08.FEB.20 | Posta Porteña 2086

BOLIVIA: Contexto político de El Alto

Por Guido Jesús Mamani

 

Abordajes del conflicto de octubre - noviembre de 2019:

 

una mirada desde El Alto*

 

Los recientes conflictos suscitados en Bolivia siguen despertando múltiples visiones e interpretaciones, siendo los más difundidos y a la vez hegemónicos el discurso de la “revolución de las pititas” y el “golpe de Estado” ambos circunscritos en la polarización social y política vigente. En este panorama es evidente la poca repercusión de miradas desde El Alto, los cuales tienen particularidades situadas en determinados episodios del conflicto y una experiencia in situ de los hechos

Por: Guido Jesús Alejo Mamani**

 PUKARA  / Qollasuyu Bolivia La Paz, febrero de 2020

 

El peso de El Alto

 El Alto gravita en el escenario nacional, es indudable, sin embargo, a menudo su peso es menguado con estigmas y percepciones que arrastran mentalidades atávicas, por su misma constitución y composición como ciudad, pese a ello existen datos que pueden brindar un panorama más completo de su importancia, en este sentido, El Alto tiene un peso concreto y simbólico.

 Su peso concreto radica en datos socioeconómicos y demográficos:

- El Alto es el segundo municipio en población de Bolivia, con una población cercana al millón de habitantes. Estos datos tienen un sesgo, ya que los datos raíz del censo 2012 no toman en cuenta la población flotante alteña que migra a su área rural de procedencia días antes de realizarse el censo, por ende, la población alteña es mayor que la mencionada en los datos oficiales y por ende, en sus proyecciones.

- El aporte al PIB nacional que El Alto realiza es de un 7% (PNUD, 2015), esta cifra es mayor que el aporte que realiza la ciudad de Cochabamba (6%), por ende, su importancia económica es creciente en el contexto boliviano.

- El Alto es uno de los municipios que presenta mejores índices en cuanto a reducción de población en condiciones de NBI (Necesidades Básicas Insatisfechas). En 2001 el porcentaje de población en condiciones de NBI era de un 67% (424,501 habitantes) mientras en 2012 se redujo a un 36% (300,390 habitantes), cifra menor a la media en Bolivia (2012) que es de 44.9%. Estos datos contradicen los relatos de “ciudad inviable y en retroceso” que se difundieron en 2005 y fueron replicados en 2019

- Según datos de Oxford Economics, la metrópoli de La Paz (incluye El Alto) será la quinta economía urbana de mayor crecimiento en Latinoamérica en el periodo comprendido entre 2019-2035 a un ritmo de 4% anual, esta cifra es la mayor de Bolivia y es cercana a otras ciudades de importancia regional como ciudad de Panamá.

El peso simbólico de El Alto se hace evidente desde las jornadas de octubre de 2003 y se replica en los últimos hechos de noviembre. Las ideas que se manejan como sus atributos simbólicos son inicialmente la “rebeldía”, es esta se suman la “productividad”, “identidad”, “esperanza” y el “progreso”. Paralelamente desde distintos enfoques ideológicos se plantean idearios relacionados a El Alto:

Desde el Imaginario (neo) indianista katarista se asume a El Alto como la genuina expresión del indio-kolla aymara urbano, con una cultura dinámica en proceso de modernización.

- Desde el imaginario socialista, El Alto se presenta como una ciudad revolucionaria que defiende la heredad nacional del capital transnacional.

- Incluso el imaginario liberal capitalista enfatiza en la imagen del “qamiri” aymara como ejemplo de triunfo del libre mercado sin la intervención estatal.

Proceso de construcción de la polarización

Para los relatos hegemónicos la reacción alteña ulterior a la renuncia de Evo Morales representa “una acción de grupos organizados de vándalos y narcoterroristas” (relato de la revolución de las pititas) o “grupos afines al MAS que piden el regreso de Evo Morales” (relato del golpe de Estado)

Lo cierto es que en situ y en las movilizaciones de los días inmediatos a la renuncia se pudo evidenciar a una gran parte de la población que se movilizó espontáneamente por otros factores, fruto de una acumulación de larga data expresada en un discurso polarizador que derivó en una deshumanización extrema. Este discurso polarizador reciente tiene 4 etapas importantes:

La primera etapa lo marca los resultados del 21F, en el que él NO se impuso ante la posibilidad de la reelección de Evo Morales en el poder, quien posteriormente desconoció los resultados del referéndum. Las movilizaciones primigenias eran heterogéneas, con activistas de distintos orígenes y procedencias. En El Alto las movilizaciones fueron masivas, sin embargo, el discurso elaborado y difundido por las elites políticas e intelectuales apostaron por obviar al segmento “popular” movilizado y enfocarse en las clases medias tradicionales. En este sentido se construyen dicotomías como lo “urbano/rural”, clases medias tradicionales/clase bajas populares, centro urbano/ periferia urbana-ruralidad, la Bolivia de la democracia/la Bolivia de la dictadura. Estas dicotomías atomización el imaginario de las movilizaciones al centro paceño y su zona sur, restando representatividad a otros sectores que en un inicio apoyaron la defensa del voto.

La segunda etapa comprende la etapa electoral hasta las elecciones del 20 de octubre. Es esta etapa se hace patente el trato marginal que las cúpulas políticas brindaron a El Alto, tanto en la elección de candidatos como en la elaboración de programas de gobierno, por eso no fue sorpresa que el MAS tuviera una votación mayoritaria.

La tercera etapa la constituyen las 3 semanas de “movilizaciones ciudadanas” en la que –al margen de la legitimidad de su demanda- se hizo explícita la fragmentación espacial de las movilizaciones, así como la aplicación de un discurso más agresivo con una consecuente segregación simbólica, numerosos hechos de racismo, así como la exclusión y rechazo de símbolos como la wiphala y la creciente efervescencia de un anhelado retorno a la República. Si bien de forma individual varios alteños participaron en las movilizaciones de la “pitita”, el silencio expectante de gran parte de la población alteña fue confundido como complicidad con el poder.

La cuarta etapa la constituyen las movilizaciones posteriores a la renuncia de Evo Morales, en la que se consolidan regiones morales politizadas traducidas en un “otro vs otro”, así como la imposición del discurso hegemónico de la “revolución de las pititas”, el recrudecimiento de actos de racismo. Gran parte de la población indignada se moviliza en defensa de la wiphala y la pollera. Esta etapa tiene un inicio genuino en el que la movilización fue espontanea, pero posteriormente la dirigencia del MAS logró instrumentalizar esa indignación a fines partidarios. Culmina con la masacre de Senkata, cuyos efectos también son acumulativos y podrían externalizarse en otro ciclo político

Actores y posiciones

En la etapa inicial de las movilizaciones postEvo se pueden identificar los siguientes actores en El Alto:

- La Población pasiva, comprende a la ciudadanía expectante ante la resolución del conflicto, a su vez se constituye en un repositorio de los mensajes políticos polarizadores. Ante la campaña de miedo promovida en las RRSS por las élites políticas e intelectuales, la población pasiva defiende su propiedad de supuestos vándalos y terroristas. Es una población cansada de la política tradicional y sus representantes, incluyendo líderes de la movilización de las “pititas” y dirigentes alteños afines al MAS.

- Población activa, comprende a las movilizaciones en defensa de la wiphala y la pollera. En su interior se identifica dos tipos de activismo: el activismo ideológico y otro partidario. El activismo ideológico tiene un discurso independiente, no forma parte de la polarización discursiva de las elites y se moviliza como reacción ante expresiones discriminatorias, racistas, excluyentes y de regresión colonial. El activismo partidario se constituye de replicadores del MAS que aprovechan las movilizaciones espontáneas para posesionar la idea de “golpe de estado” ante la prensa internacional. También se puede identificar a un activismo virtual afín al discurso de “la revolución de las pititas”, que promueven ideas de la “recuperación de la democracia” y el rechazo a la indignación alteña mediante un discurso deshumanizador de los movilizados, este activismo continúa con fuerza en plataformas como Twitter.

 Un relato subalterno: La Rebelión de la Wiphala

La “Rebelión de la Wiphala” parte del activismo ideológico, enmarcado en las movilizaciones iníciales por “la defensa de la wiphala y la mujer de pollera”, no forma parte de un contexto político de coyuntura (“fraude” o “golpe”) sino tiene connotaciones más estructurales.

Estas movilizaciones se constituyen como un estallido popular a raíz de la acumulación de hechos de racismo y exclusión de larga data y que tiene su punto culminante en el regodeo triunfalista de personajes radicales afines a la “revolución de las pititas” expresadas en un discurso atomizador, el desprecio a los símbolos “indígenas”, el retorno a la República, la partidización política de la espacialidad urbano-rural y los rasgos fenotípicos, además de la construcción de un discurso de superioridad ética, intelectual y moral respecto al “otro”.

Lo evidenciado en estas movilizaciones espontáneas es que tienen una composición etaria y de género aglutinadora, al contrario del relato de la “revolución de las pititas” (que indica que sus movilizaciones estaban compuestas por jóvenes y mujeres en su mayoría), en El Alto se pueden ver hombres y mujeres, jóvenes, adultos, adultos mayores e incluso niños en las marchas con destino a La Paz.

Las demandas por el respeto a la wiphala y a la mujer de pollera llevan implícitas otros puntos más estructurales, como la defensa de los avances de inclusión social y reconocimiento de una Bolivia plural, cuestiona la matriz retrógrada y reaccionaria de una parte de la población boliviana, así como el derecho a la representación propia en la estructura de poder. Otra demanda de coyuntura es la renuncia Jeanine Añez, además del rechazo a Carlos Mesa y Luis Fernando Camacho a quienes se atribuye la causalidad del recrudecimiento de la violencia, las muertes en el país además del racismo vigente.

En estas movilizaciones masivas no se hace mención al retorno de Evo Morales al poder, sin embargo, son aprovechados por algunos activistas políticos del MAS para tales fines, este hecho es el detonante ´para una agresiva campaña mediática por medios de prensa, la intelectualidad cortesana del poder y personajes políticos para calificar a los movilizados en categorías como “hordas masistas”, “grupos narcoterroristas” y actualmente como “salvajes”, el decreto 4078 que exime de responsabilidades a las FF.AA. (ahora derogado) es un corolario que consolida una campaña deshumanizadora que ya estaba en curso

En una segunda etapa, las movilizaciones -ya instrumentalizadas por el MAS- carecen paulatinamente del impulso espontáneo anteriormente mencionado, se inicia una reorganización lenta con una nueva dirigencia, ya que la afín al MAS ha sido desconocida. Es en este contexto que ocurre la masacre de Senkata el 19 de noviembre que marca un punto álgido en la evolución de los hechos, ya que el supuesto terrorismo en Senkata (1) es la excusa perfecta para la militarización de la urbe, esto sumado a un clamor de un segmento poblacional influido por la campaña mediática de miedo que se ejecutó desde el 10 de noviembre.

Como desenlaces con efecto estructural es necesario mencionar que se han profundizado las rupturas sociales con una regresión a condiciones que ya se pensaban superadas. Así también, una nueva generación de jóvenes sufre en carne propia el trato diferencial que ejecuta el Estado, reproduciendo visiones cercanas a los años 2000 y 2003.

 Lo positivo y negativo

Al margen de los actos violentos y coyunturales (enfatizados en los relatos hegemónicos) es necesario hacer algunas consideraciones sobre los aspectos positivos y negativos que se identificado durante el conflicto

Como aspectos positivos podemos mencionar la vigencia de una identidad fuerte, cuya energía se hace patente en las primeras movilizaciones espontáneas postEvo, estas movilizaciones demuestran que El Alto mantiene un liderazgo simbólico en sectores populares urbanos y el área rural a nivel nacional, la lucha fue efectiva ya que el vigente gobierno ha reculado en varias de sus posiciones reaccionarias, se ha reinstaurado la wiphala, no se anuló el 22 de enero como “día del Estado Plurinacional” y es posible que varias acciones de regresión efectiva a un Estado Republicano sean dejadas de lado o al menos postergadas.

 Como aspecto negativo se pueden identificar dos puntos importantes:

- Se hace evidente la ausencia de Proyecto y clase política en El Alto. La cooptación de las organizaciones sociales e instituciones ha impedido el surgimiento de una clase política que pueda tomar el liderazgo en situaciones como las vistas en octubre y noviembre. Los potenciales liderazgos que germinaban no pudieron consolidarse por la ausencia de medios de promoción y posicionamiento mediático.

- El Alto tiene intelectuales, pero no una intelectualidad estructurada, esto se agudiza ante las limitaciones de los medios de difusión de opinión y posicionamiento de discursos. Es difícil hegemonizar ideas que no sean del beneplácito de la prensa dominante. Los intelectuales alteños están fragmentados y circulan por múltiples derroteros, así como múltiples visiones sobre lo ocurrido, sin embargo, no se puede negar que varios colectivos se vienen estructurando paulatinamente y se avizora que a futuro una intelectualidad particular y plena emerja.

 Proyecciones

- La dirigencia alteña mantendrá sus estrategias de raigambre colonial para participar del poder, en todo caso son intermediarios que se ponen al servicio del caudillo de turno lo que impide la conformación de liderazgos propios, los que podrían surgir en otros espacios.

- Se mantiene la apatía de los “qamiri” (nuevos ricos aymaras) en la incursión en la política y disputa por el poder, esto es necesario remarcarlo porque su poder económico podría ser fundamental en el recambio de rostros en el escenario político, así como ser el detonante de cambios importantes en el imaginario boliviano

- El Alto seguirá marginado en las redes efectivas del poder que se vienen constituyendo a niveles regionales, al menos no es previsible una figura alteña entre los presidenciables y vicepresidenciables, tampoco que un grupo de alteños se empodere en alguna cúpula política, al margen de algunas figuras individuales de coyuntura.

 - Se vive un espacio de transición en el que el vacío de propuestas de proyecto-país es evidente. Desde El Alto se podría plantear una alternativa interesante, siempre y cuando las condiciones sean adecuadas y no estén inmersas en la polarización vigente.

Estas proyecciones políticas se avizoran en medio de una dinámica social autónoma concreta. En El Alto algunos elementos de la modernidad son apropiadas paulatinamente por la población, derivando en transformaciones sociales con la prevalencia de la identidad cultural, así también, se mantienen las tendencias de crecimiento económico frente al poco apoyo estatal.

Se evidencia una grave ausencia de una política estatal de desarrollo para la población del altiplano. En el caso concreto de El Alto, en los 90s, el reconocido economista paquistaní Mahbub ul Haq (quien ideó el IDH usado por el PNUD) vio en El Alto las mismas potencialidades de Corea del Sur hace 50 años, brindó sugerencias a los gobiernos de turno para que inviertan en El Alto y fomentar la producción de alta tecnología, sin embargo, éstos no tomaron acciones. Lo cierto es que en El Alto –y en el altiplano en general- es necesario un “Plan Bohan” equivalente al que se aplicó en el oriente.

* El presente artículo es una versión escrita de la ponencia expuesta en el conversatorio “Abordajes del conflicto 2019 desde los colectivos alteños” organizado por la Vicepresidencia de la Asamblea Legislativa Plurinacional en fecha 9 de enero de 2020.

 ** Guido Jesús Alejo Mamani es arquitecto investigador y miembro de Comunidad Pukara

1 Ver https://guidoalejo.wordpress.com/2019/11/24/la-masacre-de-senkataconsideraciones-sobre-lalegitimacion-estatal-de-larepresion/


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