24.FEB.20 | Posta Porteña 2090

Argentina : Macrismo Recargado

Por DamiánBil/VivianaHansi

 

Un balance de las medidas de los Fernández(FF) a menos de 3 meses de gobierno

 

Damián Bil y Viviana Hansi OME – CEICS

23/02/2020  en El Aromo n° 109

La victoria de Alberto y Cristina, los Fernández, ilusionó no solo al progresismo, sino a un amplio sector de cierta izquierda que se jugó, de forma más o menos vergonzante, al Frente Anti-Macri. Ya sea por la política del “mal menor”, o confiando en las promesas de campaña sobre la vuelta del asado o la heladera llena, varios apostaron al retorno del peronismo en la figura de los FF, como una supuesta manera de dejar atrás el caracterizado “neoliberalismo” de Cambiemos.

Sin embargo, a poco de asumir, el dúo presidencial dejó en claro su dirección. Si alguien creía que el nuevo gobierno produciría un giro de 180° en relación a la política del macrismo, con las primeras medidas tomadas en el plano económico posiblemente eso se transformó en desilusión.

Para quienes advertimos sobre los objetivos económicos de los Fernández esto no es novedad. En efecto, ya lo anunciaban en la campaña. Por ejemplo, con la referencia constante a modelos supuestamente exitosos como el uruguayo, el portugués o incluso el ucraniano, escondían que en esos casos se produjeron ajustes económicos brutales.[1] O en las declaraciones de personalidades o sindicalistas peronistas preparando el terreno, como la necesidad de “poner el hombro o sacrificarse” al decir de la propia Estela de Carlotto; o la docilidad mostrada por los dirigentes sindicales frente a los anuncios salariales del gobierno. Con la CGT ya es costumbre, ahora jugados (como con Mauricio) a asegurarle gobernabilidad a los Fernández.[2] 

Pero la onda faldera a lo Dylan (el perro del Tío Alberto) parece haber llegado hasta dirigentes del gremio docente como Yasky o Baradel, que renunciaron de antemano a cualquier medida de lucha frente a la acuciante situación de los docentes. Incluso, en sintonía con el gobierno de la provincia de Buenos Aires y de Nación, a la actualización salarial básica repudiando la ya famosa cláusula gatillo, que según Yaski genera “inercia inflacionaria”.[3] Tal fue la repercusión de estas actitudes que el barbado dirigente de SUTEBA debió salir a aclarar que fue sacado de contexto.[4]

En definitiva, para figuras como el diputado de la CTA, los trabajadores son los culpables de la inflación y de la crisis, como señalaban los funcionarios macristas al asumir su mandato en diciembre de 2015.

De esta forma, Alberto se apresta a avanzar en medidas para recomponer las condiciones de acumulación. Como veremos, más de lo mismo: refinanciación de deuda para volver a pedir, ajuste sobre las condiciones de vida de la población y la remanida apuesta a los commodities (en este caso el petróleo y el gas de Vaca Muerta) como única actividad productiva rentable.

Una recesión de largo aliento

Como señalamos, los problemas de la Argentina se remiten a su particular estructura y dinámica como país pequeño y tardío en términos productivos, factores que colocan su economía de crisis en crisis de forma cíclica.[5] Y no producto de malas políticas, por culpa de agentes externos o de variantes ideológicas como neoliberalismo o populismo. Es sencillamente la forma en que funciona la economía local durante los últimos setenta años. La Argentina tiene formas de compensar, al menos coyunturalmente, ese retraso: el ingreso de divisas por sus exportaciones agropecuarias o bien, cuando este mecanismo no es suficiente o no está disponible, el endeudamiento externo. Otra forma, utilizada con mayor o menor intensidad, es el ataque a las condiciones de vida generales de su población trabajadora, por la vía de la devaluación, inflación (caída del salario real), etc. Con los mecanismos compensatorios clásicos limitados, los Fernández vienen a acelerar el ataque sobre las condiciones de los trabajadores.

Lo peculiar en el período kirchnerista previo fue la reaparición con fuerza del elemento de la renta agraria, por el ciclo de suba de los precios de los commodities. Pero ya para 2013-14 esta dinámica empezó a agotarse, con la caída de precios a nivel mundial y el estancamiento de la demanda china. De ahí los intentos para volver a endeudarse cuando Kicillof fue ministro de economía, y la reaparición de los problemas crónicos que estallan en los últimos meses a partir de la crisis de la deuda. Al asumir Cambiemos, recibió el paquete, que fue denominado como “pesada herencia”. La estrategia del macrismo fue tapar estos inconvenientes con una montaña de deuda. Esa administración expandió el flujo de endeudamiento externo para, según los funcionarios, “acomodar las variables”

La deuda pública bruta creció de casi 241 mil millones de dólares en 2015 a 311,3 mil millones para el segundo trimestre de 2019. O sea, un incremento del 30% en 4 años. En relación al PBI, pasó de representar un 53% a un 91,6%. En ese mismo lapso, la deuda externa pasó de 149,1 mil millones a 257,2 millones, un 72% de aumento. Con este flujo, se dieron la tarea de ir aplicando el ajuste en cuotas: aumento progresivo de tarifas con quita gradual de subsidios, cierto recorte de gastos, intento de reforma jubilatoria, etc. Pero en 2018, esa estrategia fracasó con la crisis de endeudamiento, lo que llevó a la necesidad de recurrir al FMI e ir acelerando las medidas.

Así, llegamos a 2019 con la continuidad de la recesión. En cifras oficiales, la actividad económica se contrajo en un 2% interanual, y un 5% en relación a 2017 (el “mejor año” del macrismo). El PBI acumuló una caída del 6% entre 2017 y 2019. En el sector industrial fue más severa la situación: un 6% interanual y un 10% desde 2017. La formación bruta de capital fijo, un indicador de la inversión productiva, se retrajo más de un 10% desde 2018, que ya era un año negativo. El consumo también estuvo en esta línea: en valores reales, en supermercados y mayoristas cayó 11,5% desde 2017, mientras que en centros comerciales y en cadenas de electrodomésticos la caída fue de 25%. En términos de empleo, el privado cayó un 2,6% interanual (a octubre) y el registrado retrocedió 0,5%. Esta diferencia se debe a lo que se expande el empleo estatal, una constante de la Argentina en tiempos de crisis. Todo esto en un contexto de alta inflación: ya en 2015 había trepado a poco más del 25%; en 2019 fue de casi 54%. Con paritarias que no superaron en el grueso de los sectores el 25%-28%, se comprende que la pérdida del poder adquisitivo fue importante, arrastrando una situación que ya se evidenciaba desde al menos 2013-14.

A esto se agrega la devaluación del peso, de forma progresiva durante el año hasta las PASO, momento en que el dólar se disparó un 33%. El peso cerró el año con una pérdida de valor del 59%. En el medio, la reaparición del cepo cambiario y del dólar paralelo (blue), que se separa del oficial, que a fin de cuentas será el que rija los precios de la economía. 

Quizás, como noticias “menos negativas”, se verificó un superávit comercial. Luego de dos años de déficit, en 2019 la balanza de comercio exterior registró un saldo positivo de 16 mil millones de dólares, vinculado no tanto al aumento de exportaciones (aunque se evidenció una mejora en la balanza energética, por actividades vinculadas al gas y al crudo en Vaca Muerta y otros yacimientos), sino a una brusca caída de las importaciones del orden del 25%. No por una supuesta sustitución de importaciones, sino que es síntoma de la recesión que señalábamos. En efecto, más de dos terceras partes de la matriz importadora argentina se componen de insumos para la producción (bienes de capital, bienes intermedios y piezas y repuestos para maquinaria y otros bienes de capital). Durante 2019, las compras de estos insumos en el exterior se contrajeron en un 20%, mientras que bienes de consumo 25% y vehículos 55%. Por su parte, el déficit fiscal (como durante 2018) se moderó en términos del PBI. Aunque por otro lado se mantiene el déficit de la cuenta financiera.

En definitiva, 2019 fue un año de ajuste sostenido de la economía.[6] Y aún así, no fue suficiente para establecer un patrón de recomposición en términos capitalistas. Macri no pudo cumplir las tareas que la acumulación demanda en la Argentina. Los FF llegan al gobierno con la necesidad de hacerse cargo de lo que hizo pero sobre todo de lo que no hizo su antecesor. Para el capital resta mucho por hacer.

“El plan” FF: ajuste y palo para pagar (y volver a pedir)

Las condiciones en las que asume Alberto son peores que las que le tocaron a Mauricio allá por 2015, debido a que se acabó la capacidad de endeudarse de forma masiva. Por eso, las medidas que tomó el gobierno van todas para el mismo lado: garantizar el pago de las obligaciones externas, para volver a endeudarse.

El “reperfilamiento” (un eufemismo para no decir default), el paquete de la Ley de Solidaridad Social que incluye un congelamiento en jubilaciones y haberes, con la perspectiva de una profundización de la tendencia a la caída salarial (vía “Pacto Social” con los sindicatos), otro impuestazo más (con exenciones para los empresarios), el reciente aviso sobre descongelamiento de tarifas, el uso de la caja de ANSES para cubrir gastos corrientes; todas medidas que dan cuenta por un lado de la falta de recursos, y por otro de la necesidad de ajustar para pagar. Como contrapartida, la apuesta a la misma salida de siempre: el sector de las commodities.

Ello se evidencia en la decisión de poner al frente de YPF a Guillermo Nielsen, que como primer acción se fue a Davos a buscar inversores/compradores para/de los hidrocarburos de Vaca Muerta. Asimismo, en la disminución de retenciones para exportación de estos productos (del 12 al 8%), con el objeto de atraer las cuantiosas inversiones que se precisan para poner a funcionar la actividad.[7]

Los economistas burgueses, desde diferentes perspectivas, señalan que el gobierno aún no ha mostrado un plan formal. La demora en la presentación del Presupuesto y de un programa claro a nivel financiero y monetario, dicen, posterga una planificación de mediano plazo en torno al problema de la deuda. Critican, además, la continuidad de ciertos parches presentes en las gestiones anteriores como medidas anti-inflacionarias: control de precios, planchar el tipo de cambio, entre otras; que solo ocultan de forma coyuntural el problema pero no lo combaten. De todas formas, coinciden en saludar la prioridad del “equilibrio fiscal” que se fijó el gobierno. Es decir, una reducción del gasto público, un ajuste, que se calcula en un 2% del PBI. En esto, desde Kiguel y Cavallo, hasta el propio FMI y Espert, hay una coincidencia unánime.[8] 

Ese es el plan. Aunque no exista una presentación formal, la dirección es clara: las medidas económicas de Fernández apuntan claramente a mostrar capacidad de pago de la deuda. Por un lado, reducir el gasto para mostrar superávit, sinónimo de solvencia fiscal para pagar (y volver a pedir); por otro, generar condiciones para impulsar las exportaciones del sector primario, el único competitivo en la Argentina, esta vez de la mano de los hidrocarburos de Vaca Muerta. Como en la administración anterior, este “esfuerzo” será cargado en las espaldas de los trabajadores.

Veamos algunas de las medidas que tomó el gobierno para llegar a este objetivo. La que ha tenido mayor repercusión es el retoque de las escalas jubilatorias. Con el argumento de que la escala del macrismo era impagable, se reformularon los aumentos para el presente ejercicio: para los de la mínima (16.000$, alrededor de 4,8 millones de personas), un aumento del 13%. Para el resto, una adecuación de entre el 10 y el 4%. A partir de los que hoy cobran 16.500$, el aumento será menor en relación a lo que hubieran percibido con la repudiada reforma de Cambiemos. Cabe señalar que el gasto en Seguridad Social se ubica cerca del 45% del gasto corriente de la Administración central. Durante el año pasado, la erogación en el rubro “Jubilaciones” (sin contar Pensiones y Ayudas a Personas) alcanzó los 1,1 billones de pesos, algo más que los servicios de deuda pública, que ascendieron a 931 mil millones de pesos. La nueva escala de haberes le ahorraría al gobierno, según especialistas, 5.100 millones de pesos por mes (casi 81 millones de dólares al cambio actual).[9] 

Movería a risa si no fuera perverso, los esfuerzos de aquellos que hasta hace poco hacían análisis de discurso y de texto de las noticias de los medios macristas defendiendo el ajuste de Cambiemos, realizando ahora malabares con las cifras para discutir la realidad del ajuste

A su vez, mediante el “Pacto Social” con las burocracias sindicales, busca desindexar salarios del sector público (aumentos por decreto, fin de cláusula gatillo) junto a la revisión de la planta de empleados estatales. Los recientes 417 despidos en Río Turbio son un botón de muestra al respecto.[10]

Los Fernández eligen donde recortar: principalmente, salarios y jubilaciones. O sea, sobre los trabajadores. En cambio, para los capitalistas hay ventajas. Además de los subsidios que absorben por distintas vías desde hace tiempo y que no se cortarían, las denominadas “pymes” recibirán beneficios de moratorias y quitas en sus deudas con el Estado.[11] Eso sí, a los “privilegiados” que accedieron a un crédito UVA para comprar una vivienda, préstamo que se ha vuelto poco menos que impagable, que se joroben. Por otro lado, se flexibiliza el cepo a las empresas que ingresen dólares, permitiéndoles girar utilidades al exterior.

Asimismo, el gobierno anunció que a mitad de año procederá a un aumento tarifario.[12] Si bien como ocurrió con los combustibles y Nielsen un mes atrás, Alberto desmintió a Cafiero (quien había hecho este anuncio), será un paso necesario si el gobierno quiere ir a un escenario de austeridad fiscal y brindar incentivos para las actividades vinculadas a los hidrocarburos y energía. Esto se entronca con los mencionados beneficios impositivos para el sector petrolero, con la baja de retenciones.

En paralelo, se encuentra el fantasma de la inflación. El gobierno optó por viejas recetas, largamente probadas en el país con dudoso resultado: control de precios y salarios, y anclar el tipo de cambio. Y una política monetaria no demasiado distinta a la de su antecesor que, nuevamente, puede morderse la cola. Las medidas en este campo buscan absorber el exceso de pesos, reemplazando las Leliq (cuyo desarme no fue a los jubilados como dijo Alberto en campaña) por Pases a un día a menor tasa. Pero el BCRA debe seguir emitiendo para comprar dólares, responder a las necesidades del Tesoro y también para afrontar llegado el caso vencimientos de deuda. Además, aplica una política de reducción de tasas de interés, buscando reactivar el crédito. El problema es que en este panorama de baja de tasas, con fuerte expansión monetaria (desde que asumió Alberto, la masa aumentó en 184 mil millones de pesos, sin un crecimiento económico que lo absorba), puede volver a darse una presión sobre el dólar. Un indicio es que, a pesar del cepo, se registró un aumento en el contado con liquidación.[13]

Una opción sería financiarse vía emisión de deuda en pesos, pero en ese aspecto también se encuentra con dificultades. Por un lado, tiene vencimientos de aquí a abril de más de 400 mil millones de pesos.[14] Por otro, en medio del “reperfilamiento” de la deuda, ya le falló una licitación para financiar un bono en pesos que venció días atrás. Aquí reaparece la cuestión de la deuda pública, lo que nos devuelve al comienzo de este artículo.

Deuda, lo coyuntural y lo de fondo

En los últimos tiempos, el kirchnerismo (y buena parte de la izquierda) se esforzó por imponer la idea de que la deuda que tomó el macrismo se habría pedido no con intenciones productivas sino para fugar dólares. Efectivamente, como en todo proceso donde hay dinero e interés de por medio, hay individuos que hacen su agosto mediante maniobras de especulación. Pero esta no es la lógica del endeudamiento argentino. La deuda no es una estratagema de 4 tipos para hacer negocios espurios, sino que es una política de clase. Una política de la burguesía parásita local, ineficiente, para sobrevivir en la competencia que toma carácter internacional. Volveremos sobre este punto en un futuro artículo.

De todas formas, señalemos algunos datos de corto plazo. Según el último informe de deuda pública del Ministerio de Hacienda, al tercer trimestre de 2019 la deuda bruta de la administración central expresada en dólares ascendía a 311,2 mil millones. Un 91,6% del PBI. Desde 2011 la relación deuda/PBI viene creciendo, acelerándose en el gobierno de Macri por el incremento del flujo externo. Más de cuatro quintas partes de esa deuda está en moneda extranjera (276 mil millones), y la mayor parte está en manos de agentes privados locales y extranjeros y en agencias del sector público.[15] 

El problema inmediato que tiene la Argentina son los vencimientos que se vienen acumulando a lo largo del tiempo, que implican entre capital e interés para el bienio 2020-21 la friolera de 104 mil millones de dólares, principalmente en bonos y letras del tesoro. Realizando un ejercicio de aproximación, suponiendo que el PBI de este bienio fuera similar al de 2019, los vencimientos para 2020 representarían cerca de un 12% del PBI y para 2021 un 8,7%. Impagable. Por eso, los esfuerzos de la administración están orientados a la renegociación integral: la asunción de Guzmán al frente del equipo económico, las misiones del FMI, la participación de Stiglitz como mediador, etc. Y sobre todo, ajustar el gasto, a la población (jubilados, empleados públicos) y dar facilidad para negocios como Vaca Muerta, apostando a que sea una “nueva Pampa” que permita generar las divisas para ponerse al día.

Como buen gobierno burgués, lo que buscan los Fernández es generar mejores condiciones para la acumulación de capital, lo que Macri no pudo hacer. Ante la falta de recursos por la vía de exportación agropecuaria (renta) o financiamiento externo, la solución capitalista es apretar las condiciones de vida locales, forzando a la población a mayor miseria. El objetivo de mediano plazo es reestructurar la deuda para disminuir su peso sobre el PBI. O sea, una especie de 2005 para intentar desactivar un 2001. Ello no para liberarse de una supuesta dependencia externa o para impulsar un modelo productivo; sino para volver a pedir prestado. Como en Portugal o Grecia solo renegocian, destruyendo las condiciones vitales de la población, para endeudarse de nuevo. El problema no es la deuda, sino la burguesía parásita que vive de ella.

Con los Fernández no hay nada para ganar para los trabajadores. Esto recién empieza: no ya para lograr recomponer la acumulación, sino para asegurar un flujo “normal” de endeudamiento, la magnitud de lo que se debe ajustar es brutal. A la Argentina solo puede sacarla de la decadencia económica otra clase social que se haga cargo del gobierno. Solo una economía planificada, con una centralización de los medios de producción en manos de un Estado socialista y una asignación racional de recursos, podría permitir una recomposición económica que destrabe el ciclo de decadencia de la Argentina y a su vez eleve el nivel de vida de la población.

[1]Clarín, 6/9/19 y 7/10/19; https://tinyurl.com/rye2und y https://tinyurl.com/qwf3bymLa Voz del Interior, 7/10/19; https://tinyurl.com/vqfa6mx. Una respuesta de un economista del establishment económico uruguayo en https://tinyurl.com/rjtvzwz

[2]Clarín, 8/11/19, https://tinyurl.com/u9ybzer; Telam, 2/1/20, https://tinyurl.com/rxorsco.

[3] La Nación, 15/11/19, https://tinyurl.com/vyfr8bp;Eldestape, 17/2/20; https://tinyurl.com/vrtep6a.

[4] LaNoticia, 1/11/19, https://tinyurl.com/qwa989g.

[5] Sartelli, E.: “El presente griego”, El Aromo n° 85, 2015, en https://tinyurl.com/vp3rafv.

[6] Cabe señalar que la Argentina no fue el único país en esa posición: según el Banco Mundial, 2019 fue el peor año para la economía internacional desde la última crisis (2008). BM, 9/1/20, https://tinyurl.com/syv87le.

[7i] Diario de Madryn, 12/12/19, https://tinyurl.com/tpxnla2;Clarín, 21/1/20, https://tinyurl.com/v6twbyw.

[8] El Liberal, 6/1/20, https://tinyurl.com/u5b6syt;Infobae, 9/1/20 y 12/1/20, https://tinyurl.com/ukafeqr y https://tinyurl.com/ulpzxd3;La Nación, 16/1/20, https://tinyurl.com/t9y4dbbCronista, 17/1/20, https://tinyurl.com/uxf9dvc.

[9] Clarín, 17/2/20, https://tinyurl.com/vy9znsw.

[10] Los Andes, 15/1/20, https://tinyurl.com/twhrxy4; Perfil, 19/1/20, https://tinyurl.com/w72xtv9;La Nación, 20/2/20, https://tinyurl.com/u2237s6

[11] Bil, D.: “Sobre la burguesía planera”, en El Aromo n° 102, 2018, https://tinyurl.com/tpp5oldCronista, 30/1/20, https://tinyurl.com/tncy9u6. 

[12] Página/12, 20/2/20, https://tinyurl.com/wf5yhw8.

[13] Cronista, 13/1/20, https://tinyurl.com/wqpbgs4.

[14] Clarín, 16/2/20, https://tinyurl.com/t3zvwys.

[15] Los datos corresponden a los informes trimestrales de deuda pública de la Secretaría de Finanzas y al Balance de Pagos de INDEC.


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