07.DIC.19 | Posta Porteña 2073

PATRIA PARA NADIE de Pablo Brum/ comenta Amodio (13)

Por AMODIO

 

Patria para nadie: historia completa del MLN-Tupamaros

 

LA HISTORIA NO CONTADA DE LOS TUPAMAROS DE URUGUAY Montevideo, Uruguay: Planeta, abril de 2015

Así la presentaron en su momento; Héctor Amodio Pérez  hace su cometario que a partir de ahora iremos publicando; treceava entrega

 Sept/Oct de 2019

Brum: Había pasado apenas un mes desde el Plan Hipólito y la consecuente autorización parlamentaria para operaciones militares cuando los Tupamaros provocaron al Ejército aún más. Fue la primera gran operación del grupo desde los sangrientos días de abril. Las instrucciones eran responder a los avances militares contra los Tupamaros con un fuerte golpe. Por lo tanto, un equipo de combate de la Columna 15 tuvo como tarea atacar la casa del comandante del Ejército, el general Florencio Gravina. Patria para nadie, Pablo Brum, pág. 358.

Amodio: Una vez más se falsea la historia. Por parte de los militares vinculados al Gral. Seregni, grupo que se conectaba a través del coronel Montañés, se recibió la sugerencia de atentar contra efectivos militares como represalia por las torturas. El descalabro interno hizo que esa acción se fuera postergando, ya que era materialmente imposible reunir un grupo para realizarla.

Pero el objetivo estaba predeterminado: la guardia situada frente a la casa del general Gravina. Dicho objetivo ofrecía grandes garantías de llevarse a cabo sin mayores dificultades, ya que la guardia se encontraba dentro de un Jeep, armados con fusiles y abrigados con ponchos. En una palabra, estaban regalados. Era imposible que ofrecieran resistencia alguna.

Brum: El ataque ocurrió tarde la noche del 18 de mayo, con el general dentro de la vivienda. Al momento en que el equipo se aproximó dentro de una Volkswagen Combi, un centinela apostado en el techo de la casa los detectó. El MLN se apresuró entonces a neutralizar a la unidad de guardia principal, que consistía en cuatro soldados sentados dentro de un jeep estacionado directamente frente a la puerta de la propiedad.

Haciendo uso de armas automáticas preparadas por el exsoldado devenido tupamaro Carlos Liscano, los guerrlleros liderados por Esteban Pereira rociaron el vehículo múltiples veces y huyeron. Mataron a los cuatro soldados, que no tuvieron tiempo ni de moverse. Las ráfagas de AR15 alcanzaron casas vecinas varias veces, y acabaron con la paz no solamente en esa calle, sino también en las filas militares. Patria para nadie, Pablo Brum, pág. 358

Amodio: Comprobada la magnitud del asesinato y ante la ola de repulsa recibida por la opinión pública, el MLN dirá que el ataque estaba dirigido contra la casa de Gravina. ¿Qué sentido podía tener efectuar algunos disparos contra la fachada de su casa, ya que era impensable acceder al interior de la vivienda? Ninguno, por lo que cabe descartarlo de plano. El MLN también adornó convenientemente el operativo para hacer creer que hubo un enfrentamiento y así poder decir que se trató de un ataque a la vivienda del general.

Brum: El primer acto de venganza militar ocurrió al día siguiente, cuando un tupamaro bajo custodia militar murió en lo que se llamó un accidente. El mensaje era inconfundible y marcaba otro paso hacia abajo en la degradación de las reglas de confrontación de ambos lados. Además, esa misma noche del 19 de mayo ocurrió un hecho con enormes consecuencias.

Una célula del MLN que incluía a José Mujica, Alicia Rey, Héctor Amodio y Rodolfo Wolf estaba reunida en una casa perteneciente a la tupamara Graciela Dri en el barrio de Pocitos. La inteligencia obtenida a través de interrogatorios llevó al lugar a una patrulla militar; el escuadrón que golpeaba insistentemente la puerta estaba integrado por Fusileros Navales, la novedosa contribución de la Armada a las fuerzas de infantería de Uruguay.

Para los tupamaros no había ninguna posibilidad de entablar combate con una unidad tan bien preparada. Esto significaba que la única salida era evacuar a través de las cloacas. El local tenía un túnel del Plan Gardiol que conectaba con el subterráneo, por lo cual el equipo huyó a través de él, en dirección al lejano barrio de La Comercial. Patria para nadie, Pablo Brum, pág. 360.

Amodio: No era una célula, sino un grupo reunido por distintas circunstancias. Fuimos conducidos ahí en diferentes momentos, como único refugio posible. Se trata de la misma casa a la que accedimos luego de la fuga del 12 de abril, en la calle Manuel Haedo. A nadie se le ocurrió presentar combate, sino tratar de alejarse lo más rápidamente posible, a través del berretín conectado con las cloacas.

Además de lo absurdo que habría sido el intento, no había con qué. Precisamente yo estaba tras la ventana montando guardia y antes que se bajaran del vehículo ya estábamos dentro del berretín. El único del grupo –Brum no incluye a Carlos Rodríguez Ducós- que tenía alguna experiencia en andar por las cloacas era yo, que traté de conducir al grupo en sentido contrario al que seguimos cuando la segunda fuga. Nada que tenga que ver con un presunto viaje hacia La Comercial. Fue así como los conduje hasta Pocitos.

Brum: Los militares notaron esto y comenzaron una persecución por la superficie, dispersándose por la zona para revisar las entradas a las cloacas en búsqueda de tupas merodeando por ahí. La situación para el grupo en el subterráneo se complicó, por lo cual se tomó la decisión de dividirlo. Amodio y Wolf saldrían a la calle, robarían un vehículo y buscarían ayuda de otro equipo del MLN. El resto continuaría a pie, dentro de las cloacas, para intentar despistar a los perseguidores.

La líder de este segundo equipo fue la compañera de Amodio, Alicia Rey, quien en aquel entonces dirigía la Columna 10. Rey llevaba un yeso desde que sufrió un accidente de motocicleta ese mismo año. Andaba por lo tanto más lento que los demás, particularmente cuando era necesario caminar en cuatro patas. Afuera llovía torrencialmente, lo cual hacía el navegar la red cloacal extremadamente complicado. Patria para nadie, Pablo Brum, pág. 360.

Amodio: Nada de lo que narra Brum es cierto. La tapa del berretín era una pesada losa de hormigón y cuando la rompieron no quedaba ni rastros del grupo. Ignoraban la conexión con la cloaca, por lo cual la afirmación que hace Brum es producto de la fantasía con la que se ha contado la historia.

La situación se complicó por las dificultades que Alicia tenía para avanzar, pero no porque “llevara un yeso”. Éste le había sido quitado unos días antes, tras soportarlo durante seis meses, como consecuencia del accidente sufrido. Fue en esas circunstancias que pregunté a Wolf si él tenía posibilidades de conseguir ayuda en el exterior. Como respondió que sí, me ofrecí a acompañarlo y tras una breve deliberación así lo decidimos.

Personalmente es una decisión de la que me he arrepentido siempre, ya que dejé a Alicia a merced de unos supuestos compañeros que no vacilaron en abandonarla cuando ella les manifestó su voluntad de entregarse para facilitarles la huida.

Brum: Amodio y Wolf emergieron de una boca justo en la rambla de Pocitos. Este último recuerda: “Cuando salí, mi aspecto —descalzo, empapado, maloliente, con una granada en la mano y una pistola en otra— justificaba la exclamación de la persona que esperaba el ómnibus en la parada cercana: « ¡ Huuy, huy, huyyhuyyhuyyy! »“.

Sin prestar atención al civil asustado, el dúo secuestró un taxi que Amodio mismo condujo. Llegaron a una reunión de la dirección del MLN, a la cual notificaron de lo que le estaba ocurriendo a Rey, Mujica y los demás. Amodio tuvo que enfrentar su mayor temor: que su compañera Alicia, cuyo nombre en clave era Mercedes, cayera ante sus perseguidores. Patria para nadie, Pablo Brum, pág. 361.

Amodio: El recuerdo de Wolf es tan falso como el resto de la historia: en el berretín no había ni armas ni granadas. Salimos en la esquina de Juan Benito Blanco y Miguel Barreiro, en medio de una docena de personas que esperaban el ómnibus. Redujimos al único taxista que estaba en las cercanías, sin armas y sin que opusiera resistencia. Condujo el propio taxista, que siguiendo las instrucciones de Wolf se alejó de la zona.

Más adelante lo hicimos bajar, Wolff tomó el volante y condujo el taxi hasta una casa que en 2013 sabré que era la casa de Marcelo Estefanell, al que yo conocía solo por su apodo: Aramís. En esa casa pasamos la noche, ya que la hora no nos permitía tomar contacto con la Dirección. Una vez más se cuenta una historia falsa.

Brum: La dirección encargó a Efraín Martínez, por su conocimiento de las cloacas, que liderara el rescate. Mientras corrían a toda velocidad por los túneles, Amodio tuvo que detenerse. Los músculos de sus piernas le daban dolorosos calambres, por lo cual Martínez dijo al resto del equipo que siguiera adelante mientras él masajeaba y asistía a Amodio. En las profundidades del subterráneo, este último se desesperó. Se mostró en su estado más vulnerable a Martínez, quien lo conocía desde sus días como delegados socialistas al Coordinador. La situación era desesperante; Amodio dijo que estaba emocionalmente liquidado y que no podía seguir con la lucha. Era demasiado. Patria para nadie, Pablo Brum, pág. 361.

Amodio: Vamos a contar las cosas como fueron: en la mañana del día 20, abandoné la casa de Estefanell. Con los datos que Wolff me proporcionó salí en dirección al bar Santiso, ubicado frente al mercado Agrícola. Llegué haciendo el recorrido en ómnibus y caminando, mientras Wolff intentaba tomar contacto en otros lugares.

A esa altura yo no podía ir a ninguno de los viejos locales que había conocido. Tampoco podía dirigirme a casa de antiguos colaboradores, alguno de los cuales pocos días antes se habían negado a darnos cobijo. Dada la contraseña en el mostrador del bar, pasé a la trastienda, donde estaba la tapa que conectaba con el subsuelo.

Allí me recibió Efraín, a quien informé de lo sucedido. No había ningún miembro de la Dirección en ese momento. Fuimos Efraín, Heraclio Rodríguez, César Long y yo quienes decidimos hacer el recorrido desde La Comercial hasta Pocitos en busca de los compañeros, a quienes suponíamos esperando nuestra ayuda en una zona segura.

Hicimos un primer viaje sin encontrarlos y volvimos al Santiso. Allí nos enteramos de la detención de Alicia y resolvimos volver en busca del resto. Es en esas circunstancias que le manifesté a Efraín el dolor que sentía por su detención y las posibles consecuencias. Es cierto que tuve calambres, más producto de mi estado anímico que físico. Todavía recuerdo las palabras y los gestos de consuelo del bueno de Efraín. Todavía no se había contaminado con el amiguismo que hasta hoy le ha impedido contar las verdades que conoce.

Brum: Mientras tanto, la policía había descendido para perseguir a los tupamaros. A medida que se acercaban, los tupas podían determinar a la distancia si alguien que se acercaba era o no del MLN, según si se oían quejas por el olor de las cloacas. El grupo fugitivo se encontró progresivamente sin opciones. Se hizo contacto y se intercambiaron disparos; la tupamara Dri fue alcanzada por una bala. Rey decidió tomar una decisión de mando. El contingente, ahora liderado por Mujica, continuaría y escaparía. Ella se quedaría atrás, sola. Patria para nadie, Pablo Brum, pág. 361.

Amodio: No se intercambiaron disparos, ya que quienes huían estaban desarmados. Del relato de Brum surge claramente que Alicia Rey se quedó atrás, sola, para permitir la fuga del resto, pero no ha tenido la gallardía de dejarlo escrito.

Brum: Al día siguiente, el 20 de mayo, Héctor Amodio Pérez estaba devastado. Había una larga lista de adversidades en los meses precedentes, pero lo ocurrido la noche anterior era lo peor de todo. A raíz de todo esto participó de una importante reunión con la cúpula del MLN. Fue ahí que se enteró, de un emocionado José Mujica, lo que Rey había hecho en las cloacas para salvar a Pepe y los demás. Esto no solo profundizó su sensación de que Rey y él le estaban dando más a la organización de lo que esta les daba a ellos. Luego confesaría que personalmente sentía que: “La detención de la Negra rompió el escaso vínculo que me unía con el MLN, en especial con el grupo de dirigentes que nos habían conducido a la debacle”. Patria para nadie, Pablo Brum, pág. 362.

Amodio: Brum transcribe mis palabras entresacadas de la primera carta enviada en marzo de 2013. Pero Brum sigue sin atreverse a decir con claridad que el gesto de Alicia fue un acto de tremenda generosidad y no un acto de cobardía como el MLN dirá más adelante, para tratar de menoscabar su personalidad. ¿Por qué estaba emocionado José Mujica? ¿Qué razón lo llevó a abrazarme? ¿Lloraba por Alicia o por su cobardía, dejándola abandonada, sin una sola palabra para intentar convencerla de seguir luchando un poco más? ¿Su cobardía de entonces es la misma que todavía hoy le hace guardar silencio sobre la verdad de lo sucedido?

Brum: Ocurrió entonces una amarga discusión, con recriminaciones e insultos intercambiados entre los líderes de los Tupamaros. La crisis del MLN de 1972 agregó leña al fuego de la disputa preexistente (que se remontaba a 1968) sobre estrategia y liderazgo. Los gritos e insultos se extendieron y los temperamentos se caldearon como nunca antes. Refiriéndose a Sendic por su nombre en clave, Amodio dijo en un escrito que: “Como error de método se integra a Rufo al Secretariado Ejecutivo aun antes de discutir a fondo el problema del [Plan Tatú]”. En la pelea, denominando a sus interlocutores “hijos de puta”, agregó además que les asignaba la responsabilidad por los desastres a líderes como Sendic, Fernández y Marenales (“Voluntaristas carentes de todo criterio organizativo”), más que a los jóvenes radicales a los que otros culpaban.

El análisis de Amodio pintaba a su propio estilo de liderazgo como el mejor, y esto no era coincidencia. Sin embargo, estaba en lo correcto en criticar al Plan Tatú como una desviación voluntarista, posiblemente egoísta, de la misión original del MLN. Sus palabras fueron duras: “Al Segundo Frente y a las tatuceras me opuse en toda oportunidad que tuve, sobre todo cuando supe que las escasas armas que el MLN poseía se destinarían casi en su totalidad”

Otros estuvieron de acuerdo con él: Engler ha dicho que “El Plan Tatú me parece un desastre. Yo estoy en contra del Plan Tatú. Estaba Wassen totalmente en contra. Estaba Rosencof en contra del Plan Tatú. Fue muy porfiado lo del Plan Tatú”. La campaña rural, que estaba fracasando espectacularmente, le estaba dando al Ejército victorias significativas sobre el MLN, particularmente en capturas de guerrilleros, adquisición de inteligencia y apropiación de varias armas del arsenal de los Tupamaros. Patria para nadie, Pablo Brum, págs. 362-363.

Amodio: Las conclusiones de Brum y las transcripciones que hace de las palabras de Engler me eximen de todo comentario. Tras esas palabras se trasluce la necesidad de algunos dirigentes del MLN de encontrar un “chivo expiatorio” para explicar y justificar su fracaso. Fracaso ocultado y avalado por falsos historiadores y periodistas al servicio de esos mismos dirigentes.


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