15.DIC.19 | Posta Porteña 2075

PATRIA PARA NADIE de Pablo Brum/ comenta Amodio (15)

Por AMODIO

 

LA HISTORIA NO CONTADA DE LOS TUPAMAROS DE URUGUAY Montevideo, Uruguay: Planeta, abril de 2015

 

Así la presentaron en su momento; Héctor Amodio Pérez  hace su cometario que a partir de ahora iremos publicando; quinceava  entrega Oct. de 2019

Brum: Lo que había pasado a ser una negociación de paz entre los militares y el MLN procedió por un camino de diálogo. Hubo además otro, aparte, cuyo propósito fue colaborar activamente para lograr cambios en Uruguay. En este último caso, los Tupamaros y los jóvenes oficiales liderados por Trabal formaron equipos de trabajo conjuntos para perseguir empresarios corruptos.

Una vez que las células conjuntas del MLN y los militares iniciaron operaciones contra las “actividades económicas ilícitas”, necesitaron ejemplos concretos de corrupción a partir de los cuales realizar arrestos y allanamientos. Había muchos datos: los Tupamaros y sus informantes tenían los nombres de numerosas personas y firmas que investigar. Algunos eran contrabandistas, que importaban productos (generalmente licores) ilegalmente desde Brasil o Argentina para venderlos en Uruguay. Otros vendían lanas a precios diferenciales, en un tipo de arbitraje ilegal. Un caso involucraba los contenidos de las salchichas que frigoríficos de propiedad extranjera (pero de gerencia uruguaya) vendían en el mercado. Patria para nadie, Pablo Brum, págs. 391-392.

Amodio: Las comisiones de los ilícitos comenzaron a funcionar sobre la base de los archivos que Campos Hermida se había llevado de la calle Amazonas y que permanecían en Jefatura. Huidobro, acompañado por el capitán Calcagno se encargó de recoger dicho material y supervisar que nada se quedaba en poder de la policía. La descripción que hace Brum solo tiene como objetivo disminuir la importancia de la corrupción existente en Uruguay ya en aquella época.

Brum: Aparentemente los cazadores, tanto insurgentes como militares, no notaron que el cuadro emergente era de una vaga constelación de estafas menores y sencillas. Ya hasta existía un nombre para ello, típico de la región del Río de la Plata: el ventajismo. Dicho de forma sencilla, este consiste en la explotación de pequeñas omisiones, ausencias de supervisión estatal o vacíos legales inadvertidos, que le permiten a alguien sortear la ley y quedarse con algunos pesos extra, quizá algunos miles de dólares —rara vez más.

Los interrogatorios de los civiles bajo este programa comenzaron el 18 de agosto de 1972. Con tachos llenos de agua sucia a mano, contadores, gerentes y otros hombres de negocios fueron atados a sillas e interrogados conjuntamente por oficiales militares y tupamaros, acerca de temas tales como artilugios contables, la propiedad de firmas “fantasma”, las transferencias de dinero dentro de compañías, tipos de cambio, cheques y más. Algunos de estos hombres -no se sabe si hubo también mujeres entre los objetivos- fueron sometidos al temido “submarino”. Patria para nadie, Pablo Brum, págs. 392-393.

Amodio: Brum se ha basado en declaraciones de Konke y Miraldi, las que no dejan lugar a dudas acerca de la participación de tupamaros en las torturas.

Brum: El viejo sueño de atacar directamente a la burguesía “oligárquica” de Uruguay, expresado desde el Coordinador hasta el Plan Cacao, al fin se volvía realidad. Las células conjuntas militares-MLN vivieron escenas surrealistas. Semanas después de caer detenidos, había tupamaros acompañando patrullas militares, vistiendo uniformes, participando en arrestos y empuñando rifles. Uno de los principales operadores de los tupas en el programa de crímenes económicos, Ettore Pierri, recuerda su deleite al impartir lecciones de marxismo a sus audiencias militares pobremente educadas. Hubo dos grupos de tareas para ilícitos económicos en Montevideo en aquel invierno de 1972. El primero estaba en la base Florida y el segundo en La Paloma, en el icónico Cerro de Montevideo.

Lo que ocurrió en La Paloma fue al menos tan extraño, si no más, que las actividades de la base Florida. Todo comenzó cuando cierto día David Cámpora, un tupamaro que había crecido mucho en la jerarquía, apareció y anunció a sus compañeros de armas ahí detenidos que a partir de entonces habría “colaboración” entre los militares y el MLN. La nueva misión era: “Colaborar con la investigación de ilícitos económicos, en función de una cantidad de documentación que el Ejército había incautado y que nosotros íbamos a procesar”. Patria para nadie, Pablo Brum, pág. 393.

Amodio: Cámpora no sólo viajó de cuartel en cuartel propagandeando las operaciones conjuntas entre tupamaros y militares. Lo hizo también seleccionando gente para integrar las comisiones, lo que terminó convirtiendo a militantes que habían negado su participación en el MLN en elementos importantes dentro de su aparato.

Cuando las comisiones de los ilícitos fueron desmanteladas por los mandos militares, esos militantes vieron cómo sus causas se vieron agravadas considerablemente. Su participación en la comisiones, impulsada por sus propios compañeros, se convirtió en pruebas para los jueces militares.

Pero no fue Cámpora el único que recorrió los cuarteles buscando adeptos para la causa común. También lo hicieron Engler, Manera, Marenales y el mismo Wassen. En Sobre los tupamaros torturadores, publicado por Posta Porteña, Ricardo Véscovi aporta detalles sobre estas actividades.

(NdePosta al respecto es importante ver esta nota de Haberkorn , Correciones a Zabalza sobre el tema de tupas que torturaron)

http://www.postaportenia.com.ar/notas/6644/correcci%C3%B3n-a-jorge-zabalza/

Brum: Súbitamente se detuvieron los abusos. Los guerrilleros detenidos fueron tratados mejor; las capuchas y vendas para los ojos desaparecieron. Podían leer, escribir y, poco después, hacer tareas de contabilidad para sus carceleros. Se armaron grupos de trabajo analíticos, dentro de la base, ordenados por actividad económica: exportaciones de carne, la construcción de un puerto en el este de Uruguay, potencial infraestructura petrolera y más. En un momento Henry Engler, uno de los hombres más buscados del país, visitó libremente para supervisar los esfuerzos. Trabal, el jefe del SID y el principal impulsor de la campaña contra “ilícitos económicos”, también pasó por el lugar para coordinar tareas.

El 12 de julio un colaborador del MLN capturado, llamado Femando Secco, fue llevado a la base temblando de miedo. Era ni más ni menos que el propietario de uno de los principales exportadores de carne del país, el Frigorífico Tacuarembó. Su crimen había sido prestar su avión privado a los Tupamaros: Sendic y Wasem lo habían usado ese mismo año para diversos propósitos, incluidos viajes internacionales. El nuevo prisionero llegó justo a tiempo para el importante cambio que estaba gestándose en las relaciones entre el MLN y el Ejército.

Comenzaron entonces a ocurrir cosas extrañas. Secco se dio vuelta: de prisionero atormentado pasó a ser un alegre inquilino. Ordenó a su firma que repartiera deliciosas milanesas y todo tipo de comidas, en grandes cantidades, para todos -fueran soldados o tupamaros- los alojados en La Paloma. El soborno fue bienvenido. Mientras tanto, la campaña contra los “empresarios corruptos” proseguía. Un día apareció un lindo coche Mercedes Benz en la base y ahí quedó. Había sido “expropiado” de alguien que terminó en una lista de delitos económicos, y ahora sus cómodos asientos de cuero pertenecían a los justicieros de La Paloma.

El integrante del grupo de tareas Carlos Koncke, un tupamaro, pudo dormir en su propia casa, vestir un uniforme del Ejército, dar clases de marxismo a los soldados de bajo rango y armar planes para un espectacular saqueo de todos los cofres fort del distrito financiero de Montevideo. Más aún: “Participó de varias operaciones destinadas a apropiarse de documentación contable de distintas empresas”. Según Koncke: “Sin que mediara la orden de un juez (...) entrábamos a los lugares bien al estilo militar: duros, atropellando, y todo el mundo en el molde. Fui a dos o tres lados así”. Patria para nadie, Pablo Brum, págs. 394-395.

Amodio: Brum transcribe las palabras de Koncke sin realizar ningún comentario al respecto. Las palabras de Koncke, sumamente esclarecedoras sobre las actividades conjuntas entre el MLN y determinados militares no le merecen calificativos. Creo innecesario realizar comentarios sobre lo dicho. Solo recordar el interés de Brum, manifestado en la página 384 de su obra, acerca del uso de ropa militar por mí, lo que hice obligado y no para participar en operativos de ningún tipo. Dijo Brum: De todos modos, en aquel entonces lo que importaba era que estaba saliendo a las calles con los militares (como él mismo reconoció), muy posiblemente para cazar tupamaros (lo cual negó).

Brum: Los terribles crímenes cometidos por los “chorros” llevados a La Paloma eran tan poco impactantes como aquellos investigados por el grupo de la base Florida. Uno de estos monstruosos delincuentes era aparentemente culpable de aceptar sobornos para acelerar trámites en el Banco de Previsión Social, la seguridad social de Uruguay -difícilmente una institución capitalista. Otros tenían bienes sin declarar fuera del país, tal como había sido el caso de la familia Mailhos en el robo del MLN de 1970.

Sin mencionar, y por extensión sin analizar, quedaba el hecho de que normalmente la gente violaba estas leyes para poder evadir al sobredimensionado Estado socialista uruguayo. Todo el mundo intentaba evadir impuestos; aquellos con más poder y recursos simplemente lo hacían en una escala más grande y acaudalada.

La supuesta tolerancia gubernamental de estas actividades había sido el pretexto del MLN para el Plan Hipólito, del cual habían fluido todas las subsecuentes derrotas del grupo.

Tres hombres judíos, los hermanos Wegbrait y su contador León Buka, fueron torturados brutalmente. Se desplegó contra ellos todo lo que había en el arsenal: algunos tupas hasta actuaron como prisioneros brutalmente torturados, con tal de presionar a los recién llegados para que “confesaran”

Esto no era todo: los Tupamaros mismos torturaron gente para alcanzar sus metas. Efectivamente, Koncke del MLN admitió haber visto personalmente a un compañero tupamaro unirse a un interrogatorio y luego jactarse de ello: “Yo le metí la cabeza en el tacho, sí!”. Otros confirmaron el hecho a Haberkorn, afirmando directamente que “Buka fue torturado por gente del MLN”. Ningún tupamaro ha pagado jamás por esto, a pesar de que fue verificado independientemente por múltiples fuentes. Patria para nadie, Pablo Brum, págs. 395; 396-397

Amodio: Brum justifica la evasión de impuestos en la supuesta condición de “socialista” del Estado uruguayo. Si bien es cierto que los ilícitos investigados fueron de escasa cuantía, el plan conjunto era más ambicioso. Incluía las actividades bancarias, especialmente los de la familia Peirano, fracasada por la folletinesca detención de Jorge Batlle.

La fiscal Stella Llorente, autocalificada como defensora de los derechos humanos, pretendió adjudicarme a mí “delitos de lesa humanidad”, basándose en falsas acusaciones. Según la fiscal, unos supuestos señalamientos callejeros nunca comprobados, habrían sido la causa de las torturas sufridas por los supuestamente señalados. Como digo en Condenado, preso político en democracia, esta fiscal indujo a Martell a cambiar una de sus respuestas en el careo que mantuvo conmigo. Por lo visto, ni ella ni el Fiscal general se enteraron nunca de las torturas practicadas por tupamaros y reconocidas por ellos mismos en varias oportunidades.

Brum: El fin del carnaval de La Paloma fue la llegada de José Gavazzo del SID con instrucciones de restaurar el orden. Gavazzo removió a Luis Agosto de su comando y purgó al regimiento entero; así fue permanentemente separado de la campaña de contrainsurgencia. El clima, particularmente para los tupamaros, cambió inmediatamente: a partir de ahí regresaron a su verdadero estatus de prisioneros. Gavazzo pronto se ganaría la reputación de ser el máximo practicante en Uruguay de la tortura contra “subversivos” capturados; se cree que uno llamado Roberto Gomensoro murió mientras era sometido al “submarino” en La Paloma bajo su supervisión. Patria para nadie, Pablo Brum, pág. 397

Amodio: Gavazzo fue uno más dentro de una organización que empleó la tortura como arma de guerra. Detrás de su imagen, construida sobre verdades y mentiras, quedan impunes conductas similares. Su nombre integra la lista que el general Amaury Prantl pactó con el presidente Vázquez para dar fin al tema de los crímenes por el terrorismo de estado.
Brum se hace eco de una de las falsas acusaciones contra Gavazzo, comprobadas su falsedad por la Justicia tiempo después. Gavazzo fue sobreseído en 2013 por la muerte de Gomensoro y los resultados de la autopsia, realizada sobre un cuerpo todavía sin identificar, no arroja señales de torturas.

Brum: Mientras que en julio y agosto transcurría la cacería de los delitos económicos, el acuerdo que emergía en las negociaciones entre los dos liderazgos consistía en que los militares aceptaran la rendición del MLN, de manera pública y dramática, a cambio del anuncio de un programa de gobierno nacionalista y socialista. Los Tupamaros les darían a los militares una capitulación formal, estilo Segunda Guerra Mundial, idealmente a través de una conferencia de prensa.

Tras la capitulación, los tupas serían transferidos a una comuna agrícola modelo en el norte de Uruguay. Serían amnistiados en su totalidad, incluidos aquellos que todavía estaban en cárceles civiles cumpliendo sentencias dictadas por el Poder Judicial independiente. Mientras tanto, los militares se ocuparían de limpiar al país de elementos políticos y económicos malignos.Patria para nadie, Pablo Brum, págs. 397-398.

Amodio: Esto está cronológicamente desubicado. Corresponde a la contrapartida que el MLN planteó a cambio de la rendición incondicional, discutida cuando la primera tregua, en el mes de junio de 1972. Ver el Informe de los 5, publicado en la entrega I. Nunca se explicó cómo se instrumentaría.

Brum: No solamente no tenía precedentes semejante acuerdo. Tal como señala Sanguinetti, ni más ni menos que el presidente de Uruguay, Juan Bordaberry, brillaba por su ausencia en el mismo. No tenía injerencia en la negociación ni, más aún, en el nuevo Uruguay que el complot pretendía hacer realidad. Era por lo tanto una alarmante demostración de independencia militar. Patria para nadie, Pablo Brum, pág. 398.

Amodio: Los mandos militares nunca informaron a Bordaberry de la existencia de la tregua para discutir la rendición incondicional y sus contrapartidas. Es más, le informaron de la posibilidad de la rendición del MLN cuando la tregua ya estaba rota.

El motivo de la ruptura fue la presentación, por parte del MLN, de una contrapropuesta que significaba, de haber sido aceptada, el reconocimiento de las causas políticas de la existencia del MLN. Bordaberry y sus ministros fueron informados el 9 de julio y la tregua se había roto el día anterior. En ese momento Gravina dijo yo creía que venía a discutir la rendición incondicional. En entrevista con Sanguinetti, realizada el 23 de junio de 2017, me admitió la posibilidad de que mis palabras sean las correctas

Brum: El presidente discutió las negociaciones con sus más altos asesores en una reunión en su residencia privada a altas horas de una madrugada de ese invierno (le había permitido a Jorge Pacheco seguir beneficiándose de la seguridad del palacio presidencial hasta que dejara el país para ser embajador en Madrid). Del lado político-civil incluyó a Julio María Sanguinetti y a Luis Barrios Tassano; ambos eran abiertamente hostiles a la participación militar en la política o a cualquier desvío de su misión constitucional.

Los oficiales que se reportaron a Bordaberry eran Álvarez y Cristi. Tal como explicaron los dos generales, los Tupamaros proponían una rendición condicional que requería una serie de concesiones económicas del gobierno. Bordaberry tomó partido por sus asesores civiles y sus propios instintos: el MLN tenía que rendirse incondicionalmente. No habría quid pro quo.

El presidente se quejó en esas y en varias otras ocasiones de cualquier posible colusión de sus generales con el odiado MLN. Para evitar esto, ordenó la presencia de oficiales hostiles a las negociaciones en las mismas, de modo que dieran a entender que no habría ningún resultado posible más que la rendición incondicional. Puesto que hombres como Zorrilla de la Armada, así como el jefe del Ejército Florencio Gravina, no querían saber nada de una interacción amistosa con los Tupamaros, Álvarez y Trabal se encontrarían aislados en sus esfuerzos. Patria para nadie, Pablo Brum, pág. 399.

Amodio: desde que el parlamento mayoritariamente diera facultades a las FF.AA. para combatir y destruir al MLN, ellas actuaron con un grado de independencia que se fue haciendo mayor con el paso del tiempo.

Los políticos en un primer momento valoraron que los militares volverían mansamente a sus cuarteles una vez cumplida su labor. Esta postura se cimentó en la creencia de que los militares no “actuarían en política” ni que algunas de las denuncias de los Tupamaros eran compartidas por los militares.

Del relato que hace Brum puede colegirse, de manera errónea, que la presentación de la contrapropuesta del MLN contaba con el beneplácito de Alvarez y Trabal y que la presencia de Zorrilla y Gravina hizo que la misma no fuera aceptada. La lectura de la contrapropuesta demuestra que era totalmente inaceptable para las FF.AA., ya que las convertían en defensoras de los planteos políticos del MLN y habría significado su legitimación.

Por otra parte, cabe destacar que esta tregua señala el inicio de las desavenencias que surgieron entre los dirigentes presos y los que aún estaban en libertad. Los presos eran partidarios de la rendición incondicional, creyendo que las contrapartidas prometidas por los militares eran suficientes para convertir la derrota en un triunfo político, mientras que los que estaban en libertad pretendieron lo mismo pero exigiendo unas contrapartidas maximalistas, lo que las hizo fracasar


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