07.DIC.19 | Posta Porteña 2073

«El zorro» del Batallón Cuatro: Dardo Barrios, Detenido en Paraguay

Por LaPrensa /Maldonado

 

«El zorro» del Batallón Cuatro: Detuvieron en Paraguay al torturador y presunto asesino de Eduardo Mondello y Gelós Bonilla

 

La Prensa  de Piriápolis, Maldonado diciembre 6, 2019

Dardo Víctor Barrios Hernández, un militar retirado, ex teniente del Batallón de Ingenieros Nº 4 con asiento en Laguna del Sauce, vinculado a torturas durante la dictadura militar, fue detenido en la tarde de este martes, 3 de diciembre de 2019, en la localidad de Villa Florida, (Paraguay) por agentes de Interpol de aquel país. Barrios posee orden de captura internacional por crímenes de lesa humanidad, además de un exhorto de extradición

En el marco del ciclo «Historias de Maldonado» que viene publicando diario La Prensa de Piriápolis,(  ver La desaparición de Horacio Gelós Bonilla http://www.postaportenia.com.ar/notas/10360/la-desaparici%C3%B3n-de-horacio-gel%C3%B3s-bonilla/ )

Presentamos a continuación la completa historia del presunto asesino de Eduardo Mondello y Horacio Gelós Bonilla, torturador de decenas de compatriotas, entre ellos, varios piriapolenses, como Claudio Invernizzi, quien así se manifestó al enterarse de la detención de Barrios en Paraguay:  “Acabo de enterarme que está preso el tipo que me torturó. El que me hizo conocer el olor del miedo. El que vandalizó la carne y el espíritu. El soldado del odio.¿El que mató a Eduardo? ¿A Gelos Bonilla? Ojalá vuelvan a preguntarme por mi sensación una vez que pase por la justicia”

Estas fueron las primeras y desgarradoras palabras de Claudio Invernizzi, apenas se enteró de la captura internacional de Dardo Barrios, conocido como “El Zorro”, exmilitar acusado de violaciones a los Derechos Humanos, cometidos durante la dictadura militar en Maldonado.

El reconocido publicista piriapolense complementó su relato, manifestando: “En carne de todas y todos. La humillación, la fractura, el desorden humano, víctimas y victimarios, las atrocidades, las culpas. Mi adolescencia estrenada con picana, sed, submarino, plantón, ausencia, violación”

“EL ZORRO” DEL BATALLÓN CUATRO

La captura de “El Zorro”

 

Dardo Víctor Barrios Hernández, integrante del Batallón de Ingenieros Nº 4 de Laguna del Sauce entre los años 1972 y 1976, fue detenido en Paraguay por personal de Interpol, debido a su presunta participación en violaciones a los derechos humanos cometidos en la pasada dictadura militar (1973-1985)

En el 2011, la fiscal Ana María Tellechea había solicitado la captura a nivel internacional de Barrios Hernández por secuestros, asesinatos, desapariciones forzadas y torturas durante la pasada dictadura, ya que era encargado de los interrogatorios en el Batallón de Ingenieros Nº 4 de Laguna del Sauce entre los años 1972 y 1976.

El periódico paraguayo ABC Color informó que el pedido de detención con fines de extradición fue solicitado por el juez de Primera Instancia de Maldonado, Ademar Pérez Iglesias, por los delitos de tortura y desaparición forzada, crímenes de lesa humanidad. La captura de Dardo Barrios se concretó a las 18.15 de este martes 3 de diciembre en la costanera del barrio Manga Ybyrá, Villa Florida, por agentes de Interpol. Inmediatamente fue trasladado a la base de Interpol en Asunción, que había desatado un operativo a partir de una orden de captura internacional que pesaba contra este militar retirado.

Se ha recordado que Dardo Barrios, finalizada su carrera militar, en democracia fue funcionario de carrera en la Intendencia de Maldonado durante la administración de Domingo Burgueño primero, y de Enrique Antía después. En 2005, Barrios se fue al exterior, desconociéndose su paradero hasta la noticia de su arresto en Paraguay.

La formación de “El Zorro”

Nacido en 1952, Dardo Barrios a los 18 años ingresó en la Escuela Militar, iniciando su carrera militar, especializándose en el Arma de Ingenieros. Sin embargo, las circunstancias históricas llevarían al joven cadete por otra “especialidad”. Eran tiempos de crisis económica, social y política en Uruguay, de una fuerte agitación social por parte de sindicatos y gremios estudiantiles, tiempos también de la Guerra Fría y del triunfo de la Revolución Cubana, así como de las guerras de Vietnam y Argelia. Tiempos de guerrilla. El MLN-Tupamaros había crecido en su accionar y violencia cuando Barrios estudiaba en la Escuela Militar. Aunque el enfrentamiento a la guerrilla estaba a cargo de la Policía, las perspectivas de que el gobierno encargaría a las FF.AA. la “lucha antisubversiva” eran evidentes.

Así fue que siendo todavía cadete, a punto de egresar, se le encomendó a Barrios, junto a otros oficiales, integrar la misión que anualmente enviaban las FF.AA. a la Escuela de las Américas en Panamá, una academia internacional de las FF.AA. de Estados Unidos. Allí, militares norteamericanos (e incluso franceses) volcaban la experiencia y la doctrina generada en los conflictos de Indochina, Vietnam y Argelia, para instruir a personal militar latinoamericano en la guerra antiguerrilla, o “contrainsurgencia”. Así fue que el joven Barrios, con 19 años, integró el curso internacional de “Internal Security Operations”, CC-6, entre el 11 de enero y el 5 Febrero de 1971.

En la Escuela de las Américas, Barrios, junto con todos los oficiales y el personal que asistían becados, se les enseñó la Doctrina de la Seguridad Nacional, que explicaba como el comunismo, por su esencia totalitaria, era una amenaza a la seguridad nacional y la democracia, y que a través de la subversión revolucionaria (huelgas, ocupaciones, barricadas, disturbios, enfrentamientos con la policía) y de la sedición (el accionar guerrillero, basado en atentados, secuestros, asaltos, ejecuciones), buscaba generar inestabilidad para derribar finalmente los gobiernos establecidos. La guerrilla era simplemente la parte militar de algo mucho más amplio: el marxismo. Y el avance del marxismo en todos los ámbitos (político, social, cultural, educativo) se debía al amparo de las propias libertades que la democracia liberal permitía. El planteo era sencillo: si “el enemigo interno” hace “Guerra Sucia”, las FF.AA., en defensa del Estado, podían hacerlo también, y si era necesario, debían controlar el Estado para intervenir en todos los ámbitos por donde avanzaba el marxismo.  Más que nunca, el hacer “Inteligencia”, es decir, obtener información táctica y estratégica, era clave. Había que obtener a toda costa información de un “enemigo interno” que no se sabía dónde estaba, y muchas veces quiénes eran, implicaba desarrollar todo un dispositivo de inteligencia con el fin de generar un conocimiento total (organización interna, elementos que lo componían,  alcance, cómo, cuándo y dónde operaba, y quienes los apoyaban de forma inorgánica). La inteligencia se centraría no solamente en las organizaciones guerrilleras, sino también en las organizaciones sindicales, políticas, sociales y religiosas, que representaran “una amenaza” a la Seguridad Nacional.

Con ese pensamiento, muchos militares en Panamá, como Barrios, recibieron cursos donde se enseñó que la tortura era un medio ilegítimo, pero moralmente correcto en las “circunstancias especiales” que vivía el país, para hacer “Inteligencia”.

El pecado original

Retornado a Uruguay, y ya con las FF.AA. a cargo de la dirección de la “lucha antisubversiva” desde la fuga de Punta Carretas en setiembre de 1971, Barrios terminó sus estudios como Oficial del Ejército, habiendo egresado con el grado de Alférez.

En 1972, Barrios fue transferido a Maldonado, al Batallón de Ingenieros Nro. 4, unidad militar acuartelada en Laguna del Sauce, próxima al Aeropuerto y a la Base Aeronaval Nro. 2 de Laguna del Sauce. Eran momentos del mayor enfrentamiento con el MLN, luego de la ejecución por parte de los tupamaros de miembros del Escuadrón de la Muerte el 14 de abril, y de cuatro soldados en un jeep el 18 de mayo, en tanto 9 comunistas habían sido “fusilados” por el Ejército en un comité. El Parlamento había declarado Estado de Guerra Interno, y la Ley de Seguridad del Estado dio total impunidad a las FF.AA. para hacer “razias” y allanamientos nocturnos, llevándose a los sospechosos de “sedición” a las unidades militares, donde comenzó a practicarse de forma sistemática la tortura, hasta la derrota de la guerrilla para setiembre de ese año.

Teniendo en cuenta su invalorable especialidad en Inteligencia y Contrainsurgencia, su comandante, el Teniente Coronel Artigas Bianchi, destinó al Alférez Barrios como el Oficial S-2 de la unidad, es decir, el Oficial de Inteligencia de toda unidad militar, y a su vez enlace con el SID (el Servicio de Información y Defensa, a cargo del Coronel Ramón Trabal).

Ese año, la unidad recibió varios detenidos del departamento, principalmente de Piriápolis y Pan de Azúcar, integrantes o simpatizantes del MLN.

Barrios pudo “estrenar” sus conocimientos aprendidos en Panamá, que implicaba llevar al máximo dolor físico y psicológico a los detenidos, pero sin llevarlos a la muerte, para obtener la información requerida. Así se comenzó a experimentar en la unidad, desde el submarino o “tacho”, la picana eléctrica, colgamientos, simulacros de fusilamiento, entre otros.

En la noche del 14 de octubre, un destacamento del Ejército se llevó de su casa en Maldonado a Francisco Choco, taxista y dueño de un restaurante, trasladándolo hasta el cuartel del Batallón de Ingenieros Nro. 4. Sin que existiera un móvil político o delictivo de por medio (Chocho era militante del Partido Nacional), al día siguiente se comunicó su muerte en la unidad, informándose a su hijo, Francis Chocho, entonces Teniente de Navío en la Base Aeronaval Nro. 2 de Laguna del Sauce, vecina del batallón. La noticia conmocionó al marino, que fue armado hasta el batallón, siendo finalmente detenido por sus compañeros para evitar que la situación fuera a mayores. Pocas horas después su hijo encontró el cadáver de su padre en la morgue, arriba de unos cajones, cosido con alambre. En el acta de defunción declaraba una embolia cerebral como motivo de su muerte, en tanto las ropas de la víctima aún estaban mojadas cuando llegaron a manos de su familia. Nunca se pudo dar explicaciones de lo sucedido.

El zorro libre en el gallinero: la dictadura

La derrota de la guerrilla no implicó una retirada del poder militar, sino todo lo contrario. La Doctrina de Seguridad Nacional convenció a varios mandos de que habían derrotado solamente al brazo armado de la subversión comunista, y que faltaban ahora las organizaciones sociales, las facultades, los partidos de izquierda y su prensa, es decir, el brazo político y social. Desde este lugar, es que entre febrero y junio de 1973, las FF.AA. rompen definitivamente con la institucionalidad, produciéndose el golpe de Estado.

Una vez en el gobierno y con el principal enemigo derrotado, se hizo notorio un cambio en la ejecución en las formas de la represión, antes generalizada, que se materializaba en detenciones  masivas, allanamientos, rastrillajes y cercos de barrios enteros. La dictadura estableció que las unidades del Ejército retomaran sus actividades habituales: la lucha antisubversiva quedaría a cargo ahora no de las unidades operativas, sino que, de forma más “quirúrgica”,  de organismos específicos, dedicados a operativos planificados, a partir de la producción de inteligencia específica

Las cuatro divisiones militares, a los efectos regiones militares a cargo cada una de un General de División, impulsaron el desarrollo de un Organismo de Coordinación de Operaciones Antisubversivas (OCOA), con la misión de derrotar y eliminar los focos subversivos que podían peligrar el orden y la seguridad interna del país. Se crearon así organismos de dimensiones pequeñas, pero con oficiales calificados y con experiencia, que recurrían al personal de las unidades involucradas en las zonas, para la ejecución de las “misiones”, generalmente personal de los S-2 (inteligencia) y S-3 (operaciones) de cada unidad para formar los equipos operativos circunstanciales, conocidos como “grupos de tareas”...

En el caso de la División IV, que abarcaba las unidades militares en los departamentos del Este, se creó el OCOA IV, que en Maldonado tenía su base de operaciones en el edificio del Cuartelillo de la ciudad de Maldonado ubicado en la esquina de las calles Sarandí y 25 de Mayo, frente a la plaza San Fernando de Maldonado. En tanto, en el interior del cuartel del Batallón de Ingenieros Nro. 4, el OCOA IV utilizó un rancho a orillas de Laguna del Sauce, perteneciente al predio del Batallón de Ingenieros Nro. 4.

Si bien Barrios no integraba oficialmente el OCOA IV, su función como S-2 del batallón claramente lo involucró directamente a él y al personal que tenía en su departamento, en las tareas de secuestro y torturas que sistemáticamente se realizaron, principalmente a partir de 1975.

Así fue como Dardo Barrios pasaría a ser el organizador y jefe de un verdadero campo de concentración en el interior del Batallón de Ingenieros Nro. 4. El comandante de la unidad, ahora el Teniente Coronel Aquiles Moraes, le dejaba “piedra libre” a su Oficial S-2, pronto asesorado por su propio hermano menor, el Alférez Boris Barrios, conocido como “El Topo”, quien seguía exactamente por el camino de su hermano: Escuela Militar, Arma de Ingenieros, y siendo cadete por egresar, también cursó, como Dardo, en la Escuela de las Américas de Panamá (“Basic Combat and Counterinsurgency Course” C-6, entre el 6 y el 30 de enero de 1975).

La “Guerra Sucia” de forma “ordenada”

El Teniente Barrios por espacio de por lo menos cinco años, manejó el departamento más sensible de una unidad militar en dictadura, como lo era el S-2, oficina de inteligencia e información, a cargo directamente de los interrogatorios a los detenidos, dependiendo directamente del Jefe y Sub Jefe del batallón, siendo este último quien daba las directivas del trabajo, coordinando estrechamente con el S-3, encargado de la planificación y ejecución de las operaciones militares de detención.

El S-2 del  Batallón de Ingenieros Nro. 4 estaba integrado por personal militar especializado, dividido dos secciones: inteligencia propiamente dicha y censura. El trabajo de inteligencia era realizado por tres o cuatro efectivos, pertenecientes a la unidad, y elegidos por el propio Barrios en base a su confianza.

El procedimiento para detener a una persona sospechosa, empezaba primero con la llegada de información que la implicara con actividades “subversivas”. La data podía llegar desde la División militar, desde el SID, o de unidades militares de otros departamentos, generalmente pertenecientes a la División, o directamente información producida por el S-2 del batallón, muchas veces en base a testimonios de los pobladores de la zona. Se procedía a analizar la confiabilidad del dato, y las vinculaciones con la información de carácter secreto archivada. Si efectivamente las personas investigadas eran sospechosas de “subversión”, se solicitaba el aval al jefe de la unidad para proceder con el S-3 a su detención, que procedían  uniformados y utilizando un transporte oficial de la unidad militar, por más que se llegaron a hacer detenciones “a la manera argentina”, es decir, con vehículos civiles y con personal vestido y armado de forma irregular.

El detenido era trasladado al batallón, encapuchado y esposado. Allí se le llenaba una ficha  con todos los datos, y se llamaba al médico militar para un registro de su estado de salud al ingreso (posteriormente, al masificarse las detenciones, la revisación médica se salteó). Desde su estadía hasta su salida, el detenido era responsabilidad del S-2, y llevaba un número en código que empezaba con la letra G (correspondiente al Batallón de Ingenieros Nro.4). En caso de ser mujer, la detenida era trasladada junto a otras, en un espacioso salón ubicado arriba del Casino de Oficiales, mientras los hombres estaban alojados en una de las tres compañías, en una carpa junto a una de ellas. En tanto estaban detenidos en el batallón, las conversaciones entre los reclusos eran controladas en su duración y vigiladas por los hombres del Teniente Barrios. El S-2 se encargaba también de las tareas de censura sobre cartas, paquetes y visitas de familiares. Las cartas debían de estar escritas a mano y con letra legible, ingresando marcadas con el sello del batallón.

Los apremios físicos comenzaban enseguida, el denominado “ablande”. Primero sometiendo al individuo al plantón, poniéndolo durante muchas horas cerca de una pared, manos en la nuca y pies separados a un metro de distancia. Esta posición generaba hinchazón en las piernas, especialmente en los tobillos, hasta producir la caída de la persona, que era levantada por personal militar a golpes y vuelta a someter a la misma postura, privándolo de consumir alimento o agua.

“El Zorro” Barrios, como todo Oficial S-2 de cualquier unidad  militar de la dictadura, contaba con un completo archivo sobre los detenidos, así como de sus familiares, que servía de insumo para los interrogatorios, actuando de tortura psicológica, a través de amenazas referidas al núcleo familiar. Cuando había un vínculo familiar o de amistad entre los declarantes, Barrios ordenaba someter a uno de ellos a una golpiza en presencia del otro. Las sesiones de interrogatorio se realizaban en una habitación ubicada en la planta alta del edificio del batallón, cercana al Casino de Oficiales, la antigua “MAYORÍA”, amueblada con el escritorio y sillas originales. Con el detenido generalmente encapuchado, el Teniente Barrios, acompañado por su personal, y generalmente por su hermano, de grado Alférez, llevaba adelante el interrogatorio, donde muchas veces un escribiente tomaba a mano notas de las declaraciones efectuadas.

Para la tortura, en la sala había un tanque casi lleno de agua, para ejecutar el submarino, forzando al detenido a sumergir su cabeza en un agua mezclada con orines, saliva y materia fecal. También podía aplicar la picana eléctrica, que en el batallón se hacía por medio de los magnetos que se utilizaban en el Arma de Ingenieros para detonar explosivos a distancia, y que aquí se usaban para darle a la persona golpes de corriente en diferentes partes del cuerpo, como las piezas dentales y en los genitales. La otra modalidad era en una sala cercana, donde había una cama con elástico de metal y una sábana mojada, sobre la cual se obligaba al declarante a acostarse desnudo boca arriba. Por medio de un cable, la cama era conectada a electricidad.

Con estas diferentes formas de tortura, se pretendía lograr la despersonalización del individuo, desgastando a la víctima física y mentalmente para lograr éxito en el interrogatorio, hasta haber logrado hacer declarar al detenido sobre aquellos hechos de los que fue culpado. Entonces se realizaba un informe por escrito dirigido al Jefe del batallón, donde figuraba la firma del declarante. El Jefe de la unidad determinaba entonces si el detenido podía ser liberado, o quedaba sometido a la Justicia Militar.

Al pasar a la Justicia Militar, el Juez Sumariante, que pertenecía a la unidad militar y tomaba declaración al detenido con los insumos proporcionados por el S-2, escuchaba la declaración del detenido, ahora sin capucha y luego de ser higienizado. Obtenida la declaración y bajo firma del declarante, se labraba acta, con las firmas del Jefe de la unidad y del Juez Sumariante, informándose sobre las características del delito cometido y adjuntándose la declaración del detenido.

Los muertos de la dictadura

En 1975, la dictadura iniciaba la llamada “Operación Morgan”, que lanzó de forma represiva y violenta una ofensiva sobre la llamada “subversión marxista”, centrado en primero en organizaciones izquierdistas independientes, y luego sobre el Partido Comunista y en la destrucción de su aparato armado.

En Maldonado, y para “El Zorro” Barrios, ello implicó trabajar de forma estrecha con la OCOA IV, aportando sus hombres y la infraestructura que había desarrollado desde 1972,  además de sus conocimientos y experiencia.

Así decenas de personas pasaron por el batallón, sufriendo sistemáticamente los mismos apremios y torturas, provocando que, inevitablemente, murieran tres personas.  La primera de ellas fue Amelia Lavagna de Tizze, de 54 años. Era ama de casa, y con su esposo José Pedro Tizze, vivían en Manantiales. Eran votantes del Partido Socialista, y sus hijos militaban en el Movimiento Marxista y en el Comité de Resistencia Anti Fascista (CRAF), que fueron objeto de una ofensiva represiva en el mes de abril de 1975. Posiblemente por sus vínculos familiares y afectivos, o simplemente confundido con su hijo del mismo nombre, José Pedro Tizze fue llevado al Batallón de Ingenieros Nº 4 de Laguna del Sauce, y luego otros familiares. Al día siguiente, Barrios, junto a efectivos militares y policiales, fueron por la casa de Manantiales. Allí, Amelia Lavagna, según el informe oficial, se encerró en un cuarto y prefirió ingerir veneno (“fosdrín”, veneno para pájaros), perdiendo la vida en el traslado hasta el Hospital Marítimo.

Entre el 2 y el 3 de enero de 1976 una nueva oleada de arrestos ejecuta el OCOA IV y los S-2 de Barrios. Esos días, fueron detenidos y secuestrados varios militantes fernandinos del Partido Comunista: Horacio Gelós Bonilla, Alberto Romero de Armas, Sócrates Martínez, Amado Práxedes Viera, Omar Varona Rovira y Carlos Julio Barrios.

Todos fueron trasladados al batallón, e interrogados sobre una chacra comprada por el SUNCA en “Polanco de Minas”, sobre tenencia de armas y una lista secreta de contribuyentes del Partido Comunista. Finalmente, todos los detenidos, menos Horacio Gelós Bonilla, fueron liberados, probablemente porque Gelós manejaba aspectos administrativos del SUNCA de Maldonado. Gelós no saldría vivo de esas jornadas. Existen diversas versiones de detenidos, sobre las causas de su muerte. Una señala que fue objeto de una salvaje castración de sus genitales, muriendo desangrado, en tanto la mayoría de las versiones se centra en que los brutales golpes recibidos le provocaron un paro cardíaco. Como sea, sus restos nunca fueron entregados, pasando a ser parte de la lista de desaparecidos de la dictadura.

Eduardo Mondello fue la tercera víctima. Era un fotógrafo de Piriápolis, quien entre 1972 y 1973, fue preso por colaborar con el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros. Comenzada la dictadura, Mondello estaba libre, y se dedicó de lleno a atender la casa de fotografía que la familia había instalado en la Rambla y Sanabria. Sin embargo, como estaba bajo libertad vigilada, debía presentarse periódicamente en el cuartel o en la comisaría, y no lo libró de ser llevado en averiguaciones varias veces por los hombres del Teniente Barrios, quedando detenido muchos días en el batallón. En tanto se evaluaba la posibilidad que se exiliara, haciendo gestiones en la embajada italiana, o se pensaba en llevarlo a Buenos Aires, la madrugada del 6 de marzo de 1976, un grupo de tareas, vestido de particular, se lo llevó de su casa, y junto a otros piriapolenses, inmediatamente torturado a lo largo de tres días. El 9 de marzo se produjo su muerte.

Los informes e investigaciones coinciden que fue por la tortura aplicada por los hombres de la OCOA IV y del S-2 del batallón, provocando un paro cardíaco anóxico debido a la aplicación de “submarino seco o húmedo”. Ambos eran formas de torturas que Barrios aplicaba sistemáticamente a sus detenidos. La primera consistía en colocarle una funda plástica al detenido en su cabeza, provocándole asfixia, en el segundo caso, el detenido es maniatado y su cabeza es introducida en un tacho con agua u otro líquido, lo que también provoca asfixia. El juez de turno convocó al médico Moisés Salgado para que realizara la autopsia de Mondello en el Hospital Marítimo, quien consignó que el cuerpo de Mondello tenía más de 200 erosiones, equimosis, heridas superficiales y un gran hematoma pectoral, producto de las torturas a las que fue sometido.

La banalidad del mal

En el ámbito de la crueldad humana, la figura de torturadores como Dardo Barrios, cuyos actos de brutalidad son cometidos al servicio del Estado, suele ser caracterizada por estar impregnada de un sadismo enfermizo. Pero no necesariamente es así.

La historiadora Hannah Arendt, en un libro que analiza el Juicio al criminal de guerra nazi Adolf Eichman, acuñó la expresión «banalidad del mal» para expresar que algunos individuos no se preocupan por las consecuencias de sus actos, basados sólo por el cumplimiento de las órdenes. Así, la tortura, la ejecución de seres humanos o la práctica de actos «malvados» no son consideradas a partir de sus efectos o de su resultado final, con tal que las órdenes para ejecutarlos provengan de estamentos superiores. La frase describe el comportamiento de algunos personajes históricos que cometieron actos de extrema crueldad y sin ninguna compasión para con otros seres humanos, para los que no se han encontrado traumas o cualquier desvío de la personalidad que justificaran sus actos. Eran «personas normales», a pesar de los actos que cometieron.

Estudios psicológicos sobre el accionar de los torturadores en diferentes momentos históricos y lugares, señalan que efectivamente existe una “banalización del mal”, y que los mismos no necesariamente son sádicos ni personas predispuestas a ser crueles. De hecho, como fue en el caso de Dardo Barrios, el camino hacia la tortura no comenzó por una elección personal, sino que cuando ingresan en las FF.AA., siendo hombres adecuados socialmente, simplemente eran elegidos por sus jefes para ser torturadores por caracterizarse por valores como la lealtad, el patriotismo, y sobre todo la capacidad de obedecer y de guardar secretos.

Así, personas como el Teniente Dardo Barrios, y su propio hermano, que siguió por su camino en la misma unidad militar, eran personas de comportamiento normal en otras situaciones, sólo que su mente tenía la capacidad, bajo ciertas circunstancias, de hundirse en la rutina del horror íntimo en la que hieren o mutilan a otro ser humano, ajenos a los gritos y sufrimientos de sus víctimas.

Dardo Barrios seguramente soportó la rutina de su trabajo en base, antes que nada, al convencimiento mesiánico de su trabajo, típico de los torturadores, en la ferviente creencia que lo que hacía formaba parte de una lucha contra una ideología que le atribuía los grandes males de la humanidad, asumiéndose como un guardián del bienestar social. Ello se sostenía además por una actitud de obediencia indiscutida a las autoridades que desde los 19 años lo habían introducido en esa “misión”, en un contexto además de aceptación clara o tácita de su trabajo por parte de los camaradas que le rodeaban, obrando con el sentimiento de que todos los que lo rodean aprobaban su proceder.

Por otro lado, sostener la crueldad de su trabajo se basaba en contar con un mecanismo natural e intuitivo que permitía la división psicológica de la personalidad. Sólo esto puede explicar que personas como los hermanos Barrios, que dedicaron una parte importante de su vida en ser “profesionales de la tortura”, superaran la brutal realidad emocional de sus hechos. Se trata de una maniobra mental conocida como el “doubling” (doblaje), por el cual una persona desarrolla una repertorio completo de sentimientos y hábitos muy específicos de su perverso papel, al tiempo que puede volver a su ser normal cuando está libre. Sólo esto puede explicar como en las salas de interrogatorio del batallón, los Barrios se transformaban en una especie de ser alternativo dedicado a hacer el mal, realizando actos tan diferentes del resto de sus vidas.

Queda en manos de la Justicia, la jurídica, y la humana, y la divina para quien lo crea, qué sucederá con estos seres humanos, preguntándonos porque la especie humana ha sido tan experta en hacer el mal al otro, y “banalizarlo”

FUENTES

Archivo Privado Prof. Gastón Goicoechea

Archivo Semanario La Prensa.

Arendt, Hannah. “Eichman en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal”. Edit. Lumen (2019). España.

Desgarrador testimonio de Claudio Invernizzi quien fue torturado por Dardo Barrios. La Red21. http://www.lr21.com.uy/politica/1416800-invernizzi-tortura-militar-dardo-barrios-dictadura-ddhh

Detuvieron en Villa Florida a militar uruguayo vinculado a torturas durante dictadura. ABC Color. https://www.abc.com.py/nacionales/2019/12/04/detuvieron-en-villa-florida-a-militar-uruguayo-vinculado-a-torturas-durante-dictadura/

Noguéz, Andres. “Maldonado en Dictadura. Aportes a la construcción de la memoria colectiva”. Intendencia de Maldonado. Imprenta Zonalibro. Montevideo (2017).

Noguéz, Andrés. “San Carlos bajo la Dictadura (1973-1985)”. Editorial Trilce. Montevideo (2013).

Peláez, Carlos. “La muerte de Horacio Gelós Bonilla”. Blog “El Muerto que habla III” http://elmuertoquehabla.blogspot.com/2018/05/la-muerte-de-horacio-gelos-bonilla.html

Secretaría de Derechos Humanos. Presidencia de la República. https://www.gub.uy/secretaria-derechos-humanos-pasado-reciente/comunicacion/publicaciones/ficha-perteneciente-gelos-bonilla-horacio

SOA Students and Instructors from Uruguay 1949 – 1996 http://www.derechos.org/soa/uy4996.html

UDELAR-Facultades de Humanides y Ciencias de la Educación. “Investigación Histórica sobre la Dictadura y el Terrorismo de Estado en el Uruguay (1973-1985)”. Tomo I. Diciembre 2008.


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