creerle. Y el que piense que hubo fraude es un idiota útil, o un elemento funcional al imperialismo, así sea de izquierda”

Un ejemplo de esta forma de pensar la encontramos en una nota de Izquierda Diario (aquí) donde el articulista sostiene que entre la afirmación de la OEA –hubo fraude- y la afirmación de Morales –no hubo fraude- hay que creerle a Morales, ya que la OEA “es la punta de lanza de la ofensiva imperialista en Venezuela y Cuba”. Lo dice aun reconociendo que Morales y el MAS habían violentado “diversas normativas para asentar un régimen crecientemente personalista y autoritario”.

Revisando la historia y el presente

Pues bien, si ese es el método de análisis correcto, habría que revisar infinidad de caracterizaciones, denuncias y posicionamientos políticos de organizaciones de izquierda, y del trotskismo en particular. Para ver por qué, tomemos algunos casos históricos y actuales (que se pueden extender infinitamente)

Caso 1: entre los organismos de las grandes potencias capitalistas, que decían que bajo el régimen soviético en los 1930 o 1940  se ahogaban brutalmente las libertades democráticas; y Stalin y los stalinistas, que decían que existía la más amplias libertades para las masas trabajadores, ¿a quién creerle? ¿A los imperialistas que querían derribar a la URSS, o a la dirección stalinista que, si bien burocrática, estaba a la cabeza de un “Estado obrero”?

Caso 2: también en los 1930, entre el burgués proimperialista John Dewey (integrante de la “Comisión americana para la defensa de León Trotsky”) y un representante de la URSS (o de los sindicatos soviéticos), ¿a quién había que creerle? ¿A Dewey, que denunciaba la existencia de campos de concentración y juicios fraudulentos? ¿O al soviético que, aunque burócrata, pertenecía al Estado obrero?

Caso 3: si organismos internacionales y gobiernos de las grandes potencias dicen que en Corea del Norte hay campos de concentración; y los Kim dicen que no hay campos de concentración, ¿a quién creerle? ¿A los imperialistas, o a los Kim que, después de todo, están enfrentados al imperialismo?

Caso 4: frente a la dictadura de Videla organismos internacionales –entre ellos, la Comisión de DDHH de la OEA- planteaban, a fines de los 1970, su condena por violación de derechos humanos. Las “anti-imperialistas” Cuba y la URSS, en cambio, vetaban las condenas y silenciaban la represión en Argentina. ¿A quién creerle? ¿A la OEA, agencia del imperialismo, o a Castro, revolucionario anti-imperialista?

Caso 5: si el informe Bachelet dice que en Venezuela hay violaciones de los derechos humanos, ¿por qué creerle? ¿Acaso Bachelet no es funcionaria de la ONU? ¿No es la ONU una “cueva de bandidos” (Lenin dixit de la Sociedad de las Naciones) dominada por el imperialismo? ¿No es Maduro un anti-imperialista, a pesar de sus errores? ¿Y no asegura, acaso, que no hay represión en Venezuela? ¿Por qué creerle entonces a Bachelet?

Primitivo y brutal, pero adecuado nacionalismo

Naturalmente, me opongo por completo a este tipo de “análisis político” (con abuso del término). Es que se trata de una forma de razonamiento primitiva y brutal, ya que se acepta o niega una caracterización, denuncia, crítica, etcétera, según quién la hace. El discurso razonado; la confrontación de datos; el análisis de las evoluciones históricas o sociales, sencillamente desaparecen con este “método”. Método que fue y es característico de los stalinistas, burócratas “nacionales” diversos, y sus ideólogos.

Sin embargo, lo que llama la atención en este caso es la manera en que, cada vez más, estas formas intelectualmente primitivas son adoptadas por gente que se considera a sí misma anti-stalinista y “crítica”. Pensemos que la nota de marras es leída por centenares de militantes sin despertar objeción alguna. En sustancia, han naturalizado esta manera de “hacer ciencia”. Por eso, el argumento del tipo “Cristina K no es corrupta porque la embajada de EEUU dice que es corrupta” ya no es patrimonio exclusivo de lumbreras del pensamiento nacional “a lo Foster y D’Elía”

Ahora aparece en boca de dirigentes de la izquierda “radical”. Lo cual no es casualidad. Es que esta gente está, cada vez más, compenetrada con la ideología nacionalista burguesa, o burocrático-burguesa (tipo Maduro, Morales, kirchnerismo “de izquierda”). Y quieren justificar al nacionalismo (al que consideran progresivo, después de todo) al precio que sea. Por ejemplo, en el caso Bachelet - Maduro, cargar contra el mensajero les permite disimular, o tapar, los crímenes del régimen.

En definitiva, el análisis materialista -¿no había, al menos, elementos de la realidad que llevaron a gran parte de la población boliviana a pensar que hubo fraude en Bolivia?- les resulta, cada vez más, una molestia, una carga pesada. De ahí también que reemplacen la búsqueda de la verdad científica por el estúpido “¿quién lo dijo”? Y a este adefesio intelectual lo hacen pasar por marxismo


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