15.DIC.19 | Posta Porteña 2075

LA OTRA CARA DEL «PACTO VERDE»

Por Nuevo Curso

 

Informe semanal sobre actualidad global

 

Diario de Emancipación Nuevo Curso 13/1219

La semana se cierra con un arrollador triunfo conservador en las elecciones británicas inmediatamente saludado por los mercados especulativos. El laborismo ha perdido escaños allí donde los brexiters ganaron el referéndum y Johnson se hace con una mayoría absoluta en el Parlamento que le permite dirigir desde una posición de fuerza la salida de la UE después de tres años de tiras, aflojas y zancadillas. No puede decirse sin embargo que estas elecciones vayan a restañar por sí solas las fracturas en el seno de la clase dirigente británica. El aparato político ha quedado dañado y el triunfo de los nacionalistas en prácticamente todas las circunscripciones escocesas augura un próximo frente interno no menos correoso que el Brexit mismo.

Pero con la industria global en recesión y el comercio mundial en picada, el centro de atención de la semana no ha estado esta vez en la campaña británica sino en el «Green new deal» cocinado a un tiempo en el COP25 de Madrid y en Bruselas.

En realidad poco importa que la conferencia madrileña de la ONU acabe hoy en generalidades. Que la presidencia chilena no haya tenido capacidad para urdir nada más sólido.

El «fallo» deja claro que «la transición ecológica» es un objetivo del gran capital global y que solo los países centrales tienen recursos diplomáticos y económicos para imponerla globalmente.

A fin de cuentas no puede pensarse que la mayor transferencia de rentas del trabajo al capital desde la última guerra mundial no vaya a tener consecuencias desiguales según las regiones. No es casualidad si las principales «resistencias» han venido -de diferentes maneras y por diferentes causas- de China, los países árabes y África.

Ni siquiera resulta automático dentro de Europa. La UE ha presentado su «pacto verde» para ser «climáticamente neutra en 2050» como su plan de desarrollo.

Tiene toda la lógica: implica recapitalizar la agricultura, el transporte y la industria. Pero la felicidad del capital en general no se reparte equitativamente entre los capitales nacionales. Cada uno tiene su estrategia para sacar la mayor tajada y la competencia no solo no se relaja sino que se agudiza, agravando con ello los roces imperialistas aun dentro de la propia UE.

Primer ejemplo: Chequia, Polonia y Hungría ponen la zancadilla nuclear a Alemania alentadas por Francia, que quiere vender sus centrales y tecnologías atómicas en el Este.

Y es que Alemania, habiendo hecho del cierre de centrales nucleares su bandera de vanguardia industrial ecológica, depende del gas ruso más que nunca para abastecer su industria a costes aceptables. El gas de EEUU, que llega en barco a través de Francia y Polonia, es mucho más caro. Pero el gas ruso entra hasta Alemania por dos caminos nada más: Ucrania y el Báltico. Por eso Alemania y Francia se presentaron esta semana como mediadores entre Ucrania y Rusia.

Más allá de un nuevo canje de prisioneros y un nuevo alto el fuego, lo que está en juego en la negociación es el abastecimiento gasísitico por tierra, su continuidad y su estabilidad.

El Nord Stream 2 fue el detonante de la ruptura del eje franco-alemán y está siendo un elemento en disputa cada vez más violenta entre Alemania y EEUU.

Los norteamericanos entienden que se trata a la vez de un problema de balanza comercial -quieren vender su gas- y una cuestión geoestratégica: no pueden permitir que Rusia tenga la llave del gas del principal centro industrial europeo.

El resultado ha sido algo que hasta hace muy poco resultaba inimaginable: el congreso de EEUU imponiendo sanciones a Alemania como si de una Corea del Norte se tratara. La presión no solo hace daño por cerrar sus mercados y congelar activos a las empresas alemanas implicadas directamente en la construcción del gasoducto. Si Alemania se echa atrás, su «transición ecológica» se vería puesta en cuestión y con ella la de la UE… es decir, el capital alemán quedaría en cuestión en lo que representa su único plan de supervivencia y revitalización a medio plazo.

La importancia del abastecimiento gasístico en la «transición ecológica» no solo está generando tensiones en el Norte. En el Mediterráneo amenaza con extender la guerra hoy confinada a Siria al Norte de África y el Egeo. La clave: el gas chipriota, los yacimientos israelíes, palestinos y egipcios y la exclusión de Turquía y su estado satélite en el Norte de Chipre del negocio.

Última y peligrosa entrega. Turquía, tras no pocas tensiones y amenazas, llega a un acuerdo con lo que queda de gobierno libio -confinado en Trípoli- para delimitar fronteras marítimas. Este acuerdo le permite, en teoría, reivindicar una amplia zona marítima que incluye los principales yacimientos explorados por estadounidenses e italianos bajo protección griega, israelí y egipcia. Al gobierno libio cercado en Trípoli no le importa demasiado. Los egipcios son parte del sostén internacional de su enemigo el mariscal Haftar, en ningún caso los israelíes no van a romper su alianza con emiratíes y saudíes por ellos y al nuevo gobierno italiano ni se le encuentra ni se le espera. En cambio Turquía, como ha dicho Erdogan«está lista para mandar tropas»

Una intervención militar turca en Libia -otra provincia de su antiguo imperio- sería simplemente desastrosa, aceleraría el conflicto imperialista en las fronteras de Europa y convocaría un nuevo avispero de ejércitos y fuerzas interpuestas. Las presiones del gobierno griego frente a la UE, de Tsipras ante el Partido Socialista Europeo y en general de la burguesía griega como un todo en cuanto foro tiene a su disposición para conseguir una nueva oleada de sanciones contra Turquía es regar el polvorín con gasolina.

El primer país donde la «transición ecológica» se convirtió en revuelta social fue Francia. Los «chalecos amarillos» aparecieron hace ahora poco más de una año en respuesta a las subidas de combustibles de los planes de Macron. Sin embargo, de aquella revuelta de base pequeñoburguesa y patriótica en la que apenas llegaron a despuntar reivindicaciones de clase al ambiente de lucha actual parece haber pasado una década. Según nos cuentas compañeros en Francia, se hace sentir la maduración aportada por las luchas contra la precariedad y sobre todo la huelga de los ferroviarios de la alta velocidad. No solo cientos de miles de trabajadores han tomado parte esta semana en un continuo de movilizaciones, las discusiones a pie de manifestación y tajo giran en torno a la extensión de las huelgas y la necesidad de formar asambleas para dirigirlas sin confiar en los sindicatos.

La magnitud del envite desde luego lo merece. Y del resultado del choque dependerá en buena medida la estrategia que siga la burguesía en el resto de países europeos.

La otra cara del «Green New Deal»

El «pacto verde» no solo supone una redistribución de rentas masiva a favor del capital, también aumenta la presión de los conflictos imperialistas.

La «transición ecológica» es inviable sin gas natural y muy difícil sin uranio. Los mismos que se ven amenazados de quedar fuera del comercio con los grandes mercados si la «traza ecológica» empieza a ser usada con todas las consecuencias como barrera no arancelaria, resultan tener al alcance la mano la llave de las energías «de transición» que hacen posible la jugada que les excluye. O al menos tienen la oportunidad de luchar por ellas. Por si los cataclismos que acompañan a las guerras comerciales y las impulsan hacia su militarización no fueran lo suficientemente peligrosos, la «salida» imaginada por el capital va a acelerarlos aun más.

El escenario ya no solo es de crisis y recesión industrial global, guerra comercial, tensiones imperialistas y ataques cada vez más directos a las condiciones de vida, jubilación y trabajo. A todo eso hay que sumarle ahora una reconversión industrial y del transporte -el «green new deal»- y su consecuencia inmediata: un nuevo impulso global hacia el conflicto imperialista.

Sumado todo: empobrecimiento y guerra. En sentido contrario solo nuestra capacidad de organización y afirmación de las necesidades humanas más básicas


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