03.DIC.19 | Posta Porteña 2072

PATRIA PARA NADIE de Pablo Brum/ comenta Amodio (12)

Por AMODIO

 

Patria para nadie: historia completa del MLN-Tupamaros

LA HISTORIA NO CONTADA DE LOS TUPAMAROS DE URUGUAY Montevideo, Uruguay: Planeta, abril de 2015

Así la presentaron en su momento; Héctor Amodio Pérez  hace su cometario que a partir de ahora iremos publicando; doceava entrega

 Sept. de 2019

Brum: El 14 de abril de 1972, a medida que el país se iba enterando de los ataques contra Delega, Motto, Acosta y Lara y los demás, quedó claro que estaba ocurriendo una importante ofensiva del MLN. Los informes de violencia se apilaron antes del mediodía. Lo que nadie previó fue que en esa misma jornada los militares decidieran mostrar su verdadera fuerza, tras meses de limitarse a monitorear la situación. Patria para nadie, Pablo Brum, pág. 348.

Amodio:Los militares carecían de elementos para actuar por su cuenta. Fue la policía la que decidió actuar, porque mayormente los muertos eran policías y porque tenían información contrastada.

Brum: Sin que lo supiera nadie, excepto unos pocos oficiales policiales y militares, los servicios de seguridad habían estado monitoreando varios locales del MLN durante semanas. Ahora, con los Tupamaros en acción por toda la ciudad, era un buen momento para acabar con ellos. Para Luis Agosto, el coronel, ese fue el día que comenzó la guerra contra el MLN.

En primer lugar estaba la casa en la calle Amazonas de Luis Martirena, quien era simultáneamente tupamaro y agente cubano. La policía y el ejército habían rodeado la propiedad y, después de que sus ocupantes parecieran no rendirse, el allanamiento ocurrió velozmente. Los dueños de la casa fueron acribillados y la policía -incluyendo a altos oficiales como Víctor Castiglioni y Hugo Campos- irrumpió en el lugar. Patria para nadie, Pablo Brum, pág. 349.

Amodio: Pese a lo que dice Agosto, el papel del ejército hasta ese momento fue de apoyo a la policía, que siguió comandando los operativos. Ese apoyo fue esencialmente acordonar las zonas, para evitar posibles fugas, pero sin intervenir directamente. El procedimiento en la calle Amazonas lo dirigió Hugo Campos Hermida –Campitos, soy yo, le diría Huidobro- y Castiglioni el de la calle Pérez Gomar.

La afirmación de que Martirena fuera un agente cubano hace pensar de su vinculación a los servicios secretos de Cuba, cosa improbable. Lo que es seguro es que Martirena había sido el primer corresponsal de Prensa Latina y que como tal estaba “quemado”. Utilizar su casa para tener en ella parte del servicio de información y de finanzas, así como utilizarlo de enterradero de clandestinos muestra a las claras el grado de desaprensión con que el MLN estaba actuando en materia de seguridad.

Los dueños de la finca en ningún momento opusieron resistencia, desarmados como estaban. La policía actuó contra ellos por espíritu de venganza tras los hechos de la mañana.

Brum: Según un relato, mientras revisaban la casa algunos policías notaron una abertura en el techo del baño principal, pero no se lo mencionaron a sus superiores ni la abrieron. Preferían saquearla después para ganancia personal. Sin embargo, Campos entró y notó no solamente la abertura, sino rastros de sangre que salían de allí.

Resultaba que nada menos que Eleuterio Fernández Huidobro estaba escondido en un compartimento secreto de considerable tamaño directamente encima del techo. Había sido lesionado pero permanecía en el berretín con la esperanza de que la inspección policial pasara sin notarlo. El tupamaro, cuyo nombre en clave era Jesús, estaba resistiendo un enorme dolor resultante de cuatro heridas de bala, incluida una en el cuello. Patria para nadie, Pablo Brum, pág. 349.

Amodio: Para que el relato sea completo, hay que decir que desde el “berretín” Huidobro y Cámpora, el otro ocupante, pudieron ver las muertes de Martirena y de su esposa, así como la inminencia de ser descubiertos. Huidobro estaba herido por una bala perdida y la herida era en un pie. Lo de las cuatro heridas es parte de la leyenda tupamara.

Aprovechando la llegada del juez, Huidobro pronunciará la famosa frase llamando a Campitos. En ese berretín tenían que estar 140.000.000 de pesos, restantes del rescate de Ferrés, que yo guardaba en la casa de Juan B.Morelli, junto con las carpetas del Servicio de Información que Huidobro trasladó a la calle Amazonas. Si como dicen Cámpora pasó a administrar los fondos monetarios y vivían en el mismo local, es lógico suponer que también se hubiera trasladado el dinero.

Sin embargo, este es un punto sobre el que hasta el día de hoy se ha guardado silencio. Tengo que recordar que el procedimiento en la calle Almería también fue dirigido por Campos Hermida y que un participante en dicho operativo fue testigo de cómo sus compañeros sacaron de ese local el dinero que allí había acumulado, usando sus sacos, a los que les rajaron los forros, a modo de bolsa.

Brum: La captura de Fernández Huidobro ilustra un hecho importante: las órdenes eran preservar las vidas de los detenidos, no solamente por motivos legales sino también tácticos; podían ser interrogados y se les podía sacar valiosa información. Patria para nadie, Pablo Brum, pág. 350.

Amodio: Las palabras de Brum contradicen la realidad. Las fuerzas policiales a cargo de Campos Hermida desconocían la existencia del berretín. Una vez tuvieron franqueada la entrada, dispararon sobre Martirena y su esposa. Emplearon el mismo grado de violencia que el MLN había empleado en la mañana.

Huidobro y Cámpora no fueron asesinados por la llegada del juez, hecho sobre el que Huidobro ha dejado escrito en varias oportunidades. Si “las órdenes eran preservar las vidas de los detenidos”, ¿cómo se explica la muerte de Candán, Schoeder, Blanco y el mismo Rovira? Quienes más adelante tratarán de preservar la vida de los detenidos será, las FF.AA., las que ya habían comprobado que con la aplicación de la tortura era posible lograr la captura de otros militantes y provocar la caída de locales.

Brum: Además de él, la policía adquirió el más importante conjunto de documentos capturado hasta el momento en la guerra contra el MLN. Los hallazgos incluían informes de actividades de todas las columnas, un presupuesto de la organización y papeles que fueron decisivos para identificar locales y tupamaros, tanto legales como clandestinos.

La casa de la calle Amazonas no fue la única atacada esa mañana. En una vivienda cercana de la calle Pérez Gomar, también bajo vigilancia secreta, había un grupo de tupamaros reunidos para discutir los hechos del día. Las escuchas telefónicas indicaban que estaban dirigiendo y monitoreando el Plan Hipólito desde ahí; hasta el día de hoy sobreviven fragmentos grabados de las mismas. Patria para nadie, Pablo Brum, pág. 350.

Amodio: En los fragmentos de las cintas que según Gavazzo Castiglioni le regaló a las FF.AA. se identifica a Luis Martirena, por lo que es la casa de la calle Amazonas la que tenía su teléfono intervenido. El operativo, según la misma fuente, se decidió por la intuición del operador policial que se mantenía a la escucha

Brum: A pesar de tener estas escuchas, el gobierno no logró evitar el Plan Hipólito porque las comunicaciones del MLN estaban compartimentadas y codificadas. Las terceras partes no podían entender el significado de nombres, horarios y lugares. De todos modos, cuando la policía tomó la casa por asalto logró un enorme golpe contra la “orga”: todos los ocupantes de la casa fueron muertos. Esto incluía a importantes líderes como Alberto Candán, Armando Blanco y Gabriel Schroeder. El hombre con más suerte ese día fue Adolfo Wassen, quien había dejado la casa de la calle Amazonas para ir a la de Pérez Gomar pocos instantes antes de que la primera fuera allanada. Llegó a tiempo para ver y evitar el asedio policial de la segunda.

Armando Blanco había crecido en la jerarquía de la Columna 15 en el período posterior a Almería. Dos años antes había interrogado a Dan Mitrione. En el momento del Plan Hipólito estaba vinculado con Lucía Topolansky. Schroeder, otro importante cuadro de la Columna 15, era un operador clave en dos de los más importantes escapes carceleros del MLN: la Estrella de la cárcel de mujeres y El Abuso. Ambos representaban pérdidas significativas.

La de Alberto Candán era la mayor caída de todas: su muerte fue la baja más dañina en la historia del MLN hasta ese momento. Antes de su muerte, ningún integrante de los Tupamaros que hubiera llegado a liderar una columna o a estar en la dirección había perdido la vida.

Candán era parte de la segunda ola de reclutas del grupo, pero había crecido rápidamente en la jerarquía. Fue el último en interrogar a Mitrione y soportó toda la crisis de Almería sin revelar la ubicación de la Cárcel del Pueblo donde estaba secuestrado el jefe de la OPS.

La vida de Candán terminó empuñando la pistola Browning que Fidel Castro le había regalado a Mauricio Rosencof. Dejó además muchas puntas estratégicas y de liderazgo sin atar. Patria para nadie, Pablo Brum, págs.350-351.

Amodio: Candán formó parte de la primera ola de reclutas en 1968. Durante “la crisis” de Almería nunca le preguntaron ni a él ni al resto de detenidos por la ubicación de la cárcel. Es verdad que él conocía una, pero nadie le solicitó su ubicación. La famosa pistola regalo de Fidel, como los panes y los peces, también se ha multiplicado, ya que se la mencionado en lugares diversos. Pero en la casa de la familia Rovira nadie estaba armado.

Brum: A pesar del cambio en la conducción un mes antes, el MLN no había adoptado una estrategia que priorizara lo político sobre lo belicoso. Mientras Engler y Candán eran conocidos y contados como gente de acción, se suponía que los otros dos miembros de la dirección, Rosencof y Fernández Huidobro, tendrían mentalidades más amplias.

Este último ha reconocido que “No tuve coraje para oponerme (...) No tengo otra explicación”. Rosencof tiene una explicación similarmente débil: “Yo también soy responsable de lo que se hizo, no voté en contra en el Ejecutivo; no me estoy lavando las manos”. En otras palabras, o bien no estaban realmente opuestos al Plan Hipólito o lo estaban y no dijeron nada. Patria para nadie, Pablo Brum, pág. 351.

Amodio: En estas palabras se esconde una de las grandes falacias de la historia tupamara: el cambio de Dirección no era para imponer una estrategia menos belicosa, sino para desarrollar otra más violenta, para “aumentar el nivel de los enfrentamientos”, como rezaba la fundamentación del plan del 72. Quienes nos opusimos a ese plan, Wassen, Marrero, Alicia Rey, Píriz Budes y yo mismo, fuimos los defenestrados, aunque yo ya había renunciado a mis responsabilidades de dirección a finales de 1971. Las palabras de Huidobro y Rosencof lo que tratan es de decir que ellos estaban en contra y como disculpa se acusan de negligencia, cuando en realidad fueron entusiastas propulsores.

Brum: No era solamente el MLN el que recibió una paliza. Los comunistas también estuvieron involucrados en violencia: exactamente lo que temían que ocurriría como consecuencia del aventurismo tupamaro. Primero, en un clima de severa conmoción en la sociedad, al día siguiente del operativo del MLN un “comando parapolicial fuertemente armado” asaltó la sede general del partido.

Enseguida, en la noche del 16 al 17 de abril, una unidad policial apareció en el Club 20 del PCU con la exigencia de que sus ocupantes se presentaran afuera para una inspección. Se entabló una confusa confrontación, hasta que súbitamente el oficial a cargo recibió un disparo en la cabeza, que lo mató. Inmediatamente la policía tiroteó el club comunista y lo destruyó -matando, al hacerlo, a siete miembros del partido-No se encontró ningún arma adentro. Patria para nadie, Pablo Brum, pág. 352.

Amodio: No hubo confrontación alguna. Brum dice que fue la policía la que “tiroteó el club comunista y lo destruyó -matando, al hacerlo, a siete miembros del partido”-, como si la muerte hubiese sido consecuencia de la destrucción del local comunista y no una fría ejecución, como consecuencia de la herida del teniente Busconi, sufrida a manos de un soldado de su propia repartición, el regimiento 9° de Caballería.

En este caso sí fueron los militares quienes mataron creyendo vengar a un compañero herido. Busconi no estaba al mando, sino el capitán Gómez, S2 del 9°. Busconi estaba vestido de particular, porque se sumó al procedimiento cuando los vehículos abandonaban el cuartel y subió a uno de ellos, cumpliendo con el dicho de que “los galones se ganan en la calle”

Tal como reza la autopsia realizada, Busconi fue herido en la cabeza, con entrada por la nuca por una bala salida de un arma militar, seguramente de la de un soldado al que se le disparó el fusil al echar pie a tierra.

Brum: El 14 de abril no fue el único gran error que cometió el MLN. Apenas días después, algunos de sus miembros clave se enteraron de otro que ya era tarde para detener. En un local en el barrio de La Unión, Sendic, Zabalza y otros se reunieron con un militante llamado Enrique Osano, quien reveló el secreto más oscuro de la historia de la “orga”.

A fines de 1971, una célula guerrillera que operaba en el departamento de Maldonado como parte del Plan Tatú había sido avistada accidentalmente por un modesto peón de estancia de 46 años llamado Pascasio Báez. Los tupas, bajo el comando de Jorge Manera, tenían una sofisticada tatucera de gran tamaño en la zona, llamada Caraguatá.

La base tenía un polígono de tiro subterráneo, un importante taller de explosivos, un depósito de armas y una prisión. La estancia donde fue construida la tatucera, conocida como Spartacus, contribuía a la fachada exhibiendo a sus animales en exposiciones y competencias, como es costumbre en Uruguay. El acuerdo estaba comenzando a funcionar, pero el encuentro con Báez cambió todo.

Para protegerse a sí mismos de potenciales filtraciones, los tupamaros secuestraron a Báez y lo mantuvieron prisionero. La cuestión pasó a ser qué hacer con él; pasaron semanas con Báez cautivo. Su ausencia se notaría cada vez más (particularmente en el caso de su esposa e hijos), pero el grupo no se podía permitir liberarlo. Un plan para sacarlo del país resultó ser irrealizable.

Como última opción sugirieron asesinar a Báez, con lo cual la dirección estuvo de acuerdo. Henry Engler llegó al lugar y preparó una inyección con una dosis letal de pentotal. Se la pasó a Ismael Bassini, el primer y más importante médico del MLN, quien inyectó a Báez y terminó con su vida. La víctima fue enterrada, clandestinamente, en un lugar seleccionado por Néstor Sclavo, el propietario del lugar. Pascasio Báez fue así uno de los primeros desaparecidos de la historia uruguaya reciente.

Enrique Osano le reveló todo esto a Sendic y los demás. Había incredulidad y sorpresa. En vez de explotar de rabia ante este error, Sendic preguntó: “Era necesario matar a un peón de estancia?” La respuesta era obvia. Aunque Henry Engler ha reconocido públicamente su responsabilidad por el asesinato, fue la dirección entera la que lo decidió. Patria para nadie, Pablo Brum, págs. 353-354.

Amodio: En la página 354 se realiza un detallado relato del secuestro y asesinato de Pascasio Báez. Pese a lo detallado, no se cuenta toda la verdad. Para empezar, no se dice que estuvo secuestrado desde octubre hasta la fecha de su ejecución: diciembre de 1971. En esas fechas el Ejecutivo mantenía tensas relaciones con Sendic y su gente, a raíz de la posible puesta en marcha del Segundo Frente.

La tatucera estaba a las órdenes de Manera, pero era infraestructura de la columna del Interior. Los habitantes de dicha tatucera eran mayoritariamente exmilitantes del aparato armado de la columna 15, trasplantados al interior después del Abuso y para suplir las carencias de formación de dicha columna.

Pascasio Báez descubrió la entrada a la tatucera porque Osano había salido a fumar y dejó la puerta sin cerrar. Los habitantes de la tatucera pusieron en conocimiento de la Dirección todo lo sucedido, mientras mantenían secuestrado a Báez. Tal como relata Rosencof ante el juzgado militar, cuya reproducción aparece en el libro de María Urruzola, Huidobro sin remordimientos, fue el ejecutivo integrado por él, Wassen, Marrero y Engler quienes decidieron su asesinato.

Sin embargo, el MLN acusará falsamente a Píriz Budes de haberla ordenado. Igualmente se ha pretendido hacer aparecer a Sendic ajeno a este asesinato, dado que por lo menos debió estar informado de la medida que se iba a tomar, teniendo en cuenta lo que el “caraguatá” significaba en esos momentos para la columna del interior


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