12.ENE.20 | Posta Porteña 2081

¿Chalecos Amarillos? (11)

Por G.C.I.

 

¡No mires y aplaudas a los chalecos amarillos, vení  a bloquear la ruta con nosotros!

 

K. MARX LAS LUCHAS DE CLASES EN FRANCIA DE 1848 A 1850

 

COMUNISMO - Grupo Comunista Internacionalista- Noviembre 2019 - n° 68

La que dominó bajo Luis Felipe no fue la burguesía francesa sino una fracción de ella: los banqueros, los reyes de la Bolsa, los reyes de los ferrocarriles, los propietarios de minas de carbón y de hierro y de explotaciones forestales y una parte de la propiedad territorial aliada a ellos: la llamada aristocracia financiera. Ella ocupaba el trono, dictaba leyes en las Cámaras y adjudicaba los cargos públicos, desde los ministerios hasta los estancos.

A mayor abundamiento, el incremento de la deuda pública interesaba directamente a la fracción burguesa que gobernaba y legislaba a través de las Cámaras. El déficit del Estado era precisamente el verdadero objeto de sus especulaciones y la fuente principal de su enriquecimiento. Cada año, un nuevo déficit. Cada cuatro o cinco años, un nuevo empréstito.

Y cada nuevo empréstito brindaba a la aristocracia financiera una nueva ocasión de estafar a un Estado mantenido artificialmente al borde de la bancarrota; éste no tenía más remedio que contratar con los banqueros en las condiciones más desfavorables. Cada nuevo empréstito daba una nueva ocasión para saquear al público que colocaba sus capitales en valores del Estado, mediante operaciones de Bolsa en cuyos secretos estaban iniciados el Gobierno y la mayoría de la Cámara. En general, la inestabilidad del crédito del Estado y la posesión de los secretos de éste daban a los banqueros y a sus asociados en las Cámaras y en el trono la posibilidad de provocar oscilaciones extraordinarias y súbitas en la cotización de los valores del Estado, cuyo resultado tenía que ser siempre, necesariamente, la ruina de una masa de pequeños capitalistas y el enriquecimiento fabulosamente rápido de los grandes especuladores.

Y si el déficit del Estado respondía al interés directo de la fracción burguesa dominante, se explica por qué los gastos públicas extraordinarios hechos en los últimos años del reinado de Luis Felipe ascendieron a mucho más del doble de los gastos públicos extraordinarios hechos bajo Napoleón, habiendo alcanzado casi la suma anual de 400.000.000 de francos, mientras que la suma total de la exportación anual de Francia, por término medio, rara vez se remontaba a 750.000.000.

Las enormes sumas que pasaban así por las manos del Estado daban, además, ocasión para contratos de suministro, que eran otras tantas estafas, para sobornos, malversaciones y granujadas de todo género. La estafa al Estado en gran escala, tal como se practicaba por medio de los empréstitos, se repetía al por menor en las obras públicas. Y lo que ocurría entre la Cámara y el Gobierno se reproducía hasta el infinito en las relaciones entre los múltiples organismos de la Administración y los distintos empresarios

Al igual que los gastos públicos en general y los empréstitos del Estado, la clase dominante explotaba la construcción de ferrocarriles. Las Cámaras echaban las cargas principales sobre las espaldas del Estado y aseguraban los frutos de oro a la aristocracia financiera especuladora. Se recordará el escándalo que se produjo en la Cámara de los Diputados cuando se descubrió accidentalmente que todos los miembros de la mayoría, incluyendo una parte de los ministros, se hallaban interesados como accionistas en las mismas obras de construcción de ferrocarriles que luego, como legisladores, hacían ejecutar a costa del Estado.

En cambio, las más pequeñas reformas financieras se estrellaban contra la influencia de los banqueros. Por ejemplo, la reforma postal. Rothschild protestó. ¿Tenía el Estado derecho a disminuir fuentes de ingresos con las que tenía que pagar los intereses de su deuda, cada vez mayor?

La monarquía de Julio no era más que una sociedad por acciones para la explotación de la riqueza nacional de Francia, cuyos dividendos se repartían entre los ministros, las Cámaras, 240.000 electores y su séquito. Luis Felipe era el director de esta sociedad, un Roberto Macaire en el trono. El comercio, la industria, la agricultura, la navegación, los intereses de la burguesía industrial, tenían que sufrir constantemente riesgo, y quebranto bajo este sistema. Y la burguesía industrial, en las jornadas de Julio, había inscrito en su bandera: gouvernement à bon marché, un gobierno barato.

Mientras la aristocracia financiera hacía las leyes, regentaba la administración del Estado, disponía de todos los poderes públicos organizados y dominaba a la opinión pública mediante la situación de hecho y mediante la prensa, se repetía en todas las esferas, desde la corte hasta el café borgne, la misma prostitución, el mismo fraude descarado, el mismo afán por enriquecerse, no mediante la producción, sino mediante el escamoteo de la riqueza ajena ya creada.

Y señaladamente en las cumbres de la sociedad burguesa se propagó el desenfreno por la satisfacción de los apetitos más malsanos y desordenados, que a cada paso chocaban con las mismas leyes de la burguesía; desenfreno en el que, por ley natural, va a buscar su satisfacción la riqueza procedente del juego, desenfreno por el que el placer se convierte en crápula y en el que confluyen el dinero, el lodo y la sangre.

La aristocracia financiera, lo mismo en sus métodos de adquisición, que en sus placeres, no es más que el renacimiento del lumpemproletariado en las cumbres de la sociedad burguesa.

Las fracciones no dominantes de la burguesía francesa clamaban: ¡Corrupción! El pueblo gritaba: A bas les grands voleurs! A bas les assassins!

Cuando en 1847, en las tribunas más altas de la sociedad burguesa, se presentaban públicamente los mismos cuadros que por lo general llevan al lumpemproletariado a los prostíbulos, a los asilos y a los manicomios, ante los jueces, al presidio y al patíbulo. La burguesía industrial veía sus intereses en peligro; la pequeña burguesía estaba moralmente indignada; la imaginación popular se sublevaba. París estaba inundado de libelos: "La dynastie Rothschild", "Les juifs rois de l'époque", etc., en los que se denunciaba y anatemizaba, con más o menos ingenio, la dominación de la aristocracia financiera. La Francia de los especuladores de la Bolsa había inscrito en su bandera: Rien pour la gloire! ¡La gloria no da nada!

PARAFRASEANDO A MARX MÁS DE UN SIGLO Y MEDIO DESPUÉS

La que domina bajo Macron no es la burguesía francesa solo, ni tampoco la burguesía mundial en general, sino una fracción de ella: los banqueros, los reyes de la Bolsa, los reyes del software y de la circulación de la de valores y la comunicación (Bank of America, JP Morgan Chase, Morgan Stanley, Goldman Sachs, Wells Fargo, Citigroup, Blackstone, Microsoft, Amazon, Apple, Facebook, Netflix, ATyT, Walmart...), los dueños de los montajes financieros y los fabricantes de dinero de la nada (la Reserva Federal, el Banco Central Europeo, el Banco Popular de China, los principales bancos comerciales de todo el mundo…), los patrones de los agrotóxicos y de explotaciones fracking, así como de una parte de la propiedad territorial aliada a ellos: la llamada aristocracia financiera.

Ella ocupa el trono (Club Bilderberg, FMI, Unión Europea, OTAN, Gobiernos nacionales, ejércitos, servicios secretos y contrainsurgencia mundial…) y mantiene la tiranía en base al terror, dicta leyes en las Cámaras y poderes ejecutivos de todos los países y adjudica los créditos y cargos públicos, desde los ministerios a las presidencias de cada país, desde los militares y represores a los reyes de internet, redes sociales, prensa, televisiones…

A mayor abundamiento, el incremento de la deuda pública interesa directamente a la fracción burguesa que gobierna y legisla en todas partes, a través de los poderes públicos, los centros del poder financiero y militar y las sectas secretas. El déficit del Estado (de todos los Estados), la fabricación de dinero, es precisamente el verdadero objeto de sus especulaciones y la fuente principal de su enriquecimiento

Cada año, mes, día…, un nuevo déficit, más plusvalor para ellas. Cada cuatro o cinco meses (semanas, días…), un nuevo empréstito y más emisión de dinero de la nada. Y cada nuevo empréstito brinda a la aristocracia financiera una nueva ocasión de estafar a un Estado mantenido artificialmente al borde de la bancarrota: éste no tiene más remedio que contratar con los banqueros en las condiciones más desfavorables.

Cada nuevo empréstito y emisión de dinero falso, da una nueva ocasión para saquear al público que coloca sus capitales en fondos de pensiones y valores del Estado, y/o en las cuentas de los bancos comerciales, mediante operaciones Bancarias (emisión) y de Bolsa, en cuyos secretos están iniciados los Gobiernos y la aristocracia financiera y política de cada organismo oficial. En general, la inestabilidad del crédito del Estado y la posesión de los secretos de éste, dan a los banqueros, las grandes empresas “demasiado grandes para quebrar” y a sus asociados en los poderes públicos y en el trono, la posibilidad de provocar oscilaciones extraordinarias y súbitas en la cotización de los valores del Estado, cuyo resultado es siempre, necesariamente, la ruina de una masa de pequeños capitalistas, la pobreza absoluta impuesta a los pobres y el enriquecimiento fabulosamente rápido de los grandes especuladores.

Y si el déficit de todos los Estados del mundo respondía al interés directo de la fracción burguesa dominante, se explica por qué los gastos públicas extraordinarios hechos en los últimos años (2008 a 2019) del reinado de los hombres de Bilderberg (Roquefeller, Kissinger, familia Rotschild, Bill Gates, Obama, Merkel, Lagarde, Macron, Zapatero, Barroso, Sanchez…multiplicaron centenas de veces los gastos públicos extraordinarios hechos bajo los reinados anteriores, habiendo alcanzado casi la suma anual de XXX (¡cifra desconocida e incalculable, porque ha sido declarada secreta, en la actualidad!), mientras que las cifras de la producción material mundial rara vez superan la mitad.

Las enormes sumas de dinero que pasan así, por manos del Estado mundial, dan, además, la ocasión para contratos de suministros, compras de acciones y repartos de beneficios de las grandes empresas zombis que son otras tantas estafas, para sobornos, malversaciones, repartos de beneficios y granujadas de todo género.

La estafa al Estado, en gran escala. a la totalidad de la población mundial, tal como se practica por medio de la creación monetaria ilimitada (bajo la puritana cobertura de “flexibilización cuantitativa”), se repite al por menor desde cada banco comercial en las obras públicas y privadas. Y lo que ocurre entre las Cámaras empresariales/ parlamentarias y el Gobierno mundial, se reproduce hasta el infinito en las relaciones entre los múltiples organismos de las Administraciones y los distintos empresarios

Al igual que los gastos públicos en general y los empréstitos del Estado, la clase dominante explota toda construcción e industria como cobertura pública para el gran negocio financiero.

Las Cámaras y poderes públicos echan las cargas principales sobre las espaldas del Estado y aseguran los frutos de oro a la aristocracia financiera especuladora. Se recordará los escándalos que se producen en todos los países del mundo cuando las Cámara de los Diputados descubren accidentalmente que todos los miembros de la mayoría y la minoría, incluyendo una parte de los ministros y presidentes, se hallan interesados como accionistas en las mismas obras de construcción industriales (¡hoy lo más “industrial” son los montajes financieros!) que luego, como legisladores, hacían ejecutar a costa del Estado.

O cuando se verifica que el negocio financiero de producir dinero de la nada es el que financia el cierre de empresas productoras, la transformación del déficit en superávit que se llevan los dueños de las mismas como “ganancias” o en el reparto de dividendos como accionistas.

En cambio, las más pequeñas reformas financieras, se estrellan contra la influencia de los banqueros. El impuesto sobre las fortunas que se había aprobado hace unos años en Francia, los Rothschild protestaron y Macron, como miembro de ese mismo clan, lo eliminó.

¿Tenía el Estado derecho a disminuir fuentes de ingresos con las que tenía que pagar los intereses de su deuda, cada vez mayor?

Dragui y Macron con la flexibilización monetaria, la falsificación masiva de euros…bajan los intereses de las deudas de las grandes empresas, hasta el límite en el cual, la aristocracia financiera recibe interés por fabricar dinero para si misma: intereses negativos, provocando artificialmente (tiránicamente) un fenómeno totalmente nuevo en la economía política internacional que termina reventando toda la economía política clásica y sus leyes históricas.

La monarquía de Macron, como la monarquía internacional, no es más que una sociedad por acciones para la explotación de la riqueza internacional, cuyos dividendos se reparten entre los ministros, las Cámaras, los electores y su séquito. Macron es el director de esta sociedad, un Rothschild en el trono.

El comercio, la industria, la agricultura, la navegación, los intereses de la burguesía industrial, tenían que sufrir constantemente riesgo, y quebranto bajo este sistema. Y la burguesía industrial, en las jornadas de Julio, había inscrito en su bandera: gouvernement à bon marché, un gobierno barato.

Mientras la aristocracia financiera hace las leyes, regentea la administración del Estado, dispone de todos los poderes públicos organizados y domina a la opinión pública mediante la situación de hecho y mediante la prensa y los demás medias, se repetía en todas las esferas, desde la corte hasta el café borgne, la misma prostitución, el mismo fraude descarado, el mismo afán por enriquecerse, no mediante la producción, sino mediante el escamoteo de la riqueza ajena.

Y señaladamente en las cumbres de la sociedad burguesa se propaga el desenfreno por la satisfacción de los apetitos más malsanos y desordenados, que a cada paso chocan con las mismas leyes de la burguesía; desenfreno en el que, por ley natural, va a buscar su satisfacción la riqueza procedente del juego, desenfreno por el que el placer se convierte en crápula y en el que confluyen el dinero, el lodo y la sangre. La aristocracia financiera, lo mismo en sus métodos de adquisición, que, en sus placeres, no es más que el renacimiento del lumpenproletariado en las cumbres de la sociedad burguesa.

Las fracciones no dominantes de la burguesía claman: ¡Corrupción! El pueblo grita: A bas les grands voleurs! A bas les assassins! ¡Abajo los grandes ladrones y estafadores! ¡Abajo los asesinos!

Cuando, en todos los países, en las tribunas más altas de la sociedad burguesa, se presenta públicamente los mismos cuadros, la misma corrupción y putrefacción generalizada de la aristocracia, que por lo general llevan al lumpenproletariado a los prostíbulos, a los asilos y a los manicomios, ante los jueces, al presidio y al patíbulo. La burguesía industrial veía sus intereses en peligro; la pequeña burguesía estaba moralmente indignada; la imaginación popular se sublevaba.

París estaba inundado de libelos: "La dynastie Rothschild", "Les juifs rois de l'époque", “La dinastía de los Rotschild”, “Los judíos reyes de nuestra época” etc., en los que se denunciaba y anatemizaba, con más o menos ingenio, la dominación de la aristocracia financiera.

El mundo de los especuladores de la Bolsa ha inscrito en todas sus banderas nacionales: Rien pour la gloire! ¡La gloria no da nada!


Comunicate