30.ENE.20 | Posta Porteña 2085

CRISIS ÉTICA Y MORAL EN TIEMPOS POSTMODERNOS

Por Max Murillo Mendoza

 

 

El postmodernismo ha sido, no cabe duda, la relativización de todo, incluso de los temas absolutos que regían como normas de vigilancia en las sociedades.

por: Max Murillo Mendoza - La Voz de Tarija - diciembre 28, 2019

Algún filósofo manifestó que esta corriente fue el paso de la ética a la estética. Es decir a la duda e individualización de todos los aspectos de la vida. El derrumbe del muro de Berlín, la profunda crisis de la iglesia católica de occidente (pedofilia, abusos, etc.), las crisis de las democracias en occidente y por todo el mundo, están dando lugar a quiebras profundas en el ser humano, jamás pensadas como las estructuras mismas de lo ético y lo moral. La izquierda es tan o más corrupta que la derecha.

Pues, algo más profundo está sucediendo, más allá de las ideologías y las caretas de la política.

Las nuevas generaciones asisten al derrumbe más profundo de la civilización. A la imposición de la impostura como forma de convivencia. Costumbre que está perforando todos los tejidos sociales, todas las formas de pensar y todas las posturas de la política. Peligrosamente estamos empezando a aceptar lo inaceptable como normal, como parte de la constitución misma del ser humano.

Por estos lados del mundo, donde las debilidades históricas y estructurales como la ausencia de Estado, o las ausencias de institucionalidad, han sido aprovechadas por los grupos de poder para saquear las instituciones. En realidad nuestra historia es la historia del saqueo, de la expoliación y el robo descarado. Todo lo demás, sólo adorna y perfuma esos hechos en Bolivia.

En algunos momentos interesantes, desde el punto de vista social, también es sólo la socialización de la corrupción. Por tanto, las potencialidades de la sociedad civil siempre están postergadas a las calendas griegas, porque las lógicas perversas de la tragedia generalizada de la podredumbre, son infinitamente más fuertes que las lógicas positivas.

Lo mediocre, lo ineficaz, lo impuntual y poco productivo proceso, sea institucional o industrial, es la factura cotidiana que entra como evolución a los genes de la población. Jóvenes y niños son los más afectados, porque maman desde temprano semejantes costumbres enraizadas desde tiempos inmemoriales. Ese es el teatro en el que nos movemos todos los días. El desahogo existencial de algunas instituciones o personas, que quieren hacer cosas contrarias a la corriente generalizada, simplemente es eso: desahogo existencial. Desahogo momentáneo que no afecta en nada, a las lógicas brutales del saqueo y la corrupción.

Es un lugar común, también cotidianamente, en nuestra sociedad el soñar con gente nueva, honesta, con sentido de comunidad, con sentido de gestión eficiente y con sentido de patria. Fuera de las costumbres coloniales y republicanas, que en general sólo han traído pesares a todas las generaciones. Pero al parecer nadie hace nada. No hay grupos o novedades grupales con ideas nuevas, alternativas o con fuerza para quebrar las terribles costumbres actuales. Acostumbrados a los constantes fracasos, la genética nos hace inmunes a fuerzas distintas, correctas y éticamente aceptables.

Por ahora hay que esperar alguna mutación política, ideológica y mental, que rompan a todas las formas mentales y costumbristas construidas para destruir el país, para destruir lo poco que se avanza a paso de tortuga. En fin. Los virus letales de la política actual, heredera de los siglos coloniales y republicanos, se multiplican con facilidad porque el terreno es fértil e ideal.

Por eso lo postmoderno, como moda occidental, llegó y puso raíces en terreno fértil por estos lados. Se propagó fácilmente entre los jóvenes y los viejos. La muerte de las ideologías de la guerra fría, en sentido de nostalgia, sirvió como excusa para el pragmatismo de estas épocas, muy ligado a la corrupción de la política y las nuevas ideologías que sólo sirven para corromper jóvenes, o destruir posibles apuestas nuevas y alternativas.

Hemos visto como las élites políticas de estos años, dizque soñadoras y de izquierda, no se diferenciaron en nada a las anteriores a ellas: corruptas y con ejercicios políticos decadentes como totalitarios.

Utilizaron al Estado como siempre: oportunidad de enriquecimiento ilícito. No de ejercicio por la fiscalización de las arcas del Estado, que es dinero de todos. Si esos eran “revolucionarios”, pues eran más bien postmodernos militantes; aunque de izquierda, porque de ética y moral no tenían nada, absolutamente nada.

Esta época tiene las características de un vacío total, de ideas, de estilos políticos de servicio a los demás, vacíos respecto a la ética o la valoración por lo moral. Las apuestas y utopías sacerdotales, o por el hombre nuevo, ya no existen. La brutalidad de lo pragmático y postmoderno, ha matado las raíces posibles de otros estilos de comportamiento humano; precisamente más humano y con sentido de servicio a los demás.

Hoy el modelo de político o burócrata es el pendejo, el pragmático, el que sabe utilizar las riendas del Estado para enriquecerse lo más rápido posible. La hipocresía de los tejidos sociales sirven en bandeja de plata, de litio, a estos personajes de moda. Urbanos o rurales son lo mismo. Izquierda y derecha son lo mismo.

Definitivamente necesitamos mutaciones profundas en la política, para hacer del ejercicio de la política un servicio social. Lo que tenemos es un cementerio de elefantes, nauseabundo y putrefacto, postmoderno y éticamente antihumano.


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