Publicamos los comentarios que ha ido realizando sobre este libro Héctor Amodio Pérez
Blixen: En medio del más absoluto aislamiento, en el cuarto piso de Jefatura, 48 horas después del hallazgo del cuerpo de Mitrione, Raúl Sendic recibió una visita inesperada, el ministro de Educación y Cultura, Carlos M. Fleitas, un antiguo condiscípulo de la Facultad. Fleitas proponía una negociación: a cambio de la liberación de los prisioneros de la guerrilla, el gobierno se comprometía a difundir una proclama o comunicado; a levantar las medidas de excepción y someter inmediatamente a los detenidos a la decisión de la justicia; y a liberar a los detenidos que no fueran “procesables”, es decir, todos los presos bajo el régimen de Medidas Prontas de Seguridad o de Estado de Excepción. Sendic razonó que si los tupamaros estaban dispuestos a negociar antes, más lo estarían ahora, después de los golpes que había desarticulado a la guerrilla; pero se abstuvo de discutirlo con los detenidos en la Jefatura (hacerlo hubiera dado a los interrogadores elementos sobre el papel que jugaba cada uno en la estructura) y respondió que debía consultarlo con sus compañeros recluidos en Punta Carretas. El 13 de agosto, el ministro Fleitas coordinó el traslado de Sendic desde Jefatura hasta la cárcel. Si hasta ese momento alguien suponía que Fleitas actuaba por iniciativa propia, sin el consentimiento del gobierno ahora esa duda quedaba despejada: el traslado debía ser autorizado y ejecutado por el ministro más duro del gabinete, el general Francese. Fernández Huidobro cuenta en La tregua armada que ese jueves cuando fue sacado de su celda, junto con Marenales y Manera, y cuando en el perímetro entre los dos muros vio el despliegue de policías armados a guerra, pensó que había llegado su hora. Pero ahí estaba el ministro Fleitas, que los invitaba a pasar a una salita donde aguardaba Sendic. La reunión duró una hora. Sendic estaba preocupado por un detenido, que conocía dónde estaba oculto Dias Gomide. “Nos contó que habían aplicado pentotal a algunos compañeros. Sobre la propuesta, el Bebe decía que había que hacer un paréntesis y recuperar el terreno perdido. Ahí decidimos iniciar una negociación con el gobierno, pero estirándola. Le pedimos a Fleitas que autorizara una reunión con otros compañeros.” Sendic regresó a Jefatura, mientras en Punta Carretas, en una celda con la puerta abierta, más de quince presos discutieron la propuesta, la aceptaron y redactaron el comunicado. A los dos días, fecha pactada para dar la respuesta, “en lugar del ministro Fleitas vinieron el sub comisario Fontana y el gordo Panizzolo. Les decimos que tenemos una respuesta, pero para el gobierno. Les expliqué que si había lío eran ellos los que quedaban pagando. No hubo caso, el gobierno, que había comenzado negociaciones, después frenó todo”. Aunque no hubo explicaciones formales, el Ñato deduce que el gobierno se vio obligado a desmentir esa negociación, que había sido difundida por radio Carve “Neber Araújo, que trabajaba en Carve, venía regularmente al Penal a recoger unas grabaciones que hacía un preso común con un pastor protestante, para un programa especial. Se enteró –porque en realidad allí había quinientos testigos del encuentro con Fleitas– y difundió la noticia.” Para Fernández Huidobro “el fracaso de esa negociación no fue accidental; la hicieron fracasar quienes apostaban a un recrudecimiento”. Del mismo modo se hizo fracasar un intento anterior de negociación iniciado por el juez de Instrucción Díaz Romeu, que pretendió entrevistar a Sendic en Jefatura. Díaz Romeu se proponía pedirle la ampliación en 72 horas del plazo establecido por el MLN para la ejecución de Mitrione. “Se frustró por la negativa del Jefe de Policía, coronel Rivero.”Sendic, acción y legado, Trilce 2010, pág. 193.
Amodio: Todo este relato refleja el interés de tergiversar la historia real. Tras la caída de Almería y las detenciones de los compañeros designados para sustituir al Comité Ejecutivo, se constituyó uno, integrado por Mansilla, Marx Menéndez y el mismo Samuel Blixen. De los tres, Mansilla era el único con experiencia de Dirección. Menéndez era un militante cualificado del sector militar de la 15, con mucha experiencia de acción pero alejado de tareas como responsable y Blixen, de los tres, el de más corta trayectoria, pertenecía al sector político, también de la 15. Menéndez y Blixen, influidos por Mansilla, que dijo basarse en decisiones y acuerdos de la Dirección detenida en Almería, emitieron un comunicado el viernes 8 de agosto anunciando que de no aceptarse la negociación, Mitrione sería ejecutado, para lo que se concedió un plazo hasta el domingo 11. El Gobierno había solicitado y obtenido del parlamento la suspensión de las garantías individuales por veinte días. Sendic, preso en Jefatura, recibió la visita de Fleitas al día siguiente, para proponerle el levantamiento de la suspensión de las garantías a cambio de la liberación de los secuestrados. Lo de la proclama y la liberación de los detenidos por las Medidas Prontas de Seguridad es un invento a medias entre Fernández Huidobro y el mismo Blixen
Sendic, que conocía que en esos momentos el MLN estaba en el aire y que entre los detenidos se encontraban varios que conocían los sitios en que se mantenía a los secuestrados, además de armas, dinero y las joyas de la Caja Nacional, temía, con razón, que la aplicación de la tortura y el pentotal acabara con todo. Candán, el otro miembro del Ejecutivo caído en Almería estaba en el Hospital Militar, por lo que Sendic consultó con Alicia Rey y Martínez Platero acerca de las medidas a tomar ante la propuesta de Fleitas. Entre los tres decidieron que Sendic viajara a Punta Carretas para entrevistarse conmigo, que llevaba apenas un mes detenido –por lo que conocía perfectamente la influencia de las detenciones– y que además tenía establecida una línea de conexión con el exterior del Penal.
Pero Sendic, que sabía que había incumplido las condiciones de canje de los secuestrados, en Punta Carretas se entrevistó con Manera, Marenales y Fernández Huidobro, dejándome afuera de la resolución. Cuando en setiembre le pedí explicaciones sobre esto, me respondió que fue para no perjudicarme en la causa penal, ya que yo había declarado en el Juzgado ser un simple enlace, alejado de la Dirección del MLN. Sendic era partidario de aceptar el planteo de Fleitas liberando a Fly y Dias Gomide. Manera, Marenales y Fernández Huidobro se negaron a aceptarla. La discusión se tornó violenta y finalmente decidieron plantearle a Fleitas la autorización para una reunión amplia, dentro del Penal, para adoptar una resolución que se enviaría a los compañeros en el exterior.
Fue así que en la celda 281 nos reunimos Marenales, Manera, Fernández Huidobro, Mujica, Leonel Martínez Platero, Falero, Pablo Blanco, Heraclio Rodríguez, Bassini, Zabalza y yo. De todos, el único que apoyó la propuesta de Sendic fui yo. Manera se mostró dudoso, ante mis razonamientos, pero el resto fue unánime en no aceptar la propuesta. Finalmente, aceptaron que yo enviara una carta en la que informaba de la propuesta de Fleitas, la opinión de Alicia, Sendic y Efraín y de la del grupo representativo de Punta Carretas. La carta se cerró con una frase que decía: La dirección son ustedes y ustedes tienen la decisión. Lo que se le dijo a Fleitas, cuando agotado el plazo volvió por la respuesta, fue que “la Dirección está afuera, nosotros no podemos hacer nada”. Todo lo demás que se dice es un invento. Fontana y Panizolo fueron los acompañantes del ministro y la negociación la hicimos fracasar nosotros, lo que motivará unas durísimas discusiones en Punta Carretas, posteriormente.
Blixen: Una vez procesado, Sendic fue trasladado junto con sus compañeros a la cárcel de Punta Carretas. Fue destinado a la celda que habitaban el Tambero Zabalza y un peludo, el Gauchito Leal. Hacía un mes que estaba completamente incomunicado. Cuando se enteró de la existencia del Plan Cacao, “se agarró una bronca bárbara”, según recuerda Zabalza. El Cacao pretendía, mediante atentados con explosivos, “impedir que la oligarquía balconeara el enfrentamiento entre tupas y policías”. Los atentados se iniciaron contra el domicilio del hermano del ministro de Relaciones Exteriores, el banquero Juan Carlos Peirano Facio. En un ritmo creciente continuaron contra los depósitos de la textil Sudamtex, las oficinas de International Harvester y Publicidad Oriental, la planta de Press Wireless, la papelera Ipusa, radio Montecarlo y las instalaciones de la boite Zumo. “Promovió la discusión para detener el Plan porque odiaba el explosivo, dice José Mujica. “Estaba siempre en contra de la bomba, sostenía que el pueblo uruguayo lo tomaba como cobardía, el enfrentamiento desde la sombra, recuerda Zabalza. En medio de la discusión ocurrió la muerte de dos tupamaros al ser dinamitadas las instalaciones del Club de Bowling de Carrasco. La Dirección en Punta Carretas finalmente resolvió reclamar el cese del Cacao y Sendic personalmente asumió la tarea de fundamentar esa postura. La comunicación fue problemática: era por escrito y dependía de múltiples intermediarios que debían moverse con sigilo y prudencia, desde que las autoridades vigilaban atentamente a los presos. Pero también hubo dificultades de otra índole, porque el Cacao se prolongó, en una suerte de inercia, hasta noviembre. Sendic, acción y legado, Trilce 2010, pág. 195.
Amodio: Sendic y los demás detenidos fueron conducidos a Punta Carretas a principios de octubre de 1970. Efectivamente, Sendic se agarró una bronca bárbara... porque creía que yo había aprobado el plan Cacao. Cuando nos pusimos a discutir sobre el Cacao, quedó claro que fue una iniciativa de Fernández Huidobro y aprobada por la mayoría del C1 (organismo de Dirección en el interior del Penal, formado por Manera, Marenales, Fernández Huidobro y yo), Sendic hizo una crítica durísima y que no levantó la más mínima objeción por ninguno de los presentes – el C1 mencionado más Sendic, Candán y Efraín Martínez Platero. Ni Mujica ni Zabalza estuvieron presentes, porque nunca integraron el C1, pero lo que dicen es cierto. Se equivocan en lo de los muertos en el Bowling: uno era compañero, otra la limpiadora del local y ya habían fallecido cuando la discusión mencionada.
Durante la discusión, muchos de los argumentos de Sendic parecían dirigidos hacia mí, ya que la mirada y la gestualidad se centraban en mi persona. Yo lo dejé que remontara vuelo y lo corté en seco: a mí no me mirés, que fui el único que voté en contra. El resto del C1 escuchó las críticas en silencio y confirmaron mis palabras. La exposición de Sendic fue compartida por todos y se le encomendó redactar la fundamentación del plan Remonte, como Sendic llamaba al suyo, para sustituir al Cacao, del Ñato y compañía. Sorpresivamente, Sendic renunció a redactar la fundamentación. Entonces, la hizo el Ñato, con la misma enjundia que antes hizo la del Cacao, dos planes antagónicos
Blixen: Pero muy a menudo destinaba los recreos a las grandes asambleas en el pasto, donde los miembros de la Columna del interior se reunían para analizar el progreso de un proyecto que se llamó Plan Tatú y que demandó meses de estudio y discusión. Los grandes lineamientos fueron lanzados para su examen por Sendic y Zabalza, aunque la idea original fue del Tambero, a partir de reflexiones sobre la experiencia vietnamita transmitida por los cubanos durante su entrenamiento en la isla. “El sistema de los vietnamitas, de la red de túneles interconectados, no se podía hacer aquí, porque o era pura piedra (el subsuelo) o se inundaba cuando se excavaban cerca de los arroyos. Pero muy rápidamente definimos el papel de la tatucera”, dice Zabalza. Sendic y el Tambero comenzaron a estudiar las diferentes experiencias de guerrilla rural donde, en una medida o en otra, aparecía el túnel o el agujero como forma de escondrijo. Así, descubrieron que “en la isla de Chipre, con la mitad de la superficie del departamento de Tacuarembó, con una población de 500.000 y un ejército de ocupación inglés de 50.000 soldados, las tatuceras en el medio del campo fueron las armas más efectivas de la EOKA. Para tomar el poder en el Yemen del Sur, paisito como Canelones, los revolucionarios usaron tatuceras en el medio desértico.Sendic, acción y legado, Trilce 2010, pág. 198.
Amodio: De la misma forma que se discutió y se elaboró un plan de reforma agraria y otro de impulso de la industria, se hizo uno acerca de la nacionalización de la banca. En la cárcel tienes tiempo para todo, incluso para perderlo. Pero de lo que se trataba era de aprovechar el que teníamos por delante para el momento en que tomáramos el poder. Y para eso, los compañeros del interior, con Sendic a la cabeza, creyeron que el Tatú sería de utilidad, aunque nada tuvieran que ver las condiciones geográficas y sociales del Uruguay con las de los países tomados como modelo. Una vez más se puso la carreta delante de los bueyes, y eso fue así porque los compañeros del interior ya estaban pensando en convertir la acción del MLN en rural en vez de urbana, lo que significaba un cambio estratégico fundamental. Se tomaron como modelo países ocupados por ejércitos extranjeros, en donde la colaboración popular se daba por descontado. En Uruguay, donde casi el 100% de la tropa provenía de gente de las zonas rurales empobrecidas a las que el MLN consideraba como enemigos, era lógico pensar que la colaboración de la población sería a la inversa.
Blixen: Lo novedoso era concebir a la tatucera como el elemento que permitía suplir las carencias del medio, montes pequeños y ausencia de grandes accidentes geográficos. Desde un punto de vista estratégico, el Tatú fue concebido como la apertura de un segundo frente militar, que dislocara a las fuerzas represivas concentradas en Montevideo, y a la vez como un motor del trabajo político en los sectores populares de las ciudades del interior, “a los que nunca ha llegado la izquierda (...) la realidad nos muestra una población (del interior) que ha balconeado el proceso histórico prácticamente desde 1904, a pesar de las movilizaciones más o menos grandes de 1968. Incluso los sectores más radicalizados se habituaron a la dependencia de las directivas de Montevideo, con la honrosa excepción de UTAA, y este hábito se traslada a sectores que tienen diferentes grados de integración al MLN”. En la discusión de los antecedentes se señaló que en el caso de Yemen, Vietnam y Chipre se trataba de luchas anticolonialistas, donde el enemigo era extranjero y con una población que en su mayoría apoyaba la lucha. Colacho Estévez fue una voz discordante: “Yo sostenía que había que hacer un trabajo de carácter social. Planteaba que había focos, como Bella Unión, donde podías hacer acciones grandes, como Pando, pero porque tenías base social. En otros lugares, como en Rivera, metidos en aquellas sierras, éramos sapos de otro pozo. Con Melián y el Cholo llegábamos a la conclusión de que cuando nos veían nos denunciaban, no teníamos otra salida que vagar”. Conclusiones similares extrajo Diego Picardo: “Mi experiencia es que el Tatú funcionó en cuanto a tatuceras, pero no nos vinculaba a la gente”. No obstante, ambos coincidieron en visualizar al Tatú como retaguardia. El Plan establecía que en las ciudades del interior el combatiente era fácilmente detectable y el problema principal, después de una acción, era la retirada. Una retirada hacia el monte preservaba la estructura de la ciudad. Y generaba un nuevo tipo de combatiente: “El de las tatuceras no puede ser un combatiente de ‘horas libres’, se parecerá más al guerrillero que va a la sierra que al combatiente urbano”. Sendic, acción y legado, Trilce 2010, pág. 199.
Amodio: El Tatú se discutió en el Penal, pero no solo por los compañeros del interior. Participamos de esa discusión todos los presos, mediante la formación de grupos moderados por quienes habíamos tenido responsabilidades de Dirección o que su militancia en el sector militar les permitiera realizar algún aporte. En un principio fue una discusión dentro del Penal, ya que los compañeros en el exterior bastante tenían con reconstruir la organización. Todos los grupos, sin excepción –salvo los que moderaron Sendic y Zabalza– expresaron dudas acerca de su implantación, dudas que iban desde el abastecimiento más elemental hasta la atención médica y descartaron que la tatucera sirviera de base para un trabajo político en un medio rural mayormente despoblado. El voluntarismo de los compañeros del interior quedaba en evidencia toda vez que el tema se sacaba a colación y finalmente se decidió enviar a la Dirección dicho plan de trabajo “como una aportación”. Yo era el responsable de la correspondencia con el exterior y con Cabildo, a través de Inés Capuccio, en la que teníamos depositada una total confianza, y envié dicho plan en las condiciones antedichas.
Los compañeros del interior simularon atender la decisión de considerar al Tatú solo como una “aportación” y al mismo tiempo montaron su propio sistema de comunicación, a espaldas de los organismos de Dirección, en una evidente violación de la disciplina. Se reconoce esto al transcribir la opinión de Colacho, que en esos momentos estaba en Bella Unión y recibió las directivas para el Tatú firmadas por Pico y pala –Raúl Sendic–, de la misma forma que las recibieron docenas de otros compañeros, con responsabilidades o sin ellas. Tal como reconocen Melián, Cholo González y el mismo Picardo, muchas de las prevenciones que se hicieron referidas al Tatú, se cumplieron. Pese a esto, en toda la literatura producida por los analistas políticos afines al MLN se ha omitido toda opinión acerca del Plan Tatú y sus consecuencias, fundamentalmente para evitar concluir que significó un cambio estratégico fundamental y que estaba condenado al fracaso desde el mismo momento en que se concibió. Sobre esa omisión ha sido posible mantener el prestigio político de figuras como Sendic, Huidobro, Zabalza, Marenales, Rosencof y Mujica, que no vacilaron en romper al MLN para imponer sus criterios y, finalmente, acusar de militaristas a quienes nos opusimos a “los planes maravillosos” producidos en Punta Carretas.
Blixen: Cuando el Plan fue aprobado, unos cincuenta tupamaros fueron escogidos en Punta Carretas para iniciar la experiencia. Sendic lo impulsó decididamente, porque “lo concebía como un elemento de largo plazo y como respuesta al fenómeno del ‘accionismo’, que ya aparecía como dominante”. Faltaba solo –nada más, nada menos– recobrar la libertad para aplicar el Tatú y otros planes elaborados, el Gardiol (referido a la utilización de la red cloacal), el Hipopótamo (la insurrección), pero en particular el Collar, que atendía al desarrollo de una infraestructura en un arco que iba desde la playa Kiyú en el departamento de San José, sobre el oeste, hasta la desembocadura del Solís Grande, en el límite de los departamentos de Canelones y Maldonado, sobre el este, de modo de aislar Montevideo o impedir el acceso a la capital, indistintamente, mediante el control de “un ramillete de carreteras, vías férreas, comunicaciones”. En una zona de “montes, playas, baldíos, rancheríos, chacras, villas, pueblos, ciudades, ciudades-dormitorio, estancias, balnearios”, el Collar se planteaba instalar la “guerrilla suburbana” para una etapa militar de “hostigamiento directo” que se visualizaba inminente. La producción de planes y la elaboración de ideas atosigaban a la “dirección de afuera”: “Era como tirar corvinas en una pecera”, escribe el Ruso en su “Valoración del período”, Si Rosencof, Leonel, el Ruso, había podido desarrollar la Columna 70 y el 26 de Marzo, ello fue posible porque “la dirección se había convertido en dos territorios independientes, en el que la 15 negaba la vigencia de la lucha política adoptando una actitud despectiva y prescindente, mientras L. (Leonel) dejaba hacer sin intervenir en todo lo que tuviera que ver con la estructura y lineamientos que se daban desde el aparato militar”. Leonel advirtió la existencia de una “trama quincista” cuando Donato Marrero, Mauro, sustituyó a Nelson Berreta, Frutos. “Se produce entonces algo que solo tiempo después se logra constatar: la comunicación horizontal de la Negra Mercedes y Amodio con compañeros de la 15, fundamentalmente Mauro un arribista que actúa en función de Coral y la Salteña. Nepo no estaba involucrado, me consta”. Necesariamente, Alicia Rey y Amodio establecieron contactos horizontales desde las cárceles, pues ambos estaban presos por la fecha en que Rosencof detecta esa actividad fraccional.Sendic, acción y legado, Trilce 2010, pág. 199.
Amodio: El Tatú nunca fue aprobado antes de marzo de 1972, fecha en que se rompe todo el esquema organizativo para pretender llevarlo adelante. Y es aprobado después que la casi totalidad de las tatuceras estaban concluidas, excavadas por los compañeros del interior, a espaldas de los organismos de Dirección. Precisamente, la sustitución de Berreta en el Ejecutivo en febrero de 1971, estuvo causada porque permitió, sin informar a sus compañeros de Dirección, que el grueso de los militantes bajo su responsabilidad trabajaran en un plan que la misma Dirección desconocía. Y Rosencof, que se muestra tan indignado, apoyó la sustitución. Cuando el Ejecutivo detectó que desde la cárcel se daban directivas que nada tenían que ver con la situación interna del MLN, pidieron que se pusiera punto final. Bastante tenemos, dijeron, con reorganizar lo que ha quedado. Blixen mezcla sucesos posteriores al Abuso –columna 70– con el 26 de marzo y la incorporación de Mauro al Ejecutivo, que se produce varios meses antes, para resaltar la función de Rosencof, como si alguien la hubiese puesto en duda.
La sustitución de Frutos (Berreta) por Mauro (Marrero), apoyada por Rosencof, será el punto de partida de la campaña que los compañeros del interior, encabezados por Sendic, desarrollarán antes y durante El Abuso contra la Dirección del MLN, incluyendo al mismo Rosencof, como es lógico. Como bien dice Blixen, el Tatú, el Collar y el Hipopótamo, tenían como fin participar en una línea de hostigamiento que ellos creían inminente. No para realizar un trabajo de concienciación política que no aparece por ningún lado. Estaban pensados para elevar el grado de enfrentamiento armado, sin tener en cuenta las condiciones: sin la preparación, sin las armas y sin las condiciones sociales que lo avalaran.
¿Quiénes lo idearon, quienes lo instrumentaron y quienes lo impusieron? ¿Los militaristas de la 15, los ferreteros de la 15? No fue necesaria mi opinión para que se considerara que esos planes no tenían cabida, por lo menos en esos momentos. Era una cuestión de sentido común.